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«Ella le ofreció uno de los vasos. Gio bebió ansiosamente de su vaso mientras Nova bebía sorbitos del suyo. Cuando terminó, tomó el vaso de Nova y lo dejó encima de la mesa al lado del suyo. Dio un paso hacia ella con las manos tendidas, las colocó en sus caderas y plantó un suave beso en los labios de Nova.»Nova cumplió tres años en prisión por un delito que no cometió. Ahora ha salido de la cárcel y está dispuesta a todo para vengarse. Examina cada detalle del caso y busca en todas partes nuevas pistas mientras empieza a explorar su libertad recobrada. Conoce a Simon, un vikingo rubio y en forma, en el vestuario de hombres del gimnasio. Tiene un encuentro ardiente con Gio, el camarero con un trasero fenomenal del restaurante cercano. ¿Encontrará Nova lo que busca, tanto dentro como fuera del dormitorio?Esta colección contiene:Nova 1: La ReuniónNova 2: JugoNova 3: Sal y PimientaNova 4: Estudiantes Nova 5: CeltasNova 6: Uno más uno son tresNova 7: Policía, policía Nova 8: El secreto Nova 9: Juego doble Nova 10: Resolución -
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Emma Silver
Translated by Cymbeline Nuñez, Carolina Gandia Segura
Lust
Nova - Una saga de suspense erótico
Translated by Cymbeline Nuñez, Carolina Gandia Segura
Original title: Nova - An Erotic Thriller Series
Original language: Swedish
Copyright ©2021, 2023 Emma Silver and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788728180747
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
Nova se juró a sí misma nunca volver a poner pie en ese lugar mientras cruzaba el umbral de las pesadas puertas de la prisión. Le habían robado los últimos tres años de su vida. Habían desaparecido para siempre. Se dijo que olvidaría el tiempo pasado allí. Pero nunca perdonaría a quienes la metieron allí. Nunca.
Era como si hubiesen pasado mil años, pero a la vez era como si fuese ayer mismo. Cuando los hombres armados y con antifaz asaltaron la joyería donde trabajaba; aparecieron de la nada, justo cuando Nova estaba haciendo la cuentas. Las ventas habían sido estupendas. El comerciante de diamantes había traído las joyas exquisitas de Amberes y Nova las había examinado de cerca con el gerente de la tienda, Hans de Goetz, en la habitación trasera del comercio. Estaban emocionados y esperaban que más de un cliente habitual estuviese tan encantado como ellos. Cuando terminaron, guardaron las joyas en la caja de caudales —eran demasiado valiosas como para dejarlas a la vista del público y no querían sufrir un atraco.
Nova estaba sola cuando aparecieron los ladrones y ambos hombres parecían tener una extraña intuición de dónde se guardaban las joyas caras. Nova estaba aterrorizada, pero fue capaz de mantener su pánico bajo control. Mientras uno de ellos montaba guardia en la tienda, el otro le puso una pistola en la sien y la obligó a ir a la parte trasera de la tienda. Nova había sido instruida para hacer lo que los ladrones le pidiesen en caso de robo, así que eso hizo. Abrió la caja de caudales, les entregó el contenido a los hombres y les dejó maniatarla a una de las sillas antes de huir. Las lágrimas empezaron el instante en que se quedó sola. Putas lágrimas. Las dejó surcar por sus mejillas, pero decidió usar la ira que hervía en ella para algo útil.
Tardó más de quince minutos en desplazarse para poder alcanzar el botón de alarma en la despensa mientras permanecía atada en la silla. La policía llegó en menos de cinco minutos y la liberaron. Después de ser interrogada, la llevaron al hospital donde dijeron que sufría una conmoción, pero por lo demás estaba bien.
La verdadera conmoción la recibió una semana más tarde, cuando la policía llegó a la conclusión de que los ladrones recibieron ayuda de alguien de la tienda, y Hans de Goetz tenía toda clase de coartadas, mientras que Nova no tenía ni una. Ella había estado en la tienda cuando llegaron los ladrones. ¿Había sido ella quien había dado el aviso de que no había moros en la costa? Solo Nova y de Goetz tenían conocimiento de la entrega recibida ese día por la mañana.
