Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo - Javier Carreño - E-Book

Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo E-Book

Javier Carreño

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Beschreibung

Fiel reflejo de lo que estudia, Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo exhibe un deslumbrante compendio de misceláneas. De ahí que nos familiarizamos con la fragmentación del campo de la psicología y de la psiquiatría, hecho del que los autores se hacen eco con términos como "las psiquiatrías", significante alrededor del cual gravitan todas las significaciones desplegadas en esta obra. Su uso en plural habla por sí sólo de ese tejido, confeccionado con los más variopintos hilos, que da cuerpo a la psicología y a la psiquiatría. Aunque parezca ingenuo, el sólo hecho de afirmar que la psicología y la psiquiatría son múltiples causa un persistente desagrado a quienes se creen en posesión de la verdad y ven legítima únicamente la suya, porque, en todo caso, las otras son meras seudociencias o antiguallas propias de un museo. Con este argumento recurrente se despacha a los contrincantes y se da por terminado el debate antes incluso de iniciarlo. Sin embargo, lo más habitual es que las corrientes contrarias no bajen a la arena y permanezcan acantonadas en sus respectivos guetos, cada una con sus cosas, alejadas e ignorantes de que existe una lengua común que facilita el diálogo. Este libro, en cambio, es de los que discute los argumentos del oponente sin perderle la cara y usando las mismas armas. Porque los más usual en nuestro medio es que se refute al contrario hablando cada uno en su propio dialecto. De esta forma, no hay manera de ponerse de acuerdo en nada y las posiciones se distancian cada vez más, con lo cual cada uno de los contendientes acaba reafirmándose en la razón que ya se atribuía. Pero Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo, aunque es una obra crítica con la corriente psi hoy día imperante, toma sus argumentos de las mismas fuentes y de los mismos estudios de vocación neurocientífica que sus adversarios escriben y usan para fundamentar su visión. Las conclusiones a las que llega, sin embargo, distan mucho de las que ofrecen las publicaciones de impacto, esos papers de los que se hace eco la enseñanza oficial y constituyen el cuerpo doctrinal que nutre a las futuras generaciones de especialistas. Escrito en el dialecto de la ciencia, la obra examina el estado actual de la corriente psi dominante, amalgama de neurobiología y cognitivismo a partir de un enfoque bien definido, combinación del psicoanálisis de orientación lacaniana y de los grandes pensadores de la psicopatología. Una obra que "navega entre los cuentos y los estudios científicos, entre los ensayos clínicos y el psicoanálisis, con el timón, por supuesto, de la psicopatología y la historia de la locura".

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Colección La Otra psiquiatría

Dirigida por José María Álvarez y Fernando Colina

COSAS QUE TU PSIQUIATRANUNCA TE DIJO

Otra mirada sobre las verdades de las psiquiatrías y las psicologías

JAVIER CARREÑO

KEPA MATILLA

Prólogo de José María Álvarez y Fernando Colina

Colección La Otra psiquiatría

Créditos

Colección La Otra psiquiatría

Dirigida por José María Álvarez y Fernando Colina

Título original: Cosas que tu psiquiatra nunca te dijoOtra mirada sobre las verdades de las psiquiatrías y las psicologías

© Javier Carreño y Kepa Matilla, 2018

© Del Prólogo: José María Álvarez y Fernando Colina

© De esta edición: Pensódromo 21, 2018

Diseño de cubierta: Pensódromo

Imagen de cubierta: Fernando Pena Rubianes

Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions

Editor: Henry Odell

[email protected]

ISBN print: 978-84-948333-3-5

ISBN e-book: 978-84-948333-4-2

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

A Sara y a Tania,y a mi aita, que se ponga bueno

Agradecemos especialmente a nuestros maestros José María Álvarez, Chus Gómez y Fernando Colina. Sus contribuciones y apoyo han mejorado considerablemente este libro.

