Popol-Vuh - Texto Maya Anónimo - E-Book

Popol-Vuh E-Book

Texto Maya Anónimo

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Beschreibung

El Popol Vuh es una recopilación de narraciones míticas, legendarias e históricas del pueblo Quiché, el pueblo Maya guatemalteco con mayor cantidad de población. El libro, de gran valor histórico y espiritual, ha sido llamado el Libro Sagrado de los Mayas. También conocido como Libro del Consejo atesora gran parte de la sabiduría y muchas de las tradiciones de la cultura maya. Es un compendio de aspectos de gran importancia como religión, astrología, mitología, costumbres, historia y leyendas que relatan el origen del mundo y de la civilización, así como de los muchos fenómenos que suceden en la naturaleza.

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POPOL VUHEl Libro Sagrado de los Mayas

Título: Popol Vuh (El Libro Sagrado de los Mayas)

Autor: Texto Maya Anónimo

Título original: Popol Vuh

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2021 AMA Audiolibros

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

Todos los derechos reservados, prohibida la reproducción total o parcial de la obra, salvo excepción prevista por la ley.

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

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FIN

INTRODUCCIÓN

El Popol Vuh es una recopilación de narraciones míticas, legendarias e históricas del pueblo Quiché, el pueblo Maya guatemalteco con mayor cantidad de población. El libro, de gran valor histórico y espiritual, ha sido llamado el “Libro Sagrado de los Mayas”. También conocido como “Libro del Consejo” atesora gran parte de la sabiduría y muchas de las tradiciones de la cultura maya. Es un compendio de aspectos de gran importancia como religión, astrología, mitología, costumbres, historia y leyendas que relatan el origen del mundo y de la civilización, así como de los muchos fenómenos que suceden en la naturaleza. Además, relata que el mundo no era nada hasta que los dioses, el gran padre creador y la gran madre hacedora de formas, decidieron crear la vida. La intención de ambos era ser adorados por sus propias creaciones.

El Popol Vuh se divide en cuatro partes: La primera habla de como los dioses crearon el mundo y los hombres. La segunda del nacimiento y de la vida de Hunahpu y Xibalbá. La tercera contiene el mitode la creación de los primeros hombres de maíz y como adoraron y sirvieron a los cuatro dioses que los crearon. La cuarta habla sobre la formación de las tribus Quichés y sus relaciones con otras tribus.

Fue en su origen pintura, con esa forma de tradición se conservó hasta mediados del siglo XVI, época en que volvió a ser escrito por un indígena, probablemente sacerdote, en lengua Quiché, pero con caracteres latinos. Ese manuscrito constituye el verdadero original del Popol-Vuh y llegó a manos de Fray Francisco Ximénez, cura párroco de un pueblecito guatemalteco, a principios del siglo XVIII, quien lo tradujo al castellano y lo copió en columnas paralelas junto al texto indígena.

1

Aquí comenzamos la antigua historia llamada Quiché.

Aquí escribiremos, comenzaremos el antiguo relato del principio, del origen, de todo lo que hicieron en la ciudad Quiché los hombres de las tribus Quiché.

Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día, Gran Cerdo del Alba, Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeíta, Los de la Verde Copa; así decíase.

Rogábase con ellos, invocábase con ellos, a los llamados Abuela, Abuelo, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Guarda Secreto, Ocultadora, Abuela que forma parte de la Pareja Mágica de Abuelos, Abuelo de la misma Pareja.

Así está dicho en la historia Quiché todo lo que ellos dijeron, lo que ellos hicieron, en el alba de la vida, en el alba de la historia.

Pintaremos lo que pasó antes de la Palabra de Dios, antes del cristianismo. Lo reproduciremos porque no se tiene, ya más, la visión del Libro del Consejo, la visión del alba de la llegada de ultramar, de nuestra vida en la sombra, la visión del alba de la vida, como se dice.

2

Este libro es el primer libro, pintado antaño, pero su faz está oculta hoy al que ve, al pensador. Grande era la exposición, la historia de cuando se acabaron de medir todos los ángulos del cielo, de la tierra, la cuadrangulación, su medida, la medida de las líneas, en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, de los cuatro rincones, tal como había sido dicho por los Constructores, los Formadores, las Madres, los Padres de la vida, de la existencia, los de la Respiración, los de las Palpitaciones, los que engendran, los que piensan. Luz de las tribus, Luz de los hijos, Luz de la prole, Pensadores y Sabios, acerca de todo lo que está en el cielo, en la tierra, en los lagos, en el mar.

