Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Hace 90 años se produjo en Asturias la última revolución obrera de Occidente. Una insólita alianza de todas las organizaciones sindicales apostaba por la vía insurreccional ante los escasos avances logrados por la Segunda República —e incluso el riesgo de involución— y el auge del fascismo por toda Europa. Durante dos semanas, los trabajadores derrotaron al Ejército y a la Guardia Civil, confiando en que el movimiento triunfaba también en el resto de España. Paco Ignacio Taibo II, novelista e historiador de prestigio mundial, realizó en los años setenta un exhaustivo trabajo de investigación sobre la Comuna Asturiana de 1934, exprimiendo las fuentes disponibles y entrevistándose con cerca de 400 supervivientes de uno y otro bando. Cincuenta años después, Hoja de Lata recupera este gran clásico de la historia social, una epopeya protagonizada por «mineros, carboneras, metalúrgicos, ferroviarios, oficinistas, albañiles, portuarios, taxistas, limpiabotas, costureras, pescadores, marinos, vidrieros, panaderos, ceramistas, electricistas y periodistas», en una nueva versión, revisada, corregida y aumentada. «Para los que lean estas páginas no quedará duda de la magia que genera una clase obrera organizada, convencida de que se encuentra a las puertas de un mundo diferente y dispuesta al sacrificio personal para lograrlo.» Paco Ignacio Taibo II
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 1463
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
MECANOCLASTIA, 15
Primera edición en Hoja de Lata: septiembre del 2024
© Paco Ignacio Taibo Mahojo, 2024
© del prólogo: Eduardo Abad, 2024
© de la ilustración de la portada: Alfonso Zapico, 2024
© de la fotografía de la solapa: Eneas, 2021
© de la presente edición: Hoja de Lata Editorial S. L., 2024
Hoja de Lata Editorial S. L.
Camino del Lucero, 15, bajo izquierda, 33212 Xixón, Asturies [España]
[email protected] / www.hojadelata.net
Diseño de la colección: Trabayadores Culturales Glayíu
Diseño de la portada: Iván Cuervo Berango
Corrección: Olaya González Dopazo
ISBN: 979-13-87554-00-2
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
PRÓLOGO. «El arte de la insurrección», por EDUARDO ABAD
NOTA INTRODUCTORIA, por PACO IGNACIO TAIBO II
1. LA REPÚBLICA DEL DESENCANTO. ESPAÑA ANTE LA REVOLUCIÓN
Hoja de calendario
Una República para la decepción
«No habrá obstáculos que nos detengan»
Un socialismo atípico en Europa, el PSOE
Asturias: principia el año
2. LA ALIANZA OBRERA. UN CAMINO PARA LA INSURRECCIÓN
Primer paso en Asturias. Los presos de la cárcel de El Coto
El proyecto aliancista
Asturias, segundo paso
Asturias: notas sobre el contexto
El proyecto bloqueado
Asturias: se firma el pacto
José María Martínez
Ramón González Peña
Crece la movilización
El Primero de Mayo
La alianza no prospera nacionalmente
La huelga del Sotón
Cambiar un aplauso
3. LA GUERRA DE AVANCE. DOS GOBERNADORES CONTRA UN PERIÓDICO
Una tarde en Avance
Nacimiento de un diario
A la búsqueda de un director
Una tarde en Avance
Los hombres de Avance
Una tarde en Avance
La red
Represión y respuesta
Las batallas de mayo
Para distribuir un periódico
Una tarde en Avance
4. LA REVOLUCIÓN SE ARMA
Hombres
Fusiles, pistolas, dinamita
Mucha imaginación
Cómo robar un polvorín
Diez sacos de fusiles y un tranviario
5. EL VERANO. HUELGAS, CHOQUES, MANIFESTACIONES Y UN NUEVO GOBERNADOR
Mi entusiasmo, mi juventud y mi vida
Entre la huelga campesina y el Pozu María Luisa
Salir de Rico y entrar en Blanco
Nuevamente Avance
Un celoso guardián del orden
El reto de las Juventudes
Prescindir del café
Dos tácticas y una alternativa
El día más caluroso del verano
Camisas rojas y empleados municipales
Eco de tinieblas
6. EL TURQUESA
Madrid. Junio de 1934
Sevilla. Junio de 1934
Cádiz. Julio de 1934
Cádiz. Finales de agosto-primeros días de septiembre
Estaca de Bares. 8 de septiembre de 1934
En diferentes puntos de Asturias. 10 de septiembre de 1934
San Esteban de Pravia. Playa de Aguilar. 10 de septiembre de 1934
Asturias. 11 de septiembre de 1934
Asturias. 12 de septiembre de 1934
Asturias: por qué no prestar la pistola
