Europa como discurso - Toni Ramoneda - E-Book

Europa como discurso E-Book

Toni Ramoneda

0,0

Beschreibung

Ahora, más que nunca, cuando desde muchos gobiernos crece el número de mensajes uniformes e inamovibles, es el momento de observar con más detenimiento el discurso que se lanza desde la Unión Europea. A partir de testimonios de prestigiosos políticos vinculados a la institución, como Josep Borrell, Cristina Narbona, Pedro Solbes, Raimon Obiols o Antoni Castells, este libro analiza en profundidad el tipo de discurso que desarrolla la Unión Europea en un contexto en el que un valor político fundamental es la incertidumbre, entendida como un elemento que facilita la apertura integral y la multiplicidad de ideas, en contraposición a esa seguridad monolítica de límites estrictos que tanto gusta a los mercados. Toni Ramoneda alerta sobre la existencia de discursos públicos que se transforman en mero espectáculo que no lleva a ninguna parte; pero sobre todo subraya la importancia de la incertidumbre como factor decisivo para adquirir un compromiso democrático y ser capaces de sentir como nuestra una Unión Europea que a menudo parece esquiva.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 142

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Toni Ramoneda, 2014.

© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2014. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

CÓDIGO SAP: OEBO685

ISBN: 9788490562505

Composición digital: Newcomlab, S.L.L.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.

Índice

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN. «EUROPA REAL YA» O LA ESTRATEGIA DE LA HOJA EN BLANCO

1. MOTIVOS PARA UNA REALIDAD EUROPEA: UN DISCURSO COMÚN,

DEBATE, SOBERANÍA Y UNIDAD: MOTIVOS PARA UNA REALIDAD INSTITUCIONAL

2. RAZONES PARA UNA REALIDAD INSTITUCIONAL: TODO EXISTE

COMPETITIVIDAD, AUTORREGULACIÓN, SOLVENCIA Y GLOBALIZACIÓN: PALABRAS PARA EUROPA

3. DESEOS PARA UNA EUROPA REAL: ACUERDO, RAZÓN Y DESOBEDIENCIA

SOLVENCIA, UNIDAD, SOBERANÍA, ÉTICA GLOBAL: DESEOS Y PALABRAS

CONCLUSIÓN. LA IZQUIERDA COMO DESEO

NOTAS

PRÓLOGO

Este libro recoge los testimonios de algunos destacados políticos que han participado en la integración de España en la actual Unión Europea, han representado a esta institución y todavía hoy participan en ella. A partir de ahí, la obra se concibe como una voz sobre la democracia y su discurso. Una voz capaz de contribuir al desarrollo del pensamiento crítico o, cuando menos, a seguir creyendo en su posible existencia. El pensamiento crítico entendido como esta relación entre la necesidad de pensar con otros y el deseo de expresarse por uno mismo que caracteriza a la mayoría de edad ilustrada: «Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro».1

Desde que diera su respuesta a qué es la Ilustración, el proyecto kantiano se ha transformado en un mito moderno en el que se confunde la responsabilidad individual con una capacidad de juicio desvinculada de toda influencia externa. Este mito de la emancipación es la creencia en un pensamiento propio, a-histórico y a-social, mientras que la emancipación es, por el contrario, un proceso, una forma de relacionarse con el mundo, que proviene de la toma de conciencia del vínculo innegable y necesario entre yo y el mundo, entre mi responsabilidad y nuestra responsabilidad compartida, y que en este libro se identificará con la reivindicación, cada vez más extendida, de una «democracia real». Ser mayor de edad supone entonces reconocer la presencia del otro en uno mismo, y la democracia real es aquella en la que cada uno asume como propia la responsabilidad del otro, con las exigencias éticas y políticas que ello trae consigo.

El adjetivo «real» no contiene, pues, un valor de veracidad, sino que se refiere al tipo de vínculo que un sistema democrático nos permite establecer con el mundo. «Real» no significa «verdadera» sino «vivida», «sentida», «afectiva» y, en última instancia, «incierta», porque el otro al que nos vinculamos es, a pesar de todo, «otro». De ahí que este libro, además de ser un ejercicio de democracia, explore la realidad europea, una realidad incierta tanto política como geográfica y económicamente. Una realidad construida sobre alteridades profundas.

