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En fin, el libro de Héctor me trae todos estos recuerdos, y muchos más. Los hechos que relata y analiza marcaron un hito en nuestras vidas y merecen ser una vez más objeto de disección, de análisis crítico, de intentos de nuevas interpretaciones que contribuyen a ese caudal de cincuenta años de debates que no han de terminar. Nuestro tema es inacbable y está vigente: el socialismo y la democracia. Debemos agradecer a Héctor Vera por su aporte y por invitarnos a no dejar de lado el ejercicio de repensar lo que vivimos y proyectarlo al futuro, no para copiarlo porque los calcos no nos sirven, sino para que sigan resonando sus ecos fundamentales. Jorge Arrate Santiago de Chile, diciembre de 2024.
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Seitenzahl: 478
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Huellas de un “enemigo interno”Acontecimientos y reflexiones sobre 51 años de historia política de Chile 1973-2024. ©Héctor Vera Vera Primera edición: diciembre 2024 © Piso Diez Ediciones Director: Máximo G. Sá[email protected] ISBN: 978-956-317-804-3 Registro Propiedad Intelectual: Nº 2024-A-9983 Diseño y diagramación: Sergio F. Cruz Imagen de portada: Base aérea de la FACH en Cerro Moreno del año 1973. La foto de la portada es la base aérea de Cerro Moreno de Antofagasta. En los subterráneos estuvieron secuestrados y torturados el autor de este libro y sus compañeros. Mario Silva y Eugenio Ruiz Tagle fueron, más tarde, asesinados por la “Caravana de la Muerte.” Impreso en Chile / Printed in Chile Derechos Reservados
El libro que el lector tiene en sus manos es un libro singular. Su gran atractivo reside en la combinación de géneros que elabora con destreza el periodista y académico Héctor Vera hasta producir una obra con carácter y fuerza. Es un texto personalísimo que recorre el universo de ideas y acontecimientos que el autor guarda en su memoria y desea compartir. Al mismo tiempo nos invita a analizar diversos episodios históricos que vivió Vera con intensidad. La personalidad del texto reside precisamente en la afortunada combinación entre las vivencias del autor con un análisis político marcado, como debe ser, por su personal perspectiva teórica y política.
Conocí a Héctor Vera en el exilio. Vivíamos ---sobrevivíamos diría--- en países vecinos. Héctor en Bélgica, yo en los Países Bajos. Héctor en Lovaina o Bruselas, yo en Rotterdam o Amsterdam. A ambos nos unía compartir la idea socialista, que impulsábamos con pasión en lo que era entonces el Partido Socialista de Chile en el exilio europeo a partir de 1973. Si uno tuviese que dibujarlo en un mapa vería una red de ciudades, grandes y pequeñas, donde el socialismo chileno había buscado alero. Éramos un archipiélago de islotes repartidos por el mundo, pero esa red tenía para muchos de nosotros canales de comunicación tan densos y constantes que la convertían en un mundo en sí misma, hasta integrar un planeta que giraba en torno al sol distante ---el Chile sufriente y ensangrentado--- que se veía inalcanzable. Muchos exiliados no terminamos nunca de integrarnos a las sociedades que nos acogían ---en ese entonces con cariño--- y que eran casi como ciudades-dormitorio, para echar los huesos, mientras de noche y de día soñábamos con el regreso, con la caída de la dictadura, con una democracia nueva.
Héctor Vera fue por muchos años el máximo dirigente en Bélgica del segmento socialista en que yo milité luego de la división de 1979, aquel que inspiraba Carlos Altamirano, el ex Secretario General del PS. Con él construimos partido y compartimos debates en el álgido período en que la llamada “renovación socialista” hacía su camino original, años después deformado por aquello que he llamado la “post renovación” y la “ultra renovación”. Los escenarios fueron muchos. Reuniones con los belgas que sostenían un comité solidario con Chile, con dirigentes del ala más avanzada del Partido Socialista de Bélgica, con compañeros de la Unidad Popular y del MIR, en teatros, en eventos callejeros, en escuelas de verano que tenían lugar en Rotterdam, en la sala de hogares chilenos donde nos amanecíamos conversando sobre Chile y el socialismo.
Había en Bélgica un grupo de personajes inolvidables. Sergio Poblete, por ejemplo, el General de la Fuerza Aérea que se había hecho socialista en Suiza, donde estaba su padre, antes de la fundación del Partido Socialista en Chile. Incansable, cordial, activo hasta su muerte en Lieja, Sergio era uno de los grandes. Luis Meneses, el dirigente sindical molinero que representaba a la CUT en el exterior, Carlos Poblete, un joven entonces, de entrega ejemplar, Adriana Padín y Luis Cruz, socialistas de viejo cuño, de familia, Luis investigando, como buen historiador, la República Socialista de 1932. Namur Corral, un cuadro que ponía corazón en nuestras tareas, y su compañero Guy Bajoit, belga, profesor de la Universidad de Lovaina. En fin, tantos otros que me han de perdonar por no mencionarlos.
En fin, el libro de Héctor me trae todos estos recuerdos, y muchos más. Los hechos que relata y analiza marcaron un hito en nuestras vidas y merecen ser una vez más objeto de disección, de análisis crítico, de intentos de nuevas interpretaciones que contribuyen a ese caudal de cincuenta años de debates que no han de terminar.
Nuestro tema es inacbable y está vigente: el socialismo y la democracia. Debemos agradecer a Héctor Vera por su aporte y por invitarnos a no dejar de lado el ejercicio de repensar lo que vivimos y proyectarlo al futuro, no para copiarlo porque los calcos no nos sirven, sino para que sigan resonando sus ecos fundamentales.
Jorge Arrate
Santiago de Chile, diciembre de 2024.
Sorpresivamente, en septiembre de 1973, dejé de ser un periodista y académico de izquierda para transformarme en un “enemigo interno y prisionero de guerra” de la Junta Militar. Con un violento golpe de Estado se iniciaba la refundación del país en contra del proyecto popular. Los golpistas logran adueñarse del destino de Chile. Pasaríamos de la utopía de 3 años de gobierno de Allende, a la desesperanza y a sobrevivir en el tenebroso túnel de la dictadura que duraría 17 años.
En este texto muestro las huellas de esa traumática experiencia. De cómo el proyecto socialista y épico de Salvador Allende se convierte, con intervención extranjera, en un experimento social cruel, horroroso, lleno de sufrimiento para decenas de miles de familias, mientras se imponía un orden económico e ideológico ultra capitalista en oposición al proyecto socialista popular y democrático de la Unidad Popular.
Para imponer el nuevo orden, los golpistas no dudaron en utilizar la violencia sistemática del Estado persiguiendo, encarcelando, asesinando, torturando… exiliando a una parte importante de la población. El golpe cívico militar, que comienza con el bombardeo de la sede del gobierno, contó con la inspiración estratégica y la decidida acción política y financiera del gobierno de Estados Unidos de Richard Nixon-Kissinger, de la CIA, de las multinacionales, de los Chicago Boys, y fue ejecutado por los militares y los civiles golpistas de Chile, presidido por el dictador Augusto Pinochet.
