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En Pito Balmaceda y Alberto Larraín Errázuriz han sido elegidos Consejeros Constitucionales por la lista Chile Seguro. Junto con su compañera de coalición de Evópoli, otro consejero del Frente Amplio, uno del Partido Comunista y cuatro del Partido Republicano deciden sesionar en el Club de Golf, instalando ese recinto como el lugar más adecuado para revisar el texto constitucional que les ha entregado la Comisión de Expertos. La Constitución del Golf, nueva novela de la serie Barrio Alto, de Elizabeth Subercaseaux, transcurre en el Chile actual, en un Santiago con personajes perfectamente reconocibles y representa un fresco panorama de cuanto ocurre en torno a la redacción de una nueva Carta Fundamental. Con humor y fina ironía la autora nos induce a disfrutar y reírnos con una historia que da cuenta del extraño momento político que vive el país. La novela, con su trama hilarante, no exenta de aguda mordacidad, es un espejo del drama de una sociedad que debe darse una Constitución y ponerse de acuerdo entre sectores que hasta ahora parecen irreconciliables. Una vez más la autora ratifica su excepcional manejo de la clave literaria del humor para entrar en profundidades y confirma el valor de este recurso para iluminar los momentos confusos de una sociedad.
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Subercaseaux, Elizabeth
La Constitución Del Golf
Santiago de Chile: Catalonia, 2023
156 p. 15 x 23 cm
ISBN: 978-956-415-025-3
NARRATIVA CHILENA
CH 863
Imagen de portada: montaje de Mateo Infante V.
Corrección de textos: Genaro Hayden Gallo
Composición: Salgó Ltda.
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
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Primera edición: junio 2023
ISBN: 978-956-415-025-3
ISBN digital: 978-956-415-026-0
RPI: 2023-A-5826
© Elizabeth Subercaseaux, 2023
© Catalonia Ltda., 2023
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl - @catalonialibros
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
Para Beatriz Saavedra, Amparo Claro y Luz María Edwards, eternamente agradecida por su entusiasmo por este libro, su buena onda y su amistad.
Índice
Consejeros constitucionales
1Chile es una república democrática cuya soberanía reside en el pueblo
2Chile es un Estado unitarioy descentralizado
3Chile: Estado social y democrático de derecho
4El escudo nacional, la bandera y los himnos son emblemas patrios y se respetan
5Derechos y libertades fundamentales
6Los estados de excepción
7Fuerzas Armadas, Fuerzas de Orden, Carabineros y Policía de Investigaciones
8Los pueblos originarios como parte de la nación chilena
9Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial
10Banco Central, Ministerio Público y Contraloría
11Cuidado y la conservación de la naturaleza y su biodiversidad
12Soberanía y terrorismo
El cocktail
Consejeros constitucionales
Iban a ser las once de la mañana cuando Alberto bajó la escalera del Club de Golf sintiéndose más viejo y más cansado que la última vez que estuvo allí. Y eso que no había pasado un mes. Es que no era para menos. En un mes su vida se había torcido y a estas alturas no tenía idea si para bien o para mal. Él nunca se había metido en política, no era su cosa, pero la Carmen Gloria le embolinó la perdiz, como se dice, y él, que andaba enamorisqueado de ella (le recordaba a la Cuca) y no quería seguir solo, la escuchó con mucha atención y finalmente le hizo caso. Hay que decir que la Carmen Gloria era una embaucadora profesional, sabía cómo engatusarlo; que su criterio era de oro, le dijo, que tenía los mejores valores del mundo, que era ponderado y justo y por último estaba el deber de devolverle a la sociedad lo que la sociedad le había dado. Alberto Larraín Errázuriz, mírame a los ojos, y él la miró; mano en el corazón, siguió ella: ¿es mucho pedirte que te presentes como candidato a representante del Consejo Constitucional?
Alberto lo habló con Pito Balmaceda y grande fue su sorpresa cuando Pito le dijo que él también pensaba presentarse. –Mira huevón, la izquierda se farreó la nueva Constitución. Si la tía Pikachú llegaba a la Asamblea disfrazada, la machi Francisca dictaba normas separatistas en mapudungún, otro constituyente votaba desde la ducha y una manga de vociferantes inventaba reglas encaminadas a volarnos la raja, como decían con toda desfachatez, lo menos que podemos hacer nosotros, desde la derecha, es ponernos serios con este asunto, hacer una buena Constitución para Chile. Lo siento como un deber, huevón. Tú deberías hacer lo mismo. La Carmen Gloria tiene toda la razón.
