Jóvenes magrebíes - José Sánchez-García - E-Book

Jóvenes magrebíes E-Book

José Sánchez-García

0,0

Beschreibung

¿Qué significa ser joven en las sociedades magrebíes en la segunda década del siglo XXI? Este libro no pretende contestar a esa pregunta, pero sí que nos ofrece retazos de vida juvenil en contextos marcados no solo por la precariedad, la informalidad o la marginalidad, sino también por la solidaridad, la hospitalidad y el comunitarismo, para que el lector pueda responder por sí mismo. En ese sentido, los autores nos acercan a un tema poco tratado por la antropología y la etnografía: los grupos juveniles en el norte de África. Presentan procesos con límites borrosos en diferentes lugares con condiciones sociales, políticas y económicas diferentes. Observando prácticas, símbolos compartidos y el lenguaje utilizado por los grupos de jóvenes, se trata de ver cómo estos jóvenes navegan entre valores sociales y culturales hegemónicos con aquellos que se practican en la vida callejera que son considerados «anormales» e «inaceptables» por los «jueces de la normalidad», incluso cuando se trata de prácticas ilegales pero legitimadas socialmente. Se reúnen diez autores, en su mayoría magrebíes, para ofrecer una visión renovada y contemporánea de lo que significa ser joven en el norte de África.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 230

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Jóvenes magrebíes

©José Sánchez-García (Coord.), Carles Feixa (Dir.), Kamel Boucherf, Razika Medjoub, Rachid Touhtouh, Salima Toumi, Mustapha Omrane, Habib El Houed, Zakarias Tizi, Gemma Aubarell.

De la corrección: Carmen de Celis

Montaje de cubierta: Juan Pablo Venditti

Este texto ha recibido la financiación del European Research Council (ERC) en el marco del programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea HORIZON 2020, grant agreement No 742705.

www.upf.edu/web/transgang

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Ned ediciones, 2023

Primera edición: mayo, 2023

Preimpresión: Moelmo SCPwww.moelmo.com

eISBN: 978-84-18273-73-5

Ned Ediciones

www.nedediciones.com

A Elisabet,

mi compañera de viaje,

que sigue guiándome desde su lugar en las estrellas.

Sin ella este libro no habría sido posible.

A Eric, the sunshine of my life.

Índice

Prólogo: Tristes (Montes) TrópicosCarles Feixa

A modo de presentaciónJosé Sánchez-García

La emergencia de los estudios de juventudes árabes

Etnografía y juventudes árabes: los capítulos

Referencias

Juventudes magrebíes: informalidad, resistencia y marginalizaciónJosé Sánchez-García

La «cuestión» de la juventud en las sociedades magrebíes: grandes esquemas y colonialidades

Entre la liminalidad y la marginalidad

Islam y juventud

Agencias juveniles: escapando de la marginalidad

Movimientos sociales y prácticas políticas

Marginalidad y resistencia: los grupos juveniles de calle

Antropología, juventud y espacios fronterizos en el Magreb

Referencias

De la búsqueda de la autonomía a la protesta popular: juventudes argelinasKamel Boucherf y Razika Medjoub

Autonomía juvenil: una aspiración compleja

Desapego, informalidad y precariedad

Jóvenes argelinos en los márgenes sociales

Jóvenes y alzamientos populares en Argelia

Los Ultras: cuando la canción de los estadios se convierte en el himno del Hirak

Estudiantes y chalecos naranja

Autonomía fallida... ¿Juventud descuidada?

Referencias

Resistencia colectiva e invisibilidad: jóvenes de calle en MarruecosRachid Touhtouh

Marginalidad urbana avanzada y grupos juveniles de calle

Calles anónimas, vidas anónimas: invisibilidad resistente

Intrusión versus resistencia: vidas atrapadas

La vida dentro del quiosco: hachís, alcohol y resistencia social

Los medios y las imágenes del grupo callejero

Zanqa es mi vida

Referencias

Jóvenes y economía informal en el Túnez posrevolucionarioSalima Toumi

Lo informal como respuesta al desempleo

El Souk Moncef Bey

El interior del souk

Prácticas y organización del trabajo

En el mercado, poco espacio para las mujeres

El souk en tiempos del Covid

Buscando trabajo en el souk: «Hay que ser un lobo y tener el corazón un poco negro»

