Los libros nos cuidan - Régine Detambel - E-Book

Los libros nos cuidan E-Book

Régine Detambel

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Beschreibung

¿Qué tienen en común Albert Camus, Virginia Woolf, Jacques Lacan, Françoise Dolto o Stefan Zweig? Todos ellos son autores que nos sugiere Régine Detambel para mejorar la salud mental. Y es que leer alivia nuestra tristeza, nos ayuda en el tratamiento de algunos trastornos y a afrontar problemas emocionales o de pérdida de autonomía. Esta obra original nos ilustra sobre el poder terapéutico de la lectura y de la biblioterapia creativa, cuya efectividad respaldan los estudios científicos, y a la vez nos proporciona una valiosa fuente de recomendaciones literarias, citas y curiosidades. Un libro que resultará de interés para bibliotecarios, libreros, psicólogos, psiquiatras, formadores, enfermeros y en general para todos los apasionados de las humanidades y para quienes se dedican al cuidado de las personas.

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Los libros nos cuidan

Título original en francés:

Les livres prennent soin de nous

© Actes Sud, 2015

© De la traducción: Cristopher Morales

Cubierta: Juan Pablo Venditti

Corrección: Marta Beltrán Bahón

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Ned ediciones, 2019

Preimpresión: Moelmo SCP

www.moelmo.com

eISBN: 978-84-16737-75-8

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Ned Ediciones

www.nedediciones.com

Estamos condenados a inventarnos,

estamos condenados a innovar o morir...

Rabino Najman de Breslav

Las personas que creen vivir en lo real son las más ignorantes, y esta ignorancia puede llegar a ser mortífera.

Nancy Huston

Índice

Prólogo

Equiparse para la vida

Afectar el cuerpo

Una vida nueva

Poética del pathos

Poesía-terapia

Escuchar a Sherezade

Leer: una escultura de sí

Hacer deporte encima de una página

Leer es una arteterapia

El exilio en el lenguaje

La página como cura

La acción transformadora de la ficción

El niño y los libros

Envejecer y leer

Bibliotecas de lo íntimo

Mis libros de aventura de Bob Morane

Bibliografía

Prólogo

Siempre he soñado con escribir un libro que trate sobre los libros, sobre su poder, sobre su misión, sobre los cambios psíquicos, e incluso físicos, que producen o provocan en nosotros.

Con este fin, he reunido durante años citas, títulos, observaciones e historias sacadas de mis lecturas. En especial, testimonios de escritores que dicen haberse «salvado» por los libros, expresión para nada exagerada.

Todos conocemos el maravilloso libro Una historia de la lectura de Alberto Manguel, publicado en Actes Sud hace ya algún tiempo, y que ha sido pionero entre los libros que hablan de literatura en forma de novela y con un estilo fácilmente accesible para el gran público.

Igualmente conocida es la obra de Marc-Alain Ouaknin Biblioterapia. Leer es curarse, que coloca a la lectura en la cima de los momentos fundadores de la espiritualidad.

Menos conocido es el ensayo de André Spire, titulado Placer poético y placer muscular, que sitúa desde el principio a la escritura y la lectura en el mundo de la dinámica y del movimiento, cuando se creía que la literatura era más bien intelectual y estática.

Desde hace quince años, académicos de renombre se dedican a investigar sobre el poder de los libros. Danielle Sallenave se pregunta para qué sirve la literatura; Michel Picard, del Centro de investigación sobre la lectura literaria de Reims, ha publicado las actas de un coloquio titulado ¿Cómo actúa la literatura?;Louise L. Lambrichs se ha propuesto saber qué males cura la literatura; Marielle Macé ha abordado las maneras en las que la literatura impregna nuestra vida y, literalmente, nuestro estilo de vida. Pero, sobre todo, Michèle Petit, antropólogo de la lectura, quien publicó en 2002 un ilustrativo Elogio de la lectura. La construcción de sí, y más tarde en 2008 El arte de leer o cómo resistir a la adversidad, obras pioneras por sus revelaciones sobre los poderes terapéuticos del libro. Estas obras ya fueron aclamadas en el momento de su publicación, pero me ha parecido esencial dedicarles una mención especial, teniendo en cuenta la riqueza y la pertinencia de los ejemplos citados. Por lo tanto, en el presente ensayo se encontrarán numerosas citas tomadas de esas dos obras que serán como balizas que iluminarán mis palabras.

