Seis amigos y el misterio del hórreo abandonado - Andrea Latorre Viñes - E-Book

Seis amigos y el misterio del hórreo abandonado E-Book

Andrea Latorre Viñes

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Beschreibung

Un grupo de amigos comienzan sus vacaciones estivales sin tener la más mínima sospecha de que se iban a ver envueltos en un un misterio que deberán resolver. Con Asturias como escenario de la acción, la aventura y el misterio acompañarán a los seis protagonistas hasta el final de la historia. ¿Lograrán resolver el enigma?

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Para mi familia y amigos por creer en mí y en especial a Abdón, mi marido, por su apoyo incondicional y empuje

Índice

Capítulo 1 El último día de clase

Capítulo 2 Un plan increíble

Capítulo 3 Ultimando detalles

Capítulo 4 De viaje

Capítulo 5 La tía Carmela

Capítulo 6 Un día en la casona

Capítulo 7 Una excursión a la playa

Capítulo 8 El lagar de la tía

Capítulo 9 Un suceso terrible

Capítulo 10 ¿Dónde está Paula?

Capítulo 11 Un descubrimiento sorprendente

Capítulo 12 Un relato interesante

Capítulo 13 Un rescate de película

Capítulo 14 El final del verano

Capítulo 1

El último día de clase

Mónica removía su vaso de leche con cacao medio dormida. Los lunes le costaba horrores levantarse de la cama y disponerse a ir al colegio. Bostezó y se desperezó exageradamente. Su madre la miró sonriendo.

—Cariño, date prisa que el autobús está a punto de llegar —le dijo.

—Sí, mami. Ya voy.

Mónica tenía once años y estaba en sexto de primaria. Los profesores solían opinar de ella que era una niña muy lista y espabilada y sus grandes ojos marrones se mostraban siempre inquisidores e inquietos. Su pelo era ondulado del color de una castaña y Mónica se había propuesto dejárselo largo, porque hacía poco que se lo habían cortado a la altura de los hombros y a ella siempre le gustaron las melenas largas.

El sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. Era Ana, su mejor amiga. Iban a la misma clase desde la guardería y eran inseparables. Ana era ligeramente más alta y su cabello se tornaba de un rojo intenso, lo que siempre le costaba alguna broma por parte de los chicos.

—¡Buenos días, Mónica! ¡Uy, si todavía estás con el desayuno! Date prisa, que tenemos que ir a la parada del autobús.

—¡Buenos días, Ana! Ya voy, no tardo nada —saludó, mientras se bebía de un trago lo que quedaba en el vaso.

—Cariño, acuérdate de que esta tarde salgo del trabajo un poco más tarde. Cuando acabes del colegio, hoy puedes irte a jugar con tus amigas, porque ya no tendrás deberes que hacer, ¡como es el último día del curso! Yo no tardaré demasiado en volver.

—Vale, mamá, que pases un buen día —le dijo Mónica, dándole un beso.

—Adiós, Sonia —le dijo Ana a la madre de Mónica.

—Adiós, Ana. ¡Sed buenas en el colegio! —comentó Sonia sonriendo.

Ana y Mónica eran muy buenas estudiantes y dos niñas muy responsables, pero a veces, los profesores las reñían porque hablaban demasiado y se despistaban algo en las explicaciones.

—¡Ay, qué buen día hace! —comentó Ana.

—Sí, se nota que ya es junio y que va a empezar el verano —respondió Mónica.

—¡Qué ganas de vacaciones! El verano es la mejor época del año.

—Y que lo digas, Ana. Cuando se acaba, cuento los meses que quedan para que vuelva a empezar —dijo riendo.

—¡Buenos días, chicas! —Oyeron a sus espaldas.

—Hola, Javier —saludaron.

Javier era otro de los amigos que formaba parte del grupo. En total eran seis: Ana, Mónica, Javier, Alejandro, Paula y Roberto.

Ana estaba medio enamoriscada de Javier. Lo que más le gustaba de él eran sus ojos verdes con mirada traviesa y su cabello negro oscuro. Javier era alto para su edad y bastante responsable, pero muy divertido a la vez. Siempre gastaba bromas y todos se divertían y reían mucho con él.

