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La trama de Los baños de Argel se resume de este modo: Unos piratas berberiscos capturan a unos cristianos. Los prisioneros son un sacristán, un anciano, sus dos nietos, la joven Costanza y su amado Fernando. En la escena siguiente se cuenta la historia de la mora Zahara y don Lope, preso en los baños de Argel (así se llamaban las prisiones de dicha ciudad). Lope acepta un dinero para pagar su rescate y una carta de Zahara, en que ella le ofrece convertirse en cristiana si él escapa y se casa con ella en España. Luego continúan las peripecias de los esclavos cristianos de Argel. El anciano asiste al martirio de uno de sus nietos por negar la ley musulmana. Al final de la obra los prisioneros escapan y se marchan de regreso a España. Los baños de Argel se inspira en la vida del propio Cervantes, quien fue apresado por piratas berberiscos y durante cinco años sufrió un duro cautiverio en Argel. Arriesgó su vida en varios intentos de evasión hasta que fue rescatado a los treinta y tres años. Otras comedias de Miguel de Cervantes Saavedra muestran su imagen del mundo islámico y su vida en Argelia: - La gran sultana doña Catalina de Oviedo, - El trato de Argel, - El gallardo español, - y Los baños de Argel, - también retoma este tema en El amante liberal, que narra una historia sentimental entre cristianos cautivos en Nicosia.
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Seitenzahl: 99
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Miguel de Cervantes Saavedra
Los baños de Argel
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Comedia famosa de los baños de Argel.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: info@Linkgua-ediciones.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-454-6.
ISBN rústica: 978-84-96428-93-5.
ISBN ebook: 978-84-9953-716-0.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Comedias y entremeses inspirados en su cautiverio 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 51
Jornada tercera 103
Libros a la carta 153
Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España.
Era hijo de un cirujano, Rodrigo Cervantes, y de Leonor de Cortina. Se sabe muy poco de su infancia y adolescencia. Aunque se ha confirmado que era el cuarto entre siete hermanos. Las primeras noticias que se tienen de Cervantes son de su etapa de estudiante, en Madrid.
A los veintidós años se fue a Italia, para acompañar al cardenal Acquaviva. En 1571 participó en la batalla de Lepanto, donde sufrió heridas en el pecho y la mano izquierda. Y aunque su brazo quedó inutilizado, combatió después en Corfú, Ambarino y Túnez.
En 1584 se casó con Catalina de Palacios, no fue un matrimonio afortunado. Tres años más tarde, en 1587, se trasladó a Sevilla y fue comisario de abastos. En esa ciudad sufrió cárcel varias veces por sus problemas económicos y hacia 1603 o 1604 se fue a Valladolid, y allí también fue a prisión, esta vez acusado de un asesinato. Desde 1606, tras la publicación del Quijote, fue reconocido como un escritor famoso y vivió en Madrid.
Cervantes participó en varias expediciones militares en el Mediterráneo; tras una de ellas, de regreso a España, fue apresado por piratas berberiscos. Durante cinco años sufrió un duro cautiverio en Argel. Arriesgó su vida en varios intentos de evasión hasta que fue rescatado por unos frailes trinitarios cuando era conducido a Constantinopla. Tenía treinta y tres años.
Al final de su vida publicó Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615). Tres de esas comedias muestran su imagen del mundo islámico y su vida en Argelia: El gallardo español, Los baños de Argel y La gran sultana.
Alima, mora
Ambrosio
Capitán cristiano.
Cauralí, capitán de Argel
Costanza, cristiana
Cuatro Moros, que se señalan: Moro 1, 2, 3, 4
Don Fernando
Don Lope y Vivanco, cautivos
Dos Arcabuceros cristianos
Guardián Bají
Guillermo, pastor
Hazán Bají, rey de Argel, y el Cadí
Hazén, renegado
Juanico y Francisquito
La señora Catalina
Osorio
Tres Moros pequeños
Un Cautivo
Un Judío
Un Sacristán
Un Viejo
Yzuf, renegado
Zara, mora
Zarahoja, moro
(Cauralí, capitán de Argel; Yzuf, renegado; otros cuatro Moros, que se señalan así: 1, 2, 3, 4.)
Yzuf De en uno en uno y con silencio vengan,
que ésta es la trocha y el lugar es éste,
y a la parte del monte más se atengan.
Cauralí Mira, Yzuf, que no yerres, y te cueste
la vida el no acertar.
Yzuf Pierde cuidado; 5
haz que la gente el hierro y fuego apreste.
Cauralí ¿Por dó tienes, Yzuf, determinado
que demos el asalto?
Yzuf Por la sierra,
lugar que, por ser fuerte, no es guardado.
Nací y crecí, cual dije, en esta tierra, 10
y sé bien sus entradas y salidas
y la parte mejor de hacerle guerra.
Cauralí Ya vienen las escalas prevenidas,
y están las atalayas hasta agora
con borrachera y sueño entretenidas. 15
Yzuf Conviene que los ojos de la aurora
no nos hallen aquí.