Transformar la incertidumbre en valor político es también la apuesta de una aproximación a la realidad europea en términos discursivos, es decir, teniendo en cuenta las formas de representación mediante las cuales transformamos la incertidumbre respecto al mundo en el que vivimos en relatos compartidos sobre nuestras vivencias. Esta aproximación concibe la política como el conjunto de prácticas mediante las que reconocemos en estos relatos una voz que identificamos como propia y con las que creamos las condiciones, gracias al uso de la palabra, para que sean audibles las voces de cada uno. Esto supone tanto lanzar palabras a un público anónimo, como dirigirlas a alguien con quien estamos charlando, como escribirlas sobre un papel; pero para que nuestra voz pueda ser audible es necesario dar visibilidad a los contextos de enunciación a los que están vinculadas estas palabras: sus situaciones reales.

Por ello este libro contiene tres niveles de enunciación. El primero, que aparece en las citas al principio de cada una de las partes que lo componen, es el que tiene que ver con los enunciados que pueblan nuestro universo mediático. Se trata de palabras lanzadas al público como objetos que uno puede captar o dejar pasar: un jugador de fútbol español tras marcar tres goles en un partido del Mundial de Italia 1990, un entrenador portugués en una rueda de prensa de abril de 2011, un entrenador catalán en otra rueda de prensa antes del mismo partido, un comentarista francés tras un gesto violento del capitán de su equipo de fútbol en la final de la Copa del Mundo 2006 y un cartel anónimo en una celebración después de la victoria de España en el Mundial de 2010.

Cada situación, personaje y momento van ligados a unas palabras que, sin poseer un componente político, sin referir a una adscripción europea más allá de la identidad de sus portadores y sin incidir en el discurso de Europa, condensan una multitud de representaciones.

La democracia también son estos gestos que nos hacen espectadores de un mundo mediático. Podemos ignorarlos pero no negarlos: ahí están.

El segundo nivel tiene que ver con la construcción de un discurso sobre la Unión Europea y la democracia a partir tanto de un trabajo personal de investigación como de las entrevistas realizadas a diferentes personalidades políticas españolas. Mi interés teórico sobre Europa se remonta a la realización, entre los años 2003 y 2007, de una tesis doctoral en el ámbito de las Ciencias de la Información y de la Comunicación en la Universidad Lyon 2. Me interesé entonces por los discursos mediáticos sobre Europa durante las elecciones europeas de 2004 en Francia y España. Quise observar si la existencia de un discurso político europeo podía dotar de sentido a esta contienda electoral y tuve que reconocer que la elección respondía a consideraciones nacionales difíciles de calificar como europeas.

A su vez, llevé a cabo un trabajo teórico a partir de dos autores, Jürgen Habermas y John R. Searle, mediante el cual propuse abordar la comunicación política como una práctica discursiva creadora de realidades institucionales.2 Este es el marco teórico del que me sirvo aquí para articular estos tres niveles de enunciación en un movimiento por el que los miembros de un grupo social podemos dotar de sentido a nuestras instituciones políticas. Pero este movimiento es una forma de acción que debe lidiar con los dos conceptos fundamentales de la filosofía política moderna: la ideología y la utopía. De este modo, un tercer autor, Paul Ricoeur, se invita en este libro con el fin de que esta concepción discursiva de Europa no quede vacía de su componente ideológico y su horizonte utópico.

En 2004 la campaña del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) estaba liderada por Josep Borrell y la de Iniciativa per Catalunya, por Raül Romeva. Diez años más tarde, ambos políticos se han prestado a ser entrevistados para hablar acerca de la realidad política de la Europa actual.

Así llegamos al tercer nivel, el que tiene que ver con las palabras directamente ligadas a los actores políticos institucionales. Este libro se nutre de las entrevistas a Antoni Castells, Raimon Obiols, Josep Borrell, Pedro Solbes, Cristina Narbona, Raül Romeva, María Badía y Sylvie Guillaume. Todos ellos son líderes políticos relacionados con la izquierda y, salvo Romeva, en concreto con el partido socialista. Les he pedido a todos que me hablaran tanto de su experiencia personal como de su compromiso político y de su experiencia institucional en el ámbito europeo, y lo han hecho con extrema amabilidad y cortesía. Sus palabras, pues, aparecen en este libro como las voces de su posición política y personal.

