Este diario llega gracias al gentil auspicio de Wuhan - Chiara Roggero - E-Book

Este diario llega gracias al gentil auspicio de Wuhan E-Book

Chiara Roggero

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Y, de pronto, el mundo frenó y nuestra vida se acotó a las paredes de nuestra casa. Las conversaciones giraban solo en torno a un virus del que no sabíamos nada. Los días comenzaron a tener un peso distinto y el encierro fue una puerta inevitable para mirarnos de nuevo. Este diario reúne, en orden cronológico y sin interrupción, las sensaciones, los pensamientos y la pequeña locura por los que atravesé durante los 136 días de cuarentena obligatoria, cuando todo indicaba que nunca más volveríamos a ser los mismos.

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ESTE DIARIO LLEGA GRACIAS AL GENTIL AUSPICIO DE WUHAN.

CHIARAROGGERO

ESTE

DIARIO

LLEGA

GRACIAS

AL GENTIL

AUSPICIO DE

WUHAN.

Este diario llega gracias al gentil auspicio de Wuhan.

© 2021, Chiara Roggero

© 2021, Ediciones Pichoncito

Medianoche es un sello editorial de Ediciones Pichoncito S. A. C.

Autora:

Chiara Roggero

Dirección creativa y dirección gráfica:

Raquel Tudela

Diseño y diagramación:

Sandra Florián

Corrección de textos:

Jorge Cornejo

Editado por:

Ediciones Pichoncito S. A. C.

Jr. Santa Rosa 359, Barranco 15063, Lima, Perú

www.pichoncito.pe

Primera edición: noviembre de 2021

Digitalizado porBook And Play Studiobap-studio.com

ISBN: 978-612-48383-7-8

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú n.º 2022-01444

Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de

este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de la editorial.

A todos los que, incluso encerrados, fueron libres.

PARTE 1

DÍA 1

16 de marzo de 2020

Se empieza con tareas, se hace conference de chamba x dos horas, se ordena el refrigerador, se pregunta uno qué hará con tanta cebolla roja, se cae en la nostalgia de ver las flores y saber que por un tiempo serán las últimas, otra llamada de trabajo, se estrena mascarilla (la única que tengo), se sale a Metro por lentejas y azúcar y se vuelve con el bien más preciado: una piscina armable que destrozará mi pequeño jardín pero que será Disney para mis hijos.

Palabra del día: comienzo.

Sensación predominante: esto no está tan mal.

Lo que hoy más extraño: mi clase de hot yoga.

DÍA 2

17 de marzo de 2020

Hoy saqué a pasear a Mick tempranito en la mañana. En realidad, él me sacó a pasear a mí. Sentí que en los pocos transeúntes con los que me cruzaba había una urgencia de ser más amables entre nosotros. Como si de repente nos hiciera feliz la existencia del otro.

Hice un poco de yoga y un poco de cardio. Sudé, y eso me hizo bien. Me he duchado y me he puesto ropa (me he jurado no quedarme en pijama ni un día). Casi no he visto las noticias. He trabajado toda la mañana y he ayudado a los chicos con las tareas. Luciano ha pintado un mono con acuarelas y Julia ha hecho un origami con post-its (felizmente no se le ocurrió agarrar el papel higiénico, que hoy es un bien preciado). He fileteado por primera vez un pescado y prensado papa para el puré. Diego me ha dicho que, si los almuerzos siguen así, no tiene problemas con la cuarentena. Me ha hecho sentir una verdadera ama de casa de comercial de salsa de tomate; hasta he sonreído a la cámara y me ha brillado un diente. He presentado por teléfono una campaña para el Día de la Madre y les ha gustado. He trabajado toda la tarde con unos colegas de San Francisco que están en cuarentena igual que nosotros. He comido chirimoya. Me he tomado una chela en copa. Diego se ha dejado el bigote. He vuelto a pasear a Mick y le he chiflado a mi amiga para que salga por la ventana. Hemos conversado a los gritos como dos viejas.

