Empresas que trascienden - Jorge Merzthal - E-Book

Empresas que trascienden E-Book

Jorge Merzthal

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¿Existe un secreto para ser centenario? ¿Cuál es la fórmula mágica para vivir más de una centuria y conservar una imagen fresca, joven? Probablemente, estas preguntas sean de las más recurrentes en la historia de la humanidad y válidas tanto para las personas como también para las empresas. En el último caso, haber podido desentrañar el misterio de la permanencia en el tiempo, a través del desarrollo del negocio en entornos cada vez más hostiles y cambiantes, pareciera ser una quimera; sin embargo, algunas veces, es una realidad. Pero ¿cómo es que ciertas empresas han podido dar saltos generacionales y superar los embates de la historia y del, a veces, surrealista entorno empresarial?, ¿qué atributos se requiere desplegar para conseguirlo? Estas y muchas otras preguntas son abordadas y respondidas en el presente compendio de historias de éxito empresarial; sus protagonistas tienen en común el significativo logro de haber superado los cien años de vida y mirar el futuro con optimismo y vitalidad organizacional. Estamos seguros de que las valiosas lecciones de gerencia de estas instituciones, que pertenecen a los más diversos rubros de la actividad humana, aportan notablemente al entendimiento de los secretos de la longevidad empresarial y, al mismo tiempo, resaltan la importancia de contar con una visión de futuro, estrategias definidas, liderazgo organizacional entre otros valores indispensables para preservar una organización, llevarla al futuro con resultados tangibles y convertirla en agente positivo para nuestra sociedad.

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Empresas que trascienden: lecciones de gerencia

de organizaciones centenarias

© Jorge Merzthal Toranzo (editor), 2023

© Universidad ESAN, 2023

Av. Alonso de Molina 1652, Surco, Lima-Perú

[email protected]

Primera edición versión EPUB

Lima, diciembre del 2023

ISBN: 978-612-4437-61-8

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2023-12066

DOI: https://doi.org/10.46631/9786124437595

Dirección editorial

Carmen Santisteban

Redacción de crónicas

Walter Vásquez Lamadrid

Redacción creativa

Jorge Andújar Ramos

Corrección de estilo y de pruebas

Melody Toledo

Diseño de carátula

Estéfano Bullón

Diseño de interiores y diagramación

Ana María Tessey

Publicado en diciembre del 2023

Índice

Agradecimientos

Presentación

Introducción

Viñas Tacama – 1540 –

El Comercio – 1839 –

Siemens – 1847 –

Bodega Nájar – 1854 –

Lima Cricket and Football Club – 1859 –

Nestlé – 1866 –

Heineken – 1873 –

Club de Regatas «Lima» – 1875 –

Club Lawn Tennis de La Exposición – 1884 –

Cámara de Comercio e Industria de Arequipa – 1887 –

Banco de Crédito del Perú – 1889 –

Ron Flor de Caña – 1890 –

Rimac – 1896 –

Alianza Lima – 1901 –

ESAB – 1904 –

Socosani – 1904 –

La Ibérica – 1909 –

Yeso La Limeña – 1913 –

Gaseosas Cassinelli – 1915 –

Asociación Peruano Japonesa – 1917 –

Refinería Talara – 1917 –

San Roque – 1920 –

Clínica Anglo Americana – 1921 –

Ferreycorp – 1922 –

A modo de epílogo

AGRADECIMIENTOS

La Universidad ESAN expresa su profundo agradecimiento a las reconocidas empresas e instituciones cuyas trayectorias centenarias son materia de este libro. Igualmente, a sus propietarios y directivos, en especial a quienes aceptaron ser entrevistados y compartieron valiosa información en torno al devenir histórico de las firmas que representan y aquellos factores que les permitieron perdurar y prevalecer.

Viñas Tacama

Pedro Olaechea Álvarez-Calderón (director)

El Comercio

Luis Alonso Miró Quesada Villarán (presidente del Directorio)

Luis Miró Quesada Valega (expresidente del Directorio)

Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada (director periodístico)

Héctor López Martínez (historiador)

Siemens

Carlos Travezaño (CEO Siemens Perú)

Bodega Nájar

Alberto Muñoz-Nájar Friederich (presidente del Directorio)

Diego Muñoz-Nájar Rodrigo (director gerente general)

Lima Cricket and Football Club

Enrique Basombrío (expresidente del Directorio)

César Santisteban (presidente del Directorio)

Nestlé

Javier León (head of Marketing, Consumer Communications & Corporate Affairs de Nestlé Perú-Bolivia)

Heineken

Julian Haex (Managing director Heineken Perú)

Club de Regatas «Lima»

Jaime Cornejo Bustillo (presidente del Directorio)

Club Lawn Tennis de la Exposición

Ricardo Rivera (presidente del Directorio)

Cámara de Comercio e Industria de Arequipa

Broswi Gálvez Villafuerte (gerente general)

Banco de Crédito del Perú

Francesca Raffo (gerente general adjunta de Transformación)

Daniel Macera Poli (gerente de Relaciones Públicas)

Ron Flor de Caña

Eduardo Pellas Fernández (CEO)

Rimac

Fernando Ríos (gerente general)

Juan Luis Larrabure (vicepresidente ejecutivo de Márketing y Estrategia)

Mario Potestá (vicepresidente ejecutivo de Seguros Empresariales)

José Pestana (vicepresidente de Márketing e Innovación)

Patricia Cortez Angulo (gerente de Sostenibilidad y Asuntos Corporativos)

Nuria Peláez Shutte (gestora de Comunicación Externa)

Club Alianza Lima

Francisco Cairo (jefe de Prensa y Relaciones Interinstitucionales)

ESAB

Walter Freitas (director ESAB Sudamérica)

Socosani

Álvaro Durán (gerente comercial)

Alonso Estrada (gerente general)

La Ibérica

Javier Vidaurrázaga Zimmermann (presidente del Directorio)

Bernardo Suárez (gerente general)

Yeso La Limeña

Alfredo Pinillos Barreda (gerente general)

Gaseosas Casinelli

Javier Fernández (gerente general)

Asociación Peruano Japonesa

Juan Carlos Nakasone (presidente del Directorio)

Sergio Shigyo Ortiz (exdirector de Salud)

Refinería Talara

Carla Santa Cruz (gerente (e) corporativo de Comunicaciones y Relaciones Institucionales)

Jessika Hermoza Vega (jefa de Unidad Marca y Relaciones Institucionales)

San Roque

Jorge Piscoya Madueño (gerente general)

Clínica Anglo Americana

Gonzalo Garrido-Lecca Álvarez Calderón (gerente general)

Ferreycorp

Mariela García de Fabbri (directora gerente general)

PRESENTACIÓN

El mundo de los negocios, en toda su dimensión y complejidad, constituye una fuente de oportunidades para generar riqueza y promover el desarrollo de las personas y las comunidades. Se trata de un motor fundamental que marca el derrotero de los países porque contribuye con su crecimiento y configuración económica, histórica y social. Este hecho indiscutible presenta un cariz especial para el caso del Perú, una nación que ha afrontado múltiples adversidades durante sus dos primeras centurias de vida independiente. Estos grandes desafíos, uno tras otro, impactaron en la población y todos los ámbitos de la vida nacional, incluidas la economía y la empresa.

Sin embargo, las crisis pueden llegar a convertirse en oportunidades para emprender, afirmarse e, incluso, trascender aun en medio de la incertidumbre. Así lo han demostrado algunas empresas e instituciones que operan en el país y que, siendo centenarias, lo acompañaron en su complejo proceso histórico. Estas firmas hicieron uso de diversas capacidades y estrategias no solo para perdurar, sino también para contribuir a la recuperación y el crecimiento del Perú.