La intención de este texto es hacer un viaje en el tiempo para comprender las complejidades del Chile actual en su aspecto político, cultural y económico. Y para ello invito al lector a recorrer conmigo la evolución social de medio siglo de vida. Este viaje fue el camino ineludible para llegar al presente político de Chile. Inicialmente buscaba explicarme el porqué del contundente rechazo popular el 2022 a la propuesta de la nueva constitución y el fracaso del “estallido social” vivido entre octubre de 2019 y marzo del 2020. Al conectar estos episodios con la historia pasada, debí remontarme a los procesos políticos de periodos anteriores y a mi propia experiencia.
Este texto contiene testimonios y reflexiones sobre la vida política de Chile de 51 años, que van del golpe militar (1973) al gobierno actual de Gabriel Boric Font. (2024) Lo hago sin esconder mi identidad de socialista comprometido con la causa popular y los derechos humanos.
Los lectores encontrarán una mirada personal de como viví este proceso de 51 años como autoridad universitaria, secuestrado, “enemigo interno”, torturado, exiliado, retornado a Chile, defensor de los derechos humanos y vuelta a la academia. Deseo aportar una interpretación sincera y crítica de lo que nos ha pasado como sociedad para vislumbrar lo que viene.
Todo comienza con el allanamiento de la Universidad del Norte de Antofagasta, mi detención y secuestro en el aeropuerto de Cerro Moreno, la prisión, el consejo de guerra, la condena del tribunal militar en1973. Relato cómo me salvé de las garras de la Caravana de la Muerte. Mi relación especial y extraordinaria con el general Joaquín Lagos. El largo camino al exilio, el exilio de 17 años en Bélgica, el encuentro de Townley con Altamirano en Bélgica, el retorno a Chile, la transición democrática, el estallido social, los plebiscitos constitucionales hasta el presente político del país.
Describo como ha sido la lucha por la verdad y los derechos humanos en el Chile de la post dictadura, reviso los protagonismos y enjuiciamiento a los generales Gabrielli, Santelices y Cheyre, los contactos de mi familia con Miguel Krassnoff, las revelaciones de un oficial de la FACH que bombardeó La Moneda.
Reflexiono sobre la vida cotidiana de los chilenos y sus opciones políticas en el Chile del presente. En el transcurso de este relato los lectores descubrirán hechos políticos y sociales sorprendentes.
Estos episodios exponen mis vivencias y reflexiones políticas. Hay temas que duelen o avergüenzan. Los que han padecido la dictadura, que son millones, encontrarán episodios asombrosos y otros que les recordarán sus propias vivencias.
Publico este libro para ayudar a comprender el Chile que hemos tenido y que tenemos y para poner atención a los dolorosos caminos de la violencia política.
Este libro está destinado a los chilenos amantes de la vida y de la historia de Chile que sueñan con una convivencia sana y con grandes horizontes para sus descendientes.
A mi esposa Cecilia, a mis hijos Héctor Luis, Alfonso Joaquín, Claudia Cecilia Andrea, a mis nietos Emilia y Gabriel, Victoria y Rocío. A mi hermana María Patricia, en memoria de mis padres Norma y Lautaro y de mi hermano Eduardo Lautaro.
Agradezco con mucha emoción a quienes me han ayudado a comenzar y terminar este texto: Margarita Pastene Valladares, Jorge Arrate Mc Niven, Jorge Brower Beltramín, Jaime Quezada Pérez, Ana Dobson Bustos, Rubén Gómez Quezada, Nelson Caucoto Pereira, Beatriz Vera Oyarzún, Alejandro Medel Vega , Diego Raya Peñuela, Juan Pablo Aguilar, Rubén Espejo Sandoval, Natividad Mora Durán, Carlos Poblete Calderón, Enrique Peebles Scanic….
El articular históricamente lo pasado no significa conocerlo ‘tal y como verdaderamente ha sido’, sino ‘adueñarse’ de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro.
Walter Benjamin
Mientras la fuerza aérea de Chile bombardeaba el palacio de La Moneda en Santiago , en Antofagasta, ciudad ubicada a 1369 km al norte de la capital, una patrulla de militares con tanquetas entraban a la Universidad del Norte para neutralizar y detener a los posibles resistentes, requisar armas y controlar la situación.
En Antofagasta los militares golpistas declararon inmediatamente el Estado de Sitio, temprano en la mañana del 11 de septiembre. No hubo enfrentamientos armados. Todas las radioemisoras pasaron a control de las nuevas autoridades. Los diarios El Mercurio y La Estrella de Antofagasta, ambos de propiedad de Agustín Edwards, se pusieron incondicionalmente de parte de los golpistas. A partir de este momento, nadie en Antofagasta podría entregar una versión distinta de la autorizada oficialmente.
El diario La Estrella de Antofagasta, del grupo Edward, el 12 de septiembre, mientras los tanques ocupaban las calles de la ciudad, con decenas de detenidos , con centenares de personas despedidos de sus trabajos y estaban miles de familias aterrorizadas, titulaba : CHILE VUELVE A LA NORMALIDAD.
Alterar y adornar la realidad, sería el sello de la prensa no democrática que acompañaría a los chilenos en los próximos años y décadas.
Una vez que los militares ocuparon, sin resistencia, el edificio de la Intendencia y desalojado al titular, fue reemplazado en el cargo por el general de la Primera División del Ejército Joaquín Lagos Osorio. Desde allí empezó a operar el nuevo poder. El Intendente Fernando Gómez fue relegado inmediatamente fuera de la región. Lo propio ocurrió con el abogado de la Intendencia de Antofagasta Norman Garín que fue enviado a una localidad de Chiloé.
Se constituía de este modo, la nueva autoridad regional sobre la base de la coordinación entre las fuerzas armadas de tierra, aire, mar, carabineros y policías. Los que estábamos apoyando el gobierno de Salvador Allende, pasaríamos inmediatamente a ser considerados como opositores y algunos a tener la condición de “enemigos internos” y, en consecuencia a ser “prisioneros de guerra” de la Junta Militar de Gobierno.
Ese 11 de septiembre, llegué a la Universidad del Norte de Antofagasta, después de haber intentado llevar a mi hijo al jardín infantil. El jardín estaba devolviendo a los niños. El golpe militar contra Allende estaba en marcha. Regresé a casa y me fui rápidamente al lugar de mi trabajo que quedaba a pocas cuadras del departamento.
A una hora de estar en mi oficina con algunos académicos, vi en el frontis de la entrada a la Universidad un desfile de tanquetas que se detuvieron justo en ese lugar. No sabía que podía hacer. El temor y la adrenalina se mezclaban en mi mente…. Decidí salir al encuentro de los militares que intentaban entrar por la puerta principal. Aún no habían hecho uso de sus armas. Las tanquetas estaban orientadas hacia la entrada principal.
Como responsable directo de la Universidad del Norte, en tanto Vicerrector de la Sede de Antofagasta, fui al encuentro de los militares que estaban en la entrada al campus…,Al oficial a cargo de la operación y le ofrecí facilitarle el acceso porque no tenía ninguna posibilidad de oponerme a su acción. El oficial venía acompañado de vehículos blindados, vehículos diversos con numerosos soldados armados y con uniforme de guerra.
