La casa de los celos - Miguel de Cervantes Saavedra - E-Book

La casa de los celos E-Book

Miguel de Cervantes Saavedra

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Beschreibung

La casa de los celos es una comedia de circunstancias con carácter caballeresco de Miguel de Cervantes. Se estructura en tres actos, dentro de los cuales se funden el motivo carolingio con la leyenda de Bernardo del Carpio. Todo se configura en torno a una sucesión de grotescas escenas, como, por ejemplo, combates, encantamientos, cuchilladas, y otras serie de acciones que se exponen sobre un fondo de imaginación ariostesca sin ironía ni rigor.

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Seitenzahl: 90

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Miguel de Cervantes Saavedra

La casa de los celos

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La casa de los celos.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-717-7.

ISBN rústica: 978-84-9816-373-5.

ISBN ebook: 978-84-9953-189-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 45

Jornada tercera 83

Libros a la carta 123

Brevísima presentación

La vida

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España.

Era hijo de un cirujano, Rodrigo Cervantes, y de Leonor de Cortina. Se sabe muy poco de su infancia y adolescencia. Aunque se ha confirmado que era el cuarto entre siete hermanos. Las primeras noticias que se tienen de Cervantes son de su etapa de estudiante, en Madrid.

A los veintidós años se fue a Italia, para acompañar al cardenal Acquaviva. En 1571 participó en la batalla de Lepanto, donde sufrió heridas en el pecho y la mano izquierda. Y aunque su brazo quedó inutilizado, combatió después en Corfú, Ambarino y Túnez.

En 1584 se casó con Catalina de Palacios, no fue un matrimonio afortunado. Tres años más tarde, en 1587, se trasladó a Sevilla y fue comisario de abastos. En esa ciudad sufrió cárcel varias veces por sus problemas económicos y hacia 1603 o 1604 se fue a Valladolid, y allí también fue a prisión, esta vez acusado de un asesinato. Desde 1606, tras la publicación del Quijote, fue reconocido como un escritor famoso y vivió en Madrid.

La presencia de ciertas «figuras morales», entre otras peculiaridades, hace pensar que La casa de los celos es un texto refundido de alguna comedia de la «primera época», tal vez El bosque amoroso.

Personajes

Reinaldos

Malgesí

Roldán

Galalón

Emperador Carlomagno

Un Paje

Angélica

Bernardo del Carpio

Una Dueña

Un Escudero

Argalía

Espíritu de Merlín

Marfisa

Lauso, pastor

Corinto, pastor

Rústico, pastor

Clori, pastora

El Temor

La Sospecha

La Curiosidad

La Desesperación

Los Celos

La Diosa Venus

Cupido

La Mala fama

La Buena fama

Ferraguto

Castilla

Jornada primera

([Salen] Reinaldos y Malgesí.)

Reinaldos Sin duda que el ser pobre es causa desto;

pues, ¡vive Dios!, que pueden estas manos

echar a todas horas todo el resto

con bárbaros, franceses y paganos.

¿A mí, Roldán, a mí se ha de hacer esto?

Levántate a los cielos soberanos,

el confalón que tienes de la Iglesia.

O reniego, o descreo...

Malgesí ¡Oh, hermano!

Reinaldos ¡Oh, pesia...!

Malgesí Mira que suenan mal esas razones.

Reinaldos Nunca las pasa mi intención del techo.

Malgesí Pues, ¿por qué a pronunciallas te dispones?

Reinaldos ¡Rabio de enojo y muero de despecho!

Malgesí Pónesme en confusión.

Reinaldos Y tú me pones...

¡Déjame, que revienta de ira el pecho!

Malgesí ¡Por Dios!, que has de decirme en este instante

con quién las has.

Reinaldos Con el señor de Aglante.

Con aquese bastardo, malnacido,

arrogante, hablador, antojadizo,

más de soberbia que de honor vestido.

Malgesí ¿No me dirás, Reinaldos, qué te hizo?

Reinaldos ¿Que a tanto desprecio he yo venido,

que así ose atrevérseme un mestizo?

Pues ¡juro a fe que, aunque le valga Roma,

que le mate, y le guise, y me le coma!