Los vendedores y los vínculos sociales inéditos: entre dependencia y autonomía

Condiciones de trabajo y reivindicaciones

Los clientes

Interferencias en las fronteras entre lo legal y lo ilegal

Género, juventud y economía informal

Referencias

Juventud y procesos de mediación en ArgeliaMustapha Omrane, Habib El Oued y Zakaria Tizi

Fundamentos de la mediación en el islam

El islam en el centro de la mediación social

Procesos de mediación: Aarch, religión y Estado en Argelia

La baltagiyya y el mediador como bombero social

¿Un rol a favor de la paz social?

Procesos de mediación, jóvenes, cabilas y diáspora

Referencias

Jóvenes y cambio social en el sur del MediterráneoGemma Aubarell

La juventud objeto del cambio: vulnerabilidad y aspiración

Los agentes del cambio: de la frustración a la transformación

Narrativas del cambio social y juventud

Jóvenes y mujeres

Referencias

Autores

Prólogo: Tristes (Montes) Trópicos

Carles Feixa

En noviembre de 2018, a raíz de una mesa redonda organizada durante el encuentro de lanzamiento del proyecto TRANSGANG, un periódico de Barcelona publicó un reportaje con un título significativo: «De las “bandas latinas” a los “menas”: una bomba de relojería». La unión de ambos términos en un mismo titular tenía la nada disimulada intención de vincular a estos dos colectivos juveniles migrantes estigmatizados y criminalizados, asociándolos con una «bomba» como las que se habían depositado en unos trenes de Madrid en marzo de 2003 y como las que en agosto de 2017 explotaron por accidente en el apartamento donde un grupo de adolescentes preparaban una masacre, que finalmente se produjo en Las Ramblas de Barcelona. Tres años después, con motivo de unas peleas callejeras que tuvieron lugar en diversos barrios de Madrid, algunos grupos vecinales, instrumentalizados por la extrema derecha, organizaron una manifestación que tenía un lema muy significativo: «Fuera menas y bandas latinas de nuestros barrios». En realidad, la conexión entre «bandas latinas» e «islamismo» venía de lejos: el FBI había intentado sin pruebas relacionar a miembros de los Latin Kings y de la Mara Salvatrucha con los implicados en el atentado terrorista de las torres gemelas en 2001. La intención de este libro es dar la vuelta a esta conexión perversa, revelando las condiciones sociales y culturales de los jóvenes sobre los que se proyectan dichos estereotipos.

En octubre de 2021, durante una visita etnográfica a Tánger, tuvimos ocasión de visitar a Fátima, una «madre coraje» que vende flores y pañuelos de papel, y vive con varios de sus siete hijos en una humilde habitación de la Medina. Fátima nos contó que todos sus hijos varones habían intentado cruzar la valla en algún momento de sus vidas. Uno de los hijos trabaja en una chatarrería y estuvo viviendo en Melilla durante dos años. Cuenta que consiguió entrar cinco veces: la primera vez, con solo siete años, debajo de un tráiler; la segunda vez, escondido en el motor de un coche; la tercera vez, se acabó colando a través de las fronteras militares por un agujero que pocas personas conocían y del que, al parecer, los militares tampoco tenían conocimiento; la cuarta vez acabó entrando como vendedor de mercancías con su hermano; la quinta y última vez entró nadando. Fátima cuenta que su vida ha sido y es deprimente: sus hijos siempre están enfermos y ella no tiene suficientes recursos para ayudarlos. Relata que las autoridades policiales machacan mucho a los jóvenes y los tratan mal; afirma que su hijo sufrió un episodio muy duro con uno de los policías cerca de las vallas de Ceuta: le pegó y lo trató de manera inhumana. Después del maltrato que sufrió su hijo por parte de la policía, fue curado gracias a los educadores del proyecto Rasiff en Tánger. Esto sucedió durante la precaria apertura de la valla en mayo de 2021. La noticia de la apertura de las puertas de Ceuta fue conocida. Según cuentan, fue una noticia bomba que en pocas horas se conoció en todo Marruecos. Para llegar hasta Ceuta, en primer lugar, uno de sus hijos cogió el tranvía hasta Ksar Sghir y luego un pequeño coche que le pagó un señor y lo dejó cerca de las aduanas. El joven llegó hasta la frontera, pero allí las autoridades policiales golpearon a él y a otros chicos y los echaron. El joven, al ver que la situación iba empeorando, no quiso arriesgar su vida y decidió volver a su casa. Otro de los hijos de Fátima está en un centro de menores en Ceuta. Se comunica con ella por teléfono y se encuentra en buenas condiciones y muy contento. Su principal deseo es encontrar trabajo en España y llevar con él a su madre y a sus hermanos y que puedan vivir en unas mejores condiciones de vida.

