La política que viene - Timothy Appleton - E-Book

La política que viene E-Book

Timothy Appleton

0,0

Beschreibung

Parafraseando a Mark Twain, los rumores sobre la muerte del populismo han sido en gran parte una exageración. ¿Son sus teorizaciones tradicionales adecuadas? En este libro, Timothy Appleton señala que, mientras que el populismo tradicionalmente se ha considerado sinónimo de hegemonía (la idea de que algunas demandas sociales se vean subordinadas a otras), en realidad, se trata de dos lógicas distintas e incompatibles. Partiendo de esta premisa, reinterpreta varios elementos del debate sobre el populismo: el entusiasmo político, la posverdad, el liderazgo, la soberanía, el nacionalismo, la relación entre populismo y los partidos políticos. Appleton abre un nuevo capítulo en la teoría populista: «el populismo de las singularidades». «El "populismo de las singularidades" que propone Appleton abre un camino nuevo para pensar la teoría populista y la política venidera a la luz de Rancière y Lacan. Un trabajo riguroso, original y necesario». Pablo Bustinduy

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 209

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



La política que viene

«La política que viene es un libro que interviene de manera lúcida y original en la escena del pensamiento político actual».

Luciana Cadahia

«Al recurrir al psicoanálisis para concebir la política de nuevo, Appleton articula una contribución original a la orientación inspirada en Laclau y Mouffe».

Yannis Stavrakakis

«Appleton es un pensador original que hace una contribución significativa al campo de la teoría poslaclausiana».

Emilia Palonen

«La teoría política del populismo es una selva un poco impenetrable. Appleton nos orienta y nos guía por este terreno descubriéndonos nuevos lugares. Este trabajo será una referencia inexcusable en los debates sobre populismo».

Ignacio Sánchez-Cuenca

© Timothy Appleton, 2021

© De la imagen de cubierta: Papo Kling

Montaje de cubierta: Juan Pablo Venditti

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Ned ediciones, 2022

Preimpresión: Editor Service, S.L.

www.editorservice.net

eISBN: 978-84-18273-71-1

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Ned Ediciones

www.nedediciones.com

Índice

Prólogo

Un nuevo reparto de la sensibilidad populista

Jorge Alemán

Introducción El populismo ha muerto, ¡viva el populismo!

Primera parte

Populismo versus hegemonía

Segunda parte

¿El populismo debe considerarse de izquierdas o de derechas?

El populismo y el afecto

¿El populismo equivale a la posverdad?

¿Cómo es el líder populista?

Populismo y nacionalismo

¿Cómo los populistas deberían relacionarse con los partidos políticos?

Conclusión: la política que viene

Agradecimientos

Prólogo

Un nuevo reparto de la sensibilidad populista

Jorge Alemán

Ya se sabe que el término «populismo» ha sido sistemáticamente degradado en su régimen de circulación general. Expulsado del orden conceptual de las ideas ha corrido la misma suerte que el término «maquiavélico». Ambos remiten a excesos antidemocráticos, manipuladores y que juegan con la ignorancia de la población. Difícil de salvar al populismo del estigma de la locura, al igual que al maquiavelismo del cinismo ambiente. Éste es un sentido común dominante. Pero si algo no le interesa a Appleton es el «sentido común» que se impone. Por ello, Appleton se abre a partir del Populismo teórico al difícil acceso en el espacio de la singularidad. En el Appleton que conozco hay siempre un tratamiento irónico del sentido común, de allí su sutil sensibilidad teórica.

Así nos encontramos en este libro con un serio intento de ajuste de cuentas con respecto al término de marras. Desde hace años, Appleton está concernido por la irreverente idea de otorgarle un nuevo valor al populismo e inscribirlo en una secuencia teórica y lógica distinta a sus fundamentos habituales.

Este libro se organiza, con un orden expositivo muy claro, haciendo converger pliegos teóricos diferentes. Mientras Appleton da cuenta exhaustivamente de los clásicos del populismo, rompe con un pacto establecido y los articula a los teóricos comunistas en un nuevo corpus teórico. En el «populismo de las singularidades» Appleton sustrae el término «hegemonía», verdadero vertebrador de la hipótesis populista, no oponiendo la «presentación singular» a los ejercicios colectivos de los comunistas. Así se obtiene una subversión de las diferencias que hasta ahora sustentaban a esa división. Para el populismo de las singularidades no hay diferencias entre los populistas y comunistas contemporáneos. La condición de posibilidad de semejante operación es la peculiar lectura de la teoría del sujeto y las lógicas de la sexuación en Jacques Lacan.

