Dime, ¿A dónde iré sin ti? - Gina Lorena Varón Rondón - E-Book

Dime, ¿A dónde iré sin ti? E-Book

Gina Lorena Varón Rondón

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Beschreibung

Esta obra relata la vida de Valeria y su legado, muchos testimonios se han recibido de quienes ya lo han leído y del impactante mensaje que queda en sus corazones. El duelo es el camino para transformar el dolor en amor. Este libro es una historia de amor real, una en la que una hija parte al cielo con solo 11 años y deja en su mamá y el resto de su familia un profundo vacío. Su ausencia duele en el alma, en lo más profundo del corazón. Allá donde no se puede llegar con paños de agua tibia, allá en lo hondo de la persona humana. Pero en medio del dolor y de la mano de Dios, el duelo se camina sin atajos, se acepta la partida y se descubre que hay esperanza tras el velo de la partida de un ser tan amado. El libro ofrece recursos para tener esperanza, para valorar la vida de quienes siguen con nosotros en este mundo, para afrontar esos primeros meses sin ese ser amado, para encontrar instrumentos de sanación, para homenajear la vida de quien ya partió y para volver a sonreirle a la vida de una manera diferente.

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Lorena Varón Rondón

Resignificar la pregunta para transformar

el dolor por la muerte de un hijo, en amor.

Dime, ¿a dónde iré sin ti?

Resignificar la pregunta para transformar el dolor por la muerte de un hijo, en amor.

Primera edición digital, diciembre de 2020.

Segunda edición digital, mayo de 2021.

ISBN: 978-958-49-1156-8

Primera edición impresa, mayo de 2021.

ISBN: 978-958-49-2226-7

Derechos Nacionales de Autor, Gina

Lorena Varón Rondón

La Fundación A Dónde Iré Sin Tidispone de esta obra también en versión digital e impresa. Puede conseguirla en la web www.adondeiresinti.org.

Fundación A Dónde Iré Sin Ti

Cubierta y diagramación: Jhon Alejandro Castro

En memoria de mi hermosa hija, Valeria.

Dedicado a la Santísima Trinidad a quien no puedo dejar de amar.

A mi esposo, a mi hijo Santiago, a mis padres y a mi familia nuclear.

Dirigido a todos los papás y mamás que han sufrido la muerte de un hijo, confiando en que el amor de Cristo haga todo nuevo en sus vidas.

En agradecimiento a todas las personas que nos acompañaron en el funeral de Valeria. Especialmente a cada una de las que rezaron y oraron por ella y por nosotros, e inolvidablemente, a cada una de las que se acercaron días, semanas, meses y años después de la partida de Valeria y nos han dado muestras de afecto.

En agradecimiento a todas las personas que han dado un me gusta a mis publicaciones sobre Valeria en Facebook®, han escrito un texto en su memoria e incluso han visitado su tumba. A todo aquel que ha recordado a Valeria y ha hablado de ella o ha hecho algo en su memoria. Infinitas gracias por no olvidarla, infinitas gracias por conmemorar su vida. Mi anhelo, es que no la olviden.

Lorena

Para mi princesa hermosa, para mi princesa bella, hoy para mi princesa del cielo.

Mi bella hija, sabes que nunca escribo nada a nadie, pero hoy quiero dar gracias por tu vida junto a nosotros, por esos 11 años y 7 meses que nos llenaste de amor, por tu compañía incondicional, cariño y enseñanzas que nos transmitiste mi princesa, por ese amor por los demás, por esa sonrisa maravillosa que me cambiaba el mal genio y a otras personas el semblante. Muchas pero muchas gracias por ese hermano que nos pediste con tanta insistencia, el cual amamos tan intensamente como te amamos a ti mi bella princesa. Te pienso cada año, cada mes, cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo. Te tengo en mi mente todo el tiempo, me haces mucha falta. Ya son más de 5 años de tu partida al cielo, a estar al lado de Dios, 5 años que ya teníamos casi que planeados, tu primera comunión y confirmación, tus 15 años y tu grado de bachiller, tu inicio en la universidad … cosas que habríamos hecho en familia en el resto de tu vida, tu matrimonio, tus hijos y tantas otras cosas que no pudimos realizar en esta vida terrenal. ¿Sabes una cosa? te llevo tatuada en mis brazos. La intención es verte todo el tiempo y también estás tatuada en mi corazón y mente porque te pienso, te pienso, te pienso y te pienso.

