Pedro de Urdemalas - Miguel de Cervantes Saavedra - E-Book

Pedro de Urdemalas E-Book

Miguel de Cervantes Saavedra

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Beschreibung

Pedro de Urdemalas transcurre en un ambiente gitano. Esta obra de Miguel de Cervantes tiene cierto parecido con La gitanilla. El personaje se enamora de una gitana llamada Belica y vive entre gitanos. La comedia muestra tradiciones populares, supersticiones, bailes y cantos gitanos en un ambiente propio de la picaresca. Pedro de Urdemalas es un personaje complejo: pícaro, aventurero y cínico, aunque con cierta nobleza de carácter.

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Seitenzahl: 93

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Miguel de Cervantes Saavedra

Pedro de Urdemalas

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Pedro de Urdemalas.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-200-2.

ISBN rústica: 978-84-9816-381-0.

ISBN ebook: 978-84-9816-964-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

El futuro rey 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 55

Jornada tercera 91

Libros a la carta 129

Brevísima presentación

La vida

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España.

Hijo de Rodrigo Cervantes, cirujano, y Leonor de Cortina. Se sabe muy poco de su infancia y adolescencia. Era el cuarto hijo entre siete. Las primeras noticias que se tienen de Cervantes son de su etapa de estudiante, en Madrid.

A los veintidós años se fue a Italia, para acompañar al cardenal Acquaviva. En 1571 participó en la batalla de Lepanto, donde sufrió heridas en el pecho y la mano izquierda. Aunque su brazo quedó inutilizado, combatió después en Corfú, Ambarino y Túnez. En 1584 se casó con Catalina de Palacios, no fue un matrimonio afortunado. Tres años más tarde, en 1587, se trasladó a Sevilla y fue comisario de abastos. En esa ciudad sufrió cárcel varias veces por sus problemas económicos. Hacia 1603 o 1604 se fue a Valladolid, y allí también fue a prisión, esta vez acusado de un asesinato. Desde 1606, tras la publicación del Quijote, fue reconocido como un escritor famoso y vivió en Madrid.

El futuro rey

La trama tiene cierto parecido con La gitanilla. Pedro de Urdemalas (personaje folclórico) se enamora de una gitana llamada Belica y vive entre gitanos. La comedia muestra tradiciones populares, supersticiones, bailes y cantos gitanos en un ambiente propio de la picaresca.

Pedro de Urdemalas es un personaje complejo: pícaro, aventurero y cínico, aunque con cierta nobleza de carácter.

Personajes

Pedro de Urdemalas

Antón Clemente, zagal

Clemencia, zagala

Benita, zagala

Martín Crespo, alcalde, padre de Clemencia

Sancho Macho, regidor

Diego Tarugo, regidor

Lagartija, labrador

Hornachuelos, labrador

Redondo, escribano

Pascual

Un sacristán

Maldonado, conde de gitanos

Músicos

Inés, gitana

Belica, gitana

Una viuda, labradora

Un labrador, que la lleva de la mano

Llorente, un escudero

Un ciego

El rey

Silerio, un criado del rey

Un alguacil

La reina

Mostrenco

Marcelo, caballero

Dos representantes

Autor

Otro labrador

Otros dos farsantes

Alguacil de comedias

Jornada primera

(Salen Pedro de Urdemalas, en hábito de mozo de labrador, y Clemente, como zagal.)

Clemente De tu ingenio, Pedro amigo,

y nuestra amistad se puede

fïar más de lo que digo,

porque él al mayor excede,

y della el mundo es testigo;

así, que es de calidad

tu ingenio y nuestra amistad,

que, sin buscar otro medio,

en ambos pongo el remedio

de toda mi enfermedad.

Esa hija de tu amo,

la que se llama Clemencia,

a quien yo Justicia llamo,

la que huye mi presencia,

cual del cazador el gamo;

ésa, a quien naturaleza

dio el extremo de belleza

que has visto, me tiene tal,

que llega al punto mi mal

do llega el de su lindeza.

Cuando pensé que ya estaba

algo crédula al cuidado

que en mis ansias le mostraba,

yo no sé quién la ha trocado

de cordera en tigre brava,

ni sé yo por qué mentiras

sus mansedumbres en iras

ha vuelto, ni sé, ¡oh Amor!,

por qué con tanto rigor

contra mí tus flechas tiras.