España. 13 de septiembre de 1934
Asturias. 13 de septiembre de 1934
Avilés. 13 de septiembre de 1934
Asturias. 14 de septiembre de 1934
El mito del Turquesa
España. 15 de septiembre de 1934
En Asturias
León. 16 y 17 de septiembre de 1934
Frente a un pequeño puerto cercano a Bilbao. 16 y 17 de septiembre de 1934
España. 18 de septiembre de 1934
Asturias. 20 de septiembre de 1934
Burdeos. 20 de septiembre de 1934
Asturias. 21 de septiembre de 1934
Burdeos. 21 a 27 de septiembre de 1934
Asturias. 27 de septiembre de 1934
España. 30 de septiembre de 1934
7. SEPTIEMBRE: QUEMAR LAS NAVES
Sama de Langreo
Gil Robles en Asturias
El pleno cenetista de septiembre
Romerías y adhesiones
Las fuerzas gubernamentales en Asturias
Los depósitos de armamento
Reconsideraciones antes de la tormenta
8. LA REVOLUCIÓN LLAMA A LA PUERTA. DEL 1 AL 4 DE OCTUBRE
Prólogo: como una pequeña farsa, la caída del Gobierno Samper. Madrid. 1 de octubre de 1934
Primer acto: escena I. Se inicia el debate
Descanso
Escena II. Una larga noche
Segundo acto: escena I. Consultas. 2 de octubre de 1934
Segundo acto: escena II. Lerroux es el encargado del negocio
Segundo acto: escena III. Un anciano solitario
Don Alejandro
Entreacto. Sobre la justicia
Tercer acto: escena I. Formando un gabinete. 3 de octubre de 1934
La orden revolucionaria
Claveles rojos en Asturias. 3 de octubre de 1934
Asturias, primeras horas de la mañana
Un mensaje en la badana del sombrero. 4 de octubre de 1934
Oviedo: 10:30 de la mañana
Madrid. 4 de octubre de 1934
En Asturias. 4 de octubre de 1934
Asturias: bicicletas. 4 de octubre de 1934
9. EL ASALTO. LA TOMA DE LOS CUARTELES EN LAS ZONAS MINERAS
La orden
Llanera, el primer encuentro
Fragmento del informe del gobernador de Asturias Fernando Blanco (la noche del 4 de octubre)
La larga noche en Oviedo
Mieres: las primeras victorias
El asalto de La Rebollada y Murias
Sela y Torrens, la caída de los cuarteles de Santullano y Ujo
Torrens
Los combates en Turón
Los combates en Aller
Los amarillos
Oviedo de nuevo
10. LA TOMA DE LOS CUARTELES DE LA CUENCA DEL NALÓN
Sama: ¡ríndete, Magadán!
El ataque al cuartel de Ciaño
Los cuarteles de San Martín del Rey Aurelio
Laviana-Barredos
Amanece en Oviedo el día 5
La Felguera: una gran explosión
Sama: ¡ríndete, capitán Nart!
La masacre de Sama
11. CAEN MÁS CUARTELES. LAS VICTORIAS DE CAMPOMANES Y MANZANEDA
El cuarto eje insurreccional
Oviedo día 5: estado de sitio
El asalto a los cuarteles de Pola de Lena y Campomanes
El choque en Campomanes contra la Guardia Civil de León
Las tribulaciones de Ramón González Peña
El cuartel de Olloniego
El combate de Manzaneda
La toma de los cuarteles, un balance
12. OVIEDO. LAS COLUMNAS MINERAS ENTRAN EN LA CAPITAL
La noche del 5 en Oviedo
El plan defensivo del Ejército
El ataque
El descenso del Naranco
El Ayuntamiento, la estación de radio
El cuartel de Carabineros
Javier
La toma de la fábrica de cañones de Trubia
El Comité Revolucionario
13. GIJÓN. LA REVOLUCIÓN DESARMADA
Una noche perdida
Las fuerzas gubernamentales
La huelga
La llave del cuartel de Asalto
Día 6. Continúa la tensión
José María Martínez quiere un fusil
14. AL BORDE DE LA VICTORIA. OVIEDO, 7 DE OCTUBRE
El ministro de la Guerra
La narración del general
La fábrica de explosivos
Los combates en Oviedo el 7 de octubre
Los combates en la falda del Naranco
El «sóviet» de La Argañosa
Ofensiva hacia el Gobierno Civil
El asalto a la cárcel
7 de octubre, prosigue el avance de la columna de López Ochoa
La base aérea de León
15. AVILÉS
La columna de López Ochoa en Avilés
Sin fusiles
La pequeña revolución de Muros, Soto del Barco y San Esteban
López Ochoa: de Grado a la entrada de Avilés
La entrada del Ejército en Avilés
16. MIENTRAS TANTO EN GIJÓN
A Oviedo en bicicleta
Gijón, 7 de octubre, se mantiene el balance
El Biribí
8 de octubre, lunes, corre la sangre
17. LA REVOLUCIÓN AVANZA
Oviedo, 8 de octubre
Una columna al amanecer
Guardias civiles a caballo
Una cuba de gasolina
Los abastecimientos
La Cárcel Modelo
Caen las defensas de la fábrica de fusiles
El cuartel Pelayo
El Comité Revolucionario
18. EL FRENTE DEL SUR
Un ejército detenido en Campomanes-Vega del Rey