Quedan muchos recuerdos, todos hermosos y momentos inolvidables, tus chanzas, tus pataletas, tus consejos porque ya parecías una grande y además defendiendo a los demás, tus regaños, tus besos, tus abrazos garrapatas, sobre todo esa compañía favorita que tenía siempre que había partidos de la selección y me esperabas lista con la camiseta puesta, fotos y vídeos que duelen verlos porque ya no estás, pero llegará el momento de disfrutarlos. Gracias

por ser parte de nuestras vidas, te amamos infinitamente y solo queda esperar que pase el tiempo y podamos recordarte sin tristeza mi estrella hermosa.

La mejor definición para mí, acerca de lo que son los hijos para los padres, la leí en un texto de José Saramago, aunque es muy dura, es real:

“Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje. Sí. ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo... EL MÁS PRECIADO Y MARAVILLOSO PRÉSTAMO ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”

Te amo mi Ángel, sé que desde el cielo intercedes por nosotros, por toda la familia, por todos tus amigos y especialmente los del colegio.

Mario

Índice

Presentación 13

Valeria, su vida terrenal 15

Valeria, su pascua 21

Del hospital al cementerio 25

Los primeros días sin Valeria, pero con ella 30

Las notas musicales30

El epitafio31

Dormir con Valeria32

“Sí mamita”33

“Abue” y Vale35

El inicio de mi proceso de conversión 40

María me lleva a Jesús46

Sus pertenencias y el cambio de casa50

Descanso en el Espíritu Santo53

La oración de entrega56

Abrazados como pareja a Cristo, retiro del duelo58

Hallo una respuesta en el Retiro Camino de Emaús 59

Visitas al cementerio 61

El primer mes de la pascua de Vale63

Acompañamiento de otros 64

Familia64

Mi papá65

Mi mamá66

Otros familiares67

Amigos 67

Colegio68

Música como instrumento para sanar 70

De la mano de María 73

El Rosario de María73

La camándula de Vale78

Consagración a Jesús por María79

Homenajear su memoria 83

Eucaristía mensual y en su cumpleaños83

Su cumpleaños y aniversario de su pascua84

Ideas para conmemorar su vida86

Álbum de fotos y videos92

Volver a vivir en plenitud 95

Dime, ¿a dónde iré sin ti?95

¿Por qué creo que la muerte es un radiante comienzo?98

Agradecimiento por su vida100

Felicidad como camino y no como fin102

¿Qué sigue? 116

Santiago116

Acogida118

Santidad121

Ayudar a otros 122

Conocer a Valeria a través de otros 124

De la Abuelita Nancy124

Del abuelito “Copito de Chocolate”126

De la tía Katica127

De la tía Tania130

De la prima Carito131

De la prima Claudita132

De los profesores y amigos del colegio132

Dime, ¿a dónde iré, sin ti?

13

Presentación

Comienzo estas páginas pensando en que no hay ninguna frase, verso o prosa que pueda describir el amor que siento por mi hija, como tampoco un texto lo suficientemente amplio ni prolijo como para mostrar la belleza de su vida.

He pensado y meditado por mucho tiempo acerca de escribir este libro. Quise hacerlo cuando mi hija partió a la casa de Dios, en el año 2015, pero no tenía fuerzas. Mi alma estaba rota y mi corazón vuelto pedazos. Hoy es diferente, pero no radicalmente, porque mi alma y corazón siguen sintiendo tristeza, pero al mismo tiempo tengo paz, una que solo se experimenta cuando se conoce el amor de Dios.