Pedro Bobear; dime, en efeto,

lo que quieres.

Clemente Pedro, hermano,

que me libres deste aprieto

con algún consejo sano

o ayuda de hombre discreto.

Pedro ¿Han llegado tus deseos

a más que dulces floreos,

o has tocado en el lugar

donde Amor suele fundar

el centro de sus empleos?

Clemente Pues sabes que soy pastor,

entona más bajo el punto,

habla con menos primor.

Pedro Que si eres, te pregunto,

Amadís o Galaor.

Clemente No soy sino Antón Clemente,

y andas, Pedro, impertinente

en hablar por tal camino.

Pedro (Aparte.) (Pan por pan, vino por vino,

se ha de hablar con esta gente).

¿Haste visto con Clemencia

a solas o en parte escura,

donde ella te dio licencia

de alguna desenvoltura

que encargase la conciencia?

Clemente Pedro, el cielo me confunda,

y la tierra aquí me hunda,

y el aire jamás me aliente,

si no es un amor decente

en quien el mío se funda.

Del padre el rico caudal

el mío pobre desprecia

por no ser al suyo igual,

y entiendo que solo precia

el de Llorente y Pascual,

que son ricos, y es razón

que se lleve el corazón

tras sí de cualquier mujer,

no el querer, sino el tener

del oro la posesión.

Y, demás desto, Clemencia

a mi amor no corresponde

por no sé qué impertinencia

que le han dicho, y así, esconde

de mis ojos su presencia;

y si tú, Pedro, no haces

de nuestras riñas las paces,

ya por perdido me cuento.

Pedro O no tendré entendimiento,

o he de trazar tus solaces.

Si sale, como imagino,

hoy mi amo por alcalde,

te digo, como adivino,

que hoy no te trujo de balde

a hablar conmigo el destino.

Tú verás cómo te entrego

en holganza y en sosiego

el bien que interés te veda,

y que al dártele preceda

promesa, dádiva y ruego.

Y, en tanto que esto se traza,

vuelve los ojos y mira

los lazos con que te enlaza

Amor, y por quien suspira

Febo, que allí se disfraza;

mira a los rubios cabellos

de Clemencia, y mira entre ellos

al lascivo Amor jugando,

y cómo se va admirando

por ver que se mira en ellos.

Benita viene con ella,

su prima, cual si viniese

con el Sol alguna estrella

que no menos luz nos diese

que el mismo Sol: tal es ella.

Clemente, ten advertencia

que, si llega aquí Clemencia,

te le humilles: yo a Benita,

como a una cosa bendita

le pienso hacer reverencia.

Dile con lengua curiosa

cosas de que no disguste,

y ten por cierta una cosa:

que no hay mujer que no guste

de oírse llamar hermosa.

Liberal desta moneda

te muestra; no tengas queda

la lengua en sus alabanzas,

verás volver las mudanzas

de la varïable rueda.

(Salen Clemencia y Benita, zagalas, con sus cantarillas, como que van a la fuente.)

Benita ¿Por qué te vuelves, Clemencia?

Clemencia ¿Por qué me vuelvo, Benita?

Por no verme en la presencia

de quien la salud me quita

y me da mortal dolencia;

por no ver a un insolente

que tiene bien diferente

de la condición el nombre.

Benita Apostaré que es el hombre

por quien lo dices Clemente.

Clemente ¿Soy basilisco, pastora,

o soy alguna fantasma

que se aparece a deshora,

con que el sentido se pasma

y el ánimo se empeora?

Clemencia No eres sino un parlero,

adulador, lisonjero

y, sin porqué, jactancioso,

en verdades mentiroso

y en mentiras verdadero.

¿Cuándo te he dado yo prenda

que de mi amor te asegure

tanto, que claro se entienda

que, aunque el amor me procure,

no hayas temor que te ofenda?

Esto dijiste a Jacinta,

y le mostraste una cinta

encarnada que te di,

y en tu rostro se ve aquí

aquesta verdad distinta.