Hasta ahora, todo va bien, muy bien. Espero que afuera las cosas vayan mejor.

Aprendizaje del día: para filetear un pescado, se necesita un buen cuchillo... y saber filetear.

Lo primero que haré cuando salga: emborracharme con mis amigas.

DÍA 3

18 de marzo de 2020

Con Diego nos peleamos por ver quién pasea al perro. Nunca antes visto. Me he sentido tan feliz de ser yo la ganadora que he recogido cacas de perros ajenos. He ido a la bodega por verduras, cerveza y comida para gatos. Hemos abierto la caja de la piscina y hemos dejado las piezas tiradas. Armarla parece una tarea imposible. En la mañana, he hecho clase de baile en vivo de @aurastudiope y, aunque nunca lo creí posible, he bailado hasta abajo reguetón. Besitos, @cirazola. Como no encontraba mis pesas, he usado dos botellas de alcohol etílico. Un poco más de ejercicios para combatir los mofletes. Ducha y ropa. Trabajo y tareas. Cocina y almuerzo.

La tele no se prende. A las tres de la tarde, se abre la primera cerveza. Qué costumbre maravillosa la de tomarse una al día. Suena una bocina. Es mi hermana, que nos saluda desde la distancia. Los extrañamos tanto. Me conecto con los colegas de San Francisco. Más trabajo y más tareas escolares.

Cae la tarde y las piezas de la piscina parecen reclamarnos. El trabajo en equipo es fundamental. Finalmente, el armatoste celeste se sostiene y habemus piscina. Es enorme, casi olímpica. Chau, jardín. No importa. La cara de emoción de los chicos lo vale. A las ocho de la noche, empiezan los aplausos. DJ Hbomb (mi marido) le mete con todo al equipo al Contigo Perú. Los vecinos celebran la idea y hasta sacan cajón. Se arma la jarana. La última vez que le metimos tanto volumen, vino el Serenazgo. Esta vez no nos dicen nada porque saben que es para ellos.

El día nos queda corto. Qué raro eso. Estamos muy bien. Espero que tú también.

Lo insólito del día: la jarana improvisada del barrio.

Lo mejor que hice: salirme de los chats comunales.

DÍA 4

19 de marzo de 2020

La piscina comienza a llenarse. Despierto a Julia a las ocho porque tiene que registrarse en “el colegio”. Improviso unas pesas con unos tomatodos a los que les meto arena de gato. Hago gimnasia por Instagram. Sudo. Con las mismas, me voy a comprar lo que falta. Me pongo la mascarilla. Mandarinas, piña, limón, platanitos y palta a la vuelta de la esquina. ¡Toda la vida yendo al supermercado cuando las bodegas lo tenían todo! Antes de darme una ducha, estreno la piscina. Qué delicia. Me siento una niña. Si no hubiera sido por la cuarentena, nunca habría accedido a ese armatoste gigante que ocupa todo mi jardín. Pienso en los millones de cosas a las que les decimos no solo porque sí. ¿De cuántas anécdotas nos habremos perdido por esas negativas aguafiestas?

Hoy no tengo cabeza para trabajar. Deshueso un pollo. Meto camotes en un pírex con jugo de naranja, mantequilla y miel. Me persigno para que salga rico. Sale más o menos. Me viene el primer bajón. Me siento triste y preocupada. Me echo en mi cama y me quedo dormida. Cuando despierto, hago una videollamada con mis amigas. Nos reímos y nos alentamos.

Me hago un café que rápidamente reemplazo por una cerveza. Vemos el atardecer que explota. Luciano tiene un diente colgando y ha botado sangre y se ha asustado. ¿Por qué la sangre nos asustará tanto?