—¡Qué bonita es esta chaqueta roja que llevas, Ana! —le dijo el chico.

—Oh, es nueva. Mi madre me la compró ayer —le comentó, sonrojándose.

Mónica disimuló una sonrisa. Siempre que Javier le decía algo bonito a Ana, esta se ponía roja como un tomate.

—Bueno, Javier, ¿preparado para el último día de clase? —preguntó Mónica.

—¡Ya era hora! Este es el mejor día del año…

Los tres se echaron a reír. La verdad es que se lo pasaban muy bien en el colegio y les gustaba estudiar, pero preferían las vacaciones.

El autobús llegó y se subieron. En él estaba el resto de sus compañeros, excepto Paula, porque a ella la llevaba su padre al colegio.

—¡Buenos días, chicos! —saludaron los recién llegados.

—¡Buenos días! ¡Yujuu! ¡Que hoy es el último día de clase! —vitoreó Roberto.

Todos rieron, porque Roberto era un poco vago y lo de ir al colegio no era de las cosas que más le gustaban.

—Sí, Roberto. Ahora podrás levantarte tarde todos los días a partir de mañana —comentó Alejandro esbozando una sonrisa.

—¡Ay, eso sí que es vida! —dijo Roberto levantando las manos hacia el cielo.

Roberto y Alejandro eran muy amigos. Además de vecinos. Ambos vivían en unos adosados y sus casas eran contiguas, con lo que siempre estaban juntos.

Roberto tenía el pelo liso y rubio y sus ojos negros le daban un toque pintoresco a su cara. Algunas pecas salpicaban su nariz y le hacían parecer algo más travieso de lo que era en realidad.

Alejandro, en cambio, era castaño claro y contaba con unos enormes y expresivos ojos marrones. Mónica sentía algo más que amistad por él, pero le daba mucha vergüenza decirlo e intentaba disimularlo. Ella prefería que su gran amistad se mantuviera intacta.

Cinco minutos más tarde llegaron al colegio y se bajaron del autobús. Rápidamente se metieron en clase; les tocaba matemáticas, pero a ninguno le importó, porque era la última clase del año. Paula ya estaba sentada en su sitio cuando llegaron. Sonrió y les saludó con la mano regalándoles una de sus mejores sonrisas. Casi todos los chicos de la clase estaban medio enamorados de ella porque era muy guapa, además de bastante simpática. Sus ojos eran azules rasgados y su cabello rubio, lo que le daba un aspecto algo exótico.

—Buenos días, niños —saludó Marisa, la profesora—. Tengo una sorpresa para vosotros. Hoy vamos a jugar toda la mañana en el patio todos juntos. ¡Vuestras vacaciones han comenzado!

Todos los niños gritaron de júbilo y aplaudieron a la maestra.

Fue un día la mar de divertido, ya que aprovecharon para jugar toda la clase juntos, antes de poner fin a aquel curso que había traído alegrías a unos y sinsabores a otros.

Tras varios escondites y partidos de fútbol, terminó aquella última jornada escolar y fue cuando los chicos cayeron en que lo que la maestra había dicho era cierto: las vacaciones habían comenzado. Lo que ninguno de los seis chicos podía imaginar es que esas vacaciones iban a ser una de las más emocionantes de sus vidas.

Capítulo 2

Un plan increíble

Ya hacía tres días que había acabado el colegio y los niños estaban disfrutando de sus primeros días de vacaciones.

Clara, la madre de Alejandro, les había invitado a todos a pasar el día en su casa y bañarse en la piscina.

Estaban todos en el jardín sentados en sus toallas y no paraban de hablar de todo. Se encontraban felices y se notaba en el ambiente. En ese momento, Clara les sacó una bandeja con batidos de chocolate y sándwiches de crema de cacao y avellana.

Emocionados, le dieron las gracias.

—¡Vaya, Alejandro, tu madre es fantástica! Nos cuida muy bien —dijo Javier.

—Sí, Alejandro. Entre la comilona que nos ha hecho y esta merienda voy a reventar. —Rio Ana.

—Sí, mi madre es muy buena y le gusta mucho tener invitados. ¿Quieres un sándwich, Paula?

