Negocios y pasión - Términos de compromiso - Ann Major - E-Book

Negocios y pasión - Términos de compromiso E-Book

Ann Major

0,0
4,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Negocios y pasión El adinerado ranchero Luke Kilgore había vuelto a Texas por negocios. Eso era lo que creía, hasta que vio a su antigua amante. Caitlyn Wakefield lo necesitaba para salvar su rancho, así que ¿por qué estaba tan nerviosa al aceptar su ayuda? Luke lo supo en cuanto vio al hijo de Caitlyn… su propio hijo. Aunque ella le había mentido, Luke aún la deseaba, pero solo se conformaría si lo tenía todo. Tenían que casarse. Sería un padre para su hijo y no volvería a confiar en ella… sin importar lo mucho que lo tentara. Términos de compromiso El millonario Quinn Sullivan estaba a punto de conseguir la empresa de su enemigo. Solo tenía que casarse con la hija menor de su rival. Sin embargo, cuando Kira Murray le rogó que no sedujera a su hermana, Quinn se sintió intrigado. Por fin una mujer que se atrevía a desafiarlo, una mujer que le provocaba sentimientos mucho más intensos que los que albergaba por su prometida. Ahora el magnate tenía un nuevo plan: se olvidaría de la boda… pero solo por un precio que la encantadora Kira debía pagar de buena gana.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 334

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º408 - marzo 2019

 

© 2011 Ann Major

Negocios y pasión

Título original: Marriage at the Cowboy’s Command

 

© 2012 Ann Major

Términos de compromiso

Título original: Terms of Engagement

Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2012

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, c aracteres, l ugares, y s ituaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-964-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Negocios y pasión

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Epílogo

Términos de compromiso

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Caitlyn Wakefield se quedó mirando sus libros de contabilidad. Estaba cada vez más desesperada. No había manera de pagar al jeque Hassan Bin Najjar el próximo vencimiento de la hipoteca.

¿Y qué le iba a decir al misterioso hijo de Hassan, Raffi Bin Najjar, cuando se pasara por allí ese mismo día a ver qué tal iba el rancho?

Había repasado los libros varias veces con la esperanza de hallar la forma de realizar el siguiente pago y conseguir que su rancho saliera bien parado, pero lo único que veía eran demasiado gastos fijos y pocos ingresos.

Aunque le pidiera a Hassan más tiempo, y estaba segura de que se lo concedería, iba a tener que realizar una serie de ajustes muy serios y dolorosos si no quería seguir cayendo en barrena.

Veía las cifras borrosas y le dolía la cabeza.

No le gustaba nada la idea de no cumplir con Hassan. Quería que se sintiera orgulloso de ella, pero las ventas que había anticipado no se habían producido y volvía a estar a punto de perder el rancho, exactamente igual que hacía seis meses, cuando Hassan la había rescatado del abismo al hacerse cargo de su hipoteca.

Era un milagro que Hassan, uno de los jeques más ricos del mundo, se hubiera convertido en su amigo, benefactor y banquero. El hecho de que él fuera rico y ella no y de que él hubiera pasado casi toda su vida en Europa y el Medio Oeste y ella en Texas habría sido más que suficiente para que jamás se hubieran conocido, pero su pasión por los purasangres los había unido.

Se habían conocido en la feria de potros que se había celebrado en septiembre en Keeneland, Virginia, hacía más de un año. Caitlyn le había aconsejado que no comprara un animal muy caro que, efectivamente, se lesionó cuatro meses después en una carrera. Como resultado de la caída, su jinete había muerto y el animal había quedado destrozado. El jeque le había escrito entonces para agradecerle su consejo, pues no habría podido soportar verse implicado en una tragedia de aquella magnitud.

Seis meses después, la volvió a llamar porque Sahara, uno de sus mejores caballos, estaba teniendo problemas, estaba tomándole miedo a las puertas de los boxes de salida en las carreras. Caitlyn se había quedado anonadada cuando el jeque le había ofrecido ir a verlo a su cuadra de Deauville pagándole tres veces más de lo que cobraba habitualmente.

Tras solucionar el problema de Sahara, la había invitado a cenar y, durante aquella cena habían salido a colación sus problemas económicos. Poco después, Hassan fue a su banco y se hizo cargo de su hipoteca.

Hassan había hecho mucho por ella y no le hacía ninguna gracia decepcionarlo. ¿Qué le podía decir a su hijo Raffi para que el jeque se quedara tranquilo?

Caitlyn cerró los libros. Estaba muy enfadada. Al posar la mirada en una fotografía de su hijo Daniel montando a caballo, su estado de ánimo mejoró. Tenía cinco años y, aunque la volvía loca porque era un chiquillo muy curioso con mucha energía, llenaba sus días de alegría.

Daniel la había acompañado a Keeneland y había conocido a Hassan, que había quedado tan impresionado con él que le había hablado de su único hijo, Kalil, a quien había estado a punto de perder en un secuestro en París hacía unos años.

–Fue entonces cuando nombré a Raffi mi hijo honorífico, por salvar a Kalil. Tu hijo me recuerda a él. Raffi también tiene mucha energía e incluso tienen los mismos ojos verdes, un color nada normal en mi país.