Daba igual que ella lo negase, el jurado la encontró culpable como cómplice de robo ocho semanas más tarde. Nunca encontraron a los ladrones de verdad, ni lo robado, pero el portavoz de la prensa policial afirmó que el veredicto contra Nova era una victoria para la justicia.
Nova tenía un solo pensamiento en la cabeza. Iba a encontrar al que le hizo esto. Si la policía no era capaz, no le quedaba más remedio que encontrar a la persona que le había hecho esto. Si la policía no era capaz, iba a tener que buscar por sí misma la justicia. Y lo iba a lograr.
Nova era más bien gordita en la época en que trabajó en la joyería. Se sentía cómoda con su cuerpo y no tenía muchas ambiciones de cambiar su aspecto. Sus cabellos oscuros tenían un encanto que hacían que más de un hombre se enamorase de ella. Pero su tiempo en la cárcel le proporcionaba demasiado tiempo. El gimnasio le pareció al principio un sitio frío y desolador pero pronto se convirtió en su mejor amigo. Desarrolló rutinas de ejercicio que conservó incluso cuando salió de la prisión.
Cambió su cabello largo por un corte estilo chico y se lo tiñó de rojo. Era una nueva Nova, enfrentándose a la vida y los planes que había hecho durante su estancia en la cárcel.
Encontró un empleo en una librería en el centro de la ciudad y le gustaba mucho su trabajo. Cuando terminaba la jornada laboral, normalmente se iba a casa, un apartamento en las afueras, y seguía investigando en internet. Luego se dirigía al gimnasio cerca de casa. Nunca estaba lleno, no era un gimnasio muy de moda, pero de todas formas ella esperó a que la mayoría de la gente terminase y se fuera.
—Hola —le dijo en un tono despreocupado a Simon, un vikingo rubio que parecía tener las mismas rutinas de gimnasia que ella.
—¿Qué hay? —dijo Simon de vuelta a sus tablas sin esperar la respuesta de ella. Le venía bien a Nova. Ella no estaba allí para estar de cháchara.
Cuando Nova terminó, era la última persona que quedaba en la sala. Se bebió el agua que le quedaba en la botella y se secó la cara con la toalla mientras salía de la sala de máquinas y pesas. Una ducha caliente antes de ir a casa le sentaría bien.
La puerta del vestuario de hombres estaba medio abierta y Nova podía escuchar el sonido del agua en la ducha. Miró a su alrededor antes de dejarse llevar por la curiosidad. Abrió la puerta cuidadosamente, entró y la cerró detrás de sí.
Los bancos de madera estaban desgastados y los ganchos en la parte de arriba estaban igual de desvencijados. Había taquillas en la primera sala y luego las duchas atrás. Nova se acercó cautelosamente hasta poder ver a Simon de pie bajo una de las duchas.
El cabello rubio que antes estaba recogido en un moño ahora le llegaba hasta los hombros. Simon se quedó parado allí con la cabeza ladeada hacia abajo, dejando que el agua le diera un masaje en el cuello y la espalda. Los brazos le colgaban. Los músculos desarrollados brillaban en la luz fría de la lámpara fluorescente. Simon parecía haberse alejado de la realidad completamente, parado allí, atrapado por sus pensamientos y dejando que el agua se llevase las preocupaciones de la jornada.
Nova le miró, tan varonil y sin embargo tan expuesto, desnudo. Simon hizo rodar su cabeza de un lado a otro. En ese momento sucedió algo. El miembro que colgaba entre sus piernas empezó a elevarse lentamente. Se acarició desde los muslos hasta el vientre y el pecho, arriba y abajo. Sus manos abarcaron sus pectorales y los apretó. Se pellizcó los pezones con el pulgar y el índice. Esto hizo que Simon gimiese y que se pellizcara con más fuerza aún.