La Universidad ESAN, en el contexto de la celebración de sus 60 años de vida institucional, se complace en presentar a los lectores el libro Empresas que trascienden: lecciones de gerencia de organizaciones centenarias, una interesante recopilación de crónicas periodísticas que relata las historias de empresas que vieron transcurrir un siglo mientras gestionaban con éxito su modelo de negocio, y hoy miran el futuro con optimismo.

La publicación da a conocer aquellos factores y atributos que los propios directivos consideran relevantes para explicar el éxito de sus firmas en territorio peruano. A su vez, repasa las diversas limitaciones y oportunidades de crecimiento y aprendizaje que fortalecieron y ayudaron a consolidar a estas empresas. Son historias de vida empresariales ricas en ingenio y especialización, tradición e innovación, determinación y resiliencia. Se trata de recorridos inéditos, pero siempre encaminados hacia la sostenibilidad en el tiempo, y que pueden servir como inspiración para nuevas iniciativas empresariales.

Este libro, además, resalta la conexión histórica de cada una de las firmas protagonistas. Si bien el Perú cuenta con una sólida tradición historicista sostenida por renombradas voces académicas e intelectuales, la historia de los pueblos es un libro que no termina de escribirse. Por ello, la Universidad ESAN se enorgullece de aportar esta vez con una narrativa cercana y desde un punto de vista muy específico —el de los protagonistas del mundo de los negocios— al imaginario del Perú, para reflexionar sobre la eterna pregunta de quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos.

Que la lectura les sea propicia.

Jaime Serida Nishumura

Rector

Universidad ESAN

INTRODUCCIÓN

Un vistazo breve a los albores de la historia humana basta para comprobar y certificar el anhelo constante de conseguir la trascendencia, ya sea a través de la perpetuación de la especie o bien con los legados intelectuales y materiales, todo con el afán de resistir el paso de los años y «permanecer».

¿Pero quiénes han logrado la hazaña de plantar cara al titán Cronos? Esta pregunta, que puede antojarse metafórica, es empero de importancia vital en el contexto actual. Matusalén, el árbol más longevo del mundo, con sus casi 5,000 años de existencia, es en sí un pequeño retazo de eternidad. Ha contemplado imperios nacer, alzarse y fenecer, al igual que a los hombres que los construyeron. A nivel empresarial, Kongo Gumi, fundada en el año 578, es un referente que trata de equiparar a la naturaleza y su capacidad de perdurar. Sin embargo, siempre nos preguntamos cómo vencer el paso del tiempo y cuál es la manera de tentar la vida eterna. Crecer y sobrevivir a los avatares del tiempo, ese es el anhelo en cuestión y, quizás, la meta más cercana sea superar un siglo de existencia.

De estas reflexiones surgen nuevas preguntas: ¿existe un secreto para ser centenario?, ¿hay algún tipo de «magia» detrás de vivir más de una centuria manteniendo una imagen lozana y moderna? Como ya se ha mencionado, la juventud eterna y la prolongación de la vida no son, ni por asomo, preocupaciones recientes. Los monumentos que pueblan nuestro planeta son una demostración de esa necesidad del hombre de perdurar: las pirámides de Egipto, construidas hace más de 4,500 años; el templo Göbekli Tepe, el más antiguo del mundo, con más de 11,000 años; el círculo de piedra de Stonehenge, que ronda los 5,000 años, o nuestro monumental Machu Picchu, con más de medio milenio de existencia. Los seres humanos, como especie, compartimos aquel anhelo, uno que se evidencia, por supuesto, en el arte. En la literatura, el poema más antiguo del que se tiene registro, «Epopeya de Gilgamesh», es una épica sumeria que nos habla de un héroe legendario y sus ansias de obtener la vida eterna. A su vez, los patrimonios lingüísticos nos han heredado, por ejemplo, proverbios latinos como ab æterno ‘por toda la eternidad’ o nihil novum sub sole ‘nada nuevo bajo el sol’.

La fascinación por la eternidad la comparten las personas y las empresas. Sin embargo, las estadísticas indican que no más del 0.002 % de la población mundial y solo el 0.5 % de las empresas superan la centuria. Hoy, cuando las dinámicas competitivas entre los mercados, las asimetrías de información y las turbulencias sociales y políticas se hacen cada vez más frecuentes y profundas, soplar cien (o más) velas supone un mérito de otro nivel, un logro superlativo.

Haber podido desentrañar el misterio de la longevidad a través del desarrollo del negocio en entornos cada vez más hostiles y cambiantes pareciera ser una quimera difícil de alcanzar, una tarea propia de héroes mitológicos y no de meros mortales. El sueño es, sin embargo, una realidad para algunas organizaciones que lograron esta trascendencia y que reúnen una serie de destacables características. Entre ellas se cuentan la estrategia, la flexibilidad, la adaptabilidad, la resiliencia, la innovación y la apertura al cambio. Estas son solo algunas de las dimensiones —tanto empresariales a nivel de la organización como profesionales a nivel de los equipos gerenciales—, que, a través de diferentes generaciones, fueron desplegadas de manera exitosa para así conseguir lo aparentemente imposible.

¿Cómo es que algunas empresas han podido dar los saltos generacionales para superar los embates de la historia y del a veces surrealista entorno empresarial marcado por guerras, conflictos sociales, terrorismo, autoritarismo, hiperinflación, pandemias? Este universo, que se vislumbra tantas veces utópico, es el locus en el que las organizaciones deben convivir con un maremágnum de contradicciones en la realidad del día a día y las crisis sociales contemporáneas.

Existen organizaciones que nacieron de un negocio pequeño y lograron mantenerse y surgir gracias a su visión y su vínculo con sectores muy relevantes para el crecimiento de nuestro país. Es el caso de Ferreycorp, ligada a la minería. Aprovechar las oportunidades de su rubro, innovar, ofrecer un servicio de primera calidad al cliente y relacionarse con una marca global como Caterpillar le ha permitido llegar a ser una de las multilatinas más importantes de la región.

A su vez, existen marcas regionales como La Ibérica, cuya internacionalización es prueba del éxito de un producto no originario de nuestro país que ha sabido adaptarse al entorno sureño y enriquecerse con el conocimiento local. Por su relevante gestión, esta empresa arequipeña ha ganado un espacio notable en el mercado de exportación. En la misma línea se encuentra San Roque en el norte peruano, que ha partido del interés por satisfacer la necesidad humana elemental de la alimentación para crear un negocio que, al inicio, atendió un segmento del mercado específico, pero que ahora trasciende fronteras con sus exportaciones y prestigia a la ya proverbial gastronomía peruana.

Al respecto, la cocina peruana se complementa con una bebida de clase mundial como Socosani, que, a pesar de competir en el exclusivo mercado de aguas minerales, no se queda rezagada ni siquiera ante las reconocidas marcas francesas, con las que compite palmo a palmo gracias su notable calidad. Además, los valores de la alegría y la calidez humana, inseparables de nuestra identidad social y necesarios en el devenir de la vida, están bien representados por la marca Cassinelli, creadora de un producto bienvenido en las mesas del Perú.

No se puede dejar de mencionar a una de las compañías que ha hecho posible la llamada conectividad, hazaña fundamental de los tiempos modernos. El primigenio invento de la multinacional Siemens, el telégrafo, le dio a la empresa una relevancia trascendental que se mantiene hasta nuestros días

En el ámbito nacional, uno de los numerosos méritos del país en el siglo XX es haber sido el pionero de la región sudamericana en iniciar la explotación de pozos petroleros, logro alcanzado gracias al destacado desempeño de la Refinería Talara. Otra compañía peruana relevante como lo es la aseguradora Rimac se ha sostenido en el tiempo y ha conseguido numerosos hitos entregando una propuesta de valor enfocada en la seguridad, intangible irremplazable en la vida de las personas y de las empresas.

