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En medicina, es un honor que una enfermedad lleve el nombre del médico que luchó por combatirla. Hans Asperger era conocido hasta hace poco por su epónimo —el síndrome de Asperger— y por una biografía impecable que él mismo había contribuido a construir. El psiquiatra infantil había conseguido pasar a la historia casi como un héroe antinazi, defensor de la dignidad de sus pacientes contra el estigma social de la enfermedad mental y la condena a muerte que suponía en la Viena nacionalsocialista... hasta que salieron a la luz investigaciones como las de Herwig Czech. En este revelador estudio, el historiador Czech nos descubre al verdadero Asperger: un hombre que se adaptó al Tercer Reich y mantuvo una actitud ambivalente en un mundo donde palabras como "tratamiento especial", "solución final" o, de un modo menos oblicuo, "eutanasia" tapaban con eufemismos auténticas atrocidades.
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Hans Asperger, autismo y Tercer ReichEn busca de la verdad histórica
De Herwig Czech
Posfacio a cargo de
Enric Berenguer
Adaptación a cargo de
Júlia Ibarz
© Herwig Czech, 2019
© De la traducción del inglés y del posfacio: Enric Berenguer
© Adaptación a cargo de Júlia Ibarz
Corrección: Marta Beltrán Bahón
Cubierta: Juan Pablo Venditti
De la imagen de cubierta: University Children’s Hospital, Vienna: the play area. Photograph, 1921. Credit: Wellcome Collection. CC BY
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Ned ediciones, 2019
Preimpresión: Editor Service, S.L.
Diagonal, 299, entlo. 1ª – 08013 Barcelona
eISBN: 978-84-16737-65-9
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
Ned ediciones
http://www.nedediciones.com
Índice
Más cerca de la verdad histórica
Una vida no tan de película
Los años de formación ideológica
La carrera médica de Asperger antes de la Anschluss
Trayectoria política tras la Anschluss en 1938
Los pequeños pacientes judíos de Asperger
«El mejor servicio a nuestro Volk»: Asperger y la higiene racial nazi
Límites de la «educabilidad»: Asperger y la clínica para la «eutanasia» Spiegelgrund
Los diagnósticos de Asperger comparados con los de Spiegelgrund
Asperger en los años de posguerra
Conclusiones: La ambigüedad peligrosa
Documentación
Agradecimientos
Bibliografía
Notas
Posfacio. El lado oscuro de clasificar a las persona
Enric Berenguer
Más cerca de la verdad histórica1
En la Heilpädagogik estábamos en estrecho contacto con niños perturbados y retrasados mentales. No se puede hacer otra cosa que reconocer el valor que tienen y quererlos. ¿Cuál es su valor? Pertenecen a una colectividad. Son indispensables para algunas tareas, pero también para el ethos de un país. Con ellos se aprende que las personas estamos comprometidas con otras personas. Es completamente inhumano (y eso se demostró con sus horrorosas consecuencias) que se constituya el concepto de «vida sin valor» y que de eso se saquen conclusiones. Y como yo nunca estuve dispuesto a sacar esas conclusiones, es decir, a notificar a la Oficina de Salud Pública a los retrasados mentales como se nos había encargado que hiciéramos, era una situación muy peligrosa para mí.
Entrevista para la ORF, radio pública austríaca, 24 de diciembre de 1974.
Dos días antes del ingreso actuaba como una loca, hablaba de una persecución antijudía, se mostraba atemorizada en extremo, ella misma se preguntaba si estaba confundida o loca. Creyó que un conocido judío había muerto ahorcado, pero fue posible convencerla de que eso no era cierto. […] Para su edad y raza, un desarrollo sexual llamativamente atrasado.
Historial clínico de la niña Lizzy Hofbauer, 1939.
