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Escrita en 1624, "Diálogos Místicos" es una obra fundamental en el corpus literario de Jakob Böhme, donde el autor utiliza el formato del diálogo entre diversos personajes, para explorar y transmitir sus ideas filosóficas, teológicas y místicas de una manera accesible y dinámica y desde una perspectiva mística. A través de conversaciones entre diversos personajes, aborda cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de Dios, el universo y el alma humana, así como temas relacionados con la redención, la transformación espiritual y la experiencia mística.La estructura de la obra permite a Böhme presentar sus conceptos de una manera que facilite su comprensión para un amplio espectro de lectores, desde eruditos hasta personas con un interés general en la espiritualidad. Cada diálogo ofrece una ventana a un aspecto particular del pensamiento de Böhme, lo que permite una exploración profunda y variada de su cosmovisión."Diálogos Místicos" no solo presenta un intercambio intelectual entre los personajes, sino que también invita al lector a participar en un viaje espiritual y reflexivo. A través de las conversaciones, Böhme desafía al lector a cuestionar sus suposiciones y a profundizar en su comprensión de la vida, el universo y la divinidad.
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Seitenzahl: 152
JAKOB BÖHME
DIÁLOGOS MÍSTICOS
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PREFACIO
CAPÍTULO 1: LA VIDA SUPRASENSIBLE
CAPITULO 2: TRAZANDO EL SENDERO
CAPÍTULO 3: DEL CIELO Y DEL INFIERNO
CAPÍTULO 4: EL CAMINO QUE VA DE LAS TINIEBLAS A LA VERDADERA ILUMINACIÓN
FIN
Título: Diálogos Místicos
Autor: Jakob Böhme
Título original: The Suprasensual Life
Editorial: AMA Audiolibros
© De esta edición: 2023 AMA Audiolibros
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Jakob Böhme fue un destacado místico, filósofo y teólogo alemán nacido el 24 de abril de 1575 en Alt Seidenberg, en la región de Lausitz, y fallecido el 17 de noviembre de 1624 en Görlitz, Alemania. Aunque provenía de una familia humilde y campesina, tuvo acceso a una educación limitada y trabajó inicialmente como zapatero. Sin embargo, su profundo interés por los temas espirituales y filosóficos lo llevaron a explorar diversas tradiciones religiosas y esotéricas.
Böhme es conocido por su obra filosófica y teológica, que combina elementos del cristianismo, la alquimia, la cábala y la filosofía hermética. Su pensamiento se centra en la idea de la "gnosis interior", la creencia en que el conocimiento divino puede ser alcanzado a través de la experiencia directa y la iluminación espiritual.
A pesar de que no recibió una educación formal en teología, Böhme desarrolló una comprensión profunda de los textos bíblicos y de las enseñanzas de los místicos cristianos. Su primera obra importante, "Aurora", escrita en 1612, atrajo la atención de algunos intelectuales de su época, pero también generó controversia debido a sus ideas heterodoxas.
Böhme pasó gran parte de su vida en la ciudad de Görlitz, donde trabajó como comerciante y vivió una vida sencilla. Durante este período, escribió varias obras importantes, incluyendo "Diálogos Místicos", escrita en 1624. Esta es una obra fundamental en el corpus literario de Jakob Böhme, donde el autor utiliza el formato del diálogo entre diversos personajes, para explorar y transmitir sus ideas filosóficas, teológicas y místicas de una manera accesible y dinámica y desde una perspectiva mística. A través de conversaciones entre diversos personajes, aborda cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de Dios, el universo y el alma humana, así como temas relacionados con la redención, la transformación espiritual y la experiencia mística.
La estructura de la obra permite a Böhme presentar sus conceptos de una manera que facilite su comprensión para un amplio espectro de lectores, desde eruditos hasta personas con un interés general en la espiritualidad. Cada diálogo ofrece una ventana a un aspecto particular del pensamiento de Böhme, lo que permite una exploración profunda y variada de su cosmovisión.