La cosa es que fueron en la lista Chile Seguro, uno por la UDI y otro por Renovación Nacional, y salieron elegidos los dos. Pero ni Pito, ni la Carmen Gloria (mucho menos él) se figuraron que la centro derecha iba a sufrir la derrota que les infligió el innombrable –como lo llamaba la Carmen Gloria–, y que de ahora en adelante denominarían con la letra K. El triunfo de los republicanos era contundente. Había que reconocerlo y hacer las lecturas apropiadas.
La última semana fue una locura. Cuatro, cinco, hasta seis reuniones diarias. Y ver a los presidentes de partido, atónitos, sin saber para dónde cortar, era bastante patético, para qué estarnos con cuentos. Macaya, Monckeberg, la Gloria Hutt, Undurraga. ¿Qué iban a hacer con K.? ¿Cómo diablos había pasado esto? ¿De dónde cresta habían salido esos votos? ¿Cómo iban a presentarse como una derecha dispuesta a pactar con K.? ¿No era un retroceso? ¿No era lo mismo pactar con K. que resucitar a Diego Portales? ¿No queríamos sacarnos la mochila de Pinochet? Escuchen, tenemos que ponernos de acuerdo. Fijar nuestra postura. ¿De dónde somos nosotros? ¿Vamos a perder nuestra identidad y diluirnos en una fuerza extremista que ha obtenido un triunfo transitorio? ¿Somos del ultra conservadurismo cultural o de una ventana al progreso? ¿Y el ultra liberalismo económico? ¿Lo seguimos abrazando o no? ¿Y qué vamos a hacer con el entuerto de si Chile es un Estado social de derecho o un Estado subsidiario? ¿Ah? ¿Vamos a tirar a la basura el modelo que nos hizo crecer y sacó a Chile de la miseria? ¿Somos Jaime Guzmán o una melcocha entre dos derechas que ni nosotros sabemos cómo definir? ¿Somos o no somos del centro? Se ahogaban en preguntas.
–Estamos en una situación imposible –decía Alberto–. Muy muy difícil. No sé cómo vamos a salvar el honor. Por lo menos el honor. Y a Evópoli, claro.
–Es que mira lo que nos pasó, huevón. Estábamos felices con el triunfo del Rechazo, subidos por el chorro a todo dar, éramos los salvadores de la institucionalidad, había primado el sentido común, íbamos a redactar una Constitución a la pinta, justa, con los cambios pertinentes, si hasta habíamos acordado terminar con la subsidiaridad, apaciguar el modelo. Chile sería un Estado social de derecho, huevón, pero como Dios manda, no como manda Atria, y entonces viene la elección de consejeros y resulta que los que ganan la mayoría, los que tienen derecho a veto, los que pueden llegar y decir ¿saben qué más?, no hacemos ni una Constitución y nos quedamos con la del Tata, son los que nunca han querido enterrar la de Pinocho, ni cambiar nada, ni progresar para ninguna parte, huevón. Chao derecha progresista. Chao derecha que está por el cambio. Chao paridad. Chao al matrimonio igualitario. Chao al aborto de tres causales. Chao derecha de un Macaya que tiene tanto que ver con el autoritarismo de Jaime Guzmán como tú con Mao Tse Tung. Bienvenido al mundo donde los gay vuelven al clóset, las mujeres a cuidar a los niños, se reza el rosario al caer la tarde y si a una cabra chica la viola un tío tiene que tener la guagua y sanseacabó.
*
Alberto y Pito asistieron juntos a todas las reuniones. Unas veces en la sede de Renovación Nacional, otras en la de la UDI y hasta hubo dos en la casa de un evópoli.
Fundamentalmente se hablaba de cómo proseguir, cómo organizarse, dónde juntarse. La idea era armar equipos pequeños, ocho o nueve consejeros por equipo y cada equipo se reuniría a debatir lo que ya estaba hecho porque a fin de cuentas la Constitución estaba casi lista, no había más que darle contenido a los bordes, cosa que ya habían hecho los expertos, afinar algunas cosas. En el fondo lo que les tocaba a los consejeros era estar de acuerdo con el texto que les entregaran o no, hacer una que otra sugerencia, o no, y fundamentalmente ver la reacción de quienes tenían veto, los republicanos. Por ahora no se sabía porque estaban mudos. Los pesimistas decían estos gallos van a vetar lo que no les guste porque lo que quieren es quedarse con la Constitución de Pinochet; los optimistas decían estos gallos van a ceder en todo y llegar a acuerdo porque lo que quieren es llegar a La Moneda.