Estas palabras pertenecen a una misma persona, a Hans Asperger (1906-1980), el médico vienés conocido como el pionero de los estudios sobre el autismo, de quien se tomó el apellido para bautizar un famoso síndrome. Entre un pasaje y otro hay una inconfundible y sorprendente diferencia en el tono: en el primero, una entrevista para la radio pública austríaca de 1974, cuando su fama como médico estaba establecida, destacaba su humanidad en el trato con sus pacientes y su desacuerdo con las prácticas del nazismo. El segundo fragmento es un extracto del historial clínico de una niña judía de 12 años escrito por el mismo médico, al año siguiente de producirse la anexión de Austria al Tercer Reich: es difícil percibir en sus palabras algún rastro de empatía con la situación de la niña.
En 1938, cinco años antes de que Leo Kanner publicara su famoso artículo sobre autismo, el pediatra austríaco Hans Asperger definió como «psicópatas autísticos» a un grupo de niños con características psíquicas distintivas. Asperger desarrolló su carrera en la Viena nazi y hacia el final de la Segunda Guerra Mundial publicó un estudio exhaustivo sobre el síndrome que descubrió. Después de su muerte, su tesis encontró reconocimiento internacional y a partir de los años 1980 su trabajo pionero fue reconocido con el epónimo «síndrome de Asperger» para dar nombre a una forma del trastorno del espectro autista de alto funcionamiento. Su nombre había entrado en la historia de la medicina teñido de connotaciones positivas.
En los años 1980 existían pocas pruebas documentales sobre la relación de Asperger con el fascismo. El conocimiento sobre los hechos de su vida y su carrera era limitado y, con el tiempo, se fue fortaleciendo un relato acerca de un Asperger como oponente activo del nazismo, que el mismo médico contribuyó a construir. En aquel momento, el hecho de que los años decisivos de la carrera de Asperger hubieran transcurrido en la Viena fascista de los años 1940 fue motivo de alguna discreta controversia que nunca llegó a tomar cuerpo: su figura quedó asociada a la de un defensor de los niños, también durante el nazismo. Es algo que no deja de ser sorprendente, puesto que su exitosa carrera en la Viena controlada por los nazis debería haber planteado de inmediato interrogantes acerca de su potencial implicación política o profesional con el nacionalsocialismo. Hasta casi nuestros días, las investigaciones sobre este tema habían tendido a pasar por alto cualquier implicación por parte de Asperger y se llegó a postular, incluso, que había adoptado una posición de resistencia activa contra el nazismo. Sin embargo, con pocas excepciones, estos juicios se basan en un limitado número de fuentes: unos pocos pasajes de las publicaciones de Asperger durante la era nazi, especialmente una conferencia de 1938 que contiene las primeras referencias a «psicópatas autísticos»1 y su tesis posdoctoral,2 además de afirmaciones posteriores a 1945 del propio Asperger o de personas cercanas a él y, sobre todo, la entrevista radiofónica autoexculpatoria que concedió en 1974 a la Radiodifusión Austríaca.3 Finalmente, gracias a nuestro trabajo de investigación que empezamos a partir de 2008, descubrimos y revisamos nuevos y numerosos documentos que cuestionaban seriamente importantes aspectos de su trabajo, incluyendo sus posibles vínculos con el nacionalsocialismo y las políticas homicidas de higiene racial.
