El libro que lo responde todo - AMIT GOSWAMI - E-Book

El libro que lo responde todo E-Book

Amit Goswami

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Beschreibung

La física cuántica no sólo es el futuro de la ciencia, sino también la clave para comprender la consciencia, Dios, la psicología, la muerte y el significado de la vida, dice el doctor Amit Goswami. Es un antídoto para la esterilidad moral y el enfoque mecanicista del materialismo científico, y constituye la mejor y más clara perspectiva para comprender el universo. En definitiva, la física cuántica es, de hecho, la teoría de todo. En dieciséis capítulos, Goswami y sus amigos y colegas discuten de qué modo puede influir la física cuántica en nuestra comprensión de: "el zen "el pensamiento, el sentimiento y la intuición "los sueños "la reencarnación cuántica "el libre albedrío y la creatividad "la espiritualización de la economía y los negocios, la política, la educación y la propia sociedad El libro que lo responde todo ofrece gran cantidad de información para todo tipo de personas, que van desde aquellas que puedan estar interesadas en la nueva física hasta aquellas otras que se sientan cautivadas por las implicaciones espirituales de los últimos descubrimientos científicos.

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Amit Goswami

EL LIBRO QUE LO RESPONDE TODO

De cómo la ciencia cuántica explica

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Puede consultar nuestro catálogo en www.edicionesobelisco.com

Colección Espiritualidad y Vida interior

El libro que lo responde todo

Amit Goswami

1.ª edición en versión digital: junio de 2018

Título original: The Everything Answer Book

Traducción: Antonio Cutanda

Corrección: Sara Moreno

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

© 2017, Amit Goswami

(Reservados todos los derechos)

Publicado por acuerdo con Hampton Roads Publishing Company, Inc.

© 2018, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-371-3

Maquetación ebook: leerendigital.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

 

 

 

 

 

Dedicado a los activistas cuánticos

–del pasado, el presente y el futuro– del mundo.

Venceremos.

Índice

 

PORTADA

El libro que lo respode todo

Créditos

Contenido

Agradecimientos

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Glosario

Lecturas adicionales

AGRADECIMIENTOS

Doy las gracias a Voice, Inc. por invitarme a Tokio, y a Masumi Hori por los diálogos que mantuvimos. Gracias a Tatiana Hill por transcribir las grabaciones de esas entrevistas. A Eva Herr, por la entrevista que mantuve con ella, y también a otros muchos periodistas cuyos nombres no puedo recordar por sus aportaciones. Estoy muy agradecido a Judith Greentree por la concienzuda lectura del manuscrito y por sus divertidos comentarios, que finalmente he incorporado al libro. Gracias de todo corazón a Sara Sgarlat, Mimi Hill y Terry Way por sus aportaciones. Mi agradecimiento al personal de la editorial Hampton Roads por su magnífico trabajo de producción. Muchísimas gracias a todos y todas.

INTRODUCCIÓN

Han pasado casi cien años desde que se llevara a cabo la formulación matemática de la física cuántica. Esta formulación se ha verificado en infinidad de experimentos, y sus conceptos se han aplicado con éxito en muchas tecnologías. De hecho, hemos comenzado a utilizar el término «cuántico» en nuestro discurso cotidiano aunque, frecuentemente, sin una comprensión plena de su significado profundo. Y, sin embargo, a pesar de su integración efectiva en nuestra sociedad, la visión del mundo cuántica sigue sin ser plenamente aceptada por la comunidad científica, que sigue abrazando y defendiendo la arcaica visión del mundo newtoniana. Como consecuencia de ello, las implicaciones profundas de la visión del mundo cuántica todavía no se han introducido en la mentalidad del gran público. Lo bueno es que, en la década de 1990, merced a los esfuerzos de un grupo vanguardista de científicos renegados, entre los cuales me encontraba yo, la visión del mundo cuántica comenzó a madurar, dando así a luz a un nuevo e inclusivo paradigma científico. Con todo ello, se puso en marcha un movimiento de base conocido como «activismo cuántico», que tenía la intención de desplazar del ámbito científico a la física newtoniana apelando directamente a la sociedad civil. Este libro forma parte de ese movimiento, así como de las más recientes exposiciones populares sobre la visión del mundo cuántica.

Sin embargo, buena parte del problema es fruto de las circunstancias. El paradigma newtoniano imperante ha estado siempre sometido a tensión a causa de las paradojas en las que caía. Conocido oficialmente como materialismo científico, esta visión del mundo propone que todo existe meramente como un fenómeno de la materia, el movimiento material en el espacio y el tiempo causado por la interacción material. No obstante, las paradojas implícitas en esta visión nunca pudieron ser resueltas. Sería ya en las décadas de 1980 y 1990 cuando el materialismo científico comenzaría a ser sometido a un escrutinio serio por parte de la comunidad científica, que se vio forzada a ello merced a los nuevos datos experimentales. Previamente, la visión del mundo del materialismo científico se había visto fortalecida por su alejamiento del enfoque europeo de la física, más orientado hacia la filosofía, y por su acercamiento al enfoque norteamericano, más pragmático, que siguió a la segunda guerra mundial. Así, antes de la década de 1950, el materialismo científico se había arraigado firmemente sólo en las disciplinas de la física y la química; es decir, la ciencia de los objetos inanimados. Pero tras la década de 1950, comenzó a dominar también en el campo de la biología (que se convirtió en química), en el de las ciencias de la salud (que se convirtieron casi en «mecánica») y finalmente en la psicología (que se transformó en neurociencia cognitiva).