Uno de los aspectos más destacados de "Diálogos Místicos" es la habilidad de Böhme para integrar una amplia gama de influencias filosóficas, teológicas y espirituales en sus conversaciones. Sus diálogos reflejan su profundo conocimiento de la Biblia y de la tradición cristiana, así como su familiaridad con la alquimia, la cábala y la filosofía hermética. Esta síntesis única de diversas corrientes de pensamiento le otorga a la obra una riqueza y profundidad que continúan fascinando a los lectores hasta el día de hoy.
Además, "Diálogos Místicos" no solo presenta un intercambio intelectual entre los personajes, sino que también invita al lector a participar en un viaje espiritual y reflexivo. A través de las conversaciones, Böhme desafía al lector a cuestionar sus suposiciones y a profundizar en su comprensión de la vida, el universo y la divinidad.
"Hablamos de la sabiduría mística y oculta de Dios, que Dios ordenó antes que el mundo para nuestra gloria, la cual ningún príncipe de este mundo conoce, pues si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Pero, como está escrito, ni el ojo ha visto, ni el oído ha escuchado, ni ha entrado en el corazón del hombre concebir las cosas que Dios ha preparado para quienes le aman, sino que Dios nos las ha revelado por medio de su Espíritu. Pues el Espíritu sondea todas las cosas, y hasta las cosas profundas de Dios. Pues, ¿qué hombre conoce las cosas de un hombre salvo el espíritu del hombre que se encuentra en su interior? Igualmente, el hombre no conoce las cosas de Dios, sino es el Espíritu de Dios quien las conoce. No hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu de Dios, de modo que podamos conocer las cosas de Dios que nos son libremente dadas. Cosas las cuales decimos, no con las palabras que enseña la sabiduría del hombre, sino con las que enseña el Espíritu Santo, comparando las cosas espirituales con lo espiritual. Pero el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios, pues para él son como necedad; ni puede conocerlas, pues son discernidas espiritualmente. Pero aquel que es espiritual juzga o discierne todas las cosas".
Corintios 2; 7 - 15.
ARGUMENTO
Diálogo entre un estudiante y su maestro concernientes a la vida suprasensible, los cuales muestran en qué modo el Alma puede alcanzar la Escucha y la Visión divinas, y cuál es su puerilidad en la Vida Natural y Sobrenatural; cómo sale de la Naturaleza para entrar en Dios, y sale de Dios para entrar de nuevo en la Naturaleza y en el Yo; así como cuáles son su Salvación y su Perdición.
DIÁLOGO
El discípulo dijo a su Maestro: — Señor, ¿cómo puedo alcanzar la vida suprasensible, de modo que pueda ver a Dios, y le pueda o ir hablar?
El maestro respondió y dijo:— Hijo mío, cuando puedas arrojarte a AQUELLO en donde no mora criatura alguna, aunque no fuera más que por un instante, entonces escucharás lo que Dios habla.
Discípulo: — ¿Está ello allá donde no hay criatura alguna que habite en las proximidades; o se encuentra lejos?
Maestro: — Se encuentra en ti. Y si por un momento, hijo mío, pudieras cesar de todo tu pensamiento y voluntad escucharías las impronunciables palabras de Dios.
Discípulo: — ¿Cómo puedo oírle hablar cuando detengo mis pensamientos y mi voluntad?
Maestro: — Cuando detengas el pensamiento de ti mismo, y la voluntad de ti mismo; "cuando tanto tu intelecto como tu voluntad estén en calma, y pasivos frente a las impresiones de la Palabra y del Espíritu Eternos; y cuando tu alma vuele por encima de lo temporal, de los sentidos externos, y tu imaginación sea aprisionada por la abstracción santa", entonces la escucha, la visión y el habla eternas se revelarán dentro de ti. Entonces Dios escucha "y ve a través de ti", pues eres ahora un órgano de su espíritu. Y Dios habla entonces de ti, y susurra a tu espíritu y tu espíritu escucha su voz. Bendito seas por tanto si puedes detener tus pensamientos y tu voluntad, y puedes detener la rueda de tu imaginación y de tus sentidos; pues gracias a esto podrás finalmente llegar a ver la gran salvación de Dios, habiéndote vuelto capaz de toda clase de sensaciones divinas y comunicaciones celestiales. Pues no son sino tu propia escucha y tu propia voluntad quienes obstaculizan, de modo que te impiden ver y oír a Dios.