Estas y otras historias de vida empresariales son recopiladas en la presente publicación, gracias a la enorme generosidad de sus fundadores, miembros de las familias —segunda, tercera, cuarta y hasta quinta generación— y ejecutivos que ahora cuentan con la responsabilidad de dirigir y seguir la senda de quienes pusieron la primera piedra. Todos ellos han compartido generosamente su tiempo y han proporcionado la materia prima de este compendio de historias de notable éxito y trascendencia.

El libro que usted sostiene en sus manos reúne una pléyade de historias que acreditan la longevidad empresarial en un país que, debido a los grandes cambios políticos, sociales, históricos, demográficos, geopolíticos y tecnológicos, entre otros, impone diversos desafíos para el emprendimiento: qué estrategia seguir, cómo aplicarla, cómo ser resiliente, de qué manera desarrollar la eficiencia en un mercado que requiere alta flexibilidad, cómo competir con efectividad, qué asegura la rentabilidad que sostiene el crecimiento, entre muchas otras interrogantes.

Las ideas que comparten quienes dirigen estas organizaciones y los propios hechos de éxito de cada historia resultan útiles para comprender qué hace falta para superar los cien años de existencia y mirar el futuro con optimismo y vitalidad organizacional.

Estamos seguros de que las lecciones de gerencia que recopila esta publicación, provenientes de emprendimientos en los más diversos rubros de la actividad humana, constituyen un notable aporte al entendimiento de los secretos de la longevidad empresarial. Las empresas con visión disruptiva, estrategias claramente definidas y resiliencia empresarial aquí compiladas ofrecen pautas fundamentales para preservar una organización y llevarla al futuro con resultados tangibles.

Jorge Merzthal Toranzo

Director del MBA

Universidad ESAN

VIÑAS TACAMA– 1540 –

Cuando la vid se convierte en ADN

No existe cultivo que pueda asociarse más a un iqueño de pura cepa que la vid, sean las clásicas quebranta, albilla, moscatel e italia o las nobles sauvignon blanc, viognier, petit verdot, malbec, carmeneré y tannat. Ica y su gente son similares a estas uvas, pletóricas de tradición y, a la vez, de innovación, capaces de dar vida a sabores y aromas, algunos que son viejos conocidos de toda la vida y otros que nos sorprenden, en estas bellas tierras.

La ciudad de Ica es cuna de personajes célebres, como Víctor Manuel Maurtua, representante del Congreso Panamericano en su época; José Matías Manzanilla, creador de varias leyes laborales; Domingo Elías, primer presidente civil del Perú, fundador del primer partido político peruano —el Club Progresista— y entusiasmado por encontrar un vino de calidad en la zona. Precisamente, fue Elías el pionero, que, a mediados del siglo XIX, trajo técnicos viticultores extranjeros, como el enólogo francés D´Ornellas.

Otros personajes famosos de cuna iqueña fueron don Pedro Carlos Olaechea Arnao, firmante del Acta de la Independencia del Perú, y su hijo Manuel Pablo Olaechea Guerrero, alcalde de la ciudad de Lima a fines del siglo XIX, presidente del Senado, primer ministro del exitoso segundo Gobierno de Nicolás de Piérola y autor del Código de Comercio que hasta hoy nos rige. Otro miembro de esta ilustre familia iqueña fue Manuel Augusto Olaechea Olaechea, hijo de Manuel Pablo Olaechea y reconocido jurista, autor de una parte fundamental del Código Civil de 1936 y primer presidente del Banco Central de Reserva. Manuel Pablo Olaechea du Bois, hijo de Manuel Augusto, fue un renombrado abogado y artífice del relanzamiento de la industria vitivinícola peruana de calidad, defensor a ultranza de la denominación de origen Pisco.

A mediados del siglo XIX, encontramos en ese mismo empeño a José Antonio Olaechea Robles, productor vitivinícola y prefecto de Ica, quien, por aquellos días, obtuvo importantes reconocimientos a sus vinos y piscos en la primera Feria Industrial de Lima de 1867. José Antonio fue, además, tío de Manuel Pablo Olaechea Guerrero, quien continuó la tradición familiar adquiriendo la viña y la bodega Tacama. Varias generaciones después, sus descendientes mantienen este mismo culto familiar por el vino y el pisco de calidad.

Como queda dicho, la familia Olaechea, hija de esta tierra del sur peruano, se encuentra inexorablemente unida desde la cuna al negocio familiar de las uvas, el vino y el pisco, pilares de la vida del departamento de Ica. Es como si su estirpe tuviera no solo el «hilo rojo» que los une con su amor predestinado, sino una hoja de vid que los une al árbol de la viña.

El valle es duro, desértico, pero el iqueño aprende pronto que el desarrollo puede darse a través de la viña. Cuesta mucho imaginar que, hasta antes de la aparición del tren Ica-Pisco en 1871, por siglos, el vitivinicultor del valle de Ica solía llevar sus botijas de vino y pisco sobre una carreta de bueyes por el trazo original de río Seco hasta el puerto de Pisco, con pascana en Pozo Santo. Desde ahí, su preciosa carga era embarcada a múltiples destinos del mundo. Una auténtica odisea.

Por esa época, Ica era una extensión de no más de 5,000 hectáreas, un oasis escaso de agua y rodeado por el desierto abrasador. Sin embargo, para el productor del valle, las adversidades siempre se convirtieron en desafíos. Descubrió la importancia de generar valor agregado y de buscar alternativas que le permitieran hacer frente a la implacable aridez del desierto. En aquellos tiempos, no existían técnicas de enfriamiento ni carreteras, así que mantener los productos frescos resultaba una tarea complicada.

Más de ciento cincuenta años después, Pedro Carlos Olaechea Álvarez-Calderón, el actual director de Viña Tacama, rememora la historia: «El pisco ya era parte de la realidad del valle de Ica, una posibilidad de desarrollo, una alternativa de comercio para toda la cuenca del océano Pacífico. Hacia 1849, el pisco elaborado de uva italia era la bebida favorita de la ciudad de San Francisco, California, y era reconocido en lugares tan remotos como la India».

Así, entre 1848 y 1860, el pisco vivió una etapa importante, cuando la entonces Unión Americana no tenía en sus planes instalarse en el centro de Estados Unidos. Más bien, las caravanas se dirigían hacia el oeste. Este espacio de viaje era amenizado por el pisco, que, por aquel entonces, se producía en los valles del sur del Perú. En el momento en que el guano originaba un fuerte movimiento económico en la costa centro y sur del país, Ica se consolidaba como el mayor elaborador de pisco.

A inicios del siglo XX, el valle de Ica creció y se diversificó. Durante la Primera Guerra Mundial, comenzaron las grandes producciones de algodón, azúcar y su derivado, el alcohol. Ello trajo como consecuencia la destrucción de un sinnúmero de viñas, que pasaron a ser reemplazadas por estos nuevos cultivos. El alcohol de caña surgió como una posibilidad para adulterar el pisco y cubrir la reducción de la oferta de uva pisquera.

Para ese entonces, Tacama ya había visto cómo el Sol daba muchas vueltas a la Tierra. Las primeras noticias de su pasado vitivinícola datan del siglo XVI y, con el pasar de los años, se sucedieron diversos dueños. Desconocemos si los Olaechea pretendieron o siquiera soñaron con fundar una genealogía tan duradera dedicada a las variedades de uva para la elaboración de vino y pisco, y preocupada por la economía y la identidad cultural del valle; sin embargo, hoy sabemos que sus mejores frutos no fueron las viñas que plantaron, sino el amor de toda familia por la tradición y el progreso de Ica.

