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Con una hilarante mezcla de honestidad, sentido del humor y compasión, el humorista Russell Brand cuenta su salvaje historia, y comparte algo de lo que ha aprendido durante los quince años que han pasado desde su recuperación. El autor se dirige a los que sufren cualquier tipo de adicción o dependencia. No distingue entre drogas, alcohol, cafeína, azúcar, trabajo, estrés, malas relaciones, pantallas o incluso la fama. Brand afirma que la adicción puede adoptar distintas formas y que para mantenerse limpio, cuerdo y libre, uno tiene que poner mucha atención a su día a día. La pregunta no es por qué eres adicto, sino ¿qué dolor estás intentando tapar con tu adicción?, ¿por qué te dejas atrapar en el curroequivocado, el estilo de vida equivocado o en los brazos de la persona equivocada?
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Seitenzahl: 375
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RUSELL BRAND
TRADUCCIÓN DE ERIC LEVIT MORA
Título original:Recovery. Freedom from Our Addictions
Publicado por primera vez en 2017 por Bluebird, un sello de Pan Macmillan, división de Macmillan Publishers International Limited.
© Del textoRussell Brand
© De la traducciónEric Levit Mora
© Next Door Publishers, SLPrimera edición: junio 2022
Editor: Oihan IturbideDiseño: Ex.EstudiCorrección: Eric Levit Mora
Next Door Publishers, SLc/ Emilio Arrieta 5, entlo. dcha., 31002 Pamplona+34 948 206 [email protected]
ISBN: 978-84-125063-1-0DEPÓSITO LEGAL: NA 1144-2022
Gráficas Alzate
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Reservados todos los derechos. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea mecánico, electrónico, por fotocopia, por registro u otros medios, sin el permiso previo y por escrito de los titulares delcopyright.
Los trastornos por adicción y consumo de sustancias suponen un grave problema de salud, cuyo tratamiento requiere atención médica profesional. Lo que este libro pretende ofrecerte es meramente una guía de ayuda. El autor, editor o cualquier persona asociada, no se responsabilizan de ninguna pérdida o daño que pudieran derivarse a partir de cualquier dato o sugerencia contenidos en este volumen.
Introducción
Los Doce Pasos
1.¿Estás algo jodido?
2.¿Podrías no estar jodido?
3.¿Vas a «desjoderte» tú solo?
4.Escribe todas las cosas que te están jodiendo o que te hayan jodido alguna vez y no mientas ni te dejes nada
5.Habla con honestidad con alguien de confianza sobre lo jodido que estás
6.Muy bien, esto ha revelado muchos patrones jodidos. ¿Quieres acabar con ellos? ¿De verdad?
7.¿Estás dispuesto a llevar un nuevo estilo de vida que no gire alrededor de ti y de tus previas cosas jodidas? Debes hacerlo
8.Prepárate para pedirle perdón a todo el mundo por todo lo que les haya afectado que estés tan jodido
9.Ahora, pide perdón. A no ser que eso vaya a empeorar las cosas
10.Vigila no tener pensamientos y comportamientos jodidos y sé honesto contigo mismo cuando ocurran
11.Mantente conectado con tu nueva perspectiva
12.Mira la vida con menos egoísmo, sé bueno con todo el mundo y ayuda a la gente cuando puedas
13.Re-Nacimiento
Conclusión
El programa
Recursos
Referencias
Agradecimientos
Para Laura Brand, por traerme de vuelta
Aquí, en nuestra reluciente ciudadela de infinitas pantallas reflectantes, vivimos desde afuera. Quizá hoy despertemos y agarremos el teléfono sin pensarlo, su brillo alcanzará nuestros ojos antes que la luz del alba, sus noticias acribillarán nuestras mentes antes de que podamos reflexionar siquiera un momento sobre esta inflexible y eterna verdad: tú también morirás.
Sé que sabes que tú y tus hijos y todos aquellos a quienes quieres os estáis precipitando hacia la tumba. Todos lo sabemos, pero, como produce tan pocos likes en Facebook, nos hacemos los sordos en ciega obediencia, llenando nuestros días con parches temporales. Un café por aquí, una compra en eBay por allá, una paja desganada o un ligue. Una brillante sacudida de placer, como un bordado de plata en un cadáver, para sacarte del apuro. Y, probablemente, seas demasiado inteligente para «reposar en el Señor» o para abrir algún libro polvoriento cuya poesía huele a odio hacia las mujeres, o hacia los gais o hacia algún otro. Quizá, si a la física cuántica se le ocurriera alguna fuerza, o red, o cuerda o algo que ligara este misterio a algo sólido, algo mesurable, volverías a pensar, pero, hasta entonces, no hay nada más que una tumba vacía y una lápida en blanco con el cincel preparado. Así que nadie te culpará si te apoyas en el carrusel de relaciones destructivas y trabajo insatisfactorio, dando vueltas, nunca quieto, nunca mirando de verdad hacia tu interior, nunca estando de verdad en casa.
Como tenía el «don de la desesperación» por haberme jodido la vida tan espectacularmente, no me quedó más remedio que buscar y aceptar ayuda. Desde que me libré de las manifestaciones más obvias de mis incesantes impulsos y antojos, he andado de espaldas, como un lacayo dejando a su reina, a través de una serie de adicciones menos obvias y no letales, pero que no dejan de ser condenadamente incómodas. Creo que lo que pueden ofrecerte los Doce Pasos y la filosofía que los acompaña, y que te mostraré en estas páginas, es nada menos que una solución para la insatisfacción de vivir — y morir— para quien tenga los cojones de hacer el trabajo necesario. Y es un trabajo. De hecho, es un renacimiento personal, y el camino comporta todo tipo de confrontaciones incómodas con quién eres en realidad. Sé sincero, ¿alguna vez te has parado a hacer inventario de todas las cosas que te incomodan? ¿Las refriegas de la infancia; el furioso aguijón de la rabia parricida; tu rabia hacia el Gobierno, o el tráfico, o el calentamiento global, o el racismo, o que Apple cambie constantemente sus cargadores? ¿Cuándo piensas convertirte en quien naciste para ser? ¿Y «recuperar» tu conexión con un camino ya trazado? ¿En tus vacaciones? ¿Cuando los niños terminen los estudios? ¿Cuando te suban el sueldo? Tic, tac, tic, tac, el cincel está preparado.