Había pasado tanto tiempo desde que Nova había visto a un hombre desnudo en la vida real. Se tocaba a sí misma de vez en cuando desde que salió de prisión, pero no sentía verdadero deseo. Ni siquiera las imágenes que encontraba en internet le ponían caliente. Pero lo que estaba viendo ahora hizo que sus jugos fluyesen. Simon parecía tan hermoso allí parado, tan sexy tocándose. Su falo seguía creciendo y pronto llegó a su máxima extensión. Y Simon ni siquiera lo había tocado aún.
Nova deslizó la mano dentro de su pantalón de chándal. Sus dedos se abrieron paso bajo sus braguitas. Estaba caliente y sudorosa después de la sesión de ejercicio pero no le importaba. Esta visión le había hecho ponerse húmeda. Simon se agarró las bolas con una mano y apretó y eso hizo que su falo se pusiera aún más duro, apuntando hacia arriba y levemente hacia un lado. Nova la quería en su boca, pero sabía que tenía que estar quieta. La oiría, dejaría de hacer lo que estaba haciendo y la mandaría a la mierda.
Simon se relamió los labios y dejó que el agua llenase su boca y se desbordase. Nova quería besarle, sentir su lengua en la boca, quería que él le lamiera sus pechos, mordisqueara sus pezones y que su lengua vibrase en el ombligo de ella antes de encontrar lo que estaba buscando y se abriese camino dentro de su vágina húmeda.
En lugar de eso, Nova dejó que sus propios dedos lo hiciesen. Se deslizaron dentro de su núcleo húmedo, masajearon y rodearon su clítoris al tiempo que Simon frotaba la punta de su polla y se embadurnaba el dedo con un poco de semen. Ella podía casi sentir el sabor cuando Simon se llevó la gota a la boca, chupándose el dedo y apretando sus huevos con dureza mientras gemía.
Nova guio su mano por debajo de la camiseta, por encima de su vientre y se agarró un pezón. Apretó duro y tuvo que concentrarse para mantenerse quieta. ¡Daba tanto gusto! Con la otra mano seguía tocándose el clítoris cada vez más duro y con mayor intensidad mientras miraba a Simon agarrarse el pene. Lentamente, empezó a pajearse. Seguía con una mano firme en los testículos y dejó que su lengua se deslizase por sus dientes blancos, por sus labios. Se soltó los huevos, acarició su vientre y se pellizcó los pezones otra vez, uno después del otro.
Simon gimió aún más fuerte al moverse más rápido y con mayor intensidad. Nova se tocó a sí misma más deprisa, Simon seguía masturbándose y los dos estaban muy cerca, tan increíblemente próximos al abismo.
Simon desparramó su semen en el suelo con un grito y siguió masturbándose hasta que dejó de sentir espasmos. Nova se corrió cuando lo hizo él y su cuerpo entero le latía mientras Simon exprimía las últimas gotas de semen y se las metía en la boca. Nova hizo lo mismo y saboreó sus propios jugos, pensando que esto era lo más cerca que había estado de tener sexo con un hombre desde que entró en prisión.
—Tendremos que repetir esto alguna vez —dijo Simon, mirándola directamente.
—Yo… —tartamudeó Nova, sin saber qué decir.
—¿No habrás creído que no te había visto? —dijo Simon.
—Solo estaba admirando tus músculos —dijo Nova cuando se recuperó del shock.
—¿Has tenido una buena sesión de gimnasia?
—Muy buena —dijo Simon riéndose—. Especialmente al final.
Nova quería quedarse, deseó que él le propusiera ir a su casa, pero la dejó marchar cuando ella se giró. La dejó desaparecer, pero seguramente se volverían a encontrar.
El abogado de Nova le había dado copias de las cintas de seguridad de la joyería. No servían para conseguir que los cargos fueran desestimados, pero conservó las cintas, decidida a no conformarse con su destino.
Nova las había visto varios centenares de veces y había estudiado cada detalle, cada movimiento. Sabía exactamente dónde estaba cuando los hombres irrumpieron en la tienda, su aspecto, cómo había reaccionado a sus órdenes. Pero no necesitaba una cinta para recordar cómo se había sentido, para revivir el pánico que la atenazó inicialmente y que más tarde se convirtió en decisión. Hizo lo que ellos le pidieron, pero nunca sería una víctima. Jamás. Las cosas no fueron como ella hubiera querido, pero nunca dejó que los ladrones la menospreciaran. Le tendieron una trampa, la usaron como cabeza de turco, pero no lograron hacer mella en ella. No en Nova, no en sus mismas entrañas.