Tradición con innovación

El viñedo de Tacama fue fundado en 1540 por el español Francisco de Caravantes. El primer documento que da cuenta de ello es una declaratoria de bienes, entre los que figura el fundo Tacama, redactada alrededor de 1630. Más tarde, en 1821, el fundo fue comprado por los agustinos, quienes a su vez lo vendieron en 1889. Lo interesante es que este documento habla de viñedo y no de huerto, consigna la existencia de una puntaya, que era un elemento básico para el prensado de la vid; se trata de una diferencia central, ya que confirma que el lugar era un espacio de negocio vitivinícola.

Además, el libro del historiador chileno José del Pozo La historia del vino en Chile relata que Caravantes trae la parra y la siembra por primera vez en el lugar que, en ese entonces, era el pago de Tacama.

De acuerdo con la enóloga española María Isabel Mijares García y Pelayo, esta planta fue traída por los conquistadores por un tema religioso y de seguridad alimentaria. Pedro Carlos Olaechea nos continúa relatando que, en aquella época, la costa peruana estaba llena de pantanos, tal como como hoy observamos en los Pantanos de Villa; Ica no era la excepción. Igual que la capital, era una zona afectada por el paludismo. El agua que provenía de sus marismas era de dudosa salubridad. Esto hizo que, por su naturaleza, los productos derivados de la uva presentaran una gran ventaja profiláctica. La calidad del agua, hasta entrado el siglo XX, cuando apareció el proceso de pasteurización, era vista como peligrosa para la salud.

En este contexto adverso, Ica era un lugar muy agreste y con escasez de agua; sin embargo, desde sus albores, el poblador iqueño ha tenido una inclinación decisiva hacia la producción de valores agregados. Es al término de la Guerra con Chile cuando el fundador de la sociedad vitivinícola, el menor de siete hermanos, se abre paso en la parte alta del valle y adquiere la propiedad de la orden de los agustinos, que se llamaba Santo Tomás de Villanueva de Tacama.

Es interesante notar que, en ese entonces, no existían grandes propietarios en Ica. Uno de los primeros lugares de la zona en donde se instalaron los españoles e introdujeron la vid fue el hoy conocido distrito de San Juan Bautista. La uva tenía un alto valor económico y le daba viabilidad al valle, a tal punto que, en la década del cuarenta del siglo XIX, según la memoria de la asociación de vitivinicultores de Chincha, se daba cuenta del rol del «parralero», quien era parte del movimiento de la industria pisquera y vitivinícola de aquel momento. Claramente, el parralero era una persona que trabajaba para los viñedos establecidos, que tenía sus parcelas de parra y que participaba de la venta de materia prima para la industria.

No obstante, la situación se vio gravemente perturbada con la aparición de la gran industria del azúcar a inicios del siglo XX y, sobre todo, del alcohol barato. Este subproducto de los grandes ingenios dañó la buena reputación de la producción de pisco y vino, debido al crecimiento desmesurado de los alcoholes falsificados y a la falta de control de estos por parte del Estado.

La tradición de seguir bregando por la industria vitivinícola, a pesar del descontrol ocurrido durante la segunda mitad del siglo XX, no se perdió entre los productores de la zona. Se preservó la buena costumbre de buscar la calidad y la excelencia en la producción vitivinícola. Ello implicaba sostener la generación de valores tradicionales, que iban más allá de productos precio-aceptantes como el algodón y el azúcar.

Sin embargo, el cultivo de algodón fue bien aprovechado en el valle de Ica una vez que se descubrió la napa freática a tres metros de profundidad, a tal punto que las haciendas preferían este producto. Es gracias a la bomba hidráulica que el valle terminó triplicando su área de cultivo. Tacama, aunque no estuvo exento de seguir las huellas de esta nueva industria, no dejó de lado sus viñedos originales, sino que sostuvo la tradición y la orientación hacia la producción de uva y sus derivados. Nunca se le restó importancia ni se le negó esfuerzos, ya que se presentía que la elaboración de productos industriales y el valor agregado eran el camino a largo plazo y la decisión correcta. Don Pedro Carlos comenta que, por decisión de la familia, mantuvieron las hectáreas de vino que hoy son la base del viñedo de Tacama. De esta manera, perpetuaron la tradición del vino y del pisco, que ha existido en el valle desde antes de que Tacama se uniera a esta aventura.

El negocio del viñedo Tacama, como cualquier otro, no puede sostenerse a menos que engranajes distintos colaboren con una sinergia en mente: la búsqueda de un bien mayor, que es la calidad.

La historia de Tacama, la de Ica y la del propio país son fieles testigos de esta realidad. El éxito generacional de la empresa ha sido posible gracias a que sus distintos miembros, a través del tiempo, han fomentado no solo la disciplina en los negocios, sino también aspectos como la innovación tecnológica, el estudio de campo, el desarrollo y uso de la información agrícola e industrial pertinente, la colaboración con la comunidad, la valoración del pasado y la sed no solo del pisco, sino de conocimiento en general.

Tacama y sus uvas también son así, en el sentido de que sus variedades les permiten conseguir resultados imposibles de lograr a través de un solo ingrediente. Si se hubiesen dedicado a criar meramente hombres de negocio, el éxito del viñedo no habría llegado, de ninguna manera, hasta nuestros días. Así como los procesos de destilación, vinificación y almacenamiento juegan un papel clave dentro de la producción de mejores productos, la empresa no es ajena al desarrollo de su comunidad, al cuidado de los valores patrimoniales, la defensa del pisco y de la producción vitivinícola nacional.

El periodo que dio lugar al proceso de tecnificación

Manuel Pablo Olaechea du Bois (1916-2005) fue uno de los grandes promotores de la tecnificación del proceso del pisco y el vino en Tacama. Es durante su presidencia en la sociedad, que empiezan a buscarse incansablemente nuevas técnicas de vinificación, cultivo, conservación y producción para el vino y el pisco, lo que le permitió a la compañía dar un gran salto hacia la modernidad.

Es difícil concebir que, a mediados del siglo XX, aún resultaba complejo controlar la producción de los vinos industriales. La estabilidad de los vinos continuaba siendo una ciencia inexacta a nivel mundial. La posibilidad de que la producción de algún vino resultara en vinagre era un riesgo latente.

Manuel Pablo asumió la gestión de la empresa en 1960. Por ese entonces, la familia tenía relación con el banco Crédit Lyonnais, debido a los negocios que mantenía con esta institución financiera en el Perú. En una visita al país galo, logró establecer conversación con el banquero presidente y le expresó la necesidad de contar con un enólogo joven y técnicamente capaz para Tacama. Estaba, pues, en búsqueda de un profesional al día con los avances de las nuevas técnicas enológicas y agronómicas.

Al salir de aquella reunión para tomar un café, se encontraron de manera casual con el ingeniero Robert Niederman Krauss, quien acababa de ser expulsado de Argelia. Había culminado la guerra de independencia de aquel país y el especialista había llegado a la capital francesa ese mismo día. Se trataba de un enólogo reconocido y con referencias, así que Olaechea costeó el billete de avión para que viniese al Perú y evaluase si las condiciones para trabajar como enólogo le parecían adecuadas; la apuesta era que se animase a tomar el reto. Niederman Krauss aceptó. Así fue como Tacama se benefició con un nuevo aliento tecnológico.

Gracias a este especialista, se abandonó la práctica de utilizar madera como forma corriente de trabajar el vino. Era la forma tradicional que se empleaba para la elaboración y mantenimiento del vino en el valle, pero las prácticas modernas, que llegaron con el nuevo técnico, recomendaban abandonar este tipo de recipientes como parte del proceso de elaboración y mantenimiento del producto. Los nuevos procedimientos indicaban que, a los cuatro años de uso intensivo de las barricas de roble para el proceso de vinificación, estas se picaban e, inexorablemente, malograban el vino allí elaborado.