–Daniel los heredó de su padre –había comentado Caitlyn.

Luego habían hablado de Texas y de su rancho y Hassan le había pedido su tarjeta de visita.

–Raffi ha vivido en Texas… cerca de donde está tu rancho –había comentado mirando a Daniel con más interés todavía.

Desde entonces, siempre que llamaba, preguntaba por él con mucho cariño, como un abuelo, y eso había sido una de las razones por las que Caitlyn quería tanto al jeque.

No podía soportar que no se le ocurriera nada para sacar el rancho adelante. Estaba acostumbrada a no tener dinero. Ya de niña, sus padres estaban siempre preocupados con las hipotecas y los proveedores. Nunca olvidaría el día que su padre les había anunciado a su madre y a ella que habían perdido el rancho. Se tuvieron que ir a vivir a la ciudad y alquilar tierras para seguir con sus actividades. Aquello fue horrible.

Tenía que conseguir que Raffi se apiadara de ella.

Caitlyn se puso en pie y fue hacia la ventana. Estaban a principios de diciembre y hacía frío. ¿Qué le podía contar a un hombre al que no conocía de nada? ¿Cómo explicarle en qué consistían las tareas de un rancho a una persona que no tenía nada que ver con aquel mundo? ¿Cómo iba a calibrar un rico que vivía en Londres la calamidad que la peor sequía en décadas había supuesto para su rancho y sus caballos? ¿Cómo iba a comprender un soltero su dolor tras la muerte de su marido, cuando se había tenido que hacer ella cargo de todo sola? ¿Cómo iba a comprender un millonario el efecto de la recesión si nunca la habría sufrido en sus propias carnes? Todo el mundo quería vender sus caballos, nadie quería comprar. Así había sido cómo sus ingresos habían menguado y sus gastos se habían mantenido igual. El negocio estaba remontando, pero no a suficiente velocidad.

Mientras se terminaba el café, intentó no pensar en que podía ser la segunda Cooper en perder su rancho a pesar de los sacrificios que había hecho para salvarlo. El mayor de ellos había sido casarse con Robert hacía seis años, cuando se había enterado de que estaba embarazada. Caitlyn no quería recordar aquel momento, así que se fue a las cuadras a dar de comer a sus queridos caballos.

Al oír sus botas en el camino, Angel y los demás caballos se volvieron hacia ella y la miraron, movieron las colas y esperaron. Caitlyn se sentía de maravilla en las cuadras.

–Robert no fue un buen director y yo no soy mejor –murmuró acariciando a Angel, que buscó su mano por si había alguna golosina–. Me gasto demasiado dinero en vosotros, preciosos.

Angel asintió, como si la entendiera.

–Necesito un milagro y lo necesito ya.

Angel relinchó.

–¡Pues claro que se puede producir! Hassan me ha dicho que su hijo es millonario y puede solucionarlo todo. Raffi se hizo rico en sólo cinco años comprando empresas con problemas económicos.

Quizás pudiera convencerlo de que un rancho con problemas económicos era lo mismo.

–Es un hombre muy inteligente. Seguro que se le ocurre algo.

Caitlyn había buscado información sobre él, pero no había encontrado mucha y ni una sola fotografía. Casi lo único que había sobre él era la historia que los había unido, y eso ya se lo había contado Hassan.

Hacía cinco años, Raffi se había enfrentado a tres terroristas para salvar a Kalil. Hassan lo había contratado entonces y Raffi había sabido aprovechar la oportunidad. Con el respaldo del jeque, había empezado a hacer mucho dinero. Entonces, Hassan lo había nombrado su hijo honorífico. Durante la cena en Deauville le había confesado que le encantaría que se casara y formara una familia.

El más joven de los Bin Najjar coleccionaba mujeres como si fueran camisas, así que era imposible que se fijara en ella, una domadora de caballos que siempre iba en vaqueros y sin maquillaje.

–¿Qué te parece, Angel? ¿Me pinto los labios?

La yegua relinchó emocionada.

–Muy bien, pues me los pinto. A ver si el señor Raffi Bin Najjar hace un milagro –sonrió acariciando a su yegua y tranquilizándose.

¿Cómo no se dio cuenta entonces de que Raffi Bin Najjar conocía perfectamente su rancho y a ella?

 

 

Aquella tarde, Caitlyn se había olvidado por completo del pintalabios. Tenía otras cosas en las que pensar. Lisa, su vecina y mejor amiga, la llamó preocupada porque su caballo Ramblin’ Man no se encontraba bien desde que lo habían picado las abejas. Ahora lo quería llevar a casa de su madre para que cubriera a un par de yeguas y el animal no quería acercarse al tráiler.

–¿Puedes venir a verlo, por favor? –le había pedido a Caitlyn por teléfono.

–Esta tarde imposible. Tengo una cita muy importante en casa. ¿Puedes venirte tú?

–Sí, buena idea. Ahora mismo voy.

