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Casi consiguió que él creyera que era inocente Michael North sabía que Bree Oliver era una cazafortunas en busca del dinero de su hermano, así que decidió seducirla, diciéndose que después la dejaría marchar. Sin embargo, tras un trágico accidente, tuvo que protegerla para cumplir la promesa que le había hecho a su hermano en el lecho de muerte. Cuidando de Bree, Michael se vio obligado a poner a prueba su autocontrol. ¿Era ella tan inocente como proclamaba? ¿O él era tan ingenuo como para creerla? Dividido entre el deseo y la desconfianza, Michael no era consciente del asombroso secreto que ella ocultaba.
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Seitenzahl: 170
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2014 Ann Major
© 2015 Harlequin Ibérica, S.A.
Entre el recelo y el deseo, n.º 2020 - enero 2015
Título original: Her Pregnancy Secret
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-5795-7
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Epílogo
Publicidad
Michael North se despertó sobresaltado en la noche.
Lo primero que pensó fue en proteger a la maravillosa mujer que estaba acurrucada a su lado. Tenía la piel cálida y suave y estaba muy bella iluminada por la luz de la luna, con su cabello rubio esparcido sobre la almohada. Deseaba acariciarle el cabello y besarla otra vez, tanto que tuvo que cerrar los puños con fuerza para contenerse.
Había disfrutado más de la noche que había pasado con ella de lo que había disfrutado con nadie en mucho tiempo. Y quizá era por eso por lo que sentía un nudo en el estómago al pensar en ella. Después de todo, la había seducido a propósito y en beneficio propio.
Con cuidado para no despertarla, se incorporó y se retiró un mechón de pelo negro de los ojos. Todo lo que había hecho aquella noche, la cena romántica en el restaurante, las relaciones sexuales en su ático, y las sonrisas y carcajadas que había compartido con ella eran una farsa.
La había seducido para proteger al ingenuo de su hermano pequeño.
Sin embargo, en un momento dado, Michael se había olvidado de Will. Habían comenzado la velada tomándose una copa de champán en el restaurante Chez Z, un local de comida francesa que ella había heredado de su hermano, el famoso Johnny Z. A Bree le encantaba cocinar y comer, y a Michael le gustó ver cómo disfrutaba haciéndolo.
Ella se había sonrojado al tomarse la copa de champán. Y había suspirado cuando se chupó los dedos para quitarse el chocolate. Y cuando se los chupó a él. Sentir el calor de su lengua en la piel había sido casi tan maravilloso como acostarse con ella.
A Michael le encantaba el sonido de su risa, el brillo de sus mejillas cuando bromeaba, la inteligente mirada de sus ojos y el ardor que mostraba en la cama. ¿Cuándo se lo había pasado tan bien con una mujer?
Bree no era su tipo de mujer. A Michael le gustaban las mujeres rubias, esbeltas y glamurosas que provocaban que los hombres volvieran la cabeza al verlas. Bree era una mujer atractiva, sencilla, a la que le encantaban la ropa de color y los fulares baratos.
Aunque Bree Oliver pareciera una mujer inocente y encantadora, era una cazafortunas. Había atrapado a su hermano, convencida de que él era el hombre que necesitaba para evitar que Chez Z entrara en bancarrota.
Por el bien de Will, Michael tenía que cortar la relación con ella. Daba igual lo mucho que hubiera disfrutado a su lado o lo maravillosa que fuera en la cama, Bree se lo merecía.
Si Michael hubiese sido tan inteligente cinco años atrás, cuando se enamoró de Anya Parris… Sin embargo, no lo fue. Y se casó con ella como un idiota, después de que Anya mintiera acerca de su embarazo. Él había sufrido un infierno de matrimonio, en el que hubo infidelidad, escándalo y un divorcio muy sonado.
Michael nunca volvería a olvidar la realidad acerca de la riqueza de la familia North. Las mujeres fingían estar interesadas en él cuando en realidad lo único que querían era disfrutar de su ático, de su rancho, de sus helicópteros y de sus jets privados. Que las invitara a comer en los mejores restaurantes, y a las fiestas de la alta sociedad.