Siempre había algo que le llamaba la atención cuando pensaba en el atraco, más allá de lo obvio. Cada vez. Pero no sabía qué era. Volvió a ver la cinta, secuencia por secuencia, pero no vio nada nuevo. Aun así, no podía sacudirse la sensación de que se le escapaba algo. ¡Mierda!
Era la manera en que se movía uno de los hombres. Lo reconoció. Un poco torpemente, aunque el hombre no podía tener más de treinta, treinta y cinco años como máximo. Pero, ¿dónde lo había visto? Nova había repasado mentalmente cada una de las personas que conocía demasiadas veces ya para seguir la cuenta, pero no era alguien que ella conociese bien. ¿Dónde había podido conocer a este hombre?
Nova se mantuvo lejos de la joyería y de la manzana donde estaba. Nunca contactó con Hans de Goetz después de su veredicto. Él nunca la acusó pero tampoco la defendió. El abogado había hablado con él varias veces, pero él insistía en que no sabía nada y que no reconocía a los hombres de la cinta.
¿Había llegado el momento de volver a visitar el lugar del crimen? Iba a hablar con Hans y le iba a mostrar la cinta, prestando atención en el hombre que le había llamado la atención. Quizás recordara algo, ahora que había pasado un tiempo. Presuponiendo que le dirigiese la palabra siquiera.
Dentro de la tienda había una persona que Nova no reconoció de nada. Se preguntó si había sido la misma persona todo el tiempo desde que Nova tuvo que dejar de trabajar o si Hans había tenido dificultades para encontrar a alguien tan competente como Nova.
—Hans está almorzando con un cliente —dijo la dependienta.
—¿Sabe a qué hora volverá? —preguntó Nova.
—Dijo que alrededor de las dos. ¿Le quiere dejar un recado?
—Gracias, volveré en otro momento —replicó Nova, que no quería espantar a Hans de Goetz antes de poder hablar cara a cara.
Decidió comer mientras esperaba. El restaurante italiano de la vuelta de la esquina había sido su sitio favorito hacía tres años. Nova se preguntó si sería capaz de reconocer a los camareros de antes y si ellos la reconocerían a ella, ahora más delgada, con el pelo corto y rojo.
Se encaminó hacia el restaurante Antonio´s con una mezcla de curiosidad y un leve nerviosismo. La voz de Laura Pausini sonaba como telón de fondo, igual que siempre. Le Cose Che Vini. Los manteles verdes y blancos parecían los mismos y la mayoría de los camareros eran los de antaño. Ninguno de ellos prestó atención a Nova. Uno de ellos la guio hacia una mesa al lado de la ventana, le entregó un menú y le trajo una bolsa de papel con pan recién hecho y una botella de agua. Le dijo que volvería en un par de minutos.
Nova le miró mientras se daba la vuelta y hablaba con unos clientes nuevos. El nombre del camarero era Gio. Tenía el pelo oscuro: quizás era un auténtico italiano. Su cabello era espeso y se ondulaba levemente a la altura del cuello. Debía de tener su misma edad y parecía estar en forma por lo que ella podía deducir de él bajo la camisa que le quedaba grande y los pantalones negros que le apretaban el trasero.
En un flash le vinieron recuerdos de la noche anterior en el gimnasio y recordó el cuerpo desnudo de Simon, su erección lanzando semen al suelo. Su deseo sexual había desaparecido durante su temporada en prisión, incluso después de ser puesta en libertad, pero al parecer Simon había despertado en ella esas emociones. Nova se volvió a tocar cuando llegó a casa con la imagen de Simon todavía grabada en su mente. Antes de irse a dormir, se metió en internet y encontró su Instagram, donde había subido selfis en distintas poses. En una de ellas aparecía en bañador y Nova se quedó contemplándola hasta que se durmió.
Cuando Gio volvió, ella ni siquiera había mirado el menú, pero pidió un plato que recordaba de antaño. Él le dedicó una sonrisa.