Así que Caitlyn estaba en el tráiler, intentando que Ramblin’ Man subiera. El caballo estaba aterrorizado y la miraba con los ojos muy abiertos. Caitlyn había conseguido que diera un paso dentro, pero vio que no quería seguir y lo soltó. Ramblin’ Man la miró aliviado y salió corriendo. De momento, era suficiente. En un rato, volverían a intentarlo.

–¿Por qué no me habías dicho que la persona con la que habías quedado era Luke Kilgore? –le preguntó Lisa, que había entrado en la casa a por un vaso de agua.

¿Luke? ¿El Luke que la había dejado embarazada con veintiún años? No, claro que no había quedado con él.

Caitlyn levantó la mirada y se encontró con aquel hombre alto y sombrío ataviado con traje. Su aspecto viril hizo que se le secara la boca. Había soñado muchas veces con su regreso, pero ahora se le antojaba una pesadilla.

Aquellos increíbles ojos verdes, aquella frente despejada, aquellos pómulos altos, aquel mentón bien cincelado, aquella nariz y aquellos labios sensuales que habían recorrido todo su cuerpo no podían pertenecer sino a Luke, efectivamente.

La sorpresa hizo que su cuerpo temblara con recuerdos tórridos. Estaba tan guapo como siempre, pero era imposible que aquel hombre tan elegante fuera el mismo que el vaquero ambicioso y amargado del que había estado enamorada una vez.

–¿Qué haces aquí? –le preguntó.

–Mi chófer me ha dicho que había llamado para confirmar nuestra cita.

–¿Eres Raffi Bin Najjar?

El aludido asintió.

–¿Tienes dos nombres?

–Sí, tengo mi nombre de nacimiento y el que me dio Hassan cuando me hizo su hijo honorífico. Él prefiere llamarme Raffi y yo se lo permito porque me hace feliz ver feliz a las personas a las que quiero.

Caitlyn lo miró anonadada.

–Siento mucho que mi presencia te cause tanto horror.

–Eso no te lo crees ni tú. Me has engañado.

–Piensa lo que quieras.

–No me gusta nada esta situación.

–A lo mejor a mí tampoco.

A pesar del miedo y de otras muchas emociones, Caitlyn se sintió de nuevo atraída por aquella voz, la misma que había oído hacía años cuando un hombre se había acercado a su casa para preguntar si podía hablar con su padre porque nadie quería darle trabajo por ser hijo de Bubba Kilgore. Entonces, apenas era un adolescente atraído por lo prohibido.

Caitlyn había estado enamorada de él varios años, hasta que Luke la había abandonado estando embarazada.

Ahora que tenía veintiséis años y que sabía cómo era aquel hombre, no debería sentirse atraída por sus encantos. Entonces, ¿por qué se le había acelerado el corazón?

Caitlyn miró hacia la casa y se preguntó dónde estaría Daniel. Ojalá no apareciera hasta que hubiera conseguido deshacerse de Luke.

–Tienes buen aspecto, Caitlyn –comentó él.

Pero sus labios no sonrieron tras pronunciar su nombre, como solían hacer.

Tampoco era que ella lo quisiera, claro.

–Tú también –contestó–. ¿Cómo es posible?

–¿A qué te refieres? ¿Te extraña que al hijo del borracho del condado le vaya bien la vida?

Aquello hizo reír a Lisa.

–No te subestimes tanto, Luke. Tú nunca fuiste como tu padre.

–Gracias.

Era obvio que Lisa quería flirtear con él, lo que molestó a Caitlyn.

Caitlyn recordaba perfectamente los comentarios que Luke solía hacer sobre sí mismo. Siempre eran despectivos. Hacían reír a los demás, que era lo que quería, pero Caitlyn sabía que los hacía para tapar la vergüenza que sentía por ser hijo de Bubba. Luke siempre había querido ser más que su padre y lo había conseguido, pero, ¿sería feliz?

Su felicidad no era asunto suyo. La había abandonado, había estado con otras mujeres. Probablemente, nunca la habría echado de menos… como ella lo había echado de menos a él.

¿O sí? Porque parecía muy contento de verla.

Lisa se acercó un poco más y Caitlyn se puso en medio.

–Así que eres Raffi Bin Najjar, ¿eh? He estado buscando información sobre ti y no he encontrado casi nada.

Luke se apartó de la valla. Parecía más alto y corpulento que hacía unos años. Seguro que era puro músculo. La idea de tocarlo hizo que Caitlyn sintiera un calor insoportable.

–Pago a un equipo para que quiten de Internet lo que no me gusta –confesó.

–¿Eso se puede hacer?

–Yo lo hago. No soy un actor ni nada parecido. Sólo escriben sobre mí cuando salgo con alguna mujer famosa.

–Has salido con unas cuantas modelos, ¿no?

–¿Celosa?

–¡Claro que no, pero deberías haberme dicho quién eras y lo sabes!

–¿Por qué? He venido para hacerle un favor a Hassan, no para hacerte la vida más fácil a ti. Por alguna razón, está fascinado contigo y con tus asuntos.

–Me ha ayudado mucho.