Nunca volvería a creer que una mujer deseara algo más de él aparte de su lujoso estilo de vida. Y nunca volvería a cometer el error de comprometerse. Por desgracia, Will, que durante la infancia había estado más consentido que Michael, era demasiado confiado. Y Michael era quien debía salvarlo de las garras de Bree.
Michael notó el calor del cuerpo de Bree cuando ella se acurrucó un poco más contra él. Su ropa colorida estaba amontonada en el suelo junto a sus sandalias, donde él la había desnudado mientras ella se reía moviéndose al ritmo de la música.
El agradable calor de su cuerpo le resultaba acogedor.
No, tenía que dejarla. Aunque al percibir su aroma a fresas deseara ocultar los labios contra su cabello espeso, besarla en el cuello y saborear su boca y otras partes de su cuerpo una vez más.
Embriagado por su sensual atractivo, permaneció a su lado torturándose mientras recordaba todas las maneras en que habían hecho el amor.
La primera vez la había notado tensa por dentro, pero suave como la seda. Y cuando la penetró, sujetándola contra la pared, Bree gimió con fuerza. Cuando él se detuvo preocupado por ella, Bree apoyó las palmas de las manos contra su trasero y le suplicó que se quedara allí… para siempre, si era posible. Poco a poco, su cuerpo menudo se había adaptado al de él. La penetró de nuevo, experimentando un intenso placer después de cada empujón.
Ella había actuado como una buena actriz, mostrando su inocencia y provocándolo para después rendirse ante él. Había estado a punto de volverlo loco, de hacer que se creyera que no era su fortuna, sino él, lo que le interesaba.
–¿Quién iba a decirlo? –susurró, mientras permanecía en su interior–. Me gusta. No, me encanta –le acarició la mejilla–. Me alegra que seas tú. Nunca imaginé que sería así de agradable. Siempre quise salir con alguien tan inteligente y atractivo como tú, pero nunca pensé que alguien así podría fijarse en una chica como yo.
Para él también había sido agradable estar con ella. Más que agradable.
Parecía muy cariñosa. Durante un instante, cuando lo había besado como si deseara consumirlo, él se había dejado llevar por el ardoroso recibimiento de su cuerpo, hasta tal punto que casi se había olvidado de ponerse protección.
Cada vez que hacían el amor, el sexo era mejor, incluso con preservativo. Y después, cada vez que ella se abrazaba a él, parecía más cariñosa.
Al pensar en ella, su cuerpo reaccionaba al instante.
–Will me dijo que eras un hombre frío y distante –le había susurrado ella.
A él no le gustó que lo comparara con Will, pero con cada beso y cada mirada, ella lo había ido cautivando. Bree le había ofrecido el cariño que él necesitaba, pero que no sabía que anhelaba hasta que lo experimentó entre sus brazos. Nunca había conocido un hogar de verdad, ni se había sentido parte de una familia. Ni siquiera con los North, a pesar de que le habían dado el apellido y lo consideraban su familia. Sin embargo, esa noche, con ella…
Bree era peligrosa. Tenía que olvidarse de ella cuanto antes.
Si se quedaba junto a ella una noche más, estaría totalmente bajo su control. Y quizá, hasta llegaría a invertir dinero en su restaurante.
Y si invertía suficiente dinero, ¿Bree lo preferiría a él antes que a Will?
Tenía dinero. Y deseaba que ella lo prefiriera a él antes que al resto.
Michael blasfemó. Esa clase de pensamientos lo apartarían de su propósito. Justo cuando se disponía a levantarse de la cama para intentar pensar con claridad, ella gimoteó y se agarró a su brazo, como si esperara que lo protegiera de algo.
–Michael…
Él sintió que se le aceleraba el corazón. Y cuando ella le rozó la piel con los dedos, todo su cuerpo reaccionó. No había manera de que pudiera resistirse a ella.
¿Cuántos años tendría? ¿Veinticinco? Era diez años más joven que él. O incluso más. Tuviera la edad que tuviera, su belleza era cautivadora. Tenía el cabello rubio oscuro, la nariz fina, los pómulos prominentes y los labios sensuales.