—¿Le puedo ayudar con algo más? —preguntó Gio, como si fuese capaz de leerle los pensamientos.
—No aquí y ahora, gracias —contestó Nova, sin saber muy bien qué decirle.
—Pero, ¿en algún otro momento y lugar sí?
Le sonrió y Nova no podía identificar si estaba bromeando o si se estaba burlando de ella.
—Algo así —dijo ella escuetamente, pero con una sonrisa que esperaba que él pudiera interpretar.
Nova siguió sonriendo mientras se comía la pasta con queso gorgonzola derretido y pensó en la sesión de gimnasia que le esperaba luego para deshacerse de esas calorías. Sesión y luego una ducha. ¿A lo mejor una ducha en el vestuario de hombres?
Ella miró la hora y se dio cuenta de que Hans de Goetz seguramente habría vuelto de su reunión. Movió la cabeza hacia Gio para indicar que estaba lista para pagar y apenas unos instantes después él estaba a su lado con la factura y el terminal para la tarjeta. Le sonrió a Nova otra vez mientras le entregaba su recibo —quizás era por la propina que le había dejado.
Hans de Goetz estaba de vuelta de su reunión. Tardó unos segundos en reconocerla y a Nova le pareció que titubeó un poco cuando se dio cuenta de quién era.
—Nova, qué alegría volver a verte —dijo él sin ninguna emoción en la voz.
—¿A que sí? —le respondió, e hizo un gesto hacia la dependienta, que hizo todo lo posible por mantenerse ocupada en la caja registradora.
—Nova trabajó aquí hace unos años —le dijo Hans a la dependienta—. Elvira lleva un año aquí —prosiguió él, volviéndose hacia Nova.
—Una verdadera joya. De fiar y… —Hans parecía estar buscando otra palabra descriptiva.
—¿Incorruptible? ¿Honesta como Dios mismo? —sugirió Nova—. Yo también era. Y lo soy. Aunque hay quien no se lo creería.
—Nunca dije que fueras tú. Eso fue la policía y la parte defensora—dijo Hans de Goetz, y le dirigió la misma mirada seria que había puesto al reconocerla.
—Por supuesto —dijo Nova. Por eso albergaba esperanzas de que me ayudaras, Hans. Estoy segura de que no deseas otra cosa que encontrar a la gente que cometió este crimen. Y encontrar los objetos robados. Es una afirmación más que una pregunta.
Nova no pensó que esto pudiera ser un fraude del seguro o que lo hubiera perpetrado el propio Hans, aunque ella estaba convencida de que él había recibido dinero del seguro por las piezas robadas. Hans tenía dinero y la tienda parecía seguir funcionando como antes del robo.
—Por supuesto —dijo Hans intentando sonreír—. Por supuesto.
—En ese caso, quiero que veas algo —dijo Nova. Ni Hans ni ella se prodigaban en palabras y este no era el momento de cambiar eso.
—De acuerdo —respondió Hans vacilante mientras Nova extraía su tableta, donde había descargado las cintas de seguridad.
—Fíjate bien ahora —dijo Nova.
—Ya he visto esto cientos de veces —dijo Hans al ver las primeras secuencias.
— Puede ser, pero estoy segura de que eso fue hace mucho tiempo. Míralo una sola vez más —dijo Nova quedándose de pie más cerca de Hans, de manera que los dos pudieran ver la cinta—. Fíjate en este tipo —Nova señaló a uno de los ladrones—. ¿Ves la manera que tiene de moverse?
—¿Qué quieres decir? ¿Con prisas?
—Los dos tienen prisa. Pero fíjate cuando se mueve de lado.
Hans arrugó la frente mientras intentaba entender lo que Nova le estaba señalando.
—¿Ves cómo mueve los hombros? ¿La manera en que los sube a veces?
—Quizás —dijo Hans no muy convencido. Miró a Elvira, que se había acercado y veía la pantalla situada detrás de ambos.
—Sí —dijo Elvira—. Se mueve de una manera particular.
—¿No os recuerda a alguien? —preguntó Nova.
