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El manuscrito encontrado de Ciempozuelos E-Book

Guillermo Rendueles Olmedo

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Beschreibung

Guillermo Rendueles pone a prueba, en este lúcido libro, la conocida tesis de Marx: La esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo, es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Para en ello ha librado del polvo del archivo del manicomio de Ciempozuelos la historia clínica nº 6966 correspondiente a la interna Aurora Rodríguez, madre de Hildegart. Este trabajo ha sido realizado con la paciencia y la minuciosidad del etnógrafo, pero sin su frialdad. Sirviéndose de la historia oral, de la documentación histórica, y de un riguroso análisis realizado sobre el manuscrito encontrado en el manicomio, Guillermo Rendueles elabora un modelo teórico que le permite, no solo insertar a Aurora en su entorno social sino, a la vez, poner al descubierto el funcionamiento de las instituciones de socialización y resocialización aún vigentes en nuestras sociedades.

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Temas: Psiquiatría, Teoría social

Guillermo RENDUELES OLMEDO

El manuscrito encontrado en Ciempozuelos

Análisis de la historia clínica de Aurora Rodríguez

Fundada en 1920

Nuestra Señora del Rosario, 14, bajo

28701 San Sebastián de los Reyes - Madrid - ESPAÑA

[email protected] - www.edmorata.es

El manuscrito encontrado en Ciempozuelos

Análisis de la historia clínica

© Guillermo RENDUELES OLMEDO

Edición original del autor con el mismo título publicada en 1989 por Ediciones Endymion con ISBN 84-7731-023-8 y depósito legal M-363-1989.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Todas las direcciones de Internet que se dan en este libro son válidas en el momento en que fueron consultadas. Sin embargo, debido a la naturaleza dinámica de la red, algunas direcciones o páginas pueden haber cambiado o no existir. El autor y la editorial sienten los inconvenientes que esto pueda acarrear a los lectores pero, no asumen ninguna responsabilidad por tales cambios.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2017)

Nuestra Señora del Rosario, 14

28701 San Sebastián de los Reyes (Madrid)

www.edmorata.es - [email protected]

Derechos reservados

ISBNpapel: 978-84-7112-843-0

ISBNebook: 978-84-7112-844-7

Depósito Legal: M-17.090-2017

Compuesto por: John Gordon Ross

Cuadro de la cubierta: Tono Bross adaptada de la portada de la edición original de 1989 con ilustraciones de César Bobis.

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Nota de la editorial

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Contenido

Nuevo prólogo

¿Olvidar a Aurora-Hildegart?.—Las Polgár: tres genias del ajedrez.—Aurora y la genealogía feminista.—Amor y Pedagogía: la enfermedad pedagógica de Unamuno.—¿Recuperar la memoria o imaginar el pasado?.—La Realidad del Encierro.—Patogenia y Patoplastia: Aurora y la Eugenesia.—Del Falansterio al Panóptico.

Introducción

El manuscrito. Copia de la historia clínica número 6.966

CAPÍTULO 1: La forja de una loca

¿Quién fue Aurora?.—El sistema familiar de Aurora.—Hegel y Antígona.—La novela familiar de Aurora Rodríguez.

CAPÍTULO 2: Y en El Ferrol nació un niño

CAPÍTULO 3: Frente a la familia, falansterio

CAPÍTULO 4: La Inmaculada Concepción de Hildegart

CAPÍTULO 5: La vida pública de Hildegart

CAPÍTULO 6: Un crimen por razón

CAPÍTULO 7: La disputa entre la cárcel y el manicomio. ¿Está loca Aurora?

CAPÍTULO 8: La mortificación del alma en la cárcel

CAPÍTULO 9: La segunda vida de Aurora: de la utopía manicomial a Frankenstein

Reglamento de régimen interno.—Normas generales a seguir en la Unidad.—Horarios a cumplir en la Unidad.—Normas para el dormitorio.—Normas para el aseo y el WC.—Comedor.—Sanciones.

Anexo

Informe psiquiátrico.—Autoanamnesis.—Exploración somática y psíquica.

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Nuevo prólogo

¿Olvidar a Aurora-Hildgart?