No tenía dinero suficiente, ni buen gusto, como para vestir de manera adecuada. Las prendas holgadas que llevaba ocultaban su silueta en lugar de resaltar su belleza, sin embargo, desnuda, con sus caderas, sus senos y sus pezones turgentes al descubierto, era perfecta.
Michael deseaba abrazarla, acariciarle el cabello y susurrarle que todo estaba bien. Pero no era cierto. Él sabía quién era ella y lo que tenía que hacer, sin embargo, se sentía tremendamente atraído por ella.
Con cuidado de no molestarla, Michael se incorporó. Tenía que recuperar el control. No obstante, ella notó que se había levantado y dijo:
–Michael… Cariño, vuelve a la cama.
–No me llames cariño –gruñó él.
–¿He hecho algo mal? –preguntó con timidez al oír el tono brusco de su voz.
Michael no pudo evitar desear protegerla del dolor que él mismo estaba a punto de provocarle.
Tenía que acabar con aquello o se volvería loco.
–No me llames cariño –repitió él–. Todo lo de esta noche es mentira. Te seduje para proteger a Will de ti. Cuando te acercaste a mí durante el acto benéfico al que asistí con Will, me di cuenta de lo que querías y de cómo pretendías utilizarlo a él. Y al interesarte por mí también, me facilitaste el trabajo.
–¿Qué estás diciendo?
–Estoy diciendo que me he acostado contigo esta noche para tener un motivo que haga que dejes de salir con mi hermano. Lo de esta noche tiene que ver con Will.
–¿Will? –preguntó confusa–. Espera un momento. ¿Crees que Will y yo somos pareja? ¿Piensas que salimos juntos? ¿No te gusto?
–¿Cómo vas a gustarme si sé quién eres?
Puesto que había sido un hombre pobre, sabía muy bien lo que era querer más y utilizar a la gente para conseguir lo que él deseaba. Había trabajado mucho, pero también había hecho alguna cosa de la que no se sentía orgulloso para llegar donde estaba.
–Ibas detrás de él, y después detrás de mí, porque necesitas nuestro dinero para salvar tu restaurante.
–No –susurró ella.
–¿Niegas que Will sea uno de tus inversores?
–No –sus ojos brillaban humedecidos por las lágrimas–. ¿Me has engañado? ¿No me deseas?
Él negó con la cabeza.
–¿Por qué? ¿Cómo has podido hacerme algo así? Yo nunca utilizaría a Will, ni a nadie. Will es mi amigo, y sí, es uno de mis inversores. Lo ha sido desde el principio, ¡pero yo no voy detrás de su dinero! ¡Desde luego que no!
–Entonces ¿por qué mostraste tanto interés por mí la noche que nos conocimos durante el acto benéfico, si estabas con Will?
–Quizá coqueteé contigo, pero solo porque pensé que te gustaba –respiró hondo–. Will es un amigo. Al principio era amigo de Johnny, e invirtió en Chez Z cuando mi hermano abrió el restaurante. Así es como Will y yo nos hicimos amigos.
–¿Amigos? ¿Eso es lo único que sois?
La noche del acto benéfico ella llevaba un vestido plateado con la espalda al descubierto y un chal transparente que dejaba poco lugar a la imaginación.
Su historia familiar no había ayudado a mejorar la opinión que él se había formado acerca de ella. Seis meses antes su hermano Johnny Z, el célebre cocinero, había aparecido muerto en la cama con la esposa de un importante cirujano plástico, otro de los inversores del restaurante. Todo el mundo suponía que el cirujano había disparado a Johnny, pero el hombre se negaba a declarar ante la policía, dejando todo en manos de los abogados, y su mujer había desaparecido. Así pues, la investigación se había estancado y el escándalo, sumado a la ausencia de Johnny Z en la cocina, había sido devastador para el restaurante.
–Will me pidió que fuera con él al acto benéfico para que conociera a algunas personas que podían estar interesadas en invertir. Cuando nos presentó, pensé que quizá fueras una de esas personas.
Michael había estado a punto de creerla, pero entonces recordó a Anya y lo ingenuo que él había sido.