La segunda parte del problema lo constituyó el inadvertido entusiasmo de algunos científicos bien intencionados que intentaron cerrar lo antes posible el debate creado en torno al significado de la física cuántica. De este modo, estos científicos alcanzaron un compromiso al que denominaron, quizás de un modo no demasiado acertado, la Interpretación de Copenhague. Aquella interpretación fue encabezada por el famoso y afable Niels Bohr, a quien todos los físicos (incluido yo) adorábamos.

El elemento central de la Interpretación de Copenhague recibe el nombre de «principio complementario», el cual, en su versión más popular, es un craso error, tanto teórica como experimentalmente. Las matemáticas cuánticas dicen, inequívocamente, que los objetos cuánticos son ondas. Pero, evidentemente, los experimentos dicen que también son partículas. ¿Cómo puede el mismo objeto ser a la vez onda –algo que se difunde– y partícula –algo que viaja en una trayectoria definida–? La versión popular del principio de complementariedad resuelve la paradoja de onda-partícula afirmando que los objetos cuánticos son tanto ondas como partículas. El aspecto onda se revela en los experimentos que miden las ondas, en tanto que el aspecto partícula se revela en los experimentos que miden partículas. Pero ambos aspectos nunca aparecen en el mismo experimento, de ahí que se hable de complementariedad.

Sin embargo, la respuesta correcta a la paradoja de la dualidad onda-partícula, tanto en el aspecto teórico como en el experimental, es ésta: que los objetos cuánticos son ondas de posibilidad que residen en un dominio de realidad externo al espacio y el tiempo denominado el dominio de potencialidad. Cada vez que tomamos medidas de estos objetos se revelan como partículas en el espacio y el tiempo, de tal modo que tanto el aspecto onda como el aspecto partícula de un objeto pueden, de hecho, detectarse en un único experimento. Por desgracia, la versión popular del principio de complementariedad, que generó la impresión de que los aspectos onda y partícula de un objeto existen ambos en el espacio y el tiempo, llevaron a engaño a toda una generación (o dos) de físicos, que cerraron su mente a los elementos realmente radicales de la física cuántica. De hecho, este dominio de la física insiste en una realidad de dos niveles, no en la realidad única espacio-temporal de la física newtoniana y el materialismo científico. Y lo que es más, la física cuántica tampoco podría liberarse de las paradojas sin invocar explícitamente a la consciencia.

Pero, evidentemente, fue el papel de la consciencia el que mantuvo con vida la paradoja, no en la corriente principal, sino en una especie de camino de culto. En la década de 1980, un experimento realizado por Alain Aspect y sus colaboradores resolvió el problema del dominio dual frente al dominio unitario de la realidad al discernir el dominio de la potencialidad a partir del dominio del espacio y el tiempo. En el primero, no hace falta señal alguna para la comunicación; todo se interconecta instantáneamente. En cambio, en el espacio y el tiempo, las señales, que se mueven siempre a una velocidad no superior a la de la luz, median en la comunicación, lo cual ocurre siempre en un tiempo finito.

Pero ¿qué significa eso de que en el dominio de la potencialidad todo se interconecta instantáneamente? Significa simplemente esto: que todo en el dominio de la potencialidad es una única entidad. En un artículo científico publicado en 1989, y publicado nuevamente en 1993 en The Self-Aware Universe (El universo autoconsciente), yo mismo llegaba a la proposición que resolvía la paradoja, al afirmar que el dominio de la potencialidad es nuestra consciencia no bajo la forma de la consciencia ordinaria del ego, sino como una consciencia superior en la cual todos somos uno. En la conciencia manifiesta nos separamos, debido en parte a la necesidad de diferenciación de otros objetos (la distinción sujeto-objeto), y en parte debido a nuestro propio condicionamiento individual. También planteaba en aquel artículo que esta consciencia superior Única se potencia causalmente mediante causalidad descendente, es decir, merced a la capacidad para elegir entre las muchas facetas de una onda de posibilidad. Es una elección consciente que transforma las ondas de posibilidad en partículas de actualidad.

El filósofo y científico Willis Harman, que por entonces era presidente del Instituto de Ciencias Noéticas (ICN), dio un gran apoyo a mi trabajo, a tal punto que me invitó a escribir una monografía sobre mis investigaciones. Y las nuevas investigaciones no tardaron en crear una nueva ciencia, la «ciencia dentro de la consciencia», un término que posteriormente descubriría que se hallaba ya en boga gracias a Harman. De hecho, el ICN publicaría una monografía con el mismo título en 1994.

Poco después llegaron multitud de avances en el campo, que venían acompañados siempre de extrañas coincidencias de junguiana sincronicidad. En primer lugar, una anciana llamó por teléfono durante un programa de radio en el que participaba para preguntarme «¿Qué ocurre cuando morimos?» Yo no sabía cómo responder a la señora sin tener que recurrir a los clichés culturales, de modo que guardé silencio. Después, un teósofo (creyente en la reencarnación) vino a un curso que impartí sobre mi libro El universo autoconsciente, pero que terminó tratando del tema de la reencarnación. Poco después, tuve un sueño del cual me desperté recordando la siguiente admonición: El libro tibetano de los muertos es correcto; tienes que demostrarlo. Por último, una alumna de grado de Filosofía me llamó y me pidió ayuda para superar el duelo que sentía por la muerte de su novio. Y fue mientras conversaba con ella e intentaba teorizar sobre aquello de los seres humanos que sobrevive a la muerte cuando comencé a considerar la posibilidad de que hubiera una ciencia de todas nuestras experiencias: en el sentir material (sensación), el sentir vital (energía), el pensamiento mental (significado) y las intuiciones supramentales (arquetipos como el amor y la verdad). A partir de esto, desarrollé una teoría sobre la supervivencia postmortem y la reencarnación. Poco después, recibí una llamada del escritor y editor Frank de Marco pidiéndome que escribiera un libro sobre mis investigaciones más recientes, libro que se publicó en 2001 bajo el título de La física del alma.[01]