—Sí, sí. Me encanta la crema de cacao —dijo encantada.

Todos disfrutaron de la merienda al sol y pensaban en lo afortunados que eran de ser tan amigos y quererse tanto.

Cuando acabaron, se bañaron en la piscina y jugaron un rato más en el agua.

Roberto, que se había metido en su casa hacía un rato, salió voceando y con una gran sonrisa dibujada en la cara.

—¡Chicos, venid, que tengo algo que contaros! —les dijo.

Todos, sorprendidos, salieron de la piscina y fueron junto al compañero.

—¿Qué pasa, Roberto? —preguntó Paula.

—Sentaos en el césped y ahora os lo cuento.

Un momento más tarde estaban todos sentados en corro y esperando a que Roberto empezara a hablar.

—Bueno, os cuento. Una tía de mi padre vive en un pueblecito de Asturias. Es viuda desde hace años y no tiene hijos, por lo que se siente muy sola. Le ha escrito una carta a mi padre preguntándole si queremos ir allí a pasar el verano. Mis padres no pueden venir porque trabajan y solo tienen vacaciones durante una semana. Mi padre me ha dicho que, ya que ellos no pueden, está seguro de que la tía Carmela estaría encantada de que fuéramos nosotros seis a pasar el verano con ella. La tía vive en un caserón enorme en un pueblo de la montaña y cabemos de sobra. ¿Qué os parece? —preguntó el niño.

—¡Roberto, eso es maravilloso! ¡Sería estupendo pasar todos juntos el verano! —dijo Paula.

—Sí, además, nos hace falta salir un poco de la ciudad y estar más en contacto con la naturaleza y la montaña —comentó Ana.

—A mí me encantaría, pero ¿nuestros padres nos van a dejar? —preguntó Mónica.

—Para eso están mis padres. Yo creo que, si ellos hablan con los vuestros y les explican bien todo, vuestros padres os dejarán. De todos modos, ellos van a estar trabajando, con lo que supongo que preferirán que os divirtáis a que os quedéis aquí, teniendo la posibilidad de irnos todos juntos allí.

—Mis padres sí que me dejarán. Siempre estoy en tu casa y ellos saben que si estoy con alguien de tu familia, estoy en buenas manos —dijo Alejandro.

—¿Y cuándo podrían hablar tus padres con los nuestros? Me muero de ganas de saber si podemos ir —dijo Javier.

—Vamos a preguntárselo, ¿vale? —repuso Roberto.

Todos se levantaron y entraron en la casa. Cuando la madre de Roberto los vio entrar, sonrió.

—Ya me extrañaba que tardarais tanto. ¿Tenéis algo que decirme? —dijo sonriendo.

—Mamá, queremos que papá y tú habléis con los padres de todos ellos. Nos hace mucha ilusión irnos a casa de la tía Carmela todos juntos y hacerle compañía.

—Ya, pero habéis de saber que la tía Carmela es mayor y tenéis que portaros muy bien. Ella no está acostumbrada a tener gente en casa y de repente vais seis niños y encima muy traviesos. Solo si me prometéis que vais a ser buenos y a ayudar en todo lo que diga, hablaré con vuestros padres.

—¡Prometemos que vamos a ser buenos y que la tía Carmela va a tener toda nuestra ayuda! —gritaron al unísono.

—En ese caso lo que tengo que deciros es que ya he hablado con vuestros padres y todos han dicho que sí. En realidad, hace algún tiempo que hablé con ellos, pero no queríamos deciros nada para no desconcentraros en vuestros exámenes. Y como todos habéis sacado buenas notas, vuestro premio son unas vacaciones en la casa de la tía Carmela en Asturias.

—¡¡Olé, olé y olé!! —gritaron todos saltando y abrazándose.

—¡Gracias, mamá, estas vacaciones van a ser geniales! —dijo Roberto.

—Eso espero, cariño, que disfrutéis del verano y de vuestra amistad y juventud.

Todos sonrieron mirándose emocionados. Algo les decía que en realidad les esperaban muchas aventuras en Asturias.

Capítulo 3

Ultimando detalles

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