He aquí el relato de cómo todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío, en el cielo, en la tierra. He aquí la primera historia, la primera descripción.

No había un solo hombre, un solo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra, caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía. La faz de la tierra no aparecía; sólo existían la mar limitada, todo el espacio del cielo. No había nada reunido, junto. Todo era invisible, todo estaba inmóvil en el cielo.

No existía nada edificado. Solamente el agua limitada, solamente la mar tranquila, sola, limitada. Nada existía. Solamente la inmovilidad, el silencio, en las tinieblas, en la noche. Sólo los Constructores, los Formadores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, los Procreadores, los Engendradores, estaban sobre el agua, luz esparcida. Sus símbolos estaban envueltos en las plumas, las verdes; sus nombres gráficos eran, pues, Serpientes Emplumadas. Son grandes Sabios. Así es el cielo, así son también los Espíritus del Cielo; tales son, cuéntase, los nombres de los dioses.

Entonces vino la Palabra; vino aquí de los Dominadores, de los Poderosos del Cielo, en las tinieblas, en la noche. Fue dicha por los Dominadores, los Poderosos del Cielo; hablaron. Entonces celebraron consejo, entonces pensaron, se comprendieron, unieron sus palabras, sus sabidurías. Entonces se mostraron, meditaron, en el momento del alba; decidieron construir al hombre, mientras celebraban consejo sobre la producción, la existencia de los árboles, de los bejucos, la producción de la vida, de la existencia, en las tinieblas, en la noche, por los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes.

Maestro Gigante Relámpago es el primero. Huella del Relámpago es el segundo. Esplendor del Relámpago es el tercero. Estos tres son los Espíritus del Cielo. Entonces se reunieron con ellos los Dominadores, los Poderosos del Cielo.

Entonces celebraron consejo sobre el alba de la vida, cómo se haría la germinación, cómo se haría el alba, quién sostendría, nutriría: «Que eso sea. Fecundaos. Que esta agua parta, se vacíe. Que la tierra nazca, se afirme», dijeron.

«Que la germinación se haga, que el alba se haga en el cielo, en la tierra, porque no tendremos ni adoración ni manifestación por nuestros construidos, nuestros formados, hasta que nazca el hombre construido, el hombre formado».

Así hablaron, por lo cual nació la tierra. Tal fue en verdad el nacimiento de la tierra existente: «Tierra», dijeron y enseguida nació.

Solamente una niebla, solamente una nube fue el nacimiento de la materia. Entonces salieron del agua las montañas, al instante salieron las grandes montañas. Solamente por Ciencia Mágica, por el Poder Mágico, fue hecho lo que había sido decidido concerniente a las mentes, a las llanuras; enseguida nacieron simultáneamente en la superficie de la tierra los cipresales, los pinares.

Y los Poderosos del Cielo se regocijaron así: «Sed los bienvenidos, oh Espíritus del Cielo, oh Maestro Gigante Relámpago, oh Huella del Relámpago, oh Esplendor del Relámpago».

«Que se acabe nuestra construcción, nuestra formación», fue respondido.

Primero nacieron la tierra, los montes, las llanuras; se pusieron en camino las aguas; los arroyos caminaron entre los montes; así tuvo lugar la puesta en marcha de las aguas cuando aparecieron las grandes montañas.

Así fue el nacimiento de la tierra cuando nació por orden de los Espíritus del Cielo, de los Espíritus de la Tierra, pues así se llaman los que primero fecundaron, estando el cielo en suspenso, estando la tierra en suspenso en el agua; así fue fecundada cuando ellos la fecundaron. Entonces su conclusión, su composición, fueron meditadas por ellos.

3

Enseguida fecundaron a los animales de las montañas, guardianes de todas las selvas, los seres de las montañas: venados, pájaros, pumas, jaguares, serpientes, víboras, serpientes ganti, guardianes de los bejucos.

Entonces los Procreadores, los Engendradores, dijeron: «¿No habrá más que silencio, inmovilidad, al pie de los árboles, de los bejucos? Bueno es, pues, que haya guardianes»; así dijeron, fecundando, hablando.

Al instante nacieron los venados, los pájaros. Entonces dieron sus moradas a los venados, a los pájaros: «Tú, venado, sobre el camino de los arroyos, en las barrancas, dormirás; aquí vivirás, en las hierbas, en las malezas; en las selvas fecundarás; sobre cuatro pies irás, vivirás».