Por otra parte, la biofísica Beverly Rubik me llamó en 1998 y me pidió que escribiera un artículo sobre mis investigaciones para una antología que estaba compilando. En 1999, me uní a un grupo de treinta pensadores del nuevo paradigma en un congreso con el Dalái Lama en Dharamsala, la India; pero aquel congreso resultó un tanto conflictivo. En primer lugar, el físico Fred Alan Wolf y yo tuvimos un encontronazo verbal en lo relativo a qué enfoque del nuevo paradigma era el correcto, debate al cual se unieron otros participantes del congreso, mientras los organizadores se lamentaban ante el Dalái Lama, que, riéndose, simplemente comentó: «Los científicos siempre serán científicos». Cuando se recobró la paz, el Dalái Lama nos pidió que aplicáramos el nuevo paradigma a temas sociales, y aquello captó mi atención. Cuando volví a Estados Unidos escribí el artículo que Beverly Rubik me había pedido, aplicando la física cuántica a la salud y la curación. Ahí desarrollé una teoría de lo que Deepak Chopra había denominado «curación cuántica», la de la sanación espontánea sin intervención médica alguna.

Más o menos por la misma época estuve de visita en Brasil, donde un joven me preguntó si yo conocía a Deepak Chopra. Cuando le dije que no, me respondió, «Yo puedo arreglar eso». Poco después, me llegó una invitación para que fuera a visitar a Deepak en San Diego. Él acababa de publicar su libro La perfecta salud (2000),[02] en el cual hablaba del ayurveda, un sistema curativo alternativo de la India. Deepak me regaló un ejemplar y me pidió que lo leyera.

Como consecuencia de ello, terminé demostrando la validez científica de una idea que los médicos de medicinas alternativas vienen utilizando desde hace milenios. Dado que los seres humanos somos algo más que un cuerpo físico, las enfermedades de nuestros cuerpos «sutiles» son asimismo responsables de las enfermedades físicas, sobre todo de las enfermedades que llamamos crónicas, de tal modo que podemos realizar sanaciones no sólo tratando los síntomas físicos, sino también abordando el problema en su origen sutil.

Los profesionales de las ciencias de la salud, físicas y mentales, tratan con seres humanos de verdad, por lo que no siempre le dan su aprobación más entusiasta al modelo alopático de la medicina, el modelo «mecánico», que emergió del materialismo científico. Cuando escribí El médico cuántico (2004),[03] que trata de la integración de la medicina «mecánica», convencional, con otras medicinas alternativas más humanas, la visión del mundo cuántica comenzó a generar cierta atracción entre los profesionales de las medicinas alternativas e incluso entre algunos alópatas de vanguardia. Deepak se entusiasmó tanto con el libro que incluso escribió el prólogo de una edición posterior.

La medicina se fundamenta en la biología, de modo que, para relajar la presa que sobre la medicina ejerce el materialismo científico, tenemos que introducir la consciencia en la biología. Yo comencé ese trabajo en la década de 1990, y en 2008, propuse una teoría científica de la evolución basada en la consciencia con el fin de pasar de la simplicidad a la complejidad, dos importantes fuentes de datos que el darwinismo y sus vástagos no pueden explicar. En Evolución creativa,[04] integré también ideas de Sri Aurobindo y de Pierre Teilhard de Chardin acerca del futuro de la humanidad dentro de un enfoque científico. Recurrí a las ideas que había desarrollado Rupert Sheldrake acerca de los campos morfogenéticos (los programas sobre los que se crean las formas biológicas), situándolos bajo el paraguas de la ciencia dentro de la consciencia.

Sin embargo, el establishment biológico se ha mostrado muy reacio al influjo de la física cuántica, si bien la biología cuántica está ganando terreno poco a poco gracias a los trabajos empíricos sobre epigenética y los libros populares de biólogos como Bruce Lipton, Mae Wan Ho y otros.

En 2009, me propuse acelerar este cambio de paradigma fundando un movimiento denominado «activismo cuántico». Mi objetivo era popularizar la visión del mundo cuántica congregando a un grupo de personas consagradas a transformarse a sí mismas y a transformar sus sociedades a través de la práctica de los principios cuánticos. Esta idea ha llamado la atención de algún modo no sólo en Estados Unidos, sino también en Brasil, Europa, la India y Japón, e incluso en Oriente Próximo. En 2014, fui a Japón para mantener un amplio diálogo sobre la visión del mundo cuántica y el activismo cuántico con el erudito, empresario y filósofo japonés Masumi Hori, diálogo sobre el cual se apoya gran parte de este libro. A lo conversado con Masumi Hori, he añadido otras entrevistas y conversaciones, entre las cuales habría que destacar la que mantuve con Eva Herr.

El resultado de todo esto es una especie de física cuántica 101 para personas no científicas.[05] Contiene elementos de todos mis trabajos anteriores, y espero que sirva de inspiración para que te conviertas en un activista cuántico. Espero convencerte de que la investigación de la consciencia y la visión del mundo cuántica es el futuro de la ciencia. Es el fundamento de un nuevo paradigma que puede llevarnos a responderlo todo.

[01]. Publicado en castellano por Ediciones Obelisco. Barcelona, 2011.

[02]. Publicado en castellano por Ediciones B. Barcelona, 2004.