No estoy escribiendo este libro porque crea que soy mejor que tú. Sé que soy peor. He convulsionado y babeado por la vida movido por impulsos inconscientes, poniendo parches temporales de forma tan vulgar e inútil que el fenómeno ha sido convenientemente observable. Esta enfermedad llevada al extremo es identificable, pero una versión menos obvia de la adicción seguirá haciéndonos daño y, probablemente, sea peor, porque entonces podemos sencillamente adaptarnos a vivir sufriendo y nunca enfrentarnos a la maravillosa verdad: tiene solución.
Nos adaptamos a la miseria de un hogar sin amor, de un trabajo insatisfactorio. De amistades vacías y de una alienación alcoholizada. El programa de los Doce Pasos, que me salvó la vida, cambiará la de cualquiera que lo abrace. Lo he visto funcionar muchas veces con gente con adicciones de todo tipo: drogas, sexo, relaciones, comida, trabajo, tabaco, alcohol, tecnología, pornografía, acumulación, juego, de todo. Porque el instinto que motiva la compulsión es universal. Es un intento de resolver el problema de la desconexión, de la alienación y de la tibia desesperación, pues el problema es, al final, «ser humano» en un entorno que está extrañamente mal equipado para lidiar con los retos que esto conlleva. Todos estamos en el espectro de la adicción.
Aquellos de nosotros nacidos con una clara y evidente adicción a las sustancias somos, en muchos sentidos, los afortunados. Nosotros los alcohólicos y los yonquis hemos minimizado nuestro misterio a pequeños ciclos de ansia y satisfacción. Nuestro patrón es más fácil de observar y, por lo tanto, con compromiso y ayuda, más fácil de resolver.
Si tu patrón personal resulta ser el equivalente adictivo de una «estafa de larga duración», en contraposición a un «timo rápido», puedes tardar siglos en descubrir cuál es tu problema. Si eres adicto a las relaciones tóxicas, ala comida basura, a jefes abusivos, al conflicto o a la pornografía, puedes tardar toda una vida en encontrar el problema y, al parecer, «toda una vida» es todo cuanto tenemos. Este libro no es solo para extremistas como yo. No, este libro es para ti.
¿Sientes que te falta algo? ¿Sientes en las tripas que no eres suficiente? ¿Crees que, si haces algo, sea comerte un Twix, comprarte unos zapatos, fumarte un porro o conseguir un buen trabajo, te sentirás mejor? Si es así, no me sorprende, porque creo que vivimos en un tiempo de adicción en que el pensamiento adictivo se ha vuelto casi completamente inmersivo. Es la forma que toma nuestra cultura. El consumismo es estímulo y reacción como modo de vida. La misma idea de que puedes, en cierta forma, hacer tu vida soportable alcanzando objetivos materiales primitivos —sea conseguir la relación ideal, el trabajo ideal, una hermosa alfombra bereber o cuarenta pavos de caballo—, y la idea subyacente de que «si tuviera X, Y, Z, estaría bien», son constantes y están muy equivocadas.
La adicción es cuando un imperativo natural biológico, como la necesidad de comida, sexo, relajación o estatus, se prioriza hasta el punto de volverse destructivo. Está exacerbada por una cultura que, comprensiblemente, explota esta mecánica porque es una forma cojonuda de vender chocolatinas Mars y Toyotas. En mi afortunadamente evidente adicción, cada persecución adictiva ha sido un peculiar acto de fe de que la acción en cuestión resolvería un problema.
En este libro discutiremos, hablando principalmente yo, cómo podemos sobreponernos a nuestros destructivosy opresivos hábitos, liberarnos de los pensamientos tiránicos y huir de la invisible prisión interior de la adicción hacia una nueva libertad en el presente.
¿Qué me hace apto para semejante tarea? ¿Una tarea que, con un lenguaje distinto, podría llamarse alcanzar la paz, la conciencia, la realización personal o, con más bombo, «la iluminación», «el nirvana» o «la conciencia de Cristo»? De ninguna manera es mi altura moral. Mi autoridad no viene de ninguna escarpada y segura cima de aburrida virtud. Este manual de autorrealización no viene de las montañas, sino del barro. Ser humano es cues-tión de decir «yo también». Estamos juntos en el barro. Mi aptitud viene de que soy más adicto, más narcisista y estoy más controlado por la lujuria y la necesidad de poder y fama que tú. Cada una de las cosas placenteras que se han cruzado en mi camino desde la cuna en Grays hasta el diván en Hollywood ha sido cogida y engullida y sobada y follada y fumada y chupada y, ¿para qué? Cenizas.