Pito propuso reunirse no solamente entre ellos, la centro derecha y obviamente la de K., sino armar la comisión con gente de la centro izquierda, del Partido Comunista, del Frente Amplio y hasta Jadue si era necesario; no iban a cometer los errores de la Convención, la política de las cancelaciones debía ser cancelada. Hubo aplausos cuando lo dijo. Pero si iban a juntarse con gente de la izquierda era importante hacerlo discretamente y no en las sedes de los partidos, había que hacerlo lejos de los periodistas, lejos de las cámaras de televisión, tampoco en una casa porque era una joda para la señora, los niños y toda esa vaina y fue entonces cuando Alberto propuso que el grupo de ellos se juntara en el Club de Golf.
Cayó un silencio.
–¿El Club de Golf? –preguntó Juan Luis Ugarte, consejero de Renovación, mirando la hora en su reloj naranja.
–A mí no me parece una mala idea –dijo alguien que estaba cerca de la puerta de entrada a la sala.
Los diez pares de ojos se posaron en Tacho Huidobro que acababa de entrar. –Yo soy muy amigo del presidente del Golf y me ofrezco para hablar con él, y bueno, Alberto Larraín es aún más cercano que yo, el presidente del Club de Golf es el papá de la Pila, su primera mujer, ¿no es así, Alberto?
–Sí, yo tengo una buena relación con mi ex suegro y si ustedes están de acuerdo puedo hablar con él, pero ¿qué es lo que tengo que pedirle, exactamente?
Lo que tenía que pedirle, le dijeron después de una buena discusión porque no todos estaban de acuerdo en que el Club de Golf fuera un lugar indicado para una reunión de esa especie, era el club, vale decir, había que pedirle que les facilitara el recinto del Club de Golf una tarde a la semana y esa tarde podía ser el lunes puesto que era el día en que el club estaba cerrado. Y debían ser tres meses, lo que quedaba de mayo, junio, julio y parte de agosto. Doce reuniones. Una para cada borde.
Finalmente se pusieron de acuerdo. Pensándolo bien no era una mala idea. El Club de Golf era un lugar tranquilo, agradable, estaba bien ubicado, tenía buen estacionamiento y si la reunión se prolongaba podían quedarse a comer y alguien dijo que el fricasé del Golf era increíble.
Y así llegamos al sábado 13 de mayo.
Alberto acordó encontrarse en el Club de Golf con el papá de la Pila, su ex suegro, don Luis Felipe Yrarrázaval. Habían hablado largamente por teléfono y don Feli, que así lo llamaba medio mundo, fue cordial y se mostró abierto a ayudarlos. Él podría prestar el Club los días lunes en la tarde, digamos de seis a nueve, tenía que consultarlo con el directorio, obviamente, pero en principio no veía problemas. –Lo que sí me gustaría es reunirme contigo cuanto antes, Alberto, para discutir los detalles. Yo voy a citar ahora mismo a una reunión de directorio, me imagino que tienen bastante prisa para resolver una montaña de cuestiones en tan poco tiempo. Yo estoy instalado en Zapallar, lleno de maestros, haciendo unos arreglos en la casa, pero puedo pegarme un pique a Santiago el viernes en la tarde para volver el sábado. ¿Qué tal si nos juntamos en el Club el sábado en la mañana, antes que empiece a llegar la gente?
*
El lugar estaba silencioso y tranquilo. Había poca gente en la terraza, no más de dos o tres mesas ocupadas y todas cerca de la bajada a la piscina. Luchito lo saludó con la cortesía de siempre.
–¡Qué gusto verlo don Alberto! Hacía tiempo que no lo teníamos por aquí.
Don Feli lo esperaba en una de las primeras mesas, junto al ventanal y al verlo se levantó para saludarlo.
–¡Cómo te va! No sabes el gusto que me da verte, Alberto. Tú sabes que siempre te he querido como a un hijo y debo decirte que me siento honrado de poder ayudarte en la empresa política en que te has metido. Me siento muy orgulloso de ti. ¡Se necesita una buena Constitución, muchacho!