DJ Hbomb ha decidido mejorar su sistema de sonido y ha sumado un amplificador al equipo. Los vecinos nos esperan puntuales en sus ventanas y techos, para el repertorio criollo. Al señor del cajón se le ha sumado una señora que hace sonar sus cucharas. Como ya nos tenemos confianza, nos han pedido del edificio de enfrente que pongamos Dar es dar de Fito Páez. Hbomb accede al reclamo. Ahora, y en la soledad de mi cuarto, escribo estas líneas y escucho a la distancia Sweet child o’mine, de otro DJ de la zona. Hay lugar para todos.

¿Un miedo?: la incertidumbre de no saber si podremos volver a nuestra vida habitual.

¿Un aprendizaje?: menos nos y más sís.

DÍA 5

20 de marzo de 2020

Me desperté completamente sudada a las cuatro de la mañana. Cuando me pasa eso es señal de estrés. OK, estoy angustiada. ¿Para qué negarlo? La magia de los primeros días de cuarentena se ha ido empañando con las noticias. Pero igual me baño y me pongo un jean.

—¿Vas a salir? —me pregunta Luciano.

Qué ganas de decirle que sí, que tengo que ir a trabajar y después tengo un almuerzo con amigas y después me voy al cine y en la noche saldré a juerguear hasta regresar en calidad de bulto.

El jean es una señal de que hoy me toca trabajar. Una llamada con un cliente a las diez, otra a las doce con los de San Francisco y, sin darme cuenta, llega la hora de almuerzo. Diego filetea un salmón que rescató del restaurante antes de cerrarlo. Comemos maravilloso. Me siento afortunada por eso.

En la tarde, trato de escribir, pero no termino nada de lo que empiezo. Hoy no he querido hacer deporte y, para coronar el desgano, me he comido un Snickers tamaño familiar. Ayudo a Julia con su tarea de Cristóbal Colón. Videollamada con mis amigas y mi hermana. Los chicos disfrutan de la piscina a pesar del día gris. Preparamos una pizza casera y nos sentamos todos a la mesa.

A las ocho, nos esperan los vecinos entusiastas. Prometo darles un abrazo cuando todo esto acabe. Al pelado de la azotea, al niño pelucón, a las señoras del segundo piso. Armaremos una fiesta en la cuadra celebrando el fin de esta mierda. Antes de arrancar con la música, pasan los señores de la basura y los aplaudimos. Por segunda noche consecutiva, lloro cuando se escucha Y se llama Perú.

—¿Qué va a ser de nosotros? —me pregunto.

Un vecino nos pide que pongamos El Niágara en bicicleta de Juan Luis Guerra. Y con esa música de fondo y la angustia aún en el pecho, reemplazo a Bobby y me digo: Tranquila, Chiara, tranquila.

Palabra del día: garabato.

Canción del día: Silencio de Jorge Drexler.

DÍA 6

21 de marzo de 2020

Hoy amanecí hacendosa: limpié, ordené y volví al deporte. Yo con mis pesitas, Julia con sus estiramientos, Luciano con la pelota, y Diego simulando correr una ola en el mat de yoga. Hablé por teléfono con Sergio, el último nuevo amigo que hice este año. Hemos reído hasta las lágrimas. Nos agradecimos mutuamente por ese gran momento #Bromato. Sergio está pasando la cuarentena solo. Le he dicho que cuente conmigo para cuando quiera. Todos deberíamos hacer lo mismo con los amigos que viven solos.

Los cuatro nos bañamos en la piscina y jugamos “Fútbol acuático”, un deporte que hemos inventado y que exigimos sea considerado en las próximas olimpiadas. ¡No vale manos! Cocino con Mari. Mari nos ha acompañado estos días con todo su amor y paciencia. Espero que se sienta parte de nuestra familia, porque lo es. Hacemos tequeños y para el almuerzo usamos el salmón que sobró de ayer, los espárragos que están por vencer y papa amarilla con mantequilla.

A las cuatro, tengo una cita con @fernandoarayaurquiza, otro nuevo amigo que hice por internet, que es astrólogo, coach y tarotista. Tenemos una conversación exquisita.

