Impactar en público - Enric Company - E-Book

Impactar en público E-Book

Enric Company

0,0
7,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

"Imagínate subiendo a un escenario. Delante de ti hay miles de ojos que te observan, esperando a que digas algo que capte su atención. Es entonces cuando el tiempo se detiene. Y lo malo es que no finges tener miedo. Sientes pánico de verdad." Enric Company hace tiempo que superó ese miedo. Se dio a conocer durante años trabajando como reportero de televisión, y actualmente es presentador y conferenciante. Por el camino ha aprendido mil trucos para conectar con el público; ha cosechado éxitos y se ha pegado algún batacazo del que ha salido mejor preparado. Y todo eso nos lo cuenta en este libro que es mucho más que el típico manual para oradores. Impactar en público tiene algo de autobiografía divertida, de anecdotario con moralejas y, sobre todo, de libro que se lee de un tirón. Porque además de lo que enseña, que no es poco, pasa volando. Como las buenas charlas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 159

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Enric Company (1975) es un presentador y reportero de televisión tarraconense que se dio a conocer en 2005 con España directo (La 1 de TVE) para trabajar posteriormente en varios programas más de la misma cadena y otros tantos en canales como Telecinco, LaSexta o La 2 de TVE.

En los últimos años se ha convertido en uno de los presentadores de eventos más contratado del país trabajando para marcas como Google, Danone, Disney, Novartis, Port Aventura, Isdin, Bayer, Nestlé, FujiFilm, Revlon, Adeslas, Amplifon, Santalucía, Vodafone o Esteve, entre muchos otros. Desde 2015 también imparte en empresas de todo tipo su conferencia motivacional «La gente imparable».

Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universitat Rovira i Virgili, Programa de Dirección General en IESE y Programa de Dirección Comercial en ESADE, compagina su trabajo como comunicador dirigiendo la agencia de eventos y comunicación Tuset Agency (https://tuset.agency/), fundada en Barcelona en 2008.

Más información en https://enriccompany.com/

 

 

« Imagínate subiendo a un escenario. Delante de ti hay miles de ojos que te observan, esperando a que digas algo que capte su atención. Es entonces cuando el tiempo se detiene. Y lo malo es que no finges tener miedo. Sientes pánico de verdad.

Enric Company hace tiempo que superó ese miedo. Se dio a conocer durante años trabajando como reportero de televisión, y actualmente es presentador y conferenciante. Por el camino ha aprendido mil trucos para conectar con el público; ha cosechado éxitos y se ha pegado algún batacazo del que ha salido mejor preparado. Y todo eso nos lo cuenta en este libro que es mucho más que el típico manual para oradores. Impactar en público tiene algo de autobiografía divertida, de anecdotario con moralejas y, sobre todo, de libro que se lee de un tirón. Porque además de lo que enseña, que no es poco, pasa volando. Como las buenas charlas.

 

 

Primera edición: marzo de 2023

© Enric Company

© de esta edición:

9 Grupo Editorial

Lectio Ediciones

C/ Mallorca, 314, 1º 2ª B – 08037 Barcelona

Tel. 977 60 25 91 – 93 363 08 23

[email protected]

www.lectio.es

Diseño de la cubierta: Dos Punts Estudi

Composición: 3 x Tres

© de las ilustraciones: Dos Punts Estudi

ISBN: 978-84-18735-28-8

Producción del ePub: booqlab

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, su transmisión en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

A PRIMERA RISA

Pocas veces he sentido lo que aquella noche me tocó vivir. Era junio de 2005, estábamos a punto de arrancar un nuevo proyecto televisivo y nos habían citado en Madrid a todos los futuros compañeros para hacer una especie de coaching empresarial o, lo que es lo mismo, una excursión de fin de curso sin que el curso hubiera comenzado. Se trataba de que todos los reporteros que íbamos a participar en aquel primer España directo, programa que a la postre (estaba deseando usar esta expresión golosa) sería un éxito nacional, se conocieran y compartieran inquietudes, ilusiones y miedos. Y sí, miedo es lo que pasé aquella noche cuando, después de las presentaciones, me tocó compartir habitación con Enric Company. No me podía creer lo que estaba viendo, jamás en mi vida habría imaginado que esto era posible. Sí, lo fue y aún hoy sigo en shock. Solo os digo que esa noche ninguno de los dos durmió. No voy a contároslo ahora; prefiero guardarme lo que vi para el final del prólogo.

Enric es un ser especial. Lo es desde el momento en el que se convierte en uno de los reporteros más queridos de nuestro país habiendo estudiado económicas. Lo es desde el día en el que consigue que la gente que lo para por la calle lo haga con una sonrisa imitándole su marcado acento. Lo es porque no tiene máscaras y, querido lector, en el arte de comunicar, las máscaras solo funcionan si eres pregonero del carnaval de Venecia. Tranquilos, aún no ha llegado el momento de contar lo de aquella noche, todo se andará, esperad un poco y si es tarde para vosotros… poneos el pijama.