El principal objetivo de este libro es presentar a los lectores un examen crítico de la vida del médico, de sus posiciones políticas y de su carrera antes y durante el período nazi en Austria: una nueva lectura de la carrera de Asperger más cercana a la verdad. Hemos evaluado y deconstruido este relato beatífico del médico vienés basándonos en una amplia gama de publicaciones y documentos de archivo de esos años trágicos del fascismo previamente inexplorados —incluso los expedientes laborales de Asperger, los casos de los pacientes menores de edad escritos por Asperger y sus colegas desde 1928 a 1944, y los informes clínicos redactados por él personalmente—. Durante mucho tiempo se creyó que todos estos documentos habían sido destruidos en la Segunda Guerra Mundial pero no fue así. Hoy los tenemos a nuestra disposición y arrojan nueva luz sobre el destino de los pequeños pacientes de Asperger durante el período nazi.4
El cuadro que emerge es el de un hombre que consiguió dar impulso a su carrera bajo el régimen nazi, manteniendo una actitud política e ideológica ambigua. Esto no se debió únicamente a las oportunidades que se crearon para los profesionales como Asperger tras la expulsión de los médicos judíos a partir de las turbulencias políticas tras la anexión de Austria a la Alemania nazi en 1938: Asperger consiguió adaptarse al régimen nazi y fue recompensado con oportunidades profesionales por sus afirmaciones de lealtad, se unió a diversas organizaciones afiliadas al Partido Nacionalsocialista aunque no al propio partido, legitimó públicamente las políticas de higiene racial, incluyendo las esterilizaciones forzosas y, en diversas ocasiones, cooperó activamente con el programa de «eutanasia» infantil. El lenguaje que empleó para diagnosticar a sus pacientes a menudo resultaba particularmente duro —incluso si lo comparamos con informes escritos por el equipo de Spiegelgrund, la infame institución vienesa dedicada al programa de «eutanasia» infantil—, desmintiendo la idea de que intentó proteger a los niños bajo su cuidado mejorando sus diagnósticos.
Como van a poder leer en estas páginas, a pesar de la fama internacional de Hans Asperger como uno de los pioneros en la historia del autismo, el relato de Asperger como opuesto al nacionalsocialismo y como un valiente defensor de sus pacientes frente al exterminio de personas con discapacidades mentales y otras medidas de higiene racial no se sostiene frente a los datos de la historia. Lo que de ellos emerge es un papel mucho más oscuro y problemático desempeñado por este especialista pediátrico, que hizo concesiones políticas a la ideología nazi. El uso futuro de su nombre para referirse al síndrome epónimo debería reflejar el turbio contexto de sus orígenes en la Viena del Tercer Reich.
Una vida no tan de película
Es bueno que un hombre sepa cómo actúa cuando está en peligro de muerte en medio del silbido de las balas. Es un campo de pruebas. Un campo en el que uno debe también cuidar a otras personas.
Hans Asperger5
Antes de proceder con nuestra investigación, haremos una somera revisión de la literatura existente sobre la vida y la carrera de Asperger en la era nazi, como muestra de las interpretaciones sesgadas que se han ido propagando hasta hoy en la narración de su trayectoria vital.
Las dos principales encargadas de inaugurar la narración beatífica sobre la vida de Asperger fueron dos investigadoras de Gran Bretaña. El influyente trabajo de Lorna Wing de 1981, que introdujo y popularizó el término «síndrome de Asperger», no hacía ninguna referencia al contexto histórico del trabajo del médico austríaco.6 Tampoco en un texto de Uta Frith de 1991, titulado «Asperger y su síndrome», se mencionaba apenas el nacionalsocialismo en las páginas dedicadas a la vida personal y profesional vienesa de Asperger durante los años 1930 y 1940. Frith afirmaba tajantemente, basándose en su lectura del artículo de Asperger de 1944 sobre «psicópatas autísticos»: «Está claro que a Asperger le importaban esos niños, que para la mayoría de la gente eran simples mocosos repulsivos».7 El texto de esta investigadora estableció lo que se convertiría en la visión más común sobre el comportamiento de Asperger durante el período nazi, es decir, la narración idealizada de que defendió a sus pacientes asumiendo un grave riesgo personal. Seguía la investigadora: «Lejos de despreciar a los deshechos sociales, se dedicó a su causa… y ello en una época en que apoyar a los inadaptados era nada menos que peligroso». Sin suficientes pruebas, defendió a Asperger de las acusaciones de «lealtad a la ideología nazi» que se habían empezado a levantar por su temprano compromiso con el Movimiento Juvenil Alemán.8 Eric Schopler, uno de los más encarnizados críticos de Asperger, se contaba entre quienes habían planteado explícitamente esta temprana conexión filonazi pero, según parece, no tenía pruebas para sustentar sus acusaciones.9 Frith publicó una traducción anotada al inglés del trabajo de Asperger de 1944, y su único comentario acerca del origen de este trabajo en plena Viena nazi fue que el artículo del médico sólo contenía una referencia a la «ideología fascista en una época en la que hubiera resultado oportuno hacer muchas más referencias sobre ello».10