Queda para el lector, después de haber sido presentadas con exactitud las teorías populistas y comunistas, descifrar de qué modo la tensión irreductible entre el vacío del sujeto y la presentación plena y contingente de la hegemonía no puede ser suturada. Allí se encuentra un problema político de un orden determinante. Para Appleton la presentación del vacío no anula, no cancela la tarea por venir con la representación en su forma partido o Estado.

Desde hace años participo con Timothy Appleton en una apasionada interlocución sobre estos temas. Este singular libro es el mejor desenlace de ese encuentro.

Introducción

El populismo ha muerto, ¡viva el populismo!

El escritor José Miguel Rojo quizás hablaba en nombre de muchos de nosotros cuando, en su artículo de 2018 en El Salto, mencionó el final de la secuencia populista en España.1 Rojo argumentaba que «el momento populista» había empezado en 2011, después de la crisis financiera, y comenzó a declinar con la entrada de Podemosen los gobiernos municipales. Según el autor, acabó definitivamente en 2018, con la moción de censura contra el presidente Mariano Rajoy. Curiosa tesis. Después de todo, si una parte representativa de esta secuencia fue el auge meteórico de un partido político nuevo, parece extraño argumentar que lo que causó su fin fue el éxito relativo del mismo. No obstante, después de ver al establishment torpedeando el proyecto de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña y Bernie Sanders en Estados Unidos, es difícil resistirse a la percepción de que el momento populista se está agotando en general. Se nos presenta, aquí, una paradoja mayor. Ernesto Laclau, el pensador que más influyó en la teoría del momento populista en España, llegó a describir el populismo como «ontológico».2 Es decir, pensaba que forma parte del ser general de la política. ¿Cómo es posible, entonces, que algo que constituye la política como tal pueda dejar de hacerlo, repentinamente, en 2018? Esta contradicción se duplica en el libro de Chantal Mouffe, Para un populismo de izquierdas, que se publicó en 2019. La autora describe la urgencia abrumadora de construir un antagonismo populista que por otro lado constituye una parte «inerradicable» de todas las «relaciones humanas».3 Volveremos sobre esta paradoja en un instante.

Es importante saber qué opinan los intelectuales españoles de su propia secuencia populista, ya que España fue durante la última década el epicentro mundial de este movimiento. Uno piensa en las invitaciones de aquel momento, por parte de publicaciones tan veneradas como son The Guardian4y la New Left Review,5al líder de Podemos, Pablo Iglesias, a esbozar sus teorías «populistas» en sus páginas. En los círculos intelectuales de Gran Bretaña, el fenómeno populista de España probablemente se vio como una extensión de su tradición fuerte de eurocomunismo, en la última parte del siglo anterior. Debemos referirnos al líder del Partido Comunista Español, Santiago Carrillo, cuyo libro Eurocomunismo y estado se había considerado tradicionalmente como un texto fundamental de este movimiento.6 La conexión entre los dos espacios políticos consiste en su heterodoxia con respecto al marxismo clásico, a lo que se suma una cierta tendencia histórica en España de abrazar la estrategia política del frente popular. Si bien es cierto que la izquierda española últimamente ha tendido a pronunciar menos la palabra «populismo», cediéndola de este modo a los que prefieren usarla despectivamente. Me refiero sobre todo a la centroizquierda española, un sector que tradicionalmente ha fabricado mucha propaganda antipopulista. El líder del psoe, Pedro Sánchez, sería buen ejemplo: en 2014, comentó que «El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad».7 Quizás puede concluirse, entonces, que el pacto político de 2020 entre el psoe y Podemos verifica la tesis de José Miguel Rojo. La inmersión en los procesos parlamentarios ha limitado, por ahora, al populismo español, al menos como estrategia discursiva de la izquierda radical española.