En un balcón estaba de palacio,

y con él Galalón junto a su lado;

yo entraba por el patio, muy de espacio,

cual suelo, de mí mismo acompañado;

los dos miraron mi bohemio lacio

y no de perlas mi capelo ornado;

tomáronse a reír, y a lo que creo,

la risa fue de ver mi pobre arreo.

Subí, como con alas, la escalera,

de rabia lleno y de temor vacío;

no los hallé donde los vi, y quisiera

ejecutar en mí mi furia y brío.

Entráronse allá dentro, y, si no fuera

porque debo respeto al señor mío,

en su presencia le sacara el alma,

pequeña a tanta injuria, y débil palma.

De aquel traidor de Galalón no hago

cuenta ninguna, que es cobarde y necio;

de Roldán, sí, y en ira me deshago,

pues me conoce, y no me tiene en precio.

Pero presto tendrán los dos el pago,

pagando con sus vidas mi desprecio,

aunque lo estorbe...

Malgesí ¿No ves que desatinas?

Reinaldos Con aquesas palabras más me indinas.

Malgesí Roldán es éste, vesle aquí que sale,

y con él Galalón.

Reinaldos Hazte a una parte,

que quiero ver lo que este infame vale,

que es tenido en el mundo por un Marte.

([Salen] Roldán y Galalón.)

¡Agora, sí, burlón, que no te cale

en la estancia de Carlos retirarte,

ni a ti forjar traiciones y mentiras

para volver pacíficas mis iras!

Galalón Vuélvome, porque es éste un atrevido

y el decir y hacer pone en un punto.

[Vase.]

Reinaldos ¡Bien os habéis de mi ademán reído

los dos, a fe!

Roldán ¡Que está loco barrunto!

Reinaldos ¿Dónde está aquel cobarde?

Malgesí Ya se ha ido.

Reinaldos Tuvo temor de no quedar difunto

si un soplo le alcanzara de mi boca.

Roldán ¡A risa su arrogancia me provoca!

¿Con quién las has, Reinaldos?

Reinaldos ¿Yo? Contigo.

Roldán ¿Conmigo? Pues, ¿por qué?

Reinaldos Ya tú lo sabes.

Roldán No sé más de que siempre fui tu amigo,

pues de mi voluntad tienes las llaves.

Reinaldos Tu risa ha sido deso buen testigo;

no hay para qué tan sin porqué te alabes.

Dime: ¿puede, por dicha, la pobreza

quitar lo que nos da naturaleza?

Que yo trujera con anillos de oro

adornadas mis manos y trujera

con pompa, a modo de real decoro,

mi persona compuesta; ¿adóndequiera

rindiera yo con esto al fuerte moro

o al gallardo español, que nos espera?

No; que no dan costosos atavíos

fuerza a los brazos y a los pechos bríos.

Mi persona desnuda, y esta espada,

y este indomable pecho que conoces,

ancha se harán adondequiera entrada,

como en la seca mies agudas hoces.

Mi fuerza conocida y estimada

está por todo el orbe dando voces,

diciendo quién yo soy; y así, tu burla

contra toda razón de mí se burla.

Y, porque veas que en razón me fundo,

mete mano a la espada y haz la prueba:

verás que en nada no te soy segundo,

ni es para mí el probarte cosa nueva.

¿Que de nuevo te ríes, pese al mundo?

Roldán ¿Qué endiablado furor, primo, te lleva

a romper nuestras paces, o qué risa

así el aviso tuyo desavisa?

Malgesí Dice que dél hiciste burla cuando

entraba por el patio de palacio,

su poco fausto y soledad mirando,

y su bohemio, por antiguo, lacio.

Pensolo, y, su estrecheza contemplando,

y creyendo la burla, en poco espacio

la escalera subió; y, si allí os hallara,

en llanto vuestra risa se tornara.

Roldán Hiciera mal, porque por Dios os juro

que no me pasó tal por pensamiento;

y desto puede estar cierto y seguro,

pues yo lo digo y más con juramento.

Al pilar de la Iglesia, al fuerte muro,

al amparo de Francia y al aliento

de los pechos valientes, ¿quién osara,

aunque en ello la vida le importara?