Discípulo: — Pero, ¿dónde escucharé y veré a Dios, siendo así que él se halla por encima de la Naturaleza y de la criatura?
Maestro: — Hijo mío, cuando estás en calma y silencioso, entonces eres como era Dios antes de la Naturaleza y de la criatura; eres aquello que Dios fue. Eres aquello a partir de lo cual Dios hizo tu naturaleza y criatura. Entonces escuchas, y ves con aquello con lo que Dios vio y escuchó en ti antes incluso de que tu propia voluntad o tu propia vista comenzaran.
Discípulo: — ¿Qué es lo que ahora me obstaculiza o echa para atrás, de modo que no puedo llegar a aquello con lo cual Dios ha de ser visto y escuchado?
Maestro: — Nada en verdad, salvo tu propia voluntad, tu escucha y tu visión, que son quienes te separan de ello, y quienes te obstaculizan para alcanzar este estado suprasensible. Y has descendido y derivado, que te separas, con tu propia voluntad, de la voluntad de Dios, y con tu propia vista de la vista de Dios. En tanto en cuanto con tu propia vista ves sólo en tu propia voluntad, en la misma medida te hallarás escindido de la voluntad divina. Más aún, esta voluntad tuya detiene tu escucha y te hace sordo a Dios, pues piensas en cosas terrenales, y atiendes a lo que está fuera de ti, llevándote así a un terreno en el que quedas atrapado y cautivo de la Naturaleza. Y habiéndote llevado hasta aquí, te cubre con ello que deseas; te ata con tus propias cadenas, y te mantiene en tu propia prisión oscura que tú mismo te haces, de modo que no puedes salir de ahí: o llegar al estado sobrenatural y suprasensible.
Discípulo: — Pero dado que estoy en la Naturaleza, y así encadenado con mis propias cadenas y por mi propia voluntad natural, te ruego señor que seas tan amable de decirme cómo puedo llegar a través de la Naturaleza hasta el terreno suprasensible y sobrenatural sin destruir a la Naturaleza.
Maestro: — Tres cosas se requieren para esto. La primera, que resignes tu voluntad ante la de Dios y te hundas hasta el pozo en su misericordia. La segunda, que odies tu propia voluntad y te prohíbas hacer aquello a lo que te conduce tu propia voluntad. La tercera, que inclines tu alma ante la cruz, sometiéndote a ella de corazón, de modo que puedas resistir las tentaciones de la Naturaleza y de la criatura. Y si esto haces, sabe que Dios hablará en tu interior, y llevará hacia ti tu propia voluntad, hacia el terreno sobrenatural; y entonces, hijo mío, escucharás lo que el Señor habla en ti.
Discípulo: — Estas son duras palabras, maestro; pues debería renunciar al mundo, así como a mi vida si lo hiciese.
Maestro: — No te desalientes por ello. Si renuncias al mundo, llegas a aquello a partir de lo cual se ha hecho el mundo; y si pierdes tu vida, entonces tu vida se halla en aquello para lo cual renuncias a ella. Tu vida está en Dios, de quien provino para entrar en tu cuerpo; y conforme tu propio poder se desvanezca y se vuelva débil y agonizante, el poder de Dios obrara en ti a través de ti.
Discípulo: — No obstante, puesto que Dios ha creado al hombre en y para la vida natural, para que rija sobre todas las criaturas de la tierra, y para que sea el señor de todas las cosas de este mundo, no parece del todo irracional que el hombre deba poseer este mundo y sus cosas como propias.
Maestro: — Si sólo riges sobre todas las criaturas exteriormente, ello no vale mucho. Pero si tu inclinación es la de poseer todas las cosas y la de ser señor de todas las cosas de este mundo, hay otro método distinto por el que puedes conducirte.