–Sí, y me pregunto por qué…

–Me dijo que habías vivido por aquí, pero no caí en que fueras tú…

–Yo tengo tanta curiosidad como tú por saber sus motivos. ¿Hablasteis sobre mí cuando cenaste con él en Francia?

–No.

–¿Sabías que yo también iba a ir a aquella cena?

–Hassan me dijo que su hijo honorífico iba a ir, pero luego me contó que te había surgido negocio y que te habías tenido que ausentar.

–La verdad es que te vi desde lejos, con unos prismáticos, trabajando con Sahara, te reconocí y preferí ausentarme.

De repente, a Caitlyn se le antojó que aquella situación era una encerrona. Recordó el comentario de Hassan sobre el color de los ojos de Daniel. Cuando le había preguntado por el niño en Deauville, Caitlyn, como cualquier madre orgullosa de su retoño, había hablado largo y tendido de él e incluso le había enseñado fotografías.

Hassan había mostrado tanto interés que incluso se había quedado con una.

¿Se habría dado cuenta de que Luke era su padre? Era un hombre muy rico y tenía acceso a todo tipo de información, por supuesto, y era de esperar que le interesara el pasado de su protegido. ¿Habría mandado a Luke para que se enterara de la existencia de Daniel?

Si hubiera estado más atenta, podría haber evitado todo aquello, pero no se le había ocurrido en ningún momento que Hassan pudiera tener un motivo oculto, siempre había creído que se portaba bien con ella porque sí.

–Estuvimos hablando de cosas sin importancia –mintió sin referirse a Daniel.

–Pero, después de aquella cena, se hizo cargo de tu hipoteca –comentó Luke–. ¿Pasó algo después de la cena? –añadió mirándola de arriba abajo.

–No te atrevas a insinuar que tu… «padre» y yo tuvimos una aventura porque no fue así. Siempre se ha portado bien conmigo y eso es todo.

–¿Y por eso se hacer cargo de tu deuda, que asciende a medio millón de dólares?

–Durante la cena, salió a relucir mi rancho, le expliqué que tenía serios problemas económicos y que temía perderlo. Hassan me dijo que apreciaba mucho lo que había hecho por Sahara y que quería ayudarme. Yo fui la primera sorprendida cuando me dijo que se iba a hacer cargo de mi hipoteca y que me iba a ayudar a recuperarme.

–¿De verdad fue sólo eso? ¡Hassan no suele ir por ahí rescatando a todo el mundo!

–¡Pues a ti te adoptó prácticamente!

–Eso fue porque le salvé la vida a su hijo. Me llevé una bala por ello mientras que tú estuviste con Sahara un par de horas. No lo entiendo.

Caitlyn tampoco lo había entendido en su momento, pero ahora comenzaba a sospechar que sabía por qué lo había hecho.

–Necesitaba el dinero y acepté su oferta. ¿Tú no habrías hecho lo mismo en mi lugar? Bueno, de hecho lo hiciste…

–Me ha enseñado mucho y es cierto que me ha abierto muchas puertas –aceptó Luke.

–Buenas puertas te ha debido de abrir, sí, porque en cinco años te has hecho millonario.

En aquel momento, Ramblin’ Man se acercó al tráiler y metió el hocico dentro. Caitlyn se dio cuenta, pero no pudo apreciarlo debido a la presencia de Luke.

–Sí, es cierto que se lo debo todo a él. Creo que Hassan decidió ayudarte por mí.

–¿Por ti? No lo entiendo.

–Se ha debido de dar cuenta de alguna manera de que estuvimos juntos. Hassan es un apasionado de la familia y, si le dijiste que habías tenido algo conmigo…

–Pero yo nunca se lo dije –contestó Caitlyn acordándose de nuevo del comentario del jeque sobre los ojos de Daniel–. ¿Por qué no le preguntas a él por qué decidió ayudarme?

–Ya se lo he preguntado y me contestó con evasivas. Por eso he venido, para satisfacer mi curiosidad y porque Hassan me ha insistido mucho. Lo cierto es que el último lugar del mundo al que querría volver es a este rancho y tú eres la última persona sobre la faz de la tierra a la que querría ayudar, pero Hassan quiere ayudarte y me ha pedido que dilucide cómo se puede hacer, así que no tenemos más remedio que cooperar.

–¿Y por qué no te vas?

–¿Y permitir que Hassan te siga pagando todo? No, bonita, he venido a averiguar qué está pasando aquí. Yo lo que quiero es proteger a Hassan –le espetó mirándola con desprecio.

Su mirada y sus palabras la ofendieron. Estaba enfadado, pero, ¿por qué? Había sido él quien había traicionado a su familia, quien había la había dejado embarazada y la había abandonado con un futuro poco halagüeño mientras él se reinventaba como el empresario de éxito que tenía ante sí.

¿Qué motivos podía tener para estar enfadado? A menos que… supiera lo de Daniel, pero no, era imposible. No lo sabía… todavía.

Caitlyn volvió a mirar hacia la casa, rezando para que el niño no apareciera.

«No te pongas nerviosa, muéstrate educada y deshazte de él cuanto antes».