También han formado parte del desarrollo: Sara García, Tania Fábrega, Purificación Villada, Pedro Brun, Adriá Casanovas, Irene Muñoz, José Manuel de Manuel, Mari Carmen Reguilón, Loki, Ruso, Carlos Rey y nuestro editor Henry Odell, y a Fernando Pena por la ilustración de la cubierta.

Índice

Prólogo. La psicología y la psiquiatría son múltiples, pero la clínica es unaPalabras previasI. Las psiquiatrías1. Cosas de la historia. Los síntomas2. Las psiquiatrías en acciónII. Los nombres de las psiquiatrías hoy1. Esquizofrenia2. Bipolar3. TdAH4. DrogasIII. Cosas de científicos ¿Qué ciencia en psiquiatría?IV. Los diagnósticos o de la no existencia de las enfermedades mentalesV. El Otro diagnósticoVI. Los tratamientos1. Los ansiolíticos2. Los neurolépticos. Los mitos en el tratamiento de la locura3. Los antidepresivos4. La chispa de las psiquiatrías. La TEC5. Las psicoterapiasPalabras finalesSobre los autoresNotas

PrólogoLa psicología y la psiquiatría son múltiples, pero la clínica es una

1. La condición humana es amalgama

La condición humana es sinuosa y poliédrica, singular mezcla de materiales dispares. Reflejo de ello es el cúmulo de irresolubles contradicciones que arrastramos y que conforman nuestra discordante identidad. Ni lo que pensamos escapa a la imperfección, ni lo que sentimos se libra del revoltijo. Montaigne, en uno de su más vibrantes ensayos, el titulado «Nada de lo que experimentamos es puro», analizó esta circunstancia y concluyó: «El hombre, en todo y siempre, no es más que amalgama y mezcolanza». El hombre, en definitiva, no es uno sino múltiple. Su esencia no radica en la entereza; al contrario, se afirma en la división. En torno a esa fractura constitutiva se origina nuestro pathos, dolor de existir, alienación, escisión, fondo melancólico, locura, insatisfacción esencial o como queramos llamarlo.

Esta multiplicidad propia de la condición humana afecta asimismo a los saberes que se ocupan de ella. A medida que se le aproximan y la escrutan, la uniformidad de esos saberes se resiente y las paradojas saltan a escena. Que existan orientaciones tan contrastadas en el mundo psi se debe más a esa mezcla originaria que a los puntos de vista, creencias o enfoques de cada quien. Por eso la psiquiatría no es una y por eso la psicología tampoco es una. No lo son puesto que el estudio de la condición humana, sus alteraciones y tratamientos se contagian de esa miscelánea primigenia —en otro tiempo representada por la melancolía— y acaban padeciendo de la misma mixtura.

Ahora bien, ante el reconocimiento de esa mezcla originaria los estudiosos asumen actitudes muy distintas, casi extremas. A unos les irrita y se la sacan de encima a las primeras de cambio y por la bravas. Aducen en su defensa que el pensamiento científico no consiente a las contradicciones, que no se puede afirmar tal cosa y la contraria, o que la presencia de contrasentidos es un error de observación. Además, las actitudes reduccionistas no dudan en soslayar cualquier contrariedad que les obligue a forzar el rígido método científico, con lo cual su campo de acción se restringe a ámbitos de estudio cada vez más circunscritos y alejados de esas disonancias propias de la condición humana. Esta posición reduccionista y parcial contrasta con la de quienes procuran convivir con las paradojas y aprovecharlas para extraer algo de ellas. Al tratarse del estudio de la condición humana, complejo de por sí, estos dos puntos de vista conciben teorías de lo más dispares y alejadas entre sí. Tal es el suelo complejo en el que se asienta nuestro mundo psi, tan plagado de visiones contrarias, incluso asintóticas.

