Seis amigos y la maldición del galeón fantasma - Andrea Latorre Viñes - E-Book

Seis amigos y la maldición del galeón fantasma E-Book

Andrea Latorre Viñes

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Beschreibung

Tercera aventura de los seis amigos, en la que el misterio les envolverá en Alicante y la Isla de Tabarca, además de visitar la emblemática Cabalgata de Reyes Magos de Alcoy. Durante las vacaciones de Navidad, una antigua leyenda pirata que siempre había amenazado a la ciudad de Alicante parece estar cumpliéndose. El comisario Gadea y el inspector Aguilera iniciarán una investigación, a raíz de unos sospechosos acontecimientos que durante tres días azotan la ciudad, pero el pequeño grupo de investigadores llevará a cabo la suya propia, descubriendo unos hallazgos que les pondrán seriamente en peligro. Unas extrañas luces en el mar se observan por la noche desde el Castillo de Santa Bárbara. ¿Será que el Pirata Jack está cumpliendo su maldición? Los seis amigos aportarán luz a este misterio, sin saber que un peligro desconocido les pisa los pies a medida que avanzan en sus indagaciones. Una vez más, la amistad, el trabajo en equipo y el nacimiento de un primer amor les ayudarán a cumplir su cometido. VALORES IMPLÍCITOS: Además de la amistad y el trabajo en equipo que caracterizan a la serie de «Seis amigos», cabe destacar el gran valor de la familia, el amor por los animales, el respeto por la naturaleza y la valentía, así como la transmisión de la cultura y tradiciones de las diferentes comunidades españolas.

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Índice

31 de diciembre

Capítulo 1. Una agradable visita

Capítulo 2. ¿Un nuevo misterio?

Capítulo 3. La leyenda del Pirata Jack

Capítulo 4. Noche de vigilancia

Capítulo 5. ¡Se cumple la leyenda!

Capítulo 6. El galeón fantasma

Capítulo 7. Un peligro inadvertido

Capítulo 8. ¡Dirección a Tabarca!

Capítulo 9. Un botín milenario

Capítulo 10. La ayuda de Isis

Capítulo 11. El grupo se separa

Capítulo 12. El recelo del comisario

Capítulo 13. Un amargo descubrimiento

Capítulo 14. La última oportunidad de Mónica

Capítulo 15. Un desenlace de vértigo

Capítulo 16. ¡Ya vienen los Reyes Magos!

31 DE DICIEMBRE

Mónica corría a gran velocidad, intentando no ser vista. Esperaba llegar a tiempo, pero algo le decía que quizá fuera demasiado tarde. No sabía cómo había ocurrido todo aquello y cómo se habían puesto en peligro, pero sabía que era muy posible que, esta vez, no pudieran conseguirlo.

La luna era su linterna ante la oscuridad total de la noche. El ruido de las olas chocando contra las rocas era su único acompañamiento en una huida desesperada.

De pronto lo vio, erguido, recto y majestuoso, como un espectador del paso del tiempo. Allí estaba el faro que alumbraba a las embarcaciones durante sus travesías nocturnas en el mar, ahora apagado y en silencio, observando todo lo que durante aquella noche acontecía en la isla.

No podía creer lo que estaba ocurriendo. Todos sus planes, de repente, se esfumaron y se cayeron como un castillo de naipes cuando quitas una carta. Habían subestimado a su enemigo y no habían contado con ciertos detalles que resultaron ser decisivos, y que ahora se habían vuelto en su contra.

A lo lejos observó unas luces que se movían a gran velocidad. Eran unas linternas que se dirigían directamente hacia ella. Corrió con todas sus fuerzas, sin girar la cabeza en ningún momento, solo buscando cualquier escondrijo donde poder ocultarse. Sus jadeos cada vez eran más frecuentes y sonoros. Estaba literalmente sin aliento. Desde que se separó de los demás, solo había intentado permanecer desapercibida para aquellos que los perseguían.

«Pero, aunque consiga esconderme, ¿cómo voy a dar la voz de alarma? Estoy lejos de tierra firme, sin embarcación, sin posibilidad de escapar de aquí. ¿Cómo vamos a conseguir salir de esta?», se preguntaba Mónica.

Se detuvo durante unos instantes para recuperar el aliento e intentar analizar cuáles eran las opciones con las que contaba.

«Debo ir al faro, esconderme allí e intentar ponerlo en marcha. Es nuestra única opción... Si desde Alicante ven la luz, sabrán que algo está ocurriendo y vendrán a socorrernos. No tenemos otra alternativa. Solo espero que los demás estén bien», se dijo la niña para sus adentros.