En marzo de 2022, antes de tomar el vuelo a San Salvador para visitar el territorio donde se lleva a cabo una cruenta guerra contra las pandillas juveniles, hago escala en Madrid, donde esta noche se estrena el primer documental del proyecto TRANSGANG, la película dirigida por Andrés Duque titulada Monte Tropic, a concurso en el festival internacional de cine Documenta Madrid. Se trata de un largometraje rodado en Barcelona y Canet de Mar, centrado en la vida de un grupo de jóvenes marroquíes conocidos como MENA (Menores Emigrantes No Acompañados), término que ha pasado de ser un acrónimo neutro a convertirse en una palabra despectiva usada por la extrema derecha para atacar a la inmigración irregular procedente del Magreb, a quien culpan de todos los males. La película se centra en dos amigos —Agadiri y Oussama— que han pasado por experiencias semejantes: huida desde su país de origen en busca de una vida mejor, cruce del Mediterráneo jugándose la vida, internamiento en un centro de acogida al llegar a España y huida de él, traslado a Barcelona, nuevo internamiento en un centro de acogida en el Maresme, rechazo inicial por parte de la población hasta que consiguen hacer nuevos amigos, contacto con educadores que les ayudan a abrirse paso y les informan de las limitaciones legales, salida obligada del centro al cumplir los 18 años, esfuerzos para sobrevivir a base de trapicheos y pequeños trabajos, detenciones arbitrarias y estancias breves en la cárcel, etcétera. Mientras que Oussama ha conseguido estabilizar su situación —vive en un piso compartido y consigue empleos temporales—, Agadiri intentó emigrar a Francia, pero regresó, fue detenido por un robo y pasó por la cárcel, de la que acaba de salir. La película empieza con Oussama en su casa intentando despertar a un somnoliento Agadiri, tras acogerle y cuidarle al salir de prisión, en pleno confinamiento.

El título de la película se refiere a un monte submarino en disputa entre Marruecos y España, situado entre el Sahara y las islas Canarias de El Hierro y La Gomera. Los protagonistas muestran en su móvil un vídeo de un youtuber marroquí que da cuenta del intento del rey de Marruecos de apropiarse del lugar, rico en minerales esenciales para las tecnologías digitales, haciendo valer el apoyo de los Estados Unidos al monarca alahuita. El título puede verse también como una metáfora de la situación liminar en la que se encuentran los protagonistas del filme: entre Marruecos y España, entre la adolescencia y la vida adulta, entre la formación y el empleo, entre la marginalidad y la normalidad, entre lo visible y lo invisible, entre lo underground y lo overground, los menas viven en una especie de no man’s land. Monte Tropic puede verse, pues, como una frontera que separa la topía de origen —el trópico geográfico y mental del que proceden— y la utopía de destino —el paraíso europeo—. Pero, en su dimensión global, la metáfora alude al marco geopolítico en el que se generan las necropolíticas que rigen las vidas y las mentes de estos jóvenes, así como los desplazamientos de sus cuerpos-mercancía.

Para los antropólogos, el topónimo evoca el famoso libro de Claude Lévi-Straus, Tristes trópicos, que narra sus experiencias etnográficas en Brasil. Los trópicos pueden ser alegres, porque en ellos reina la exuberancia, el calor y la diversión; pero acaban siendo tristes, porque representan la precariedad, la desidia y la otredad. Monte Tropic se sitúa en la frontera entre el sur y el norte. Cuando se consigue cruzar al otro lado pasa a ser algo triste, pues evoca la añoranza de la comunidad perdida y de todo lo que se dejó atrás, así como los momentos duros, como el paso por la cárcel, donde topan con las verdaderas bandas. Pero también puede interpretarse como un pasaje que invita a la convivencia, al cuidado, al intercambio y a la solidaridad, reflejado en el momento de la comida final, en la que los jóvenes marroquíes comparten mesa con una chica catalana que los acoge y con un chico colombiano que pone reguetón.

