La imagen corpórea - Juhani Pallasmaa - E-Book

La imagen corpórea E-Book

Juhani Pallasmaa

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La ilimitada producción y mercantilización de las imágenes en la cultura contemporánea ha relegado el concepto de ?imagen? a una forma superficial, estilizada y efímera de representación artística y de comunicación visual. Sin embargo, las imágenes constituyen un vehículo esencial para la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la memoria y, en el conjunto del imaginario que configura nuestras mentes, las imágenes poéticas y corpóreas se erigen como categorías fundamentales, puesto que son la raíz de toda expresión artística. En el ámbito de la arquitectura, las experiencias espaciales duraderas consisten precisamente en imágenes vividas y corpóreas que se han convertido en parte inseparable de nuestras vidas. Este libro ahonda en la naturaleza de la imagen. Tras revisar su controvertido papel en la cultura contemporánea y la mínima atención que le ha brindado la tradición logocéntrica filosófica occidental, Juhani Pallasmaa nos muestra la gran complejidad del universo de la imagen, donde entran en juego elementos como el tiempo, el espacio, el cuerpo o la metáfora, y nos brinda, a través de estas páginas, un delicioso alegato a favor de una revisión crítica de la imagen.

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JUHANI PALLASMAA

LA IMAGEN CORPÓREA

IMAGINACIÓN E IMAGINARIO EN LA ARQUITECTURA

TRADUCCIÓN DE CARLES MURO

“Una ‘imagen’ es aquello que presenta un complejo intelectual en un instante temporal. Solo esa imagen, esa poesía, puede proporcionarnos ese sentido de liberación súbita, ese sentido de libertad de los límites temporales y espaciales, ese sentido de crecimiento repentino que experimentamos en presencia de las mejores obras de arte”.

Ezra Pound

“¿Cómo una imagen, a veces muy singular, puede aparecer como una concentración de todo el psiquismo? ¿Cómo, también, ese acontecimiento singular y efímero que es la aparición de una imagen poética singular puede ejercer acción —sin preparación alguna— sobre otras almas, en otros corazones, y eso pese a todas las barreras del sentido común, a todos los prudentes pensamientos, complacidos en su inmovilidad?”

Gaston Bachelard

“Podemos concluir que la imaginación no es un poder empírico y superpuesto a la conciencia, sino que es toda la conciencia en tanto que realiza su libertad”.

Jean-Paul Sartre

Introducción

“En el conocimiento la imaginación sirve a la comprensión, mientras en el arte la comprensión sirve a la imaginación”.1

Immanuel Kant

En el lenguaje cotidiano, habitualmente se utilizan las palabras ‘imagen’ e ‘imaginación’ sin pensar en profundidad en su sentido y su significado. Sin embargo, el imaginario mental constituye un vehículo esencial de la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la memoria. La imaginación no es tan solo esa capacidad, un tanto frívola, de fantasear, sino que puede considerarse el cimiento de la propia condición humana. Gracias a nuestra imaginación somos capaces de captar la condición múltiple del mundo y el continuum de la experiencia a través del tiempo y de la vida. Sin imaginación no dispondríamos de capacidad de empatía y la compasión, ni podríamos presentir el futuro. Tampoco podríamos hacer juicios éticos ni tomar decisiones. Debemos concluir que nuestra imagen poliédrica del mundo es producto de nuestra imaginación. “Toda realidad se produce únicamente por la imaginación […], esa acción que forma la base que hace posible nuestra conciencia y nuestra vida”,2 afirma el filósofo Johann Gottlieb Fichte.

La realidad del lenguaje domina la conciencia y la comunicación humanas cotidianas, pero no solemos ser conscientes de que incluso el lenguaje se basa en representaciones neuronales, en imágenes y metáforas corpóreas. La hegemonía de la palabra y el lenguaje está fuertemente enraizada en las tradiciones de la cultura y el pensamiento occidentales, del mismo modo que la indiscutida hegemonía de la visión domina los territorios del resto de los sentidos. Resulta paradójico que nuestras prácticas culturales contemporáneas estén dominadas por el sentido de la vista, mientras que, al mismo tiempo, una postura tendenciosamente logocéntrica rige nuestro imaginario visual y el conocimiento corpóreo en general. La actual producción en serie de imágenes mercantilizadas y neutralizadoras, que imaginan en nuestro nombre, parece estar amenazando incluso nuestras auténticas capacidades de imaginar.