Mientras se movía sigilosamente para no hacer ruido con las hierbas y matorrales, pensó en sus amigos, y la angustia le invadió. Era muy probable que les hubiera ocurrido algo. Esta vez se había metido en un lío de los gordos, y no parecía tener ni buena ni fácil solución.

Al llegar al faro, se giró e imaginó allá a lo lejos, en la oscuridad del mar, cómo estarían sus padres en Playa San Juan. Las lágrimas invadieron sus ojos cuando le vino la imagen de sus rostros, de su casa, de su vida, y fue consciente de que quizá, muy probablemente, no volvería a verlos nunca más.

La puerta del faro estaba cerrada pero consiguió entrar por una de las ventanas a las que le faltaba un cristal, hecho del cual ella era conocedora ya que así es como habían descubierto qué es lo que ocurría y por ese hecho sus amigos ahora estaban en peligro de muerte. Entró de nuevo a aquella estancia y un escalofrío recorrió su cuerpo desde la cabeza hasta los pies cuando recordó todo lo sucedido hasta el momento.

Se sentó en el suelo apoyando la espalda en la pared. Estaba agotada, necesitaba descansar y pensar en cómo solucionar todo aquello, en cómo salvar a sus amigos y a ella misma, en cómo volver a sus casas. Comenzó a llorar desconsoladamente, pero un ruido brusco y seco le hizo volver a la realidad. ¡Eran aquellos tipos cortando con un hacha las cuerdas que mantenían amarrado el pecio a tierra! ¡Iban a hundir el barco!

Un pensamiento le cruzó la mente y sintió cómo el helor del miedo invadía su pequeño cuerpo. De pronto lo comprendió todo. ¡Los demás estaban ahí, en el pecio, y aquellos hombres iban a dejar que se hundieran junto a la embarcación!

La adrenalina se apoderó de su ser. Tenía poco tiempo, más bien ninguno, pero debía salvar a sus amigos aunque ello supusiera que ella, seguramente, cayera junto a ellos.

«Es la única opción que tenemos. Es muy arriesgado, pero es nuestra única baza, así que voy a poner todo mi empeño en conseguirlo», pensó la niña.

Salió precipitadamente del faro dirigiéndose al único lugar al que podía ir y que era su única esperanza. Inició otra vez su carrera, sin ser vista, y desapareció entre la maleza deseando que aquello que se le había ocurrido saliera bien y pudieran conseguirlo.

A Mónica se le desencajó la cara cuando, no muy lejos de donde ella se encontraba, en el acantilado, oyó:

—¡Despedíos de todo lo que conocéis, chicos! Este es vuestro final —dijo aquella voz tan conocida por ellos en los últimos días, y que Mónica reconoció al instante. Todas las piezas del puzle empezaban a encajar. ¿Cómo podían haber caído en la trampa y no haber visto lo que sucedía a tiempo?

Mónica retomó el camino y cruzaba los dedos esperando y deseando que aquello pudiera solucionarse, aunque algo le decía en sus adentros que, esta vez, todo apuntaba a que no iba a ser así…

Capítulo 1

Una agradable visita

UNOS DÍAS ANTES

—¡Isis, vamos, que nos esperan los demás! —apremió Mónica mostrándole la correa de paseo a su perra, que le miraba con ojos rebosantes de alegría, al tiempo que su cola se movía a tal velocidad que recordaba la hélice de un helicóptero.

—¡Guau, guau! —respondió la can dando saltos de felicidad.

Mónica la miró sonriendo. Hacía poco tiempo que Isis había entrado en su vida. Cuando los seis volvieron de su aventura en Granada los padres de Mónica accedieron por fin a que la niña adoptara a un perro, que era su máxima ilusión, pero hasta el momento se habían mostrado reticentes ya que conllevaba mucho trabajo y era una gran responsabilidad. Pero ambos habían llegado a la conclusión de que Mónica estaba perfectamente capacitada ya que había demostrado que sabía y podía cuidar de los animales cuando curó a Rango, el perro granadino que se quedó malherido en el Sacromonte. Fue por ello por lo que decidieron que introducir un perro en la vida de su hija sería absolutamente beneficioso para todos y no habría problema en sus cuidados. Así que un buen día acudieron a un albergue canino y adoptaron a Isis. Mónica no pudo evitar fijarse en aquella perrita llena de energía y vitalidad que corría detrás de sus compañeros perrunos. Cuando los ojos de ambas se cruzaron, Isis se paró en seco y se acercó a la niña. Inmediatamente le movió la cola y le lamió la mano. Mónica supo desde ese mismo instante que una maravillosa relación acababa de dar comienzo y que vivirían muchas aventuras juntas.

Cuando el resto de los amigos se enteró de que había un nuevo miembro peludo en el grupo, no cabían en sí de júbilo.