2. Un libro escrito en el dialecto de la ciencia y crítico con el cientificismo

Fiel reflejo de lo que estudia, Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo exhibe un deslumbrante compendio de misceláneas. De ahí que, a medida que avanzamos en su lectura, nos familiarizamos con la fragmentación del campo de la psicología y de la psiquiatría, hecho del que los autores, Javier Carreño y Kepa Matilla, se hacen eco con términos como las psiquiatrías, habitual en estas páginas. Como los neologismos de los paranoicos de los que hablara Ludwig Snell, las psiquiatrías es el significante alrededor del cual gravitan todas las significaciones desplegadas en esta obra. Su uso en plural habla por sí sólo de ese tejido, confeccionado con los más variopintos hilos, que da cuerpo a la psicología y a la psiquiatría.

Aunque parezca ingenuo, el sólo hecho de afirmar que la psicología y la psiquiatría son múltiples causa un persistente desagrado a quienes se creen en posesión de la verdad y ven legítima únicamente la suya, porque, en todo caso, las otras son meras seudociencias o antiguallas propias de un museo. Con este argumento recurrente se despacha a los contrincantes y se da por terminado el debate antes incluso de iniciarlo. Sin embargo, lo más habitual es que las corrientes contrarias no bajen a la arena y permanezcan acantonadas en sus respectivos guetos, cada una con sus cosas, alejadas e ignorantes de que existe una lengua común que facilita el diálogo.

Este libro, en cambio, es de los que discute los argumentos del oponente sin perderle la cara y usando las mismas armas. Porque lo más usual en nuestro medio es que se refute al contrario hablando cada uno en su propio dialecto. De esta forma, no hay manera de ponerse de acuerdo en nada y las posiciones se distancian cada vez más, con lo cual cada uno de los contendientes acaba reafirmándose en la razón que ya se atribuía. Pero Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo, aunque es una obra crítica con la corriente psi hoy día imperante, toma sus argumentos de las mismas fuentes y de los mismos estudios de vocación neurocientífica que sus adversarios escriben y usan para fundamentar su visión. Las conclusiones a las que llega, sin embargo, distan mucho de las que ofrecen las publicaciones de impacto, esos papers de los que se hace eco la enseñanza oficial y constituyen el cuerpo doctrinal que nutre a las futuras generaciones de especialistas.

La elección del mismo dialecto posibilita una nueva valoración de los datos que sirven de apoyo a las teorías neurocientíficas sobre el pathos. Es ahí donde pueden verse los forzamientos y las tergiversaciones en los que incurren los ideólogos del discurso hegemónico para reafirmar sus puntos de vista, tan interpretativos como los de aquéllos a quienes critican su falta de rigor científico. Es ahí también donde se aprecia cómo la ciencia psi se degrada en cientificismo y éste a su vez en ideología, cómo detrás del trampantojo de la fiabilidad y la evidencia se esconden muchas figuras de cartón piedra, más de las que los profanos suelen pensar y más de las que los especialistas se atreven a confesar. Y de eso trata este libro, de analizar concienzudamente en cada uno de sus capítulos esas rutilantes figuras, desnudarlas de la retórica cientificista que les da consistencia y confesar las miserias y deformidades que esconden.

Escrito en el dialecto de la ciencia, como decíamos, Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo examina el estado actual de la corriente psi dominante, amalgama de neurobiología y cognitivismo. Lo hace a partir de un enfoque bien definido, a su vez combinación del psicoanálisis de orientación lacaniana y de los grandes pensadores de la psicopatología. Como precisan sus autores, su obra «navega entre los cuentos y los estudios científicos, entre los ensayos clínicos y el psicoanálisis, con el timón, por supuesto, de la psicopatología y la historia de la locura».

Al igual que su enfoque está bien concretado, también es muy precisa y legítima su finalidad. En esto Carreño y Matilla no se andan con remilgos y ponen boca arriba sus cartas. Cada una de las páginas de esta obra expresa, a veces de forma vehemente aunque con sólidos argumentos, el deseo de cambio de rumbo que, desde hace casi medio siglo, guía las teorías y prácticas psi. Sus Cosas… constituyen una contribución tendente a resituar el pathos en el seno de la condición humana y a recuperar el diálogo con el doliente, un movimiento pendular que aligeraría el lastre del cientificismo y rebajaría la omnipotencia del capitalismo en el ámbito sanitario. Desde este punto de vista, los autores denuncian los efectos de enmudecimiento del sujeto ocasionados por la ciencia ficción psicológico-psiquiátrica y aportan su granito de arena con vistas a recuperar la clínica en su sentido más noble.