–¡Deja de actuar! Si crees que soy igual de tonto que mi hermano, te equivocas. Quiero que te vistas y te marches. Si te mantienes alejada de Will, no le contaré que me he acostado contigo esta noche. Si no lo dejas en paz, le contaré lo nuestro.
–Cuéntaselo si quieres. O a lo mejor se lo cuento yo… Ha de saber hasta dónde estás dispuesto a llegar para controlar su vida. Quizá llegue a tenerte más manía de la que ya te tiene.
Su reacción lo pilló desprevenido. Esperaba que hubiera protestado más, y lo que le había dicho de Will le resultaba doloroso.
–No puede permitirse tenerme manía –soltó Michael–. Soy yo quien firma los cheques de su asignación.
–¿Así que para ti todo se trata de dinero y control? Y crees que yo soy como tú.
–¡Sé que lo eres! Así que deja a mi hermano en paz y así no le contaré lo nuestro y evitarás que piense lo peor de ti. Esta vez apostaste por el caballo equivocado. Elige a otro. Alguien que no sea ingenuo. Alguien que se parezca más a ti o a mí.
–Cuéntaselo. Yo no soy como tú, y no puedes chantajearme.
–Eres como yo. La ambición no es lo único que tenemos en común –dijo con frialdad–. Si Will no te deseara, yo estaría dispuesto a convertirte en mi amante. Te mantendría y sacaría a flote tu restaurante hasta que dejaras de gustarme.
–¿Es que no escuchas nunca? Por última vez, tu hermano y yo solo somos amigos. Por eso no le importará si nos hemos acostado o no. Solo es un inversor del restaurante. Y ya tiene a alguien en su vida.
–¿De veras? ¿A quién?
Michael supo que ella mentía cuando tartamudeó al decir:
–Quizá deberías preguntárselo tú.
Si Will tuviera a alguien en su vida, Michael podría quedarse con Bree. De pronto, reconsideró la situación. ¿Qué había de malo en seguir saliendo con Bree si ella no se tomaba en serio en su relación con Will? Siempre y cuando él tuviera claro quién y estuviera dispuesto a ser generoso con ella.
–Entonces, si Will no te quiere porque tiene a alguien más en su vida, no hay nada que me impida seguir contigo. Te ofrezco un nuevo trato. Si rechazas a Will como inversor y te conviertes en mi amante, mantendré tu restaurante a flote mientras me des placer en la cama.
–¿Qué? –ella lo miró asombrada.
–Ya me has oído. Si te conviertes en mi amante, tus problemas económicos se solucionarán durante el tiempo que sigas complaciéndome. Igual que has hecho esta noche.
–No puedo creerlo. Primero te acostaste conmigo para tratar de destruir mi supuesta relación con tu hermano. ¿Y ahora quieres sobornarme para que me quede contigo? Siento haberte conocido.
–Estoy seguro de que te sentirás de otra manera cuando te compres el apartamento que te guste en el vecindario que elijas y recibas una generosa asignación.
–¡Espera un momento!
–Quieres salvar el restaurante, ¿no? Y disfrutamos estando juntos, entonces, ¿por qué no?
Bree se levantó de la cama.
–¡No se puede comprar a las personas!
–Te sorprendería lo que se puede comprar teniendo dinero.
–Pues yo no estoy a la venta.
–Lo dudo. Es solo que no te he hecho la oferta adecuada. Dime lo que deseas y negociaremos.
–No puedo creer que durante un instante haya pensado que eras una buena persona. Y lo he hecho. De veras. No puedo creer que haya vuelto a ser tan tonta –suspiró–. Eso demuestra lo que te dije antes: no tengo muy buen criterio para los hombres y, créeme, eres el peor de todos.
Su rechazo lo sorprendió. Michael se percató demasiado tarde de que debería haberla seducido para que aceptara el trato, igual que la había seducido para llevarla a la cama. Era evidente que ella pensaba que no había hecho nada malo. En eso eran diferentes. Al menos él reconocía cuándo había traspasado el límite, y estaba dispuesto a aceptar las consecuencias.
–Llamaré a mi chófer –dijo con frialdad, tratando de disimular su decepción–. Dentro de cinco minutos estará en la puerta para acompañarte fuera del edificio y llevarte donde desees. Después de esta noche, no quiero volver a verte con mi hermano nunca más. ¿Comprendido?