Estando totalmente solo, me dirigí al teniente que, al parecer, estaba a cargo del operativo y le dije: “ Aquí no hay armas .Los edificios, laboratorios, salas de clase, son un bien de todos los chilenos y dañar sus dependencias no le ayuda a nadie ….. Ningún universitario ¨tiene la intención de atacarlos “
El teniente a cargo de la operación de allanamiento, me dijo. “¿Usted es el encargado de esto?” Le dije que sí. “Soy el Vicerrector de la Universidad”. El teniente, muy nervioso y ofuscado puso su cara a pocos centímetros de la mía y me dijo: “Si me ponen dificultades para el allanamiento, hago volar esta escuelita en mil pedazos. Tengo los cañones y los tanques del regimiento apuntando a estas construcciones.”
Con el brazo apuntó hacia el sur donde habían varias instalaciones militares de grandes dimensiones. Le respondí que nadie tenía armas y ningún universitario cometería violencia contra la ocupación militar. En ese momento se incorporó al lugar, el portero más antiguo de la Universidad, que conocía todos los lugares y tenía las llaves de acceso a cada una de las dependencias, salas de clases, oficinas, laboratorios, auditorios. Le mostré al teniente que con la persona encargada acompañándonos podíamos entrar sin violencia a todos los lugares que quisiera.
Mientras conversaba con el teniente, las tropas militares habían entrado, tipo operación comando, por diferentes lugares, al campus de la Universidad.
Algunos estudiantes y profesores fueron detenidos. Vi desde varios metros de distancia a los militares con sus armas frente a grupos de universitarios con las manos en la nuca, uno de los uniformados golpeaba con la culata a varios de ellos. No distinguí bien sus rostros por lo que no supe quiénes eran los detenidos y los golpeados. Le pedí al teniente que pararan de golpear a los universitarios, que esto no tenía ningún sentido. El teniente hizo una seña y pararon los castigos pero igual se llevaron detenidos a estas personas.
Pasado un tiempo que me resulta difícil de medir, puede ser dos horas, terminó el operativo porque el teniente decidió retirarse con su equipo de comandos. Las tanquetas salieron del frontis de la entrada a la Universidad en la avenida Angamos y regresaron a sus regimientos.
Habíamos recorrido gran parte de las instalaciones con el jefe del operativo, entrado a salas de clase vacías, a oficinas de profesores, afuera del casino y visitado el exterior y el interior de instalaciones diversas, centro audiovisual, biblioteca central…..dos edificios de estructura metálica recién terminados.
A pesar que el operativo fue de gran violencia con los estudiantes y los funcionarios, logré que el teniente, casi finalizado el allanamiento, firmara un acta que redacté en una máquina de escribir ubicada en la portería de la Universidad.
El contenido del acta era que realizado el allanamiento a la Universidad del Norte, no se había encontrado armas en el campus ni en sus dependencias.
El teniente dudó de firmar el acta. Debí insistir que su firma era necesaria porque era lo que efectivamente había pasado. Ambos cumplíamos con nuestras responsabilidades.
El teniente firmó el acta a pesar que le resultaba inesperada tal acción. Una copia se la entregué al oficial y la otra la guardé yo
Posiblemente lo que temperó la ira del teniente, su desconfianza y miedo, fue que, junto con no encontrar armas, le envié cordiales saludos al general Lagos dándole a entender que pronto tendría una reunión con él. Este conocimiento del general lo tenía sorprendido.
Creí, ingenuamente, que con esto los universitarios estaríamos en paz. Al contrario, nada de eso ocurrió. Varios estudiantes fueron días después asesinados, profesores y administrativos fueron detenidos y encarcelados y la Universidad del Norte sufrió otros múltiples allanamientos hechos con mucha violencia. Los militares no se convencían que no existieran armas en el enorme recinto. Al día siguiente, yo sería secuestrado y declarado “enemigo interno y prisionero de guerra”.
Como había sido elegido democráticamente en el cargo de Vicerrector por los académicos, estudiantes, y personal administrativo y de servicio, creía tener la legitimidad necesaria para enfrentar esta situación. Estaba convencido que estábamos haciendo un buen trabajo para el desarrollo regional y para el país. Pura ingenuidad de mi parte.
Mi esposa Cecilia guardó un recorte de prensa de LA ESTRELLA DEL NORTE, de la empresa El Mercurio, del 12 de septiembre de 1973. El artículo se titula: Llaman a Ciudadanos a la Intendencia.” Es el bando n 3 de la Jefatura de Estado de Sitio.
El diario publica una lista de personas requeridas por la nueva autoridad. Se trataba de los “enemigos internos” de la nueva autoridad. Mi nombre, Héctor Vera Vera, aparece en el puesto 16, entre un total de 74 personas. Este listado revela que los golpistas tenían identificadas y registradas las personas que iban a detener y todo estaba muy bien preparado.
De los que yo conocía estaban Mario Silva Iriarte, Blas Espinoza, Norman Garín, Iván Gordillo, German Miric, Eugenio Ruiz Tagle Orrego, Juan Ruz Ruz, Tomás Muller, Rubén Aguilera Cortez, Hugo Saavedra Galleguillos …Mariano García .
La Universidad del Norte de Antofagasta, fue intervenida por los militares, nombraron rápidamente a un aviador retirado en el cargo que yo tenía. Lo nombraron como Rector, aunque mi cargo era de Vicerrector de la Sede Antofagasta., porque desconocían la estructura de la Universidad y no les importaba mucho a los golpistas la universidad como tal.
De hecho los cargos acusatorios que se me formularían en el consejo de guerra, tenían que ver no con las funciones académicas sino con las responsabilidades propias que tendría un comandante de regimiento a cargo de subalternos.
Había llegado a la Universidad del Norte desde Concepción, mediante un concurso público para ocupar el cargo de Profesor del Departamento de Comunicaciones y de la carrera de Periodismo. Recién había recibido mi título profesional de periodista y mi trabajo de ayudante de profesor en Concepción no me servía para ganar el sustento familiar. Tal llamado a concurso ocurre por la demanda de los estudiantes que pedían una completa reforma universitaria, cambiar el personal docente y dejar atrás la influencia y control que ejercía El Mercurio de Antofagasta en la carrera de Periodismo.
La Universidad estaba en pleno proceso de cambio o de reforma académica. Los jesuitas, fundadores de la Universidad, se habían debilitado porque no habían invertido mucho en esta casa de estudios y era un pequeño grupo de personas que no lograba darle dirección a la institución, especialmente en el plano académico. Prácticamente todo el financiamiento de la Universidad del Norte provenía del Estado de Chile.
Los funcionarios carecían del pago de sus cotizaciones de previsión social y estaban fuera del sistema de pensiones. En este escenario de paros, discusiones y de reformas, se estableció que la comunidad universitaria debía elegir a sus propias autoridades.
El proceso de reforma universitaria de Chile llegaba también al extremo norte del país y asumía la forma más radical que lo que ocurría en las Universidades del centro y del sur del país.
El contexto de la instalación del gobierno del Presidente Salvador Allende le daba impulso al proceso democratizador de los universitarios. Las reformas en la Pontificia Universidad Católica, Universidad Santa María, Universidad de Concepción, Universidad de Chile se habían estado realizando antes de la elección presidencial.