—¡Qué bien, Mónica! ¡Vais a ser muy felices juntas y, colateralmente, todos nosotros también! Nos encantan los animales y va a ser un poco el perro de todos —comentó Ana alegremente.

—¡Sí, es una noticia maravillosa! —aplaudió Javier.

—Mmmm… Me pregunto cuántos misterios nos ayudará a resolver —dijo Roberto mientras se acariciaba el mentón de su barbilla

Un coro de risas estalló al unísono, y es que Roberto se sentía cada vez más atraído por los misterios, desde que el grupo se había visto envuelto en dos aventuras, una en Asturias y otra en Granada, en las que habían tenido que encontrar una solución, acabando los malhechores entre rejas.

—A mí me gustaría un poco de tranquilidad después de lo vivido últimamente —dijo Paula, sonriendo vergonzosamente.

—¡Eso jamás! Ahora me siento más investigador que nunca. ¡Si ya tenemos perro y todo! —gritó Roberto alarmado provocando de nuevo las risas de sus compañeros.

—Me parece que ahora el único misterio que tenemos cercano es cómo vamos a llamar a esta cosita tan bonita —dijo Ana acariciando el pelaje color canela de la perra.

—Yo había pensado en Isis. Ya sabéis que cada vez me gusta más el Antiguo Egipto y su historia. En la mitología egipcia, Isis era considerada la madre de todos los dioses y reunía los atributos de las demás divinidades. Era muy respetada y querida por el pueblo egipcio, así que he pensado llamarla así. ¿Qué os parece? —preguntó Mónica.

—Sí, Isis me parece perfecto —afirmó Paula dando el visto bueno mientras el resto asentía con la cabeza. Y de esta manera, Isis tuvo un nuevo hogar donde iba a ser muy amada y cuidada, aunque aún no sabía que algún que otro misterio tendría que resolver a lo largo de su vida.

—Mónica, cariño, llévate la chaqueta que ya empieza a refrescar. ¿Dónde vais a estar? —le preguntó su madre.

—Vamos a ir un rato al parque. No tardaremos en volver, mami —le dijo la niña dándole un beso en la mejilla, saliendo con Isis por la puerta.

Las luces de Navidad adornaban las calles y los acompañaban en su trayecto hacia el parque. Habían comenzado las vacaciones navideñas y estaban alborozados, ya que se preveían unas semanas divertidas, además de que la ansiada llegada de los Reyes Magos de Oriente se produciría en poco tiempo y estaban algo nerviosos.

—¿Cuándo llega tu prima, Paula? —preguntó Ana.

—Viene mañana y se quedará una semana —contestó la niña. Su tío Pablo, el hermano de su madre, venía a pasar un tiempo de las Navidades a su casa junto con Vanessa, la prima de Paula. Sus tíos se habían divorciado hacía unos años, y desde entonces, siempre iban a Alicante unos días en estas fechas, así como durante el verano. El grupo de amigos la había conocido hacía un tiempo, pero no habían vuelto a coincidir con ella, ya que muchas veces que había venido, los demás estaban fuera de la ciudad.

—¡Qué ganas tengo de que sea el día de la cabalgata e ir a Alcoy a verla! —gritó Mónica con júbilo.

—Sí, además desde el balcón de la casa de mis tíos se ve perfectamente. ¡Ya veréis qué sorpresa os lleváis cuando veáis a los pajes subir los regalos por unas escaleras de madera que apoyan en los balcones desde la calle! Nunca sabes hasta el último momento si vienen a tu casa, y estás muy nervioso esperando —comentó Javier.

El plan era pasar las vacaciones en Alicante, y el 5 de enero, día de la Cabalgata de los Reyes Magos, ir a Alcoy. Los tíos de Javier vivían allí y los habían invitado a todos a ir, ya que la cabalgata era considerada de las más antiguas de España. Se celebra desde 1885 y está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 2001. A los niños siempre les había hecho mucha ilusión ir pues, como les había explicado Javier, Sus Majestades de Oriente acampaban los días previos al día de Reyes en la montaña de Alcoy, y se podía ir a visitar el campamento durante el día. Desde las casas de la ciudad, por la noche, se veía el camino que llevaba al campamento, iluminado por las antorchas que hacia él conducían. El día anterior a la cabalgata, el 4 de enero, era lo que en Alcoy llamaban «el día de las burritas», y por el centro de la ciudad pasaban estos animales con los buzones reales. Los niños y niñas de la ciudad debían tirar las cartas a esos buzones y eran llevadas a Sus Majestades, que esperaban en el campamento, para proceder a la lectura de todas y cada una de ellas, y ser conocedores de los deseos de los más pequeños de la ciudad. El grupo de amigos estaba muy ilusionado con este hecho, y contaban los días hasta que llegara aquella deseada fecha.