Debido a la ilimitada producción y mercantilización de imágenes, suele entenderse el concepto de ‘imagen’ como una forma superficial y estilizada de representación artística y de comunicación visual. Además, suele atribuirse a este concepto un carácter instantáneo o momentáneo. Esta actitud desdeñosa es particularmente notable en el campo de la arquitectura, donde “una arquitectura de la imagen” suele evidenciar un uso calculado de habilidades arquitectónicas con el propósito de crear una configuración formal seductora y fácil de recordar; o dicho de otra manera, una marca o un sello arquitectónico. Sin embargo, desde el punto de vista existencial y experiencial, las experiencias arquitectónicas más firmemente enraizadas impactan en nuestra mente mediante imágenes que son formas condensadas de determinadas cualidades arquitectónicas. Las experiencias arquitectónicas duraderas consisten en imágenes vividas y corpóreas que se han convertido en parte inseparable de nuestras vidas.

La imagen poética y la corpórea son categorías especiales de imágenes que constituyen el fundamento y el medio de toda expresión artística. La imagen poetizada es un acto mental mágico, un desplazamiento y una transferencia de la conciencia que se hace corpóreo y forma parte de nuestro mundo vital y de nosotros mismos. Se trata de un fenómeno de alquimia mental que asigna un valor monumental a aquello que no tiene valor. Como dice William Carlos Williams:

“Es difícilsacar noticias de un poemapero los hombres todos los díasmueren miserablementepor no tener aquello que tienenlos poemas”.3

Es evidente que no puede producirse una experiencia o un impacto artístico sin la facultad mediadora de la imagen que evoca y sostiene las reacciones emocionales. La imagen corpórea es una experiencia vivida espacializada, materializada y multisensorial. Las imágenes poéticas evocan una realidad imaginaria y simultáneamente forman parte de nuestra experiencia existencial y del sentido de nuestra propia identidad. Gracias a su corporeidad desempeñan un papel decisivo en nuestro mundo mental interior, el Weltinnenraum, por utilizar un concepto de Rainer Maria Rilke.4

El declive de la autenticidad de la imagen y de la autonomía de la imaginación humana es otra de las paradojas de nuestra cultura del consumo surreal y materialista. En consecuencia, a la vez que nos vemos obligados a criticar el imaginario explotador de nuestro modelo cultural —la potente arquitectura de la imagen, por ejemplo—, también tenemos que defender la imagen poética y corpórea y subrayar su importante papel en todo pensamiento y experiencia artísticos.

El mundo poetizado es un mundo familiar, íntimo y personal que se identifica con la conciencia de uno mismo. Como confiesa Gaston Bachelard, el filósofo de la imagen poética por excelencia: “Esta imagen que la lectura del poema nos ofrece se hace verdaderamente nuestra. Echa raíces en nosotros mismos. La hemos recibido, pero tenemos la impresión de que hubiéramos podido crearla, que hubiéramos debido crearla”.5 Ciertamente, la realidad artística imaginativa es creada y proyectada por nosotros. Las imágenes poéticas corpóreas nos permiten experimentar nuestras propias emociones mentales a través de la sensibilidad de algunos de los seres humanos más perspicaces y sabios.

*

Escribí los primeros borradores de este libro bajo el título provisional La imagen poética. Sin embargo, su asociación demasiado directa con lo literario y con la obra de Bachelard me dejaba algo intranquilo. En abril de 2010, el Imagine Fund de la University of Minnesota me invitó a mantener seis conversaciones públicas sobre algunos temas centrales del mundo de las artes con la autora y directora teatral estadounidense Leigh Fondakowski. Los temas de las conversaciones fueron: imagen y significado, tradición y novedad, tiempo e intemporalidad, realidad y ficción, anonimato y expresión y, finalmente, imaginación y compasión. Estas conversaciones espontáneas, que mantuvimos en distintos teatros y auditorios de Minneapolis y Duluth, hicieron que el interés del manuscrito se desplazara hacia la noción de lo ‘corpóreo’.

Las sorprendentes coincidencias entre el teatro y la arquitectura como formas artísticas que las conversaciones pusieron de manifiesto reforzaron mi convicción de que el imaginario artístico —desde la música y la poesía, la pintura y la escultura hasta el teatro o la arquitectura— adquiere su mágica y especial fuerza convirtiéndose en parte de la existencia corpórea y de la conciencia individual del oyente/lector/observador/habitante. Lo real da lugar a una experiencia imaginativa que finalmente regresa al mundo de la vida. El inesperado y, en gran medida, inexplicable poder perceptivo y emotivo de la imagen artística me lleva a pensar que esta está profundamente enraizada en nuestra historicidad biológica, nuestro inconsciente colectivo y nuestra conciencia existencial.

