Seis amigos y el secreto de la Alhambra - Andrea Latorre Viñes - E-Book

Seis amigos y el secreto de la Alhambra E-Book

Andrea Latorre Viñes

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Beschreibung

Nueva aventura de este grupo de amigos, esta vez en Granada, en la que el misterio y un oculto secreto serán sus protagonistas. A la vez que conocen la ciudad, gastronomía y cultura del lugar, los Seis amigos se verán envueltos nuevamente en una trepidante aventura en la que sentirán el peligro muy de cerca. Un robo en una emblemática joyería con un millonario botín y una desaparición misteriosa son los ingredientes que conforman este nuevo enigma al que el grupo, con su valor, astucia y trabajo en equipo, deberán dar respuesta. ¿Qué es lo que ocurre en la Alhambra? Un secreto centenario será el encargado de dar la pista a estos pequeños detectives.

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Índice

Capítulo 1 Nuevos retos

Capítulo 2 Un viaje a la vista

Capítulo 3 Comienza la aventura

Capítulo 4 Una misteriosa desaparición

Capítulo 5 Un día de esquí

Capítulo 6 Una oportunidad única

Capítulo 7 ¡Un laberinto secreto!

Capítulo 8 Se descubre el pastel

Capítulo 9 Un nuevo hallazgo

Capítulo 10 Un giro inesperado

Capítulo 11 Un feliz desenlace

Capítulo 12 Vuelta a casa

Capítulo 1

Nuevos retos

Mónica y Ana adelantaron el paso respecto a sus compañeros. Tenían cierta prisa, ya que querían comprarse la merienda de camino a casa, y deseaban llegar antes de que el pequeño establecimiento se llenara de una gran cantidad de niños que, al igual que a ellas, se les había antojado merendar un delicioso croissant recién hecho, que Sofía, la dueña de la tienda, habría cocinado hacía unos minutos, conocedora de la salida del colegio como todas las tardes.

El verano comenzaba a tocar a su fin y daba paso al otoño, con unas temperaturas más suaves y unos atardeceres cada vez más tempranos. El cambio de horario de invierno tendría lugar en unas semanas, y con él, el anuncio de le entrada de la estación invernal.

El curso había empezado unas semanas antes tras el verano más emocionante que el grupo de amigos había vivido hasta el momento.

Nunca podrían olvidar aquella aventura en Asturias, en la casona de la tía Carmela donde Paula y la tía fueron secuestradas, y ellos resolvieron el misterio y las rescataron. Aquella experiencia les había enseñado muchas cosas, entre ellas a conocerse más a sí mismos, a saber que eran valientes y que podían lograr muchas cosas si trabajaban juntos en equipo, y a valorar todavía más su amistad.

Durante la aventura estival, varios componentes del grupo se habían dado cuenta de que se habían despertado sentimientos que iban algo más allá de la amistad entre algunos de ellos, pero de momento, preferían dejar las cosas así y no arriesgarse a estropear la fabulosa amistad que tenían.

—Buenas tardes, Sofía. ¿Nos pones dos croissants, por favor? —pidió Mónica educadamente.

—¡Hola, Mónica y Ana! ¡Buenas tardes! ¡Enseguida os los pongo antes de que llegue la marabunta! —dijo Sofía riendo mientras señalaba la gran cantidad de niños que se acercaban hacia ellas para comprarse su merienda.

El olor a bollería recién hecha inundaba el local y se podía apreciar desde la calle. Sofía realmente hacía unos bollos excepcionales y le ponía mucho mimo y esmero. Todas las tardes cuando se terminaba el colegio, muchos niños iban allí a comprar la merienda, otros a por zumos de diferentes sabores que Sofía les hacía con fruta natural, y otros sencillamente a comprar cromos de la colección con la que estuvieran en ese momento.

Ya con su merienda en la mano y habiéndose despedido de Sofía, las niñas dieron alcance al resto de sus amigos. Siempre recorrían un tramo de vuelta a casa juntos hasta que se despedían cuando unos cogían el tranvía que unía las diferentes zonas de Playa San Juan con Alicante, otros iban caminando hasta sus casas, y otros, en cambio, utilizaban el autobús.

—¿Me das un bocadito, Ana? —preguntó Roberto mientras la boca se le hacía agua al oler el croissant de la niña.

—¡Claro, Roberto! ¡Como siempre! —dijo la niña riendo.

Roberto era muy goloso y le costaba resistirse a probar cualquier cosa que fuera de repostería, ya que era de lo que más le gustaba.

—¡Vaya con los deberes de matemáticas que tenemos para hoy! Me parece que este año la materia se va complicando un poquito —comentó Alejandro al tiempo que abría sus grandes y expresivos ojos marrones de par en par.

—Sí, se nota que cada vez la dificultad incrementa. Por eso vamos a tener que trabajar cada vez más en nuestras tareas con ahínco —sentenció Javier.