Alto y distinguido, con la chaqueta de tweed con parche de cuero en las mangas, camisa de seda celeste, una corbata discreta, los modales suaves, la delicadeza que siempre lo había caracterizado, don Feli era un modelo de caballerosidad. Al darle la mano, Alberto sintió una leve nostalgia de sus tiempos con la Pila, cuando almorzaban en la casa de don Feli los domingos y don Feli les contaba de sus andanzas con el duque de Edimburgo en Inglaterra. Don Feli había sido embajador y polero y aunque Alberto nunca supo si era cierto o no que el duque jugó polo con don Feli, era una delicia escucharlo describir la escena de cuando Dunfermline tiró al duque al suelo y tuvieron que llevárselo de la cancha en helicóptero.
–Pero al caballo, no al duque –terminaba don Feli la historia, muerto de la risa– porque la reina tenía dicho que si algo le pasaba a su caballo, quien fuera responsable se arrepentiría por el resto de su vida.
–Gracias don Feli, para mí también es un gusto enorme verlo –dijo Alberto.
–Bueno, pidamos algo y vamos al grano. Te tengo una buena noticia. El directorio estuvo de acuerdo. Vamos a prestarles el club para doce reuniones, los días lunes a partir de pasado mañana. Entonces, partamos por lo primero. ¿Cuántas personas serán? ¿Cuántas horas por reunión? ¿Estamos hablando de comer en el club?
Hablaron un par de horas. ¡Era tan fácil ponerse de acuerdo con don Feli! Efectivamente, la primera reunión quedó fijada para el lunes. Alberto calculaba que no serían más de tres horas por reunión. Partirían a las seis de la tarde y si la cosa se prolongaba era probable que comieran en el club.
Poco antes de la una se despidieron, esta vez con un abrazo. Don Feli partió de vuelta a Zapallar y Alberto a la sede de la UDI donde lo esperaban para saber los resultados de esta reunión.
1Chile es una república democrática cuya soberanía reside en el pueblo
Estimados colegas consejeros:
En reunión ampliada del Consejo Constitucional, formado por cincuenta consejeros recientemente elegidos, se ha acordado la siguiente estructura de trabajo: los cincuenta consejeros se repartirán en seis comisiones que sesionarán en las comunas de Santiago, La Reina, Vitacura, Lo Prado y La Cisterna.
La Comisión de Vitacura, compuesta por ocho consejeros y de la cual me han nombrado secretario, funcionará en el Club de Golf.
La presente tiene por objeto citarlos a una primera sesión en el Club de Golf, en la sala de reuniones especialmente acondicionada para este objetivo. La sesión empezará a las 18:00, en punto.
La idea de este primer encuentro es conocernos, establecer una relación de camaradería, buena vibra y partir de inmediato deliberando sobre el primer borde de nuestra futura nueva Constitución: Chile es una república democrática cuya soberanía reside en el pueblo. A cada uno de ustedes se les entregará el borrador de una nueva Constitución que nos enviarán los expertos. La misión de nuestra comisión, que hemos denominado con las letras CDG (Club de Golf) es hacer notar cualquier exabrupto, pasada de pueblo o aberración del texto que ustedes leerán durante la semana. Nuestra labor fundamental es discutir y aprobar la sugerencia de texto que nos ha enviado la Comisión de Expertos. Se ruega asistir con corbata y zapatos para darle al asunto todo el rigor y respeto que merece.
Les deseo un buen día y nos vemos el lunes en El Golf,
Pito Balmaceda
Secretario
La carta llevaba un timbre de Renovación Nacional.
–¿No te parece demasiado informal? –preguntó Alberto Larraín.
–Tenemos que tratarnos como amigos desde la partida, huevón. Esta cuestión hay que alivianarla. Mira los asistentes y me vas a entender, huevón. Lo que hay que establecer es buena onda y un aire así como joven, progresista. Para que vayan todos los de la lista y vayan confiados, sin suspicacias. Mira, aquí está la lista que me pasó Macaya. Este va a ser el grupo nuestro, huevón.