Fue hecho como fue dicho. Entonces fueron también dadas las moradas de los pajarillos, de los grandes pájaros: «Pájaros, anidaréis sobre los árboles, sobre los bejucos moraréis; engendraréis, os multiplicaréis sobre las ramas de los árboles, sobre las ramas de los bejucos».

Así fue dicho a los venados, a los pájaros, para que hiciesen lo que debían hacer; todos tomaron sus dormitorios, sus moradas. Así los Procreadores, los Engendradores, dieron sus casas a los animales de la tierra.

Estando pues todos terminados, venados, pájaros, les fue dicho a los venados, a los pájaros, por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores: «Hablad, gritad; podéis gorjear, gritar. Que cada uno haga oír su lenguaje según su clan, según su manera».

Así fue dicho a los venados, pájaros, pumas, jaguares, serpientes.

«En adelante decid nuestros nombres, alabadnos, a nosotros vuestras madres, a nosotros vuestros padres. En adelante llamad a Maestro Gigante Relámpago, Huella del Relámpago, Esplendor del relámpago, Espíritus del Cielo, Espíritus de la Tierra, Constructores, Formadores, Procreadores, Engendradores. Habladnos, invocadnos, adoradnos», se les dijo.

Pero no pudieron hablar como hombres, solamente cacarearon, solamente mugieron, solamente graznaron; no se manifestó ninguna forma de lenguaje, hablando cada uno diferente.

Cuando los Constructores, los Formadores, oyeron sus palabras impotentes, se dijeron unos a otros: «No han podido decir nuestros nombres, de nosotros los Constructores, los Formadores».

«No está bien», se respondieron unos a otros los Procreadores, los Engendradores, y dijeron: «He aquí que seréis cambiados porque no habéis podido hablar. Cambiaremos nuestra Palabra. Vuestro sustento, vuestra alimentación, vuestros dormitorios, vuestras moradas, los tendréis; serán las barrancas, las selvas. Nuestra adoración es imperfecta si vosotros no nos invocáis. ¿Habrá, podrá haber adoración, obediencia, en los seres que haremos? Vosotros recibiréis vuestro fardo, vuestra carne será molida entre los dientes; que así sea, que tal sea vuestro fardo».

Así les fue entonces dicho, ordenado, a los animalitos, a los grandes animales de la superficie de la tierra; pero éstos quisieron probar su suerte, quisieron tentar la prueba, quisieron probar la adoración, mas no entendiendo de ningún modo el lenguaje unos de otros, no se comprendieron, no pudieron hacer nada.

Tal fue, pues, el fardo de su carne; así el fardo de ser comidos, de ser matados, fue impuesto aquí sobre todos los animales de la superficie de la tierra.

Enseguida fueron ensayados seres construidos, seres formados, por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores: «Que se pruebe todavía. Ya se acerca la germinación, el alba. Hagamos a nuestros sostenes, a nuestros nutridores. ¿Cómo ser invocados, conmemorados, en la superficie de la tierra? Ya hemos ensayado con nuestra primera construcción, nuestra formación, sin que por ella pueda hacerse nuestra adoración, nuestra manifestación. Probaremos, pues, a hacer obedientes, respetuosos sostenes, nutridores», dijeron.

Entonces fue la construcción, la formación. De tierra hicieron la carne. Vieron que aquello no estaba bien, sino que se caía, se amontonaba, se ablandaba, se mojaba, se cambiaba en tierra, se fundía; la cabeza no se movía; el rostro quedábase vuelto a un solo lado; la vista estaba velada; no podían mirar detrás de ellos; al principio hablaron, pero sin sensatez.

Enseguida, aquello se licuó, no se sostuvo en pie. Entonces los Constructores, los Formadores, dijeron otra vez: «Mientras más se trabaja, menos puede él andar y engendrar». «Que se celebre, pues, consejo sobre eso», dijeron.

Al instante deshicieron, destruyeron una vez más, su construcción, su formación, y después dijeron: «¿Cómo haremos para que nos nazcan adoradores, invocadores?»

Celebrando consejo de nuevo, dijeron entonces: «Digamos a Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día: Probad de nuevo la suerte, su formación».

Así se dijeron unos a otros los Constructores, los Formadores, y hablaron a Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora.

Enseguida, el discurso dicho a aquellos augures, a la Abuela del Día, a la Abuela del Alba por los Constructores, los Formadores; he aquí sus nombres: Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora.