La elección para Vicerrector de la sede de Antofagasta de la Universidad del Norte, en 1971, se hizo, vale recordar, durante el gobierno de Allende en un clima de euforia democrática.
Fue convocada toda la comunidad universitaria a votar con porcentajes ponderados por estamentos. Docentes 40%, Estudiantes 40%, Administrativos 10% y Personal de Servicio 10%. Tengo la impresión de que ni en la Universidad de Córdova, donde empezó este proceso democratizador de las universidades en américa latina, con el llamado grito de Córdova, se llegó a tal nivel de participación democrática. Estábamos en la ola de los grandes cambios.
El proceso político generado con el gobierno de Salvador Allende estableció nuevas condiciones en la comunidad de la Universidad del Norte de Antofagasta. El clima era avanzar con los cambios. Este ambiente democratizador es lo que me permitió pasar, en muy pocos meses, de ser profesor, luego Director del Departamento de Comunicación Social y finalmente ser elegido en el cargo de Vicerrector de la Sede Antofagasta, con la participación del conjunto de todos los estamentos universitarios representados.
La Universidad del Norte de Antofagasta y especialmente sus directivos y estudiantes estaban claramente comprometidos con el proceso de cambio social de Chile. ¨El marco social en el cual se desenvuelve la ciencia y la técnica en Chile, ha cambiado, a partir fundamentalmente de la nacionalización de las riquezas básicas, la socialización de la banca privada, la aceleración de la reforma agraria , la incorporación de trabajadores en la dirección de las empresas. Estos cambios ocasionan alteraciones en el enfoque de la ciencia y la cultura, en su orientación y en sus métodos. Esta variación social debe saberla captar y asimilar la Universidad para ubicarse a la altura del reclamo histórico actual” (Cuenta del Comité Ejecutivo a la Comunidad Universitaria).
La Universidad del Norte firmó convenios con los sindicatos del cobre, del salitre, con INACAP, Ministerio de Educación, Central Unitaria de Trabajadores, con los pescadores artesanales…para la capacitación técnica y profesional de los trabajadores. Tuvimos la visita de Sergio Bitar Chacras en su breve paso como Ministro de Minería y del ministro de Economía, Fomento y Reconstrucción Pedro Vuskovic Bravo quienes vinieron a la Universidad para implementar y financiar estos proyectos.
En lo personal, como periodista, destinábamos dos o tres horas, tres veces a la semana para ir a dos poblaciones del norte de la ciudad de Antofagasta con mi colega, compañero, profesor y poeta Andrés Sabella para formar a los ¨periodistas populares¨. El proyecto era desarrollar los liderazgos a nivel vecinal, capacitar a los pobladores para que mostraran su propia realidad mediante diarios murales y hojas de mimeógrafo. La idea era dotar de voz a los sectores populares capaces de mostrar su rol positivo en la sociedad e incorporar este sector a la expresión política de la ciudad y del país.
El Presidente Salvador Allende recibió en Antofagasta, el 13 de octubre de 1971 al Presidente de Argentina Alejandro Agustín Lanusse, 1971-1973. Llegaba al cargo como un dictador, aunque entregó el mismo después de una elección. Había estado preso durante más de tres años por dar un golpe de estado contra Juan Domingo Perón.
Fui invitado como autoridad universitaria a la cena que Allende le ofreció en el elegante e imponente Hotel Antofagasta, de propiedad estatal de la cadena nacional HONSA. Lanusse era un experimentado militar que encabezó la llamada “revolución Argentina”. Se sabe hoy que la CIA le pidió ayudar a derrocar al Presidente Salvador Allende cuando Lanusse era Comandante en Jefe del Ejército Argentino, en septiembre de 1970, pero Lanusse se negó terminantemente. Posteriormente fue un fuerte opositor de la Junta Militar de su país y testificó en defensa de los derechos humanos en Argentina. Era un militar con espíritu independiente.
Nuestro Presidente de la República, devolvía en Antofagasta la invitación que le hiciera el presidente Argentino Alejandro Lanusse en la ciudad de Salta que se había realizado un poco más de dos meses atrás. Allí se había firmado un acuerdo de mutua cooperación en diversos ámbitos económicos y de límites fronterizos.
Salvador Allende dio una conferencia de prensa en el Hotel a medio día explicando los motivos del acercamiento con Argentina a pesar de tener los dos países gobiernos con distinto signo ideológico debían adoptar acuerdos por el bien de sus respectivos pueblos.
Los presidentes Allende y Lanusse habían firmado un acuerdo que fuera el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda la instancia que formara una Corte Internacional de Justicia con cinco jueces e hiciera una resolución formal sobre la soberanía de las islas Nueva, Picton y Lennon ubicadas en el límite de acceso desde el océano Pacífico al Atlántico y considerado sensible para establecer referencia hacia la Antártica.
Cuando salió el fallo, seis años más tarde, este fallo fue favorable a Chile. El gobierno de Argentina en 1977 desconocería el fallo real. Esto provocó que ambos países estuvieran al borde de la guerra con grandes movilizaciones de tropas, de armas…Ambos países estaban gobernados por juntas militares con ideologías afines pero cruzados por fuertes sentimientos nacionalistas. Finalmente el asunto quedó en manos del Papa en Roma el que logró que se firmara un acuerdo de paz entre Chile y Argentina.
La cena ofrecida en honor al Presidente Lanusse del año 1971 tuvo un toque de espectacularidad o de simbolismo político especial. El evento, con alrededor de 70 personas, se hizo en un enorme salón con mantel largo en el Hotel Antofagasta.
Alejandro Lanusse venía acompañado de su esposa y de una comitiva donde predominaban los militares. En un momento se apagaron las luces y se volvieron a prender. Entraron simultáneamente una docena de garzones, vestidos de blanco y negro que portaban enormes bandejas plateadas y en el centro de ellas había una enorme centolla, traída de Punta Arenas, acompañada de ensalada de papas con fondo de lechugas, espárragos y otras verduras.
Comentamos con mi compañero chileno de mesa que este detalle de ofrecer centollas de esta manera era posiblemente una idea del propio Presidente Allende que traía el mensaje: estamos en una ciudad del extremo norte de Chile pero no olvidemos el extremo sur, donde aún habían espinudos asuntos pendientes con Argentina.
Otro momento destacado que viví en Antofagasta fue cuando Fidel Castro Ruz, el comandante y Jefe de Estado de la República de Cuba, llegó a Chile. Su gira comenzó en Antofagasta el 10 de noviembre de 1971. Fui a recibirlo, como autoridad universitaria, al aeropuerto de Cerro Moreno. Estaba en el lugar el Intendente de Antofagasta y el Ministro del Interior de Chile, Jaime Suárez.
Cuando salió del aeropuerto, el Comandante Fidel detuvo el auto y se bajó para tomar con sus manos la tierra del desierto. Toda la comitiva formada por decenas de vehículos se detuvo en el camino mal pavimentado. Fidel hizo muchas preguntas sobre la composición del suelo. El recibimiento de la ciudad de Antofagasta y de los universitarios en particular fue masivo y entusiasta. Hubo una masiva manifestación en la sede de la Universidad de Chile de Antofagasta. Algunos miles de estudiantes universitarios y secundarios escucharon un largo discurso de Fidel Castro.