La modesta ambición de mi ensayo es hacer accesible al gran público esas investigaciones académicas de una riqueza sin igual, que han alimentado mi reflexión y me han llevado a teorizar y crear un método para una formación básica en biblioterapia creativa (o bibliocreatividad) para bibliotecarios, libreros o personal sanitario. Mi experiencia híbrida como escritora y auxiliar sanitario me ha permitido enriquecer y completar, dentro de la perspectiva del cuidado, los planteamientos y las intuiciones de estos autores.

Pero Los libros nos cuidan es, en primer lugar, una antología de los mejores planteamientos terapéuticos de la literatura y un gran reconocimiento a todos aquellos que defienden la más que necesaria presencia del libro.

Régine Detambel

Equiparse para la vida

Todo se puede encontrar en los libros. Incluido el arte de amar. «Quizás nunca me habría enamorado si no hubiera leído En busca del tiempo perdido...», escribe la psico­analista Catherine Millot. ¿Y cuántos no mueren de celos sin haber tenido nunca la oportunidad de leer sobre este tema, también en Proust, páginas y páginas dedicadas a desmitificar algo que termina por curarse?

«Hay personas que nunca se hubieran enamorado si no hubieran escuchado hablar del amor», decía ya La Rochefoucauld. En un tono más serio, André Gide había observado que, durante la Gran Guerra, el lenguaje de los periodistas que no habían sido enviados al frente había proporcionado los tópicos utilizados por los soldados heridos para describir sus emociones y sus sufrimientos.

Para Jean Starobinski, crítico literario, la historia de los sentimientos y de las maneras de pensar depende en gran medida de las formas lingüísticas o artísticas en las cuales éstas se expresan, no pudiéndose captar el sentido o la emoción representadas en una forma verbal. Es algo humano. Por esa razón, la experiencia interior sería indisociable del vocabulario, que ofrece a nuestras emociones más íntimas el modelo posible para su expresión.

Esto es, entre otras cosas, a lo que juega la biblioterapia.

La pionera de la biblioterapia anglosajona, Sadie Peterson Delaney (1889-1958), llevó a cabo sus primeras experiencias clínicas en un hospital de Alabama en torno a 1916, precisamente para intentar aliviar los numerosos problemas psicológicos de los soldados traumatizados por los horrores de la Primera Guerra Mundial.

Pero fue necesario esperar hasta 1961 para encontrar en el Webster International la siguiente definición: «La biblioterapia es la utilización de un conjunto de lecturas seleccionadas como herramientas terapéuticas en medicina y en psiquiatría. Además, es un medio para resolver los problemas personales mediante una lectura guiada».

Con su ensayo titulado Biblioterapia. Leer es curarse, publicado en París en 1994, Marc-Alain Ouaknin abrió el camino en el idioma y en el territorio francés. Virtuoso de la lectura talmúdica y bíblica, a través de la exploración de «la fuerza del libro» dio cuenta del trabajo de liberación y de apertura hacia la obra en la lectura. Según Ouaknin, la biblioterapia consiste en reabrir las palabras en sus múltiples significados. Gracias a la magia de la interpretación, la obra poética desata los nudos del lenguaje, y después los nudos del alma, que se oponían a la vida y a la fuerza creadora. La biblioterapia entendida de esta forma debe permitir a cada uno salir del aislamiento, del hastío, para reinventarse, vivir y renacer a cada instante en la dinámica de un lenguaje en movimiento.