Este libro empieza con un breve examen (capítulo primero) del a menudo controvertido, e incluso paradójico, papel de la imagen en la cultura contemporánea. El capítulo segundo presenta unas observaciones elementales sobre el estatus tradicional de represión de la imagen en las teorías lingüísticas y filosóficas dominantes en Occidente. El capítulo tercero analiza las múltiples caras de la imagen y, en particular, su papel de mediadora entre el mundo y los dominios del pensamiento y la imaginación. El capítulo cuarto disecciona la anatomía de la imagen y, en particular, su condición dual, su historicidad mental y su relación con el tiempo y con el concepto de belleza. El quinto y último capítulo trata del imaginario específicamente arquitectónico y de su papel de mediador y estructurador de la experiencia y de la conciencia humanas.

Notas Introducción

1 Immanuel Kant, citado en Merleau-Ponty, Maurice, “Le cinéma et la nouvelle psychologie”, en Sense et non-sense, Nagel, París, 1948 (versión castellana: “El cine y la nueva psicología”, en Sentido y sinsentido, Península, Barcelona, 1977).

2 Johann Gottlieb Fichte, citado en Kearney, Richard, Poetics of Imagining: From Husserl to Lyotard, Harper Collins Academic, Londres, 1991, pág. 4.

3 Williams, William Carlos, “Asphodel, That Greeny Flower”, en The Collected Poems of William Carlos Williams, vol. 2, 1939-1962, New Directions, Nueva York, 1988, pág. 318 (versión castellana: “Asfódelo”, en Paz, Octavio, Versiones y diversiones, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, pág. 251).

4 Enwald, Liisa (ed.), “Lukjalle” [“Al lector”], en Rilke, Rainer Maria, Hiljainen taiteen sisin: kirjeitä vuosilta 1900-1926, TAI-teos, Helsinki, 1997, pág. 8.

5 Bachelard, Gaston, La Poétique de l’espace, Presses Universitaires de France, París, 1957 (versión castellana: La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1965, pág. 15).

Capítulo primero

La imagen en la cultura contemporánea

“Una de las mayores paradojas de la cultura contemporánea es que, en una época en la que la imagen reina indiscutiblemente, la idea misma de una imaginación humana creativa parece estar cada vez más amenazada. Parece que ya no sabemos exactamente quién produce o controla las imágenes que condicionan nuestra conciencia”.1

Richard Kearney

En el actual mundo del consumo de masas, la globalización, la economía a es-cala mundial y las comunicaciones aceleradas, somos continuamente bombardeados por imágenes. Italo Calvino se refiere a esta condición de la experiencia como “una lluvia ininterrumpida de imágenes”,2 mientras que Richard Kearney emplea la noción de “adicción a las imágenes”.3 Roland Barthes llama a toda nuestra cultura postindustrial y posmoderna de medios de comunicación de masas “la civilización de la imagen”.4 La actual profusión de imágenes a menudo produce una opresiva sensación de exceso y eutrofia, una especie de asfixia en un interminable Mar de los Sargazos de imágenes.

Sin duda, las tecnologías de la imagen en constante evolución han introducido modos completamente nuevos de controlar, registrar, analizar y describir numerosos aspectos de la realidad, y la producción industrial de imágenes ha hecho que estén presentes en todas partes y sean accesibles a todo el mundo. La imagen ha cambiado los modos en que experimentamos el mundo y hablamos de él. Al mismo tiempo, la actual hegemonía de la imagen ha hecho evidentes también sus efectos negativos.

La hegemonía de la imagen

Las imágenes se producen y despliegan ad infinítum con fines informativos, educativos y de entretenimiento, así como de manipulación comercial, ideológica y política o de expresión artística. Nuestro mundo físico, nuestros paisajes urbanos y naturales, así como nuestros paisajes mentales interiores, se encuentran actualmente colonizados por la industria de la imagen. Incluso la cultura tradicional del libro parece haber sido velozmente sustituida por la imagen y la información digital. Estudios recientes han mostrado de modo alarmante el declive de las habilidades lingüísticas y el conocimiento literario, incluso en los países con economías más avanzadas. Antes de la aparición de la época de la escritura y la alfabetización generalizadas, los seres humanos se comunicaban principalmente mediante gestos e imágenes. ¿Estamos volviendo de nuevo a una época de analfabetismo y de comunicación a través de la imagen? ¿Se está convirtiendo la lectura en un saber anticuado, en el nostálgico pasatiempo de unos pocos privilegiados?

