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En el perenne invierno de la Escandinavia medieval, la joven Vigdis se enamora perdidamente de Ljot, un marinero islandés descarado, audaz en la batalla y sensible a la poesía. La atracción es mutua, pero Ljot se aprovecha de la ingenuidad de la joven, quien es violentada por el hombre al que habría querido amar. Vigdis se verá desde ese momento, aunque no logre extirpar su amor por Ljot, dominada por un tremendo deseo de venganza. A pesar de que logra reconstruir su vida y restaurar el honor de su familia, conservando su independencia en un mundo gobernado por hombres, el paso de los años no acabará trayendo la ansiada serenidad a su existencia. Se dirigirá, de manera irremediable, al más cruel de los desenlaces. Más de una década antes de la publicación de la trilogía Cristina, hija de Lavrans, Sigrid Undset, Premio Nobel de Literatura, escribió La saga de Vigdis, relato breve y conmovedor traducido en esta edición por primera vez al castellano desde el noruego original.
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Sigrid Undset
La saga de Vigdis
Traducción del noruego de Iris Lobo Muñiz y Kristina Solum
Introducción y notas de Iris Lobo Muñiz
Título en idioma original: Fortællingen om Viga-Ljot og Vigdis, 1909
© Ediciones Encuentro S.A., 2022
© Traducción de Iris Lobo Muñiz y Kristina Solum
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte
Esta traducción ha sido publicada con el apoyo económico de Norla
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Fotocomposición: Encuentro-Madrid
ISBN EPUB: 978-84-1339-433-6
Depósito Legal: M-5980-2022
Printed in Spain
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Breve introducción al medievalismo de Sigrid Undset y a La saga de Vigdis
Cuando Sigrid Undset (1882-1949) ganó el Premio Nobel de Literatura en 1928, el jurado arguyó que su mérito principal eran las potentes descripciones de la vida cotidiana en el norte de Europa durante la Edad Media que caracterizan sus novelas. Por aquel entonces, en pleno apogeo de las vanguardias, la literatura histórica, especialmente la de ambientación medieval, no se publicaba ni consumía con frecuencia, al considerarse un género anquilosado en las tendencias románticas del pasado siglo.
Durante más de una década, la previa a la recepción del Nobel, Sigrid Undset se dedicó casi en exclusiva a leer, escribir y traducir sobre la Edad Media. Publica primero su hagiografía de san Halvard (1920), a continuación los tres volúmenes de Kristin Lavransdatter (1920-1922) y luego los dos de Olav Audussøn (1925-1927)1. Entre medias, en 1923, sacó al mercado una traducción de tres de las sagas del Codex Möðruvallensis (AM 132 fol), fechado a inicios del siglo XIV y que contiene el mayor repertorio de sagas islandesas medievales2.
Con estas publicaciones medievales, Sigrid Undset estaba en gran medida contribuyendo al gran debate humanístico que había en aquel momento en Noruega. Los académicos noruegos, divididos en dos facciones lideradas por Edvard Bull (1881-1932) y Fredrik Paasche (1886-1943), discutían hasta qué punto el cristianismo estaba implantado en la vida diaria del país durante los primeros siglos tras la Cristianización del país (1022) e incluso hasta la introducción de la Reforma luterana (1536-1537), o si realmente pervivían en gran medida las costumbres paganas3. Otra cuestión importante era cómo el cristianismo influyó en la formación de la identidad nacional noruega, que suele retrotraerse a dicho periodo medieval, ya que Noruega no volvió a ser un país independiente hasta el siglo XX. Recordemos que Noruega, junto con Dinamarca y Suecia, formó la llamada Unión de Kalmar (1396-1537), luego pasó a formar parte del Reino de Dinamarca (1537-1814) y, finalmente, tras las guerras napoleónicas, fue cedida al Reino de Suecia (1814-1905).
Tanto en Kristin Lavransdatter como en Olav Audussøn, Sigrid Undset se esfuerza en narrar una Noruega medieval en la que el cristianismo estaba plenamente implantado en la vida diaria, haciendo eco así a las teorías de Paasche, quien la aconsejó sobre cuestiones históricas durante la redacción de sus novelas y también con las traducciones del islandés.Undset llevó a cabo un concienzudo trabajo de documentación histórica y literaria para escribir estas obras, que muchos consideran la obra cumbre de su carrera y el principal factor para la concesión del Premio Nobel.