3. Las teorías son múltiples pero la clínica es una

La historia de la clínica mental muestra el continuo contrabalanceo entre dos posiciones, una enraizada en los presupuestos biológicos y otra en los postulados psicológicos. Estos puntos de vista se suceden desde la Antigüedad. Su alternancia sobreviene cuando la posición en ese momento hegemónica se engalana de una retórica abstrusa, pierde la referencia de la clínica y exhibe con el oponente una soberbia despectiva. Paradigmático de esta basculación fue el relevo que —hace ahora medio siglo, en EE. UU.— dio la corriente somática al psicoanálisis, el más genuino representante de las modernas concepciones psicológicas. En aquellos años, el psicoanálisis norteamericano había copado las cátedras universitarias y las jefaturas clínicas de muchos hospitales y según sus directrices se formaba a los futuros especialistas. Sin embargo, el problema principal que le llevó al ostracismo no fue la acumulación de poder sino el hecho patético de haberse convertido en una caricatura de sí mismo y además ignorarlo. Pues bien, algo parecido comienza a vislumbrarse ahora, aunque es la corriente entonces triunfadora la que padece esa enfermedad mortal.

Desde hace varias décadas, son cada vez más los estudios que denuncian la falacia del discurso cientificista en el terreno psi. Todos sus principales apoyos son cuestionados y se cimbrean más de lo previsto: unos denuncian el artificio de las clasificaciones internacionales, otros la turbiedad de las investigaciones neurobiológicas y la mayoría ponen en entredicho la prometida eficacia de los tratamientos psicofarmacológicos y cognitivos. Hoy día cunde el recelo donde hace dos décadas muy pocos se atrevían a objetar algo acerca de los incomparables avances conseguidos por la ciencia en nuestro ámbito. De los psicofármacos, por ejemplo, ya no se dice que curan las enfermedades mentales o que son el único tratamiento posible. Más bien se da por hecho que ni curan ni son el único tratamiento. Además, cada vez con más insistencia, tanto en medios profesionales como entre la gente de la calle, se mira con creciente desconfianza a las terapéuticas biológicas aplicadas a la patología mental, más aún cuando las recientes publicaciones advierten de su incidencia negativa en la recuperación de muchos pacientes.

Miscelánea, heterogeneidad, amalgama, psicologías, psiquiatrías y otros términos aquí repetidos hablan a las claras del suelo resbaladizo sobre el que nos movemos. En este mundo psi los hechos son inciertos y se imponen las interpretaciones. Es imposible no elegir y alinearse con una de las dos corrientes preponderantes. Dependiendo de la que escojamos, los mismos datos obtendrán valoraciones distintas. Se trata de modelos tan opuestos que unos creen a pie juntillas en las enfermedades mentales y otros siguen hablando de locura; mientras éstos alaban la efectividad terapéutica de la palabra y la transferencia, aquéllos se deshacen en elogios de la eficacia de los medicamentos y otros tratamientos biológicos. No hay reconciliación posible.

En uno de los epígrafes finales del libro, titulado «Los estudios sobre la eficacia del psicoanálisis», se evocan los comentarios de Ann-Louise Silver. Esta psiquiatra, que trabajó durante muchos años en la clínica Chestnut Lodge, recuerda el cambio que observó en sus pacientes a raíz de la introducción de los psicofármacos. Silver rememora que en el periodo anterior a los medicamentos sus pacientes esquizofrénicos se involucraban sentimentalmente, se casaban, tenían hijos y se relacionaban con sus cónyuges e hijos; en cambio, una vez que comenzó a usar psicofármacos ninguno de sus pacientes estableció nunca una nueva relación.