Tal vez los primeros en precipitar este cambio eran los aliados intelectuales de Podemos. Por ejemplo, resulta sorprendente que, en su libro En defensa del populismo,de 2016, el filósofo español Carlos Fernández Liria en realidad no expone nada que pudiera describirse como una defensa del populismo, sino que se refiere a él como un puente desfavorable, pero necesario, para llegar al objetivo real, a saber, una república cosmopolita.8 Una tendencia idéntica se ve en otro defensor temprano de Podemos, y también filósofo español, José Luis Villacañas. En su libro Populismo, de 2015, Villacañas concluye que: «El republicanismo comparte con el populismo algunos aspectos, pero sobre todo es una tradición política autónoma, antigua y respetable, respeto a la cual el populismo es una ingente simplificación. Sin embargo, lo que acabará por decidir entre una y otra será la propia base material de la sociedad, no la capacidad teórica o retórica de uno o de otro».9 De nuevo, su argumento es que el fin político correcto es el republicanismo, pero a veces, debido a una situación social complicada, el medio va a tener que ser populista. Se podría decir que con amigos así, ¿quién necesita enemigos? Personalmente, veo un aire de familia entre este argumento y la crítica liberal del populismo (de Pedro Sánchez, por ejemplo): tanto el liberalismo como el republicanismo se basan —teóricamente— en la idea de un consenso social básico, que el populismo, cuyo punto de partida es el contrario, ladivisión, pretende minar decisivamente.

Un aspecto interesante a este nivel es el tira y afloja entre los intelectuales españoles y los de América Latina. La presencia de la política populista por toda América Latina es conocida, pero un país clave en este aspecto es Argentina, que es el lugar donde el fenómeno verdaderamente se teorizó por primera vez, probablemente debido a la presencia duradera del peronismo allí, que muchos consideran el paradigma de esta forma política. Dos referencias importantes a este respecto son Ernesto Laclau, que es el teórico moderno más famoso del populismo, y Jorge Alemán, que ha desarrollado de manera extensa las teorizaciones de Laclau. En realidad, se puede defender que los dos han sido más influyentes en la secuencia populista en España que los propios intelectuales españoles, en parte por su insistencia en apoyar su término central. Por mi parte, estoy de acuerdo con esta insistencia, y considero que el hecho de ser inglés no es un accidente en este sentido. Lo menciono porque el populismo está experimentando un renacimiento importante en el mundo anglosajón actualmente. ¿De qué manera?

Casi todos los presentadores de los nuevos medios virtuales de izquierdas, en países como Estados Unidos y Gran Bretaña, se describen a sí mismos como «populistas de izquierdas».10 Como ejemplo, se incluyen las plataformas de izquierdas más grandes de los dos países: TheYoungTurks en Estados Unidos y NovaraMedia en Gran Bretaña, que han publicado artículos con títulos como «Si el falso populista de Trump puede ganar, imaginaros qué podría hacer un populista de verdad»,11 y «¿Es el populismo el nuevo punk?».12 Otro ejemplo clave sería el programa político online importante, TheHill. Sus presentadores, Krystal Ball y Saagar Enjeti, publicaron al principio de 2020 un libro en el que especulan que la próxima fase de la política en Estados Unidos será esencialmente populista. El título del libro resume bien su idea principal: The Populist’s Guide to 2020: A New Right and New Left are Rising (La guía de 2020 para populistas: están surgiendo una nueva derecha y una nueva izquierda).13 Otra referencia literaria sería el libro de 2019 de un periodista destacado de Novara Media, Aaron Bastani, Fully-Automated Luxury Communism (Comunismo de lujo plenamente automatizado), en el que el autor conjetura que la forma política que asumirá el nuevo comunismo que promueve será —paradójicamente— el populismo.14 «Populismo de lujo», lo llama. En suma, el mundo anglosajón va ensalzando este término en el mismo momento en que los países del sur de Europa, como España, se están distanciando un poco de él. No obstante, y dada mi relación personal con el mundo hispanoparlante, me gusta pensar que esta nueva ola de populismo es un efecto de la influencia de Podemosy también de los teóricos argentinos. Por otro lado, también debe reconocerse que siempre ha sido menos controvertido defender el populismo en los países anglófonos que en el resto del mundo; el hispanoparlante incluido. ¿Por qué?