No es casual que este periodo dedicado al estudio del cristianismo medieval culmine con la conversión de Undset al catolicismo. En la ceremonia, que tuvo lugar en la capilla de San Torfinn en Hamar el 1 de noviembre de 1924, la autora eligió un fragmento del evangelio de Mateo que se refiere a los orígenes de la Iglesia como institución: «Ahora yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18)4. Unos años después, en marzo de 1927, Sigrid Undset profesó como dominica seglar en la Tercera Orden de Santo Domingo, bajo el nombre de Olave, versión femenina del rey que había cristianizado el país. La década de los veinte y su exploración del cristianismo medieval noruego culminan con la publicación de una breve colección de ensayos católicos (1927), previamente aparecidos en prensa, con una hagiografía de Olav el Santo (1930) y con la serie de novelas formada por La orquídea blanca (1929) y La zarza ardiente (1930), donde explora su propia conversión al catolicismo a través del personaje de Paul Selmer5. Casi una década después publica otra hagiografía de varios santos noruegos medievales (1937), mientras que su conocida hagiografía de santa Catarina de Siena es publicada de forma póstuma en 19516.
El origen de la fascinación de Sigrid Undset por la Edad Media se remonta a su infancia. Como cuenta en su autobiografía novelada, Elleve aar (1934), en la que rememora los primeros once años de su vida desde la perspectiva de un trasunto infantil, Ingvild (versión femenina del nombre paterno):
Ingvild solía acompañarlo en su cuarto para leer en voz alta. Habían empezado con las sagas islandesas, en una traducción moderna, pero el danés era una lengua muy poco apropiada para la materia. Todavía no era capaz de leerlas sola en nórdico antiguo. De tanto en tanto, papá le pedía que buscara un pasaje en el texto original, algún discurso o algo semejante que acababa de leerle en traducción y que quería volver a escuchar para saborear las palabras tal y como habían sido escritas en realidad. Las ediciones de los libros en nórdico antiguo venían en libros muy viejos de papel fino e irregular, impresos con una tipografía elegante y fácil de leer y era un verdadero deleite hojearlos, pues tenían los bordes sin desbarbar. Las ediciones originales de las sagas estaban en la balda más baja de la estantería, así que cuando Ingvild le leía en voz alta a papá, se tumbaba boca abajo sobre la moqueta y solamente tenía que estirar un poco el brazo para poder coger los tomos que le iba pidiendo7.
Su padre Ingvald Undset (1853-1893) había sido un arqueólogo especialista en la Edad de Hierro en el norte de Europa y en los viajes de los escandinavos por el Mediterráneo. Los meses previos a su muerte, el primer evento traumático que marca la vida de Sigrid Undset, estuvieron dedicados a la lectura de las sagas, primero en traducción moderna y luego en versión original, lo que permitió a la autora familiarizarse desde la infancia con el idioma y el estilo literario medieval que serían clave en la formación de su propio lenguaje escrito. Sigrid hereda de su padre el profundo interés por la historia y arqueología y, sobre todo, las sagas medievales, el último tema del que pudieron hablar:
Cuando llegó al momento en que la madre de Olav va a hablar con sus hermanos y pide ayuda a sus sobrinos para vengar su muerte, Ingvild levantó la mirada hacia papá. Esperaba que le pidiera que volviera a leer el pasaje en nórdico antiguo. Papá no dijo nada, debía de estar muy cansado. De todas formas, se puso a rebuscar en la estantería porque quería comprobar por sí misma qué es lo que se decía en la historia de verdad. Pero no encontró ninguna edición islandesa de la saga de Hávarðar Ísfirðings8.
Al día siguiente, mamá estuvo en el cuarto de papá todo el día (…) Cuando por fin salió a la puerta, Ingvild supo lo que había pasado antes de que dijera nada. Toda la alegría había desaparecido de su rostro y a la niña le pareció una señal de que la vida feliz y tranquila que habían tenido todos juntos también se desvanecería. Mamá, la mamá que había conocido toda su vida, ya no estaba allí, como si las lágrimas la hubieran convertido en otra persona. Entonces pidió a las niñas que entraran con ella al cuarto para despedirse de papá, que yacía muerto en la cama9.