Pero esta posición y estas voces no se corresponden con la posición ni con la voz de un partido político, de un movimiento o de una ideología. Las palabras son de quienes las pronunciaron, por supuesto, y así las cito; pero la voz de este libro es el resultado de los tres niveles de enunciación. Es la voz de «Europa como discurso»: una apuesta por la democracia real.

No me corresponde juzgar el éxito o el fracaso de esta apuesta que puse en marcha en la primavera de 2012, pero quiero señalar que sin el apoyo de Joaquim Palau esta voz no habría existido. Quiero recordar la extrema hospitalidad de Cristina Narbona y Josep Borrell, la amabilidad de Pedro Solbes, el tiempo que me dedicó Raimon Obiols, la disponibilidad de Raül Romeva, la rapidez con la que Antoni Castells no solo me atendió sino que me ayudó a seguir con el proyecto, el esfuerzo de María Badía por encontrar un momento pese a mis prisas y complicaciones, y la franqueza de Sylvie Guillaume. No puedo dejar de lado las atenciones de Daniel del Pino y Alberto Sicilia en mi paso por Madrid, ni la lectura atenta y crítica de Joan Pere Plaza Font, y espero que sigan las conversaciones raras y las lecturas cruzadas con Marina Garcés. Quiero reconocer también el interés y los comentarios de Ester Pino. A Sarah Cordonnier le debo mucho más de lo que podría expresar aquí.

Por lo demás, esta voz es mía.

INTRODUCCIÓN

«EUROPA REAL YA» O LA ESTRATEGIA

DE LA HOJA EN BLANCO

¡Me lo merezco!

MICHEL,

junio de 1990

Pese a la presencia de grupos euroescépticos o eurófobos1 en el Parlamento Europeo, ninguna crisis mayor acecha a esta institución, tampoco se espera que el euro deje de circular en algún futuro más o menos próximo, ni que algo parecido a una oposición radical entre el llamado modelo alemán y la tradición política francesa venga a substituir los equilibrios de gobierno que caracterizan la política de Bruselas, ni que la crisis económica y financiera actual se desvanezca repentinamente. Dicho de otro modo, desde un punto de vista institucional, Europa habrá cambiado poco en los últimos cinco años y tampoco lo habrá hecho en lo que respecta al llamado déficit de legitimidad.2

Esta estabilidad institucional nos ofrece entonces tanto un argumento en defensa de la solidez de la institución europea como una razón más para cuestionar el papel de la democracia en Europa. ¿Dónde se inscribe la realidad democrática de una institución cuya estabilidad política responde histórica y filosóficamente a motivaciones pragmáticas? Esta es la pregunta subyacente a este libro. Pero esta es también la cuestión que nos obliga a tener en cuenta el horizonte utópico que el propio pragmatismo europeo representa como escenario político: «Sabe usted, para mí la Unión Europea es como una especie de laboratorio de la política», nos confiaba una eurodiputada del Partido Socialista francés.3

Concebir Europa como un laboratorio político puede ser, y así queremos entenderlo aquí, una forma de compromiso democrático. A condición, eso sí, de que el laboratorio no sea un lugar reservado a quienes han obtenido credenciales para acceder a él, sino que se convierta en una experiencia común a todos los ciudadanos. Desde un punto de vista normativo, esta es la posibilidad que vamos a explorar, la posibilidad de una Europa a la que nos encontremos realmente vinculados todos los europeos, la posibilidad de una Europa que actúe como fuente de soberanía política, de una Europa que, para utilizar un referente actual, pueda considerarse como una «Europa real ya».

SOBERANÍA Y DISCURSO: LOS MOTIVOS DE LA POLÍTICA

La soberanía popular entendida como la forma colectiva de ejercicio del poder político no afecta a las instituciones en sí mismas (así, un cambio de mayoría parlamentaria no modifica el reglamento del Parlamento, ni la Constitución, ni la estructura de los órganos constitutivos de un Estado; a lo sumo, en caso de que ocurra un cambio brusco de mayoría, puede abrirse un proceso constituyente o de renovación), sino que su incidencia tiene que ver con el tipo de relación que el Estado mantiene con otros actores institucionales (estados o grupos de estados), así como con los propios ciudadanos en un contexto histórico y político determinado. Por eso es posible decir que en el ámbito de las relaciones internacionales las leyes que se adoptan, las medidas que se aprueban o las alianzas que se establecen entre un Estado y otros países funcionan como signos que contribuyen a la creación de un discurso nacional.