Tras décadas durante las cuales se ignoraba el contexto nacionalsocialista en el que trabajó Asperger en los inicios de su exitosa carrera, encontramos las primeras menciones a principios del siglo XXI, sin que ninguna de ellas abandone la narrativa idealizada del médico como defensor antinazi. El primer trabajo que abordaba explícitamente su labor durante el nacionalsocialismo fue el de Brita Schirmer, quien dejaba claro su posicionamiento desde el mismo subtítulo de su texto: «La defensa por parte de Hans Asperger de los “psicópatas autísticos” contra el eugenismo nazi».11 Siguiendo esta línea, un artículo de Helmut Gröger del año siguiente, también en alemán, examinaba posibles influencias de la ideología racial nazi en los trabajos publicados de Asperger y concluía, —tras citar 23 de su publicaciones desde 1937 hasta 1974— que, por lo general, el médico «evitaba los temas propios de la ideología racial» y mantenía una «actitud crítica, diferenciada». Seguía reconociendo el mérito de Asperger por su papel como protector de sus pacientes, defensor de su valor como seres humanos, además de reclamar que fueran atendidos con amor y cariño.12 Aunque, y esto resulta particularmente interesante, Gröger no dejaba de mencionar —sin comentar las implicaciones que ello tenía— que Asperger «aparecía» en el expediente de una niña de tres años de edad con deficiencias mentales que fue enviada a la clínica dedicada a la «eutanasia» Spiegelgrund de Viena.13
Sin embargo, desde 2005 empezaron a aparecer grietas en el relato predominantemente apologético de la carrera de Asperger durante el nazismo, gracias al trabajo de Michael Hubenstorf. El investigador presentaba en un artículo las estrechas relaciones entre la Clínica Pediátrica de la Universidad de Viena, donde trabajaba Asperger, y la institución para la «eutanasia» Spiegelgrund, incluyendo los lazos entre Asperger y el director de esa institución homicida, el nazi Erwin Jekelius, que son particularmente importantes en el contexto de este trabajo.14 Hubenstorf documentaba, además, las relaciones —de las que trataremos más adelante— entre Asperger y su mentor Franz Hamburger, un ferviente ideólogo nazi.15 No es nada desdeñable que la propia hija del médico, María Asperger Felder, basándose, entre otros, en el trabajo de Hubenstorf, en documentos personales y en sus propios recuerdos, publicara un retrato matizado de su padre sin eludir su posible implicación en el nacionalsocialismo, aunque sin añadir nuevos datos significativos.16 Más tarde, otro investigador, Daniel Kondziella, en un artículo de 2009 sobre 30 epónimos neurológicos asociados a la era nazi, incluyó a Hans Asperger entre los «médicos con un papel ambivalente», porque «había sido acusado, sin un fundamento sólido, de mostrar simpatía por la política nazi», mientras que también «había defendido con cautela a niños mentalmente deficientes».17 Y ya en 2010, en el simposio que tuvo lugar con ocasión del trigésimo aniversario de la muerte de Asperger, presentamos algunos resultados preliminares de nuestra propia investigación, que fueron publicados en las actas de la conferencia.18 En el mismo volumen, Helmut Gröger argumentaba en la misma dirección de su artículo de 2003 antes citado, mientras que Roxane Sousek e Ina Friedman se abstenían de presentar una imagen idealizada de Asperger y de la escuela austríaca de pedagogía curativa.19
Así pues, mientras que en publicaciones de lengua alemana habían empezado a surgir pruebas de los aspectos problemáticos de la carrera de Asperger, a menudo los autores del mundo anglosajón seguían perpetuando un relato esencialmente apologético, basándose en la cantidad muy limitada de fuentes que les eran accesibles. En 2007, una carta al director de una de las principales publicaciones sobre autismo aseguraba que Asperger «intentó proteger a aquellos niños para que no fueran enviados a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial», afirmación que, como mínimo, es confusa, ya que la «eutanasia» infantil no tiene nada que ver con los campos de concentración.20 Otro ejemplo de la brecha creciente entre la literatura alemana y la anglosajona acerca del tema es un libro de Adam Feinstein sobre la historia del autismo, de 2010, donde todavía se sigue tirando del hilo de vida fantástica de Asperger: el autor calificó las referencias afirmativas a la ideología nazi en algunos de los trabajos de Asperger como una táctica deliberada para engañar a «los nazis» acerca de sus verdaderas intenciones, esto es, para proteger a sus pacientes.21 Y ya para rizar el rizo, el libro divulgativo de Steve Silberman de 2015, NeuroTribes, llega hasta el extremo de presentar a Asperger como un héroe de película, un protector antinazi de sus pacientes, al modo de un Oskar Schindler de los niños con autismo.