No podía ser tan difícil, acababa de decir que no quería estar allí. Qué lío, estaba en un serio apuro.

Caitlyn se giró hacia Lisa.

–Tengo que hablar con Luke en privado. Sigue trabajando con Ramblin’ Man hasta que vuelva.

–Está bien –contestó Lisa a regañadientes sin quitarle el ojo de encima a Luke.

–Ven conmigo –le dijo Caitlyn a Luke.

Estaba harta de que Lisa lo oyera todo y, además, corría el riesgo de que mencionara a Daniel.

–Si prefieres meter a su caballo en el tráiler antes, adelante. Tengo que leer un informe de uno de mis empleados. Puedo esperar media hora. Lisa me ha contado lo de las abejas.

Así que, antes de ir donde ella estaba, habían tenido tiempo de conversar, ¿eh? Caitlyn se enfureció consigo misma por los celos que sintió. Al llegar junto a las cuadras, se giró bruscamente hacia Luke.

–Nuestra reunión queda cancelada.

–No te lo crees ni tú. He venido desde Londres.

–Me da igual. No tienes derecho a presentarte aquí de esta manera, engañándome.

–Le he prometido a Hassan que encontraría la manera de solucionar tus problemas.

–No quiero tu ayuda. Llegas tarde, Luke Kilgore, demasiado tarde. Hace seis años que me las apaño perfectamente sola, sin ti.

Luke la miró sorprendido y receloso.

–¿Qué demonios quiere decir eso?

Caitlyn se tapó la boca con la mano. Había hablado demasiado.

–Nada –contestó–. ¡Quiero que te vayas ahora mismo! No eres persona grata en esta casa.

–¿Ah, no? Antes no era así, ¿eh? –le dijo mirando hacia el altillo de los establos.

Caitlyn también lo recordaba. Solían hacer el amor allí de manera salvaje. Desde entonces, soñaba con él. A pesar de que la había abandonado, había seguido persiguiéndola en sueños incluso estando casada.

–Cuando eras más jovencita, me seguías a todas partes –le recordó Luke.

–Era una ingenua –admitió Caitlyn.

–Me parece que aquí el único ingenuo soy yo –protestó Luke acercándose y tomándola de la cintura–, pero te aseguro que voy a averiguar por qué me ha enviado Hassan. Creía que quería que me casara con Teresa, la mujer con la que salgo…

–Creía que te había mandado para que solucionaras mis problemas económicos –contestó Caitlyn soltándose.

–Estoy seguro de que hay otra razón. Le hiciste pensar que seguimos relacionados de alguna manera.

Caitlyn negó con la cabeza.

–En ningún momento insinué nada parecido –le aseguró sinceramente–. ¿Teresa es otra top model de ésas con las que sales? –añadió a la desesperada, para cambiar de tema.

–No, es condesa.

Caitlyn tuvo de repente la certeza de lo poco atractiva que le debía de resultar con sus vaqueros polvorientos.

–¿Y por qué no te casas con ella?

–Porque es un poco joven, sólo tiene diecinueve años. Me lo estaba planteando cuando Hassan me insistió para que viniera a verte. Desde que te conoció en Keeneland, no para de hacerme preguntas de cuando vivía en Texas. No me dice por qué, pero se debe de creer que sigo enamorado de ti o algo así. ¡Y no es así, te lo aseguro! Así que estoy dispuesto a demostrárselo haciendo lo que haya que hacer.

Caitlyn percibió el olor del cuerpo de Luke mezclado con su colonia y sus hormonas se revolucionaron.

–¡Pues cásate con tu condesita y demuestra que tú y yo somos historia!

–Sigues siendo tan atrevida como siempre –contestó Luke mirándola de arriba abajo–. Ya veo que ningún hombre ha conseguido domarte… ni siquiera tu marido.

–A él ni lo mentes. Murió.

–Lo siento –se disculpó Luke sinceramente–. Este sitio está alejado de todo y debe de resultar muy duro vivir aquí sola.

Era duro, sí, y se sentía sola. Sobre todo por las noches.

Llevaba demasiado tiempo sin dormir y sola, pero tenía que encargarse del rancho y de su hijo. Era lo que le tocaba.

Caitlyn sabía que Luke la estaba mirando de manera sensual y dio un paso atrás. Cuando la agarró de la mano, intentó soltarse, pero no lo consiguió. Luke se la volteó y le miró la palma.

–Has estado trabajando mucho. Demasiado –comentó con compasión.

Sin pensar en lo que hacía, se acercó a él. Las emociones la estaban desbordando. Llevaba demasiado tiempo sin un hombre. Cuando Luke le clavó los ojos, aquellos ojos que tanto había amado, en lugar de huir, se quedó petrificada sin poder moverse.

Su mirada le incendió el alma, quemó los años que habían pasado, calcinó el dolor y el odio y derritió su resistencia.

Luke se llevó la palma de Caitlyn a los labios y la besó. Sólo entonces ella la retiró.

–Supongo que preferirás que las mujeres no tengan callos en las manos.