¿Te preguntas alguna vez si tienes siquiera la posibilidad o el derecho de ser feliz? El agitado caminar vacío de la vida metropolitana se siente como la taladrante confirmación de que la alegría no es una opción. Escaleras mecánicas como cintas transportadoras hacia una fosa común, calles grises como un cementerio. Gracias a Dios, no he estado en la cárcel (¡todavía!), pero, cuando pienso en los niveles de clasificación del peor al menos horrible, pondero la libertad en general. Desde lo peor —estar encerrado solo en una celda de aislamiento en una cárcel de máxima seguridad de categoría A— a lo menos horrible,con pedacitos crecientes de libertad a través de las categorías B y C, con privilegios como un trabajo en la cocina o en la biblioteca (si podemos fiarnos deCadena perpetua), hasta una prisión abierta donde los reclusos pueden ir en bicicleta hasta el pueblo por unas horas. ¿Cuánto más avanzada en este espectro de libertad está la vida de un hombre o de una mujer en un piso gris, en una cárcel de drogadicción, sobreviviendo de ayudas del Gobierno, o la de cualquiera atrapado en un trabajo que odia, o la de un niño en un colegio que quiere dejar, todos viviendo con las entrañas retorcidas y ansiosas? ¿O mi vida? ¿O tu vida? No digo que sea peor tener un trabajo que odias en Londres a ser un alegre recluso de una cárcel de categoría C, brincando hacia el taller para darle vueltas a una llave inglesa, digo que todos estamos en prisiones de distintas categorías.
Agárrate el sombrero, coge tu pistola de cinismo y prepárate para pegarme un tiro aquí y ahora, porque estoy a punto de aludir a cómo una experiencia reciente en mi vida de consentido me hizo sentir como si estuviera en una cárcel de lujo. En un tour por Australia, iba yo viajando en mi privilegio presurizado, de avión, a coche, a maravillosa habitación de hotel, a escenario, cuando me fulminó un anhelo de escapar que fui incapaz de ignorar. Llegué a Brisbane, a un hotel enorme y hortera, y me llevaron a una habitación que me asaltó con su inmaculado confort, pero, cuando aquel guardaespaldas perfectamente agradable cerró la puerta tras de sí y me dejó solo, no pude abrir ninguna ventana, porque, ya sabes, estos edificios son altos y es peligroso. Probablemente, lo hagan por los suicidios. No puedes llegar al aire libre, y el que respiras está envasado y es uno de los pocos productos en este tiempo de derroche que es cuidadosamente reciclado.
Espero no estar intentando pintar un berrinche como una epifanía, pero me sentí atrapado. No tenía forma de llegar a la naturaleza; naturaleza como el cielo, naturaleza como el cielo interior. No había forma de respirar, de ser humano. De golpe, sentí que debía luchar para acceder a un entorno natural. En un instante estremecedor, sentí la presión del rápido viaje desde los cazadores-recolectores hasta los cazados y recolectados. No me extraña que la gente ansíe la animalidad y las emociones primarias. No me extraña que la gente hagadogging1: una verdadera y cálida respiración contra el parabrisas; la luz de las linternas y de los faros, buscando; desconocidos apiñados, pegándose en la oscuridad por el agudo alivio del orgasmo. No me extraña que la gente consuma porno, encorvada sobre un ordenador portátil, apretándose sin aliento, seria y diligente como un entusiasta dependiente dedicado a alguna tarea inútil. No paso demasiado tiempo libre de esta forma de escapismo. Normalmente, me río al terminar. Tan pronto como he cumplido el objetivo biológico, salgo de ese mecánico hechizo. Me miro con desprecio y, a veces, me pregunto en voz alta: «¿Qué ha sido eso?», como un hombre mono alcanzando la consciencia de sí mismo, y echo la vista atrás, elevado: «¿De verdad estaera tu mejor idea para solucionar cómo te sientes? Anda, vete a buscar pañuelos y una Biblia».
¿Qué estamos haciendo cuando nos masturbamos? ¿O cuando devoramos comida basura? ¿O cuando nos bajamos alguna estúpida bebida? ¿A quién servimos entonces? ¿Cuál es el plan?
El sentimiento que tuve en el hotel es real. La necesidad de conexión. El sentimiento que tenía cuando me drogaba era real. El sentimiento, la necesidad, son reales. El sentimiento que tienes de que «debe de haber algo más» es real.
¿Qué pasa cuando no sigues la compulsión? ¿Qué hay al otro lado de mi necesidad de comer y purgarme? La única forma de averiguarlo es no hacerlo. Eso es un acto de fe original.
Por cierto, así resolví el «problema»: me fui del hotel al amanecer. Me encantaría poder decir que me fui con una «comunidad de indígenas junto al río» en la que cultivamos nuestras verduras y cantamos canciones sobre nuestros ancestros y un anciano me tatuó un dios conejo en la entrepierna y me dijo que tenía un alma genuina y me puso un nombre tribal; y que fue entonces cuando supe cuál era mi propósito, «conectar con Lo Desconocido», entretejer la consciencia del hombre y la de la naturaleza en un perfecto tapiz, contar la historia de la unidad con tal claridad que la misma Diosa bajaría al rescate del bien y la naturaleza se levantaría en torrentes y ramas, llamas y plumas e inundaciones, y nos subiría al paraíso. Al tranquilo y ubicuo paraíso de nuestro interior.
Pero, en realidad, solo me fui a un mejor hotel con balcón.
Así que el nihilismo se ha alzado en silencio, una aceptación pesimista de los mandatos sin sentido en cada adicto. El placer, un desfibrilador que tira de nosotros. Ahora, tras catorce años y medio felizmente libre de drogas, me sigo identificando intensamente con quienes dicen que, sencillamente, no consiguen mantenerse limpios. Lo entiendo. Lo recuerdo y, aun más, a veces lo revivo. «Sé que esto no servirá de nada, esta dosis, esta bebida, este acto destructivo y desagradable, pero me distraerá del ahora, por ahora. Y eso basta».