Lamentablemente, la psicología anglosajona, en su mayoría, no lo entiende del mismo modo, ya que para la biblioterapia usada al otro lado del Canal de la Mancha, la obra maestra de ficción, abarrotada de rítmicas vigorosas, de una multiplicidad de sentidos estratificados y de metáforas acariciantes, no es ninguna panacea; ésta ha sido olvidada, con el desdén más insultante, como si fuera una viruta, como una mosca. Dentro de las obras de ficción, el biblio-coach parece preferir dos categorías de textos, seguramente más fáciles de manipular por los prescriptores que tienen poca relación con las bibliotecas: los libros de psicología para el público general, cuyo contenido guarda relación con la búsqueda de un mayor bie­nes­tar (desarrollo personal, información sobre un trastorno particular, autoafirmación, autoestima, lucha contra los pensamientos automáticos negativos...); y los libros que se denominan de «autoayuda» (self-help books), que están inspirados en las terapias cognitivo-conductuales (TCC), y que ofrecen un método de trabajo preciso para disipar fobias y pensamientos negativos. Son obras que están destinadas a guiar y dirigir al paciente-lector en los actos de su vida cotidiana para ayudarle en un proceso de cambio psicológico y de conducta.

Así, en Londres, donde la lectura corre el riesgo a partir de ahora de ser medicalizada, el médico prescribe el libro como si fuera un medicamento que el paciente irá a retirar a una biblioteca terapéutica. Por eso, es inútil soñar con que se promoverán un sinfín de traducciones inglesas de Franz Kafka, de Charlotte Delbo o de Antonio Lobo Antunes para curar las pequeñas y las grandes preocupaciones. Basta con leer los consejos de una de las biblias norteamericanas, que considera que «las obras estudiadas en biblioterapia [deben ser] fáciles de comprender». De ahí esas largas listas de títulos convenidos que nunca han hecho mal a nadie, que explican de la forma más racional del mundo cómo no desperdiciar la vida, con el fin de volver a conciliar el sueño para no derrumbarse en el trabajo y saber cómo afirmarse a uno mismo.

Y si se piensa en ello, «fácil» es una palabra aterradora, incluso completamente indignante, porque en literatura o en poesía, es decir, en el arte, no hay precisamente nada que comprender. Recuerdo a un estudiante de catorce años que estuvo fascinado durante siete meses por los Sonámbulos de Hermann Broch, precisamente porque no entendió nada, y porque le sirvió de ayuda con un problema familiar. A veces, el hecho de dar significado a lo que se lee es prescindible. Lo que se busca es la infusión, la unión con los signos en la página, el empaparse por el texto, no su interpretación. A veces, la cuestión del sentido es secundaria. Todo el placer está ahí. Y el vértigo. No preguntes tu camino a alguien que sabe porque entonces no podrás perderte, decía el rabino Naj­man de Breslav hace ya más de dos siglos.

En Francia, algunos médicos están empezando a prescribir libros. La escritora y ginecóloga Marie Didier aconsejaba, sobre todo a sus pacientes que padecían ansiedad, sumergirse en Una vida conmocionada de Etty Hillesum, el diario de la transfiguración de una joven que, de repente, descubre que la existencia está «llena de sentido en su absurdo», una obra escrita, sin embargo, justo en medio de la Shoah, en el campo de tránsito de Westerbork, donde Etty fue encerrada antes de ser enviada a morir a Auschwitz.

A aquellos que están sumidos en un período de depresión, el Dr. Maurice Corcos les aconseja leer Los alimentos terrestres por su carácter solar y hedonista, o, al contrario, el conmovedor Esa visible oscuridad del americano William Styron, con el fin de dar a conocer los aspectos de la caída en la depresión a la persona a la que se acompaña. En resumen, aquí y allá se recomiendan libros que permiten iniciar un diálogo identificatorio con un álter ego, narrador o personaje, habiendo ya experimentado tal o cual sentimiento, y dándose cuenta de forma útil de sus éxitos o de sus fisuras. Y evidentemente se está mucho más cerca de la filosofía moral que de la medicina cuando se analiza la manera en la que esas obras nos enseñan algo, nos educan o dan forma a nuestra vida. Filósofas como Sandra Laugier o Martha Nussbaum, en Francia y en los Estados Unidos, trabajan para explicar ese interés apasionado que tenemos en la persona y en la vida de los personajes de las novelas (o de las series de televisión, las cuales no hay que olvidar que se basan en guiones escritos), en sus deseos y en sus emociones, en los conflictos éticos a los que se enfrentan, en sus experiencias y aventuras morales.