Las elecciones generales a las que tenemos la costumbre de participar como ciudadanos dentro de un marco institucional determinado (según el tipo de régimen y su forma de organización territorial) son la ocasión de dar forma a este discurso con el fin de que los ciudadanos puedan reconocerse en él y participar de su continuidad y de su evolución o que, por el contrario, puedan ponerle un punto y final. Ahí reside, en esta participación colectiva a un discurso común, el sentido de la democracia. El ejemplo más reciente que tenemos en el Estado español se remonta al año 2004. Entonces José Luis Rodríguez Zapatero se presentó a las elecciones con un discurso pacifista, europeísta y progresista en materia social que se oponía al discurso belicista, atlantista y conservador de José María Aznar.4 Tras la victoria socialista, el Estado cambió de discurso en el mundo e incluso se inició una polémica a partir de la decisión de retirar las tropas españolas de Irak. La discusión era la siguiente: si un cambio de gobierno significa que un Estado rompe sus compromisos adquiridos con los demás países, entonces las relaciones internacionales vuelven al estado de desconfianza previo a la aparición de las grandes instituciones supranacionales del siglo XX.

La respuesta a este argumento consistía precisamente en recordar que la intervención en Irak respondía a un compromiso adquirido por el Estado español bajo el gobierno del Partido Popular (PP) con una serie de países fuera de los auspicios de la ONU y no a las exigencias de un tratado internacional.

Que un Estado modifique un acuerdo establecido con otro Estado es perfectamente legítimo y razonable. Los pactos, como los tratados, son convenciones que nos ligan a otros estados a condición de que ambos bandos los reconozcamos como válidos, y forma parte del ejercicio democrático la posibilidad de reexaminar la validez de dichos acuerdos. Sin embargo, si un Estado es miembro de una organización, por ejemplo Naciones Unidas, y esta organización toma una decisión vinculante, entonces los ciudadanos no pueden reexaminar dicha decisión sin cuestionar antes su pertinencia a la organización.

Por ese motivo es costumbre someter a referéndum toda adhesión a una entidad supranacional y por ello también la paulatina integración de los Estados-nación en instituciones supranacionales implica la necesidad de adaptar las formas de ejercicio de la soberanía popular. En términos discursivos, se puede decir entonces que la primera cuestión a la que debe confrontarse toda institución política es la de los motivos por los que un colectivo la reconoce realmente como forma institucional. La primera parte de este libro se interesa por los motivos de los que emerge la institución europea. Estos motivos conforman lo que se denomina un territorio político y podemos resumirlos en tres grandes temas que exploraremos aquí: «la ética de la discusión», «la soberanía» y la «unidad europea».

LA CONSTRUCCIÓN INSTITUCIONAL: RAZONES PARA LA POLÍTICA

El proceso de integración europea se explica a partir de los marcos establecidos por los distintos tratados mediante los cuales se ha ido construyendo su entramado institucional: así, la firma, el 18 de abril de 1951, del Tratado de París, en virtud del cual Francia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Italia y la República Federal de Alemania fundaron la CECA; el Tratado de Roma (25 de marzo de 1957), origen de la CEE, y por el que se debía crear un mercado común en el plazo de doce años a contar desde 1958; el Tratado de Maastricht (1 de noviembre de 1992), que dio carta de naturaleza a la Unión Europea (UE); el Tratado de Niza del 26 de febrero de 2001, por el que se añadía una declaración de derechos fundamentales de la UE, y el Tratado de Lisboa (13 de diciembre de 2007), con el cual se remplazaba el fallido tratado constitucional (tratado de Roma II), rechazado tras el voto negativo en los referéndums convocados de Francia y Países Bajos.

Estos tratados constituyen el marco jurídico y legal de la UE, pero las reglas de funcionamiento, las actividades de la Unión en el mundo y su influencia en la vida cotidiana de los ciudadanos europeos, las formas de relación entre los estados, así como entre las instituciones supranacionales y los estados miembros, responden a una acumulación de prácticas institucionales, a la resolución de conflictos, a la gestión de acontecimientos y situaciones que han ido acaeciendo desde 1951 y que son, a fin de cuentas, los verdaderos motores de la historia institucional.

Como afirma Luuk van Middelaar, filósofo, historiador y pluma del presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, desde 2010: «Ningún proyecto, ningún tratado podrá anticipar la gran creatividad de la Historia y todavía menos preparar respuestas adecuadas».5