Finalmente, no podemos olvidar mencionar el libro de John Donvan y Caren Zucker, In a different key. Fuela primera publicación en lengua inglesa que rompió con la versión peliculera de Asperger como contrincante activo de la higiene racial. Sus autores introducen elementos críticos, antes desconocidos, al debate sobre su trayectoria durante el régimen nazi. Este cambio de dirección se basa principalmente en fuentes que compartimos con los autores.22
En conclusión, aunque la naturaleza exacta de la relación de Asperger con el nacionalsocialismo ha sido durante mucho tiempo el gran problema que los investigadores se empeñaban en ignorar, las preguntas que deberíamos hacernos para poder reconstruir la carrera del médico o bien no se han formulado en absoluto, o bien se han respondido basándose en un número demasiado limitado de fuentes. A continuación presentaremos un retrato mucho más multifacético, una vida no tan de película de la carrera de Asperger durante la era nazi y del contexto histórico de los orígenes del autismo, partiendo para ello de un cuerpo amplio de fuentes, muchas de las cuales se darán a conocer aquí por vez primera.
Los años de formación ideológica
Cuando se produjo la fusión entre Austria y Alemania conocida como Anschluss, Asperger compartía suficientes afinidades ideológicas con el Partido Nacionalsocialista, para el cual terminaría siendo un compañero de viaje creíble tras algunas investigaciones políticas. Aun sin llegar a adoptar explícitamente el nacionalsocialismo, como veremos, Asperger siguió desarrollando su carrera en un momento en que para muchos otros profesionales clasificados como judíos o políticamente indeseables la única alternativa frente a la deportación o la muerte era exiliarse en el extranjero o tratar de mantener un perfil bajo en forma de reprimida oposición. Para entender cómo se posicionó Asperger en relación al régimen nazi después del 12 de marzo de 1938 y por qué encontró que tenía las suficientes cosas en común con el nacionalsocialismo, primero es necesario examinar la construcción de su orientación política durante los años de formación: esos años de juventud son determinantes para descubrir las afinidades ideológicas y las elecciones vitales de Asperger, pues entonces todavía había un espectro de opciones políticas diferenciadas entre las que elegir.