El subtítulo de la película —«Una historia del confinamiento»— pone de manifiesto la coyuntura en la que fue filmada, y trasluce un interrogante de fondo: ¿qué pasa con grupos juveniles de calle como los menas cuando la calle desaparece o se limita por las restricciones de la pandemia o por la presión policial? El documental evita el espacio público y transcurre casi todo el tiempo en interiores: la casa de los protagonistas, los estudios de la UPF donde se llevó a cabo el taller preparatorio y donde explican su testimonio de vida, las oficinas de los servicios sociales, etcétera. Las únicas imágenes de exteriores son las noticias periodísticas sobre el litigio del Monte Tropic, el vídeo doméstico de un viaje a una ciudad marroquí en ruinas; y la imagen final de Agadiri sentado en un conejo gigante en la finca de Els Comediants, donde se rodó parte del film. La película tiene un tono claustrofóbico, motivado por el contexto de pandemia y por los múltiples confinamientos legales y sociales que se ciernen sobre estos jóvenes, como si se encontraran en una isla desierta, en un limbo social, esperando que alguien los rescate, en un Monte Tropic en medio del Maresme.

Además del vídeo del youtuber, el contexto político centrado en el conflicto entre Marruecos y España se completa con imágenes del intento de cruce masivo de la valla en Ceuta, con menores tratando de saltarla o de cruzar a nado, y policías españoles deteniéndolos nada más llegar y devolviéndolos «en caliente»; así como los usos políticos del tema en el debate en el Parlamento español, en el que Vox azuza el discurso del odio contra los menas con el argumento de que mantenerlos cuesta una fortuna al Estado, a lo que la ministra responde hablando de niños e infantilizándolos indirectamente. Una de las primeras imágenes nos muestra precisamente a un educador intentando explicar todas las trabas legales que esperan a los chicos antes de conseguir el permiso de residencia y de trabajo, y el no man’s land con el que se toparán al cumplir la mayoría de edad.

El documental tiene, en cierta manera, una estructura circular que reproduce los dualismos levistraussianos: sueño-vigilia, dentro-fuera, menores-mayores, ellos-nosotros. Se inicia con el despertar de Agadiri y el porro que le pasa Oussama, sigue con un recorrido por las instituciones sociales, políticas y legales que definen su vida confinada, tiene un intermedio en las poéticas imágenes domésticas rodadas en el estudio, y finaliza con la activación vital de Agadiri, que sale de su somnolencia y se propone empezar un curso de formación profesional, pero acaba confesando que el destino de su próximo viaje a la ciudad es conseguir porros.

El libro que el lector tiene en sus manos recoge los primeros resultados del proyecto TRANSGANG en las cuatro ciudades de los tres países del norte del Magreb en los que hemos investigado. Hemos decidido publicarlos en forma de libro por tres motivos. En primer lugar, la bibliografía en castellano sobre las juventudes en los países árabo-musulmanes en general, y del Magreb en particular, es escasa y está muy focalizada en una temática: el terrorismo de signo yihadista. En segundo lugar, es necesario conocer las condiciones sociales de origen de los menores que emigran solos a nuestras tierras y que a menudo son recibidos de manera excluyente y agresiva. En tercer lugar, los resultados del trabajo de campo desarrollado en estos lugares ha revelado situaciones poco conocidas, que merecen ser difundidas. Creemos que los capítulos contenidos en el libro pueden ayudar a comprender por qué tantos jóvenes deciden arriesgar sus vidas para cruzar el Mediterráneo, por qué otros deciden quedarse en su país, y qué papel juegan las culturas juveniles y los grupos juveniles de calle en todo este entramado.

A modo de presentación

José Sánchez-García

Went to see the captain, strangest I could find,

Laid my proposition down, laid it on the line.