—No —dijo Hans, empujando la tableta—. En absoluto.
—No sé —dijo Elvira—. Realmente no sabría qué decir.
Nova sintió un pequeño atisbo de esperanza por la incertidumbre de ambos.
Nova estaba extenuada cuando llegó a casa esa noche. Se había ejercitado en el gimnasio para quemar el gorgonzola y la pasta que había comido para almorzar, pero no vio a Simon en la sala ni en las duchas. Se fue a casa corriendo decepcionada y se tumbó en el sofá delante de la tele. Buscó entre varios canales pero no encontró nada interesante, como de costumbre.
Sintió que tenía algo en el bolsillo y sacó el recibo de Antonio´s. Estaba a punto de lanzarlo sobre la mesa cuando vio que había algo escrito.
«Tu sonrisa me deja débil. Por favor, llámame. Gio».
Nova no sabía si reír ante las palabras garabateadas. Una extraña mezcla de típico Don Juan y de alguien atrevido con confianza en sí mismo. Gio. Parte de ella no tendría ningún inconveniente en saber qué se ocultaba bajo esos pantalones negros de camarero. Otra parte de ella quería lanzar el papel a la papelera. Pero tenía una letra muy bonita. Y un culo muy sexy.
Marcó su número y se encontró con un contestador. Después de titubear un momento decidió no decir nada más que su dirección. ¿Qué podría pasar, aparte de que él apareciese?
Eran las dos de la madrugada cuando sonó el timbre de la puerta. Se puso una bata y salió al pasillo, todavía adormilada. Miró por la mirilla de la puerta y vio dos ojos marrones mirándola fijamente. Liberó la cadena de seguridad del pestillo y abrió la puerta.
—¿Te he despertado? —preguntó Gio dando un paso hacia el interior.
—Más o menos —contestó Nova.
Ver a Gio en vaqueros ceñidos y una chaqueta de cuero le hizo perder el sueño. Su trasero parecía incluso más sexy de lo que ella recordaba mientras él daba unos pasos por delante de ella hacia el salón.
—¿Quieres algo para beber?
—Solo un vaso de agua estaría genial —dijo Gio parado en el centro de la habitación mientras Nova se alejaba para traer un vaso de agua para cada uno.
Ella le ofreció uno de los vasos. Gio bebió ansiosamente de su vaso mientras Nova bebía sorbitos del suyo. Cuando terminó, tomó el vaso de Nova y lo dejó encima de la mesa al lado del suyo. Dio un paso hacia ella con las manos tendidas, las colocó en las caderas de ella y plantó un suave beso en los labios de Nova.
Ella le devolvió el beso. Sus labios eran suaves y cálidos y tenían sabor a chicle fresco. Cuando Gio la tomó por la cintura y la acercó hacia él, ella sintió su calidez a través de su bata. Rápidamente, él le acarició el cuerpo hasta llegar a su trasero y la apretó con fuerza. Nova le rodeó el cuello con los brazos y dejó una mano libre para acariciar el cabello oscuro de Gio. Sus besos eran ansiosos y apasionados, justo lo que ella esperaba de un italiano ardiente.
Las manos de Gio soltaron su trasero y la agarraron por la cintura, por debajo de su bata. El nudo de la bata se soltó y ésta se deslizó hasta quedar colgada de sus brazos al tiempo que Nova agarraba el filo de la camiseta de Gio. Se la sacó por encima de la cabeza y la dejó caer al suelo junto con su bata.
Nova se quedó desnuda delante de Gio. No había estado desnuda con un hombre desde hacía años. Quizás tendría que haberse sentido nerviosa pero tan solo se sentía ardiente. Tocó el cuerpo en forma de Gio, que apenas podía discernir bajo su camisa grande en el restaurante. Su piel era cálida y lisa y sus músculos duros al tacto.
Tuvo un destello de la imagen de Simon ante ella mientras desabrochaba los pantalones de Gio. Quería verle desnudo, quería sentir su polla en la mano, en la boca. Necesitaba sentirlo dentro de ella. Su coño se lo estaba pidiendo, necesitaba sentirlo dentro, necesitaba ser follada.