[03]. Publicado por Ediciones Obelisco. Barcelona, 2012.

[04]. Publicado por La Esfera de los Libros. Madrid, 2009.

[05]. La calificación de «101» a cualquier disciplina se ha difundido en los últimos años para referirse al nivel introductorio de aprendizaje o la colección de materiales básicos de determinado campo. (N. del T.)

Capítulo 1

EL CHOQUE DE DOS VISIONES DEL MUNDO

La gente suele preguntarme, «Si las cosas no están hechas de materia, ¿entonces de qué están hechas?», y yo les digo, «De consciencia, todo está hecho de consciencia». ¡Pero la consciencia es un concepto vago y nebuloso! Y ahí es donde aparece la física cuántica con la respuesta que estamos buscando. Pues en una visión del mundo cuántica, todo es vago, incluso la materia. Todo es una posibilidad antes de que lo experimentemos.

Pero si todo esto está tan claro, ¿cómo es que los científicos no se ponen de acuerdo sobre ello? Los científicos, de hecho, siguen debatiendo sobre todo tipo de cosas: ¿el fundamento de todo es la materia o la consciencia? ¿Qué significa ser humanos? ¿Existe Dios? Y aunque todas éstas son preguntas importantes, en el mundo de las cosas cotidianas lo que más importa son los valores. El mayor defecto de la visión del mundo materialista es que ensombrece los valores arquetípicos –amor, verdad, justicia, belleza, bondad, abundancia– y los significados que se derivan del seguimiento de esos valores. Sin embargo, para la mayor parte de la población mundial, valores como el amor siguen siendo importantes. La física cuántica, por otra parte, trae una nueva visión del mundo que puede dar valor y devolver el significado de nuestra existencia, así como ofrecer respuestas a las preguntas de quiénes somos y qué significa ser humanos.

Alguien me preguntó en cierta ocasión si había encontrado alguna similitud entre la teoría cuántica y la teoría del universo. Ciertamente, se trata de una pregunta muy buena. La teoría cuántica vino como consecuencia de la observación de objetos realmente minúsculos del mundo material; concretamente, del mundo submicroscópico. Por otra parte, la teoría del universo se supone que explica las inmensidades del mundo y el espacio exterior. Así pues, ¿qué relación hay entre ellas? En la teoría cuántica de la consciencia, los aspectos a gran escala del universo físico pierden gran parte de su interés. De hecho, la cosmología moderna ha evitado el tema del mundo interior y de la consciencia en gran parte por causa de la ciencia materialista, de ahí que parezca no tener ya ninguna relación con los problemas reales de los que nos ocupamos cotidianamente. Pero los conceptos de la cosmología moderna no son más que evasiones, distracciones no muy diferentes de las de aquellos pensadores cristianos medievales que intentaban determinar cuántos ángeles podrían danzar sobre la cabeza de un alfiler.

Me resulta llamativo que los científicos materialistas postulen con frecuencia sus propios dioses. Los exóticos conocimientos acerca del espacio exterior de los que disponemos ahora han venido a sustituir a los dioses de las religiones del pasado, desde los arquetipos de Platón, hasta los ángeles del cristianismo, pasando por los humanizados dioses hindúes, como Shiva. En la actualidad, podemos invocar a los agujeros negros o a la materia oscura con el fin de reemplazar a los arquetipos y los dioses de tiempos pasados. La ciencia moderna simplemente ignora la consciencia, y se centra en cambio en un concepto del universo capaz de reemplazar a los arquetipos y los valores por conceptos modernos como los agujeros negros y los agujeros blancos, la materia oscura y la energía oscura.

Sin embargo, convendría aceptar que la ciencia debe tener siempre tres componentes: debe fundamentarse en una teoría, que esa teoría debe ser verificable mediante datos experimentales y que la teoría debe de ser útil. La teoría debería ser aplicable a los asuntos humanos. Mientras que los estudios sobre la consciencia están generando actualmente objetos de investigación valiosos, experimentalmente verificables y tecnológicamente útiles, la ciencia materialista moderna está cada vez más inmersa en objetos de investigación inútiles y no verificables. Así, los objetos que anteriormente se tenían por esotéricos y poco científicos se están convirtiendo actualmente en más útiles y científicos. Al mismo tiempo, lo que en otro tiempo era una ciencia práctica, arraigada en el suelo, se está convirtiendo en algo cada vez más abstracto y menos útil, como las viejas tradiciones espirituales. Mientras tanto, las tradiciones espirituales se están haciendo más parecidas a la ciencia.

¿Qué es la consciencia?

Los científicos materialistas tienden a tratar la consciencia como una suposición lingüística. En el lenguaje hay sujetos y predicados, pero la ciencia afirma que nos podemos apañar sin los sujetos. Como ejemplo de ello ponen la lengua hopi, que no tiene ni sujetos ni predicados, sólo verbos, eliminando así la necesidad de la consciencia, salvo como un elemento lingüístico. Sin sujetos –sin consciencia–, todo es materia, todo es la manifestación de una interacción material. Ésta es la visión del mundo dominante entre los científicos de hoy en día.

Si le pides a un médico que defina qué es la consciencia, probablemente dirá, sin pestañear, que es lo opuesto a estar en coma. Una periodista me contó en cierta ocasión cómo reaccionaba ella ante afirmaciones de este tipo en labios de expertos: «Y ahí estamos, atascados con enormes problemas, como el calentamiento global, el colapso económico y la polarización política; todo porque no podemos ponernos de acuerdo en qué significa el término consciencia. Y ni siquiera somos conscientes de que no nos ponemos de acuerdo».