La primera novela que escribió Sigrid Undset, entre 1902 y principios de 1905, es decir, entre sus veinte y veintidós años, mientras trabajaba como secretaria en una oficina de Oslo, se titulaba Aage Nielssøn til Ulvholm y era de tema medieval. El germen de esta primera obra lo reaprovechó Undset años más tarde para desarrollar Olav Audussøn. Aunque esta fue rechazada por la casa editorial Gyldendal de Copenhague, el editor jefe, encomiando su talento, la animó a abordar un tema contemporáneo10. De ahí surge la breve novela epistolar Fru Marta Oulie (1907), donde Undset se plantea desmontar el tropo decimonónico de la mujer infiel, popularizado por grandes clásicos como Madame Bovary, Anna Karenina o nuestra Regenta, aunando la voz femenina del narrador típico de este tipo de novelas con la experiencia como mujer de la autora. La obra fue un éxito y también la siguiente colección de cuentos, Den Lykkelig Alder (1908), cuyo relato homónimo fue la primera obra de Sigrid Undset publicada en España en 192911. A partir de entonces vivió exclusivamente de su labor literaria, abandonando su puesto como secretaria.
En 1909 recibió una beca estatal para pasar una temporada en Roma escribiendo y pintando. En Roma conoce a su futuro marido, el pintor noruego Anders Castus Svarstad (1869-1943), que en aquel momento estaba casado, así que tuvieron que mantener la relación en secreto durante un tiempo. Parte de dicha experiencia vital es ficcionalizada en la novela de artista Jenny (1911), que la crítica considera su primera obra importante. Sigrid y Anders se casaron en Amberes en 1912 y se separaron de forma amistosa en 1919, tras haber tenido tres hijos, aunque la separación no se formalizó hasta la conversión de Sigrid al catolicismo, ya que el matrimonio fue considerado nulo puesto que la primera esposa todavía vivía. Más tarde, Undset argumentaría que una de las motivaciones para la separación había sido su deseo de convertirse al catolicismo y dedicarse exclusivamente a la fe, el estudio y la escritura.
Durante su matrimonio, la autora escribe únicamente novelas y cuentos de ambientación contemporánea, en su mayoría centrados en el tema de las relaciones de pareja entre hombres y mujeres. Tras su etapa medievalista, de la que hemos hablado, publica varias autobiografías y novelas contemporáneas12, además de un intento de una nueva serie histórica, Madame Dorthea (1939), esta vez ambientada en el siglo XVIII, truncado tras el primer volumen por el inicio de la II Guerra Mundial. Tras la invasión alemana a Noruega en mayo de 1940, huye a Estados Unidos y su extraordinario viaje, cruzando el norte de Europa, Rusia y el Lejano Oriente durante la guerra, es narrado en su libro de viajes Tilbake til fremtiden (1945).
Pero volvamos a 1909, año en que sale al mercado su primera novela de longitud media, en la que retoma la temática medieval y que, gracias al éxito de sus anteriores publicaciones, es aceptada por una editorial noruega: Fortelling om Viga-Ljot og Vigdis. La obra, publicada a finales de noviembre, cuando Sigrid ya estaba viviendo sola en Roma, tuvo tanto éxito que el editor encargó una reimpresión de 2000 ejemplares para Navidad13.Esta obraestá ambientada a finales de la edad de oro vikinga (siglos VIII-XII) en la región de Oslo y en los fiordos orientales de Islandia durante el reinado de Óláfr Haraldsson, Olav II el Santo (1015-1028). Es decir, el trasfondo cultural en que se desarrolla el conflicto pasional de los protagonistas es una etapa clave de cristianización del país, que suele fecharse en 1022, tras la asamblea (Alting) convocada por el rey Olav en Moster, Hordaland, donde se decidió la religión oficial del reino. En La saga de Vigdis, Undset intenta remedar el estilo sencillo y vocabulario reiterativo de las sagas islandesas, pero centra la narración no tanto en las hazañas guerreras de los hombres en sus travesías por ultramar, sino en las batallas personales, a veces no menos violentas, que tenían que librar las mujeres que los esperaban en casa o que eran arrebatadas de sus hogares por la fuerza.