Este simple comentario puede ser interpretado de muchas formas, dependiendo de lo que consideremos deseable para los pacientes. Seguramente todas esas interpretaciones puedan compendiarse en dos grandes posiciones: una que prefiere el orden social y que el enfermo esté tranquilo y no se meta en líos ni los ocasione; otra que consiente más a la locura, tolera el ruido que provoca y le cede un espacio a nuestro lado. De nuevo vemos aparecer la sempiterna polémica entre los modelos de corte biomédico y los psicológicos. Sin embargo, aunque no haya reconciliación posible entre teorías tan antagónicas sí existe un terreno común y un lenguaje común. La clínica es ese terreno común y la psicopatología —en especial la semiología— su lenguaje común. Los que miran al cielo y los que miran al suelo, los platónicos y los aristotélicos, los psíquicos y los somáticos, los freudianos y los kraepelinianos, todos ellos provienen de una única patria a la que, como Ulises, conviene retornar periódicamente.

Javier Carreño y Kepa Matilla se estrenan como autores con esta obra que a nadie dejará indiferente; eso lo damos por seguro. La condición humana es amalgama, la psicología y la psiquiatría son múltiples y ellos, como no podía ser de otro modo, son sumamente distintos. Escrito a dos manos, Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo combina la intuición fulgurante, la ocurrencia que llega como el relámpago y el ímpetu con la parsimonia, la sistematización y el academicismo. Pero también ellos, pese a estar poseídos por estilos tan contrastados, se encuentran en el terreno de la clínica, su sello identitario y patria común.

José María Álvarez y Fernando Colina

Palabras previas

Las palabras aquí vertidas son fruto de largas conversaciones, asombros comunes y frecuentes paseos tras conferencias, seminarios, congresos y supervisiones en los que dividimos las tareas y comenzamos a trabajar los diferentes apartados del presente libro. Posteriormente, cada uno de nosotros reescribió y corrigió todo el material, por lo que, como uno bien podrá imaginarse, llegamos al extremo de poner en jaque nuestra propia amistad. Quizás sea esta última palabra, «amistad», la que dé nombre al motor que ha posibilitado la consecución de este libro y la que ha logrado prevalecer, al fin, por encima de nuestras respectivas individualidades. Nos dimos cuenta de que o bien uno se tragaba su propio ego, o no había manera de crear un mensaje común capaz de sostenerse como causa. No cabe duda que esta forma de hacer ha sido grabada a fuego en nosotros por la inestimable enseñanza de nuestros maestros José María Álvarez, Chus Gómez y Fernando Colina, para quienes la amistad y la suma de elementos siempre fueron grandes valores a cultivar. Es por eso que una de nuestras principales preocupaciones ha sido la de hacer que el libro parezca escrito por una única persona, y como tal, siempre estará dividida.

A caballo entre la divulgación y el intento de rigor, hemos optado por un camino tangente dibujando un texto que navega entre los cuentos y los estudios científicos, o entre los ensayos clínicos y el psicoanálisis, con el timón, por supuesto, de la psicopatología y la historia de la locura. Sin duda, esperamos que este libro se pueda convertir en una modesta aportación para investigaciones futuras, sin tomar jamás como conclusiones irrebatibles las opiniones aquí expuestas, ni tampoco como fundamento para sostener posiciones encontradas con la corriente psiquiátrica oficial. Si el texto en sí pudiera dar a entender una intención diferente, no debe tomarse más que como una muestra del estilo de los autores. Por lo que jamás debería ocurrírsele a nadie tomar decisiones sobre la medicación basándose única y exclusivamente en los argumentos del presente libro, ya que dichas decisiones las debe tomar un especialista. Nuestro propósito únicamente fue mostrar lo que tu psiquiatra no te dice, pero sí publica en las revistas científicas más prestigiosas. Por tanto, sólo intentamos acercar a un público más general las conclusiones de dichos trabajos que, precisamente, ponen en cuestión las supuestas certezas y evidencias del campo de la psicopatología. No dudamos, en determinados puntos, poder llegar a estar equivocados, en tal caso querrá decir que la psiquiatría, como cualquier otra disciplina, no es más que un saber en movimiento.