Ella forcejeó con la cremallera de sus pantalones, pero finalmente consiguió abrirla y le bajó los vaqueros y los calzoncillos boxer de una sola vez. Gio se quitó los zapatos al mismo tiempo que los calcetines y los vaqueros. Se puso en pie de nuevo, igual de desnudo que ella, y por lo visto, igual de excitado que ella. Su miembro era más grueso que el de Simon y ella no pudo evitar tomarlo en la mano, apretándolo y moviendo la mano arriba y abajo unas cuantas veces. Gio gimió ante el tacto de ella, agarró el pecho de Nova y apretó fuerte hasta que ella suspiró de placer. Los pezones de ella estaban duros y Gio los pellizcó y retorció hasta que ella dio un pequeño alarido.
La puerta del dormitorio estaba abierta. La manta estaba en un lado de la cama, de cuando ella se había levantado para abrir la puerta. Lentamente se dirigieron hacia allí, con las lenguas entremezcladas en la boca y sus manos acariciando sus cuerpos. Se derrumbaron encima de la cama como si fuese imposible permanecer de pie y moverse como estaban haciendo.
La mano de Gio bajó por su cadera, por la parte exterior de sus piernas y luego de vuelta por sus muslos. Rápidamente llegó a su vulva, acarició sus pliegues y jugueteó con ella recorriendo sus bordes hasta llegar finalmente a su clítoris. Nova jadeaba mientras él le daba un masaje haciendo círculos con los dedos en movimientos minúsculos, alternando entre un tacto como una pluma y un tacto juguetón, duro. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras sentía el primer orgasmo apoderarse de ella. Estaba tan hambrienta que a Gio solo le hizo falta tocarla para ponerla en un estado de éxtasis. Se llevó los dedos a la boca y saboreó los jugos de ella. Sonrió y la besó, dejándola saborear su propia sal.
—Lámeme —dijo Gio poniéndose a cuatro patas con el trasero hacia ella—. ¡Por favor, lámeme!
Nova estaba a punto de correrse otra vez mientras miraba a Gio exponerse ante ella y contemplaba su ano esperándola. Nunca se había imaginado esto al fantasear sobre Gio o Simon. O cualquier hombre, realmente. Un hombre que quería que le lamiesen el ano, un hombre ofreciendo sus partes más íntimas. Ella había admirado su trasero y se había imaginado agarrándolo, sintiéndolo, pero esta visión era mucho más que todos sus sueños.
Nova agarró ambas nalgas con las dos manos y sintió los músculos fuertes, redondeados como los de un jugador de rugby. Gio movió las caderas y sacó el culo hacia afuera. Nova se inclinó hacia él y le besó en una nalga y siguió besándole hasta llegar a su ano. No deseaba otra cosa que meter la lengua en su agujero, pero nunca había hecho nada parecido. Lo más prohibido estaba totalmente a la vista delante de ella, abierto y prometedor, pidiéndole que entrase.
Nova colocó la boca allí e hizo que sus labios adoptasen la forma de su esfínter, un beso que ella nunca había experimentado antes. Y le lamió el ano con la lengua, saboreándolo a él y su sal, tan almizclado, nuevo y sorprendente. Una vez que empezó no pudo parar. Metió la punta de la lengua todo lo más que pudo, lamiendo el agujero de Gio mientras le oía gemir. Le escuchó pedir más, rogándole que siguiera. Como si acaso ella fuese a parar…
Separó sus nalgas con las manos para poder penetrarle aún más. Tenía buen sabor, masculino. Gio descansó un lado del rostro en la almohada y luego cambió la postura de su cuerpo mientras agarraba sus propias nalgas y las abría más aún.
Apretaba la lengua de Nova con su esfínter mientras ella la metía dentro y luego la sacaba. Gio gimió otra vez y ella metió y sacó la lengua de su ano cada vez más aprisa. Tenía la mano en torno a su miembro y ella esperaba que no malgastase su semen en las sábanas.
—Quiero follarte ahora —dijo Gio, como si le hubiese leído la mente.