Margaret Canovan, en su libro The People (El Pueblo), ha hipotetizado que el mundo anglosajón se siente más cómodo con el término populismo porque la palabra «people»es más versátil en inglés que en otros idiomas; en esta lengua, puede ser tanto un nombre abstracto (people) como concreto (the people).15 En español, por ejemplo, hay que utilizar dos palabras distintas para captar estos dos sentidos: «pueblo» y «gente». Canovan argumenta que esta bivalencia tiene como consecuencia que la palabra people denota simultáneamente potencialidad y actualidad. De la misma manera, en las culturas anglófonas el pueblo se ve, no sólo como algo excluido (y, por lo tanto, una amenaza), sino también como la base legítima de todo sistema constitucional. Este argumento tal vez requeriría investigación adicional, pero podría especularse que el aspecto lingüístico en sí mismo justifica la descripción del populismo como ontológico, en la obra de Ernesto Laclau (quien trabajó gran parte de su vida en Inglaterra). Quizás, es apropiado mencionar aquí que la etimología de la palabra «populismo» es inglesa. El People’s Party (Partido del Pueblo, o, si se prefiere, el Partido Popular) empezó en los Estados Unidos a finales del siglo xix y parece que la palabra populists se usó coloquialmente para referirse a sus militantes y representantes.16 Un último factor relevante podría ser el hecho de que el marxismo —que es un rival parcial del populismo— nunca ha sido un sistema de pensamiento especialmente relevante en el mundo anglosajón. El sociólogo Thomas Frank comenta que «Reducido a su esencia, el populismo es la manera que tienen los estadounidenses de expresar el antagonismo de clase».17

Quizás puede concluirse, entonces, que, parafraseando a Mark Twain, los rumores de la muerte del momento populista han sido en gran parte una exageración. ¿Esto quiere decir que considero que la teoría populista clásica sigue siendo válida? En algunos sentidos sí, pero creo que debe matizarse en un punto importante, y ésta es la tarea principal de este libro. ¿Cuál es la innovación que propongo introducir? El nexo argentino-español ha asumido durante mucho tiempo que el populismo es prácticamente sinónimo de la hegemonía. Por ponerlo en las palabras de Íñigo Errejón, uno de los intelectuales orgánicos más importantes de la primera fase de Podemos, que ha sido muy influenciado por la obra de Laclau: «el discurso populista es el que unifica posiciones y sectores sociales muy diversos en una dicotomización del campo político que opone a las élites tradicionales al “pueblo” como construcción por la cual los sectores subalternos reclaman con éxito la representación de un interés general olvidado o traicionado».18 O sea, un proceso hegemónico. Mi argumento, en cambio, es que no sólo hay una tensión entre hegemonía y populismo, sino que, en el fondo, representan lógicas incompatibles. ¿Por qué?

Primero, debe señalarse el punto compartido entre hegemonía y populismo: los dos dependen de la categoría de antagonismo social. Según autores como Laclau (y su colaboradora Chantal Mouffe), por ejemplo, la condensación de significantes particulares en un bloque hegemónico depende de la presencia de un «exterior constitutivo», mientras que el populismo depende de una dicotomía entre el pueblo y la élite. No obstante, creo que el estatuto del antagonismo es diferente en las dos teorías. Esencialmente, me parece que, en el caso del populismo, el antagonismo es radical, mientras que en la hegemonía es mediado. Tengo en mente aquí la manera en que un antagonismo populista constituye una singularidad, mientras que la hegemonía oscila —de una manera que yo considero inviable— entre la singularidad y pluralidad de antagonismos que pueden encontrarse dentro de una formación social. ¿Por qué lo describo como inviable? Si, como dice la teoría de hegemonía, un antagonismo es lo que constituye tal formación social, es imposible que la misma incorpore más antagonismos, porque esto significaría que engloba más formaciones sociales, y esto representaría una contradicción directa al interior de la misma teoría. Creo que un efecto de esto es una cierta indecisión con respecto al propio momento antagónico, la cual dificulta infinitamente la militancia política que en principio lo acompaña. Para dar un spoiler de mi argumento en este libro: resolveré esta tensión no descartando la posibilidad de antagonismos múltiples, sino concluyendo que una formación social no es una categoría apta para incorporarlos. En realidad, esta conclusión la considero como una variación sobre la idea laclauiana de que la sociedad no existe, aunque diría que es una versión más completa de la misma.

Creo que una de las ventajas de esta conclusión es que soluciona uno de los dilemas más tediosamente insistentes de la teoría política contemporánea de izquierdas. Me refiero al debate interminable de qué tiene más prioridad, «las políticas de identidad» o la economía. Un ejemplo de esta confusión es el libro melancólico La trampa de la diversidad,de Daniel Bernabé. Bernabé argumenta que deberíamos reconocer que la lucha fundamental de un campo social es la económica, y que todas las demás deberían considerarse epifenoménos. Otra vez, esta conclusión me parece falaz, no por su sesgo político, sino porque se basa en una falsa concepción del espacio social en el que se supone que surgiría este dilema. Se podría añadir que, aunque la teoría de la hegemonía discrepa con la tesis de Bernabé, ya que para ella ninguna lucha puede privilegiarse, creo que acaba cometiendo el mismo error, por obligar a una condensación de múltiples antagonismos en uno solo, dentro de un campo social supuestamente unificado. De todo esto deduzco que el populismo, con su énfasis en la singularidad de un antagonismo, es la única lógica que es realmente capaz de abrazar lo que llamaría la «dispersividad» fundamental de lo que solemos referirnos como un orden social. Además, creo que esta conclusión es válida independientemente de la época en la que se despliega, lo cual soluciona el problema del anacronismo, que mencioné al comienzo. Creo que otra ventaja de este argumento es que evita el error contrario de lo de Bernabé. ¿A cuál me refiero?