Evidentemente, para muchos médicos, la consciencia y tener consciencia son una y la misma cosa, a pesar de que ya han pasado cien años desde Freud. Los médicos rara vez leen algo relacionado con el psicoanálisis o, si lo hacen, no lo aceptan demasiado bien, porque ¿cómo se puede validar la mente inconsciente si la consciencia no está presente en un paciente en estado comatoso? Sin embargo, la consciencia nunca desaparece. Cuando estamos inconscientes, como en el coma, quizás no tengamos consciencia; quizás no tengamos experiencia de lo que nos sucede como sujetos que observan objetos. Pero, no obstante, seguimos teniendo consciencia. Lo que Freud quería decir realmente es que, aunque existe una distinción entre estar consciente o inconsciente, ambos son estados de consciencia. En uno de ellos, somos conscientes de la escisión sujeto-objeto; tenemos una experiencia con dos polos: el sujeto (el experimentador) y el objeto (lo experimentado). Pero en un estado inconsciente no tenemos conciencia de tal separación. A través del psicoanálisis podemos explorar de qué modo los procesos mentales que tienen lugar en el inconsciente, de los cuales no somos conscientes, no dejan por ello de incordiarnos durante el estado de vigilia consciente. Según Freud, convendría intentar identificar y comprender esos procesos inconscientes con el fin de mejorar nuestra salud mental.

La consciencia es un aspecto fundamental de nuestra naturaleza que resulta difícil de definir, al menos, de manera inmediata. Podemos tomar conciencia de algunos aspectos y atributos de la consciencia, pero eso es todo cuanto podemos hacer. Porque, en última instancia, y según la visión del mundo cuántica, la consciencia es el fundamento de todo ser, y cualquier definición que demos de ella será siempre insuficiente. La consciencia es todo cuanto existe, de modo que por mucho que intentes definirla te vas a quedar corto, porque la definición, en sí, es un fenómeno de la consciencia, y no al revés.

Pero volvamos a la pregunta fundamental con la cual comenzamos: ¿de qué está hecho todo? Aparte del psicoanálisis, ¿existe algún otro motivo convincente para elegir entre consciencia y materia a la hora de responder a esta pregunta? Afortunadamente, hoy en día podemos refutar científicamente la visión del mundo materialista. Teóricamente, podemos hacerlo mediante la demostración de paradojas, de nudos lógicos de pensamiento; experimentalmente, podemos hacerlo a través de datos anómalos. Las sutilezas verbales se han hecho innecesarias.

La interacción material tiene ciertas propiedades. Una de ellas es que todas las interacciones, todas las comunicaciones, tienen lugar a través de conexiones, de señales que pasan a través del espacio y el tiempo. Sin embargo, actualmente, hasta los estudiantes de grado de Física pueden verificar comunicaciones sin señales entre objetos cuánticos submicroscópicos. Y el trabajo que algunos físicos cuánticos están realizando demuestra concluyentemente que no podemos comprender la física cuántica sin introducir una consciencia causalmente potente en ella, sin introducir no sólo la consciencia, sino también la consciencia no material con poder causal. De otro modo, caeríamos en una paradoja.

El poder causal de la consciencia –la causación mediante la elección consciente desde la potencialidad hasta la actualidad– se parece mucho a la vieja idea cristiana de la causación descendente por parte de Dios. Pero eso no es exactamente cierto, aunque se acerca lo suficiente como para que suenen las alarmas en las mentes enclaustradas de los materialistas. Sin embargo, lo importante es esto, que la nueva visión de la causación descendente no material es que implica una comunicación no-local en tanto que opuesta a la comunicación con señales. La comunicación local atraviesa la localidad para alcanzar lugares distantes, como por ejemplo cuando nos comunicamos con el sonido; el sonido es una señal local. Pero cuando nos comunicamos sin señales, como en la telepatía, eso es no-local.

Con el concepto de no-localidad tenemos una consecuencia verificable experimentalmente de una metafísica basada en la consciencia. Las interacciones materiales se comportan localmente y precisan de señales. Pero cuando la consciencia interactúa con el mundo no precisa de señales, sólo precisa de comunicación no-local. Cierto es que este tipo de comunicación parece algo subjetivo. Pero experimentos objetivos llevados a cabo desde 1982 han demostrado que existen ciertamente interacciones no-locales en el mundo. Así, el materialismo científico, que se basa exclusivamente en las interacciones materiales, queda experimentalmente descartado. En cambio, a través de la experimentación podemos establecer la idea de que en el mundo existe un nuevo tipo de interacción no material. Disponemos de un nuevo tipo de causación: la capacidad causal de la consciencia.

La comunicación sin señales

En los últimos siglos, la ciencia materialista ha estado muy ocupada descifrando los misterios de la materia, hasta el punto de desarrollar tecnologías que han sido decisivas para nuestra civilización. Sin embargo, tales tecnologías han traído consigo también consecuencias negativas; consecuencias que no podemos permitirnos el lujo, ni tenemos la necesidad, de soportar. Las preguntas científicas más profundas de hoy en día guardan relación con las grandes estructuras cosmológicas, pero resultan bastante inútiles. ¿Qué utilidad práctica tiene, por ejemplo, el estudio de los agujeros negros? No podemos verificarlos experimentalmente, y las investigaciones en este campo parecen no tener propósito alguno. De modo que, ¿para qué perder el tiempo estudiándolos?