–¿A ver? Pásame la lista –dijo Alberto y se puso a leer–: Alberto Larraín Errázuriz, UDI; Pito Balmaceda, Renovación Nacional; Francisca Eguiguren, Evópoli, qué bueno que esté la Fran, me alegro; Cheto Guevara, Frente Amplio; Alexis Molina, Partido Comunista; Helmut Schilling, Republicano; Wilhem Kutz, Republicano; Ludwig Kaisser, Republicano; Johan Schneider, Republicano –terminó de leer Alberto y al final se le quebró la voz.
–¡Qué te pasa, huevón!
–Pero, ¿cuántos republicanos van a estar en nuestro grupo? ¡Y son todos alemanes, Pito! A mí no me gusta esto. La Constitución del 33 fue hecha por don Diego Portales y Palazuelos, con la ayuda de don Andrés Bello; la del 25 fue redactada por don Arturo Alessandri Palma; la del 80, bueno, sí, Pinochet y todo eso, pero fue redactada por Jaime Guzmán Errázuriz, Rafael Eyzaguirre Echeverría, Alejandro Silva Bascuñán, Sergio Diez Ortúzar, entre otros; quienes formaron la Comisión Ortúzar eran todas personas conocidas, de buenos apellidos, gente bien.
–¿Y qué?
–¡Cómo que y qué! Yo no sé ni pronunciar estos apellidos con tantas eses y haches.
–Eso no sería nada. El papá de Kutz era amigo de Colonia Dignidad, y mejor no sigo. La cuestión es que tenemos que ser amistosos, tratar de pasar piola con ellos, huevón.
–Igual me preocupa, qué quieres que te diga. La Fran es la única mujer, ¿verdad?
–En nuestro grupo, sí.
–¿Y eso no va a ser un problema?
–¡No, pues! Un problema para quién va a ser. El del Partido Comunista y el del Frente Amplio están pensando en cualquier cosa menos en la paridad y a los de K. no les gusta la paridad, huevón. ¡Ubícate, pues, Alberto!
*
La Fran fue la primera en llegar, es decir, la primera después de Pito y Alberto que se pusieron de acuerdo para llegar antes que el resto, de modo que todo estuviera bien dispuesto, cada silla frente a un tarjetón con el nombre del consejero y su partido, el texto del borrador para una nueva Constitución enviado por los expertos, el vaso para el agua, los jarros con agua mineral y rodaja de limón, los platos con galletitas, Luchito preparado para atender cualquier petición de los consejeros. Don Feli había pedido asistir como presidente del Club, pero le explicaron que eso no era posible.
–Luchito, tú vas a ser mis ojos y mis orejas –le dijo don Feli al mozo a quien conocía desde los años noventa cuando él mismo lo contrató.
–Por supuesto, don Feli, cuente conmigo.
La Fran bajó la escalera sonriendo. Se sentía orgullosa de formar parte de ese grupo. Se había presentado por la lista Chile Seguro y había salido elegida con una buena votación. Pilote estaba furioso con ella –no veo qué vas a hacer tú de consejera de nada– le dijo, pero Pilote vivía apocándola, siempre picado con ella, no porque fuera dirigente de Evópoli, sino porque le había puesto el gorro con Pichincho Errázuriz. Es que ella estaba hasta la tusa, muy director de Codelco sería, muy presidente ejecutivo del Morgan Inc., y dueño de la mina Francisca, pero era un cornudo y un latero que vivía haciéndose la víctima. “Not my piece of cake”, le había dicho a la Cata, su amiga del alma desde los días del Villa María.
–¡Hola Fran! –se adelantó Alberto a saludarla–. ¡Estás regia!
Detrás de la Fran venían Cheto Guevara y Alexis Molina. Pito Balmaceda se acercó a ellos sonriendo.
–Bienvenida la izquierda –les dijo haciendo una venia.
–Buenas tardes –dijo Cheto Guevara y le extendió la mano.
Vinieron los saludos de rigor y los dos izquierdistas ocuparon sus puestos. La Fran se sentó en el lugar que le correspondía, frente a Alexis.
Los cuatro republicanos llegaron juntos. Wilhem Kutz sobresalía en el grupo, era muy alto y fornido y un mechón de pelo rubio le caía sobre la frente. Los otros tres, Helmut Schilling, Ludwig Kaisser y Johan Schneider se adelantaron para saludar a los que ya estaban allí, mientras Wilhem se acercaba al ventanal fijando la vista en las canchas.