El otro error es el de intentar evitar los problemas potenciales con el antagonismo por suavizar la categoría. Una referencia pertinente aquí es Chantal Mouffe, con su idea de agonismo. Según la concepción de Mouffe, tenemos la obligación de militar con respecto a un antagonismo real, bajo la condición de que reconozcamos al mismo tiempo el derecho de nuestro enemigo de hacer lo mismo. ¡Mejor ni pensar en los dilemas kantianos que produce una formulación de este tipo! Debe añadirse que esta idea es, en realidad, bastante tradicional. Remite a la frase voltairiana mítica de Evelyn Beatrice Hall: «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». En el caso de Mouffe, diría que esta posición es un efecto secundario de los problemas teóricos asociados a su concepción de hegemonía. Es decir, considero su ambivalencia sobre el antagonismo como resultado del hecho de que la hegemonía supone un espacio social, de extensión determinada, que podría llenarse de las fuerzas progresistas (si no fuera así, la indecisión que mencioné anteriormente no surgiría como problema). Si uno empieza con esta premisa, es lógico que los dos antagonistas que se encuentran en este espacio sean plenamente constituidos, igual que el conjunto que los incorpora. En tal contexto, es cierto que la única opción para los antagonistas relevantes sería tranquilizarse, para evitar la guerra total. ¿Cómo se resolvería, entonces, este problema? Deshaciendo el conjunto social relevante. Una manera de realizar esta tarea sería la que mencionamos antes: enfatizando en la dispersividad de este conjunto. Pero también hay otra manera de hacerlo, que podría mencionarse aquí.

Primero, debe comentarse que el concepto de antagonismo que despliega Mouffe está muy influenciado por la obra del jurista alemán Carl Schmitt. Éste defiende que, en la política, hay dos categorías fundamentales: las de amigo y las de enemigo. Según Schmitt, esta distinción es paralela a la de lo bello y lo feo en lo estético, el bien y el mal en lo moral o lo rentable y lo no rentable en lo económico.19 Yo también aceptaría esta idea. No obstante, puedo ver por qué asusta: suena al antagonismo ciego, tipo «choque de civilizaciones», de Samuel Huntington. Después de todo, no debe olvidarse que Schmitt era miembro del Partido Nazi en Alemania. Para evitar esta dificultad, entonces, propongo suplementar la referencia a Schmitt con otra, a saber, Jacques Lacan. Vengo de una tradición de psicoanálisis lacaniano, y creo que cuando pensamos en la distinción de Schmitt, debemos considerarla en términos de la teoría de la diferencia sexual en Lacan, es decir, como una división radicalmente desequilibrada, en la que una parte se encuentra constituida y la otra deconstituida, por así decirlo (algo que refleja la distinción entre la posición femenina y la masculina, en las fórmulas de Lacan).20 El efecto de esta concepción es que un lado de un antagonismo será invisible desde el punto de vista del otro. Esta conclusión ofrece descentrar por completo el conjunto social que incorpora los dos antagonistas, quitando así toda la angustia que se asocia con la idea de que éstos sean perfectamente formados.