El excesivo flujo de imágenes da paso a la experiencia de un mundo discontinuo y desplazado. La información que ofrece el libro suele formar parte de largas narrativas causales, mientras que los instrumentos de búsqueda digital proporcionan principalmente información rápida, pero aislada y fragmentada. Un estudio reciente reveló que la mitad de los niños estadounidenses menores de quince años no habían visto jamás un programa de televisión desde el principio hasta el final.5 ¿Supone esto el fin de las narrativas completas y de la ética de la causalidad? ¿Cuál es el mensaje ético de las narrativas interrumpidas y discontinuas? Como profesor de arquitectura he sido testigo del impacto negativo que este tipo de información fácilmente accesible pero siempre fragmentaria ha tenido en los trabajos de los estudiantes, que tienden a presentar numerosos datos, pero que a menudo carecen de una comprensión de la esencia del tema tratado. La información está sustituyendo al conocimiento.

Un impacto instantáneo y sin esfuerzo es sin duda el objetivo de la mayor parte de la comunicación y el ocio contemporáneos. Incluso la arquitectura —una forma artística que, según sir Christopher Wren en 1660, debería llevar “el atributo de lo eterno” y ser “la única cosa incapaz de sucumbir a nuevas modas”—6 se ha convertido en un área de imágenes de corta duración. Esta observación se ve reforzada al comparar las publicaciones de arquitectura de la modernidad con las revistas contemporáneas; las primeras transmiten la sensación de una cultura en construcción y en evolución, mientras que las últimas parecen mostrar habitualmente invenciones formales individuales y pasajeras. No sorprende que muchos filósofos de la posmodernidad se hayan referido a nuestra época con expresiones como “artificiosa falta de profundidad”, “mengua de historicidad y afectos” y “falta de visiones de conjunto”.7

Al tiempo que se multiplicaba la cantidad de imágenes se producía también un cambio en su carácter. En lugar de ser representaciones de una realidad, el contundente imaginario contemporáneo crea su propia realidad, y esta es más “real” que los mundos físicos y humanos existentes. Como sugiere Richard Kearney, el papel de la imagen hoy es fundamentalmente distinto del que ha tenido en épocas anteriores pues “ahora la imagen precede a la realidad que supuestamente representa […], y esta se ha convertido en un pálido reflejo de la imagen”.8 Ciertamente, en la vida cotidiana actual, en las prácticas comerciales y políticas, así como en la totalidad del expansivo mundo del ocio, a menudo la imagen domina o sustituye a la realidad, de modo que “es ya casi imposible distinguir lo real de lo imaginario”.9 La realidad de la política actual suele basarse en un imaginario cuidadosamente controlado más que en verdades históricamente autentificadas. En el mundo de las imágenes virtuales, como los videojuegos o la realidad virtual, o en la realidad simulada y sustitutiva de Second Life, la realidad generada por ordenador ya ha sustituido a la realidad de la carne. Los mundos virtuales son ya objeto de nuestra identidad y empatía. De hecho, se ha relativizado completamente el concepto de ‘realidad’; es necesario precisar de qué realidad estamos hablando y en qué contexto. Desde el punto de vista filosófico, el concepto mismo de “realidad” es altamente problemático, pero nunca ha sido tan ambiguo ni ha estado tan falto de fundamentos como en la actualidad.

El deceso de la imaginación

Los conceptos ‘imagen’ e ‘imaginación’ parecen estar estrechamente ligados desde el punto de vista semántico. Sin embargo, Kearney afirma que muchos comentaristas contemporáneos hablan de un “deceso de la imaginación”. Va más allá y sugiere de modo alarmante que “el propio concepto de creatividad imaginativa puede pronto pertenecer al pasado”.10 Además de la fragmentación de la información, la creciente velocidad y la reducción del intervalo de atención, con la consecuente simplificación tanto del texto como de la imagen, la comunicación acelerada inevitablemente elimina matices y allana el espacio de la imaginación individual. Si, como se ha sugerido, nuestras capacidades autónomas de imaginación y de juicio crítico se estuvieran realmente debilitando, nuestras experiencias y nuestro comportamiento correrían el peligro de estar cada vez más condicionados por imágenes cuyos orígenes e intenciones son imposibles de identificar. En consecuencia, el debilitamiento de la imaginación sugiere también un debilitamiento de nuestro sentido ético y empático.

Recientes estudios neurológicos han realizado importantes avances en la comprensión de nuestros procesos cerebrales y neuronales ligados a la percepción, el reconocimiento y la imaginación de imágenes, pero incluso dicha información procedente de la investigación avanzada ya está siendo utilizada para desarrollar astutas estrategias y métodos aplicados a la publicidad y el condicionamiento comercial.11

Al mismo tiempo, la imaginación como facultad mental autónoma parece ser reemplazada, más que estimulada, por el excesivo pero neutralizador exceso de imágenes externas que nos circundan. Ya han aparecido algunos estudios, como “Is Google Making Us Stupid?” de Nicholas Carr, que se ocupan de la influencia de Internet en nuestra cognición:

“Es probable que Internet tenga efectos de largo alcance sobre la cognición humana. Nunca antes un sistema de comunicación había desempeñado tantos papeles en nuestras vidas —o ejercido una influencia tan grande sobre nuestro pensamiento— como lo hace actualmente Internet. Sin embargo, y teniendo en cuenta lo mucho que se ha escrito sobre la red, se ha prestado poca atención a cómo nos está reprogramando exactamente. La ética intelectual de la red permanece oculta. La red cambia incluso la estructura de otros medios, de los periódicos y las revistas a la televisión”.12

¿Está el don de la imaginación, exclusivamente humano, amenazado por la sobreabundancia actual de imágenes? ¿Imaginan ya por nosotros las imágenes producidas en serie y generadas por ordenador? ¿Es razonable asumir que incluso el actual pragmatismo político dominante y la falta de proyectos sociales y utopías son consecuencia de una atrofia de la imaginación política? ¿Son los territorios en expansión de las vidas de fantasía y las imágenes de ensoñaciones un sustituto de la imaginación genuina, individual, autónoma y de los afectos humanos? Mi intranquila respuesta a todas estas preguntas es: sí.

La producción de imágenes y la viabilidad de la arquitectura

En la época anterior a la invención de la imprenta y a la lectura de masas, la catedral, con sus esculturas, frescos y vitrales, constituía un medio fundamental para transmitir textos y escenas bíblicas a una feligresía mayoritariamente analfabeta. La invención y la posterior difusión de la imprenta hicieron el libro asequible a las masas y se convirtió también en un estímulo para el aprendizaje de la lectura.

Victor Hugo añadió un enigmático párrafo a la octava edición de Notre-Dame de París (1831), titulado “Ceci tuera cela” (“Esto matará a aquello”), en el que dicta la sentencia de muerte de la arquitectura: “En el siglo XV todo cambia. El pensamiento humano descubre un medio de perpetuarse no solo más duradero y más resistente que la arquitectura, sino también más fácil y sencillo. La arquitectura es destronada. A las letras de piedra de Orfeo sucederán las letras de plomo de Gutenberg”.13

Hugo desarrolla su pensamiento, que coloca en boca del arcediano de Notre-Dame de París: “Era el presentimiento de que el pensamiento humano, al cambiar de forma, iba a cambiar su modo de expresión; de que la idea capital de cada generación no se escribiría con la misma materia y de la misma manera; de que el libro de piedra, tan sólido y tan duradero, iba a ceder el puesto al libro de papel, más sólido y más duradero”.14

A pesar de que la profecía de Hugo ha sido citada una y otra vez, para el desarrollo de la historia de la arquitectura su significado no ha sido, en mi opinión, correctamente interpretado. Sin duda, el vaticinio de Hugo, por el que la arquitectura cedería su estatus de principal medio cultural a nuevos medios, se ha hecho realidad. Pero estos nuevos medios no han desplazado a la arquitectura por su gran fuerza y durabilidad, tal como predijo Hugo, sino por motivos justamente opuestos: por ser rápidos, fugaces y prescindibles. El libro impreso fue el primer paso importante hacia el actual mundo visual y simultáneo. Los primeros libros de arquitectura, junto con los cada vez más numerosos viajes —el Grand tour—, facilitaron la propagación de ideales estilísticos, como los principios palladianos. Mientras que los ideales arquitectónicos adquirían una mayor universalidad gracias a su presencia en forma impresa, la arquitectura perdía su estatus en tanto que principal lugar de información cultural, de acuerdo con la predicción de Hugo.

Cuando incluso los estilos han pasado a ser artículos conscientemente elaborados y consumidos en la actual sociedad de consumo, la arquitectura se presenta como un medio de comunicación irremediablemente torpe y farragoso frente a las nuevas formas de comunicación de masas de usar y tirar. Incluso en la civilización de la imagen, el principal significado de la arquitectura es la integración y la estabilidad, como predicaba sir Christopher Wren, pero estas cualidades están en abierto conflicto con la ideología del consumo. De hecho, la normalmente larga vida de los edificios y otras construcciones materiales entra en evidente conflicto con las ideas del consumo instantáneo, la obsolescencia programada y la sustitución continua. La estrategia del consumismo requiere de lo efímero, de la alienación y la fragmentación de la conciencia. Sin duda, una visión coherente del mundo mostraría la insensatez del crecimiento y el consumo obsesivos.