Tengo temor de escribir y traslapar mi vida con la de mi hija, esa es la verdad, pero creo que es difícil separar esos dos corazones. La vida juntas fue nuestra realidad, y la vida separadas también.

Quiero que sepan, que he puesto este escrito en manos del Espí-ritu Santo. Que de manera honesta no quiero reconocimientos, por-que lo que soy hoy, es gracias a Él y lo que pueda escribir que toque sus corazones es por gracia de Él. Yo apenas me considero su instru-mento y no es una falsa modestia. Mientras escribo pienso “Espíritu Santo, ilumíname”. He entregado este libro y todo lo que suceda con él a mi Señor, que es Jesucristo. Mi anhelo es que mi relación con Dios (Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo), sea una en la que, en cada momento de mi vida, de mi respiración, Él esté con-duciendo y tomando el control de todo.

Por eso, lo primero que quiero es hacer una oración por ti, tú que lees estas líneas, y que probablemente has tenido que sufrir el pro-fundo dolor de perder un hijo – o más de uno -.

/ Iniciamos con la invocación a la Santísima Trinidad haciendo la señal de la Cruz/

Señor Jesús, gracias por esta persona que inicia esta lectura.

Gracias porque has puesto este libro en sus manos y le darás con-suelo a través de este testimonio.

Dime, ¿a dónde iré, sin ti?

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Gracias porque Tú no te dejas ganar en generosidad y sé que, aun-que esta persona no entienda lo que está viviendo y su corazón está roto, tú estás ahí, aliviando y consolando. Ayúdale, para que en un momento de silencio pueda acudir a Ti, así como está, con su cora-zón roto y te diga: Señor, acá estoy, si quieres puedes sanarme, y que, al mirar a Tu Sagrado Corazón, esta persona experimente cuánto le amas y cómo quieres tenerle en Tus brazos.

Señor, en la primera carta del apóstol Pedro, Tú nos dices que hemos sido sanados por tus llagas. Amado Cristo, ahí en tus llagas pongo a esta persona que busca respuestas, que está profundamente herida y cuya alma llora. Tú la conoces bien, Tú la formaste en el vientre de su madre y sabes su nombre y cada detalle de su vida.

Te pido por su sanación, porque Tú pases Tu mano y sanes sus recuerdos dolorosos, sus tristezas y pongas en sus pensamientos luz y esperanza; le cargues amorosamente y le lleves a Tu Sagrado Co-razón, aumentando grandemente su fe en ti, y creando la certeza inefable en su corazón, de que un día, más cerca que lejos, podrá abrazar a su hijo, hija o hijos.

Te amo Jesús, la Gloria para ti, el Poder y el Honor.

Amén, amén y amén

/ Terminamos con la invocación a la Santísima Trinidad hacien-do la señal de la Cruz/

Dime, ¿a dónde iré, sin ti?

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Valeria, su vida terrenal

Valeria, el día de su cumpleaños No. 11

No tengo claro por dónde empezar, porque la vida de un hijo es tan única, valiosa y sagrada que resumirla en palabras parece imposi-ble. Así que me referiré a la vida de Valeria en este mundo terrenal de la manera más serena posible, haciendo uso de lo que guardé en mi corazón durante mi vida con ella, pero estoy más que segura que lo que pueda traer a mi mente no será ni el 1% de lo que fue su vida acá y no porque me haya olvidado. Claramente esa no es la situa-ción, sino porque su vida fue maravillosa y demasiado llena de ma-tices como para ser capaz de ponerla toda en un texto.