—Y aunque estés en Portugal, te he sentido en la sala de mi casa, querido Fer —le digo antes de colgar.

Todo este tiempo me he estado rompiendo la cabeza con cómo tapar la piscina por las noches (para evitar los mosquitos, según yo). Hasta ahora, todos mis intentos han resultado fallidos, y Diego no ha perdido oportunidad para reírse de mí.

—¿Cuándo me he rendido yo? —lo pecheo.

Finalmente, encuentro unos rollers viejos en el depósito que funcionan perfecto para tapar la piscina. Me siento tan orgullosa de mi hazaña que le meto a Diego una miradita amenazante para que nunca más me subestime.

El atardecer ha estado impresionante. Escribo “atardecer” y no “sunset” por recomendación de mi amigo @alfredopc, para que no me troleen en esas páginas que se encargan de destruir a los “poetas digitales”.

Escuchamos rock en español desde el balcón. Esta vez, comenzamos el repertorio de la cuadra con las sentidas palabras de nuestro presidente, a todo volumen.

—El Perú es nuestra familia —dice, y a mi se me vuelven a aguar los ojos.

¡Malditas hormonas de día 28!

El repertorio de esta noche incluye Querida de Juan Gabriel y Chicles, cigarrillos, caramelos del gran Micky Gonzales. Hoy inauguramos el ron. Escribo dos míseras páginas de mi novela y, cuando salgo a ver mi piscina perfectamente tapada, me encuentro con los rollers sumergidos en el agua. Pido ayuda a gritos, pero solo escucho una risita de Diego desde la cocina, e invocando quizás a Cachito*, me dice:

—¡Te dije!

Nombre del último nuevo amigo que hice: Sergio.

Muestra de hipocondría: dificultad para pasar saliva.

* Cachito es un hombre que se hizo famoso en las redes sociales al ser llevado por la policía por pasear a su perro cuando la orden de inamovilidad permanecía rígida. Cachito, vestido en boxers de rayas moradas y blancas, escuchaba los gritos de su mujer, quien reclamaba a las autoridades que no tocaran a su perro. Cachito le respondió con la célebre frase “¡Te dije! ¡Te dije que me iban a llevar!”.

DÍA 7

22 de marzo de 2020

Decreto que, como es domingo, tenemos que comportarnos como domingo. Vale pijama hasta las once y la ducha puede esperar.

Avanzo con la novela y chapuzón. Hacemos carreras acuáticas llevando limones en una cuchara. Repetimos la rutina de los tequeños y los comemos sentados en una sábana sobre el jardín. La casa empieza a parecerse más a un campamento. Yo no me he rendido con mi tapapiscina y he perfeccionado mi técnica con una especie de poleas. He triunfado. Me he sentido como el hombre que descubrió el fuego.

Le corto el pelo a Diego advirtiéndole de mis paupérrimas aptitudes. El resultado es desastroso. No puedo aguantar la risa al ver ese corte escalonado que le he hecho en la parte posterior. Felizmente, él no alcanza a verse.

Almorzamos unas deliciosas milanesas napolitanas y me siento de nuevo agradecida.

Me quedo dormida sin querer queriendo. Me despiertan mis amigas en la tripartita diaria. Llegan las ocho, y esta vez empezamos el repertorio con el cumpleaños criollo para el presidente.

En honor a él: a sus ministros, a los médicos, a los policías, a las enfermeras, a las cajeras de supermercado, a los hombres de las Fuerzas Armadas, a los chicos que recogen la basura y a todos los peruanos que están respetando la cuarentena con optimismo y tranquilidad. En honor a todos ellos, cuelgo la bandera del Perú en mi balcón y prometo dejarla hasta que las portadas de los diarios anuncien el fin del contagio.

Algo que me conmovió hoy: el reportaje de Anuska Buenaluque en Cuarto poder sobre su pueblo en España y las consecuencias del coronavirus. Pero, sobre todo, sus padres y su abuelo de 98 años.