Y los Maestros Gigantes hablaron, así como los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Dijeron entonces a Los de la Suerte, los de su Formación, a los augures: «Es tiempo de concertarse de nuevo sobre los signos de nuestro hombre construido, de nuestro hombre formado, como nuestro sostén, nuestro nutridor, nuestro invocador, nuestro conmemorador. Comenzad, pues, las Palabras Mágicas, Abuela, Abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora. Haced pues que haya germinación, que haya alba, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos conmemorados, por el hombre construido, el hombre formado, el hombre maniquí, el hombre moldeado. Haced que así sea. Declarad vuestros nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día, Pareja Procreadora, Pareja Engendradora, Gran Cerdo del Alba, Gran Tapir del Alba, Los de las Esmeraldas, Los de las Gemas, Los del Punzón, Los de las Tablas, Los de la Verde Jadeíta, Los de la Verde Copa, Los de la Resina, Los de los Trabajos Artísticos, Abuela del Día, Abuela del Alba. Sed llamados así por nuestros construidos, nuestros formados. Haced vuestros encantamientos por vuestro maíz, por vuestro tzité. ¿Se hará, acontecerá, que esculpamos en madera su boca, su rostro?»

Así fue dicho a los de la Suerte.

Entonces se efectuó el lanzamiento de los granos, la predicción del encantamiento por el maíz, el tzité: «Suerte, fórmate», dijeron entonces una abuela, un abuelo.

Ahora bien, este abuelo era El del Tzité, llamado Antiguo Secreto; esta abuela era La de la Suerte, la de su formación, llamada Antigua Ocultadora con Gigante Abertura.

Cuando se decidió la suerte, se habló así: «Tiempo es de concertarse. Hablad; que oigamos y que hablemos, digamos, si es preciso que la madera sea labrada, sea esculpida por Los de la Construcción, Los de la Formación, si ella será el sostén, el nutridor, cuando se haga la germinación, el alba».

«Oh maíz, oh tzité, oh suerte, oh su formación, asíos, ajustaos», fue dicho al maíz, al tzité, a la suerte, a su formación.

«Venid a picar ahí, oh Espíritus del Cielo. No hagáis bajar la boca, la faz de los Dominadores, de los Poderosos del Cielo», dijeron.

Entonces dijeron la cosa recta: «Que así sean, así, vuestros maniquíes, los muñecos construidos de madera, hablando, charlando en la superficie de la tierra».

«Que así sea», se respondió a sus palabras.

Al instante fueron hechos los maniquíes, los muñecos construidos de madera; los hombres se produjeron, los hombres hablaron; existió la humanidad en la superficie de la tierra. Vivieron, engendraron, hicieron hijas, hicieron hijos, aquellos maniquíes, aquellos muñecos construidos de madera.

No tenían ni ingenio ni sabiduría, ningún recuerdo de sus Constructores, de sus Formadores; andaban, caminaban sin objeto. No se acordaban de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron. Solamente un ensayo, solamente una tentativa de humanidad. Al principio hablaron, pero sus rostros se desecaron; sus pies, sus manos, eran sin consistencia; ni sangre, ni humores, ni humedad, ni grasa; mejillas desecadas eran sus rostros; secos sus pies, sus manos; comprimida su carne. Por tanto, no había ninguna sabiduría en sus cabezas, ante sus Constructores, sus Formadores, sus Procreadores, sus Animadores.

Éstos fueron los primeros hombres que existieron en la superficie de la tierra.

4

Enseguida llegó el fin, la pérdida, la destrucción, la muerte de aquellos maniquíes, muñecos construidos de madera.

Entonces fue hinchada la inundación por los Espíritus del Cielo, una gran inundación fue hecha, llegó por encima de las cabezas de aquellos maniquíes, muñecos construidos de madera.

El tzité, fue la carne del hombre, pero, cuando por los Constructores, los Formadores, fue labrada la mujer, el sasafrás fue la carne de la mujer.

Esto entró en ellos por la voluntad de los Constructores de los Formadores. Pero no pensaban, no hablaban ante los de la Construcción. Los de la Formación, sus Hacedores, sus Vivificadores. Y su muerte fue esto: fueron sumergidos; vino la inundación, vino del cielo una abundante resina.

El llamado Cavador de Rostros vino a arrancarles los ojos, Murciélago de la Muerte vino a cortarles la cabeza, Brujo-Pavo vino a comer su carne, Brujo-Búho vino a triturar, a romper sus huesos. Sus nervios fueron triturados, fueron pulverizados, en castigo de sus rostros, porque no habían pensado ante sus Madres, ante sus Padres, los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes. A causa de esto se oscureció la faz de la tierra, comenzó la lluvia tenebrosa, lluvia de día, lluvia de noche.