Durante los 24 días que Fidel Castro permaneció en Chile, recorrió ciudades del norte, centro y sur del país, donde fue recibido por masivas concentraciones de personas, visitó fábricas, minas y oficinas salitreras y diversos centros universitarios. Este largo recorrido empezó a inquietar a Allende. Se le despidió masivamente en el Estado Nacional. Esta visita fue para la derecha, el gobierno de Estados Unidos y la CIA una provocación y un insulto que produjo posiblemente un mayor aliciente para la preparación del golpe militar. El gobierno de Allende no solo simpatizaba con la revolución cubana, sino que Fidel aparecía dando instrucciones in situ de qué hacer en Chile.
En enero de 1972 viajé a Cuba invitado por Fidel Castro acompañando al Conjunto Folklórico de la Universidad del Norte que dirigía Miguel Politis. Nos acompañaba el poeta y profesor Andrés Sabella. En dos oportunidades estuvimos en La Habana con el Comandante Fidel Castro. Estaba interesado en la vida social y política de Chile y de los aspectos educativos productivos.
Tenía un gran carisma., pero siempre cercano. Yo sentía que hablaba con un igual, con un profesor interesado en todo lo que pasaba. Hablaba mucho, pero también preguntaba mucho.
Estuvimos una mañana en el famoso yate de Fidel, que era de un tamaño medio. La tripulación era el capitán y tres personas más. Lo que me llamó la atención es que había un nadador cubano, que sin equipamiento, se sumergía y aparecía con sendas langostas en su mano. Hizo esta operación varias veces. Comimos las langostas enchiladas, es decir, con ají, como lo había recomendado Fidel. Eran deliciosas. No he vuelto a probar langostas con ese sabor caribeño intenso.
El decano de la facultad de medicina de la Universidad de La Habana y su equipo directivo pensaban que había que desarrollar la medicina en Antofagasta y en todo el norte grande de Chile y apoyar especialmente a los mineros y sus enfermedades crónicas ligadas a las condiciones laborales. Era un tremendo proyecto, pero la Universidad del Norte no tenía experiencia en el campo de la salud. Y este era un obstáculo no menor. No era suficiente tener médicos profesores. Se necesitaban laboratorios, recursos financieros importantes, acuerdos con el Ministerio de Salud y todo esto requería de una planificación que no existía.
Estábamos desarrollando proyectos de apoyo a la producción minera del cobre y del salitre y esto era ya una tremenda tarea por lo que pedí tomarnos un mayor tiempo para tomar una decisión al respecto. Yo debía consultar diversas personas e instancias. El proyecto era muy grande y costoso. Los cubanos quedaron un tanto frustrados. Esperaban un total entusiasmo de mi parte.
El golpe militar de Pinochet de 1973, cerró violentamente este proceso de reforma y los planes de desarrollo en la Universidad del Norte y en todas las universidades chilenas.
Con la dictadura empezaron a aparecer los negocios de las universidades privadas y durante los gobiernos de la Concertación democrática florecieron plenamente, desplazando a las Universidades Estatales de las funciones de formación de profesionales. Y ello a pesar que Pinochet, en el último día de sus funciones de Presidente decretó que las Universidades no podían tener fines de lucro.
En marzo de 1990, se publicó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) que prohibía el lucro en las universidades. Un regalo de Pinochet al país de última hora. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que los negocios y la expansión de las universidades privadas en Chile durante la transición democrática se transformaran en una de las áreas más rentables. Esto muestra que ni las leyes, pueden parar el comercio y las privatizaciones. Se han encontrado varios caminos para ganar dinero con instituciones sin fines de lucro.
A los golpistas del 73, les interesaba que los universitarios se mantuvieran sin protestar, apoyaran a la Junta y no existieran los opositores. Cerraron las carreras de ciencias sociales y comenzaron una serie de operaciones de “limpieza” contra todos los que parecieran ser militantes o simpatizantes del gobierno de Allende.
El Presidente Allende había visitado dos veces la Universidad del Norte de Antofagasta y estaba buscando soluciones a la deuda previsional de los académicos y de los administrativos. No tuvo problemas de ver en la Universidad del Norte, que era y es una universidad privada , un aliado natural a sus proyectos especialmente en la producción de salitre, sus derivados y del cobre.
Recuerdo que un investigador rumano llegó a trabajar el tema de la fundición del cobre, siguiendo una fórmula, según decía el rumano, propuesta por el Presidente Allende. Alguien me dijo, décadas después, que a pesar del golpe de Estado, siguió trabajando en la Universidad varios años antes de regresar a su país.
Los profesionales venidos de la Universidad de Concepción a Antofagasta, fueron atraídos por las reformas logradas en la Universidad del Norte. Todos ellos, ganaron concursos nacionales. Al momento del golpe llevaban varios meses trabajando en la Universidad Católica del Norte como académicos o funcionarios, Fueron obsesivamente perseguidos y aun asesinados como el caso de Jorge Isaac Fuentes Alarcón (Trosko), detenido desaparecido, desde Villa Grimaldi. Tambien fueron asesinados varios académicos y estudiantes de la Universidad del Norte, particularmente reprimida por la dictadura.
Jorge Fuentes Alarcón, era sociólogo recién titulado en la Universidad de Concepción. Lo conocí cuando era residente del Hogar Central de la Universidad, donde era un destacado dirigente. Al momento del golpe, se desempeñaba en el cargo de asesor de planificación académica de la Universidad del Norte, dirigente del MIR. Fue detenido el 17,05, 1975 en el aeropuerto de Asunción junto con Almicar Santucho, hermano de Mario Roberto Agustín Santucho, dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo en Argentina. Fue trasladado al centro de tortura y exterminio en La Reina de Villa Grimaldi.
Según diversos testimonios de varios presos políticos que estuvieron en Villa Grimaldi, Jorge sufrió particulares crueldades y sufrimientos, encerrado en una estrecha jaula donde padeció, además de las torturas, una sarna severa. Era exhibido como un trofeo de guerra especial.
Hoy, Jorge Fuentes Alarcón, forma parte de la lista de detenidos desaparecidos. Sus parientes, su único hijo, aún no puede hacer la ceremonia del duelo y espera tener una información sobre el destino final del cuerpo de su padre.
El 15 de septiembre de 1973 fueron ejecutados por soldados del Regimiento Antofagasta, en el camino entre esa ciudad y la Base Aérea de Cerro Moreno, la joven asistente social que estaba embarazada, Elizabeth Cabrera Balariz, de 23 años Jefe del Departamento de Bienestar Estudiantil de la Universidad del Norte, también titulada de la Universidad de Concepción.
La mataron camino a Cerro Moreno ¨por intento de fuga ¨ junto a su esposo Nenad Teodorovic Sertic,24 años, austríaco, estudiante de la Universidad del Norte y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Este joven matrimonio no alcanzó a llegar a la cárcel clandestina de Cerro Moreno.
La misma suerte corrió Luis Muñoz Bravo, 28 años, estudiante de la Universidad del Norte, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Varios otros profesores y estudiantes fueron asesinados por la Caravana de la Muerte como lo mostramos más adelante.