De tanto vivir y seguir las aventuras de personajes «ejemplares», ricos, originales, excepcionales (en el sentido profundamente humano del término), se acaba por no encontrar extraño un comportamiento semejante mientras nosotros vivimos en el más mezquino de los mundos. ¡De ahí la necesidad de tomar conciencia del reflejo que nos proporcionan las novelas y de elegir en consecuencia!

La literatura ofrece, sobre todo, una «educación sensible», define un nuevo interés en la vida humana ordinaria a través de la percepción de sus detalles, sus matices, sus sutilezas y sus diferencias. De esta manera, ella nos haría más sensibles al sentido y a la importancia de ciertos momentos de nuestra vida, de los cuales no tendríamos consciencia sin esta guía, sin esta autorización. Así, Martha Nussbaum sugiere que la lectura resulta ser una verdadera experiencia de vida, a la vez intelectual y sentimental; este entramado es una «aventura de la personalidad» que transforma la naturaleza de nuestro pensamiento moral.

Sin embargo, un médico no ve las cosas de esta manera. El Dr. Pierre-André Bonnet, médico generalista en la región de Vaucluse, dedicó en 2012 su tesis doctoral a la biblioterapia, una de las primeras en Francia sobre esta disciplina que se ha vuelto a descubrir. En ella, aboga en la actualidad por «la lectura justificada de un soporte escrito en la que la finalidad es la mejora de la salud mental, ya sea por la disminución del sufrimiento psicológico o por el fortalecimiento del bienestar psicológico». Bonnet, que ha interrogado a alrededor de quinientas personas para sus estudios («¿han leído alguna vez una obra que para ustedes haya sido psicológicamente beneficiosa?»), concluye brevemente su investigación en estos términos: «Aquellas personas a las que se ha preguntado han mencionado poco la literatura médica, pero declararon haber cambiado gracias a la lectura de autores como, por ejemplo, Paulo Coelho, y sobre todo de novelas».

Los cientos de respuestas recogidas fueron clasificadas en cinco temáticas: «Comprender, descubrir; darme cuenta de que no estoy solo; otro punto de vista, un nuevo ángulo de visión; el libro es una ayuda importante; leer es un viaje, una evasión, pero también una defensa».

Me parece esencial darles cuerpo a esas respuestas esquemáticas. Como experiencia de iniciación y acceso al conocimiento, el libro ofrece un descubrimiento, una revelación, una epifanía. Llevado por la página, el lector escapa, al menos temporalmente, de la angustia y de la tristeza cuando sus pensamientos quedan atrapados por las peripecias que le impone el relato. Y es este movimiento de reinterpretación del sentido del mundo, por lo tanto, de la vida, el que le ofrece de repente ese sentimiento de libertad, de viaje. La lectura permite también la adquisición de defensas psicológicas contra los acontecimientos del día a día: así funcionan los cuentos que se leen para dormir, que reparan el psiquismo de los niños y los preparan para los inevitables problemas del día siguiente.

Estos momentos de apaciguamiento, verdaderos oasis de bienestar psíquico que deshacen las tensiones interiores, fueron resumidos por Montesquieu de este modo: «Nunca he tenido una pena que una hora de lectura no haya disipado».

El libro permite hacer inteligible el mundo y deshace los conflictos psíquicos: al identificarme con el personaje comprendo que no soy el único en esa situación. Quien se cree único en su especie y un verdadero monstruo puede volver a encontrar a la vuelta de una página el permiso para ser quien es, un reconocimiento de sí mismo, incluso un sentimiento de legitimidad.