–¡Qué paz! ¡Qué bonito es esto! –dijo paseando la vista por los prados.
–Pasa a sentarte –lo invitó amablemente Pito y una vez que estuvieron cada uno en su puesto comenzó la primera reunión.
Todos los ojos se posaron en la cara de Pito Balmaceda. Aparte de la Fran y Alberto, ninguno de los consejeros lo había visto antes. Ahora lo observaban con curiosidad.
–Un saludo para cada uno de ustedes, señores consejeros, gracias por estar aquí, gracias por el servicio que están dispuestos a prestar. Voy a empezar explicándoles de qué se trata nuestra labor en la Comisión Club de Golf. La nuestra es una de las comisiones revisoras. Hay dos, la Club de Golf, que en adelante llamaremos CDG, y la Colo-Colo, que sesiona en el barrio Yungay. A la CDG le corresponde la tarea de revisar si los contenidos de este texto se corresponden con los bordes. Por esa razón, nos fijaremos primero en el borde y luego veremos si el texto que le sigue lleva el espíritu indicado en dicho borde, o no. Si no lo lleva haremos una acotación al margen, si lo lleva, mejor que mejor, no hay nada más que hacer. ¿Les queda claro? Y ahora nos daremos a conocer y luego comenzaremos la deliberación. Muchas gracias.
Partieron presentándose cada uno. Nombre y apellido, años de militancia política en el partido correspondiente y declaración de principios.
Como eran mayoría absoluta, Pito le dio la palabra a uno de los republicanos.
El republicano se puso de pie.
–Mi nombre es Wilhem Kutz, milito en el Partido Republicano desde su fundación en 2019, me encuentro aquí en representación de mi partido y lo primero que debo dejar en claro es que no estamos en esto para pasar máquina. Estamos muy conscientes de la responsabilidad que nos ha caído encima. No como otros, nosotros sabemos que otra cosa es con guitarra, no tenemos la varita mágica, nadie la tiene, así que no vamos a engañar al pueblo con promesas imposibles de cumplir. Estamos con la mirada puesta en Chile y lo que queremos es una Constitución que deje conforme a la mayoría del país y no a la mayoría del Partido Republicano, pero tenemos nuestras prioridades. Muchas gracias –y se sentó.
–Gracias, señor consejero –dijo Pito y enseguida le ofreció la palabra a la Fran.
–Mi nombre es Francisca Eguiguren, milito en Evópoli desde el estallido social y estoy aquí para defender las ideas de la centro derecha, pero de una centro derecha de verdad, a mí no me vengan con menjunjes raros ni identidades veleta, ¿okey? Se estarán preguntando ¿y qué quiere decir esta galla con centro derecha de verdad? Pues, bien, aquí van las palabras claves: derecha progresista. ¿Y eso qué quiere decir? Una derecha que reconoce que se necesitan cambios profundos, que ha llegado la hora de deshacernos del peso que ha sido para mi generación la mochila de Pinochet y su dictadura; que el modelo económico funciona en ciertos aspectos, eso no lo va a negar ni Alexis Molina, pero en otros aspectos es urgente cambiarlo, imponer una agenda social más fuerte, como hizo la presidenta Bachelet en su primer gobierno. Necesitamos una Constitución sólida que sirva de marco para una buena convivencia social, con gobiernos eficaces que solucionen los problemas de salud, educación y pensiones de la gente. Nuestro deber es hacer una buena Constitución, fortalecer la capacidad de trabajo conjunto para ser una buena propuesta para Chile. ¡Muchas gracias y viva Chile!
Alexis Molina empezó a aplaudirla, pero al ver que nadie más lo hacía, separó las manos y se enderezó en la silla.
–Alexis, tienes la palabra –le dijo Pito.
Alexis se quedó sentado, juntó ambas manos bajo su mentón y dijo:
–Lo mío es corto, sincero y directo al meollo del asunto: estamos aquí para influir con nuestros principios en la medida de lo posible y sin renuncia.
Luego se acercó al frenteamplista que estaba a su lado y le dijo al oído: –pero como estamos en la dinámica del péndulo, en cuanto el péndulo se venga para acá les volamos la raja a estos oligarcas, compañero. Y este Club se convierte en sala cuna, compañero.
–Nada de secretitos, por favor –dijo la Fran dándole al comunista una mirada sonriente y amistosa. El comunista sigue siendo mino,