Aunque novelas y narrativas audiovisuales recientes han querido mostrarnos sugestivos ejemplos de mujeres vikingas a las armas (siguiendo el patrón de la llamada metaficción historiográfica feminista, que busca corregir la ausencia de voces femeninas en los textos históricos y literarios), no debemos olvidar que los especialistas todavía insisten en que, si bien no puede descartarse que hubiera alguna mujer que tomara parte en travesías o batallas, esa no era la norma general. Hallazgos arqueológicos examinados genéticamente, como el de la tumba de Birka, Suecia, han demostrado que algunos de los cuerpos enterrados con honores de líder en tumbas vikingas, y que se creían masculinos por estar rodeados de armas, eran realmente de mujeres. Pero a falta de más pruebas, se trata de casos aislados. No obstante, la posición de la mujer en la sociedad nórdica podía llegar a ser muy prominente ya que podían ocupar papel clave en la administración de los recursos (no en vano, las mujeres solían quedarse a cargo de las granjas mientras los hombres se embarcaban en incursiones de pillaje por las costas europeas) y también llegar a tener cierta influencia como consejeras en la política local, aunque no podían tomar parte en la Asamblea. De ambas cosas podemos ver un ejemplo en la vida de la protagonista, Vigdis.
Como hemos explicado, Sigrid Undset conocía bien las sagas y la historia y arqueología de su país. Su tratamiento de la materia medieval, si bien influenciado por la ideología más conservadora de la época y la falta de información de lo que avances científicos demostraron más recientemente, puede considerarse no ya verosímil, sino realista, ya que busca el verismo histórico. El mérito principal de este libro tal vez sea contar la historia vikinga desde otra perspectiva distinta a la de las sagas, explorando los avatares vitales de personajes femeninos fuertes como Vigdis, pero también Æsa, Gudrun y Leikny, cada una enfrentándose a un reto distinto. Lo que no va en detrimento del interés de personajes masculinos como Veterlide, Illuge, Ulvar y particularmente Ljot, quien probablemente experimente la evolución psicológica más grande de toda la novela.
Esta obra de Sigrid Undset ilustra por tanto cómo las mujeres tomaban parte en la sociedad vikinga, explicando hasta qué punto podían tener acceso al poder y los recursos de resistencia femenina a la violencia masculina. Así, si bien este relato remeda lo medieval en la ambientación, resulta sorprendentemente actual en sus temas. Amor, obstinación, violencia, odio y venganza son los ingredientes principales con los que se construye esta apasionante historia de dos vidas entrelazadas por los hilos del destino que tejen las Nornas a los pies de Yggdrasil, el árbol del mundo, y que Vigdis, a modo de una tenaz Salomé vikinga, está empeñada en deshilvanar a su albedrío para así resarcirse del agravio causado por Ljot.