I won’t slave for beggar’s pay, likewise gold and jewels,

But I would slave to learn the way to sink your ship of fools.

«Ship of fools», Robert Hunter y Jerry García, 1974

En la región del mundo con mayoría lingüística árabe, un territorio que se extiende desde África Occidental hasta el cauce de los ríos Tigris y Éufrates, y desde la orilla del Mediterráneo hasta el Sahel, uno de cada cinco habitantes tiene entre 15 y 24 años y casi un 70% de la población tiene menos de 34. Este cambio demográfico, experimentado por las sociedades árabes desde el último cuarto del siglo pasado, ha hecho que las personas jóvenes asuman un lugar central, complejo y diverso, en la innovación política y cultural, así como en las situaciones diásporas. Como señalan Jean y John Comaroff, «una de las señas de identidad del momento presente, de la era de la globalización y la poscolonialidad, ha sido la disminución de la capacidad de los gobiernos —si no de las fuerzas del mercado que fomentan— para controlar los cuerpos, las energías y las intenciones de los jóvenes. El Estado-nación alberga fuerzas que ya no puede controlar adecuadamente» (Comaroff y Comaroff, 2005: 22). Estas poblaciones son, a un tiempo, designadas como los arquitectos del futuro, y estigmatizadas y temidas como agentes propensos al radicalismo y la desviación social. Si a estas cifras unimos las diversidades de género, clase y cultura, un tratamiento homogéneo de las juventudes árabes se hace difícil, pero es igualmente cierto que las personas jóvenes de esas sociedades comparten, innegablemente, un cierto habitus y una conciencia histórica, reconocidos tanto por los propios jóvenes como por parte del mundo adulto en que habitan, asentado en dos acontecimientos históricos recientes: los atentados del 11-S y las revueltas de 2010-2011 convertidas en acontecimientos generacionales. En términos generales, hay más en la vida y la diversidad de los jóvenes árabes y magrebíes —ya sea en las sociedades de mayoría árabe o en las sociedades en las que forman comunidades minoritarias en la diáspora— que la mera religiosidad, la moralidad conservadora y el extremismo.

En la segunda década del siglo xxi, las políticas económicas neoliberales fallidas y la inestabilidad política han provocado la desaparición de los empleos estables y, sin empleo, los jóvenes no pueden mantenerse a sí mismos ni a sus familias. Esa carencia económica ha provocado que la mayoría de los jóvenes árabes vivan en un periodo de suspensión entre la infancia y la edad adulta, esperando a ser adultos (Honwana, 2013). En espacios liminales, fronterizos, entre diferentes mundos, la etapa juvenil se está convirtiendo en un estado omnipresente y está reemplazando gradualmente a la edad adulta convencional, casada y con hijos. Una generación en espera con un tremendo potencial creativo de transformación que entiende que la lucha para liberarse de la miseria requiere un cambio social y político radical. En su quehacer cotidiano, las personas jóvenes activan sus capacidades para reivindicar su derecho a «ser jóvenes». Este es el significado del término débrouillage, utilizado por las jóvenes tunecinas, que puede traducirse como «arreglárselas» o, también, «hacer-haciendo». Como señala Bayat (2010: 115), las personas jóvenes árabes están «operando en condiciones simultáneas únicas de represión y oportunidad» y, por lo tanto, exigen su condición de jóvenes para escapar de los procesos de marginación política, económica, educativa y cultural en la que están inmersos. Una juventud perpetua, ubicua, inextricable y enredada, que está produciendo culturas a través de una nueva acción juvenil, en un proceso dialéctico de articulación social con las culturas adultas y las instituciones sociales.