He aquí una buena noticia para los caídos, para aquellos de vosotros que leéis esto desesperados. Para los yonquis, los borrachos, los enganchados al crack, los anoréxicos, los bulímicos, los dispépticos, los pervertidos, los codependientes, los adictos al amor, los casos perdidos. A día de hoy, estoy convencido de que la adicción es una vocación. Una bendición. Ahora escucho el compás tras el ritmo, tras el ruido disonante del chirrido de mis constantes pensamientos. Un compás verdadero tras el grandilocuente ruido sordo de los tambores de mi ego. Y ahí, en silencio, la débil presencia de otra cosa. ¿Qué puede ser esta otra consciencia? ¿Solo el sublime acompañamiento de mis uñas al crecer, mi corazón al latir y mi sangre al fluir? ¿Tienen estos físicos y apreciables fenómenos corporales una contraparte en un mundo menos obvio? ¿Somos los adictos como los animales que, aparentemente, presintieron algo y huyeron preventivamente del tsunami que se avecinaba? ¿Estamos sintonizados con un sextosentido que necesitamos acallar con anestesia? ¿Qué es el dolor? ¿Qué es? ¿Qué quiere?
Bueno, no olvidemos con toda esta emoción que esto es un libro de autoayuda, una guía para enfrentarte a la adicción en todas sus formas, una guía que abarcará ciertos principios que, de seguirlos, te liberarán de la miseria, de tu enfermedad, por muy silenciosa o incontenible que sea. Algo integral, inevitable y, de hecho, una de las mejores partes de este proceso, es desarrollar fe en un Poder Superior. No es que tengas que convertirte en una especie de fanático religioso, si entiendes «fanático religioso» como alguien que vive adhiriéndose a una serie de creencias y principios y observancias que conciernen a su conducta. La mayoría de personas en Occidente pertenecen a un popular culto al individualismo y al materialismo, donde la búsqueda de nuestros triviales e insignificantes deseos es un ritual diario. Si estás leyendo esto concretamente porque tienes problemas de adicción, sea a sustancias o a comportamientos, estás en una secta avanzada con prácticas extremadamente exigentes y devotas, a veces tan enraizadas que no deben ser «pensadas» explícitamente, que son creídas intensa e irreflexivamente. «Si encuentro a la mujer ideal, todo irá bien». «Si puedo vaciarme las pelotas, o bajarme un bote entero de helado, todo irá bien». Lo que este programa nos pide que contemplemos es la posibilidad de la esperanza. La esperanza de que una perspectiva distinta es posible. La esperanza de que hay otra manera.
Para empezar este proceso, la búsqueda de la felicidad, o de la satisfacción, o de la presencia de libertad, debemos creer que algo semejante es posible.
A través de esto, de mi desalentadora y, a veces, no nos engañemos, condenadamente glamurosa investigación vital, me he ido encontrando sin darme cuenta con algunas personas e ideas increíbles que, día a día, momento a momento, me han levantado del reluciente barro y me han llevado ante algo antiguo y atemporal que creo que, independientemente de cuál sea tu problema, te abrirá las puertas a La Solución.●
1.No hay traducción al castellano. Se trata de una práctica sexual en la que dos o más personas anuncian un lugar público en el que van a mantener relaciones sexuales en el coche para que otras personas acudan a masturbarse mirando o, en algunos casos, se unan de alguna forma. (N. del T.).
Me conoces, ¿no? Sabes que odio los sistemas, especialmente «El Sistema»: una serie de falsas instrucciones que nosotros, el pueblo, tenemos que seguir mientras los verdaderamente libres se revuelcan en su privilegio. Así que imagínate mi resistencia inicial a este programa, los Doce Pasos. «No me digas lo que tengo que hacer, soy un individuo, un inconformista, un buscavidas, un poeta vagando por una tierra salvaje asolada por el viento mien-tras le grito mi canción al aburrido y moralista mundo».
Especialmente, dado que, en su forma original, los Doce Pasos dicen la palabra Dios más libre y frecuentemente que un cura con síndrome de Tourette. Estuve en habitaciones frías en la campiña británica humillado y desesperado, leyendo los lóbregos edictos en la pared, pensando: «Quizá vale para ti, pero no para mí». Curiosamente, un estudio posterior de estos principios me reveló que el pensamiento egocéntrico y ególatra es un atributo que define la condición del adicto. El egocentrismo es algo complicado: abarca más que la mera vanidad. No es solo Fonzie, mirándose al espejo en presumido asombro y poniendo duro el culito, no. He aquí un ejemplo más opaco de egocentrismo. Si tu pareja es algo caprichosa, sabes de egoísmo y de ser difícil y te presentas como un cuidador oprimido, siguiéndola y diciendo: «No sé qué haría sin mí». Eso es otra forma de egocentrismo. Estás haciendo de ti y de tus sentimientos sobre la situación el centro ontológico (¡invariable!) del mundo. ¿Hay alguna otra forma de ser tú? Especialmente, porque todos sabemos (¿no?) que el que tú seas tú, y que yo sea yo, es el absoluto alfa y omega del mundo de hoy en día. Mira la tele, échales un ojo a tus redes sociales, todo trata del yo, yo, yo, los perfectos productos, vacaciones, tónicos capilares, compañías telefónicas para mi extraordinario yo. Pues bien, me parece estupendo, pero en realidad no sé qué es «yo» o qué quiere «yo» y ahora empiezo a preguntarme si pensar sobre «yo» todo el día le hace bien a «yo».
La primera vez que vi los pasos, pensé: «Ajá. Algo religioso, algo pío, algo ambicioso». Ahí estaba el sentimiento de «cristiandad». Mira el tercer paso: «poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios». Tranquilo, amigo, que esto parece una versión amable del ISIS. Pero ahora sé que puedes ser un musulmán con problemas con el azúcar, un judío ateo que mira demasiado porno, un hindú incapaz de ser fiel o un humanista que compra más de lo que puede pagar y este programa será capaz de tomar forma alrededor de tus defectos y atributos, poniéndote en el camino que estabas destinado a andar, convirtiéndose, sencillamente, en la mejor versión que puedas ser de ti mismo. En mi caso, como verás, esto incluye una buena cantidad de defectos, algunos pensamientos raros y algún arrebato de conducta ocasional.