Siempre he oído que para conectar con el de enfrente, con aquel que en la facultad te presentan como el receptor, hay que tener un don especial. Hay quienes lo llaman carisma. Yo prefiero llamarlo actitud, compromiso, pasión y empatía. No os voy a soltar un discursito motivador para que os lo tatuéis en el antebrazo, os hablo desde las entrañas. Enric lo tiene, venía con él desde que la cigüeña o en su caso cigonya lo dejase en Tarragona. Pero hay una parte que no te cuentan en los manuales de «cómo hablar en público en 10 días» y ese algo se llama valor. Para crecer, aprender, tropezar y mejorar, hace falta valor como decían los de Radio Futura. Mi querido Company ha sido valiente. A lo largo de todos estos años ha sabido tocar los botones exactos, los buenos y los del pánico. Ha reído cuando había que hacerlo, ha llorado cuando lo ha sentido, ha abrazado sus miedos si ha sido necesario y ha sabido darle a cada faceta de su vida la importancia que merecía. No, aún no voy a soltar prenda de aquello, paciencia.

Una vez me dijeron que los que trabajamos en televisión, los comunicadores que nos dedicamos al entretenimiento, solo tenemos que salir a jugar, a divertirnos y que solo entonces el público disfrutará con nosotros de verdad. Literalmente la frase fue así: «Roberto, sal y diviértete, aquí no estás para operar a nadie a corazón abierto.» Esto me marcó tanto que cada vez que me he puesto al frente de un programa he querido recordarlo. Porque comunicar también es esto, es como jugar, es divertirte, es saber cuál es tu papel y qué esperan de ti… A partir de ahí, que empiece el show.

No sé si estáis preparados o no todavía para enfrentaros a un público que espera que conectéis con ellos antes de que empiecen a pensar qué van a hacer de comer para mañana. Lo que sí estoy seguro es que desde el primer capítulo, esta lectura va a ser un viaje del que volveréis totalmente distintos. No es un viejo truco de marketing, ni siquiera magia, se trata de experiencia y honestidad puesta al servicio de los demás.

Lo que sí es magia es que acabo de decidir que no os voy a contar lo que viví con Enric la noche que nos conocimos y que nos tocó dormir juntos porque quizás ya lo haya hecho y no os hayáis dado cuenta. En este oficio hay que andar vivos. Buscad, buscad y encontraréis la respuesta. Si ya lo habéis hecho, entenderéis por qué aquella noche, sin ni siquiera hablar, Enric me dijo tantas cosas.

Gracias, Tito.

ROBERTO LEAL

Presentador de Antena 3

UN PERRO EN UNA LANCHA

«Más nervioso que un perro en una lancha.» Es la frase con la que me aseguro que mi buen amigo Enric, autor de este libro que tienes en las manos, se eche una buena carcajada, pero también es un concepto que puede servir para definir la sensación previa al «salto al vacío». Justo antes de ponerse delante de la audiencia.

El perro siente que la lancha avanza sobre las olas y que no puede hacer nada para detenerla. La misma sensación que tienes cuando pasan, a toda velocidad y sin poder pararlos, los días, minutos, pero sobre todo los segundos previos a que se abra el telón, a que pronuncies la primera palabra o, en mi caso, a que saludes en directo a los espectadores que están en casa.

Algo tan inherente a nosotros, simples humanos, como contarle algo a alguien puede ser tan poco atractivo como beberse una cerveza caliente. Pero esa misma cerveza, servida en el mismo vaso, pero casi helada, al punto de congelación y en mitad de una ola de calor, se convierte no solo en una experiencia agradable, sino casi en una necesidad.

Generar en el espectador esa «necesidad» de oír y absorber lo que le vas a contar es un reto apasionante. Hay una persona que sabe que va a escuchar algo en lo que tiene cierta expectativa pero que desconoce aún cuánto iba a disfrutar escuchándolo. Cuánto le va a encantar la manera de transmitirlo que tiene el emisor del mensaje. Dicho así, el lector podría pensar que quien escribe este prólogo es un flipado. Pero es que hay que «fliparse» un poco para conectar y apasionar a quien te oye.

En este libro, vas a encontrar las herramientas para superar esos nervios y transformarlos en ganas de seducir con tu discurso. A saber cómo enganchar al espectador y sobre todo a creerte capaz de hacer posible esa magia: generar en quien te escucha la necesidad de oír tu historia.

No es cuestión de magia; como casi todo, se trata de trabajarlo. Hay técnicas, trucos, estrategias que verdaderamente funcionan. Pero también hay algo muy importante en este libro: que quien te lo explique sea alguien como el que firma este ejemplar. ¿Os cuento cómo conocí a Enric Company?