Adicionalmente, siendo el doctor Olaechea abogado, constantemente se encontraba poniéndose al día con las nuevas normativas de derecho internacional que comenzaban a tener amplia difusión, tal como el derecho marcario. Fue así como le propuso al ingeniero Niederman homologar todas las uvas pisqueras en el registro de germoplasma, que se ubicaba en la ciudad de Grenoble, Francia. Su tradición y conocimiento del sector lo hizo rescatar, desde el inicio de los sesenta, la importancia del pisco. Esta bebida era especial, algo particular, auténtico, diferenciado y con grandes posibilidades para la industria nacional en el futuro.

Niederman Krauss modernizó la bodega, cambió todas las cubas de madera picadas y estropeadas por cemento y forro epóxico; con estas innovaciones, llevó a cabo una revolución completa en cuanto al trabajo de vinificación. En ese momento, se inició la investigación y adaptación de variedades de uva, como cabernet, petit verdot, pinot, zirah, zinfandel, pinot noire, entre otras.

Hoy, los vinos tintos de Tacama son el resultado de la experimentación con noventa variedades distintas. Lo mismo ha sucedido con los vinos blancos, como roussane, arrufiac, colombard, nielluccio, petit manseng, entre otras uvas blancas que se han adaptado al suelo de la compañía. Produjeron, así, vinos como Hanan, Don Manuel, Origen o Triunfo, que forman parte de la gama de vinos de gran calidad de esta sociedad y que hoy cuentan con reconocimiento internacional.

Cada variedad que se experimenta recorre un ciclo de siete años para su confirmación como uva productora de calidad. De manera paralela, debe reunir condiciones de productividad agronómica que la conviertan en comercialmente válida. Solo después de haber superado estas barreras, la variedad queda expedita para ser llevada al campo y multiplicada. Así, el nuevo vino llega al mercado no antes de cinco a siete años adicionales.

Como anécdota en esta búsqueda de modernizar la empresa, a inicios de los sesenta del siglo pasado y después de haber asumido la parte técnica de Tacama, el ingeniero Niederman se enfrentó al dilema de que una de sus cubas de vino se volvió a fermentar; comenzó a darse una segunda fermentación. Pensó, entonces, que el vino se había echado a perder y que su despido era inminente. Sin embargo, recordó algo que había leído en la Universidad de Burdeos: un joven profesor llamado Émile Peynaud, hoy indiscutiblemente considerado el padre de la enología moderna, postulaba que había una segunda fermentación además de la alcohólica, la fermentación maloláctica. Corría 1962 cuando Niederman se comunicó con Peynaud, era el año de su primera vendimia. Llamó desde Ica hasta Burdeos y le dijo: «Profesor, tengo un problema, pero he leído que usted postula que hay una segunda fermentación en el vino y que además es beneficiosa», a lo que Peynaud respondió: «Así es, no se preocupe. Sé que las condiciones enológicas en el Perú son más o menos complejas, porque no hace el frío propio del hemisferio norte que cae en otoño. Hágame un reporte cada dos horas para ver cómo va la generación de bacterias, porque el índice debería caer». Niederman llamó a Burdeos en ese lapso, hasta que, finalmente, Peynaud, le dijo: «Ahora aplique azufre para matar lo que quede de las bacterias del proceso y tendrá usted un vino estable que no volverá a fermentar». Así nació el Gran Tinto, vino clásico de Tacama hecho a partir de la fermentación maloláctica. Hoy en día, es el proceso estándar para la industria mundial del vino. Posteriormente, el profesor Pascal Ribéreau-Gayon tomó la posta y se continuó, así, con el proceso de transferencia tecnológica del viñedo.

En este punto, resulta interesante ojear un poco de historia y la anécdota que llevó al desarrollo del vino moderno. La industria del vino que hoy disfrutamos nace a partir de una pregunta que Napoleón III le hiciera al científico francés Louis Pasteur: «Profesor, ¿por qué mis vinos se malogran?». Pasteur, después de abocarse a esta importante cuestión, concluyó que el vino era la más saludable de las bebidas, porque comprobó que el proceso de fermentación acababa con todas las bacterias del entorno. Sin embargo, a pesar de la importante conclusión, no lograba resolver el misterio propuesto por Napoleón III: «por qué se malograba el vino». Hasta la mitad del siglo XX, esta continuó siendo una incógnita mayor.

Fue así. Al estar en el tema, en el día a día, Tacama se convirtió en la primera empresa vitivinícola de América del Norte y del Sur en optar por este nuevo procedimiento en la elaboración de vinos. Finalmente, Napoleón III tuvo su respuesta: le faltaba la fermentación maloláctica. Anécdotas similares los han llevado a la mejora continua en materia de producción de sus vinos, mejoras que han tenido su origen en la capacidad de adaptación de la sociedad para capear los momentos difíciles que ha vivido el país. Tacama ya estaba al tanto de la fermentación en acero inoxidable, innovación que lograba cerrar el proceso de fermentación, con la cual se eliminan las levaduras mediante la aplicación de anhidrido sulfuroso.

Sin embargo, el modelo económico que prevalecía en el momento no otorgaba divisas para una industria que nunca fue considerada estratégica en el plan de desarrollo industrial del Gobierno de turno. En ese contexto, en un comité de producción, el ingeniero Niederman se enteró de que el Gobierno de Holanda estaba regalando depósitos frigoríficos para el transporte y ulterior venta de pescado fresco en Lima. El enólogo reflexionó lo siguiente: «En nueve meses estarán tirados en algún almacén».

No tomó mucho tiempo para que su premonición se cumpliera. Se adquirieron los depósitos en un remate público. Esta decisión les permitió avanzar tecnológicamente en la producción de vinos finos. Lograron migrar del proceso de aplicación de anhidrido sulfuroso a la aplicación de frío industrial. Al fin, Tacama estaba en posición de lograr la primera fermentación en frío para los vinos blancos. Increíblemente, de esta manera, lograron innovar la vinificación de vinos modernos en el Perú. Con dos depósitos de camión para pescado congelado, nació el vino Blanco de Blancos de Tacama. Se adaptaron en condiciones extremas y tuvieron éxito. La tecnología en el mundo avanzaba y quedarse atrás no era una opción.

Pedro Carlos Olaechea se aventura a parafrasear la popular frase atribuida a Thomas Alva Edison, quien dijo que la genialidad es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de transpiración. Su versión reza: «La innovación es uno por ciento de interés y noventa y nueve por ciento de transpiración». Para poder innovar, es imprescindible estar atentos a las novedades, nuevas prácticas y descubrimientos, de ahí la importancia de ser parte de un entorno competitivo. Es duro, pero no hay otro camino.

Así pues, gracias a la dirección de Tacama y su permanente interés por la tecnología y el conocimiento, el negocio ha podido implementar nuevas técnicas que hoy le permiten maximizar su efectividad y potenciar su desarrollo. Tacama es una empresa que fomenta en su equipo la búsqueda general del conocimiento.

Y luego llegó la nefasta Reforma Agraria... y, peor aún, la hiperinflación

La reforma agraria —y todos los avatares que trajo consigo— estuvo a punto de acabar con la industria del vino; a la par, en esa época, sobrevino el igualmente perjudicial control de los precios. Durante la reforma agraria, en los años setenta del siglo pasado, se destruyeron viñedos que nos pudieron haber puesto en el camino a un despegue agrícola. En ese entonces, países como Estados Unidos comenzaron a expandir su producción vitivinícola y descubrieron nuevas técnicas para la industria. El mundo de las marcas de productos vitivinícolas, es decir, de productos con valor agregado, era lanzado a nivel global. Al contrario, en el Perú, optamos por una propuesta populista que destruyó el potencial vitivinícola nacional.