Otros académicos venidos de la Universidad de Concepción, fueron hechos prisioneros o exiliados como Ana Dobson Bustos, asistente social y Directora de Asuntos Estudiantiles. O casos como Jaime Quezada Pérez, Germán Gavilán, Sofía Cáceres, Abel Brevis, que eran periodistas y profesores del Departamento de Comunicación Social de la Universidad, estuvieron presos y luego, en su mayoría, partieron al exilio.
Algunos de los académicos venidos de España en un plan de cooperación internacional, y que eran destacados colaboradores de la reforma universitaria, alcanzaron a salir del país algunas semanas antes del golpe, como fueron los casos de Diego Raya Peñuela, que fue Director del Departamento de Economía y de su esposa María José Nuñez Alonso, profesora de castellano. Con ellos hemos cultivado, durante más de 50 años, una estrecha y fecunda amistad, de profunda confianza, unidos por el ideal del socialismo y el amor a nuestros pueblos.
Los dos profesores cubanos que hacían docencia en el Departamento de Economía, de la Universidad del Norte, alcanzaron a salir de Antofagasta, se refugiaron en la Embajada de su país en Santiago y pudieron salir sin rasguño de Chile y regresar a Cuba.
Los académicos y estudiantes de izquierda de la Universidad del Norte fueron particularmente perseguidos por los golpistas, más que ninguna otra institución de Antofagasta.
El número de asesinados y de presos procedentes de esta Universidad fue notable, muy superior a cualquier otra repartición de la ciudad. Posiblemente fue por el claro perfil de apoyo al desarrollo regional, por las visitas del Presidente Allende, por la importante presencia de profesionales de la Universidad de Concepción y por su defensa del desarrollo social, por el aporte al proceso de industrialización del país.
Al día siguiente del allanamiento a la Universidad del Norte de Antofagasta, fui detenido. Una patrulla de vehículos blindados me fue a buscar a mi domicilio. Era un enorme operativo con varias decenas de efectivos que rodearon todo el edificio y sus alrededores, fuertemente armados. Yo vivía con mi pequeña familia en un departamento de un segundo piso, en el sector sur de Antofagasta., frente al edificio curvo en la Gran Vía (Septiembre, 1973).
Me detuvieron, sin resistencia de mi parte, en presencia de mi esposa Cecilia, embarazada de cinco meses y de mi hijo Héctor Luis de un año y medio. Solo alcancé a tomar una chaqueta que estaba en una silla cuando ya estaba camino a un vehículo militar, totalmente vendado y con esposas.
Cuando entraron a mi domicilio los agentes armados con metralletas, yo no sabía ni manejar un cuchillo y no tenía entrenamiento militar ni estaba preparado para esconderme y entrar a la clandestinidad. Era la impotencia total frente al nuevo escenario que se venía, pero frente al cual solo pude responder desde la frustración y el aislamiento.
Durante dos semanas ningún familiar supo donde yo estaba. Era un secuestro. Me llevaron a los subterráneos de la Fuerza Aérea de Cerro Moreno de Antofagasta. Estuve con un puñado de compañeros, varios de los cuales fueron posteriormente fusilados luego de pasar por los temidos Consejos de Guerra.
A mi hermano Eduardo Lautaro que andaba buscando saber de mi paradero en la ciudad de Antofagasta se encontró con un militar que le dijo: “? ¿No sabías….? Acabamos de matar a tu hermano”. Con esta noticia se fue a hablar con Cecilia y sin decirle nada de lo que le contaron….con ella siguieron la búsqueda hasta que Cecilia días después, supo que su esposo estaba en la Base Aérea de Cerro Moreno.
Tuve o fui convocado a un consejo de guerra compuesto por carabineros, ejército y aviación, en un anexo de la Cárcel de Antofagasta, lo que relataré en el capítulo dedicado al tema del consejo de guerra por el que pasé
A partir de ese momento de la detención militar o policial nada podías hacer en defensa de tu persona. Los detenidos no sabíamos adónde nos llevarían, si vivirías o no, si serías torturado, si estarías unos días o años en la cárcel o que pasaría con tu familia, con tus amigos, tus relaciones sociales. Así centenares de miles de chilenos indefensos o desarmados fueron llevados a los lugares de detención, a los campos de concentración, al fusilamiento, a la relegación y al exilio. Muy pocos lograron combatir y los que lograron hacerlo fueron rápidamente masacrados.
Los golpistas sabían que no podían derrotar al movimiento popular en las elecciones. Por ello eligieron el golpe militar que se empezó a planear desde el triunfo de Allende, antes de que asumiera y durante todo el gobierno.
Los golpistas prepararon el terreno emocional para justificar su plan. De esta manera tenemos los paros de camioneros, las huelgas de los mineros del cobre. El desabastecimiento de toda clase de bienes. El asesinato de René Schnneider Chereau, Comandante en Jefe del Ejército. El asesinato del Capitán de Navío Arturo Araya Peeters, edecán naval de Allende,
El Almirante José Toribio Merino Castro reconoció en 1990, en una entrevista con la periodista Raquel Correa Prats, que desde la elección de Allende se preparó el golpe de Estado, pero que en septiembre de 1970 no estaban las condiciones para hacerlo. Los riesgos eran muy grandes. Es por ello que le dio su apoyo formal a Allende, al asistir a una reunión con dirigentes de la Unidad Popular, previa a la sesión del Congreso Pleno que ratificaría en el cargo al electo Presidente Salvador Allende.
De acuerdo a las revelaciones del Almirante Merino, había suboficiales de todas las fuerzas armadas, carabineros, gendarmería, investigaciones que apoyaban a Allende, no así los altos oficiales que le fueron siempre hostiles al gobierno de la Unidad Popular. A pesar que había dirigentes políticos de derecha y de la CIA que querían que Allende no asumiera el cargo de Presidente de la República de Chile, tuvieron que esperar tres años para que las condiciones, el clima social, estuviera propicio al golpe.
Los golpistas temían el año 1970 que la resistencia popular implicara una guerra civil con muchos muertos de ambos bandos, como había ocurrido con la guerra civil del 1891 con el Presidente Balmaceda de un lado y los Congresistas del otro lado.
El hostigamiento al general Carlos Prat González, que presentó su renuncia a la Comandancia en Jefe del Ejército y su reemplazo por el general Augusto Pinochet Ugarte fue un paso decisivo. Prat fue posteriormente asesinado junto a su esposa Sofía Cuthbert en un atentado perpetrado en Buenos Aires, en septiembre de 1974, ejecutado por Michael Townley, forma parte de este plan internacional que no quería dejar cabos sueltos.
Los sabotajes a las instalaciones eléctricas, las huelgas de los trabajadores del cobre…el desabastecimiento de alimentos por acaparamiento de productores y de comerciantes... formaba parte de las acciones destinadas a crear las condiciones emocionales para preparar el golpe contra el gobierno de Allende.