La arquitectura y el espectáculo

La arquitectura siempre ha novelado la realidad y la cultura mediante la transformación de los escenarios humanos en imágenes y metáforas de un orden y una vida ideales, en narrativas arquitectónicas. Históricamente, la arquitectura también ha negociado entre la dimensión cósmica y la humana, entre la eternidad y el presente, entre los dioses y los mortales. La arquitectura desempeña un papel central en la creación y en la proyección de una imagen idealizada de una determinada cultura. Este objetivo idealizador está tan claro en la arquitectura y en la polis griegas (imagen página 154, la Acrópolis de Atenas, Grecia) como en las estructuras arquitectónicas y en la organización de la ciudad romana. Las utopías y los proyectos imaginarios que no han sido pensados para ser construidos —como los dibujos de las conocidas Carceri d’invenzione de Giovanni Battista Piranesi (1720-1778), los proyectos de los utopistas de los tiempos de la Revolución Francesa o las visiones de la arquitectura de cristal de los arquitectos expresionistas alemanes— conforman un territorio especial de arquitecturas idealizadas. Sin embargo, a menudo las potentes técnicas de producción de imágenes y el imaginario arquitectónico instantáneo parecen crear un mundo de ficciones arquitectónicas autónomas que descuidan por completo la base existencial y los objetivos fundamentales del arte de construir. Se trata de un mundo arquitectónico alienado, sin gravedad o materialidad, hapticidad o compasión. Anteriormente, las imágenes arquitectónicas reflejaban una cultura y un estilo de vida viables, mientras que las imágenes contemporáneas generadas por ordenador suelen presentarse como simples ejercicios gráficos sin un sentido de la vida real. Los escenarios tematizados y los ficticios simulacros arquitectónicos actuales, como los centros comerciales o las plazas urbanas, ejemplifican esta pérdida de inocencia y sinceridad cultural. ¿Estamos siendo manipulados por imágenes que nosotros mismos elaboramos? Sí, así es, y las extáticas imágenes arquitectónicas de nuestro tiempo, tan narcisista y exhibicionista, ocultan los importantes problemas del estilo de vida y el valor, y desdibujan la visión de un futuro sólido desde un punto de vista ético y biológico.

Partiendo de La sociedad del espectáculo,15 descrita por Guy Debord, nuestra sociedad se está transformando rápidamente en una sociedad de la vigilancia y la manipulación. El secreto control del comportamiento y la vida individual a través de imágenes y dispositivos técnicos ya se extiende más allá del modo de la visión: el marketing multisensorial manipula experiencias, sentimientos y deseos a través de sonidos, sensaciones táctiles, sabores y olores. De hecho, hoy en día estamos siendo colonizados a través de todos los sentidos. Conceptos como “marketing multisensorial”, “marcas de los sentidos”, “persuasión sensorial”, “explotación del subconsciente sensorial”, “canalización del espacio mental” o “hipersensualidad del mercado contemporáneo” se utilizan para describir las nuevas estrategias sensoriales de un marketing científicamente informado.16 El reciente intento de los fabricantes de motocicletas Harley-Davidson de patentar el característico sonido, vulgar y masculino, de sus motores constituye un buen ejemplo de esta colonización sensorial.17

Una forma singular de “colonización” arquitectónica se produce a través de la aplicación acrítica de la tecnología, como el aire acondicionado, que permite construir en un mismo estilo universal en cualquier lugar, con independencia del clima local.

La arquitectura de firma contemporánea busca el mismo tipo de efecto de cortocircuito e identificación del producto. Incluso existen ejemplos de una arquitectura “franquiciada” mediante proyectos comercializados por oficinas de firma globalizadas que aspiran a expresar una marca reconocible. Los grandes imperios de la historia de la civilización siempre han marcado sus territorios con una arquitectura específica, y esta siempre ha promovido el poder. La actual arquitectura globalizada de la imagen reclama agresivamente el territorio de una economía de mercado globalizada, la última fase de un capitalismo a escala mundial.

El consumismo y su principal instrumento, la publicidad, tienen incluso consecuencias ideológicas. “La publicidad convierte el consumo en un sustituto de la democracia. La elección de lo que uno come (o viste, o conduce) ocupa el lugar de la elección política significativa. La publicidad ayuda a enmascara y compensar todos los rasgos antidemocráticos del mundo. Y enmascarar también lo que está ocurriendo en el resto del mundo”,18 afirmaba John Berger hace ya más de tres décadas. Berger sugiere que vivimos en un mundo de realidades múltiples y que estamos muy expuestos a realidades ilusorias. En el actual mundo de la información global instantánea y el capital líquido, resulta más evidente que nunca que un creciente velo de disfraz y condicionamiento mental enmascara frecuentemente el mundo de las intenciones reales. Tratar de desenmascarar la realidad fabricada en la que estamos obligados a vivir se ha convertido en la tarea imposible del periodismo crítico y de diferentes movimientos ciudadanos.