En términos vitivinícolas de la época, el Perú superaba casi en 40% a su vecino del sur. En aquellos años, muchos viñedos fueron reconvertidos en plantaciones de azúcar o algodón, productos pre-cio aceptantes que teóricamente debieron ser reemplazados, de acuerdo con la doctrina que impulsaba el populismo de entonces. Sin embargo, la industria del vino quedó, extrañamente, fuera del plan. Todo fue un contrasentido. El abandono de la industria llevó a que casi se pierda el pisco como denominación peruana.

La época de la hiperinflación fue otro tipo de horror. Los precios afectados por esta lamentable crisis eran trasladados a los clientes y luego a los proveedores de insumos, quienes subían sus precios y afectaban la estabilidad de la empresa. El ejercicio era diario y las horas de trabajo, interminables. Tacama debe parte de su salvación a la aparición del Lotus 123 —que después se convirtió en Excel—, programa que le permitió realizar semanalmente la contabilidad de costos. Fueron épocas de ingenio, persistencia y de perseverancia; era imperioso serlo. Tal como afirma Pedro Carlos Olaechea, «teníamos que sobrevivir».

El doloroso corolario de aquellas décadas: Sendero Luminoso

Una vez terminado el infeliz periodo económico de los setenta y ochenta, ocurrió un fenómeno devastador y doloroso hasta nuestros días: un enemigo desconocido atacó a nuestro país con ferocidad, sin piedad; había llegado la época del terrorismo del infame Abimael Guzmán y su Sendero Luminoso. Tacama, como todo el valle, no bajó los brazos y, junto con la familia iqueña, trabajaron muy duro apoyando a la Policía Nacional y al marco de la ley para resistir el embate de insania. Ica sabe bien que el bienestar de los suyos, de su tierra, conlleva al bienestar y éxito de sus negocios, y viceversa. Por ello, el concepto de familia, en sí mismo, también cuenta con dos de las fortalezas más grandes que Tacama y la comunidad iqueña han sabido hacer suyos: la flexibilidad y el trabajo en conjunto.

En más de cien años de negocio familiar, no han sido escasas las ocasiones donde la gente de Ica ha confrontado amenazas de corte nacional e internacional, como fue la dolorosa época del terrorismo. En ese sentido, si bien los miembros de la familia Tacama se obligan a una tradición justificada por sus logros generacionales, no restringen el concepto de familia a los nacidos dentro de su seno, sino que lo extienden a sus trabajadores, a los campesinos de la zona y a la tierra de Ica en general.

Y llegó la década de 1990

No parecía haber tregua posible: la década de los noventa nació junto a una nueva crisis, representada por el gesto históricamente recordado de Juan Carlos Hurtado Miller, ministro de Economía de Alberto Fujimori, de encomendarnos al Señor. Fue un esfuerzo increíble pasar el ajuste, pero, con resiliencia, optimismo y esperanza, la compañía logró afrontarlo y obtener resultados positivos.

Don Pedro Carlos recuerda que acababa de regresar de Inglaterra y estaba a punto de partir hacia un trabajo en el extranjero, cuando su padre, que era en ese entonces el presidente de la compañía, le dijo: «Pedro, en el Perú hay mucho por hacer. Debemos ayudar al país». En el caso de Tacama, una de las tareas fundamentales fue rescatar el pisco, pues era un valor nacional y el futuro diferenciador de la industria vitivinícola peruana. Aun así, en aquellos años aciagos, don Pedro Carlos temía que se estuviera perdiendo.

Por esta y demás razones que conversaron en su momento, se juntó al grupo de profesionales que trabajaban en la empresa Tacama para sacarla adelante y también a la industria vitivinícola nacional; se trataba de una urgencia y un empeño que, evidentemente, se hizo en nombre del pisco.

La oportunidad no demoró en aparecer. Durante el primer periodo de Gobierno del ingeniero Fujimori, se creó el Centro de Innovación Tecnológica Vitivinícola (Citevid), gracias a la cooperación española. Comenzó como un espacio pequeño, pero, hoy en día, es un laboratorio instalado en un terreno de quince hectáreas, destinado a los procesos de elaboración de productos agroindustriales que, incluso, cuenta con laboratorios para el análisis de suelos. Tacama fue invitada a asumir la dirección de este centro, y don Pedro Olaechea recibió el encargo de ponerse al frente del proyecto. Finalmente, apareció la oportunidad —largamente buscada— de recuperar la industria vitivinícola peruana. Y hacia ello se encaminaron.

La situación que se vivía en el sector era caótica. La gran producción que se hacía pasar por nuestro pisco estaba adulterada y no existían estadísticas fiables, ni en volumen ni en calidad. Entonces, se realizó la primera auditoría en el valle, que incluyó un censo; a partir de estos resultados, se tomó la decisión de reintroducir las prácticas, el nuevo conocimiento y las nuevas tecnologías que se daban en la materia.

Los primeros resultados indicaban que la uva rendía 7 toneladas por hectárea, pero eran de tan poca calidad que demandaban 8 kilos por litro de pisco. Después de mucho trabajo con los productores para obtener 20 toneladas de uva por hectárea, obtuvieron calidades del fruto que permitieron producir 1 litro de pisco Tacama por cada 5.5 kilos de uva, un logro que vino acompañado del incremento del precio de venta del kilo de uva pisquera de S/ 0.30 a S/ 1.90. Las cifras para el pequeño agricultor cambiaron dramáticamente y el sector comenzó a fluir; así, gracias a este esfuerzo de gestión, hoy el mediano y pequeño agricultor de uva de pisco tiene una alternativa a la uva de exportación: el mercado pisquero.

El Citevid tuvo un equipo interesante y variopinto, comprometido desde su inicio con recuperar la imagen del pisco. Fue un organismo vivo y estratégicamente importante para Tacama, ya que permitió consolidar el desarrollo de la industria del pisco peruano. Los miembros de su directorio, durante este periodo, trabajaron ad honorem. El compromiso fue total. La revista The Economist, en su número de julio del 2015, publicó el artículo «Learning lessons of stagnation», el cual resaltó el éxito del Citevid en su esfuerzo por generar un producto con valor agregado: el pisco. Con el compromiso total de su equipo, «sí se pudo».

Dentro de esta lógica de innovación y expansión, se inauguró una ruta enoturística que ofrece otro tipo de experiencia y que trae consigo un nuevo valor añadido a la producción vitivinícola del sector: la gastronomía y el turismo. Es una experiencia que, sin duda, beneficia al consumidor.

En Estados Unidos, el valle eminentemente vitivinícola de Napa genera 8 dólares de actividad económica por cada dólar de uva producido, realidad que permite una demanda que se complementa con la cultura y el estilo de vida de los estadounidenses. El vino se enlaza con las industrias del vidrio, el papel, el cartón, el plástico, la gastronomía, la hotelería, la museología (cultura), los deportes de aventura y, sobre todo, el turismo. Todo este circuito de desarrollo se basa en el cultivo de la uva.

Hoy es un hecho que el gran público nacional e internacional se siente atraído por el turismo vivencial. En este contexto, el pisco y el vino tienen una historia viva y se posicionan como el motor de una cadena alrededor de la visita a los valles vitivinícolas peruanos, lo cual genera oportunidades de negocios importantes para todos sus habitantes.

El vino es un romance que nace desde que se escoge y se planta una uva hasta que esta se transforma en un líquido incomparable. Ojalá que las políticas de Estado en materia vitivinícola abrieran los ojos a esta alternativa de desarrollo para la nación. Las posibilidades son claras y reales.