He dicho antes que uno de los pensadores fundamentales de populismo y hegemonía es Ernesto Laclau. El primer capítulo de este libro, entonces, se enfocará en sus teorías, en parte elaboradas con Mouffe. Al mismo tiempo, identificaremos los que consideramos los obstáculos internos que ellas presentan. Para luego ir superándolos, será necesario pasar por los debates entre Laclau y los demás pensadores posalthusserianos.21 Sobre todo, contemplaremos la división entre los que abogan por el «neopopulismo» (Ernesto Laclau y Jacques Rancière) y el «neocomunismo» (Alain Badiou y Slavoj Žižek). Este argumento será otra manera de discutir el choque entre la singularidad y la pluralidad de antagonismos, que comentamos anteriormente. Una ayuda en este proceso será el hecho de que el propio Laclau comentaba en su momento la obra de cada uno de los demás autores; esto nos guiará hasta un cierto punto en el debate. Al final de esta discusión, acabaremos más cercanos a la posición «populista» de Rancière, pero aclarando algunos de sus aspectos, y suplementándola con puntos importantes de los argumentos de todos los demás autores. Una vez realizado este proceso, y establecidas nuestras premisas teóricas, intentaremos sacar algunas consecuencias, que también tendrán que ver con debates más generales que se han tenido sobre el populismo. De estas premisas he elegido seis a tratar: la cuestión de si el populismo finalmente debe considerarse de izquierdas o de derechas, la cuestión del entusiasmo popular, la cuestión de verdad versus posverdad, la cuestión de liderazgo en el populismo, la cuestión de la relación entre populismo y nacionalismo, y la cuestión de la actitud que deberían mantener los populistas con respecto a los partidos políticos.

1. Rojo, J. M. (2018, septiembre). ¿Se acabó el momento populista en España? El Salto. Recuperado de https://www.elsaltodiario.com/camara-civica/se-acabo-el-momento-populista-en-espana

2. Laclau, E. (2012). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

3. Mouffe, C. (2019). For a Left Populism. Londres: Verso Books, pp. 90-91. Traducción del autor.

4. Williams, Z. (2015, diciembre). Podemos leader Pablo Iglesias on why he’s like Jeremy Corbyn: ‘He brings ideas that can solve problems’. The Guardian. Recuperado de https://www.theguardian.com/politics/2015/dec/15/podemos-pablo-iglesias-jeremy-corbyn-spain-election-radicalism-labour

5. Iglesias, P. (2015). Entender Podemos (Fernández, F. Trad.). New Left Review. Recuperado de https://newleftreview.org/issues/ii93/articles/pablo-iglesias-understanding-podemos

6. Carrillo, S. (1977) Eurocomunismo y estado. Barcelona: Crítica/Grijalbo.

7. Sánchez avisa de que «el fin del populismo es la Venezuela de Chávez». (2014, septiembre). Europa Press. Recuperado de https://www.europapress.es/nacional/noticia-sanchez-avisa-fin-populismo-venezuela-chaves-cree-pp-frota-manos-auge-20140910215917.html

8. Fernández Liria, C. (2016). En defensa del populismo. Madrid: Catarata, p. 203.

9. Villacañas, J. L. (2015). Populismo. Madrid: La Huerta Grande, p. 119.

10. Secular Talk, (2020, agosto). Dem Convention Packed with Republican Speakers & Right-Wing Arguments. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=KO_xj03C3aA

11. The Young Turks, (2018, julio). If Fake Populist Trump Won, Imagine What Real Populist Can Do. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=urDxXyq7jYA.

12. Novara Media, (2017, marzo). Terms of Engagement: Populism. Recuperado de https://www.facebook.com/novaramedia/posts/1470355089672320.

13. Ball, K. & Enjeti, S. (2020). The Populist”s Guide to 2020: A New Right and New Left are Rising. Washington: Strong Arm Press.

14. Bastani, A. (2019). Fully-automated Luxury Communism: A Manifesto. Londres: Verso Books, p. 188.

15. Canovan, M. (2005). The People. Cambridge: Polity, p. 19; p. 105.

16. Aunque debe añadirse otra etimología importante: la rusa, con sus movimientos de Narodniki (populistas en ruso) en el siglo xix y la primera parte del siglo xx.

17. Frank, T. (2018, mayo). Forget Trump – populism is the cure, not the disease. The Guardian. Recuperado de https://www.theguardian.com/books/2018/may/23/thomas-frank-trump-populism-books

18. Errejón, Í. & Mouffe, C. (2016). Construir Pueblo: Hegemonía y radicalización de la democracia. Barcelona: Icaria, p. 87.

19. Schmitt, C. (1987). El concepto de lo político. Madrid: Alianza, p. 56.

20. Jacques Lacan, J. (1989). El seminario de Jacques Lacan, Libro 20: Aun 1972-1973. Buenos Aires: Paidós.

21. Digo posalthusserianos porque todos los escritores relevantes son —o eran en su momento— discípulos del «marxista estructuralista» francés Louis Althusser.

Primera parte

Populismo versus hegemonía

Seguramente es razonable describir la fase más reciente de la política de izquierdas como populista