Estamos seguros de que la mayoría de nuestros jóvenes contemporáneos, que no están bien ni con ellos mismos ni con su entorno, lo tienen todo para convertirse en excelentes lectores de obras anticonformistas.

«Siempre que llegaba a una conclusión, un poeta había llegado a ella antes que yo», escribía Sigmund Freud. Parecía absolutamente consciente de que la literatura es fundamental para todo lo que concierne al ser humano, a sus males, sus problemas y sus misterios. Por eso estudió especialmente al novelista vienés Arthur Schnitzler.

Aunque la mayoría de las veces no se receta literatura, sí se suele buscar sin embargo ayuda en el mago Paulo Coelho, y en muchas otras publicaciones edulcoradas, para eliminar los pensamientos negativos o para recobrar la autoestima en veinte pasos. Conclusión: un médico o un psicoterapeuta conoce la farmacopea (las moléculas, posiblemente los comportamientos), pero está bastante lejos de saber usar, con la misma agudeza y creatividad, la biblioteca, sus peligrosos remolinos, sus venenos embriagantes, sus consuelos. ¿Cuántas décadas de lectura —a tiempo completo o casi— son necesarias para conocer un poco los beneficios de sus estanterías? Evidentemente, no dudo de la capacidad empática del personal sanitario, sino más bien de la profundidad de su implicación artística, aunque sólo sea por falta de tiempo, o tal vez de vocación, de motivación exclusiva por la literatura... En estas suposiciones simplistas, más vale sustituir la teoría del psicoanalista belga Jean Florence: «No se puede dudar de que, embargados por el entusiasmo y la creencia de que la expresión artística no puede hacer más que bien, la introducción de tales prácticas en el campo de la atención médica significa introducir una bomba. Simplemente quiero decir: deseo, y de ahí, angustia... para todos».

Pero una de las razones principales por las cuales una parte de la biblioterapia no quiere trabajar con las ficciones literarias es que un mismo título no producirá los mismos efectos sobre dos lectores diferentes... La no reproductibilidad de los efectos producidos disuade al científico de administrar un principio activo igualmente aleatorio.

Sin embargo, precisamente por estos motivos, yo más bien represento una biblioterapia literaria, es decir, creativa, y por lo tanto sin ninguna relación con el biblio-coaching. ¡Es la magia de la lectura artística, que siempre desafiará los pobres métodos de los «felicistas»!1

1. «Bonheuristes» en el original. Hace referencia a los defensores del bonheurisme, corriente psicológica y filosófica que defiende la obligatoriedad de aparentar felicidad como medio de refuerzo de actitudes positivas. (N. del T.).

Afectar el cuerpo

En Francia, el médico y escritor Martin Winckler ha sido uno de los primeros en preguntarse por el lugar del relato en los estudios médicos, proponiendo una «medicina narrativa» que escuche la historia del paciente. En 1973, siendo estudiante en Tours, consigue superar la prueba de acceso a la Universidad al aprobar el primer examen de francés que tuvo lugar en una facultad de medicina. Cuenta que en Kansas City (Missouri) los estudiantes admitidos en medicina reciben, al cuarto año de Universidad, un grueso volumen titulado On Doctoring (sobre el tratamiento) como regalo de bienvenida, una antología de textos literarios dedicados a la enfermedad, al tratamiento, a la vida y a la muerte. El libro contiene textos de la Biblia, pero también de Jorge Luis Borges, Franz Kafka, William Carlos Williams, Anton Chéjov, Arthur Conan Doyle, así como de médicos escritores contemporáneos conocidos y respetados fuera de Francia. Los responsables de la enseñanza explican que se les ofrece este libro «porque se aprende más sobre el tratamiento en la literatura que en los libros de patología donde se enseña medicina».

Winckler y muchos otros abogan hoy en día por la vuelta a las «humanidades médicas». En 2001, en un coloquio promovido por Gérard Danou, titulado Literatura y medicina