Pero es que, además, tenemos muchísimos problemas en el mundo: el cambio climático global, el terrorismo y la violencia, las crisis económicas y la codicia insaciable de las grandes corporaciones, una multitud inabarcable de personas en paro o bien en empleos absurdos, una polarización política insoportable, el incremento desmesurado del coste de la atención sanitaria convencional, una educación que refuerza dogmas e ideologías sin ofrecer ejemplos vivos de los valores que predican, etc. Resolver todos estos problemas va a precisar de un cambio de mentalidad a nivel global, un cambio de consciencia colectiva, de manera que convendrá que desarrollemos un enfoque diferente; un enfoque que nos permita alejarnos del actual paradigma científico para dirigirnos a otro que incluya la consciencia; un paradigma capaz de integrar el poder de la consciencia en nuestra vida cotidiana.

Tendremos que reconocer que, a la hora de explicar la consciencia, el modelo materialista del mundo ha fracasado estrepitosamente como principio explicativo. Los objetos, los objetos materiales, sólo pueden producir otros conglomerados de objetos materiales. Todos los objetos, tomados en su conjunto, nunca podrán producir un sujeto; y de eso, precisamente, es de lo que va la consciencia humana. Somos todos sujetos observando objetos, observando el mundo, formulando visiones acerca del mundo. Y aquellos que dicen que todas esas visiones proceden de la danza de las partículas elementales en un nivel básico no están haciendo otra cosa que engañarse a sí mismos, pues están pasando por alto la existencia de significados y valores. Están negando la eficacia causal en el nivel de la consciencia humana, en el nivel más elevado. Sin valores, no puede haber civilización. Esto quiere decir que nuestra civilización se halla en peligro si nos creemos lo que dicen los materialistas científicos de que la materia es el fundamento de todo ser. Sin embargo, la física cuántica sugiere una visión del mundo en la cual la consciencia, y no la materia, es el fundamento de todo ser. Sugiere un mundo en el que significados y valores pueden reintroducirse en la ciencia como aspectos de la consciencia, más allá de la materia. Éste es el nuevo enfoque de la ciencia que nuestra sociedad precisa.

Los científicos convencionales han adoptado un enfoque ciertamente curioso ante esta crítica, a saber, la negligencia benigna. Parece que tienen la esperanza de desacreditar el nuevo enfoque simplemente ignorándolo, con su silencio, privando a sus oponentes, entre los cuales me encuentro, de la oportunidad de entablar un debate. Pero mientras la ciencia convencional ha optado por ignorar el trabajo de los activistas cuánticos, nosotros hemos aprovechado el tiempo para desarrollar una nueva ciencia cuyo avance no se ve obstaculizado por las controversias. Como consecuencia de ello, disponemos ahora de una teoría de la consciencia ciertamente sólida, una teoría basada en la física cuántica. Y gracias al trabajo de muchos investigadores experimentales, disponemos también de un montón de datos que corroboran esa teoría.

El materialismo científico se basa en un concepto denominado «dualismo», la idea de que algo no material tiene que existir como objeto aparte. Ésta es su justificación principal para negar el papel de la consciencia y el resto de las experiencias «internas». El dualismo evita la cuestión de cómo interactúan los objetos materiales con los no materiales. Pero, fíjate bien: si la materia y la no-materia no tienen nada en común, eso significa necesariamente que precisan de un mediador, de una señal, para interactuar; precisan de algo que las «conecte». Éste ha sido un hueso ciertamente duro de roer para los defensores de los seres no materiales. La respuesta de la física cuántica es la comunicación sin señales, la no-localidad, en la jerga técnica. La comunicación sin señales es imposible en el espacio y el tiempo, de modo que hay que recurrir a otro dominio de la realidad fuera del espacio y del tiempo. Según la física cuántica, ése es el dominio de la potencialidad. Si esto es así (y los experimentos dicen que lo es), todos los argumentos materialistas contra el dualismo se desvanecen. De este modo, se devuelven valores y significados a la espiritualidad, la religión, las artes y las humanidades, y cómo no a la consciencia en sí. Y si el dualismo se desvanece, los objetos no materiales se pueden comunicar con los objetos materiales y con otras variedades de objetos no materiales, porque no necesitan de señales para comunicarse a través del dominio de la potencialidad, conocido también como consciencia.

La física cuántica nos obliga a concluir que el dominio de la potencialidad es en realidad la propia consciencia. Además, nos demuestra que la comunicación entre lo que parecen ser dos objetos separados –mente y materia– está mediada por la consciencia. Ésta es la esencia del paradigma cuántico.

En ocasiones, los materialistas intentan desacreditar la idea de que la física cuántica, la no-localidad cuántica, puede tener efectos sobre los fenómenos de los niveles macroscópicos de la experiencia humana. Pero disponemos ahora de las evidencias de multitud de experimentos en diversos campos –física, biología, psicología y medicina– que sugieren que existe un dominio no-local incluso en el nivel macroscópico. Estos experimentos sustentan la afirmación de que la comunicación sin señales existe realmente no sólo en el mundo microscópico, sino también en el mundo macroscópico de la materia y la experiencia humana. A medida que desaparecen los apuntalamientos de sus argumentos, cada vez más científicos convencionales están llegando al punto de vista cuántico. Y aunque la mayoría sigue sin aceptar los aspectos «raros» de la física cuántica (como la no-localidad), aquellos que sí que lo hacen se muestran más dispuestos a entablar una discusión académica acerca de la teoría.