Si esta es la primera vez que lees los pasos2, anota tus sentimientos hacia ellos.
1.Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
2.Llegamos a creer que un Poder Superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
3.Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios,como nosotros lo concebimos.
4.Sin temor hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos.
5.Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos.
6.Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter.
7.Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
8.Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9.Reparamos directamente a cuantos nos fue posible al daño causado, excepto cuando el hacer implicaba el perjuicio para ellos o para otros.
10.Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11.Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios,como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.
12.Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar el mensaje a otros alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.
Así es como veo ahora estos pasos, y así es como te invito a mirarlos también. Sin duda, los desmitifica. Probablemente, haya sobrecompensado con el «jodido», pero lo que quiero señalar es que este es un sistema práctico que puede usar cualquiera.
1.¿Estás algo jodido?
2.¿Podrías no estar jodido?
3.¿Vas a «desjoderte» tú solo?
4.Escribe todas las cosas que te están jodiendo o que te hayan jodido alguna vez y no mientas, ni te dejes nada.
5.Habla con honestidad con alguien de confianza sobre lo jodido que estás.
6.Muy bien, esto ha revelado muchos patrones jodidos. ¿Quieres acabar con ellos? ¿De verdad?
7.¿Estás dispuesto a llevar un nuevo estilo de vida que no gire alrededor de ti y de tus previas cosas jodidas? Debes hacerlo.
8.Prepárate para pedirle perdón a todo el mundo por todo lo que les haya afectado que estés tan jodido.
9.Ahora, pide perdón. A no ser que eso vaya a empeorar las cosas.
10.Vigila no tener pensamientos y comportamientos jodidos y sé honesto contigo mismo cuando ocurran.
11.Mantente conectado con tu nueva perspectiva.
12.Mira la vida con menos egoísmo, sé bueno con todo el mundo y ayuda a la gente cuando puedas.
¿Y entonces qué pasa con mi preciada individualidad? No puedo someter mi mente única a un sistema. «¡No existe prisión filosófica que pueda retenerme, nena!». Puede que esto sea verdad, y me parece estupendo, pero ¿el objetivo no debería ser resistirse a que la autoridad te oprima y explote? Aquí no hay ni opresión, ni explotación. Además, atenúame las luces y ponme la música deLa dimensión desconocida: «¿Cuál es el yo que intento proteger?». Esta es la pregunta sobre la que reflexionaremos en los siguientes capítulos y que, quizá, lograremos contestar. Sin embargo, siendo sinceros, el enigma de en-tender la verdadera naturaleza del Yo ha desconcertado a los mayores pensadores que la humanidad ha tenido que ofrecer desde el principio de los tiempos. Aun así, me encantan los retos.
Eso sí, de la misma manera que tuve que sustituir la palabra «adicción» por «drogas», quizá tengas que hacer tu propia sustitución. Por comida, tecnología, juego, relaciones obsesivas, porno… de hecho, por lo que sea que quieras cambiar. Piensa en ti como en un ordenador con un virus y en esto como en un código que te desinfectará. Si sigues este camino, si haces las cosas que sugiere este libro, te cambiará.
Si tienes un problema de adicción evidente, estás de suerte: ya existe un método increíblemente efectivo para encarar y redirigir la energía destructiva de tu enfermedad hacia una nueva forma de ser. Te identificarás mucho con este libro y se convertirá en un compañero útil junto al resto de literatura y grupos de apoyo de los que dispones. Si tu dolencia es más taimada, una tristeza, una insatisfacción, un anhelo con el que estás lidiando a inefectivos plazos, te prometo que, si nos comprometemos a aplicar este programa a tu vida, tu percepción, tu mundo, se alterarán con él.
Hoy en día existen cientos de movimientos de los Doce Pasos que abordan los nuevos fetiches involuntarios: narcóticos, juego, comida, videojuegos, sexo, acumulación. De hecho, ya existen suficientes organizaciones que desarrollan con éxito este método para poder afirmar que hay un impulso común que inicia y alimenta el ciclo de la adicción. Cuando los Doce Pasos se cruzaron por primera vez en mi camino, tuve que aplicarlos a las drogas y el alcohol. Funcionaron. Después, al sexo, la comida y el trabajo. Ahora, los aplico a cada pensamiento o sentimiento que tengo, sabiendo que son un modo de negociar mi experiencia del mundo exterior y mi lugar en él. Mi vida profesional, mi vida doméstica, mi vida espiritual y mi nueva vida como padre son vividas por medio de un mapa trazado con estos principios. Nadie utiliza los Doce Pasos de la misma manera, pues en ellos se encuentran múltiples cláusulas que permiten ilimitadas y diversas individualidades.
Donde he sentido este programa más provechoso y, sin embargo, más desafiante, ha sido en la forma en que ha desmantelado mi inquebrantable fe de que era el centro del universo y de que mi propósito en la vida era satisfacer todos mis impulsos o, si eso no podía ser, queeso me hiciera desgraciado de las formas más coloridas y creativas. Así que, aunque este programa vaya a funcionar contigo sin importar tu credo o falta de él, también te abrirá los ojos a la noción de que, por muy consciente que seas, tú y tus impulsos sois las motivaciones que definen tu vida. El motivo por el que seguí los Doce Pasos fue porque estaba desesperado. El motivo por el que sigo haciéndolo es porque me han despertado a la imposibilidad de una felicidad basada en mi antigua visión del mundo: que soy el centro del mundo y que lo que quiero es importante.