Los animales pequeños, los animales grandes, llegaron. La madera, la piedra, manifestaron sus rostros. Sus piedras de moler metales, sus vajillas de barro, sus escudillas, sus ollas, sus perros, sus pavos, todos hablaron; todos, tantos cuantos había, manifestaron sus rostros.

«Nos hiciste daño, nos comisteis; os toca el turno; seréis sacrificados», les dijeron sus perros, sus pavos.

Y he aquí lo que les dijeron sus piedras de moler: «Teníamos cotidianamente queja de vosotros; cotidianamente, por la noche, al alba, siempre: “Descorteza, descorteza, rasga, rasga” sobre nuestras faces, por vosotros. He aquí, para comenzar, nuestro cargo a vuestra faz. Ahora que habéis cesado de ser hombres, probaréis nuestras fuerzas: amasaremos, morderemos, vuestra carne», les dijeron sus piedras de moler.

Y he aquí, que, hablando a su vez, sus perros les dijeron: «¿Por qué no nos dabais nuestro alimento? Desde que éramos visto, nos perseguíais, nos echabais fuera, vuestro instrumento para golpearnos estaba listo mientras comíais. Entonces vosotros hablabais bien, nosotros no hablábamos. Sin ello no os mataríamos ahora. ¿Cómo no razonabais? ¿Cómo no pensabais en vosotros mismos? Somos nosotros quienes os borraremos de la faz de la tierra; ahora sufriréis los huesos de nuestras bocas, os comeremos». Así les dijeron sus perros, mostrando sus rostros.

Y he aquí que a su vez sus ollas, sus vajillas de barro, les hablaron: «Daño, dolor, nos hicisteis, carbonizando nuestras bocas, carbonizando nuestras faces, poniéndonos siempre ante el fuego. Nos quemabais sin que nosotros pensáramos mal; vosotros lo sufriréis a vuestro turno, os quemaremos», dijeron todas las ollas, manifestando sus faces.

De igual manera las piedras del hogar encendieron fuertemente el fuego puesto cerca de sus cabezas, les hicieron daño. Empujándose los hombres corrieron, llenos de desesperación. Quisieron subir a sus mansiones, pero cayéndose, sus mansiones les hicieron caer. Quisieron subir a los árboles; los árboles los sacudieron a lo lejos. Quisieron entrar en los agujeros, pero los agujeros despreciaron a sus rostros. Tal fue la ruina de aquellos hombres construidos, de aquellos hombres formados, hombres para ser destruidos, hombres para ser aniquilados; sus bocas, sus rostros, fueron todos destruidos, aniquilados.

Se dice que su posteridad son esos monos que viven actualmente en las selvas; éstos fueron su posteridad porque sólo madera había sido puesta en su carne por los Constructores, los Formadores. Por eso se parece al hombre ese mono, posteridad de una generación de hombres construidos, de hombres formados, pero que sólo eran maniquíes, muñecos construidos de madera.

5

No había, pues, más que una luz confusa en la superficie de la tierra, no había sol. Un personaje llamado Principal Guacamayo se enorgullecía.

Al principio existieron el cielo, la tierra, pero ocultas estaban las faces del sol, de la luna.

Él, pues, decía: «En verdad, la posteridad de esos hombres ahogados es extraordinaria; su vida es como una vida de Sabios. Yo soy, pues, grande por encima del hombre construido, del hombre formado. Yo el sol, yo la luz, yo la luna. Que así sea. Grande es mi luz. Por mí andan, caminan los hombres. Mis ojos, en metales preciosos, resplandecen de gemas, de verdes esmeraldas. Mis dientes brillan en su esmalte como la faz del cielo. Mi nariz resplandece a lo lejos como la luna. De preciosos metales está hecho mi sitial con respaldo. La faz de la tierra se ilumina cuando yo avanzo ante mi sitial con respaldo. Así pues, yo soy el sol, yo soy la luna, para la luz de la prole, la luz de los hijos. Así es, porque a lo lejos penetra mi esplendor».

Así decía Principal Guacamayo, mas en verdad Principal Guacamayo no era el sol, sino que se enorgullecía de sus jadeítas, de sus metales preciosos, pero en realidad su esplendor desaparecía allí adonde él se sentaba, su esplendor no penetraba en todo el cielo.

No se veían aún, pues, las faces del sol, de la luna, de las estrellas, aún no había claridad. Así, pues, Principal Guacamayo se alababa como sol, como luna; la luz del sol, de la luna, todavía no se había mostrado, manifestado; pero él quería sobreponerse en grandeza.