Mi esposo – Mario – y yo, deseamos tener un hijo cuando transcu-rría el cuarto año de nuestro matrimonio. Vale, como usualmente la llamaba, vino a este mundo el 3 de octubre del año 2003, cuando debía llegar el 24 del mismo mes – por temprano. Nació con 2.700 gramos de peso y una talla de 47 cm; tuvo un Apgar1muy bajo, por lo cual tuvieron que reanimarla y así llegar a 8 puntos. Su nacimiento fue por cesárea debido a varias razones. Vale no estaba recibiendo suficientes nutrientes ni oxígeno dentro del vientre porque la pla-centa “se envejeció antes de tiempo”. Es decir, dejó de pasarle el ali-

1 Apgar es un examen médico que realizan a los recién nacidos. Al comprobar que el bebé re-acciona como se espera, tendrá más o menos puntaje. El máximo puntaje es de 10, eso quiere decir que el bebé se comporta como se espera.

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mento y en consecuencia Vale no subió de peso ni creció las últi-mas semanas de gestación. Sumado a esta situación, tenía el cordón umbilical rodeando dos veces su cuello, lo que se conoce en la jerga médica como “doble circular al cuello”. Por lo tanto, tuvieron que in-tervenirme con una cesárea de urgencia.

Recuerdo estar en la sala de operaciones y ver la cara de inquie-tud que hizo el pediatra. Él dijo “esa bebé por qué está así”, pues es que Vale nació y sencillamente no respiraba. Su nacimiento no pla-neado para ese día fue un milagro para que ella pudiera vivir; más tiempo en el vientre habría sido mortal para ella.

Lo que vino después fueron días de alegría, pero también de do-lor físico y tristeza. Para los médicos yo estaba bien -con las conse-cuencias normales de una cesárea, pero bien -, en cambio mi niña, tenía que permanecer en cuidados intensivos hasta que al menos pudiera respirar por sí misma. Pasamos 11 días visitando a nuestra hijita sin falta, dos horas en la mañana y dos horas en la tarde. Era muy poco tiempo, pero era todo el que nos permitían. Yo aprendí a extraer manualmente la leche y preservarla en pequeños contene-dores de vidrio que debía dejar en el banco de leche materna para que las enfermeras la alimentaran en mi ausencia. Lo mejor de esos días fue cuando pudimos alzarla y besarla. Ese pedacito de vida, esa muñequita, en nuestros brazos, recostada en nuestros pechos, era el amor más puro que podíamos experimentar.

Vale se fue mejorando y cuando llegó el momento de irnos a nues-tra casa solos, nos vimos con el reto de ser jóvenes e inexpertos para cuidar a una bebé. Todo el tiempo ella estaba en mi pecho, el de Mario o el de un pariente cercano como mi mamá o mi hermana. Transcurrían los días estimulándola, pues la hipoxia2que sufrió du-rante las últimas semanas de gestación y seguramente durante el traumático parto, afectaron su tono muscular. Se podría decir que Vale no tenía la fuerza muscular que un bebé nacido a buen tér-mino tendría. Así que las terapias físicas y ocupacionales hicieron parte de sus 3 primeros años de vida. Vale se recuperó muy bien, a

2 Hipoxia, falta de oxígeno en el cerebro.

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los 4 meses de edad ya era una bebé de peso y talla adecuados y de una atención y sonrisa inmejorables. Su hipotonía le restaba fuer-za muscular, pero eso no le impedía jugar, divertirse o desplazarse. Solo algunos ejercicios físicos le costaban más esfuerzo y ella siem-pre estaba lista a esforzarse y dar lo mejor de sí misma.

Durante sus cinco primeros años nos sorprendió con su desarrollo cognitivo, especialmente con el uso del lenguaje. Usaba palabras de adultos y hacía preguntas difíciles de responder. Le gustaba inven-tar cuentos, dibujar, leer, cantar, bailar, escribir, disfrazarse, jugar con otros niños. Era una pequeña dormilona, hablaba fuerte a veces casi gritando, sonreía mucho, pero amaba más.

También fue una estudiante dedicada, nunca le insistimos en que debía ser la mejor o que tenía que obtener las mejores calificaciones. Lo importante para nosotros era que ella fuera feliz. Esa es la pala-bra que yo usaría para describir a mi hija, era una niña feliz.