Puedo dar fe personalmente de que los Doce Pasos funcionan con los problemas severos de adicción. Si los tienes, deberías ponerte en contacto con el grupo de apoyo pertinente de los Doce Pasos. La esperanza que tengo con este libro es que, estés donde estés en el espectro de la adicción, crónicamente enfermo, o privadamente preocupado, o, simplemente, buscando un cambio, te beneficie seguir estos pasos de la forma en que yo lo hice: honesta, abierta y por voluntad propia.
Si te pareces a mí, te gusta seguir «la ley del mínimo esfuerzo». Soy capaz de comprarme un libro sobre comida sana o meditación y que eso me baste. Uso la herramienta social del «consumismo» para saciar una necesidad y dejar ahí el asunto. Un libro sobre comida sana intacto en mi estantería no mejorará mi índice de masa corporal, sea lo que sea eso. Un libro sobre meditación, dejado de lado, no elevará mi consciencia y me alineará con el Todo más allá de mis pensamientos y sentimientos. Si no vas a hacer lo que sugiere este libro, para eso gástateel dinero en dulces o esnífatelo. Además, y no quisiera tener que decirte esto, no es fácil. Esto no es «Cómo cambiar tu vida en diez minutos mientras te rascas los cojones escribiéndole mensajes al universo y poniéndolos debajo de tu almohada». Es condenadamente difícil. Es lo más difícil que he hecho nunca. De hecho, no. Lo más difícil que he hecho nunca ha sido esclavizarme bajo la falsa idea de que podía sacar placer del mundo material, fuera a través de la fama, el dinero, las drogas o el sexo, que me devolvían siempre a la misma triste puerta de una agotadora insatisfacción.
Por eso, el primer paso dice: «Estoy jodido y no mejora. Quiero cambiar». Ya has hecho esto tácitamente leyendo hasta aquí.●
2.Los Doce Pasos Ilustrados, Ed. AA Grapevine (Alcoholics Anonymous World Services, Inc.), 2018. La puntuación es cuestionable, pero canónicamente estas fórmulas se han escrito así, de manera que se han mantenido a lo largo de la obra. (N. del T.).
1
Esto es una invitación al cambio. Esto solo es complicado en cuanto a que muchos de nosotros estamos divididos: normalmente, una parte de nosotros quiere cambiar un comportamiento negativo y castigador, mientras que otra quiere aferrarse a él. Para mí,Recuperaciónes un viaje desde la falta de consciencia hasta la consciencia. Deja que te explique a lo que me refiero utilizando mi propia experiencia vainilla como drogadicto y alcohólico de manual.
Siempre sentí que era demasiado inteligente para algo como un «programa para la vida», y más aún para uno con matices religiosos. No es que creyera que la religión era el «opio del pueblo». Si lo fuera, me hubiese servido una ración, me encantaba el opio. Es que creía que era estúpida. Sosa, aburrida, estúpida, ruidosa, histérica, estúpida. Estúpida y paleta. Estúpida y ajena. Piensa en el cristianismo: es o tan medieval y envuelto en pompa que se vuelve pesado y ridículo, o intentan modernizarlo y lo hacen cursi. Guitarras que suenan mal, suéteres y mira-das cómplices y compasivas. No, gracias.
Tuve dos golpes de suerte: el primero fue que quien me enseñó los Doce Pasos era un ateo muy practicante y, el segundo, que estaba secretamente desesperado. Estaba roto. Me había quedado sin ideas y sin energía y solo seguía avanzando por inercia. Había renunciado a entender por qué me sentía triste, o diferente, o inútil, solo sabíaque era así, y dejé este conocimiento aparcado en un rincón de mi mente, sin abordarlo, ignorado, pudriéndose. Mientras, bebía y me drogaba para mantenerme en pie y funcional, para evitar que la tristeza me derrumbara. Si me hubieses cogido del hombro y dicho: «Eh, Russel, ¿cuál es tu plan?» te hubiese soltado por reflejo algún comentario optimista absurdo sobre «esperar mi momento» o sobre que «el año que viene, a estas alturas, seré alguien», pero, en el fondo, sabía que no tenía ningún plan. Ahora, te lo pregunto yo: ¿tienes un plan? No tienes por qué contestarme ahora. De hecho, tiene muy poco sentido que me contestes en absoluto, dado que no estoy ahí (¡estás leyendo esto tú solo!), pero ¿puedes, en lo que debería ser el santuario de tu mente, decir: «Tengo un plan. Sé hacia dónde voy.»? Mi forma de lidiar con la muda ansiedad de la incertidumbre era buscar distracciones y placeres. Nunca estaba quieto. Raramente me paraba a pensar. Aguantaba gracias a estas distracciones.
He aquí un desglose clínicamente aceptado del ciclo de la adicción. Si este modelo refleja el aspecto de tu vida que quieres cambiar, es muy probable que el modelo de los Doce Pasos lo haga también. Veamos:
1.Dolor.
2.Utilizar un agente adictivo, como el alcohol, la comida, el sexo, el trabajo o las relaciones codependientes para calmarte y distraerte.
3.Anestesia o distracción temporales.
4.Consecuencias.
5.Vergüenza y culpa que llevan al dolor o a una baja autoestima.