Asimismo, este libro supone una breve y parcial respuesta a una pregunta que nos acogota desde nuestros tiempos de universidad, y que tiene que ver con la propia entidad del saber científico. Nuestra experiencia posterior siempre nos planteó el dilema de encontrarnos con saberes que no son medibles, que no se pueden cubrir bajo el paraguas de la ciencia y ciencias que, en realidad, no saben casi nada sobre la experiencia de lo humano. Por eso, esperamos que las siguientes páginas puedan dejar ese pequeño poso amargo que queda cuando uno acaba conociendo algo sobre los límites de su propia disciplina, en nuestro caso, la psiquiatría.

I. Las psiquiatrías

1. Cosas de la historia. Los síntomas

En 1964 Philip K. Dick publicó Los clanes de la luna Alfana1. Una gran novela de ciencia ficción ambientada en una luna-manicomio que fue abandonada por la Tierra como consecuencia de una guerra con los Alfanos. A raíz de esto, la luna se reorganiza en cinco clanes en función de los diagnósticos de las personas allí recluidas. Así, encontramos a los paranoicos pares, los maníacos mans, los lunáticos esquizos, los obsesivos compulsivos ob-com y los estáticos hebes. Su lucha y diatriba consiste en no caer de nuevo bajo el control médico-gubernamental. De fondo, como no puede ser de otra manera en una historia de locos del siglo XX, la CIA.

Esta apasionante novela no dista tanto de la historia de la psiquiatría ni del concepto actual de salud mental, y es que la historia de la medicina, en su relación con la locura, es una suerte de maridaje con la reclusión y el exilio en sus diferentes formas. Son siglos de una mirada apartada, de soslayo, como se suele hacer con las enfermedades contagiosas, con la diferencia de que el vector de la enfermedad no es un peligro mortal, sino que se trata de un peligro para la razón2. Una llama incandescente que señala históricamente la fragilidad de nuestros discursos. Además, P. K. Dick también nos aporta otro elemento muy propio de la psiquiatría que no es otro que el arrabal de palabras que han rodeado siempre a la locura3. Han sido múltiples las formas de llamar a la locura y a los desórdenes mentales. Hasta el punto de que en el planeta Tierra hoy hay medio millar de formas de los llamados «trastornos mentales» como si se hubiese dado una explosión demográfica de un nuevo tipo de especie4. P. K. Dick nos ofrece aún una última comunión con la psiquiatría actual. El que ha sido el gran autor de referencia de la filmografía distópica contemporánea, articula su obra de ciencia ficción en torno a una pan-psicología donde el poder psiquiátrico toma las riendas de la política y de los negocios. Es P. K. Dick nuestro nuevo Julio Verne, que anticipa a través de la literatura el devenir actual de la psiquiatría como ciencia-ficción encharcada de poder y falsa ciencia.

Tomando como referencia esta sugerente idea de P. K. Dick, vamos a tratar de realizar un planteamiento ordenado que nos permita conceptualizar las diferentes formas del malestar subjetivo.

La locura y la cordura

El primer grado de locura es creerse cuerdo, y el segundo, proclamarlo.

Proverbio italiano

La locura y la cordura son dos formas de estar en el mundo, dos respuestas ante lo traumático de la existencia que es el encuentro con el lenguaje5. Ésta es la plaza principal donde se gesta el gran drama inicial, que estriba en conocer los signos y en averiguar cómo ser parte de ellos. La locura implica algún tipo de desacuerdo y de rechazo hacia algo de lo impositivo y fundador del lenguaje, y este desencuentro tiene como consecuencia la presencia insondable de la oscura melancolía6, que queda así inscrita como manifestación central del dolor que produce la existencia. En sí, la locura es un intento de resistencia, una gran escapada, como el rincón del sueño del que uno no se quiere retirar cuando la realidad del despertador llama a la puerta7.