Su infancia transcurrió entre el preescolar y la primaria, sus ami-gos, las situaciones de cada año, los retos, los profesores. Vale demos-tró ser una amiga leal, que no guardaba rencor. Algunas veces me comentó de ciertas niñas o niños que se burlaban de ella o que no la dejaban jugar – situaciones que se podrían decir normales, pues siempre hay niños que se comportan de esa manera – pero ella les perdonaba rápidamente, dejaba pasar las cosas y luego les considera sus BFF “Best Friends Forever”. A mí me sorprendía lo rápido que pasaba la página, la verdad es que Vale me dio ejemplo en muchas cosas que yo todavía sigo aprendiendo. Ella perdonaba y olvidaba, y para completar, defendía a los que le habían ofendido. Vale siempre pensaba lo mejor de los demás, los excusaba y esperaba a que se ma-nifestaran. Realmente pienso que los amaba, como ella les decía a sus amigos: “los amo”. Yo antes creía que eran cosas de niños, pues pensaba que ella no sabía el significado de amar, pero sí que lo sabía, porque ella no se basaba en sentir, sino en decidir amar. Aunque se sintiera mal o le hicieran sentir mal, ella amaba.

A Vale le gustaba cantar, leer y escribir. Creo que esas actividades fueron sus preferidas, aunque para ser honesta, Vale era una niña

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histriónica, con habilidad y talento para los deportes y las artes. Ella practicó patinaje artístico, natación y tenis. Le encantaba bailar y cantar, así como las manualidades, con las cuales siempre hubo detalles para la familia y sus amigos. También fue emprendedora, parte de sus manualidades las ofreció a la familia y amigos y ganó su propio dinero vendiéndolas.

Vale era buena para el inglés. Le gustaba soltarme frases cuando estábamos rodeadas de personas, de manera que era un secreto lo que nos decíamos. Era uno de esos momentos nuestros, de complici-dad. A veces solo se refería a algo que le disgustaba, especialmente aquello que veía injusto, otras veces a preguntar o a contarme algo. Recuerdo que, en un hotel en Cartagena, donde pasábamos vacacio-nes, ella hablaba con el personal de recepción en inglés. Era parte de su “práctica”, de sus momentos para aprovechar. Le fascinaba cantar en inglés. Había avanzado mucho, ya entendía las letras de las canciones. Tenía una voz dulce y angelical (no me refiero a que fuera la más afinada, simplemente a que eso es lo que producía en mí. Yo experimentaba alegría por supuesto al escucharla cantar, pero también sabía que lo hacía bien aunque podía mejorar). Inclu-so, mi esposo y yo tenemos varios recuerdos de ella cantando, pero especialmente la recordamos cuando salíamos en familia los cua-tro. Ella junto con Santiaguito sentados en la parte de atrás del ve-hículo, Vale cantaba y él le hacía coro - con su media lengua porque era un bebé de menos de 2 años y medio. Teníamos dos cantantes en la familia.

En particular, recordamos un día. La escena se repite, vamos en el carro, ella y su hermanito atrás, y yo, dedicándole a mi esposo la canción “Thinking Out Loud” de Ed Sheeran, y ella de repente y claramente feliz de ver esa demostración de amor de sus papás, em-pezó a “traducir” para su papá cada una de las frases de la canción. Ese día se nos quedó guardado en el corazón, porque luego tuvimos que escuchar esa canción en varios momentos en los que ya Vale no estaba en este mundo, y ahora, cinco años después de su partida, al escucharla nos queda el recuerdo, pero con un sabor amargo por su ausencia.