La reedición de un libro lejos de casa, junto a una indudable satisfacción narcisista, actualiza un debate sobre los dilemas del deber de recordar y el miedo a caer en la repetición anacrónica. BENJAMIN1 nos exhorta a la memoria, a que no se pierdan esas crónicas de los vencidos que alimentan desde el relato del crucificado el débil poder mesiánico que le es concedido a cada generación. Cuando llegue el día de la liberación mesiánica, la mirada atrás, y el recuerdo de las derrotas, será el relato que totaliza la historia que los de abajo pueden oponer a la Historia de los vencedores que hoy conocemos bajo ese nombre académico. Recordar derrotas y convertirlas en fuerzas redentoras es la consigna de BENJAMIN que propugna tejer, con todos esos relatos de los vencidos, una especie de relatos secretos que sustenten la esperanza de los de abajo de que sus sufrimientos no serán insignificantes, no serán florecillas atropelladas por el tren del progreso.

Frente a ese deber de memoria, NIETZSCHE nos alerta contra su sobredosis, y nos aconseja un uso pragmático: la historia no es maestra de nada, y depende del fin para el que sea usada. Frente a los capaces de enfrentar el eterno retorno y aguantar la repetición del sufrimiento como ley de la vida que conduce al superhombre, la confianza en el progreso histórico, y sus fábulas hagiográficas, sirven para que los pusilánimes eludan sus deberes de cambiar el mundo, y dejarlo fluir hacia esa mejora natural.

Que el deseo de crear un genio, que Aurora encarnó en su tiempo, sea un proyecto anacrónico, queda negado por sus continuas reactualizaciones en la historia reciente. A nivel teórico H. GARDINER en su texto sobre Mentes Creativas afirma, desde el modelo de las inteligencias múltiples, posibles genialidades en algunos aspectos de nuestras conductas que incluyen desarrollos pedagógicos de genios parciales en el deporte o en lo artístico2. Uno de sus ejemplos es Martha GRAHAM, un genio de la inteligencia corporal que logra revolucionar el ballet moderno, aunque sus rendimientos en lectura y escritura sean muy deficientes.

Las Polgár: tres genias del ajedrez

En Budapest, medio siglo después de que Aurora se embarazase de Hildegart, László Polgár publicó un anuncio en la prensa buscando esposa para poner en acto una fantasía pedagógica sobre su método para criar un genio ajedrecístico3. Klara, otra compatriota devota de la psicología y del ajedrez, responde a la demanda, y juntos logran no un genio sino tres: Susan, Sofía y Judith.

Las tres son, no solo las mejores jugadoras del mundo que logran el titulo de gran maestro antes de llegar a la pubertad, sino que son también jugadoras que insisten, por primera vez, en superar el tópico del abismo entre géneros del juego, y tratan de competir con éxito con grandes maestros masculinos.

El Método Polgár logra refinarse en cada gestación, y sin duda la más pequeña, Judith, es mejor jugadora que sus hermanas. Logra victorias en grandes torneos, abrazada a un peluche propio de su edad, compitiendo con éxito en partidas rápidas con maestros masculinos que la doblan o triplican en edad.

Ni lo peculiar de la crianza de estas niñas —no asisten al colegio, solo estudian ajedrez e idiomas—, ni las fuertes presiones a las que estuvieron sometidas por los regímenes autoritarios del Este (las 3 formaron parte del equipo húngaro que derrotó por primera vez a la “imbatible” selección rusa), patologizaron sus biografías que resultan de lo más vulgar. Respecto al desarrollo vital tampoco parece que esa unidimensionalidad de su formación provoque el tópico genio-locura. Judith vivió felizmente casada en New York, y fue capaz de dejar el ajedrez de competición para criar a su hija, y participar en tareas de beneficencia organizadas por clubes de ajedrez para personas desfavorecidas socialmente.

Aurora y la genealogía feminista

La razón más profunda para olvidar la muerte de Hildegart es más ideológica que su supuesto anacronismo. Aurora Rodríguez resulta un recuerdo ambiguo para el feminismo español. Su precoz pedagogía para forjar una nueva mujer, regenerar a “las paridoras”, y crear un falansterio, favorecen su inclusión en la memoria libertaria. Su adscripción al cientificismo darwinista, que la llevó a defender el malthusianismo y la eutanasia, junto a su personalidad autoritaria, que derivó hacia la paranoia homicida, la convierten en un recuerdo traumático.

La represión de ese trauma es la clave de las historias mentirosas que eluden el fantasma de Hildegart. Como tantos muertos de la época, reposa en un lugar en ninguna parte, en una fosa común madrileña, reducida a la nada por unos disparos. Creo que resaltar su presencia y su decisión, más allá de la retórica de Aurora, permite recordar su historia como algo bueno para pensar la utopía.

Las ficciones biográficas sobre Aurora Rodríguez suelen terminar con el olvido que en su historia produce la Historia. Su ingreso en el Manicomio de Ciempozuelos, en 1936, hace que la guerra civil sepulte su microdrama en la amnesia colectiva. Es como si en el imaginario colectivo la tragedia de la madre, que mata con su hija el proyecto de la Nueva Mujer Redentora del Género, hiciese desaparecer, y reprimiese a la vez, al resto de las utopías abiertas por la II República.

El rodillo represivo franquista presentó en sus noticiarios propagandísticos las manifestaciones de las mujeres comunistas con pancartas de Hijos sí, maridos No, en formato burlesco, como prueba de la maldad de las milicianas rojas. Dolores Ibarruri, que popularizó ese lema, fue demonizada hasta la caricatura de la roja —puta— sanguinaria. El folletín permitió enmarcar el drama de Aurora-Hildegart como el crimen pasional de una madre loca. Las imágenes que Basilio Martín Patino rescató de los Nodos de postguerra, en su inolvidable Canciones para después de una Guerra, reflejan ese resentimiento fascista ante la transgresión que el feminismo popular supuso contra las tradiciones familiaristas de la derecha española.

La caricatura de la roja sifilítica y sanguinaria, evocadora de la bruja encarnada por Pasionaria, con la que los burgueses asustaban a sus hijos, refleja bien el deseo de forcluir el recuerdo feminista. El consentimiento de la censura franquista con los semidesnudos de Celia Gámez cuando cantaba en las revistas de postguerra el “Hemos Pasao”, no contestaba solo al “No Pasarán” republicano, sino que iniciaba la construcción en el imaginario machista hispano de la puta buena que, desde el burdel, complementaba a la buena madre hogareña. Los Patronatos de Protección a la mujer concretarían esa represión femenina de la mujer “peligrosa o en peligro moral” con grupos de beatas, curas y policías que vigilaban bailes, cines, instituciones correccionales, e incluso manicomiales, para las “patronatas irreductibles”4. Las monjas Adoratrices se asentaron en el mismo manicomio de Ciempozuelos donde vivió y murió Aurora.

En la España de los años 30 se recibió el feminismo con burlas y descalificaciones que lo acercaban a la locura. La ocurrencia machista con la que responde el dramaturgo Jacinto BENAVENTE a la invitación que recibió de la Residencia de Señoritas (el equivalente de la Residencia de Estudiantes)5 con un yo no doy conferencias a tontas y locas, es celebrada como genialidad por la prensa republicana que demoniza en otras columnas, con caricaturas de tejedoras frente a la guillotina, el manifiesto sobre “una huelga de úteros” de las mujeres cenetistas.

Amor y Pedagogía6: la enfermedad pedagógica de Unamuno

En 1902 se edita por primera vez esta novela en la que el autor construye una distopía sobre los desastres que se derivan de intentar procrear y criar un genio por un padre enfermo de pedagogía. Para ello construye un par de personajes ridículos —un padre, don Avito Carrascal, y su alter ego, don Leoncio— que con una necedad cercana a la de Bouvard y Pecuchet7 se creen capaces de lograr totalizar un saber que permita encarnar una especie de Gran Hombre de la Historia. Don Avito y don Leoncio, en lugar de retirarse al campo con sus ideas pedagógicas, como hacen los personajes flaubertianos, se centran en crear un genio y, al igual que Aurora, tratan de ordenar desde la genealogía (ahí empieza el error amoroso de Avito) el embarazo y la crianza, todas las variables físicas y psíquicas, siguiendo los saberes del higienismo de la época. La alimentación con fósforo-legumbres, y la meteorización (habitaciones oxigenadas, paseos al aire libre) de la madre del genio, el uso del biberón en la lactancia, y la espera y registro de la primera palabra pronunciada por el genio, son las bases del proyecto inicial, en el que la madre es reducida a biología, a carne a fecundar por el espíritu de la pareja Avito-Leoncio.

Unamuno, por boca de don Leoncio, afirma que la cuestión feminista se reduce a la cuestión pedagógica por lo que, dada la ineducabilidad de la mujer —hay una referencia a MOLIÈRE y a su texto sobre Las Mujeres Sabias—, las mujeres solo pueden ser el soporte biológico del genio. Cuando nace el genio la cuestión nominal rompe la cabeza de don Avito y su compadre que deciden llamarlo Apolodoro, nombre que causará infantiles desgracias a su portador, que debe medirse con sus condiscípulos que le cantan “Apolodoro, cabeza de bolo”, obligándolo a las peleas de rigor. La dificultad pedagógica con su hijo, que se resiste al saber paterno, junto con el boicot de su esposa, que ha bautizado en secreto a su hijo con el nombre de Luis, y le abraza, le enseña el padre nuestro y le canta nanas, lleva a don Avito a buscar aliados fuera de la familia, y a desarrollar una utopía pedagógica sobre la génesis del genio en torno al gremio de los maestros pedagogos, quienes, como en la utopía de Aurora en Ciempozuelos, deben ser célibes y “padrear” a los hijos de los otros.

El desarrollo de la historia conduce a la catástrofe vital de Apolodoro, destruido por la influencia poética de un cura renegado —que curiosamente es bautizado por UNAMUNO como Hildebrando—, que lo induce al suicidio romántico, tras su fracaso en una relación amorosa.

Desde luego no pretendo glosar la obra unamuniana para lo que precisaría un libro entero, sino señalar el profundo antifeminismo de la intelectualidad española de la época que se traduce también en esa burla de los intentos pedagógicos. Solo el amor, dice nuestro autor, es capaz de ordenar el caos que preside la vida, y solo la afirmación del deseo religioso de vivir siempre nos rescata de la tentación de erostratismo que cree ver nuestro autor tras el proyecto del hombre nuevo en don Leoncio. La perseverancia en el error paterno, que reedita su proyecto con un nieto, hijo póstumo de Apolodoro y Petrilla, la criada, exhibe ese pesimismo compartido por BAROJA8 sobre la incapacidad del pensamiento ilustrado para aprender de sus errores y conformarse a la tradición.

¿Recuperar la memoria o imaginar el pasado?

El intento de superar la forclusión* no llevó al recuerdo de la realidad de las derrotas feministas, sino que nutre la fantasía con la que finaliza tanto la película de Fernando Fernán Gómez como el drama de Fernando Arrabal sobre una Aurora Rodríguez liberada en una especie de versión de la toma de la Bastilla republicana, que derriba los muros de los manicomios y las cárceles, algo que nunca tuvo lugar.

Fernando Arrabal —siempre a la espera del regreso del padre desaparecido—, al conocer la noticia de que Aurora murió en el Manicomio de Ciempozuelos, me contó desilusionado como, cuando estrenó su obra sobre el drama de Hildegart en Nueva York, soñó repetidamente que una vieja refugiada española se le presentaba al caer el telón y le decía: Hola, yo soy Aurora Rodríguez.

La ilusión de la fuga de Aurora Rodríguez no era un mito edipiano de Arrabal, sino algo común en la memoria del exilio republicano. Virgilio Botella9, hijo del primer abogado al que se dirigió Aurora tras matar a Hildegart, compartía esa creencia con el resto de los diversos gobiernos de la republica en el exilio de los que formó parte y, dada la confianza que Aurora tenía en las fraternidades masónicas, no dejó de preguntar por ella en diversas logias hasta que mi amistad le hizo conocer el destino manicomial de Aurora. Recordaba Botella, en esa clave de melodrama que tiñó la historia, la llegada de Aurora al despacho de su padre, y el desconcierto y la sensación de irrealidad que el primer contacto con ella le produjo. Su padre no estaba en ese momento, y fueron él y otro pasante del despacho quienes escucharon el frío relato del homicidio que no despertaba en ellos ninguna empatía. Aurora no tenía ninguna duda de que matar a Hildegart fue la única acción posible para salvarla de la conspiración mundial en la que estaba enredada. En idéntico sentido la sorpresa de Aurora, cuando entendió que la ayuda legal del bufete se iniciaba acompañándola al juzgado y a la cárcel, mostraba la irrealidad del mundo en el que vivía. Aurora no creía merecer ningún reproche legal, sino que anticipaba el enaltecimiento social ante el cumplimiento del sublime deber de salvar su obra. Botella no tenía ninguna duda sobre la locura de Aurora, prueba de ello era la ausencia de duelo o preocupación por el destino del cuerpo de Hildegart, un desinterés que contrastaba con su insistencia en que el bufete supervisara el cuidado de sus animales de compañía, encomendados a su criada, para los que llevaba una provisión de dinero que nunca faltó. Obviamente nada de todo esto despertó la simpatía de Virgilio Botella que comentó con su padre esa falta de resonancia afectiva con Aurora, que la hacía tan antipática a sus ojos como heroica le resultaba la figura de Hildegart, cuyo cadáver fue a visitar en medio de un dolor popular impresionante.

El mismo testigo me contó varias historias que soportaban una especie de mito del manicomio como lugar de escondite y protección que surgió en las fantasías de supervivencia en los dos bandos de la guerra civil. Todo el mundo en el bando nacionalista conocía la historia de tal o cual noble o religioso que, con la complicidad más o menos explícita de médicos y cuidadores, se escondieron en hospitales republicanos. En el psiquiátrico de Girona, en los años 1980 y 1990, se me reveló el misterio de la abundancia de champán gratuito para los médicos residentes: procedía del agradecimiento del Marqués de Perelada que había pasado en aquel escondite la guerra. En los últimos días de la retirada republicana el manicomio quedó sin cuidadores, y los internados sobrevivieron en un curioso régimen de autogestión y hambre, combatida a base de setas y caracoles, que llegó a su fin cuando el falso enfermo pudo identificarse y socorrer generosamente al manicomio10.

En otros lugares de España la huida a Francia de algunos psiquiatras combatientes republicanos de primera línea, como Tosquelles, fue posible porque simuló con éxito su pertenencia al grupo de enfermos en una expedición de internados que iba de Madrid a Reus. El propio Vallejo Nájera, consciente de ese “peligro”, escribió un texto torpe, y moralmente vomitivo, sobre la Simulación de enfermedad Mental, tratando de evitar que escapasen del paredón tanto desertores de su propio ejército como luchadores internacionalistas.

La Realidad del Encierro

Frente a esa fantasía de la fuga de Aurora, la realidad era mucho más prosaica: desde el 24 de diciembre de 1935 en que fue trasladada de la cárcel de Ventas, Aurora vivió internada hasta su muerte, en 1956, en el Manicomio de Ciempozuelos. Allí es internada por orden de la Audiencia de Madrid, que corrige la sentencia de veinte años de cárcel a la que fue condenada, por la de internamiento manicomial hasta su curación, es decir, a perpetuidad.

Y es que ese imaginario sobre la liberación del encierro manicomial, esa salida de los locos en el campo republicano, nunca tuvo lugar. La ideología de los psiquiatras republicanos españoles no trascendía el organicismo de la época —la enfermedad psíquica es la enfermedad del cerebro—, y en el mejor de los casos se convertía en un paternalismo que generaba extravagancias, tales como caravanas de locos que, para que no cayeran en manos fascistas, eran enviados desde Madrid a manicomios catalanes. En una de esas expediciones, según cuenta Tosquelles, tuvo lugar un suicidio colectivo en el que más de una docena de pacientes amanecieron ahorcados. Las llegadas a Cataluña tampoco eran un destino agradable: a veces desaparecían las historias clínicas, y los internados eran engullidos por el manicomio sin conocer ni su nombre, ni referencias a su pasado, o a su familia.

Con Aurora Rodríguez ese dilema no se plantea porque Ciempozuelos es precozmente territorio franquista, y ella misma envía cartas a Franco pidiendo su libertad, identificándose —no sé si de forma sincera u oportunista— con “los valores recién instaurados por el Caudillo”.

Franco BASAGLIA fundó sus tesis antipsiquiátricas en un desplazamiento de la tesis del doble literario de Jean-Paul SARTRE. La locura que conocemos en el manicomio, no es la locura real, sino la mortificación del alma, que los primeros meses de internado produce, deja sin rasgos de identidad a un yo que solo los recupera cuando se adapta al rol que el manicomio le ofrece. Como el cuartel con la tropa, el manicomio homogeniza el cuerpo y el alma de sus internados. Al despojarlos de su ropa, su corte de pelo, sus formas de andar, al obligarlos a vivir todo su tiempo como manda la ordenanza, forja en ellos una seudoidentidad que mezcla la locura propia con la institucional. Los antipsiquiatras, que coreábamos el abajo los muros de los asilos, intentamos recuperar una imagen más real de la locura, la que resiste al encierro, y aún no ha sido colonizada por la institución total.

Aurora llega al manicomio desde una institución total más destructora para ella: la cárcel de Ventas. Su conducta allí viene muy bien descrita por el lema de Rosa CAL11: A mí no me doblega nadie. Aurora ha tenido múltiples conflictos violentos en una institución carcelaria que presume de “modelo”, construida y regida según los esquemas higienistas de Victoria Kent y Trillo. Aurora es incapaz de aceptar su papel real de presa, y trata de imponer su razón a la sinrazón de la prisión. En Ciempozuelos afirma haber diseñado un sistema carcelario con el que pretendió dirigir la prisión, y tutelar a las presas. Éstas la califican de chiflada, y no había día sin pelea. Al tiempo Aurora abofetea a varias funcionarias y, cuando es llevada a celdas de aislamiento, promete que va a dejarse crecer las uñas para sacarle los ojos a alguna. Cuando Aurora afirma en su proceso la necesidad de redención de la mujer por su maldad infinitamente superior a la del hombre, seguramente estaba pensando en ellas. La junta de gobierno de la prisión se ve incapaz de reformarla, tras haberla sometido a casi dos años de aislamiento, y avisa que la vida de varias oficiales de prisiones corre grave peligro por tenerlas amenazadas de muerte. De ahí la presión al medico de la cárcel, doctor Redondo, y de éste al forense, doctor Alberich, quien, tras observarla entre mayo y junio de 1935, decide la existencia de una lesión mental que la incapacita, y ordena que se le nombre un tutor, que con el tiempo será su sobrino el pianista Rodríguez Arriola, así como su ingreso en un manicomio. Fue enviada al manicomio de mujeres de Ciempozuelos, en donde ingresó durante la nochebuena de 1935. Se la clasificó con el número 6.966 y le fue asignada una habitación de pago que pronto colonizó a su gusto. Desde el principio tuvo una conducta plácida y colaboradora, que contrastaba con las violencias de la cárcel, confirmando con ello la hipótesis de la locura.

Patogenia y Patoplastia: Aurora y la Eugenesia

Todo el curso vital de Aurora Rodríguez se basa en una asunción muy precoz de la angustia eugenésica. Desde su temprana idea de fundar un falansterio a su idea final del “manicomio modelo”, el deseo profundo de Aurora es la creación de unos seres humanos mejores de los que existen a su alrededor.

Lafora, el psiquiatra que la defiende en su juicio —elevado a los altares por la psiquiatría de izquierdas española—, compartía esa ideología eugenésica, y la defendió desde su estancia juvenil en EE.UU. como la ciencia de ser bien nacido, manifestando en 1930 su acuerdo con los postulados de la eugenesia norteamericana que incluye la esterilización forzosa de anormales de diversos tipos. Lafora, desde el Consejo Superior de Psiquiatría, influyó para que el consejo genético obligatorio se incluyese en el Centro de Higiene Mental, y polemizó contra el pensamiento religioso opuesto a la eugenesia. Extremando esa ideología Hildegart publicó diversos textos pro-eugenésicos en el contexto de la Liga para la Reforma Sexual que incluían un vomitivo articulo a favor de la eliminación de las vidas sin valor por el gas ciclón. En su exilio mexicano Lafora colaboró con la Sociedad Mexicana de Eugenesia para el Mejoramiento de la Raza, y después de 1940 escribió textos que justificaban la esterilización de pacientes crónicos y delincuentes12.

Cuando Lafora dice que las ideas de Aurora son delirantes por inaplicables, sus tesis de esterilización ya eran rutina en Alemania donde un decreto-ley eugenésico obligaba a todos los médicos a declarar a los enfermos incluidos en cinco diagnósticos. Tras el reclutamiento, un juicio burocrático de un tribunal estatal, que deliberaba durante menos de media hora por cada caso, conducía a los enfermos al quirófano. Las secuelas de muertes provocadas por complicaciones derivadas de ese sencillo procedimiento superaron los cinco mil casos reconocidos.

La parte más atroz del programa eugenésico fue realizada por un organismo gubernamental llamado Aktion T4, dirigido por un médico con aficiones poéticas llamado Bühler, que ordenó a todos los directores de manicomios de Alemania cubrir un informe descriptivo de los pacientes ingresados en sus instituciones, y enviarlo a Berlín. A partir de ese censo, miles de enfermos psiquiátricos fueron trasladados a seis instituciones donde se los asesinaba con el gas ciclón B. Hildegart había firmado un articulo a favor de esa medida incluido en su texto La rebeldía sexual de la juventud13. Asombra la ceguera moral de los ilustrados españoles de la época que, con Ortega y Gasset a la cabeza, consintieron y apoyaron a Hildegart en propagar ese horror. Alice Platen-Hallermund reitera la buena conciencia de los asesinos médicos que, según su relato ante los tribunales aliados, mostraban su extrañeza ante la acusación por el cumplimiento del deber que exige la “expurgación” de los parásitos del pueblo alemán.

En 1941, ya se habían exterminado setenta mil “vidas sin valor”, y Hitler mandó parar. Otro grupo importante de internados morirá de hambre y abandono, con el consentimiento de la mayoría de la población alemana, bien trabajada por la propaganda nazi. La población alemana, salvo una parte de la jerarquía católica, con el obispo Von Galen a la cabeza, no se opuso al genocidio. Los aviones ingleses bombardearán a los países ocupados con el hermoso discurso de van Galen contra la eugenesia.

Himmler pidió a Buhler unas toneladas de gas ciclón B que le habían sobrado para eliminar a la escoria social. Los asesinos de pacientes mentales —médicos, enfermeras, personal—, que ya habían celebrado una fiesta “por fin de obra” en Haldane14, se sorprendían de que la nueva clientela de las duchas, que interrumpía sus vacaciones, llevase pijama a rayas. En los documentos la cesión del gas no figura como un préstamo entre matones burocráticos, sino como un regalo de la empresa sanitaria a la justicia nazi.

¿Justifica esa criminalidad generalizada, y la idea eugénica, un parricidio mejor que la suposición de locura? Magda Goebbels había sido el estereotipo de la contrarrevolución femenina en Alemania, pero creo que nadie le atribuiría anormalidades psíquicas. Madre de 7 hijos, con una biografía que hizo las delicias de la prensa rosa, fue la cara amable del nazismo. Unas horas antes de asesinar a seis de sus hijos envía una carta al único de ellos que supone va a sobrevivir en la que expone argumentos muy similares a los de Aurora Rodríguez. Ahí está el texto en el que anuncia a Harald el horror que va a cometer:

Querido hijo: Hace seis días que papá (se refiere a Goebbels que no era su padre biológico), tus seis hermanos pequeños y yo estamos aquí en el bunker del Führer para dar a nuestras vidas de nacionalsocialistas, el único fin posible con honor. Debes saber que me he quedado con tu padre contra su voluntad, y que aún el domingo pasado el Führer quería ayudarme a salir de aquí. Ya conoces a tu madre, tenemos la misma sangre, y yo no tenía nada que considerar. Nuestra espléndida idea se hunde, y con ella todo lo que de admirable, noble y bueno que he conocido en mi vida. El mundo que vendrá detrás del Führer no merece la pena ser vivido, y por eso he traído también a los niños. Son demasiado buenos para la vida que vendrá después, y el buen Dios comprenderá que yo misma les dé la redención. Tu seguirás viviendo, y tengo un único ruego para ti: no olvides que eres un alemán, no hagas nada en contra de tu honor, y cuida con tu vida que nuestra muerte no haya sido en vano. Los niños son maravillosos y sin ayuda de nadie se cuidan de sí mismos en estas condiciones más que precarias. Ya tengan que dormir en el suelo, lavarse o no, tengan algo o nada que comer, no pronuncian una palabra de queja. Su presencia aquí es una bendición porque de vez en cuando logran hacer sonreír al Führer. Mantente orgulloso de nosotros, y trata de guardar un recuerdo orgulloso y alegre. Vive por Alemania.

Tu madre.

El personal del bunker rogó a Magda que les permitiese salvar a los niños del siniestro rito de vestirlos de blanco para matarlos. Jamás pensaron que estuviese loca, y conservó la sonrisa hasta su envenenamiento acompañando al monstruo.

Las peritaciones psiquiátricas de Aurora Rodríguez son fundamentalmente análisis formales. Desmenuzan los mecanismos de autoreferencia, sobreinclusión, denotación adiacrítica, vivencias apofánicas, que dotan de un significado persecutorio a la realidad. Esta patogenia parece que nada tiene que ver con el contenido central de su visión del mundo. La Eugenesia queda relegada en el análisis a patoplastia, a contenido indiferente del delirio, que en nada influye para la puesta en acto del crimen. Sin embargo yo pienso que en Aurora el poder d e vida y muerte de amplias poblaciones, que la eugenesia concede, le permitió articular un silogismo práctico en el que la muerte no era el peor pecado. Para ella, al igual que para aquellos hombres grises de Alemania, la muerte era un deber a cumplir, a la vez que le concedió una autoindulgencia que le permitió vivir sin culpa.

Del Falansterio al Panóptico

Ciempozuelos tranquiliza la conducta de Aurora que se muestra encantada con la limpieza, orden y moralidad del manicomio, lo que contrasta con la cárcel llena de aparatos para la masturbación, donde las prácticas homosexuales eran alentadas por unas funcionarias que, por ser de izquierdas, y ellas mismas homosexuales, fomentaban el desenfreno. Frente a ellas las monjas le parecen unos angelicales agentes del higienismo, y para ellas pide una condecoración.

Aurora, una vez instalada y bien hospedada en una habitación individual con plantas, pájaros, un gato, e incluso un piano, cuando aún no lleva un año internada en Ciempozuelos, ya sabe qué hacer con su fortuna: crear una escuela de psiquiatría para que forme a una élite de médicos que lideren un movimiento de higiene mental. Tal movimiento es la concreción grandilocuente de la doctrina eugenésica de Busquets que ya afirmaba, en 1915, la imposición de un certificado medico-estatal exhaustivo para autorizar cualquier matrimonio. Según la nueva utopía de Aurora, la población española debería pasar por internamientos periódicos en los que los psiquiatras seleccionasen quien debe procrear y quién debe quedar estéril. Los psiquiatras deberían ser exclusivamente varones y solteros —si se casasen pasarían a la categoría inferior de alienistas—, aunque no por ello abstinentes sexuales, sino satisfechos carnalmente por una especie de harenes.

Al tiempo que proyecta esa vigilancia y control de la población desde el idealizado lugar en el que ahora habita, Aurora empieza a recrear una biografía, como una especie de novela familiar psicótica en la que ella encarna siempre el bien y la razón, que dicta a sus psiquiatras, con la seguridad de que controla ese proceso. Cuando descubre que su discurso es reducido a síntomas, y que incluso intervenciones como la vasectomía, ignoradas por los psiquiatras españoles de la época, son etiquetadas de delirios, se aísla y calla, hasta que muere.

Para que la historia de Aurora-Hildegart haga más fuerte al movimiento feminista es preciso no dejarse seducir por el discurso del amo que impone un silencio mortal a quien no lo sigue, y atender al elocuente silencio de la victima, requiere percibir y rechazar en Aurora el riesgo de locura, de deslizamiento hacia el fanatismo, y la irrealidad que la utopía contiene, y que esteriliza tantas luchas bajo consignas de coherencia. Requiere asombrarse y alegrarse de como Hildegart, criada en una sumisión absoluta, rompe con una biografía dictada por su amo materno, y cuando tiene que elegir entre seguir viva como un títere o la muerte, no duda en decidirse por afirmar su autonomía y la libertad.

1 Toda la obra de BENJAMIN está iluminada por esas metáforas mesiánicas como sinónimo de Revolución. Su insistencia en ese deber de memoria, frente a la justificación del sacrificio de los de abajo por las locomotoras del progreso y de la historia, es su principal aporte al pensamiento marxista.

2 Howard GARDINER influye decisivamente en la pedagogía práctica moderna: aunque un alumno sea una catástrofe en las disciplinas clásicas puede ser excelente en las otras inteligencias que él nos propone.

3 Hay un libro con ese mismo titulo del autor que poseía una biblioteca con 10.000 libros sobre el tema .

4 Cuento la historia de las patronatas en el Manicomio en un texto publicado con ese titulo por la editorial Virus.

5 Julia VARELA desarrolla, tanto en Nacimiento de la Mujer Burguesa como en sus biografías de María Teresa DE LEÓN, Carmen BAROJA y Zenobia CAMPRUBÍ, en Mujeres con voz propia, un estupendo relato de esas luchas y tempranas derrotas.

6 La corta novela de este autor se encuentra en sus obras completas, y en alguna vieja recopilación de Editorial Libra.

7 FLAUBERT también ridiculiza las ínfulas, el saber libresco, de sus personajes mostrando las desgracias a las que conducen sus buenas intenciones.

8 En Metaliteratura y melancolíaCelia FERNÁNDEZ insiste en la actitud depresiva de ambos autores, que entroncan con el romanticismo alemán antiprogresista.

* Forclusión es un término que Lacán retoma del campo jurídico en el que indica que si no se cumple un trámite el proceso no puede llegar a su fin. Aplicado al campo psicoanalítico significa que si no se cumple la ley del padre el proceso de socialización se ve dañado.

9 Virgilio Botella fue un exilado español que en su presentación como traductor de la UNESCO se hacía subtitular como apátrida, para no ser confundido con los franquistas. Fue autor de una prolífica novelística de guerra y exilio, de la que caben destacar Todas las Horas Hieren y Tal vez Mañana.

10 La historia pertenece a la memoria oral del Psiquiátrico de Girona, y me fue relatada por varios pacientes y alguna religiosa de edad avanzada.

11 Rosa CAL,A mí no me doblega nadie, Edicions do Castro, La Coruña 1991. Constituye a mi juicio el texto de referencia para conocer la biografía completa de Aurora e incluye una sugerente hipótesis sobre el padre de Hildegart y una esplendida descripción del entorno ferrolano de Aurora.

12 Sobre la recepción de la eugenesia en España y su discontinuidad en la llamada psiquiatría del franquismo son muy esclarecedores los trabajos de Fernando DUALDE BELTRÁN

13 El texto fue editado por Morata, y no es de difícil acceso.

14 En el juicio por crímenes de guerra una docena de asesinos de ese matadero fueron ahorcados mientras que centenares de ellos fueron amnistiados.