El parapsicólogo Dean Radin apoya la nueva visión del mundo cuántica. Radin ha llevado a cabo unos interesantes experimentos para los cuales ha utilizado un generador de números aleatorios, que es un aparato que convierte acontecimientos aleatorios de descomposición radiactiva en matrices aleatorias de ceros y unos con la ayuda de un ordenador. Radin situó estos generadores de números aleatorios en lugares donde había gente meditando y descubrió que, en presencia de meditadores, el comportamiento de los generadores de números aleatorios se hacía significativamente menos aleatorio de lo que sería de esperar estadísticamente. Radin había planteado la hipótesis de que el generador de números aleatorios debería desviarse al máximo de la aleatoriedad en presencia de intenciones coherentes, y eso es precisamente lo que verificó no sólo en presencia de personas en un entorno meditativo, sino también con personas que estaban presenciando la Super Bowl. En esas situaciones, Radin descubrió que la intención provocaba ciertamente una desviación de la aleatoriedad.

Por otra parte, en aquellas situaciones en las que las personas se conducían de forma atolondrada, en las que no se observaban intenciones particularmente claras, los generadores de números aleatorios se comportaban normalmente. Por ejemplo, en la sala de juntas de una gran empresa o en una reunión de profesores de universidad, los generadores de números aleatorios generaban matrices aleatorias de ceros y unos, mientras que en las salas de meditación no lo hacían. Estos experimentos sustentan la nueva visión de la física cuántica de que la intención consciente puede tener efectos claros en los resultados, y demuestra la presencia de la elección consciente, que, como Gregory Bateson dijo hace mucho, es lo opuesto a la aleatoriedad. Los antagonistas de la visión del mundo cuántica tendrán que hacer las paces más pronto o más tarde con datos experimentales como los que se desprenden de los experimentos de Radin.

Polarización e integración

En el mundo actual no tenemos necesidad de más polarizaciones. Lo que necesitamos realmente es una mayor integración. Aunque quizás de un modo menos pronunciado que en otros lugares, en Estados Unidos, la polarización entre ciencia y religión ha llegado a bloquear el proceso político. ¿De qué modo infecta la política la polarización entre ciencia y religión? Muy sencillo.

Por una parte, hay personas que quieren valores, que temen que el materialismo científico arrolle a toda la sociedad y la deje sin una brújula moral. Son personas que prefieren vivir sin ciencia a vivir sin valores. Por otra parte están los alegres materialistas que justifican su hedonista estilo de vida con el materialismo científico y la filosofía existencial. Los conservadores, que siempre se han decantado por una sólida integridad y un firme carácter moral, se han puesto del lado de la arcaica visión del mundo de los fundamentalistas cristianos y, más que defensores de los valores, se han terminado haciendo anticientíficos. Con ellos corremos el peligro de que nos lleven de vuelta a los tiempos en que las élites religiosas y políticas dictaban la moralidad de todos. Por otro lado, los progresistas, desde siempre creativos y de mentalidad abierta, que siempre han apoyado la ciencia debido a su promesa de liberarnos de todo dogma, han terminado por sentar sus bases en el materialismo científico, que es en sí mismo otro dogma, para terminar apoyando otro tipo de elitismo en el cual el conocimiento y la información son poder. La gente que dispone de ese poder y lo monopoliza constituye la nueva élite.

Sin embargo, la ciencia debería de estar libre de dogmas, puesto que la ciencia no es más que una metodología. En primer lugar, tú dispones de una teoría, luego tienes los datos experimentales y, por último, aplicas esa teoría y los datos. Pero ¿cómo vamos a poder implementar tal metodología si el dogma se inmiscuye en el sendero? En un bando tienes la divisiva e incompleta teoría de la evolución, el darwinismo. En el otro, tienes a los creacionistas, los fundamentalistas cristianos que utilizan ideas arcaicas de la Biblia para contradecir a la ciencia. Ambos bandos están enzarzados en una batalla de dogmas que impide a la ciencia seguir avanzando. Y la gente sufre a causa de ello.

La ciencia convencional ha intentado desacreditar y desestimar los datos que sustentan la idea de la no-localidad de la experiencia macroscópica. Etiquetan a estos fenómenos como «paranormales» y refutan mediante argucias la teoría de la consciencia basada en la física cuántica. Los activistas cuánticos afirman que no se puede comprender la física cuántica si no se introduce la consciencia en la ecuación. Pero los materialistas no hacen otra cosa que citar otra media docena de formas plausibles de hacer desaparecer las paradojas de la física cuántica, para luego incluir nuestra teoría basada en la consciencia como un elemento más de la larga lista de soluciones propuestas. Parece importarles poco que, examinándolas más de cerca, todas esas otras soluciones aparentemente verosímiles no puedan verificarse, mientras que la solución basada en la consciencia ha cumplido ya de sobra con el criterio de verificabilidad. Bajo la égida materialista, el carácter de la ciencia está cambiando totalmente y se está convirtiendo en lo que, medio en broma, yo denomino «ciencia sin hechos». Muchos científicos famosos han presentado teorías que no han sido verificadas y que, probablemente, nunca lo serán.

Así pues, ¿cómo vamos a resolver esta batalla de dogmas? La solución es muy sencilla: adoptando la física cuántica y la visión del mundo cuántica. La física cuántica lleva con nosotros desde hace casi cien años. La hemos explorado y hemos empleado una cantidad enorme de tiempo intentando comprender su mensaje. Desde el mismo principio, quedó claro que la visión del mundo newtoniana, el materialismo científico, no iba a soportar los hallazgos de la física cuántica. Sin embargo, no hemos conseguido resolver el dilema.

Tras la segunda guerra mundial, cuando el poder de la ciencia pasó de Europa, que está más centrada en la filosofía, a Estados Unidos, con una mentalidad más pragmática y práctica, el mensaje de la física cuántica se perdió en favor de la filosofía, aparentemente más práctica, del materialismo científico.