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El baile fue otra actividad que le encantaba. Para mí, ella tenía su toque personal. Sus movimientos eran muy femeninos y al mis-mo tiempo muy de ella – y sé que se podrá pensar que toda ella era perfecta, pero es que para mí sí que lo era – Le encantaba bailar conmigo, me enseñaba, me corregía y hasta se burlaba. Recuerdo las fiestas familiares, siempre bailábamos tomadas de la mano jun-to con mi esposo. Un día, estando en casa, sonó una canción que le gustaba, era un ritmo de bachata, y me invitó a bailar. Este recuerdo es muy importante porque luego, cuando ella partió, tuve momentos de mucho dolor recordándolo, pero como siempre, Cristo estuvo ahí, es una experiencia que contaré más adelante.

Durante sus 11 años y 7 meses de vida, Vale tuvo que vivir varias situaciones de salud. De bebé, como ya lo he contado, ella tuvo hi-potonía y eso le supuso varios años de terapia física y ocupacional para poder llegar un nivel de desarrollo motor similar al de otros niños de su edad. También enfrentó el Asma, las citas de endocri-nología y los exámenes que no eran nada agradables. Sufrió varias crisis de Asma que nos obligaban a hospitalizarla, desde bebé hasta los 4 años cuando finalmente pudo controlarse. A los 7 años empezó a tener un desarrollo físico precoz, por lo cual tuvo que recibir un medicamento inyectado todos los meses por varios años. Esto trajo consigo controles excesivos con diferentes especialistas, lo cual era agotador, pero ella fue una niña muy paciente. ¡Qué paciente, la me-jor paciente! Decían los médicos.

Vale tuvo sobrepeso desde que tenía unos 2 años de edad. Unos kilos de más que tratamos con una alimentación balanceada en la que eliminamos harinas y dulces, lo impresionante era la concien-cia de ella. Tenía muy claro lo que podía comer y lo que no y se es-forzaba muchísimo por cuidarse, aunque le costaba y algunas veces la dejábamos comer cositas de esas que nos gustan a todos pero que sabemos que no alimentan. También incorporamos unas rutinas de ejercicio físico para lograr mantener un peso adecuado a su estatura y edad. Esa fue una lucha constante en la que estuvimos unidas, logramos ganar varias batallas. Una vez logramos nivelar el peso y detener su desarrollo físico precoz inició un tratamiento de hor-

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mona de crecimiento para que recuperara talla (estatura). Sin em-bargo, esto lo detuvimos porque los exámenes revelaron que tenía una escoliosis en la columna. Es decir, una desviación y si seguía recibiendo hormona de crecimiento podría tener una desviación muy notoria, algo delicadísimo que podía afectar su calidad de vida. Así que preferimos ser bajitas, que tener una columna desviada y se suspendió el tratamiento.

No quiero que piensen que Valeria era una niña enferma. Ella tuvo que vivir con esas situaciones, y fue muy valiente. Todo lo afrontó con entereza, gran paciencia, confiada. Creo que Dios le daba la gracia para vivir cada momento, me gusta pensar que Él siempre la acompañó en cada cita médica y tratamiento. Ella fue una niña encantadora, su alma inocente y pura la llevó a amar a todos de una manera única. Sus ojos podían ser traspasados y notar en ellos su preciosa alma llena de amor. Su sonrisa iluminaba donde ella llegaba, sus palabras de aliento animaban y consolaban, su ge-nerosidad no tenía límites. Su forma elocuente de hablar sorprendía a los adultos y ella toda era de una gracia especial, sus movimientos, su estar ahí quietecita, su forma de observar las situaciones y de co-nectarse con las personas. Vale era amor. Su alegría superó todos los obstáculos que pudieron haberse presentado en su corto, valioso y misterioso camino en esta vida terrenal.

Más de la vida de Valeria contaré más adelante, en la medida que se desarrolle el texto. Al fin y al cabo, este libro es sobre ella, sobre mí, sobre las dos y Dios.