Pero en La saga de Vigdis se aúnan las sagas medievales y las novelas modernas. De la Saga de Viga-Glum, que luego traduciría en 1923, Sigrid Undset toma el apodo para el protagonista masculino, así como tal vez el de la protagonista femenina (posible feminización de Vigfúss a Vigdis), el papel simbólico de la capa, la exploración del tópico del destino heredado y, sobre todo, el interés por presentar protagonistas que no despiertan fácilmente las simpatías del lector, pese a las tribulaciones que deben sobrellevar. Cuando le preguntaron por su inspiración a la hora escribir esta obra, Sigrid volvió a referirse a las sagas y explicó su interés en remedar cómo la literatura medieval ilustra las emociones y relaciones humanas:
Me preguntáis cómo es que se me ocurrió escribir una obra histórica. Intentar explicar cómo se nos ocurren las cosas que escribimos es tarea penosa. Siempre me ha interesado la historia. Y el libro que más impresión me ha causado jamás probablemente sea la Saga de Njal, que leí cuando tenía diez años (…) [Tras la muerte de mi padre] no volví a leer las sagas hasta que empecé a intentar darle forma a la historia de La Saga de Vigdis. El motivo principal, el hijo como venganza, es frecuente en las baladas populares. Me apetecía utilizarlo como eje narrativo en una novela. Cuando acabé de darle vueltas a la trama, me di cuenta de que la ambientación debía ubicarse en otro tiempo. Me sentía segura de mi conocimiento de la Edad Media. Allí se encuentra la inmutable naturaleza humana al desnudo, puesto que las convenciones sociales son tan primitivas que los individuos pueden desarrollarse libremente, sin restricciones, mientras que en otros momentos históricos están constreñidos por el espíritu de su época que impregna toda la sociedad (…) En las sagas islandesas, las novelas caballerescas danesas, la épica germana, los personajes muestran emociones y pensamientos muy humanos, universales, que están expresados artísticamente con gran concisión. Es obvio que hoy día no deberíamos, de hecho, no podemos, escribir sagas, novelas caballerescas o poesías épicas. Pero si despojamos los razonamientos e impresiones contemporáneos de su capa más superflua, podemos observar la vida desde una perspectiva medieval y comprobar que no es tan distinta de la actual. Y al reproducirla concisamente mediante la palabra, es inevitable que la forma se vea afectada. Así escribimos como contemporáneos. Realmente, solo podemos escribir las novelas desde su contemporaneidad14.
La crítica destacó el carácter ligeramente experimental de la obra al intentar imitar, con más o menos éxito en distintos pasajes, el estilo y temática de la épica medieval, especialmente de Gumlaug Ormstunge15. De esta forma, La saga de Vigdis se mueve entre el pastiche de las sagas y un uso del lenguaje mucho más moderno, pero lo que lo hace una obra plenamente contemporánea es la introspección de los personajes, así como las relaciones entre ellos, que recuerdan a los de las modernas novelas psicológicas16. Otra estrategia narrativa que emplea Undset para acercar la narración al presente y llamar la atención del lector es el cambio brusco a los tiempos de presente en momentos de gran dramatismo. Esto ocurre cinco veces a lo largo de la novela, marcando así los puntos claves de la trama.
Lo moderno y lo antiguo conviven, por tanto, a todos los niveles en esta primera novela medieval de Sigrid Undset, un primer paso hacia la consolidación de una escritora que veinte años después alcanzaría el mayor galardón literario, justamente por saber hacer atractivos al lector contemporáneo temas y personajes muy alejados en el tiempo. Como cuenta en una entrevista que le hicieron en su casa de Bjerkebæk en Lillehammer, a propósito de la recepción del Premio Nobel, su plan era seguir consagrada a la Edad Media, trabajando como siempre hasta que «cuando sea tan vieja que ya no pueda seguir escribiendo buenos libros, deba vivir a base de las manzanas de mi huerta, los beneficios de los derechos de autor y la traducción de nuestras sagas medievales»17.
Iris Lobo Muñiz
Doctora en Literatura Comparada y Traductología
Oslo, diciembre de 2021
Sigrid Undset con una larga melena que la cubría casi por completo, como las heroínas de sus novelas medievales. Fotografía de estudio tomada en Kalundborg, Dinamarca (verano de 1902).
Archivo Sigrid Undset digitalizado por la Biblioteca Nacional de Noruega, en dominio público.
Sigrid Undset, fotografiada en su casa de Lillehammer por Anders Beer Wilse (julio de 1923).
Archivo Sigrid Undset digitalizado por la Biblioteca Nacional de Noruega, en dominio público.
LA SAGA DE VIGDIS
I.
En los fiordos orientales de Islandia vivía un hombre llamado Veterlide Glumssøn que cada verano solía hacerse a la mar.
El hijo de su hermana se llamaba Ljot. Su padre había sido Gissur Haukssøn de Skomedal, al que habían matado cuando Ljot todavía era un niño. Para Veterlide fue un gran honor encargarse del eftermål18 tras la muerte de Gissur, pero los detalles de tal disputa no conciernen a esta historia. La madre de Ljot se llamaba Steinvor, murió siendo todavía joven. Así que Ljot fue educado en casa de Torbjørn Hålegg de Eyre. Tiempo después, fue a vivir con Veterlide, quien lo quiso como si fuera su propio hijo.