La metafísica experimental

Cuando la física cuántica comenzó a hacerse sentir en la cultura, yo todavía era bastante joven e iba en pos de la física tradicional. Recuerdo el entusiasmo que sentí cuando, en la década de 1970, el libro El tao de la física,[06] y el eslogan «Somos nosotros quienes creamos nuestra propia realidad», aparecieron en escena. Lo cierto es que incluso teníamos al menos un congreso anual sobre las derivaciones filosóficas de la física cuántica. Pero los dilemas filosóficos nunca quedaban resueltos debido a la falta de datos experimentales. Las verificaciones experimentales de las extrañezas cuánticas comenzarían a llegar en la década de 1980, de tal manera que para entonces volvimos con gusto a las cuestiones filosóficas. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que algunas de las paradojas más profundas de la visión del mundo cuántica –algunas de sus «rarezas» lógicas– nunca se resolverían si seguíamos mirándolo todo desde la lente del materialismo científico.

Más bien, la solución precisaría de una nueva metafísica, una metafísica que fuera también verificable experimentalmente. El filósofo Albert Shimony denomina a este nuevo desarrollo «metafísica experimental». En esta nueva metafísica, la consciencia es el fundamento del ser. Ésta es una idea metafísica, pero es una idea que se puede someter a prueba experimental. Y la prueba es muy sencilla. Si la materia fuera el fundamento del ser, entonces no existiría algo como la comunicación sin señales, la no-localidad. Mientras que si la consciencia es el fundamento de todo ser, la comunicación sin señales es una posibilidad, incluso en el mundo macroscópico de la experiencia humana. Y, no por casualidad, las pruebas de esto son ahora abundantes.

Pero seamos claros. Yo digo que el materialismo científico es un dogma debido a su creencia de que la materia lo es todo. Pero siguiendo la misma lógica, ¿la creencia de que la consciencia lo es todo no sería también un dogma? Bueno, lo sería… si no fuera por una diferencia fundamental, que la visión del mundo cuántica es inclusiva, no excluye la posibilidad ni la eficacia del mundo material. Sitúa ambas, consciencia y materia –Dios y el mundo, si lo deseas– en pie de igualdad.

Así pues, lo que tenemos que hacer es cambiar nuestra manera de ver las cosas. La ciencia moderna nos ha ofrecido explicaciones científicas para algunas horribles y «malas» verdades relativas a los seres humanos, como que tenemos circuitos cerebrales emocionales negativos, instintivos; que odiamos, que somos violentos, competitivos, envidiosos y coléricos porque hemos evolucionado así. Ésta es la negatividad que, de algún modo, tenemos que contrarrestar. Tenemos que crear circuitos cerebrales emocionales positivos. Pero, según el materialismo científico, esto no es posible, pues el materialismo científico niega la existencia de los valores, niega la validez de nuestras experiencias intuitivas que nos dirigen hacia los valores, niegan cualquier creatividad que nos permita crear circuitos cerebrales emocionales positivos.

Y, sin embargo, sabemos desde hace milenios que el cambio en nosotros, en nuestro futuro evolutivo, debe proceder de algo que nos haga más amorosos, más amables con nuestros vecinos, que nos haga valorar más la belleza, que nos haga más capaces de impartir justicia. El movimiento de la consciencia lo exige. Es así como queremos cambiar para contrarrestar nuestras deficiencias evolutivas. Queremos manifestar en nosotros los arquetipos platónicos –los valores– para incorporarlos en nuestros circuitos cerebrales. Quizás este objetivo parezca poco o nada «científico», y puede que sea un golpe de intencionalidad al materialismo científico, pero ¿y qué? La nueva ciencia, como veremos, deja espacio para el propósito, la intención, como forma de impulsar el cambio.

Y, evidentemente, allá donde haya un objetivo, seguro que hay un camino para alcanzarlo. Lo único que tenemos que hacer es seguir nuestra intuición con creatividad, una creatividad adecuadamente entendida. Gracias a la visión del mundo cuántica, sabemos que la creatividad es posible y que será útil. Por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos un propósito claro que no niega el mundo: el de la evolución del propio mundo hacia la positividad. La mayoría de las tradiciones espirituales tienden a pensar en el mundo material como en una ilusión. Pero la visión del mundo cuántica no ve las cosas de este modo, lo cual nos permite mantener los elementos positivos de las tradiciones espirituales al tiempo que dejamos de lado los aspectos negadores del mundo. El mundo es legítimo; el mundo tiene orden; es importante.

Por tanto, la visión del mundo cuántica nos permite integrar lo mejor del materialismo científico –la importancia del mundo– con lo mejor de las tradiciones espirituales –la importancia de la totalidad–. Dentro de este paradigma podemos integrar nuestra dependencia de la ciencia por la tecnología con nuestra dependencia de las tradiciones espirituales por el significado, los valores y las energías del amor. Éste es el objetivo del activismo cuántico: cambiarnos a nosotros mismos y a la sociedad en función de los principios cuánticos. Cambiándonos a nosotros mismos, llegamos al crecimiento personal, la satisfacción y el significado; mientras que revolucionando los sistemas sociales –la política, la economía, la salud y la sanación, la educación, la religión y la ecología–, todos los cuales se hallan actualmente en crisis, salvamos la civilización. Así, la visión del mundo cuántica y el activismo cuántico nos pueden ayudar literalmente a salvarnos de nosotros mismos.

[06]. Libro escrito por Fritjof Capra, actualmente publicado en castellano por Editorial Sirio. Málaga, 2017.

Capítulo 2

LA CONSCIENCIA Y LA CIENCIA DE LA EXPERIENCIA

He presentado el movimiento del activismo cuántico porque el establish­ment