Yo era un joven redactor de esos que no salen en pantalla en el primer y exitoso España directo en La 1 de Televisión Española. Tenía 21 años y aquel día tuve que recoger a un tal Enric en el aeropuerto de Málaga. Mi misión: llevarle a Torremolinos a la final del campeonato de España de bailes de salón donde él tenía que hacer un directo de apenas 4 minutos.

Del aeropuerto al evento le puse al día y le conté aproximadamente de qué iba el asunto. Apenas un cuarto de hora y unos cuantos datos sobre la mecánica del evento al que íbamos y que tendría que contar enseguida en directo a toda España. Luego se dedicó otros pocos minutos a charlar con algunos de los participantes en la prueba y preparar cómo haría el directo.

Lo que me impresionó aquel día fue lo que ocurrió cuando le dieron a Enric la clásica orden para arrancar la conexión: «Prevenidos. Hablando.» Como una coreografía más de aquel certamen, fue capaz de hilar un discurso fresco, atractivo y trufado de interacciones con los bailarines que te dejaba pegado a la pantalla y, en mi caso, que estaba allí presente, mirándole con la boca abierta. Y todo, producto de su capacidad de comunicar innata, pero fundamentalmente de su talento para preparar esa «coreografía», estructurar su discurso y su puesta en escena. Y todo en unos cuantos minutos.

Desde entonces, para mí fue un referente en este oficio mío de hablarle a una cámara. Y, por supuesto, con el paso del tiempo y con carcajadas a partir de esas frases con las que tanto se ríe, pasó a ser uno de los mejores amigos con los que cuento. Tanto es así que, junto a quien firma el otro prólogo de este libro, acabó casándome. Y no sabría decirte, querido lector, si preparó muy a fondo sus intervenciones como maestro de ceremonias de mi boda, pero una vez más consiguió hacer magia y grabar aquella ceremonia en la mente todos las asistentes. Aunque como te puedes imaginar, aquel día, era yo el que estaba «más nervioso que un perro en una lancha».

JOSÉ YÉLAMO

Presentador de LaSexta

A Beti, Oriol, Bernat y BertaVamos allá, ¿no?

MI PRIMER GRAN SALTO

(INTRODUCCIÓN)

«No soporto a la gente que empieza citándome.»

OSCAR WILDE

Los humanos somos unos bichos muy raros.

Es mayo de 2007 y hace un tiempo espléndido. A esta hora yo podría estar haciendo mil cosas más agradables. Podría estar de vermú con los amigos, viendo la serie de moda (lástima: aún faltan un par de meses para el estreno de Mad men), podría estar aguantando el bolso a mi pareja en los probadores de unos grandes almacenes o usar las piezas de un secador de pelo averiado para construir una réplica a escala 1:50 del Halcón Milenario. Pero no, en vez de eso me encuentro a bordo de un Lockheed 130 Hércules rebautizado como T-10, un avión del ejército que parece hecho con latas de refresco prensadas y que emite un ruido tan sutil como veinte toneladas de huesos de aceituna metidos en una lavadora a máxima potencia.1

Estoy a punto de saltar al vacío desde cuatro kilómetros de altura.

Para los de letras, eso son unas once veces más de lo que mide el Empire State Building. Debería estar temblando de miedo. Debería estar viendo pasar mi vida en diapositivas. Porque nunca lo he hecho antes. No sé qué tanto por ciento de posibilidades hay de que el paracaídas no se abra. O de que al abrirse se rompa por un viento racheado, por una bandada de pájaros asesinos o, no sé, por un rayo fucsia lanzado por el típico malo de Marvel. Nadie me ha dicho cómo debo respirar antes y después del salto, qué debo hacer con los brazos, a qué velocidad impactaré contra el suelo. Ni siquiera recuerdo el nombre del monitor que llevo atado a la espalda como una mochila. Es él quien lleva el paracaídas, no yo. Él es el encargado de tirar de la famosa anilla, no yo.

Una horas antes, Luz Aldama, que en 2007 era la subdirectora de España directo, se ha referido a él como un seguro de vida:

—Piensa que estarás en las mejores manos, Enric. El tío tiene quince años de experiencia.

Ese dato no me tranquiliza. Quince años es el tiempo que pasé cantando por los karaokes en una época oscura de mi vida. Y ni una sola vez clavé Bailar pegados.

Pero lo importante es lo otro que ha dicho Luz Aldama:

—El objetivo de tu reportaje es mostrarnos lo que siente alguien que va a saltar en paracaídas por primera vez.