Un día, en Antofagasta, me presentaron, unos compañeros de partido, en el campus de la Universidad del Norte, a un argentino que se llamaba Mariano Sánchez. Tendría unos 35 años. Decía que era un cuadro político relacionado con el frente interno o con los aspectos clandestinos del Partido Socialista de Chile. Se hizo muy amigo de Mario Silva y frecuentaba a los militantes de la Brigada Socialista de la Universidad del Norte con mucha frecuencia. Nunca averiguamos su procedencia, su identidad, su rol ni nada. Era un compañero internacionalista que venía a apoyar la tarea política. Y fin de la historia.
El día del golpe de Estado Mariano Sánchez no apareció más en Antofagasta Nunca más supimos de nuestro “amigo” Mariano. Hoy no tengo dudas de que era un agente encubierto de los golpistas, perteneciente a la CIA. Su nombre no era el verdadero. Como un dato de mi inocencia en materia de seguridad, nunca le pregunté su segundo apellido ni hice ninguna gestión para conocer su identidad. La falta de preparación ante estas acciones encubiertas de nuestros adversarios era total. Si llegábamos a detectarlo, no hubiéramos sabido qué hacer.
Mario Silva, me contó, en la cárcel de la Base de Cerro Moreno, en los escasos momentos que pudimos intercambiar palabras entre los presos, que Mariano se había ido con dólares, una semana antes del golpe, en una camioneta financiada por la CORFO a Salta, Argentina, para traer algunas herramientas para la industria INASESA que no había en Chile por el bloqueo impuesto por los Estados Unidos. A mí me solicitó dinero pero lo rechacé. No tenía manera de justificar una acción de este tipo y esta solicitud no tenía nada que ver con la Universidad. Mariano se fue de mi oficina con las manos vacías y, al parecer, no muy contento.
Pasados los días, Mario Silva dejó de tener noticias del viaje del “compañero Mariano”, ni donde estaba. Menos se supo una vez dado el golpe de Estado. Empezamos a sospechar de su rol en el Partido Socialista cuando era ya demasiado tarde. Pero no pudimos profundizar en el tema dada nuestra condición de presos. Este tema quedó abierto.
Mariano Sánchez se presentaba como un militante socialista del frente interno, un internacionalista, que se interesaba en la Universidad y había escrito mucho sobre el socialismo, pero bajo diferentes nombres, por lo que no podía mostrar sus publicaciones. Era un clandestino que venía a ayudar al proceso chileno y esto nos parecía absolutamente normal, se trataba de un internacionalista.
Mario Silva Iriarte fue asesinado por la Caravana de la Muerte semanas más tarde del viaje de la camioneta de CORFO y nunca supo qué pasó con Mariano Sánchez. Este personaje apareció en la lista de la Jefatura de Estado de sitio de Antofagasta para que se presentara a las nuevas autoridades. El general Joaquín Lagos lo consideró un subversivo del Partido Socialista. El agente Mariano sabía hacer su trabajo de espía. Nunca fue detenido.
Con el tiempo, ya en la cárcel de Antofagasta, en libre plática, un par de compañeros relacionaron a Mariano Sánchez con la CIA. La línea que sostiene esta versión es que todas las personas que tuvieron el mayor contacto con él y que tenían funciones destacadas en el gobierno regional, fueron asesinadas en la Caravana de la Muerte y todos los militantes socialistas que él conocía fueron detenidos por los golpistas.
Dada las revelaciones, hoy muy documentadas, de la protagónica participación de la CIA en el golpe de Estado en Chile, esta versión me hace mucho sentido.
Mi esposa, Cecilia, fue testigo, mirando escondida en su departamento en Antofagasta de una redada de militares en el sector del Edificio Curvo, que quedaba al frente de nuestro hogar. En un departamento cercano se instaló una unidad de militares y civiles que se dedicaba a detener y amedrentar a los pobladores y a los considerados enemigos de la Junta de Gobierno.
Decenas de personas fueron detenidas a plena luz del día y obligadas a echarse al suelo con las manos detrás de la nuca. Era un atardecer en la terraza del edificio cuando un niño de cerca de 12 años levantó su cabeza para gritar mamá, mamá. Un militar corrió con su ametralladora y le dio un culatazo en la cabeza… El niño se desplomó inmediatamente. Días posteriores mi esposa supo, entre los familiares que buscaban a sus personas desaparecidas o detenidas, que este niño había muerto.
De vuelta del exilio Cecilia declaró estos hechos ante el Juez Juan Guzmán.(2001).También relató cómo le tocó ver a los oficiales de la Caravana de la Muerte y la presencia de Pinochet en la casa del general Lagos el día en que se cometieron los asesinatos en Antofagasta.
Nunca Pinochet tuvo que rendir cuenta de su directa responsabilidad en los asesinatos cometidos en Antofagasta, Calama, Cauquenes, La Serena, realizados bajo la conducción del general Sergio Arellano Stark en el marco de la llamada Caravana de la Muerte. Los tribunales de justicia de Chile, cuando se pudieron hacer las querellas correspondientes, declararon inimputable a Arellano Stark por enfermedad mental.
Posiblemente los padres del niño muerto, fueron amedrentados y no pudieron encontrar al culpable o si hicieron la denuncia a los tribunales, estos no recogieron la misma. Era lo habitual. Todo lo relacionado con militares, carabineros o agentes represivos no era tratado por los tribunales de justicia.
El secretario del Juez Guzmán tomó nota del testimonio de Cecilia, mi esposa, sobre estos acontecimientos y luego con la muerte del Juez estos datos quedaron en los archivos judiciales.
En Antofagasta no hubo ninguna acción de los partidarios del Presidente Allende que pudiera ser considerada una resistencia al golpe militar. Lo que pasó en Antofagasta es lo que ocurrió en la casi totalidad de las ciudades de Chile. Sin embargo los golpistas, desde el primer día estaban obsesionados con la guerra y las acciones militares y violentas. La noche del 11 de septiembre de 1973, el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, general Gustavo Leigh Guzmán, declaró públicamente: “Tenemos la certeza, la seguridad de que la mayoría del pueblo chileno está contra el marxismo, está dispuesto a extirpar el cáncer marxista hasta las últimas consecuencias”.
Al día siguiente, el general Augusto Pinochet en conferencia de prensa con periodistas extranjeros, declaró: “La resistencia marxista no ha terminado, aún quedan extremistas. Yo debo manifestar que Chile está en este momento en estado de guerra interna”. La naturaleza represiva de la Junta Militar estaba más que clara así como los objetivos del golpe que se ponía metas y no plazos.
Esto se tradujo en el plano jurídico que los opositores fuésemos tratados como ¨enemigos internos¨ y pasáramos a ser juzgados por la Justicia Militar en los consejos de guerra.
El artículo 81 del Código de Justicia Militar, establece que los consejos de guerra son la única instancia para conocer delitos propios del “tiempo de guerra”. Si bien los acusados tenían una oportunidad de defensa y dos de apelación, ante la Corte Marcial y la Corte Suprema, respectivamente; en la práctica las sentencias de estos órganos especiales eran inapelables, toda vez que, tras el 11 de septiembre de 1973, la propia Corte Suprema de Justicia, se declaró sin competencia sobre los tribunales militares en “tiempo de guerra”. El camino a la impunidad estaba plenamente asegurado. Todo el poder del Estado quedaba en manos de la Junta Militar y de Pinochet en particular. Los que debían garantizar el estado de derecho abandonaron sus funciones.