DÍA 8

23 de marzo de 2020

No tengo ganas de escribir. No tengo mucho que contar. Ocho parece tanto y a la vez es tan poco. Me baño y me preparo un café que terminaré tomando frío por las demandas de mis hijos. Construimos un cohete y nos vamos a volar. Matemáticas y gramática. Me concentro en el trabajo. Aprovecho que puedo. Preparo unos huevos rellenos con un aspecto inversamente proporcional a su sabor. Lunes de lentejas. Más tareas. ¿Por qué mandan tantas? Decidimos vaciar la piscina a punta de baldes. No llegamos ni a la mitad.

—Mañana lo haremos —nos convencemos.

Hay mucho viento. Las nubes se mueven rápido. ¿Llegará el temblor? Hoy me he duchado dos veces y ni siquiera he tocado la calle. No quiero salir. Estoy un poco paranoica. A Luciano se le cae finalmente el diente. Le preocupa que el ratón pueda estar en cuarentena. Le he dicho que, como los médicos, el ratón no para.

Llegan las ocho del día ocho. Hoy faltaron varios a la junta vecinal. Igual, cumplimos con el ritual de aplaudir a los chicos de la basura y poner música. Un vecino que me ha identificado por mis textos en Facebook me ha escrito para pedirme una de Queen. Le hemos concedido el deseo y nos han gritado gracias.

Se empieza a sentir el paso del tiempo. La incertidumbre es la única certeza. Duelen las tripas, y no precisamente de hambre.

Canción del día: Canto a los santos de Tierra Sur.

Pensamiento del día: Me pregunto cuándo volveremos a ir a un concierto, con lo mucho que me gustan los conciertos.

DÍA 9

24 de marzo de 2020

Hoy tocó salir. Hago cola en la bodega. Faltan cosas. Me toca ir hasta Vivanda. Son diez cuadras. Llevo guantes y mascarilla. Hace muchos días que no veía tanta gente. Todos me parecen peligrosos. Ellos me miran de la misma manera. Consigo casi todo, menos harina, lentejas y cocoa. Cuando salgo, me doy cuenta de que mis bolsas pesan una tonelada. No la hago diez cuadras. En la esquina, descubro a un chico repartidor con una bicicleta y una canasta grande. Le pido si me puede ayudar a llevar las cosas y accede. Es un ángel.

Me ducho y me refriego como si me hubiera revolcado en el baño del Estadio Nacional. Trabajo y preparamos una causa. Sale deliciosa. Y aquí un dilema: ¿causa como pionono o en pisos? Escribo un guion que no hay cuándo acabarlo y que tengo que entregar mañana. Tripartita con las amigas de nuevo. Reímos como siempre. Son mi salvavidas. Saco a Mick a la esquina. Ya aprendió a evitar los preámbulos y hace caca rápido. Julia prepara galletas. Termino el guion. Son las ocho y empieza la música. Hemos perdido a la familia de la azotea del edificio. Hace dos noches que no salen y su departamento está apagado. ¿Tendrán COVID?

Hoy en la tarde, apareció un señor a quejarse de la música. Dice que no le deja escuchar su noticiero. ¡Pero si las noticias son para cortarse las venas! Mejor escuchamos música, ¿no? Además, esto es una democracia y, por lo pronto, la cuadra celebra con cajones, cucharas y hasta vuvuzelas nuestra jarana. Ya vendrán noches de silencio cuando volvamos a la realidad. Mientras tanto, ¡que siga la bulla, que estamos vivos!

Canción del día: Mi libertad, de Frankie Ruiz y Jerry Rivera

Pensamiento del día: Hay muchas más abejas y mariposas rondando mi casa.

DÍA 10

25 de marzo de 2020

Yoga. Trabajo. Tareas. Trabajo. Tareas. Pierdo la paciencia. Me siento culpable. Pido perdón. No soy profesora. No duraría ni dos horas como maestra.