Claves de una gestión centenaria

Tacama tiene un valor incontrovertible: en los momentos más difíciles, que fueron muchos a través de más de un siglo de vida empresarial, supo afrontar estas épocas de crisis no solo para sobrevivir, sino también para consolidarse. En un país semindustrial como el Perú, sobrevivir más de cien años es un logro mayúsculo. La empresa cuenta con un grupo de gente apasionada por el tema, comprometida medularmente con sacar el negocio adelante. La empresa tiene muy clara su visión de futuro y sabe hacia dónde ir: hacia un producto de calidad con validez internacional.

Por supuesto, en momentos críticos, como dirían los viejos dichos, tuvieron que juntar pesetas, pero, afortunadamente, contaron con la capacidad técnica, la inversión en tecnología, el conocimiento y el compromiso. Se tiene muy claro que existen ciertas áreas del mercado que son rentables e interesantes, sin embargo, ingresar a participar en ellas puede dañar la marca, al darse un alejamiento del estándar del vino internacional, sinónimo de la tan buscada calidad.

Tim Atkin, uno de los grandes degustadores de nuestro tiempo, ha dado notas por encima de los noventa puntos a catorce productos de Tacama. Por eso, nunca se ha huido de la competencia, ya que es vital entender que esta es lo que desarrolla un mercado.

Países como Argentina y Chile parecen tener mejores condiciones para cultivar cepas como cabernet sauvignon, carmenere, malbec o tannat. Sin embargo, gracias a los escenarios de innovación mencionados, el Perú puede producir distintos tipos de cepasy vinos de gran calidad.

Son años de prueba. Se dedica casi 5% del área de la compañía a uvas de las que se verán resultados en siete años. Pedro Carlos Olaechea nos explica lo siguiente: «Una conclusión a la que hemos llegado tras cuarenta años de estudiar la industria es la siguiente: cada lugar del planeta es un punto GPS al que el sol llega de manera distinta, lo que origina diferentes calidades de uva. Cabernet, merlot, van muy bien en Chile, y el pinot noir destaca en la Patagonia, pero, en el Perú, el día solar comienza a las 6 de la mañana y termina a las 6 de la tarde, a diferencia de lo que sucede en Chile durante el verano, con el día que se inicia a las 5 de la mañana y termina a las 10 de la noche. Allá el sol es largo y la intensidad es suave, pero aquí es corto y con una intensidad agresiva. Por eso, la generación de alcoholes y de sabores es distinta».

Lamentablemente, en el Perú, no existe una política de tipificación y de estudio de las variedades de vino. La gran ventaja que se tuvo con el pisco son sus variedades, que el tiempo supo amoldar al clima peruano. La albilla, por ejemplo, es el palomino español que, en su lugar de origen, mantiene un nivel alto de acidez, pero en el Perú esta se perdió con el tiempo y, en contramano, ganó en dulce o alcohol potencial. Por eso, las uvas pisqueras en general han aumentado su contenido de alcohol y perdido acidez, por lo que se hace complejo hacer vino con ellas. Hoy, finalmente, siguiendo prácticas agronómicas desarrolladas por la compañía, han logrado producir el primer vino hecho con uva quebranta, una cepa emblemática en la producción de pisco en el Perú. Esta lleva por nombre El Toñuz.

El Perú posee el potencial de hacer vinos de gran calidad, porque existen las condiciones de suelo, luz y agua. No obstante, se necesita descubrir no solo cuáles son las uvas idóneas, sino también cuáles son las condiciones agronómicas que nos den una calidad de vino que será única, nuestra.

Muchos pequeños productores vitícolas han encontrado un negocio que crece en el país debido a la calidad del pisco. Esa ha sido una de las labores más interesantes de Tacama: llevar conocimiento y promocionarlo. Por eso, hoy, los productores de pisco tienen mejores prácticas y técnicas. El Citevid tuvo un enorme éxito cuando la gente empezó a utilizar el laboratorio tecnológico y vitivinícola del proyecto, cuando el productor comenzó a aprender, a interesarse por el conocimiento más allá de lo que proveía la institución. El Centro ha sido uno de los grandes motores de la industria vitivinícola en el Perú y, en Tacama, están orgullosos de haber sido parte del esfuerzo.

Se sospecha que el impacto del Citevid ha sido un importante factor para la sorprendente subida del 81% de las exportaciones en el año 2022. Sin embargo, comparado con otros alcoholes vínicos con los que competimos en el mundo, seguimos siendo pequeños. El camino es largo, pero el compromiso que tiene la compañía es más grande. Por eso, no basta con lo logrado; a pesar del claro crecimiento, el director de Tacama, don Pedro, afirma que este sigue siendo incipiente. Es necesario continuar con la investigación de las nuevas técnicas, los procesos y, en general, todas las nuevas innovaciones que seguirá proponiendo el entorno. La generación de productos de calidad mundial debe mantenerse como el camino a seguir.

Un estudio reciente de ESAN señala que el vino constituyó el 72% de las bebidas alcohólicas consumidas en el Perú durante la cuarentena. Podemos, entonces, pensar que los gustos de los consumidores se han sofisticado. Empero, el peruano todavía está muy lejos del consumo per cápita de otros países productores y consumidores en la materia.

Tristemente, el vino sigue siendo visto como un artículo de lujo en el Perú. En la mayor parte del mundo no lo es, por lo que, en esos lugares, no existe el impuesto selectivo a su consumo. En casi todo el globo, el vino es considerado un complemento alimenticio.

Y en realidad, el vino es precisamente eso: un complemento, el maridaje ideal de nuestros potajes. Esto conlleva una serie de ventajas muy importantes considerando que nuestro país es visto, sin lugar a duda, como una de las tierras bendecidas por su gastronomía. Por ello, es necesario involucrarse con la gente que es reacia al cambio y al conocimiento. Las posibilidades y el potencial son enormes. Por otro lado, el Perú requiere con urgencia modernizar su agro.

La resiliencia

Otro elemento interesante de la gestión de Tacama tiene que ver con la resiliencia: la capacidad de hacer frente a las dificultades y de reinventarse. La resiliencia implica aceptar el cambio con los problemas que trae.

Tacama ha sobrevivido por la fe puesta en el proyecto: tangible, real, con estándares internacionales y buscando generar una oferta de calidad superior. Parte importante del manejo de la empresa es que sus miembros están listos y entrenados. Si uno ingresa a trabajar en Tacama, no es por ser parte de la familia, sino porque se tiene las capacidades necesarias para seguir en la pelea. Las personas que se encuentran alrededor de la empresa son profesionales con capacidad probada y pasión por el rubro.

¿Y los competidores?

La competencia desarrolla el mercado y la industria, origina conocimiento y se convierte en polo de atracción, lo que permite que el negocio crezca. Si alguien lo hace mejor, impulsa la mejora de todos. Cuando la industria suena, tiene repercusión a nivel mundial. Es lo que sucede hoy: existen más de 85 marcas de pisco en valles como Majes, Ilo, Ica, Cañete, Chincha, Pisco, Huaral, Caplina y Locumba. Esta cantidad de posibilidades genera una industria y ha sido una estrategia interesante en la que Tacama ha participado, la cual permite mejorar el entorno hacia el interior y hacia el exterior. El entorno genera la dinámica que beneficia a las empresas.

Es la competencia la que motiva a la compañía a no dormirse en sus laureles. Siempre que la tierra esté bien, Tacama y sus competidores seguirán funcionando y se beneficiarán mutuamente. Con ello, la gente tiene trabajo y dinero para desarrollar su vida de manera integral, lo cual mejora la moral y se convierte en una fortaleza para la sociedad. Incluso, su logro puede ser considerado como ventaja competitiva en cuanto al entorno social, ya que una fuerza de trabajo satisfecha y en desarrollo resulta en mejores procesos, mejores productos y un mejor entorno para todos.