Cauralí Tú eres el todo:
guía, y embiste, y vence.
Yzuf Sea en buen hora,
y no se rompa en cosa alguna el modo
que tengo dado; que con él, sin duda, 20
a daros la victoria me acomodo,
primero que socorro alguno acuda.
(Éntranse.)
(Suena dentro vocería de moros; enciéndese hachos, pónese fuego al lugar, sale un Viejo a la muralla medio desnudo y dice:)
Viejo ¡Válame Dios! ¿Qué es esto?
¿Moros hay en la tierra?
¡Perdidos somos, triste! 25
¡Vecinos, que os perdéis; al arma, al arma!
De los atajadores
la diligencia ha sido
aquesta vez burlada;
las atalayas duermen, todo es sueño. 30
¡Oh si mis prendas caras,
cual un cristiano Eneas,
sobre mis flacos hombros
sacase deste incendio a luz segura!
¿Que no hay quien grite al arma? 35
¿No hay quien haga pedazos
esas campanas mudas?
¡A socorreros voy, amados hijos!
(Éntrase.)
(Sale el Sacristán a la muralla, con una sotana vieja y un paño de tocar.)
Sacristán Turcos son, en conclusión.
¡Oh torre, defensa mía!, 40
ventaja a la sacristía
hacéis en esta ocasión.
Tocar las campanas quiero,
y gritar apriesa al arma;
(Toca la campana.) el corazón se desarma 45
de brío, y de miedo muero.
Ningún hacho en la marina
ninguna atalaya enciende,
señal do se comprende
ser cierta nuestra ruina. 50
Como persona aplicada
a la Iglesia, y no al trabajo,
mejor meneo el badajo
que desenvaino la espada.
(Torna a tocar y éntrase.)
(Salen al teatro Cauralí, Yzuf y otros dos Moros.)
Yzuf Por esta parte acudirán, sin duda, 55
los que del monte quieran ampararse;
sosiégate, y verás medrosa y muda
gente que viene por aquí a salvarse;
y, antes que aquella del socorro acuda,
conviene que se acuda al retirarse. 60
Cauralí ¿Los bajeles no están bien a la orilla?
Moro 1 Y estibados de gusto y de mancilla.
(Sale el Viejo que salió a la muralla, con un niño en brazos medio desnudo y otro pequeño de la mano.)
Padre ¿Adónde os llevaré, pedazos vivos
de mis muertas entrañas? Si a ventura
tendría, antes que fuésedes cautivos, 65
veros en una estrecha sepultura.
Cauralí De aquesos tus discursos pensativos
te sacará mi espada, que procura,
sin acudir al gusto de tu muerte,
darte la vida y ensalzar mi suerte. 70
Francisquito ¿Para qué me sacó, padre, del lecho?
¡Que me muero de frío! ¿Adónde vamos?
Llégueme a mí, como a mi hermano, al pecho.
¿Cómo tan de mañana madrugamos?
Padre ¡Oh, deste inútil tronco ya y deshecho, 75
tiernos, amables y hermosos ramos!
No sé dó voy; aunque, si bien se advierte,
deste camino el fin será mi muerte.
Cauralí Llévalos tú, Bairán, a la marina,
y mira bien que esté la armada a punto, 80
porque, según os muestra la bocina,
la esposa de Titón ya viene junto.
(Éntrase el Viejo; sale el Sacristán.)
Padre Huir el mal que el Cielo determina,
es trabajo escusado.
Sacristán Yo barrunto,
si el cielo mi agudeza no socorre, 85
que estaba más seguro yo en mi torre.
¿Quién me engañó? Y más si, a dicha, yerro
el camino o atajo de la sierra.
Cauralí ¡Camina, perro, a la marina!
Sacristán ¿Perro?
Agora sé que fue mi madre perra. 90
Cauralí Aguija tú con él, y zarpe el ferro
la capitana, y vaya tierra a tierra,
hasta la cala donde dimos fondo.
(Éntrase el Moro y el Sacristán.)
Yzuf ¿Qué es lo que dices Cauralí?
Moro 2 Yo no respondo.
Yzuf Escucha, Cauralí, que me parece 95
que una trompeta a mis oídos suena.
Cauralí Sin duda, es el temor el que te ofrece
el son que tus bravezas desordena.
Yzuf Toca tú a recoger, que ya amanece,
y está tu armada de despojos llena, 100
y creo que el socorro se avecina.
¡A la marina!
Cauralí ¡Hola, a la marina!
(Éntranse.)
(Suena una trompeta bastarda; salen cuatro Moros, uno tras otro, cargados de despojos.)
Moro 1 Aunque la carga es poca, es de provecho.
Moro 2 Yo no sé lo que llevo, pero vaya.
Moro 3 Lo que hasta aquí está hecho, está bien hecho.
Moro 4 ¡Permita Alá que esté libre la playa! 106
(Sale un Moro con una doncella, llamada Costanza, medio desnuda.)
Costanza Saltos el corazón me da en el pecho;
falta el aliento, el ánimo desmaya.