Eso es lo que me asusta de verdad. No los cuatro kilómetros de altura. No la chatarra ruidosa2 en la que sobrevuelo el cielo murciano. No que el monitor de los tres lustros de experiencia pueda ser un asesino en serie que un segundo antes de tirar de la anilla va a desengancharse de mí lanzando carcajadas en falsete y dejándome descompuesto y sin paracaídas.

Me aterroriza no hacer un buen reportaje. No saber transmitir el mensaje correcto a la audiencia del programa, esos millones de personajes invisibles que viven al otro lado del objetivo de la cámara. Salvando las distancias, me siento como Tom Hanks desembarcando en Normandía en Salvar al soldado Ryan. Los dos estamos tan concentrados en nuestras respectivas misiones que no pensamos en qué fregado nos estamos metiendo.

Por eso añado toda la salsa que puedo desde la primera conexión, cuando me proponen el reto frente a cámara: «¿Qué, lo decís en serio? ¿No se os ocurre otro tema de reportaje?» «¿Y no tenéis por ahí otro reportero que quiera hacerlo?» «Pero al menos habrá un simulador que dé el pego, ¡decidme que no saltaré de verdad!» Cosas así.

Por eso, cuando de pronto se abre una trampilla del avión en el suelo y el monitor – seguro de vida empieza a empujarme hacia ella, en vez de darme un jamacuco siento un subidón de adrenalina: es la excusa perfecta para ganarme el Óscar: secarme el sudor de la frente, castañetear los dientes, hablar disimulando sollozos.

Un segundo monitor salta inmediatamente antes que nosotros. Lleva una cámara con la que va a grabarme durante todo el trayecto entre el cielo y el suelo, y perdón por citar a Mecano en un momento de tanta tensión.

Por eso, durante los 30 segundos de caída libre antes de que el paracaídas se abra, ni siquiera se me pasa por la cabeza sentir miedo de verdad. Estoy demasiado ocupado haciendo mi papel. Es como si al cruzar la puerta de la Escuela de Paracaidismo Méndez Parada de Alcantarilla me hubiera convertido en el pobre diablo asustado que el público espera que sea. Ese día yo no soy yo, soy Enric, el Reportero Cagueta.

Y eso me convierte en invencible.

* * *

Lo decía al principio: los seres humanos somos unos bichos muy raros.

Mientras di mi primer gran salto desde aquel trasto hecho con latas prensadas,3 ni siquiera intuí que había empezado a concebir un libro que escribiría dieciséis años después (cuando yo mismo me habría convertido en un monitor con experiencia) y que hablaría de la gran pasión de mi vida: saber comunicarme con el público.

Querido lector (y permíteme que te tutee, voy a hacerlo todo el rato a partir de ahora), voy a confesarte algo: no es el primer libro que se escribe sobre el tema en el mundo. De hecho, existe la leyenda de que si alguien colocara a todos los autores de libros de técnicas para hablar en público, uno subido de pie sobre los hombros del otro, la torre humana llegaría a OGLE-2005-BLG-390Lb, un planeta extrasolar situado a 20.000 años luz de la Tierra. Y si tanta gente ha escrito y escribirá sobre el tema debe de ser porque da mucho juego.

Pues eso: vamos a jugar. Cierra los ojos e imagínate subiendo a un escenario. Delante de ti hay miles de ojos (ansiosos, impacientes, inquisitivos) que te observan sin pestañear, esperando a que digas algo superinteligente y superdivertido que capte su atención. Dios. Es entonces cuando tragas saliva. Cuando el tiempo se detiene. Y lo malo es que no finges tener miedo. Sientes pánico de verdad.

Esos segundos previos a empezar tu discurso son como la trampilla del avión, ese rectángulo de cielo abierto que se abre ante los ojos justo antes de precipitarte al vacío.

En el fondo (y no te lo tomes al pie de la letra, es un símil), este libro pretende ser una especie de manual del buen paracaidista. Va de algunos trucos que he ido atesorando a lo largo de los años para que la misión de impactar al público no termine en un doloroso impacto contra el suelo.

Si te parece bien, hagamos un trato: confía en mí durante las siguientes páginas y te garantizo que al final no necesitarás llevar a nadie pegado a la espalda para que tire de la anilla.

¿Hecho?

Pues venga, bienvenido a bordo.

1 Por supuesto esta imagen solo estaba en mi cabeza, distorsionada por los nervios del momento. Seguro que el avión era una maravilla, como todos los de la Escuela Militar de Paracaidismo Méndez Parada de Alcantarilla (Murcia). Y aprovecho para añadir que estuvieron supercordiales con nosotros durante todo el reportaje.

2 Léase la nota 1.

3 Léase las notas 1 y 2.

1

UNA MOCHILA LLENA DE EQUIPAJE

(PREPARA LA CHARLA)

Llevo toda la vida preparándome para lo que estoy a punto de improvisar.

OSCAR WILDE