–Sí, las mujeres que frecuento no trabajan con animales y al aire libre, como tú –admitió Luke–. He salido con muchas mujeres desde que me fui de aquí. Creía que te había olvidado, pero cuando te he visto con Ramblin’ Man… de repente, me he dado cuenta de que tendría que haber vuelto antes.

–Esto no puede estar sucediendo –murmuró confusa.

–No tendría que haber venido –recapacitó Luke.

–Todavía estás a tiempo. Vete.

–Demasiado tarde. El daño ya está hecho –contestó Luke devorándola con la mirada–. Te he visto, te he tocado y ahora siento curiosidad por otras cosas.

Caitlyn apenas podía respirar. Era como estar atrapada en un sueño, en aquella época juvenil en la que la pasión casi la destrozó. Llevaba años diciéndose que, si le volvía a pasar, lo haría de otra manera. Ahora le tocaba demostrarlo. Pero elevó la mirada y entreabrió los labios. Sentía los pezones duros contra su camisa. Luke se inclinó sobre ella y le mordisqueó el labio inferior. Caitlyn se derritió.

–Oh, Dios –murmuró Luke.

Caitlyn sintió al instante una punzada de deseo en el bajo vientre. Nunca se había podido resistir a él, así que suspiró y le pasó los brazos por el cuello. A continuación, le pasó los dedos por el pelo y lo besó en la boca. Aquel hombre era demasiado delicioso para resistirse a él.

–Te voy a odiar por esto y me voy a odiar, sobre todo, a mí misma –murmuró con voz trémula.

–Ya –contestó Luke invadiendo su boca con la lengua.

Caitlyn se arqueó contra él y sintió su erección. Se sentía como una yegua mostrando su excitación al macho. Sentía unas necesidades que jamás había sentido por ningún otro hombre.

Sabía que lo que estaba haciendo no era correcto. Luke la había rechazado y le había hecho daño.

No se saciaba. Quería que Luke le arrancara los vaqueros, la tomara en brazos y la llevara al granero. Quería volver a tumbarse con él en el heno.

Durante otro segundo eterno sólo existieron ellos dos en el Universo. Luego, de repente, Ramblin’ Man se puso nervioso y Lisa gritó.

Entonces, comprendiendo dónde estaba y lo que estaba haciendo, Luke se apartó de ella. El gesto fue tan brusco que Caitlyn se asustó. Luke la estaba mirando con dureza y maldijo en voz baja.

Caitlyn lo miró confundida. Hubiera dado cualquier cosa por seguir besándolo, por aferrarse a él y volver a sentirse mujer por primera vez en muchos años, pero no podía ser.

Qué humillación. Luke se había apartado y la miraba en silencio. ¿Qué estaría pensando?

–Me has besado como si no hubieras vuelto a besar a nadie en seis años –recapacitó en voz alta al cabo de unos segundos.

Caitlyn dejó caer la cabeza y se quedó mirando las puntas de sus botas. Lo último que quería era que supiera cuánto lo había echado de menos.

–Si tantas ganas tienes, mejor nos vamos dentro –añadió Luke–. ¿O sigues prefiriendo el loft? A mí me da igual, la verdad. Yo lo único que quiero es olvidarme de ti… para siempre.

Caitlyn se sintió avergonzada por haber reaccionado como lo había hecho.

–¡Y yo lo único que quiero es perderte de vista para siempre!

–No me has besado como si quisieras perderme de vista.

–No sé qué me ha pasado, pero quiero que te vayas –le aseguró Caitlyn.

–Bueno, mientras dilucido cómo están tus finanzas y cuáles han sido los motivos de Hassan para mandarme aquí con tanta insistencia, aprovecharé para dilucidar también qué pasa con la química que hay entre nosotros.

–¡No! Lo que vas a hacer es olvidarte ahora mismo de este estúpido beso y marcharte.

–¿Cómo vas a resolver tus problemas económicos si me voy?

–Estoy muy disgustada ahora para pensar en eso.

–Pues será mejor que lo pienses.

–No puedo trabajar contigo.

–Mejor será que te contengas porque no tienes elección –comentó Luke apartándose un rizo de la frente.

Parecía tan disgustado como ella.

–Me voy a ir –anunció–, pero sólo una noche. Así, tendrás tiempo para hacerte a la idea de que voy a estar por aquí. Sólo me voy esta noche –repitió–. Mañana me instalo aquí hasta que averigüe qué está pasando, hasta que resuelva el misterio de Hassan y de tus problemas económicos. Como esto está a cuarenta kilómetros del pueblo, no pienso estar yendo y viniendo todos los días, así que prepárame una habitación de invitados.

–¿Te crees que voy a dejar que te instales en mi casa después de lo que acaba de pasar?

–¿Quieres que le diga a Hassan que no quieres cooperar conmigo?

No, claro que no quería y Luke lo sabía.

–Lo haré, ¿eh? Soy capaz de decirle que lo venda todo, que saque el rancho y los caballos a subasta y ya sabes lo que eso significaría.

Claro que lo sabía.