Discípulo: — Te suplico me digas cómo puede ser eso. ¿Qué método he de seguir para llegar a esta soberanía?
Maestro: — Has de aprender a distinguir bien entre la cosa y aquello que es sólo una imagen de ella, entre esa soberanía y que es sustancial, y que se encuentra en el terreno o Naturaleza internos, y la que es imaginaria, y que se encuentra en una forma o semejanza externa; entre lo que es propiamente angelical y aquello que tan sólo es bestial. Si ahora riges sobre las criaturas solamente de modo externo y no desde el terreno exterior de tu naturaleza renovada, que es el correcto, entonces tu voluntad y tu regencia serán verdaderamente de una clase muy bestial, y el tuyo será en el mejor de los casos un gobierno imaginario y transitorio, carente de lo que es sustancial y permanente, que es lo único que debes desear y lo único por lo cual esforzarte. Es así que, dominando externamente sobre las criaturas, te es muy fácil perder la sustancia y la realidad, no quedándote sino la imagen y sombra de tu primer y original dominio, con el cual puedes ser investido de nuevo, si eres sabio, y tomas tu investidura del señor supremo en el curso y manera apropiados. Mientras que por tu voluntad y regencia de un modo bestial introduces también tu deseo en una esencia bestial, por medio de lo cual te infectas y te vuelves cautivo en ella, obteniendo así una naturaleza y una condición de vida bestiales. Pero si te has desprendido de tu naturaleza bestial y feroz, si has dejado la vida imaginaria y abandonado la baja condición figurada de ella, has llegado a la sobre imaginación y a la vida intelectual, un estado de vida que se halla por encima de las imágenes, las figuras y las sombras. Y así regirás sobre todas las criaturas, habiéndote reunido con tu origen en ese mismo cimiento o fuente del cual fueron y son creadas; y de aquí en adelante nada de la tierra podrá dañarte. Pues eres como todas las cosas; y nada es distinto de ti.
Discípulo: — Oh, amado maestro, te ruego que me enseñes cuál es el camino más corto por el que puedo llegar a ser como todas las cosas.
Maestro: — Con todo mi corazón. Simplemente piensa en las palabras de nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo: "Salvo que os convirtáis y os volváis como niños pequeños, no entraréis en el Reino de los Cielos". No hay camino más corto que éste; ni puede encontrarse un camino mejor. Verdaderamente, Jesús te dice que a no ser que cambies y te vuelvas como un niño, dependiendo de él para todas las cosas, no verás el reino de Dios. Haz esto, y nada podrá dañarte, pues serás amigo de todas las cosas que existen, ya que dependerás del autor y fuente de ellas, y que te volverás como él por tal dependencia, y por la unión de tu voluntad con su voluntad. Pero advierte lo que aún tengo que decir, y no te azores por ello, aunque al principio pueda resultarte difícil concebirlo. Si deseas ser cómo todas las cosas, debes alejar tu deseo de todas ellas, y no desear ni ansiar ninguna de ellas; no debes extender tu voluntad para poseerlas para ti, o como si fuesen tuyas, lo que es algo, sea este algo lo que sea. Pues tan pronto como tomas algo en tu deseo, y lo recibes en ti como algo propio, o de tu propiedad, entonces este mismo algo (sea cual sea su naturaleza) se identifica contigo mismo, y obra en tu voluntad, estando tú entonces obligado a protegerlo y a cuidarlo, como si formase parte de tu propio ser. Pero si no recibes nada en tu deseo, eres entonces libre de todas las cosas, y riges sobre todas las cosas al mismo tiempo, como si fueses un príncipe de Dios. Pues no has recibido nada para ti mismo, y eres como nada para todas las cosas; y todas las cosas son como nada para ti. Eres como un niño que no entiende lo que es una cosa; y aunque quizá la entiendas, sin embargo, la entiendes sin mezclarte con ella, y sin que ella afecte o toque tu percepción sensiblemente, del mismo modo que Dios gobierna y ve todas las cosas, comprendiendo él todas las cosas, y sin que estas en cambio le comprendan a él.