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Valeria, su pascua

Valeria #MiDulzura

Por mucho tiempo no usé la palabra muerte. Me referí a su “parti-da”, porque en mi corazón y en mi razón, sé que somos mucho más que un cuerpo, somos hechos a imagen y semejanza de Dios que es amor. Necesitamos de un cuerpo para experimentar esta vida terrenal, pero Dios no nos ha dado solo un cuerpo. En esencia so-mos como Él – espíritu – claro, no somos igual a Él, pero nuestra semejanza a Él también confiere características espirituales. Tene-mos un alma espiritual y lo que el acontecer de la muerte trae es la separación del cuerpo y del alma. El cuerpo es corruptible, el alma no. El alma no muere, vuelve a Aquel que ha dado la vida, a quien ha soplado ese aliento de vida, a quien ha puesto o impreso en el cuer-po su Santo Espíritu. La muerte es un “radiante comienzo” como lo expresó la Dra. Elizabeth Kübler-Ross.

Sin embargo, esta es una reflexión que solo he logrado procesar hasta ahora, cinco años después de la “partida” de Valeria. Aun-que sí recuerdo, que algunas veces le dije “hijita somos más que un cuerpo”, aunque no me refería exactamente a que una vez llegara la muerte o a que tuviéramos un alma inmortal, sino a que el mundo ofrece banalidad centrada en lo material, cuando lo más importante es la persona, sus cualidades, el amor que se puede dar a los demás, lo que somos y no lo que tenemos.

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Durante la escritura de este libro, la mañana del 13 de febrero de 2020, cuando me dirigía a la Eucaristía de las 7 AM, iba hablando en mi mente con Jesús, poniendo en sus manos esta escritura y pi-diéndole que sea Él quien dirija. Mientras tenía ese diálogo recordé que cuando no usaba la palabra muerte para hablar de la partida de Valeria, tenía como fundamento mi miedo. Ese miedo que nace del centro del corazón y que uno no sabe explicar, pero que impide pronunciar esa palabra; no sé cómo más explicarlo. Así que pienso que es bueno decirlo, porque si bien yo creía firmemente que mi hija seguía viva – de algún modo que no entendía – si pronunciaba la pa-labra “muerte” había allí, intrínsecamente, una declaración de que ya no existía más y eso sí que no lo aceptaba ni lo contemplé en ese entonces y mucho menos hoy. Parte de aceptar el hecho, era poder usar la palabra muerte. Hoy, para Gloria de Dios, sé que la muerte es parte de la vida, es para todos y no estamos exentos de ella, y que la muerte es una separación del alma y del cuerpo. No es el final de la vida, sino el comienzo de una vida en la presencia de nuestro creador.

Ahora, puedo decir algo como “mi hija murió”, “mi hija está en el cielo”, “mi hija partió” o frases similares, sin cuestionarme a mí mis-ma sobre el significado de lo que estoy diciendo porque al margen del lenguaje que use, estoy segura de que Vale sigue viva y en la Pre-sencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. De hecho, hoy también uso la palabra pascua, aunque pocas veces, pues algunas personas no lo entienden, pero yo sí. Sé que su pascua es ese radiante comien-zo de su vida espiritual.

Vale tuvo su pascua el día 12 de mayo de 2015, luego de recibir un fuerte golpe con un balón de fútbol en la zona frontal de su rostro. Ella estaba en su descanso escolar. Cerca del mediodía fue a saludar a un grupo de amiguitas en el patio, a varios metros de la cancha de fútbol y de repente un balonazo la sacudió. Vale alcanzó a ir a la enfermería, supongo que se debía sentir muy mal a causa del golpe, y allá perdió la conciencia y no volvió a despertar. La llevaron al hospital más cercano al colegio, que queda en un municipio cercano a la ciudad, en donde entiendo que procuraron mantener sus signos

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vitales y luego un largo recorrido en ambulancia en pleno medio día hasta el hospital en Bogotá.

Allá la esperábamos Mario y yo, muy preocupados, con miedo, desesperados y al verla la recibimos con tanto amor; le decíamos que todo iba a estar bien, que ella era fuerte, valiente, que se iba po-ner bien. La animamos, pero ella no reaccionaba.

En mi