Y volvemos a empezar. Te voy a contar cómo esto se aplica a mí y tú puedes seguir mentalmente su aplicación a tu problema. Y no creas que puedes librarte porque parezca que estoy más loco que tú, recuerda que esto es lo que me cualifica para escribir este libro. Sufría. Desde que tengo memoria, nunca me he sentido lo suficientemente bueno. Ahora que soy algo mayor, pienso: «¿Qué significa ser lo suficientemente bueno?» ¿Comparado a qué? ¿A cuándo? ¿A dónde? ¿A cómo? Pero, por aquel entonces, en mi efervescente y nerviosa infancia, y en mi impulsiva y frenética adolescencia, sencillamente, me sentía insuficiente, incompleto. No lo suficientemente bueno. Y dolía. Miraba el mundo como desde un acuario y me sentía solo. Tampoco conocía ningún mecanismo para enfrentar este sentimiento, así que tuve que inventarme uno. Este es el segundo punto de los cinco de la guía. Utilicé un agente adictivo y, en la encarnación más temprana de mis comportamientos adictivos, escogí la inocua toxina que es el azúcar. Chocolate. Comida. Me metía cosas en la boca y me sentía mejor. ¿Qué problema hay? Perdona si estoy siendo condescendiente, pero quiero que entiendas algunos puntos cruciales: estaba lidiando con mis emociones utilizando medios externos, y el objeto no es malo en sí mismo. No sirve de nada demonizar las galletas de chocolate, ellas no son el problema. No tirarán tu puerta abajo por sus propios medios, ni te pondrán una linterna en la cara mientras duermes,ni te arrancarán de la cama y se embutirán en tu garganta. La participación de tu consciencia es un prerrequisito. Para algunos, una galleta de chocolate es un premio inofensivo. Para otros, una gotita de ron o una puntita de caballo tontorrona son un tónico. La heroína te llevará a una crisis más rápido que una tableta de chocolate, pero el punto clave es la función que toman estos agentes externos en tu vida. El tercer punto es el entumecimiento temporal, el momento de agradecida exhalación y alivio, postgalleta, postcoital, postgratificante mensaje del objeto de tu obsesión, post lo que sea que te estés metiendo. El cuarto punto son las «consecuencias». ¿Cuál ha sido el precio a pagar? Me sentía fatal de niño tras bajarme el suministro de galletas de una semana de una distraída sentada. No creo que exista persona que no se repruebe momentáneamente tras alcanzar un orgasmo en soledad. Tras consumir drogas, cuando se acercaba el final de mi estancia en el abuso de sustancias, era el único momento en que podía plantearme dejarlo. El quinto punto es el «dolor», y estamos de vuelta al principio del ciclo.
Como dice Eckhart Tolle3: «las adicciones empiezan con dolor y terminan con dolor». Aquí podemos ver esto diseccionado. A medida que se repite el ciclo de la adicción, esta gana inercia, como un tiovivo fuera de control, como las vueltas de mi nauseabunda cabeza cuando me emborrachaba. La edad legal para beber en Reino Unido son los dieciocho años; para cuando cumplí los diecinueve, los profesionales sanitarios y los profesores de mi universidad ya habían identificado que tenía un problema y me estaban diciendo que tenía que buscar ayuda. En retrospectiva, era evidente desde antes, en la forma en que comía, en cómo me relacionaba con la gente, en cómo me concebía a mí y a mi sexualidad. Ojalá hubiese sabido identificar estos patrones, esta tendencia, antes para haber empezado a aplicar desde entonces los métodos de este libro. Sin embargo, las cosas tendrían que ponerse peor para mí, tendría que repetir este patrón durante diez años con consecuencias que irían a peor con cada vertiginosa vuelta. No sabía que hubiese otra manera. Era un niño, y después un adicto y, para cuando me caló la idea de seguir un programa, donde las sustancias requieren de abstinencia y los comportamientos y la comida requieren de estructura, tenía veintisiete años, era adicto a la heroína y estaba en serios problemas.
El paso 1 nos invita a admitir que estamos utilizando algo externo, una relación, una droga, un comportamiento, como la «potencia» que hace soportable vivir. Pregunta si esta forma de hacer las cosas nos está complicando la vida. Al admitir que somos «impotentes» sobre lo que sea, estamos diciendo que necesitamos una nueva potencia, que la fuente de energía que hemos estado utilizando hasta ahora hace más mal que bien.
He admitido esto muchas veces y todavía lo hago a diario. Empezó con la admisión de que era impotente ante las drogas y el alcohol, que eran las fuentes de energía más obvias y problemáticas que estaba utilizando. Aquí, la «ingobernabilidad» significaba que sus consecuenciasse estaban acumulando en mi vida y, más importante, que, cuando empezaba a beber o a drogarme, no sabía ni cuándo ni si iba a parar. El mismo acto de beber o drogarme me pone en un camino del que soy incapaz de salir a voluntad. Es ciertamente más sutil cuando se aplica a la pornografía o a los atracones, pero sigue estando claro que tengo que estructurar mis pensamientos alrededor de estos comportamientos y que esta estructura no puede basarse en un comportamiento compulsivo.
Volviendo a la metáfora de las «dos partes», de un «yo» dividido, mi experiencia con esto es la siguiente: cuando oí hablar por primera vez del programa y me explicaron la idea de la abstinencia, pensé: «Y una mierda» y, al mismo tiempo, resonó una especie de grave golpe sordo de aceptación, anunciando que la abstinencia iba a ser mi camino. Una de las muchas paradojas de la vida espiritual que encontré reside en la manida máxima «día a día», cuando se refiere a «limítate a no beber hoy», «intenta no comer mal hoy» y «trata de no transgredir sexualmente hoy». Sabía que significaban «no puedes volver a beber», «se acabó el chocolate para siempre» y «ahora eres célibe». «Tus días de fiesta se han terminado, nene». Y significan eso. Si eres un alcohólico empedernido, no puedes beber. Si tienes problemas con la comida, siempre necesitarás una estructura a su alrededor. Tenemos que aceptarlo. La sabiduría casera del «día a día» —gracias, yaya— está conectada con la bastante zen e incontrovertible verdad de que la vida se experimenta en el presente; más allá del hoy, tus proyecciones de la vida son conceptuales. No tienes que no beber durante veinte años, hoy. No tienes quedejar el pan blanco para toda la eternidad, ahora mismo. Y, si sobrevives al hoy y te levantas mañana, ¿qué importa que no transgredieras ayer? Es decir, no estás acumulando puntos por tu placer punitivo. Si leemos llanamente este cliché del «día a día», no es menos profundo que cualquier «vive en el ahora» de la sabiduría oriental con el que me haya cruzado nunca. «Hoy» es todo lo que tengo.