En la segunda década del siglo xxi, una perspectiva centrada en la acción de las juventudes árabes en sus propios términos es ineludible para acercar su realidad como una ilustración de las formas contemporáneas de su lucha por su liberación de las sociedades árabes heteropatriarcales y adultocentristas en que se integran (Adlbi, 2016). Se trata de una perspectiva necesaria, ya que muchas de las investigaciones llevadas a cabo en la región son implícitamente comparativas: aunque parecen estudiar las agencias de los jóvenes en las sociedades árabes, los comparan implícitamente con las actividades de personas «normales» de esa edad, es decir, con la juventud ideal de Occidente, con lo que caen en el eurocentrismo.1 Así, este volumen tiene dos objetivos principales: abordar cuestiones reveladoras sobre las poblaciones juveniles de la región, desde la perspectiva de sus propios protagonistas; y ofrecer una muestra de investigaciones antropológicas llevadas a cabo por autores y autoras jóvenes de esas sociedades, pensando etnográficamente desde el interior de ellas. Los capítulos de este volumen exploran etnográficamente las vidas de jóvenes en el Magreb, proponiendo una perspectiva diferente que, al mismo tiempo, cuestiona las suposiciones generales sobre las juventudes árabes. No se trata ni de apocalípticos ni de integrados.

La emergencia de los estudios de juventudes árabes

A excepción de unos pocos estudios pioneros, como las exploraciones de Margaret Mead sobre la adolescencia samoana en 1928 y la aparición regular en las etnografías británicas de descripciones de ceremonias y rituales de iniciación y de los llamados grupos de edad nuer (Evans-Pritchard, 1977), la antropología había descuidado a los jóvenes como foco central de investigación. Había pocas obras que consideraban a la juventud como el principal objeto de estudio, y pocas que trataban de teorizar sobre ello. Sin embargo, a finales de los años sesenta esta situación cambió inapelablemente. Como señala el profesor Feixa: «La década de los sesenta se ha visto como la irrupción de la juventud en la historia. El radicalismo estudiantil y contracultural de la juventud sería la expresión de un cambio de ritmo hacia una mayor independencia. [...] El declive del patriarcalismo, la mayor libertad sexual, el crecimiento de la capacidad adquisitiva de los jóvenes eran la otra cara de la misma moneda» (Feixa, 1988: 61-62). Hoy en día, después de esa irrupción de las juventudes, los artículos de revistas, las monografías y los volúmenes editados sobre la juventud aparecen en número cada vez mayor, y nos ofrecen una rica imagen de las vidas de jóvenes y un conjunto diverso de modelos propuestos para entenderlas. Sin embargo, como señala Furlong (2013), la mayoría de las exploraciones cuyo foco son las poblaciones juveniles suelen tratar de jóvenes occidentales o del norte global, invisibilizando más de dos tercios de la población mundial que vive en sociedades no occidentales.

Lo mismo puede ser válido para la región árabe. Un año antes del mayo francés estalló un movimiento estudiantil que se extendió hasta mediados de la década de 1970, articulando demandas que exigían cambios políticos y sociales en sus países y en la región en general. Como en Europa, las personas jóvenes identificaron estructuras autoritarias que creían que debían ser derrocadas para que surgiera una sociedad más justa. Fue en Egipto y Líbano donde las actividades estudiantiles fueron sostenidas en el tiempo, mostrando su influencia en toda la región, con prácticas arraigadas en su largo historial de oposición a los gobiernos desde, al menos, el final de la II Guerra Mundial (Sánchez-García, 2012; Anderson, 2011). Después de un periodo de relativa tranquilidad en la década de los sesenta, los estudiantes volvieron a la protesta en 1968 encauzando, ahora sí, sus demandas de manera más amplia, ya que nunca se dirigían a sus gobiernos. Las protestas iban más allá de la pérdida de la guerra de 1967 con Israel; se dirigían a sus mayores para cambiar sus mundos. En sus peticiones, los estudiantes equipararon el autoritarismo ejercido por sus administraciones universitarias con el de los gobiernos reaccionarios para protestar por ello. Gobiernos como los de Jordania, Líbano, el Egipto de Anwar as-Saddat e incluso Estados Unidos representaban todo lo que los estudiantes no querían ser: lacayos del imperialismo y obstáculos para el cambio generado desde abajo. Las protestas estudiantiles permitieron la irrupción en la esfera pública de los sindicatos de trabajadores, los partidos políticos de izquierda, las mujeres y los campesinos que anhelaban una reforma agraria prometida pero no acometida. Se trataba de transformar los regímenes árabes de abajo arriba.