—Igual podríamos crear un grupo de trabajo. Por ejemplo, a ti Javier se te dan muy bien las matemáticas junto con Paula. Vosotros podríais explicarnos a los demás nuestras dudas y hacer los ejercicios todos juntos. Luego ponemos en común el resultado y vemos dónde se ha equivocado cada uno. Lengua, por ejemplo, a mí me gusta mucho y la entiendo muy bien. Yo puedo explicaros lo que queráis —dijo Mónica—. Ana sabe mucho de inglés; Roberto es un apasionado de la historia, y Alejandro tiene gran capacidad para hacer resúmenes y esquemas, por lo que podría ayudarnos a los demás a tener una buena técnica de estudio. Además, sería una manera de estar juntos, aprender en común y llevar a cabo nuestras obligaciones. ¿Qué os parece? —comentó la niña.

—La verdad es que me parece una gran idea, Mónica —dijo Alejandro—. Seguro que nuestros padres están conformes, ya que ellos saben que nosotros somos responsables y estudiosos, que nos gusta mucho estar juntos y que podemos ayudarnos unos a otros.

—Si queréis, cada tarde podemos ir a una casa diferente para no estar siempre en la misma e ir rotando —comentó Ana.

—¡Hecho! Hoy lo comentamos todos en casa a ver qué les parece. Pero no creo que vaya a haber ningún problema —comentó Roberto.

—A mí se me está ocurriendo que si queréis, puede ser siempre en mi casa —comentó Paula—. Ya sabéis que hay espacio de sobra, y en el sótano podemos crear nuestra sala de estudio donde nadie nos molestaría ni nosotros tampoco, y podríamos concentrarnos perfectamente —señaló la niña.

Los niños se miraron con agrado. Paula vivía en un enorme chalet que disponía de muchísimo espacio tanto interior como exterior, y la niña siempre quería compartirlo con ellos. El sótano en cuestión estaba destinado al tiempo de ocio, un lugar de reunión para los adultos, ya que disponía de una chimenea, y junto a ella, varios sofás para poder sentarse a charlar tranquilamente; y para ellos contaba con una zona con mesas, sillas y varios juegos para divertirse con cualquiera. Era cierto que esa zona podía utilizarse perfectamente para crear un grupo de trabajo.

—Yo puedo llevar la pizarra de pie que tengo en casa por si necesitamos alguna explicación —dijo Javier.

—¡Sí, eso estaría genial! Y así nos ayudamos entre todos, estudiamos juntos y seguro que sacaremos buenas notas —comentó Ana.

—No se hable más, hoy lo comentamos en casa y mañana nos decimos qué les ha parecido a nuestros padres.

—Yo creo que les parecerá bien. Además en mi casa con los gemelos siempre hay mucho follón e incluso a mí me cuesta concentrarme a veces —comentó Roberto.

Roberto tenía dos hermanos gemelos de dos años que le daban muchas alegrías y felicidad pero eran tremendamente escandalosos en sus juegos con lo que, normalmente, el niño debía subirse a la buhardilla para estudiar y hacer los deberes y así tener un poco de silencio.

—Perfecto, mañana comentamos impresiones —finalizó Javier— Pero es cierto que la casa de Paula es la más adecuada, ya que en la mía está mi hermana Sara, y ya sabéis cómo se pone si no se la deja estudiar. No me veo ahí lo seis juntos cada tarde —comentó el niño.

Javier se llevaba bastantes años con su hermana mayor. Ella estaba este año en segundo de Bachillerato y tendría que enfrentarse a la prueba de acceso a la universidad cuando acabara el curso. Siempre había sido muy metódica y responsable, contaba con unas notas excepcionales, y este año más que nunca, estaba totalmente concentrada en su trabajo, ya que aspiraba a estudiar medicina y se necesitaba tener unos resultados académicos muy buenos para poder lograrlo.

—En la mía no habría problema, pero yo creo que el espacio es más cómodo en casa de Paula —dijo Alejandro que de momento no tenía hermanos, aunque sus padres no descartaban tener un segundo en algún momento.

—Yo sé que mi madre no nos diría que no, pero es cierto que anda un poco mareadilla con esto del embarazo —comentó Ana. La niña supo del embarazo de su madre cuando regresaron de la aventura en Asturias. Era su primer hermanito o hermanita y estaba muy ilusionada de pensar que ella le cuidaría y le ayudaría a aprender las cosas que ella misma fue aprendiendo de pequeña.

—Claro, no te preocupes, Ana. En mi casa ya sabéis que solo soy yo, pero es cierto que el sótano de Paula lo veo como un perfecto espacio de estudio —comentó Mónica con una sonrisa.

La niña sabía que los resultados de todos ellos trabajando en equipo serían buenos y quizá así sus padres se terminaran de convencer de que ella era suficientemente responsable para adoptar un perro, que era su mayor sueño e ilusión. Le encantaban los animales, de hecho, de momento quería ser veterinaria y sabía que al perro lo cuidaría con la máxima atención y le daría todo el amor que aquellos animales tan bondadosos y nobles se merecían. Pero sus padres de momento no le daban el visto bueno, ya que un animal conllevaba mucha responsabilidad y no estaban seguros del todo de que Mónica pudiera asumirla. Ella estaba dispuesta a demostrarles que sí, que era así, y para ello debía enseñarles su compromiso con las que fueran sus obligaciones del momento que, al fin y al cabo, era estudiar y hacer las cosas lo mejor posible, independientemente del éxito obtenido. En eso sus padres le insistían mucho: «la responsabilidad no se mide únicamente por los logros finales, sino por el esfuerzo real que has invertido en llevar a cabo una tarea y dar lo que tú puedes dar. Si no sale a la primera, hay que seguir intentándolo y finalmente, saldrá», le solía decir Sonia, su madre.