Decido reunir a los más emblemáticos alumnos de mis talleres de escritura en un mail. El sábado los he convocado a una sesión de Zoom para que cada uno lea el texto de la consigna que les he mandado. Todos los trabajos deberán empezar con la frase “Hoy, por fin, he salido”.

Le damos vuelta a la causa de ayer. La palta ya estaba medio oscura y el choclo, duro. Igual, ¡p’adentro! Hago hamburguesas caseras. Solo comemos los grandes. Mis hijos deben ser los únicos niños del planeta a los que no les gustan las hamburguesas.

Diego quiere que le empareje el pelo. Hago todo lo contrario. Hay cosas que uno no debe hacer jamás. Las tijeras y el pelo nunca fueron lo mío. Una vez le destrocé la cabeza a @marianoprovinciano haciéndole un corte en el jardín de la agencia. Me siento fatal con Diego, pero igual no puedo ocultar la risa. Nada más traicionero que esa carcajada nerviosa que te asalta cuando no es momento, esa que te explota como una Coca Cola previamente sacudida. A mi favor, debo decir que se lo advertí.

Todo parece indicar que mañana Vizcarra nos prolongará la cuarentena. Estamos preocupados, no tanto por el encierro sino por nuestros trabajos, por la economía y por toda la gente que la va a pasar duro. Nunca sentí tanta incertidumbre en mi vida.

Balconazo, música, una cervecita y partidos antiguos de fútbol en la tele. Luciano dice que lo que más extraña es ver la Champions. Yo le digo que lo que yo más extraño es tomarme un café en la calle.

Canción del día: I wonder de Rodriguez

Pensamiento del día: Me impresiona cómo mis hijos en ningún momento se han quejado de la cuarentena (de las tareas sí, pero no del encierro).

DÍA 11

26 de marzo de 2020

Todos los días, me levanto igual: preguntándome si todo ha sido un sueño. Y es que este contexto tiene más facha de sueño que de realidad. Unos segundos son suficientes para recordarme que todo es cierto y que, por lo pronto, seguimos sin salir.

Limpio. Ordeno. Me pongo ropa de gimnasia para obligarme a hacer algo de deporte después. Trabajo. Ayudo con las tareas. Escucho a Vizcarra confirmar lo que ya suponía. Trece días más, sin incluir el IGV de lo que nos falta para completar la primera etapa.

Hablo con mi mamá y me dice que lo bueno es que los trabajadores podrán retirar una parte de su... óigalo bien... “GPS”. Me conecto a una clase de gimnasia, la hago hasta la mitad. Call de trabajo. Chapuzón. Se repite el menú de ayer para el almuerzo. Nadie puede decirle no a una hamburguesa casera.

De pronto, suena el timbre y el mundo se detiene. ¡Pero qué sonido celestial! Me asomo por la ventana y veo a un hombre con un casco de moto que carga una caja. La recibe Diego y, desde el balcón, grito sin poder controlar la emoción y adrenalina:

—¡Son las mascarillas!

Jamás en la vida imaginé excitarme por una decena de mascarillas N95 que me han costado un ojo de la cara. Abro una y me la pruebo como si fuera un vestido de novia. Me veo en el espejo y sonrío.

—Me queda bien —me aliento—. Seré la envidia de toda la cuadra.

Hoy los dos no hemos parado de trabajar en todo el día. 8:02 p. m. y las vuvuzelas y los cajones reclaman al DJ, que está en una llamada. Lo apuro y le recuerdo de la gran responsabilidad que tiene con la cuadra. Esta vez, invertimos el orden y terminamos con Contigo Perú. Hay una señora que come todas las noches sentada a la mesa de su comedor mientras le ponemos la música. Cuando terminamos, nos dice:

—Buenas noooooches —con ese acento que solo tienen las abuelas buena gente.

Un día más, ¿o un día menos?

Un día. Solo un día. Ni más ni menos.

Canción del día: Pídeme la luna de Leo Dan.