La cordura, siempre supuesta, es prima hermana de la locura y muestra también un rechazo, pero de otro orden. Un rechazo con collar al cuello. Es el rechazo del que se asoma al abismo atado con una cuerda, quizás la cuerda de los cuerdos. Este abismo es un lugar donde las palabras pierden el sentido y pueden llegar a desarticularse hasta hacerse añicos en forma de ruidos mudos8. Las fronteras del cuerpo propio se desdibujan y los órganos se fragmentan invadidos por una informe experiencia angustiante9. Se trata de un precipicio de gran calado filosófico, un límite a nuestro saber que presenta la misma falla que el loco muestra cuando, desde lo más hondo de su sufrimiento, sólo acierta a construir textos incoherentes y a sostener un habla indescifrable10. Esta falla, este abismo, no es otra cosa que el reflejo de la propia estructura del lenguaje.

El loco mira sin ambages al corazón del lenguaje y no duda en soslayar la insuficiencia de su estructura. En ese camino permanece ajeno, en la frontera de las cosas humanas, con la distancia del que se sabe ganador de un juego que no existe. Trágicamente, esta treta suele fracasar de manera estrepitosa. Dada la radicalidad de su apuesta, su caída y fracaso es a menudo más estruendosa y palmaria. Todos los mensajes, las palabras, los códigos aparecen inanes y reverdecidos como una pesada plomada que aplasta al loco. Lo rechazado le vuelve en forma de voces, órdenes e injurias, o como mensajes descabalgados y entrecortados. Al principio, como un rumor, un ruido o una vaga referencia al sujeto. Poco a poco, los ruidos se tornan palabras, juegan entre ellas, se replican en calambures y asonancias. Se le hace al cuerdo imposible definir este momento acostumbrado como está al baile sugerente del sentido11. Los grandes estudiosos se remiten a la poesía para poder captar algo de ese acontecimiento inicial de la locura. Se habla del «paso de un pensamiento invisible», del «devanado mudo de los recuerdos»12. Fórmulas poéticas que son la única vía para definir la experiencia de la locura como estallido del lenguaje y desvelamiento profundo de su propia evanescencia y contingencia.

A pesar de este rechazo, otro detalle asoma en el fragor de la catástrofe. Y es que todas esas voces e injurias no pasean simplemente por el pensamiento fragmentado del loco, sino que claramente están dirigidas a él13. En esta referencia comienza a intuirse algo de la diferencia con lo difuso del enfermar de los cuerdos. Esta radical diferencia es la certeza14. Al revés de los síntomas del cuerdo, plagados de dudas y vacilaciones, en la locura, desde el primer fenómeno hasta los delirios más floridos, se denota arrogante una certeza desconocida para la cordura y que se torna en hilo conductor de todos los fenómenos. Esta apuesta toma las más variadas formas. Desde la certeza paranoica de significación personal15, hasta su reverso melancólico de insignificación personal16. En medio, se dan toda una suerte de posiciones más arrebatadas por el vacío que por las respuestas urgentes de la certeza. La puerilidad y el retorno a la infancia de la hebefrenia17, la ironía18 y el habla parásita de la esquizofrenia19 o, aún más atomizante, el simple y llano horror ante la propia existencia de la arbitrariedad del lenguaje que acaece en los estados iniciales del autismo20.

Al contrario de lo que se piensa habitualmente, muchos locos son capaces de manejarse en esos embrollos. De hecho, si encuentran la manera de hacerlo, no tendrán porqué estar locos. Los delirios21, las identificaciones22, los tratamientos y las diferentes suplencias que estos sujetos realizan les puede permitir llevar una vida indistinguible de la de los cuerdos. En ocasiones, estas experiencias quedan como sueños difusos, en otras, como delirios estructurados y funcionales que evitan el paso por el desfiladero. Si bien hay otros que nunca se las han tenido que ver con esa luz cegadora o bien, conscientes de esa cercanía, han sabido mantenerse al margen. Son estas locuras diarias, ordinarias, normales las que inundan la historia de las psiquiatrías y las que dan cuenta de su cercanía para con la razón23.