—Perfecto. Podríamos incluso ponerle un nombre. «El equipo de estudio misterioso» —comentó Roberto.

Todos rieron al unísono. Desde que habían resuelto el misterio en Asturias a Roberto todo le parecía misterioso y estaba deseando que ocurrieran cosas enigmáticas para resolverlas. De hecho, se había aficionado mucho a las novelas detectivescas desde que había descubierto a Sherlock Holmes, el detective literario por excelencia, y había comenzado a leerse diferentes libros de la saga, empezando por el primero Las aventuras de Sherlock Holmes. Con ello se había convertido un gran apasionado de Sir Arthur Conan Doyle, autor de la obra, e intentaba citarlo en cada ocasión que creía oportuna.

—Sir Conan Doyle estaría orgulloso de ti, Roberto —dijo Ana dándole unas palmaditas en el hombro con una sonrisa.

Todos se miraron y rieron. Era curioso cómo aquel verano en Asturias les había cambiado. Les había hecho madurar y conocer ciertas facetas de ellos, hasta el momento desconocidas, y habían comenzado a explotar nuevas aficiones personales cada uno.

—Lo que está claro es que este año tenemos nuevos retos, entre ellos intentar dar lo mejor de nosotros ayudándonos a conseguir nuestros objetivos —dijo Paula seriamente pero con mucha motivación.

Los chicos asintieron en silencio. Estaban entusiasmados con la idea que habían tenido y sabían que juntos podían hacer grandes cosas.

Anduvieron unos minutos más juntos y luego tomaron caminos distintos para ir cada uno hacia su casa, dispuestos a verse de nuevo al día siguiente.

Capítulo 2

Un viaje a la vista

Los días transcurrían y los niños se fueron aclimatando al comienzo del nuevo curso. Finalmente habían puesto en marcha su grupo de trabajo, y todas las tardes las pasaban en casa de Paula haciendo deberes y adelantando materia con los esquemas y resúmenes que Alejandro les enseñaba a hacer.

Habían creado en el sótano una perfecta aula de estudio juntado las mesas, de manera que todos estaban sentados en cuadrado. También habían colocado de pie la pizarra que había traído Javier, y en la que él y Paula procedían a explicarles matemáticas al resto y a solucionar ejercicios.

De momento estaban contentos con los resultados, ya que llevaban todo al día y veían cómo iban avanzando en la comprensión de las asignaturas.

En el colegio estaban muy a gusto. Las aulas contaban con veintisiete personas, y todos se conocían prácticamente desde que empezaron Primaria. A veces en algunos cursos se incorporaban alumnos, quienes fácilmente se integraban, pero la gran mayoría eran compañeros desde primero de Primaria. Y por eso era que todos se tenían gran cariño y se divertían mucho juntos.

—¡Buenos días, Javier! —saludó un niño entrando en la clase.

—¡Hola, Marcos! ¿Qué tal estás hoy? —inquirió el niño.

—Bien, mucho mejor. He estado unos días un poco resfriado pero ahora ya estoy bien del todo. Lo que no me apetece nada es ahora clase con Montse —refunfuñó el chico.

—¿Cómo que no? La Historia es de las cosas más interesantes con las que me he topado hasta ahora en mi corta vida –dijo Roberto con sorna incorporándose a la conversación— Y sabéis que lo digo en serio. A mí me encanta y me parece muy interesante. Es verdad que a primera hora de la mañana sería más conveniente otro tipo de asignatura, pero así acabamos de despertarnos seguro —comentó.

—¡O de dormirnos! —dijo Marcos, provocando que los tres niños se echaran a reír.

—¡Buenos días, chicos! —saludó Mónica cuando entraba por la puerta.

—¡Buenos días! —saludaron al unísono.

Poco a poco niños y niñas fueron entrando en la clase y colocándose en sus respectivos asientos.

Montse, la profesora de Historia, ya estaba en su mesa sobre la tarima esperando a que todos se sentaran en sus lugares correspondientes y a que fuera la hora de empezar la clase.

El timbré sonó indicando el comienzo de la jornada lectiva, y los niños sacaron sus libros y libretas y las colocaron encima de sus mesas.

—¡Buenos días! Antes de continuar con el tema que empezamos el otro día, quería comentaros una cosa que hemos estado hablando Josele y yo, a ver qué os parece —comentó la profesora.

Josele era su homónimo en la otra clase y muchas veces organizaban actividades juntos con relación a la asignatura.

—Como bien sabéis próximamente será el puente de octubre ya que aquí en la Comunidad Valenciana tenemos festivo el día 9, que es el día de la Comunidad, y el día 12 que es el día de la Hispanidad y es festividad nacional.