Una nostalgia: manejar por la Costa Verde.

DÍA 12

27 de marzo de 2020

Hoy no tengo ganas de escribir.

Supongo que es normal.

Lo mejor de mi día ha sido ir a la farmacia.

Todo se ve tan bonito: los árboles, los basureros, los postes.

También disfruté del Zoom con mis amigos.

Le hemos echado porras a Patrick, que hoy vive solo en Madrid y es médico.

¡Eres un héroe, amigo! Igual que todos los médicos, pero tú y Alejo son mis amigos doctores y este homenaje va para ustedes.

La cantidad de veces que los he llamado por estupideces. Sepan disculpar, amigos.

Ya conocen mis hipocondrías.

Los días se pasan rápido.

Trabajo durante la tarde.

Me cuesta mucho concentrarme.

Debo confesar que mi profesión me resulta un tanto banal en estas épocas (y en otras también).

Diego ha terminado de leer la biografía de Elton John y solo escuchamos su música.

Me he servido lo que quedó del vino de ayer.

Empiezo un rompecabezas de 2000 piezas.

Espero acabarlo cuando ya podamos salir.

La jarana hoy incluye Come together de los Beatles por pedido de Fajri, nuestro vecino. Terminamos con Cariñito de Bareto.

Como es viernes, alargamos el repertorio.

Últimamente, dormimos los cuatro en mi cama.

Debe ser efecto de la cuarentena y el estar todo el rato juntos.

O quizás, de alguna inesperada manera, los chicos nos alivian y nos dan seguridad.

Todo se invierte, ¿no?

Canción del día: Harvest moon de Neil Young.

Pensamiento del día: Tener amigos que te quieran es un regalazo de la vida, pero también es un mérito propio.

DÍA 13

28 de marzo de 2020

La noche del día doce me fui a dormir con una noticia que me dejó helada. Cuando me desperté hoy, entendí que la noticia era cierta y que el contexto de la pandemia continuaba. El hueco en el estómago nunca había sido tan grande.

Toda la mañana, me dediqué a mandar energías positivas, a pedirle a la vida, al destino, a quien fuera que estuviera manejando los hilos, que nos diera una mano. Felizmente, recibimos buenas noticias. El alivio es como un vientecillo que te libera los pulmones. Igual, esto recién empieza, pero ahí estaremos siempre, querida Mariana.

Con la cabeza más calma, me pongo a trabajar. Es sábado, da igual eso. Me gusta lo que sale y lo mando. Ya no encontramos cervezas en las bodegas. Se acerca el fin de la era “Chelita en casa”. Hasta para eso estamos preparados.

Hago una clase de baile en bikini y zapatillas. Diego me filma. Comparto el video con mis mejores amigas y, en vez de celebrar mi osadía, me amenazan:

—Ya te cagaste. Cualquier acto de terrorismo será neutralizado con este video.

Lo borro. Si llegara a otros chats sería el fin de mi magullada reputación. Igual, sé que es demasiado tarde.

Almorzamos a las cinco. El salmón me ha salido de restaurante. Arroz con zanahoria y ensalada de berros. Toca el recital del balcón, y el vecino de enfrente nos dice que ha hecho una playlist que lleva el nombre de nuestra calle y la palabra “cuarentena”. Nos estamos sofisticando a niveles impensados.

Llegan las nueve, y no puedo más de la emoción. Hoy toca dictar taller de escritura. En realidad, más que dictarlo, lo que he hecho es convocar a todos los que estuvieron más en mis talleres presenciales en los últimos tiempos. Somos quince conectados, quizás más. Es el santo de Percy: hacemos un brindis y le cantamos Happy birthday. Lo hemos bautizado como el Golden Gate. Estamos felices de que siga con nosotros. La de Percy es una larga historia.

Cada uno ha contado su experiencia de cuarentena. Si bien todas son distintas y algunos están más estresados que otros, me da la sensación de que todos estamos aprovechando esta pausa.