Llévame más despacio.
Moro ¡Aguija, perra,
que el mar te aguarda!
Costanza ¡Adiós, mi cielo y tierra!
(Éntrase Costanza.)
(Sale uno a la muralla.)
Uno ¡A la marina, a la marina, amigos, 111
que los turcos se embarcan muy apriesa!
Si aguijáis, dejarán los enemigos
la mal perdida y mal ganada presa.
(Entra un Arcabucero cristiano.)
Arcabucero Solo habremos llegado a ser testigos 115
de que Troya fue aquí.
Otro ¡Fortuna aviesa,
pon alas en mis pies, fuego en mis manos!
Otro Nuestros ahíncos han salido vanos,
porque ya los turcos son embarcados
y en jolito se están cerca de tierra. 120
(Entra el Capitán cristiano.)
Capitán ¡Oh! ¡Mal hayan mis pies, acostumbrados,
más que a la arena, a riscos de la sierra!
¿Qué han hecho los jinetes?
Uno Desmayados
llegaron los caballos tierra a tierra,
a tiempo que zarpaban las galeras, 125
y tras ellos llegaron tres banderas.
Los dos atajadores de la playa
muertos hallé de arcabuzazos, creo.
La oscuridad disculpa al atalaya
del mísero suceso que aquí veo. 130
Otro ¿Qué habemos de hacer?
Capitán La gente vaya
tomando por el monte algún rodeo,
y embósquese en la cala allí vecina,
por ver lo que el cosario determina.
Uno ¿Qué ha de determinar, si no es tornarse 135
a Argel, pues que su intento ha conseguido?
Capitán ¿Quién puede a tan gran hecho aventurarse?
Otro Si él es Morato Arráez, es atrevido;
cuanto más, que bien puede imaginarse
que de algún renegado fue traído, 140
plático desta tierra.
Capitán Désta hay uno
que en ser traidor no se le iguala alguno.
¿Adónde está mi hermano?
Uno Llegó apenas,
cuando, despavorido y sin aliento,
se arrojó en el lugar.
Capitán Hallará estrenas 145
tristes de su esperado casamiento.
(Parece en la muralla don Fernando.)
Don Fernando Puntas de cristal claro, y no de almenas,
murallas de bruñido y rico argento
que guardastes un tiempo mi esperanza,
¿dónde hallaré, decidme, a mi Costanza? 150
Techos que vomitáis llamas teosas,
calles de sangre y lágrimas cubiertas,
¿adónde de mis glorias ya dudosas
está la causa, y de mis penas ciertas?
Descubre, ¡oh Sol!, tus hebras luminosas; 155
abre ya, aurora, tus rosadas puertas;
dejadme ver el mar, donde navega
el bien que el cielo por mi mal me niega.
Capitán Vámosle a socorrer, no desespere;
que en lo que dice da de loco indicio. 160
Uno Bien dices; vamos, que su mal requiere
fuerte y apresurado veneficio.
(Éntranse.)
Don Fernando Mas, ¿qué digo, cuitado? Bien se infiere
de las reliquias deste maleficio
que va cautiva mi querida prenda, 165
y es bien que a dalle libertad atienda.
(Éntrase don Fernando, y parece el Capitán en la muralla con otro soldado.)
Desde aquel risco levantado, quiero
hacer señal; quizá querrá el vil moro
trocar la hermosura por dinero
a quien no pagará ningún tesoro. 170
Capitán Ya no está aquí mi hermano; el dolor fiero
temo que no le saque del decoro
que debe a ser quien es. ¡Oh caso extraño!
Uno Señor, por allí va, si no me engaño.
(Éntrase el Capitán; sale don Fernando, y va subiendo por un risco.)
Don Fernando Subid, ¡oh pies cansados!; 175
llegad a la alta cumbre
desta encumbrada y rústica aspereza,
si ya de mis cuidados
la inmensa pesadumbre
no os detiene en mitad de su maleza. 180
Ya a descubrir se empieza
la máquina terrible
que con ligero vuelo
la carga de mi cielo
lleva en su vientre tragador y horrible; 185
ya las alas extiende,
ya le ayudan los pies, ya al curso atiende.
No será de provecho
esta señal que muestro
de rescate, de paz y de alianza; 190
ni la voz de mi pecho,
aunque a gritar me adiestro,
ha de alcanzar do mi deseo alcanza.
¡Ah, mi amada Costanza!
¡Ah, dulce, honrada esposa! 195
No apliques los oídos
a ruegos descreídos,
ni a la fuerza agarena poderosa
os entreguéis rendida,
que aún yo para la vía tengo vida. 200
Volved, volved, tiranos,
que de vuestra codicia
ofrezco de llenar con gusto y gloria
los senos; y las manos,
ajenas de avaricia, 205
sin duda aumentarán vuestra victoria.
Volved, que es vil escoria
cuanto lleváis robado,
si no lleváis los dones
que os ofrezco a montones 210
en cambio de mi Sol, que va eclipsado
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