–Hassan nunca…

–Yo lo conozco mejor que tú. Es un buen hombre y quiere ayudarte, pero si ve que no quieres cooperar, no tendrá más remedio que tomar decisiones desagradables. ¿Quieres volver a perder el rancho, como le pasó a tu padre? Te advierto que esta vez no habrá un rico cerca con el que casarte para recuperarlo.

–Te recuerdo que tú eres rico única y exclusivamente por Hassan. Te recuerdo que yo conozco al Luke Kilgore de verdad. Mi madre me advirtió que eras exactamente igual que tu padre.

Su madre había despedido a Luke por robar. Cait se había negado en redondo a creer que Luke hubiera robado dinero del coche de su padre, pero, como nunca volvió a aclarar las cosas, al final tuvo que admitir que había sido así.

–¿Y tú la creíste? –le preguntó Luke con una mezcla de rabia y dolor–. Te equivocas. No me conoces en absoluto. Nunca me has conocido y yo a ti tampoco. Creía que eras una chica inocente, dulce y me enamoré de ti, pero me equivoqué.

–Vete –murmuró.

Para su sorpresa, Luke asintió.

–Como te he dicho, me voy, pero sólo por ahora. Esta tarde voy a ir a hablar con tu gestor. Había pensado que fuéramos juntos, pero parece ser que no va a poder ser –dijo girándose hacia la limusina que lo esperaba frente a la casa.

Caitlyn deseó que aquella fuera la última vez que lo viera, pero sabía que no iba a ser así. Lo iba a volver a ver al día siguiente y aquella misma tarde, en el pueblo, alguien podía contarle algo. Sobre todo, si preguntaba. Cuando se casó, hubo rumores y seguía habiéndolos.

Y, aunque nadie le contara nada, Luke iba a conocer a Daniel y lo iba a ver todos los días. No iba a poder seguir ocultando su secreto, así que era mejor decírselo ella misma.

Caitlyn tomó aire y corrió tras él.

–¡Espera! –le gritó.

–Podemos quedar en el pueblo. Termino con Ramblin’ Man y voy. ¿A qué hora has quedado con el gestor?

Luke se lo dijo.

–Cuando terminemos de hablar con Bruce, necesito contarte una cosa. Es personal.

–Nada bueno, supongo –comentó Luke mirándola con recelo.

–Depende de cómo te lo tomes –contestó Caitlyn–. No es la peor noticia del mundo, pero habría preferido no tener que dártela, la verdad –añadió irguiéndose.

No quería que Luke se diera cuenta de que estaba muy asustada.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

¿Qué demonios tendría que contarle que fuera tan importante?

No era la primera vez que Caitlyn le decía algo así. El día que se había ido para siempre, hacía seis años, también le había dicho que tenía algo muy importante que contarle, pero, cuando Luke había ido, en lugar de aparecer ella, se había encontrado con su madre.

Su madre lo había despedido y le había dejado claras unas cuantas cosas. Por ejemplo, que su hija se iba a casar con otro chico. Luke se había ido, pero, cuando se había calmado, la había llamado para hablar con ella. Caitlyn no le devolvió la llamada, así que le había escrito, pero ella nunca contestó a sus cartas. Era evidente que lo quería perder de vista, pero que no había tenido valor suficiente para decírselo en persona.

«¿Qué más da lo que tenga que contarme? No pienso seguir pensando en ella», se dijo Luke.

¡Cómo si fuera tan fácil! Sus enormes ojos marrones húmedos por las lágrimas lo perseguían. Cuánto había ansiado tomarla entre sus brazos y consolarla. Menos mal que no lo había hecho porque Caitlyn no merecía su compasión.

Era cierto lo que le había dicho, si hubiera podido elegir, no habría vuelto. Él donde se encontraba bien era en Londres, al frente de sus numerosas empresas. Claro que, al pedirle Hassan que fuera, no había podido negarse porque a él se lo debía todo.

Intentó relajarse en el asiento trasero de la limusina, pero no pudo. Tenía el informe sobre los empleados de Kommstarr apretado entre las manos. Lo dejó a un lado con impaciencia. Las cifras de Steve para justificar los gastos desmedidos que habían tenido lugar en esa empresa no tenían sentido. A Luke no le gustaba tener que despedir a gente, pero no había opción.

La verdad era que, desde que había aterrizado la noche anterior en San Antonio, le había costado concentrarse. Qué diferente era allí el cielo, aquel cielo que le recordaba a ella. Todo allí le recordaba a Caitlyn.

¿Por qué le había parecido que estaba asustada?

Ahora que la había visto, que la había tocado y que la había besado, se le había metido en el cerebro, como en el pasado, y no podía dejar de pensar en ella.

Luke comparó a la mujer que era ahora con la chica que era entonces. Nunca había sido guapa sino, más bien, mona… con sus pecas y sus ojos grandes e inocentes. Era una chica a la que le gustaba reírse.

Hoy, sin embargo, no se había reído.

Antes lo encontraba tan excitante como él a ella. Desde el primer momento, desde que se había presentado en su casa desesperado por trabajar y ella se había negado a invitarlo a entrar, había habido química entre ellos.