Una vez llegaron al parque, Isis se puso a correr de acá para allá sin parar, mientras ellos se sentaron en el césped y comían unas pipas. Empezó a refrescar, ya que, aunque Alicante se caracteriza por tener unos inviernos suaves, en diciembre se apreciaba el frío invernal y anochecía pronto, así que dejaron que Isis se divirtiera un poco más y volvieron cada uno a sus casas.

Habían quedado a la mañana siguiente para dar un paseo por el Cabo de las Huertas, zona en la que vivía Paula. Aquella parte de la ciudad estaba formada por diferentes calas rocosas desde las que se divisaban zonas emblemáticas de la ciudad, como el Castillo de Santa Bárbara, con su llamada «Cara del Moro», que era el rostro de un árabe trazado en el perfil del monte Benacantil, y daba origen al nombre de la ciudad. A su vez, en los días despejados, se podía apreciar a lo lejos la Isla de Tabarca, a la que solían ir en verano para hacer esnórquel, e incluso alguna vez se habían hospedado allí. En el pasado fue refugio de los piratas berberiscos, y siempre que iban allí pensaban si no habría algún tesoro escondido en alguna parte.

A medida que se acercaban al bungalow donde vivía Paula, vislumbraron dos figuras que les saludaban con la mano en el balcón de la habitación de la niña. Eran Paula y Vanessa, que al parecer, ya había llegado a la ciudad.

—¡Buenos días, chicos! ¡Mirad quién está aquí! ¡Mi prima Vanessa ya ha llegado! —gritó Paula con júbilo. Las dos primas se llevaban muy bien y se querían mucho, pero vivían lejos, ya que el tío de Paula era historiador y arqueólogo y vivían en Sevilla. Él trabajaba el famoso yacimiento romano de «Itálica», a siete kilómetros de la ciudad. Este asentamiento romano era conocido por ser la primera ciudad romana de Hispania y también fuera del territorio italiano. Fue la urbe donde nacieron los famosos emperadores Adriano y Trajano y continuaba en plenas labores de excavación. Habían salido a la luz el anfiteatro, el foro y diversas casas patricias con bellos mosaicos pero se intuía que quedaba mucho más por descubrir. El tío de Paula se encontraba inmerso en plena campaña arqueológica y era un apasionado de la cultura romana.

—¡Hola! ¡Qué alegría veros a todos! ¡Hacía mucho tiempo que no nos juntábamos! —dijo Vanessa con una amplia sonrisa mientras abrazaba a cada uno de ellos.

Mónica se quedó sorprendida al ver a Vanessa. Había cambiado mucho. La última vez que la vio le pareció más tímida, pero ahora se le veía muy contenta y extrovertida, a la vez que muy guapa. Mónica se fijó en sus grandes ojos marrones claros y su pelo liso y rubio, y pensó que había crecido mucho, ya que le sacaba cuatro dedos de altura aproximadamente. No pudo evitar sentir un pinchazo en el estómago cuando observó la expresión que puso Alejandro al verla, y supo que él había pensado exactamente lo mismo que ella. Decidió hacer caso omiso a ese sentimiento y le dijo:

—¡Bienvenida, Vanessa! Esperamos que te lo pases muy bien estos días en Alicante y que disfrutes con nosotros de estas Navidades.

—¡Seguro que sí! Pero no me metáis en ningún lío que mi padre ya me ha contado vuestras aventuras de los últimos tiempos. ¡Madre mía, qué susto! —dijo la niña, llevándose las manos a la cabeza.

—No son líos, Vanessa. Son misterios que se nos presentan, y debemos investigarlos. En el lugar y momento menos pensados, pueden estar sucediendo cosas misteriosas que solo los ojos de un experto investigador pueden reconocer —dijo Roberto con su tono enigmático, mientras el resto del grupo estallaba en risas.

—Ya está Roberto con su fiebre de los misterios —bromeó Alejandro—. No te preocupes, Vanessa. Esta vez nos limitaremos a disfrutar de las vacaciones y a esperar la llegada de los Reyes Magos, ¡prometido! —comentó guiñándole un ojo.

—Eso espero, Alejandro. ¡Me encantará estar con vosotros y que me mostréis vuestra ciudad e ir a pasear a la playa si el tiempo lo permite! —dijo la niña con una bonita sonrisa que hizo que Alejandro se sonrojara levemente

Mónica observó la escena, e inevitablemente volvió a sentir esa pequeña molestia en el estómago, y supo que la sentiría más veces durante todos esos días.

Capítulo 2

¿Un nuevo misterio?

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