Esta disculpa baste, ¡oh primo amado!,

para templar vuestra no vista furia;

que no es costumbre de mi pecho honrado

hacer a nadie semejante injuria.

Y más a vos, que solo habéis ganado

más oro que tendrá y tiene Liguria,

si es que la honra vale más que el oro

que en Tíbar cierne el mal vestido moro.

Dadme esa mano, ¡oh primo!, porque, en uno

estas dos que imagino sin iguales,

no siento yo que habrá valor alguno

que de su puerta llegue a los umbrales.

(Vuelve Galalón con el emperador Carlomagno.)

Emperador ¿Que así comenzó a hablar el importuno,

y descubrió en el modo indicios tales,

que presto de la lengua desmandada

pasaría la cólera a la espada?

Galalón No los pongas en paz, porque es prudencia,

y en materia de estado esto se advierte,

tener a tales dos en diferencia,

que son ministros de tu vida y muerte;

que, habiendo entre dos grandes competencia

y entre dos consejeros, de tal suerte

el uno y otro a sus contrarios temen,

que es fuerza que en virtud ambos se estremen,

por temor de las ciertas parlerías

que te podrá decir aquél de aquéste;

y no desprecies las razones mías,

si no quieres que caro no te cueste.

Emperador No están de aquel talante que decías.

Di: ¿Roldán no es aquél? ¿Reinaldos, éste?

En paz están, y asidos de la mano.

Galalón Señores, ¿no habéis visto a Carlomano?

Roldán ¡Oh grande emperador!

Emperador ¡Oh amados primos!

¿Habéis tenido algún enojo acaso?

Roldán Sin padrinos los dos nos avenimos

cuando torcemos de amistad el paso.

Muchas veces confieso que reñimos,

mas ninguna de veras.

Galalón A hablar paso

Reinaldos y sin cólera, no hiciera

que nuestro emperador aquí viniera;

que yo le truje imaginando, cierto,

que estábades los dos ya en gran batalla.

Malgesí Holgáraste que el uno fuera muerto,

y aun los dos; que este intento en ti se halla.

Emperador Tu temor ha salido en todo incierto.

De lo que a mí me place, es que la malla

y los aceros destos dos varones

requieren más honrosas ocasiones.

Roldán Reinaldos, no le tengas ojeriza

a Galalón, que a fe que es nuestro amigo.

Malgesí ¡Así le viese yo hecho ceniza,

o de la suerte que en mi mente digo!

Éste es el soplo que aquel fuego atiza

y enciende, por quien siempre es enemigo

nuestro buen rey de nuestro buen linaje.

Reinaldos ¡Cuán sin aliento viene aqueste paje!

[Sale un Paje.]

Paje Señor, si quieres ver una ventura,

que en la vida se ha visto semejante,

ponte a ese corredor: que te aseguro

que es aventicio hermoso y elegante.

Reinaldos ¡Donoso ha estado el paje!

Paje Yo lo juro

por vida de mi padre. Trae delante

una diosa del cielo dos salvajes

que sirven de escuderos y de pajes;

una que debe ser su bisabuela

viene detrás sobre una mula puesta.

Digo que es cosa de admirar. Mas hela

do asoma: ved si viene bien compuesta.

Malgesí ¿Si viene con mistura de cautela

tan grande novedad?

Emperador Poco te cuesta

saberlo si tu libro traes a mano.

Malgesí Aquí le tengo, y el saberlo es llano.

(Apártase Malgesí a un lado del teatro, saca un libro pequeño, pónese a leer en él, y luego sale una figura de demonio por lo hueco del teatro y pónese al lado de Malgesí; y han de haber comenzado a entrar por el patio Angélica la bella, sobre un palafrén, embozada y la más ricamente vestida que ser pudiere; traen la rienda dos salvajes, vestidos de yedra o de cáñamo teñido de verde; detrás viene una Dueña sobre una mula con gualdrapa. Trae delante de sí un rico cofrecillo y a una perrilla de falda; en dando una vuelta al patio, la apean los salvajes, y va donde está el Emperador, el cual, como la ve, dice.)

Emperador Digo que trae gallarda compostura

y que es gallardo el traje y peregrino,