Caitlyn no era ni de lejos tan guapa como las mujeres con las que salía ahora y no vestía ni por asomo de manera tan sofisticada como ellas. La verdad era que nunca le habían importado esas cosas, lo que hacía que Luke la admirara. Nunca se maquillaba. Ella era genuina y, desde luego, sabía besar.

Ojalá pudiera olvidarse de sus labios y de cuánto se había excitado, aquella mujer era puro fuego y, cuando le había pasado los brazos por el cuello y se había apretado contra él, Luke había sentido sus curvas.

La había notado más atrevida. Tal vez porque sabía muy bien lo que quería o, tal vez, porque lo había echado de menos tanto como él a ella.

La lejana noche en la que habían hecho el amor lo perseguía. Había llamado a la puerta buscando a su padre para ver si le podía dar un adelanto porque Bubba se había gastado el dinero del alquiler en el bar. Caitlyn le había abierto con unos pantalones cortos y le había dicho que su padre debía de estar en el granero, pero sabía que no era así. Lo había seguido, había cerrado la puerta tras ellos y lo había llamado en la oscuridad. Cuando se soltó el pelo, le tendió la mano y le dijo que estaba enamorada de él, Luke intentó hacer que entrara en razón.

–No sabes lo que dices ni lo que haces –le advirtió.

–Lo sé perfectamente. Sé perfectamente lo que siento, desde la primera vez que te vi –contestó ella.

–Eres demasiado jovencita para saber nada. Todo el mundo me tiene por una porquería.

–A mí eso no me importa. No quiero pasarme la vida entera deseándote y sin tenerte –insistió–. Sólo una vez. Sólo te pido una vez.

–No se lo cuentes a nadie.

–Nadie lo va a saber. Sólo tú y yo –había dicho Caitlyn acercándose y pasándole los brazos por el cuello.

Al sentirla tan cerca, Luke se fijó en lo bien que encajaban sus cuerpos y pensó que era perfecta.

–Sólo tú y yo –repitió besándola.

Para Luke, aquella vez había sido muy especial. Ninguna otra mujer le había importado tanto. Claro que ninguna otra mujer se había servido de su madre para perderlo de vista. Eso también era imposible de olvidar.

¿Por qué lo habría hecho? ¿Por qué se habría acostado con él? ¿Sólo por sexo? ¿Sabría ya entonces que iba a tener que casarse con Wakefield si quería recuperar su rancho? Luke llevaba años atormentándose con aquellas preguntas.

Caitlyn fue su primer amor… y el último. Caitlyn le había roto el corazón y el alma.

Se había entregado a él jurando que lo amaba y, luego, a la primera de cambio, se había casado con Robert Wakefield. Evidentemente, lo había hecho porque su padre era el banquero que se había quedado con el rancho de su familia.

Pero la vida toma sus propias decisiones y las cosas no habían salido como Caitlyn había planeado. Robert había muerto, el rancho volvía a estar en graves apuros y ella era viuda y tenía un hijo del que cuidar.

Un hijo. Pues no lo había visto. Claro que tampoco quería ver al hijo de Wakefield, prueba viviente de que Caitlyn había estado con otro hombre aquellos seis años.

Luke sabía que había gente a la que le resultaba fácil olvidar el pasado, pero él no era así.

Mientras miraba por la ventana, se dijo que cumpliría con el encargo de Hassan cuanto antes, dilucidaría por qué el jeque estaba tan interesado en Caitlyn y se iría. Se lo había preguntado directamente a él, pero no le había querido contestar.

Para colmo, cuando había acudido a Deauville, se la había encontrado allí. Hassan no le había dicho que la había contratado para que se hiciera cargo de Sahara. Luke no quería verla y se había negado a cenar con ellos.

El empecinamiento de Hassan y la fascinación que sentía por Caitlyn no tenían sentido, pero Luke estaba dispuesto a llegar hasta el fondo de la cuestión. A ver si para el fin de semana podía estar de vuelta en casa con Teresa.

En aquel momento, vio algo por el rabillo del ojo. Un precioso purasangre montado por un niño apareció en mitad de la carretera. El conductor tocó el claxon y frenó bruscamente y el caballo se asustó.

Luke oyó el chirriar de los neumáticos en la grava, la limusina dio un par de bandazos y acabó junto a un gran cactus. El caballo había tirado al jinete, que yacía inmóvil en el suelo.

Luke se bajó de la limusina a la vez que el conductor.

–¡No lo he visto, señor!

–No ha sido culpa tuya –lo tranquilizó Luke.

–No lo he visto aparecer –repitió el hombre, preocupado.

–Tú ocúpate del coche –le dijo Luke acercándose al niño, que se movió al oír voces.

En aquel momento, apareció un vaquero a la carrera.

–Dios mío, le he perdido de vista un momento…

Al oír quejarse al pequeño, Luke se sintió más tranquilo. Sólo se había caído del caballo.

Se arrodilló a su lado. El niño se quejó y se incorporó mirándolo con recelo. Tenía la camisa rota, pero sonrió.

–¿Estás bien? –le preguntó Luke.

–Lo siento, yo…