Discípulo: — ¡Ah! ¿Cómo he de llegar a este entendimiento celestial, a esta visión de todas las cosas que se dan en Dios, a este conocimiento puro y desnudo que se abstrae de los sentidos; a esta luz que se encuentra por encima de la Naturaleza y de la criatura; y a esta participación en la sabiduría divina que ve por encima de todas las cosas, y gobierna a través de todos los seres intelectuales? Pues, ¡ay!, me siento tocado a cada momento por las cosas que me rodean, y obnubilado por las nubes, y humos que se elevan de la tierra. Deseo por tanto que se me enseñe, si es posible, cómo puedo alcanzar tal estado y condición que ninguna criatura sea capaz de tocarme para hacerme daño; y como mi mente, purgada de los objetos y de las cosas sensibles, puede ser preparada para que la sabiduría divina entre y habite en mí.
Maestro: — Deseas que te enseñe a alcanzarlo; y yo te dirigiré a nuestro maestro, quien me lo ha enseñado de modo que tú mismo puedas aprenderlo de él, que es el único que enseña al corazón. Escúchale. Si quieres llegar a esto; si quieres permanecer intocable para las cosas sensibles; si quieres contemplar la luz misma de Dios, y ver todas las cosas con ella considera entonces las palabras de Cristo, que es dicha luz, y que es la verdad. Considera ahora sus palabras de Cristo cuando dice: "Sin mí no podéis hacer nada" (Juan XIX, 5), y no demores aplicarte a él, que es la fuerza de tu salvación el poder de tu vida, y con quien puedes hacer todas las cosas, por la fe que hace operar en ti. Pero, a no ser que te entregues por completo a la vida de nuestro Señor Jesucristo, y resignes tu voluntad enteramente a él, y no desees ni quieras nada fuera de él, no llegarás nunca a ese reposo en el que ninguna criatura pueda perturbarte. Piensa en aquello que te agrada, y nunca te deleites demasiado en la actividad de tu propia razón, pues encontrarás que, en tu propio poder, y sin dicha sumisión total a Dios y a la vida de Dios, nunca podrás llegar a un reposo como ese, o a la verdadera quietud del alma en la que ninguna criatura podrá molestarte, o ni siquiera tocarte. Estado el cual, cuando lo hayas alcanzado por la gracia, estarás con tu cuerpo en el mundo, en las propiedades de la naturaleza externa, y con tu razón bajo la cruz de nuestro Señor Jesucristo; pero con tu voluntad caminarás por los cielos y te hallarás en el término en el cual todas las criaturas provienen y al cual retornan de nuevo. Y en este TÉRMINO, idéntico al COMIENZO, podrás contemplar todas las cosas exteriormente con la muerte; y así podrás regir en todas las cosas y sobre todas las cosas, con Cristo, a quien todo el poder le es dado tanto en el cielo como en la tierra.
Discípulo: — Oh maestro, las criaturas que viven en mí me retienen, de modo que no puedo rendirme y entregarme por completo como yo quisiera de buena gana. ¿Qué he de hacer en este caso?
Maestro: — No permitas que esto te preocupe. ¿Se aleja tu voluntad de las criaturas? Entonces las criaturas son abandonadas por ti. Ellas están en el mundo, y tu cuerpo, que está en el mundo, está con las criaturas. Pero espiritualmente caminas con Dios, y conversas en el cielo, estando en tu mente redimido de la tierra y separado de las criaturas, para vivir la vida de Dios. Y si tu voluntad abandona así a las criaturas, y se aleja de ellas, igual que el espíritu escapa del cuerpo a la muerte, entonces las criaturas se encuentran muertas en ellas, ellos no pueden introducirse en tu voluntad, ni pueden en modo alguno tocar el alma. De aquí que San Pablo diga: "Nuestra conversación está en el cielo" y también: