El misterioso caso de la desaparición del pastel de chocolate - Jordi. Sierra i Fabra - E-Book

El misterioso caso de la desaparición del pastel de chocolate E-Book

Jordi Sierra i Fabra

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Beschreibung

Cuando está por realizarse el tradicional Gran Concurso de Pasteles y Tartas del pueblo, el pastel de la señora Herminia desaparece. En los últimos ocho años, ella y el señor Victorino han ganado de manera alternada. El principal sospechoso asegura ser inocente. Catalina, una niña muy lista y curiosa, está decidida a descubrir al ladrón con ayuda de Elena y Sergio, sus amigos. ¿Lograrán atraparlo? La gente, por ganar algo, lo que sea, es capaz de todo. 

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Sierra i Fabra, Jordi

El misterioso caso de la desaparición del pastel de chocolate / Jordi Sierra i Fabra; ilus. de Bruno Valasse. — México : SM, 2023

120 p. : il. ; 19 x 12 cm. – (El Barco de Vapor. Naranja ; 93 M)

ISBN: 978-607-24-5022-6

1. Integración social — Novela infantil. 2. Amistad — Literatura infantil.

3. Grupos sociales – Literatura infantil. I. Valasse, Bruno., il. II. t. III. Ser.

Dewey 863 S64

Texto D.R. Jordi Sierra i Fabra, 2022

Ilustraciones © Bruno Valasse, 2022

Dirección de Producto: Mara Benavides

Gerencia de Literatura Infantil y Juvenil: Mónica Romero Girón

Dirección de Arte y Diseño: Quetzal León Calixto

Edición: Lucía Rosas Zambrano

Diagramación: Mariana Castro

Primera edición, 2023

D.R.© SM de Ediciones S.A. de C.V., 2023

Magdalena 211, Colonia del Valle,

03100, Ciudad de México

Tel.: (55) 1087 8400

www.ediciones-sm.com.mx

ISBN: 978-607-24-5022-6

ISBN: 978-968-779-176-0 de la colección El Barco de Vapor

Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.

Registro número 2830

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, o la transmisión por cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La marca El Barco de Vapor® es propiedad de Fundación Santa María.

Prohibida se reproducción total o parcial.

La marca SM® es propiedad de Fundación Santa María, licenciada a favor de SM de Ediciones, S. A. de C. V.

Hecho en México/ Made in Mexico

A mis amigos y amigas de SM México, porque sin ellos Catalina no existiría J. S. i F.

A quienes buscan y a quienes se encuentran B. V.

1 CATALINA

QUE CATALINA ERA ESPECIAL se supo desde el primer día.

Muy especial.

A los padres se les caía la baba. Eran primerizos, claro, y eso contaba como plus. Catalina era menuda como ellos, tenía el cabello muy rizado como su mamá y la carita redonda como su papá. Nació con los ojos abiertos como platos. Y los tenía siempre igual. Lo miraba todo con cara de pasmo y sorpresa...

—Fíjate, parece que absorbe todo.

—Va a ser muy lista, sí.

—Yo creo que hasta durmiendo tiene la antena puesta.

—Lo capta todo.

—Es un sol.

—Preciosa.

—Oh.

—Ah.

Dejemos a los babeantes progenitores y sigamos hablando de ella.

Catalina empezó a gatear muy pronto. Era capaz de hacer los cinco metros pasillo (para ella eran, más o menos, como los cien metros planos de las olimpiadas) en un tiempo récord. La dejaban en el suelo y a los cinco segundos ya no estaba a la vista.

Su afición era descubrir cosas, abrir puertas y levantar tapas. Tuvieron que esconder la basura porque una tarde acabó dentro. Abría las puertas con un golpe de cabeza, ya que no alcanzaba la manija

Y lo de los cajones... Bueno, eso ya fue demasiado. ¡Se la pasaba en grande abriéndolos y descubriendo qué contenían! Sacaba todo (ordenadamente, eso sí), aunque después no supiera cómo volver a meterlo.

También empezó a caminar antes de tiempo y entonces sí sonó la señal de alarma en casa.

Acabaron poniéndole un cascabel para tenerla localizada.

Contar las innumerables historias y aventuras de Catalina sería largo, y no hay espacio para tanto. Vamos, pues, a concentrarnos.

La primera palabra que pronunció fue:

—Cereza.

Era de lo más peculiar.

Los pequeños se estrenan diciendo “papá”, “mamá” o “caca”. Lo normal. Ella no. Ella dijo:

—Cabeza.

No hubiera sido más que una anécdota, de no ser porque una semana después dijo:

—Belleza.

Y a los pocos días:

—Pereza.

¿Era casual que todas acabaran igual?

Papá y mamá no tenían ni idea.

Catalina estaba siempre seria. Miraba todo con sus grandes ojos y exploraba el mundo que la rodeaba con el dedo índice de la mano izquierda. El día que lo metió en un enchufe, por supuesto, se lo chamuscó y dejó a todos sin luz. Al ser tan seria, cuando decía una palabra, causaba expectación. Ella misma se mostraba sorprendida de su proeza.

De momento, solamente pronunciaba palabras sueltas, todas acabadas en “eza”.

Hasta que un día:

—Televizor.

Sus papás la observaban mientras ella señalaba el aparato con el dedo explorador.

—No, cielo. Se dice televisor —corrigió mamá.

—Televizor. Zerie. Guapoz.

Tres palabras y las tres con zeta.

—Te-le-vi-sor, se-rie, gua-pos —dijo papá.

—Televizor. Zerie. Guapoz —repitió ella.

Estaba claro que quería ver una serie en la que salían chicos y chicas muy guapos. Había escuchado a su mamá comentar esto.

Pero también estaba claro que...

—¡Ay, Mariano! —se estremeció mamá.

—¡Ay, Jacinta! —se estremeció papá.

Catalina los observaba impávida, sin entender a qué se debía tanta congoja.

—¿Qué es esto, cariño? —preguntó su mamá tocando la mesa.

—Meza —contestó la niña.

—¿Y esto? —su papá tocó una silla.

—Zilla —dijo tal cual su hija.

Estaba claro: Catalina ceceaba.

2 EL CECEO

LA LLEVARON AL MÉDICO. Como estaba sanísima, el médico la mandó a un logopeda.

El veredicto fue claro:

—Cecea, sí.

Papá y mamá se quedaron un poco preocupados.

—No tienen por qué preocuparse —continuó el señor—. Es una fase infantil. Otros tartamudean un poco. No es nada. Con el tiempo se les pasa.

Salieron más tranquilos.

Pero Catalina siguió ceceando con dos, tres, cuatro, cinco años...

Quizá no fuera “una fase” infantil.

Quizá se tratara de algo... para siempre.

A Catalina no le importaba en absoluto cecear. Ella hablaba así y listo. Si a alguien no le gustaba, que se fuera. Cuando tuvo los primeros contactos en el parque con otros niños, se enfrentó a lo más extraño: se burlaban de ella.

—Di: “Cosas malas saltando en la salsa”.

“Es una frase de lo más estúpida”, pensó, pero la dijo:

—Cozaz malaz zaltando en la zalza.

A su alrededor, todos se carcajearon.

Entonces soltó una de sus primeras y más tremebundas frases:

—Yo zezeo y lo zé, pero algunoz zon tontoz y todavía no ze han enterado.

Los dejó estupefactos.

Estaba claro que Catalina estaba muy adelantada a su edad. En la escuela ya hacía cosas que ninguno de sus compañeros lograba. Además, era empática, o sea, conectaba bien con todo el mundo; ayudaba, era solidaria, comprensiva y, en lugar de desesperarse o llorar por nada, razonaba las cosas y trataba de resolver los problemas. Siempre que pasaba algo malo, ella decía:

—Vamoz a ver cómo lo rezolvemoz.

Fue más o menos por entonces, a los cinco años, cuando le hicieron una prueba para saber si era lista o simplemente avispada.

Y cuál fue la sorpresa: la prueba dijo que era... una niña especial. Muy lista.

De entrada, a ella no le gustó. Es decir, ya sabía que era lista y especial. Lo que no le gustó fue que los demás lo supieran y le colgaran el cartelito de “niña lista y especial”. Ser algo así tenía, de momento, pocas ventajas y muchas desventajas.

Papá y mamá empezaron a pedirle, más bien a exigirle, que fuera la mejor en todo.

Una noche le preguntaron:

—¿Qué te gustaría ser de grande?

Y, sin pensarlo dos veces, les soltó:

—Aztronauta.

Fue lo primero que le pasó por la cabeza, pero se lo creyeron.

Con determinación.

—Astronauta —suspiró papá.

—Creo que hay que estudiar mucho para eso, ¿no? —vaciló mamá.

—Y debe de ser muy caro. ¿Hay universidades de astronáutica? —se rascó la cabeza papá.

—¡Lo que voy a sufrir cuando esté ahí arriba dando tumbos! —empezó a preocuparse mamá de manera anticipada, señalando la luna.

Ella los observó con seriedad. Eran sus padres, los quería, pero a veces...

Como fuera, con o sin ceceo, la vida de Catalina estaba bien, era divertida.