Leemos las tareas. Hasta Sergio ha traído la suya. Lo aplaudimos. Y, así, a todos. Hasta Lamiss ha escrito (“Lamiss” vengo a ser yo).

Todos los textos debían empezar con la frase “Hoy, por fin, he salido”. En casi todos aparecen el mar, la comida, la naturaleza, pero también el miedo de no poder volver a ser los de antes. Coincidimos en que el afuera quizás nos vaya a marear un poco, como escribió Wendy.

De todas formas, escuchar cada uno de esos pequeños paseos ha sido todo un viaje. Me siento feliz y agradecida por estar en ese momento y con todos ellos. Ya nos volveremos a encontrar alrededor de una mesa llena de cosita ricas y con las hojas de papel desperdigadas por toda la sala.

Me voy a dormir feliz.

Canción del día: Dos gardenias para ti de Buenavista Social Club.

Pensamientos: No porque empieces mal, terminas mal.

DÍA 14

29 de marzo de 2020

Los domingos son mis días favoritos. Me despierto a las nueve, me quedo en pijama y chateo con mis amigas. Una de ellas cuenta angustiada de un conflicto que ha tenido con una NN que hasta se ha atrevido a amenazarla. Y, entonces, el ejército de las Amix Fénix (como nos hemos denominado en tiempos de cuarentena) comienza con el contraataque imaginario. Nos mandamos audios simulando ser sus abogadas (entre ellas están la Dra. Chang, la Dra. Benavente y la Dra. Pereyra, aunque esa es medio trucha), maleantes dispuestas a darle un sustito, presidiarias hambrientas, trabajadores del Poder Judicial (el Dr. Absalón y el juez Domingo Quiñones) y hasta representantes del Minsa (la señorita Mercedes Arballes), todo para defender la honra de nuestra adorada amiga, pero, sobre todo, para aligerar el momento. Hemos reído hasta las lágrimas. Estoy convencida de que, si esos audios se hicieran públicos, mañana Michelle Alexander nos estaría contratando como guionistas.

A propósito de las carcajadas, me he puesto a pensar que en estos días de cuarentena he reído más que en aquellos en los que éramos libres. Quizás la risa necesita de pausas, de tiempos muertos. Agradezco a mis amigas amadas por ser tan graciosas, en especial a la sonsa de Micaela Marcela y a la tonta por excelencia de Lorena.

Hemos comido el pescado que sobró de ayer y hoy los chicos han abusado del PlayStation sin reparos. He intentado ponerles un freno, pero, como dijo mi amigo Rafael, esos aparatos se inventaron para este tipo de emergencias. Por ser domingo, extiendo el horario. Los tres se bañan en la piscina y yo avanzo con mi novela, que ya está casi llegando a su fin. No puedo de la emoción.

—¡Jerónimo, ya llega!

Jerónimo es mi editor en Lima. Espero que lo siga siendo, porque llevo dos años escribiéndola. Envío mis seis páginas a Alejandra, mi correctora argentina amada, y cruzo los dedos para que le gusten. Es dura, Ale, no la enamoras así nomás.

La jarana de balcón hoy es feeling y se termina con The sound of silence.

Vemos noticias. La ministra María Antonieta me llena de admiración. Quiero que sea mi amiga. Con las Amix Fénix estamos planeando incluirla en el chat. ¡Qué mujer valiente e inteligente! También me parece admirable lo que han hecho con la Villa de los Panamericanos. ¡Impresionante! Pero, por supuesto, no todas las noticias son buenas: la gente sin agua, las enfermeras que no pueden hablar cuando les preguntan sobre sus hijos, la historia de un enfermero peruano en Milán que ha sido contagiado con el COVID-19. Esas noticias hacen que me vuelva la tos. Esa tos nerviosa que revive cada vez que el miedo me gana. Me hago un té con limón y miel para contraatacarla, pero, sobre todo, para apaciguar el miedo.