Imágenes de control y emancipación

El concepto de ‘imagen’ se usa con frecuencia, con distintos sentidos y en contextos diversos. El mismo término se emplea indistintamente para designar representaciones, percepciones y entidades de la imaginación, los sueños y las ensoñaciones. Las imágenes se utilizan para innumerables fines, pero existen dos tipos de imágenes opuestas con relación a la libertad del sujeto: las que dictan, manipulan y condicionan, y aquellas que emancipan, fortalecen e inspiran. Las imágenes concebidas para el condicionamiento político y de consumo ilustran bien el primer tipo, mientras que las liberadoras imágenes poéticas o artísticas ilustran el segundo. La primera categoría restringe, confina y debilita la libertad, la capacidad de elección y la individualidad del sujeto, enfocando y canalizando su conciencia y su atención hacia un patrón forzado y, a menudo, basado en el sentimiento de culpa y de inferioridad del sujeto. La segunda categoría abre, fortalece y libera por medio del refuerzo de la imaginación, la emoción y el afecto. La primera categoría nos hace más débiles y más inseguros y más dependientes de una autoridad, mientras el imaginario poético refuerza nuestra conciencia individual, nuestra autonomía y nuestra independencia. Las imágenes poéticas son imágenes de libertad e integridad individual.

LA IMAGEN AUTORITARIA Y LA IMAGEN EMANCIPADORA

Las imágenes se centran en controlar la atención y la conciencia del sujeto, con el fin de manipular la emoción y el comportamiento o bien de liberar e inspirar su imaginación, abriendo una nueva dimensión de libertad imaginativa individual.

Ludwig Hohlwein, Und du? [¿Y tú?], 1932.

Cartel político, litografía en offset, 117,5 x 80,6 cm.

La imagen autoritaria de un cartel político. La imagen debilita la conciencia individual del observador centrándose en su imaginación.

Sigurdur Gudmundsson, Encore (detalle), 1991.

La imagen poética emancipadora de un artista islandés. La imagen fortalece al observador y abre su imaginación.

En resumen, las imágenes abren un canal directo a la mente y la emoción humanas, un canal que puede utilizarse con fines muy distintos, e incluso opuestos: humanitarios o totalitarios, caritativos o cínicos. Incluso en la historiografía, infinidad de hechos inconexos se unen para crear imágenes y narrativas, y nuestra comprensión de la historia está completamente determinada por estas imágenes condensadas y prenarradas de un flujo temporal, en esencia desenfocado e informe, de lugares, personajes y acontecimientos. La historia suele ser contada como una narrativa conformada por distintos hitos: guerras, acuerdos, descubrimientos y grandes personalidades; lamentablemente, la historia suele ser el relato de los ganadores.19

El desarrollo de las tecnologías de la imagen y la producción en serie de narrativas ficticias han invertido los conceptos de realidad y ficción. La fusión entre realidad y fantasía, hechos y ficciones, preocupaciones éticas y estéticas, pasado y futuro, es una de las principales estrategias de las prácticas políticas y económicas contemporáneas. Kearney ve la situación cultural de un modo realmente crítico: “Nos encontramos en un impasse en el que la relación misma entre imaginación y realidad no solo parece subvertida, sino completamente alterada”.20 No obstante, a menudo el mundo del arte es también un territorio prenarrado y manipulado con autoridad. El hecho de que países enteros estén hoy viviendo a crédito es otro alarmante síntoma de la creciente velocidad de la vida y del afianzamiento de las realidades ficticias; vivimos cada vez más en un tiempo futuro y estamos perdiendo el sentido del presente.

Desde tiempos inmemoriales, la tarea cultural de la narración oral, la literatura y el arte era producir y conservar “el otro nivel de la realidad” —por utilizar un concepto de Herbert Marcuse—,21 el de los sueños, las creencias, los mitos o los ideales, con el fin de crear un contrapunto mental esencial para una experiencia cotidiana de la realidad prosaica y, a menudo, deprimente. Sin embargo, en las últimas décadas la responsabilidad ética de artistas y escritores parece haberse invertido y su tarea es, hoy, la de reforzar nuestra experiencia de la realidad. En el prólogo de la conocida novela Crash (1973),22 James G. Ballard defiende esta tesis y sugiere que la relación entre la ficción y la realidad se está invirtiendo. Vivimos cada vez más en mundos de ficción y, por tanto, la tarea del escritor ya no es inventar la ficción; las ficciones están aquí y “la tarea del escritor es inventar la realidad”.23