En palabras del propio Asperger, su experiencia formativa fundamental dentro del polarizado paisaje político de la depauperada Austria de entreguerras tuvo lugar como miembro de la llamada Bund Neuland. Conocida popularmente como Neuland, se trataba de una organización juvenil católica orientada a las actividades al aire libre, con raíces en el Wandervogel alemán —un movimiento juvenil con una fuerte tendencia hacia el pangermanismo etnonacionalistaque fue el suelo fértil para el crecimiento del nazismo— y el Movimiento de la Juventud Alemana. Que Asperger, un joven austríaco, se adhiriera a estas creencias implicaba cierta afinidad con la idea de una integración austroalemana.23 En 1914, el 92% de los grupos integrados en el movimiento Wandervogelcarecían de miembros judíos, tanto en Alemania como en Austria, debido sobre todo a la existencia de reglas antijudías oficiales.24
Fundado en 1921 en Austria, el Bund surgió de una escisión de la Unión Estudiantil Cristiana Social (CDSB, por sus siglas en alemán), pero enfatizaba sus afinidades con el Movimiento de la Juventud Alemana tal como estaba representado por la «fórmula Meißner», según la cual la juventud debía dar forma a su propia vida y hacerse responsable de sí mismos.25 En la entrevista para la radio de 1974, Asperger describió con gratitud cómo influyó el Bund en su experiencia de la juventud, al que ingresó en torno a 1920. Esa influencia lo marcaría ideológicamente a lo largo de toda su vida, aunque en términos generales su descripción del Bund era apolítica: «La experiencia más decisiva de mi juventud, de mi vida, en realidad, fue tomar parte en el movimiento de la juventud alemana, que considero uno de los fenómenos más nobles y magníficos de la historia del siglo XX».26
En la misma entrevista mencionaba la «fórmula Meißner» como el pilar que había conformado los principios rectores de su vida. Después de la Primera Guerra Mundial, los encuentros de los muchachos que formaban la CDSB se saturaron de propaganda antijudía agresiva que incluía llamadas al boicot de los negocios judíos, tendencias xenófobas que se compartían entre los jóvenes exaltados del Bund Neuland.27
La influencia intelectual que el Bund, una organización elitista con una dirección carismática, llegó a ejercer fue más allá de lo que podría sugerir el número de sus miembros, aproximadamente unos 2.000.28 El grupo se definía a sí mismo como cristiano, católico y pangermano, mostrando una fuerte oposición contra todo lo que se percibiera como marxista-izquierdista, liberal o moderno, categoría en la que también entraba la democracia parlamentaria —basta consultar, a modo de ejemplo, los artículos publicados en el periódico del Bund Neuland, Neue Jugend, de 1935 a 1937—. Como cabe esperar, había cierto grado de diversidad política dentro del grupo, lo que ha provocado que algunos historiadores clasificaran equivocadamente al Bund como una organización católica «socialmente progresista», porque algunos de sus miembros llegaron a apoyar ciertas reformas sociales para atraer a los trabajadores al seno de la Iglesia.29 Sin embargo, en sus principios fundamentales, el Bund se mantenía cercano a las corrientes fascistas y autoritarias de la época.30 Un boceto del programa de 1931 nos confirma sus posiciones: declaraba su oposición al estado democrático «en su forma actual» y afirmaba que «la equivalencia entre el Volk y el Estado conduce necesariamente al ideal del Gran Imperio Alemán».31
Durante los años 1930, grupos pertenecientes a las Juventudes Hitlerianas y miembros de otras organizaciones nazis se infiltraron en numerosas secciones del Bund.32 Entre los años 1935 y 1936, los informes emitidos por la prensa estimaban que el 20% de los miembros de la católica Bund Neuland eran nazis, entonces ilegales en Austria.33 El relato mejor acreditado de su historia establece que «una mayoría predominante del Bund estaba orientada hacia el pangermanismo, apoyaba la unificación de Austria con Alemania y, en el mejor de los casos, era indiferente respecto al nacionalsocialismo». Y todo ello a pesar de que la política oficial de la organización juvenil seguía consistiendo en identificar y excluir a las células de las Juventudes Hitlerianas infiltradas.34 El ejemplo más llamativo de esta penetración ideológica que se producía en el seno del Bund lo constituye su propio líder, Anton Böhm (1904-1998). Böhm se unió al Partido Nacionalsocialista (NSDAP) en 1933 y siguió siendo un miembro «ilegal» de este partido hasta la Anschluss de 1938, llegando incluso a desempeñar el papel de informante para los servicios nazis austríacos de inteligencia y para la Gestapo en Múnich.35 Gracias a la abundancia de documentación, se puede sostener que el Bund constituía uno de los anclajes y enlaces intelectuales más importantes del nazismo dentro del poderoso ambiente del catolicismo austríaco durante esos años cruciales que culminarían con la Anschluss.36