Las protestas de 1968 en El Cairo, Beirut, Ammán y Rabat permiten entender que los sucesos de 2011 no fueron algo excepcional, sino que se enmarcan en una larga tradición de levantamientos, primero contra los gobiernos coloniales y luego contra los regímenes surgidos de los procesos de independencia. Las condiciones que dieron lugar a ese movimiento difieren de las de 2011. Al igual que sus antecesores, la juventud actual exigió y exige que se la considere agente para el cambio en el escenario político, y reclama, ahora, su juvenilidad, su derecho a vivir el periodo juvenil de una manera más libre (Bayat, 2010). Están, implícitamente, reclamando el derecho a ser jóvenes, oscilando entre lo tradicional y lo moderno, la familia y el grupo de iguales, lo informal y lo formal, el deseo de ser joven y el interés por ser adulto. Si la juventud de hoy puede ser considerada una «generación en espera» de mayores libertades (Salehi-Isfahani y Dhillon, 2008) a causa de las malas perspectivas sociales, económicas y políticas a las que se enfrentan los jóvenes, la generación de 1968 ya expuso problemas fundamentales para la emancipación juvenil que no se han solucionado. Como en cualquier otro mundo social, son las estructuras consuetudinarias locales y los saberes populares los que proveen la base necesaria para los cambios sociales que protagonizan las poblaciones juveniles de la región, que muchas veces se dirigen a la imposición de autoridades y lealtades alienas a las instituciones arraigadas socialmente.

A pesar de la emergencia de los jóvenes estudiantes como un agente social fundamental para entender los movimientos sociales árabes del periodo poscolonial, se produjeron pocos trabajos que se centraran en las condiciones, prácticas, patrones y expectativas de la juventud en los países árabes como variable principal. En los años setenta se observó un cambio en los enfoques de investigación, con un mayor énfasis en los aspectos culturales y psicológicos de la experiencia juvenil. Se exploraron temas como la identidad, el género y las relaciones familiares, y se investigaron las formas en que los jóvenes se adaptan a los cambios sociales y políticos en sus sociedades. Ya en las décadas de los ochenta y los noventa, los estudios de juventud en las sociedades árabes comenzaron a centrarse en la economía política, y en particular en el impacto del neoliberalismo y la globalización en los jóvenes y sus comunidades. Se prestó especial atención al desempleo, la pobreza, la exclusión social y la migración, y se exploraron las formas en que los jóvenes se adaptan y resisten a estas fuerzas económicas y políticas. Después del 11 de septiembre de 2001, las investigaciones aumentaron, centrándose cada vez más en temas relacionados con la violencia, el extremismo y la seguridad: los apocalípticos. Los estudios buscaron comprender las causas subyacentes de la radicalización y la violencia en las sociedades árabes, y exploraron las formas en que los jóvenes se ven afectados por estos fenómenos y las formas en que responden a ellos. Hasta 2011 las juventudes árabes eran una variable independiente en los análisis de educación, empleo, compromiso, género, políticas y movilidad en varias disciplinas (Sánchez-Montijano y Sánchez-­García, 2019).

Si bien el estallido generacional de finales de los sesenta, las revueltas del pan por los ajustes estructurales globales de los años ochenta y los conflictos estudiantiles y sindicales de los noventa no consiguieron centrar la atención en los jóvenes, el 11-S y sobre todo la llamada «primavera árabe» supusieron un incremento exponencial en la investigación de las dinámicas sociales juveniles en la región, así como un cambio de enfoque profundo en los estudios árabes. A partir de entonces, las investigaciones se han centrado en examinar las condiciones socioeconómicas y políticas que han afectado a los jóvenes en la región como causas subyacentes de los estallidos populares. En estos estudios se ha observado que las personas jóvenes han sido afectadas por altos niveles de desempleo, falta de oportunidades de empleo y educación, y una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres. Además, continúan experimentando una creciente alienación social y política, a causa de la falta de canales para la participación política, la expresión de sus opiniones y sus orientaciones identitarias. Estas investigaciones han mostrado que, a pesar de las dificultades, están encontrando formas de adaptarse y responder a estas condiciones desafiantes. Por eso mismo, varios autores reclaman mayor atención hacia la emergencia de culturas juveniles, la negociación de espacios de vindicación juvenil, las relaciones de género, la participación económica y política, y la construcción social juvenil de la realidad.