Lamentablemente, a la locura el tiempo le borró sus talentos24. Si para los antiguos la locura era digna de elogio y estaba relacionada con el saber, con la razón, con la adivinación y con la genialidad25, el paso de las psiquiatrías le quitó cualquier atisbo de ello, dándole primero unas cadenas y luego una cama, una pastilla, un bastón y un carnet de minusválido26. Al loco le quitaron el derecho a la angustia y la tristeza asociadas al estar vivo, a cambio de epígrafes con números y etiquetas doradas de sustancia farmacéutica. Las pasiones, tan dignamente humanas que se apoderaban de los héroes homéricos arrastrándolos a la locura, eran sustituidas por desarreglos químicos y daños cerebrales27. En este cambio a batas blancas y máquinas futuristas, el loco no tiene nada que decir, porque cada vez tiene menos interlocutores que le escuchen, convirtiéndose en testigo mudo de las operaciones prescriptivas de los doctores a los que se debe. Se le extrajo de sí algo de humanidad y se convirtió en objeto pasivo de los devenires de cortocircuitos neuronales. Qué tiempos aquellos donde se recomendaba enviar al loco a una facultad de filosofía antes que a la de medicina28, o donde se proponía a uno de los locos más geniales de la historia como profesor de psiquiatría y director de un manicomio29.

A la cordura, como si fuese una entidad cuántica, el tiempo le dio espacio hasta convertirse, desde el último cuarto del siglo XX, en la protagonista indiscutible del negocio de las psiquiatrías30. La cordura nunca tuvo un lugar específico hasta el siglo XVIII, momento en el que las diferentes formas de chirriar, de tropezar y de padecer cotidianos empezaron a conocerse como patología de los nervios31. La gente comenzó a sufrir de los nervios. Esta patología pasó a ser la forma común de estar en el mundo, fruto de la experiencia con los otros, la cultura y el lenguaje. Si, anteriormente, el malestar era parte consustancial de la vida, a partir de cierto momento, se fueron dibujando los trazos para ese proceso de psiquiatrización que acabó convirtiendo todo lo que no sonaba bien, en parte integrante de la orquesta de la enfermedad.

La depresión

Cuidado con la tristeza. Es un vicio.

Gustave Flaubert

Hoy es la depresión uno de los instrumentos principales en dicha orquesta. La tristeza es consustancial al ser hablante, le acompaña como fiel perro negro por el resbaladizo terreno de la claudicación, la apostasía del deseo y el desfallecimiento. Le hace viajar en caída libre cuando los ideales fracasan, cuando su vida se trunca, cuando pierde algo muy querido, cuando no atina a desanudar el nudo de la vida que le ahoga o cuando todo a su alrededor pierde sentido. La deflación del alma es la respuesta cuando la vida se vuelve insoportable o cuando ésta nos pide algo más allá de una inercia que rara vez estamos dispuestos a quebrar. Es un dejarse caer con renuncia a lo único que puede servirnos de salvavidas ante los atolladeros de la angustia: el deseo32. De hecho, es dar marcha atrás ante él, lo que irremediablemente lleva al ser hablante a caer33.

Cualquier situación cotidiana puede ser susceptible de causar flojedad del ánimo. Hete ahí una nueva clasificación de las depresiones: depresión laboral, depresión conyugal, depresión accidental, depresión traumática, depresión por pérdida, depresión por soledades, depresión por dolor acumulado, depresión por estar perdido en la vida, depresión tras constatar que uno no podrá salir con vida de este mundo, etc. Son tiempos depresivos, aunque la vida en sí no carece de ese sentimiento desde el momento mismo en que anticipamos que hay un final que siempre será incierto34.