En 1933, el líder Böhm publicó un comentario programático revelador en la revista de la asociación sobre la situación política posterior al ascenso al poder de los nazis en Alemania, haciendo referencia también a la persecución de la población judía: «No cabe ninguna duda de que la fuerte influencia judía en Alemania ha tenido consecuencias malignas. Por tanto, las medidas antijudías en Alemania están justificadas como actos de autodefensa nacional».37
No fueron las únicas palabras de apoyo explícitas para con el nacionalsocialismo. En los años siguientes, el Bund publicó varios artículos que apoyaban las persecuciones antijudías en la Alemania nazi.38 Un ejemplo que aúna la idealización romántica del mundo rural con la tajante visión fascista del movimiento juvenil católico, que denunciaba una corrupción urbana cuyos culpables ya se han determinado: [antes de la toma de control del NSDAP] «La civilización metropolitana era en un 80% un producto judío y su poder sobre Alemania era casi absoluto. Hay que poner fin a esta situación de un modo rápido y radical».39 La portavocía oficial del Bund también denunciaba a la «prensa judía» vienesa como una influencia corrosiva en la vida pública de Austria, atacaba a los judíos como un elemento ajeno incrustado en la población austríaca germano-católica y alertaba contra los peligros de los matrimonios mixtos «raciales» y religiosos.40
Sin embargo, a pesar de que la revista del Bund daba la bienvenida a las políticas alemanas nazis antijudías, su posición frente al nacionalsocialismo tomado en su conjunto era más compleja. El Bund compartía con el Partido Nacionalsocialista el desprecio por la democracia parlamentaria y por todas las formas de modernismo intelectual y cultural, así como la glorificación del Volk germano como base para la regeneración cultural, pero contemplaba al Partido Nacionalsocialista con la misma actitud de sospecha que mantenía para con los demás partidos políticos. Para el Bund, el catolicismo seguía siendo su principal punto de referencia y su juicio respecto al todopoderoso Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán se construía principalmente en función de sus políticas hacia la Iglesia. En 1933, Böhm indicó que la organización apoyaría la «revolución nacional» de los nazis en Alemania si Hitler estaba dispuesto a acentuar las tendencias anticapitalistas de su movimiento y, cuestión aún más importante, aseguraba un lugar preeminente dentro del Tercer Reich —a su juicio, el que les correspondía— a la Iglesia católica y a la cristiandad en general.41 En el siguiente número de la revista, Böhm exigía directamente la integración de los nazis dentro del gobierno austríaco.42
¿Dónde se ubicaba Asperger dentro de esta organización juvenil? Estos jóvenes de entreguerras, entusiastas de sus ideales y a los que hoy quizás llamaríamos «activistas» estaban lejos de pertenecer a un grupo ideológicamente homogéneo. Asperger pertenecía al sector llamado Fahrende Scholaren (estudiantes errantes), parte de la facción marcada y decididamente derechista del Bund. Además, se relacionaba con el círculo de los llamados «vitalistas románticos» establecido en torno a Michael Pfliegler (1891-1972) —un sacerdote católico que fue miembro fundador del Bund— y al líder del Bund, Anton Böhm, cuyas opiniones antisemíticas y radicales acabamos de explorar.43
Dentro de la organización juvenil también fraguó cierto movimiento antifascista después de la Anschluss pues, según parece, como mínimo algunos de los miembros del Bund se unieron a las redes antinazis, particularmente en Innsbruck y en la Baja Austria.44 Sin embargo, estas actividades de resistencia al nacionalsocialismo, que incluyeron la constitución de una asamblea de 300 jóvenes en Viena durante la noche de la invasión alemana, fueron obra fundamentalmente de la generación más joven. Por el contrario, la generación anterior, a la que pertenecía Asperger, tendió a acomodarse de inmediato al nazismo.45 Esto se hace evidente por el camino que siguió Asperger después de 1938 —cuando se unió a algunas organizaciones nazis de las que trataremos a continuación, aunque no al partido nazi— y buscó el modo de adaptarse dentro del nuevo régimen.