Ahora que llevo limpio catorce años y medio, día a día, me gusta darle vueltas a este concepto como si fuera Charlie Parker o Foucault. Cuando siento que quiero transgredir sexualmente, me rindo a él, no transgredo. Entonces, al día siguiente, o incluso una hora más tarde, pienso: «¿Te imaginas que lo hubieses hecho? Ahora ya estaría hecho y habría destruido tu familia».
El paso 1 implica que puedes cambiar. Implica inspeccionar el paisaje de tu vida, de tus relaciones familiares, de tu vida profesional, de tu comportamiento sexual, de tus hábitos alimenticios, de tu uso del teléfono, las drogas y el alcohol, de la forma en que te gastas el dinero, y preguntarte: «¿Estoy contento con esto?», «¿Es así como quiero vivir?». Si hay algún comportamiento o problema que se agita alegremente, alguna catástrofe evidente revelada por esta inspección, es ahí donde das el paso 1. «Soy impotente y mi vida se ha vuelto ingobernable».
Este concepto de la ingobernabilidad es también interesante porque, además de la interpretación obvia del caos y el desorden, contiene un significado más profundo y aterrador. En mi caso, este primer aspecto estaba a plena vista: deudas impagadas, visitas al hospital, trabajos perdidos, relaciones perdidas, amigos dando un pasoatrás y saliendo de mi vida. Estaba creando caos. Había seguido otro conocido tópico de los Doce Pasos: «Primero, consumía por diversión; después, diversión con problemas y, al final, solo por problemas». Los aspectos positivos de mi carácter se estaban volviendo super-fluos. Daba igual que fuera listo, o bueno, o que tuviera talento, pues estos rasgos quedaban disueltos hasta el punto de la irrelevancia por la supurante negatividad de mi adicción. La ingobernabilidad, sin embargo, tiene una perturbadora y, en mi caso, demostrable cláusula: cuando le doy el control a esa parte de mí, cuando bebo, o me drogo, o digo: «A la mierda» con cualquier comportamiento destructivo, no sé cuándo recuperaré mi vida o en qué estado estará cuando lo haga. En el fondo, la ingobernabilidad implica que hay una bestia en mí. Y sigue aquí. Vivo negociando con un lado oscuro que debo respetar. Hay una herida. Creo que esto es más que una característica de la adicción. Creo que es una parte de ser humano, el estar herido, el tener defectos, y, de nuevo, paradójicamente, solo podemos progresar si lo aceptamos.
Di el primer paso cuando «admití que era impotente ante mi adicción, que mi vida se había vuelto ingobernable». Que no tenía el control, que daba igual lo que me dijera a mí mismo o a los demás, y que estaba empeorando. Sabía que no tenía salida, que había en mí un miedo y una vergüenza que no quería enfrentar, que esperaba no tener que hacerlo nunca. Que, si de mí dependiera, sería capaz de doblegar el mundo para hacer que, de alguna forma, volviera a hacerme sentir bien.
Cuando conocí a Chip Somers —un nombre condenadamente ridículo, lo sé—, llevaba el centro donde me limpié y fue la primera persona de los Doce Pasos con la que hablé. Nunca mencionó a «Dios» o a un «Poder Superior»; como he dicho antes, es un ateo practicante que hace que Richard Dawkins parezca Uri Geller. Se limitó a decirme claramente: «Estás jodido. Si sigues metiéndote como hasta ahora, en seis meses estarás en la cárcel, en un manicomio o en la tumba». Y, aunque me dejó algo chocado, supe que tenía razón.
Quizá no seas adicto al crack y a la heroína como lo era yo y lo que acabo de contar te suene tranquilizadoramente ajeno, así que debo decirte que, desde entonces, he dado el paso 1 muchas veces. Con la comida, era impotente ante la comida: si empiezo a comer chocolate, no sé cuándo pararé. Con el sexo, si lo convierto en la panacea, en el alivio al dolor del que hemos hablado antes, no tardo en perder el control sobre mi conducta sexual y termino con más dolor. O con el trabajo. O con mi relación. De hecho, ahora aplico este programa, y, por lo tanto, este paso, en un enfoque de 360 grados. Soy completamente impotente sobre la gente, lugares y cosas y, si, cuando sea, aunque sea un momento, creo erróneamente que no lo soy —y me comporto como tal— el dolor no tarda en llegar. Si hay algo en tu vida que te da problemas y lo sabes, apuesto a que has intentado usar tu voluntad, cristales, hipnotismo y pastillas para aplacarlo. Mi sospecha es que no han funcionado y mi experiencia es que nunca lo harán. Curiosamente, contraintuitivamente, en nuestra cultura del individualismo y de la valentía egocéntrica, solo podemos triunfar renunciando a todo esto. «Admitiendo que somos impotentes» podemos empezar el proceso de acceder a todo el poder que nunca necesitaremos. He oído decir que, antes de la adicción, tenemos el «ismo». Ahora, puedo atestiguar la presencia de una enfermedad incendiaria a la espera de una sustancia que la prenda. Ahora, con catorce años y medio libres de drogas y alcohol, no sé decir con precisión si fue en el sexo o en las drogas donde mi adicción encontró su expresión más pura. Algunas drogas y el alcohol tienen el poder de diezmar tu vida con mayor eficiencia. Pero mi escalada desde las llamadas drogas recreativas hasta las drogas duras fue acompañada de un dolor uniforme. Muchos de los problemas asociados que evoca la adicción son causados por su estatuto criminal y por la pobreza. Lo que no cambia, sin importar la forma en que se materialice la adicción o las condiciones económicas del adicto, es la presencia del dolor.