Sin embargo, algunos meses después del golpe, se suspendieron y nunca más se hicieron los consejos de guerra. Los golpistas se dieron cuenta que para seguir con la guerra sucia contra parte de la población de su propio país, había que eliminar los procedimientos regulares. De este modo, desapareció la definición jurídica de guerra interna y los calificativos de enemigo interno y de prisionero de guerra. Este procedimiento de aplicar la justicia militar, les ataba las manos a los golpistas porque exigía la aplicación de disposiciones específicas para tratar a dichos enemigos y dejar un registro de estos procesos.
Pinochet estaba decidido a seguir con el empleo de los recursos propios de un estado de facto, abandonando toda intención de cumplir con las reglas del derecho nacional e internacional y estaba dispuesto a usar todas las trampas a su disposición.
Con el tiempo, una vez que termina la dictadura, se encontraron los registros de quienes participaron en estos consejos de guerra, la identidad de los acusados, los argumentos utilizados, los procedimientos seguidos, la sentencias firmadas … De esta manera , había responsables que se podían identificar y eventualmente , enjuiciar. Lo que no sucedió con la gran mayoría de los detenidos y presos a lo largo de los próximos años de dictadura.
Por ello los golpistas, dirigidos por Pinochet, abandonan este procedimiento de seguir el código militar y deciden hacer clandestinas sus acciones represivas. Ya no habría ni consejos de guerra, ni prisioneros de guerra, solo delincuentes.
Los enemigos se transformaron en delincuentes marxistas, elementos disociadores, violentistas, antipatriotas, resentidos sociales, lacra social….evitando usar el término de enemigo interno, de estado de guerra o de prisioneros de guerra. Era entrar de lleno a la guerra despiadada, a la guerra sucia y cruel. Y los tribunales de justicia de Chile permitieron estos atropellos y la desprotección total de los perseguidos. La Corte Suprema se declaró incompetente para regular la justicia militar. Igual ocurrió con los políticos, los empresarios y con la complicidad silenciosa o delatora de parte de la población. Chile entraba al túnel del terror que duraría 17 años.
Los partidarios del gobierno del Presidente Salvador Allende, una vez terminados los consejos de guerra, ni siquiera tuvieron el derecho a ser considerados enemigos internos, como lo recomendaba el Pentágono o la CIA.
En mi caso, de manera formal, concurrí a un consejo de guerra por ser considerado un “enemigo interno” de la Junta Militar y puedo decir que salí vivo de esa guerra sin haber disparado una sola bala. Soy un veterano de una guerra que pronto fue negada por los propios golpistas.
Los primeros días del golpe militar en Antofagasta
Arrate, Jorge Con viento a favor. Del Frente Popular a la Unidad Popular. LOM Ediciones, Santiago, 2017
Aylwin Azócar, Patricio La Experiencia Politica de la Unidad Popular 1970-1973. La Democracia Cristiana durante el gobierno de Salvador Allende. Penguin Random House Grupo Editorial.SA Santiago de Chile, 2023
Cavallo Castro, Ascanio; Salazar Salvo, Manuel y Sepulveda Pachecho, Oscar La Historia Oculta del Regimen Militar. Chile 1973-1988. Editorial Antartica SA, Santiago de Chile, 1989. Universidad del Norte de Antofagasta. Cuenta Del Comité Ejecutivo Al A La Comunidad Universitaria . Primer Semestre 1972.
Kornbluh, Peter Pinochet Desclasificado. Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile. Editorial Catalonia. Santiago de Chile, 2023
Gonzalez, Mónica La Conjura: Los mil y un dias del Golpe. Editorial Catalonia, Santiago De Chile, 2012
Pinochet Ugarte, Augusto Pinochet: Patria y Democracia. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1983
Correa, Raquel y Subercaseauz, Elizabeth Ergo Sum Pinochet. Confidencias para la historia. Editorial Catalonia, Santiago de Chile, 1989
Gonzalez Pizarro, José; Nuñez Atencio, Lautaro; Vera Vera, Héctor y otros 12 Autores La Universidad Catolica del Norte y Los 50 años del Golpe Militar. Colección Iglesia Mundo, Ediciones Universitarias, Antofagasta, 2023
Savrosky, Eduardo Chile Tiempos Interesantes. Ediciones Universidad Diego Portales y El Instituto de Humanidades de La UDP. Santiago de Chile, 2013
Rebolledo, Javier A La Sombra de los Cuervos. Los Cómplices civiles de la Dictadura. Editorial Planeta Chilena SA, Santiago de Chile, 2016
En Antofagasta los partidarios del gobierno de Allende estábamos totalmente sorprendidos de la violencia de los militares, de la eficacia del golpe y de nuestra total falta de preparación para hacerle frente a los golpistas. Mi sensación de impotencia y angustia frente a los acontecimientos era total.
Estando ya en la cárcel alimenté, en mi inestable mente, muchos caminos o más bien una obsesiva ilusión sobre cómo derribar a los golpistas, pero no tenía esperanzas profundas que esto sería pronto. El contacto y el trato que nos daban los militares en el poder, no daba cabida a ser optimistas con el futuro cercano y de mediano plazo. El gusto por el poder no necesita mucho tiempo para fermentar.
Uno de los aspectos que más llamó la atención a nivel mundial, especialmente en europa, fue que a pesar del apoyo popular al gobierno de Salvador Allende y al vigor y a la novedad de su proyecto político, prácticamente no hubo resistencia popular al golpe de Estado de 1973.
Los golpistas en pocas horas tenían el control completo del país de Arica a la Antártica y las zonas insulares. Esta falta de resistencia fue reemplazada por el miedo de los partidarios de Allende a ser detenidos, perder el trabajo, caer preso o ser asesinado. El temor paralizante se apoderó de los opositores a la dictadura en Antofagasta, en Cauquenes, en Santiago o en Rapa Nui.
Lo que marcó la acción de los militantes de izquierda posterior al golpe, fue la sobrevivencia, la clandestinidad forzada, la pérdida de los puestos de trabajo, la precarización de la vida en todos los sentidos. Los pocos militantes que tenían armas en su poder buscaban deshacerse de ellas por cualquier medio y escapar a la represión.
Es conocida la historia de la huida del país de Carlos Altamirano Orrego, Secretario General del Partido Socialista. Para escapar de los tormentos y posible muerte en manos de la Junta Militar, Carlos Altamirano debió camuflarse con distintos personajes, cambiar de domicilio en muchas oportunidades, hasta que logró, con muchas dificultades , suerte y peligros, salir de Chile.
El Secretario General del Partido Comunista Luis Corbalán Lepe también entró en la clandestinidad para escapar de las garras de la represión. Tuvo menos suerte que Carlos Altamirano , fue detenido y encarcelado en la Escuela Militar y deportado a los campos de concentración de Isla Dawson, Ritoque y Tres Álamos, sin ser sometido a juicio.
Chile y la Unión Soviética acordaron liberar a Luis Corbalán y canjearlo por el disidente soviético Vladímir Bukovski en Zúrich el 18 de diciembre de 1976. Corbalán recibió asilo en la URSS,