Y la gestión debe adaptarse

La adaptación es inevitable, como la llegada del día y la noche; el entorno así lo propone. La vida política de este país ha obligado, de manera recurrente, a contar con esta capacidad; ha sido un recurso fundamental para sobrevivir en el tiempo.

En el caso peruano, cada coyuntura de crisis, invariablemente, ha tenido particularidades especiales, inéditas, críticas y de muy alto riesgo para cualquier entorno no solo de negocios, sino de vida.

El pisco…

Una de las actividades muy importantes que destaca Tacama es el Demonio de los Andes, su pisco y uno de los productos que es un auténtico orgullo nacional. Cada viñedo y cada zona es distinta, la uva que nace de estas es consecuencia de factores climáticos y el Perú, precisamente, es un sitio bendecido con una miríada de climas que permiten el nacimiento de uvas excepcionales y, con ellas, bebidas especiales. El pisco que Ica produce es la savia del árbol que es el Perú, hijo marcado e inconfundible de nuestra tierra y todo lo que ella implica, una de las piedras angulares de la vida del iqueño y la tierra que lo vio nacer.

Hoy en día, el público relaciona a Tacama con calidad y tradición, lo que le otorga un posicionamiento interesante en el mercado. Pero siempre van por más. La compañía ha lanzado recientemente la edición Don Manuel, Demonio de los Andes «Parras Centenarias», a partir de hectáreas plantadas hace más de ciento veinte años. Todo el lote ha sido comprado, un éxito rotundo.

Esta clase de logros son una poderosa motivación. Es el compromiso con un sueño, el compromiso que ven en su legado, la siguiente generación de Tacama.

Así, la pregunta sobre el porqué de la vigencia de Tacama responde a la larga tradición que se asienta en el valle a la que se adhiere la empresa. No es coincidencia que llegaran y dijeran «vamos a hacer vino y pisco», se trata de una larga e inédita tradición peruana.

Visión de futuro

Cuando llegó la pandemia a principios del año 2020, Tacama hizo un enorme esfuerzo por «la familia». Tuvieron el firme propósito de que ninguno de sus colaboradores se quedase sin trabajo. No se despidió a nadie, todos se mantuvieron resistiendo el embate. En Ica existe una tradición: quien va delante, lo hace con toda su gente.

La lista de elementos para mejorar la empresa es inacabable. Hay mejoras tecnológicas que resultan imperiosas de adoptar, teniendo en cuenta, en primer lugar, el compromiso de asumir y honrar las responsabilidades con los inversionistas. Ello representa un reto interesante que cambia todo el tiempo; es el desarrollo dinámico del mercado.

Don Pedro Carlos rememora y confirma con mucha satisfacción, que, a lo largo de su existencia, ha venido siguiendo la senda que le fue propuesta desde que era un niño: generar vinos de calidad con repercusión internacional. Con sus hermanos y el equipo de Tacama, ha logrado mantener de manera exitosa este camino. Sabe que lo más importante es haber logrado recuperar el pisco para el Perú y que sea reconocido como un producto de calidad internacional. Como peruano, le resulta satisfactorio haber contribuido a relanzar esta industria.

Last but not least, el valor de la marca Tacama tiene un lazo vivo con la identidad y el orgullo de no solo la familia Olaechea y de Ica, sino de todo el país. Se trata de un valor trabajado y cuidado de manera permanente por la sociedad.

El valle y el iqueño tienen ese ADN. Ellos son parte de esa tradición que se singularizó cuando el bisabuelo compró Tacama, luego llegó la generación del abuelo, después del padre y, hoy por hoy, don José Antonio, quien preside la sociedad. Con sus hermanos, continúa este trabajo a través de «la familia», que sabe que Ica posee esa pasión ancestral por el vino.

Y cuando el sol se desperezó en las ardientes tierras sureñas de Ica, vio a la tradición, vio a las familias iqueñas que seguían unidas por una rama de vid, a pesar de las amenazas extranjeras, la reforma agraria, los terroristas, la hiperinflación, las malas temporadas políticas y la sacudida eléctrica del fujishock. Allí siguen y seguirán, porque está en su ADN.

EL COMERCIO– 1839 –

Un sueño de tinta y papel

El diario de mayor reputación y longevidad en la historia nacional comenzó vendiéndose en la bodega del señor Dorado, ubicada en la calle de los Judíos, muy poco después de sellada la independencia nacional. El surgir del decano del periodismo peruano en la capital peruana fue humilde, pues, durante el primer año de vida dependió de sus 75 suscriptores para seguir adelante. Sin embargo, cual Zeus, esgrimió un rayo de tres puntas —orden, libertad y saber— para abrirse paso hacia el futuro.

El Comercio fue fundado el 4 de mayo de 1839. Su hoy célebre nombre fue acuñado por dos jóvenes con vocación militar que arribaron al país para combatir en la Batalla de Ayacucho: el chileno Manuel Amunátegui y el argentino Alejandro Villota. Ambos se convirtieron en socios y fundadores de este diario debido a su interés por cubrir las actividades comerciales del Perú en la Ciudad de los Reyes, que, en aquel entonces, era una urbe pequeña de solo 54,000 habitantes donde la información como producto todavía no encontraba eco. Se convirtió así en el primer diario comercial del país.

Desde su modesta cuna, El Comercio demostró fortalezas que lo diferenciaban de su competencia. Su enfoque era muy distinto al que tenían los demás medios de la época, en la que reinaba un periodismo de orientación política que servía a los intereses de los caudillos militares. Por esta razón, el diario optó por financiarse exclusivamente a través de sus ventas y suscripciones, no por algún mecenas con inclinaciones particulares. De esta manera, sus fundadores iniciaron la empresa periodística en el Perú privilegiando la información.

La Guerra del Pacífico trajo, además de los avatares de los que se tiene registro, cambios claves en el diario. La publicación tuvo que interrumpirse durante el periodo del conflicto armado (1880-1883). Además, tres años después de concluida la guerra, el fundador Manuel Amunátegui falleció y fue relevado por José Antonio Miró Quesada, quien adquirió la empresa periodística y, con ello, comenzó la tradición que se mantiene hasta hoy.

Nacido en 1845 en Panamá e hijo de Tomás Miró y Josefa Quesada, José Antonio anhelaba que toda su descendencia llevara sus dos apellidos; por ello, decidió convertirlos en uno compuesto. Esta decisión acabó siendo exitosa, como atestiguan el presente y la historia.

En 1905, José Antonio le entregó la dirección del diario a su hijo Antonio Miró Quesada de la Guerra, quien decidió conformar el primer directorio junto al resto de la descendencia del patriarca Miró Quesada, sus hermanos Miguel, Óscar, Luis, Josefa «Pepita» y Aurelio. Esta segunda generación tuvo un papel protagónico en la política nacional de aquel entonces cuando Luis y Antonio fueron elegidos diputados.

El Comercio, aquí y allá, ayer y hoy

Si bien El Comercio reside de forma intangible en la memoria colectiva del Perú, su sede física se encuentra desde el 9 de octubre de 1941 en las esquinas del jirón Lampa y el jirón Santa Rosa. Esta edificación fue construida entre 1921 y 1923 y forma parte del patrimonio arquitectónico de la capital.

El primer local estaba ubicado en la calle Arzobispo, en un inmueble conocido como la Casa de la Pila. Poco después, el diario se trasladó a la calle San Pedro, actual jirón Ucayali, para finalmente llegar al edificio que conocemos hasta hoy.

La historia del diario peruano más célebre es tan rica como la que se encuentra en sus páginas y registros. Desde sus primeros días, en 1840, El Comercio ha asumido campañas adelantadas a su tiempo en pro de encomiables causas, como la abolición de la esclavitud, de la servidumbre indígena o de la explotación de los chinos culíes.