–No puedes darme órdenes. Ni a tu hermano. Es un hombre adulto y, te guste o no, uno de mis inversores principales. ¡Pienso verlo tan a menudo como me plazca! Él tiene derecho a invertir su dinero donde quiera.
–Estás muy equivocada.
Michael se volvió y salió de la habitación porque no podía soportar ver la expresión de dolor de su mirada, sus labios temblorosos y sus senos desnudos.
Solo cuando la oyó bajar corriendo las escaleras hasta la planta baja (Bree no utilizaba el ascensor porque le daba miedo) y que la puerta principal se cerraba de un portazo, Michael regresó a su dormitorio.
Permaneció en la oscuridad contemplando la ciudad iluminada por la luna llena. Después, se alejó de la ventana y encendió todas las luces. Jamás su dormitorio le había parecido tan frío.
Entonces, al ver unas manchas rojas sobre la sábana, pensó en que quizá se había equivocado en una cosa. ¿Se había acostado con una virgen?
El corazón comenzó a latirle con fuerza. Una mujer virgen no podría haber tenido una reacción tan salvaje y desinhibida. Sin embargo, al recordar cómo había gemido al penetrarla por primera vez, ¿y si resultaba que no había sido capaz de reconocer sus buenas intenciones?
Si se había equivocado respecto a su virginidad, ¿también se habría equivocado respecto a otras cosas? ¿Sería cierto que se sentía atraída por él? ¿Y qué relación tenía con Will en realidad?
Mientras retiraba las sábanas de la cama, recordó su cuerpo radiante, su mirada de asombro y el placer que había compartido con ella. Michael se había sentido muy masculino y poderoso, y había experimentado un sentimiento de felicidad que nunca había conocido antes.
Hablaría con ella a la mañana siguiente. Sin embargo, por la mañana ella ya se habría marchado.
Michael sobornó al portero para poder entrar en el apartamento de Bree. Durante más de una hora estuvo buscando alguna pista para averiguar dónde se había marchado, pero no obtuvo ninguna. Cuando se dirigió al restaurante, Bijou, la madre de Bree, estaba reunida con los empleados del local.
–Dijo que tenía que marcharse –comentó su madre con frialdad cuando él la interrumpió–. Que era una emergencia. Parecía disgustada. Yo no me entrometí. Ahora me hubiera gustado haberle hecho más preguntas. ¿El problema es usted? ¿Mi hija se ha metido en un lío por su culpa?
–No.
–¡Menos mal! Los hombres no se le dan bien. En realidad, es patética en lo que a ellos se refiere. Se parece a mí. Su padre hizo todo lo posible por arruinarme la vida. Si usted no va a tratarla bien, manténgase alejada de ella ¿quiere?
¿Qué podía decir al respecto? A pesar de las circunstancias, envidiaba a Bree por tener una madre así. Él no había sido tan afortunado.
Cuando Michael fue a hablar con su hermano para advertirle acerca de Bree, Will no lo permitió entrar en el apartamento.
–Ya me ha dicho de qué la has acusado –dijo Will, con la puerta entreabierta para evitar que Michael entrara–. No sé dónde está y, sinceramente, si lo supiera no te lo diría. Te has pasado.
–¿Dijo que estabas viéndote con otra mujer? ¿Es cierto?
Le cerró la puerta en las narices.
Michael se sintió inquieto. ¿Qué era lo que ocultaba Will? Bree había puesto a su hermano en su contra. Si Will estaba saliendo con otra mujer, ¿qué diablos había conseguido Michael acostándose con Bree, aparte de obsesionarse con ella?
Las siguientes semanas, intentó distraerse con su trabajo, con mujeres glamurosas, pero no conseguía olvidarla.
Al pensar en la noche que habían compartido se enfadaba, sobre todo después de enterarse que el mismo día que él se había marchado de Nueva York, ella había regresado al restaurante y había comido con Will.
¿Había permanecido escondida a propósito hasta que él se marchó? ¿Tenía tanto miedo de él?
¿A qué estaba jugando? ¿Cómo podía detenerla y salvar a Will?