Ljot se hizo pronto hombre y ya con quince años se embarcó con los hijos de Torbjørn y ganó buena fama por su valor y destreza con las armas. Se lo tenía por un joven prometedor, con madera de líder, leal y digno de confianza, aunque de pocas palabras y torpe para trabar amistades, pues prefería su propia compañía a la de otros. Por sus hazañas guerreras, que tampoco detallaremos ahora, recibió el apodo de Viga-Ljot19.
El verano en que Ljot cumplía veinte años, viajó con Veterlide a Noruega en el barco que compartían, una embarcación excelente, de la que Ljot poseía una tercera parte.
II.
Veterlide tenía parientes en la región de Romerike, a los que planeaba visitar y también quería comprar madera con la que construir. El verano ya tocaba a su fin cuando entraron navegando por Folden20.
Remaron fiordo arriba, entre las islas, hasta llegar a la desembocadura del río Frysja21. Era un día de lluvia, con apenas viento, pero al atardecer las brumas comenzaron a dispersarse por las lomas de las colinas. Erguidos en la proa del barco, Veterlide y Ljot contemplaron tierra firme. En aquellos días, aquel terreno estaba cubierto por un bosque espeso y a ambas orillas del río había granjas, no demasiadas y pocas de buen tamaño.
En la desembocadura del río estaban anclados varios barcos pesqueros, meciéndose sobre las aguas; los pescadores observaban mudos el gran barco que había aparecido entre las islas, como salido de las brumas. Veterlide los saludó a grandes voces y preguntó de dónde eran. Los pescadores, al comprobar que eran navegantes que venían en son de paz, respondieron que servían a Gunnar de Vadin, el principal terrateniente de la región. Veterlide pidió a los pescadores que les mostraran el camino hacia la granja, a lo que estos accedieron. Los islandeses siguieron remando hasta donde permitió el calado del barco y uno de los pescadores les condujo hasta Vadin.
Ya había anochecido cuando llegaron. Allí encontraron a Gunnar sentado en un sillón que presidía la estancia, elevado sobre una tarima. Gunnar era un hombre grande y apuesto, con largos cabellos grises y una barba que le cubría el pecho por completo. Junto a la lumbre se sentaban dos mujeres. Una de ellas estaba hilando a la luz del fuego. No parecía demasiado joven e iba vestida con ropas oscuras, aunque tenía un rostro despejado y hermoso. La otra era una doncella joven que se sentaba con las manos cruzadas en el regazo, sin hacer nada.
Veterlide avanzó unos pasos para saludar al terrateniente. Apenas había empezado a dar explicaciones por la visita, cuando Gunnar se puso de pie para darle la bienvenida, a él y a todos los suyos, y pedir a las mujeres que trajeran comida y bebida.
Entonces se levantaron ambas. La mayor enseguida se puso a la labor; primero llamó a las sirvientas y luego supervisó su trabajo, moviéndose de aquí para allá. Mientras tanto, la joven se quedó parada junto a la lumbre, observando a los extranjeros. A la luz del fuego pudieron ver que era muy hermosa, alta y bien formada, de cintura estrecha y pecho firme. Tenía los ojos grandes y grises, y el cabello, que le llegaba hasta las rodillas, era espeso y sedoso, rubio, aunque no demasiado claro, y las manos grandes y pálidas, adornadas con anillos. Vestía una túnica de lana rojiza, ricamente bordada y una diadema de oro le recogía el cabello. Llevaba muchas pulseras y otras joyas, muchas más de las que las mujeres suelen llevar en su día a día.
La otra mujer volvió entonces con un cuerno de aguamiel que puso en manos de la más joven, diciendo:
—Es a ti a quien corresponde dar la bienvenida a esta casa, Vigdis.
La llamada Vigdis tomó el cuerno y lo fue pasando por los bancos, ofreciéndoselo primero a Veterlide y luego a todos sus hombres. El último al que se acercó fue Ljot.