Como él mismo reconoció, Bund Neuland fue la influencia política más importante, aunque no la única, en la vida de Asperger. Su entrega ideológica y moral dentro de la organización fue reconocida por sus miembros, pues los médicos integrados en el Bund lo eligieron delegado del gremio de San Lucas, dedicado a la promoción de la ética médica de acuerdo con los principios católicos. Como en otras cuestiones que nos interesan para desentrañar el grado de adhesión nacionalsocialista de Hans Asperger, los documentos nos demuestran que, respecto a la eugenesia, los miembros del gremio de San Lucas mantenían una posición ambivalente: se oponían a algunos dogmas de la higiene racial nazi, como las esterilizaciones forzosas, mientras que al mismo tiempo desarrollaban su propio programa eugenésico dentro de los límites del catolicismo.46
Sigamos ahora el rastro de otras asociaciones que mantuvieron contactos más o menos estrechos y explícitos con el nazismo y de las que nuestro médico formó parte. Según un cuestionario fechado en 1940, Asperger fue también miembro del Verein Deutscher Ärzte in Österreich (Asociación de Médicos Alemanes en Austria).47 Es importante recordar que en ese contexto la palabra «alemanes» se refería a una orientación pangermana, con la exclusión de los médicos judíos definidos según criterios culturales y raciales. El Verein Deutscher Ärzte surgió de la unión producida en 1904 entre la manifiestamente antijudía Verein Wiener Ärzte (Asociación de Médicos Vieneses) y varias organizaciones médicas pangermanistas de Austria.48 En los años 1920, y de nuevo tras la subida al poder de los nazis en Alemania, la organización hizo un llamamiento para limitar el número de estudiantes judíos en la Facultad de Medicina.49 Una proporción considerable de los principales médicos no-judíos vieneses —entre los cuales también se hallaba el anterior jefe de la clínica pediátrica, Clemens Pirquet— pertenecieron a esta asociación, lo cual nos indica la gran difusión y la normalización de las actitudes antisemitas entre los médicos de la Viena de la época.50 Después de 1933/1934, el Verein Wiener Ärzte sufrió una infiltración progresiva de nazis ilegales, mientras que muchos de los miembros conservadores iniciales abandonaron la organización. Fue en este momento cuando Asperger se unió a la asociación.51
En el mismo cuestionario de 1940, Asperger mencionó otro dato que indica una vez más su afinidad con la variante pangermanista del nacionalismo, a pesar de su formación católica. En 1932, se unió a la Deutscher Schulverein Südmark (Asociación Escolar Alemana para la Región de la Frontera Sur), que buscaba fortalecer la influencia cultural germana en el extranjero dando apoyo a las minorías de habla alemana. Muchos de los miembros de la Schulverein eran afines al Großdeutsche Volksparteiaustríaco (Partido Popular de la Gran Alemania), que en 1933 constituyó una alianza con el partido nazi austríaco.52 Otra entrada del cuestionario certifica la membresía de Asperger en el Vaterländische Front(Frente de la Patria) desde 1934, el partido único del régimen austrofascista que gobernó Austria desde 1933/34 hasta 1938. Sin embargo, como afiliarse al partido era una condición obligatoria para los empleados públicos, no es un indicador fiable de sus simpatías políticas.
A pesar de todas estas vinculaciones con distintas organizaciones del amplio entorno pangermanista, no hay ninguna indicación de que Asperger simpatizara activamente con el movimiento nazi antes de 1938, a diferencia de muchos de sus colegas. Las pruebas de que disponemos apuntan, más bien, a una actitud ambivalente: ante el gobierno del nazismo, Asperger estaba de acuerdo en algunas cuestiones y en desacuerdo en otras. Algunos de los obstáculos potenciales para apoyar abiertamente al nazismo eran los siguientes: sus actitudes religiosas, su formación humanista y sus costumbres elitistas y cultivadas. Además,