El sentido de lo real

La condición de la arquitectura ha cambiado de modo similar. En un mundo cada vez más transformado en ficción por una arquitectura de la imagen comercializada y por la atractiva y seductora arquitectura de la imagen retiniana, la tarea del arquitecto crítico, profundo y responsable es crear y defender el sentido de lo real. En lugar de crear o respaldar un mundo de fantasía, la tarea de la arquitectura es reforzar nuestra experiencia de lo real en los ámbitos de la percepción y la experiencia, así como en la interacción social y cultural. Cuando nuestros entornos se están transformando en fachadas inventadas y tematizadas de una cultura ficticia —simulacros, por hacer uso de un concepto frecuentemente empleado por Umberto Eco y otros filósofos de la posmodernidad—, el deber de una arquitectura responsable es defender la autenticidad y la autonomía de la experiencia humana. En un mundo de simulacros, simulaciones y virtualidad, la tarea ética de los arquitectos consiste en proporcionar una piedra de toque de la realidad.

En mi opinión, en un futuro próximo el concepto de lo “real” irá cada vez más asociado a aquello que es justificable desde una perspectiva biológica, tanto del pasado como del futuro. El concepto de lo real en nuestros escenarios vitales no puede crecer y relativizarse indefinidamente; somos seres biológicos e históricos, cuyos sistemas físicos, metabólicos y neurológicos en su totalidad se han ajustado perfectamente a una realidad constituida por hechos físicos, ecológicos y biológicos. Al igual que nuestro futuro, la realidad humana está innegablemente tan asentada en nuestro pasado biológico y cultural como en nuestra sabiduría con relación al futuro.

Una de las razones principales por las que la imagen se ha convertido en un medio de manipulación tan poderoso responde al hecho de que, históricamente, el pensamiento logocéntrico filosófico, científico y pedagógico occidental ha pasado por alto, e incluso ha negado por completo, el papel del imaginario y la imaginación en el pensamiento, la comunicación y la vida cotidiana de los seres humanos. En consecuencia, se ha tomado la imagen como rehén del reino del pensamiento y la investigación seria, de modo que está siendo explotada, cada vez más, para manipularnos. De nuevo, todo ello resulta paradójico en una cultura dominada hasta tal punto por la visión que esta ha sido aceptada como metáfora habitual de la verdad.24

Sin duda, la humanidad del tercer milenio es el resultado de cientos de miles de años de imaginación e imágenes humanas. Somos seres del mundo animado que conscientemente nos hemos domesticado y nos hemos hecho a nosotros mismos. La humanidad se ha servido de las imágenes para liberarse de los abrumadores imperativos biológicos. Pero ¿nos hemos convertido en víctimas de nuestra propia imaginación? La imaginación humana y el deseo de poder y control, ¿nos han vuelto contra nosotros mismos en tanto que especie biológica? Una vez más, la respuesta a mis preguntas es: sí, así lo creo.

Si las imágenes y la imaginación han emancipado a la especia humana, ¿no podría una imagen rehumanizada volver a liberarnos? Una imagen poética y corpórea y una imaginación generosa, desinteresada y genuinamente curiosa ¿no podrían conducir a un futuro optimista y volver a emanciparnos?

Este libro ha sido escrito desde el convencimiento de que podemos liberarnos y sensibilizarnos a través de una comprensión del mundo que vuelve a mitificarse y poetizarse, y que la imaginación humana es autónoma, autogenerada e ilimitada. Resulta esperanzador que a lo largo de las últimas décadas, el imaginario científico se ha acercado al imaginario poético, y viceversa. Vivimos en un mundo —o unos mundos— imaginativo construido por nosotros mismos, y el futuro de la humanidad depende por completo de nuestra capacidad de imaginación. Los capítulos que siguen analizan la esencia de las imágenes mentales y de la imaginación, y sugieren modos de hacer para que la arquitectura arraigue de nuevo en su terreno existencial.

Notas Capítulo 1

1 Kearney, Richard, The Wake of Imagination. Toward a Postmodern Culture, Routledge, Londres, 1994, pág. 3.

2 Calvino, Italo, Lezioni americane: sei proposte per il prossimo millennio, Garzanti, Milán, 1988 (versión castellana: Seis propuestas para el próximo milenio, Ediciones Siruela, Madrid, 2001, 3ª ed., pág. 68).

3 Kearney, Richard, op. cit., pág. 383.

4 Roland Barthes, citado en Kearney, Richard, Poetics of Imagining. From Husserl to Lyotard, Harper Collins Academic, Londres, 1994, pág. 8.

5 Este estudio aparece citado en Kearney, Richard, The Wake of Imagination, op. cit., pág. 1.

6 Christopher Wren, citado en Smith, Norris Kelly, “Crisis in Jerusalem”, en Tiegerman, Stanley (ed.), Late Entries to the Chicago Tribune Tower Competition (vol. II), Rizzoli, Nueva York, 1980, pág. 108.

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