En un principio, Ljot se había sentado al final del banco, cerca de la puerta, pero luego se había acercado al fuego, pues estaba mojado. Estaba allí parado, sosteniendo su capa con una mano y el pelo negro le cubría la frente, de forma que lo único que Vigdis pudo discernir en su rostro fueron sus ojos, que estaban muy hundidos y eran de un color azul oscuro.
Cuando la doncella le ofreció el cuerno, dejó caer la capa al suelo. Mientras bebía, la estuvo observando por encima del borde del recipiente. Vigdis parecía incómoda bajo su escrutinio, aunque no dijo nada y se dio la vuelta en cuanto le devolvió el cuerno y regresó a la tarima donde había estado sentada.
Ljot volvió a tomar asiento en un sitio desde donde podía seguir observando a Vigdis. Al cabo de un rato, esta pareció percatarse y, cuando se cruzaron sus miradas, la doncella desvió la suya, sonrojándose. Pero, poco después, fue ella quien volvió la mirada en su dirección, con insistencia, hasta conseguir que él desviase la suya.
En aquel momento, trajeron la comida, que era tan abundante que parecía un banquete. Y Gunnar ofreció enviar a sus huscarles22 a la orilla para buscar a los marineros que se habían quedado junto al barco y que los suyos guardaran la nave durante la noche.
Veterlide agradeció su ofrecimiento, pero apenas había dicho unas palabras cuando fue interrumpido por Ljot:
—Ya es muy tarde. Los nuestros pueden quedarse en el barco esta noche. No hace faltar molestar a los huscarles de Gunnar.
Vigdis rompió a reír y dijo:
—Es evidente que este islandés teme por sus bienes.
Gunnar la regañó, aunque sin demasiada dureza, y expuso:
—El joven islandés es muy considerado preocupándose por el bienestar de los nuestros. Mas el camino al río no es largo y los hombres que se han pasado el día remando bajo la lluvia merecen una buena comida y descansar bajo techo. No es apropiado, hija mía, responder de esta forma a los invitados.
Ljot se rio también y contestó:
—No tiene mala intención… y, además, no hay que dar tanto peso a las palabras de una doncella tan joven.
La otra mujer se había acercado a hablar con Vigdis en voz baja, pero esta no parecía prestarle atención y seguía sonriendo desde su asiento. Gunnar envió a sus hombres al río y los demás siguieron comiendo y bebiendo.
La conversación versaba sobre el tiempo gris y plomizo que había hecho en los últimos días y que había causado daños también en la granja, pues todo el cereal estaba por recoger. Y dijo Gunnar:
—En mis años mozos solía hacerme a la mar durante los veranos y los peores días eran como hoy, nublados y lluviosos, pero con poco viento.
Ljot respondió entonando así:
Certero ya rememora
el buen anfitrión Gunnar,
tardes grises y oscuras,
las hijas de Ægir y Ran,
dormidas entre las olas,
ingrato luchar con ellas.
Mejor compañía hallares
en una granja cobijado,
donde sirven las mesas
opulentas diosas doradas
hermosas como ninguna
sobre la faz de la tierra.
Nada más feliz me hiciera
que pasarme esta noche
intercambiando agasajos
bajo sus cabellos dorados.
Entonó estos últimos versos más quedamente y Gunnar, que ya estaba bastante borracho, no llegó a escucharlas. Pero Veterlide, que sí que estaba prestando atención, se apresuró a tomar la palabra para desgranar sus planes sobre la expedición tierra adentro. Poco después, Vigdis y las demás mujeres se retiraron al bur23 para dormir.
Al rato, cuando los hombres ya habían ido a acostarse, Veterlide, que se había echado junto a Ljot en un jergón para dormir, le dijo:
—No entiendo tu comportamiento, sobrino. Gunnar nos ha mostrado una gran hospitalidad acogiéndonos esta noche y tú te dedicas a entonar versos sobre su hija.
Como Ljot no decía nada, Veterlide continuó:
—Nunca antes me había percatado de que fueras mujeriego. Pero esta noche no le has quitado los ojos de encima a Vigdis. No llevamos tanto tiempo en la mar como para que pierdas la cabeza de esta forma cuando ves a una mujer.
Ljot tampoco dio respuesta alguna y, volviéndose de espaldas, fingió estar dormido.