Se volteó y quedó tumbado boca arriba. Su pene apuntaba al techo y parecía a punto de reventar después de los preámbulos. Ella miró su polla y pensó que tener eso dentro de ella casi valdría la pena después de tantos años de espera. Iba a recuperar el tiempo perdido.
Nova estaba tan húmeda que no tendría problema en recibirle. Se puso a horcajadas encima de él y alzó su cuerpo hasta que su pene rozó su clítoris y dejó que Gio la acaraciara con su pene moviéndolo adelante y atrás. Cuando ella descendió encima de él y dejó que su polla gruesa la penetrase, era imposible hacerlo lentamente. Ella bajó hasta que su pene se encontró totalmente metido en ella, hasta que la llenó. ¡Daba tanto gusto!
Ella tensó los músculos de su núcleo y Gio la premió con un gemido fuerte. Nova se alzó y le sintió casi deslizarse fuera de ella antes de descender otra vez, aún más deprisa. Su pene entró y salió de ella mientras Nova le cabalgaba cada vez más duro. Podía sentir su cuerpo detonar en pequeñas explosiones divinas cada vez que su punta alcanzaba su punto G.
Su coño era como un agujero negro, absorbiendo su polla y haciendo todo lo posible por mantenerla dentro de sí. Nova solo era una herramienta para satisfacer el hambre del agujero negro, su sed —una herramienta sin voluntad propia. Aceleró el paso aún más. Estaba tan cerca. Era como si nada la pudiera detener.
Gio dio casi un rugido cuando sintió el orgasmo. Nova gritó cuando se corrió, pero continuó cabalgándolo mientras su polla seguía bombeando dentro de ella. Quería agotar cada gota de Gio. Quería hacerlo una y otra vez. Quería saborearlo, beber su semen, lamerlo otra vez, tomarlo en su ano, quería…
—Para —dijo Gio riendo—. Tienes que parar. Me pongo muy sensible cuando me corro.
—Lo siento —dijo Nova—. Se me olvidó…
—Está bien —dijo Gio—. Acércate.
La arrimó más cerca de manera que sus torsos estaban uno contra el otro. Sus besos ahora eran tiernos, tan diferentes. El deseo se había convertido en ternura, la urgencia en satisfacción.
Se quedaron dormidos así. Nova, en algún momento de la noche, se deslizó hasta acabar al lado de él con la cabeza descansando encima de su hombro. Se despertó cuando él se levantó, aunque hizo todo lo posible por salir sin hacer ruido.
Nova se quedó ahí, fingiendo dormir. Seguramente iría al baño, quizás a cepillarse los dientes con el dedo antes de su primer beso de por la mañana. En vez de eso, vio como recogía su ropa y la llevaba al salón. Ella lo miró por la puerta doble mientras se vestía y sintió una punzada de decepción ante el hecho de que no iban a desayunar juntos. Pero, ¿qué esperaba ella? A él le gustó lo que vio y tenía ganas de sexo. A ella le gustó lo que vio y estaba desesperada por lo mismo. Los dos recibieron lo que querían. Fin de la historia.
El dormitorio también tenía una puerta que daba al pasillo y a la puerta principal. Nova se puso de costado y esperó a que él saliera, recogiera sus zapatos y se marchara. Cuando lo hizo finalmente, ya no era su trasero embutido en vaqueros lo que le hizo perder el aliento, o incluso el recuerdo de su lengua hundida en su ano. Ni era la idea de su gran polla llenándola mientras estaba encima de él ni el pensamiento de ella bombeando sus últimas gotas tampoco.
Era la manera en que se movía. La manera en que se movían sus hombros cuando caminaba.
Nova se preguntó qué es lo que acababa de suceder. Había tenido sexo por primera vez en tres años; había tenido sexo por primera vez desde que salió de la cárcel. Fue fantástico, mucho mejor de lo que ella recordaba. Y aun así, Gio le dejó mal sabor de boca. Le dio justo lo que ella necesitaba. Quería más y bien podría haberle pedido a su Latin lover que se lo diese. Pero necesitaba analizar lo que acababa de pasar. Tenía que volver a mirar el video de seguridad otra vez, el que mostraba el robo en la tienda.