Clemente Clemencia, si yo he dicho cosa alguna

que no vaya a servirte encaminada,

venga de la más próspera fortuna

a la más abatida y desastrada;

si siempre sobre el cerco de la Luna

no has sido por mi lengua levantada,

cuando quiera decirte mi querella,

mudo silencio el cielo infunda en ella;

si mostré tal, la fe en que yo pensaba,

por la ley amorosa, de salvarme,

cuando a la vida el término se acaba,

por ella entonces venga a condenarme;

si dije tal, jamás halle en su aljaba

flechas de plomo Amor con que tirarme,

si no es a ti, y a mí con las doradas,

a helarte y abrasarme encaminadas.

Pedro Clemencia, tu padre viene,

y con la vara de alcalde.

Clemencia No la ha alcanzado de balde;

que su salmorejo tiene.

Hermano Clemente, adiós.

Clemente Pues, ¿cómo quedamos?

Clemencia Bien.

Benita, si quieres, ven.

Benita Sí, pues venimos las dos.

(Vanse Benita y Clemencia.)

Pedro Vete en buen hora, Clemente,

y quédese el cargo a mí

de lo que he de hacer por ti.

Clemente Adiós, pues.

Pedro Él te contente.

(Salen Martín Crespo, alcalde, padre de Clemencia, y Sancho Macho y Diego Tarugo, regidores.)

Tarugo Plácenos, Martín Crespo, del suceso.

Desechéisla por otra de brocado,

sin que jamás un voto os salga avieso.

Crespo Diego Tarugo, lo que me ha costado

aquesta vara, solo Dios lo sabe,

y mi vino, y capones, y ganado.

El que no te conoce, ése te alabe,

deseo de mandar.

Sancho Yo aqueso digo,

que sé que en él todo cuidado cabe.

Véala yo en poder de mi enemigo,

vara que es por presentes adquirida.

Crespo Pues ahora la tiene un vuestro amigo.

Sancho De vos, Crespo, será tan bien regida,

que no la doble dádiva ni ruego.

Crespo No, ¡juro a mí!, mientras tuviere vida.

Cuando mujer me informe, estaré ciego;

al ruego del hidalgo, sordo y mudo;

que a la severidad todo me entrego.

Tarugo Ya veo en vuestro tiempo, y no lo dudo,

sentencias de Salmón, el rey discreto,

que el niño dividió con hierro agudo.

Crespo Al menos, de mi parte yo prometo

de arrimarme a la ley en cuanto pueda

sin alterar un mínimo decreto.

Sancho Como yo lo deseo, así suceda;

y adiós.

Crespo Fortuna os tenga, Sancho Macho,

en la empinada cumbre de su rueda.

Tarugo Sin que el temor o amor os ponga empacho,

juzgad, Crespo, terrible y brevemente:

que la tardanza en toda cosa tacho;

y a Dios quedad.

Crespo En fin, sois buen pariente.

(Vanse Sancho Macho y Diego Tarugo.)

Pedro, que escuchando estás,

¿cómo de mi buen suceso

el parabién no me das?

Ya soy alcalde, y confieso

que lo seré por demás,

si tú no me das favor

y muestras algún primor

con que juzgue rectamente;

que te tengo por prudente,

más que a un cura y a un doctor.

Pedro Es aqueso tan verdad,

cual lo dirá la experiencia,

porque con facilidad

luego os mostraré una ciencia

que os dé nombre y calidad.

Llegaráos Licurgo apenas,

y la celebrada Atenas

callará sus doctas leyes;

envidiaros han los reyes

y las escuelas más buenas.

Yo os meteré en la capilla

dos docenas de sentencias

que al mundo den maravilla,

todas con sus diferencias,

civiles, o de rencilla;

y la que primero a mano

os viniere, está bien llano

que no ha de haber más que ver.

Crespo Desde hoy más, Pedro, has de ser

no mi mozo, mas mi hermano.

Ven, y mostrarásme el modo

cómo yo ponga en efeto

lo que has dicho, en parte o en todo.

Pedro Pues más cosas te prometo.

Crespo A cualquiera me acomodo.

(Vanse Crespo, el alcalde y Pedro.)

(Salen otra vez Sancho Macho y Tarugo.)

Sancho Mirad, Tarugo: bien siento

que, aunque el parabién le distes

a Crespo de su contento,

otro paramal tuvistes

guardado en el pensamiento;

porque, en efeto, es mancilla