5 de octubre: el Ejército organiza la primera columna en León
6 de octubre: la encerrona se construye
7 de octubre: las comunicaciones se cortan
8 de octubre: parlamento fallido. Se establece un doble cerco
Los 35 de Vega del Rey
9 de octubre: una carta, un tren blindado, una bandera roja, refuerzos
10 de octubre: se rompe el cerco, queda la barrera. Falta de municiones de un lado, hambre del otro
11 de octubre: Bosch no avanza, el comité del frente del sur se reúne
El cerco
19. DOS DÍAS EN OVIEDO. 9 Y 10 DE OCTUBRE
Oviedo, 9 de octubre
Un túnel
El Comité Revolucionario
El avance de la columna de López Ochoa el día 10
Oviedo, la ofensiva del día 10
El asalto al cuartel Pelayo
El combate de La Corredoria
La muerte de Bonifacio Martín
La ofensiva sobre el Gobierno Civil
Sobre el cuartel de Santa Clara
La noche
El fracaso de la segunda ofensiva revolucionaria
20. GIJÓN. LA REVOLUCIÓN DERROTADA
Gijón, día 9
El incidente López Bravo
Gijón, día 10
Las fuerzas se concentran en Gijón. La columna Yagüe
La breve experiencia comunista libertaria
Un suicidio
Yagüe: fechas para una biografía
La columna Yagüe avanza
El orden en Gijón
21. EL ANTICLERICALISMO DE OCTUBRE. 46 ELEMENTOS PARA UN BALANCE
22. EL DERRUMBE DEL COMITÉ REVOLUCIONARIO. LA REVOLUCIÓN DERROTADA EN ESPAÑA
Todo estaba tan cerca
López Ochoa
El Comité Revolucionario vota la retirada
La última reunión (fragmento de la novela Memorias de mi cadáver, de Jesús Ibáñez)
López Ochoa entra en el cuartel Pelayo
La huida
La muerte de José María Martínez
La situación en España el 11 de octubre
23. OVIEDO EN PODER DEL EJÉRCITO. LA MASACRE EN LOS BARRIOS PERIFÉRICOS
Amanece el 12 de octubre en Oviedo
La desbandada detenida
El Segundo Comité
Una visita
El ataque a la Fábrica de Armas
Los fusilamientos del cuartel Pelayo
La odisea de Javier Bueno y el grupo de Avance
La ofensiva del 13 de octubre
Aida
Las masacres de la Legión y los Regulares en los barrios periféricos de Oviedo
La Tenderina Baja
Los barrios de la falda del Naranco
En la Fuente del Prado
Villafría
Barrio de las Arenas (o los Arenales)
El cementerio de San Lázaro
Fusilamientos y saqueo
24. EL TERCER COMITÉ. LOS CONTRAATAQUES DE SAN LÁZARO, CABRUÑANA Y EL BERRÓN
El Tercer Comité
Desfile en Oviedo, desfile en Mieres
Los combates de San Lázaro-San Esteban
Los cinco de Llanera
El frente del sur
El último disparo en Oviedo
La mediación madrileña
El combate de Muros
El combate de Cabruñana
La progresión de la columna Solchaga. El combate de El Berrón
La matanza de Turón
La cautela de López Ochoa
25. EL ORDEN REVOLUCIONARIO
26. LA RENDICIÓN
Eduardo López Ochoa
La rendición
Belarmino Tomás: casi una biografía
Rumbo a Oviedo
Huevos a la asturiana
27. LA INVASIÓN MILITAR
Los muertos y heridos en la Revolución de Octubre
La campaña de la prensa de derechas
Destrucciones
Las contradicciones entre los militares
Hambre para los trabajadores
«La normalidad»
La masacre de Carbayín
¿Guerrillas?
Detenciones
28. LAS BRUTALES REPRESALIAS
El carnicero de Asturias
El comandante Lisardo Doval, notas para una biografía
Un destino
En las Adoratrices se tortura
La eficacia de la máquina del terror
La máquina
De nuevo las Adoratrices
El testimonio de Lavilla
La comisión anglo-francesa
El camión que todos los días va a Olloniego
Desfiles y premios
En las Adoratrices
La muerte de Valentín
Un balance
Los asesinatos en el monte de La Gáraba
La detención de Luis de Sirval
Eduardo de Guzmán y Gutiérrez de Miguel peligran
El asesinato
Ivanov
29. TORTURAS, CÁRCELES Y FUGAS
Los torturadores
Las aportaciones de la represión asturiana a un manual universal de la tortura
La represión económica
La muerte de Ramón Arias
En los periódicos
El debate parlamentario. Los triunfadores se disputan el botín
La detención de González Peña
Ángel Velarde, «virrey» de Asturias
Imágenes: al sargento Vázquez le toman una fotografía
Detenciones y fugas
La muerte del Moscón
Marruecos, Asturias… Solo cambia el paisaje
La red de Prieto
30. TERROR Y REORGANIZACIÓN EN LAS CÁRCELES Y EL EXTERIOR. DICIEMBRE 1934-ENERO 1935
Cárcel de Avilés
La Oficina de Investigaciones de la Cárcel Modelo
La búsqueda de los fusiles
Indemnizaciones
Los presos de octubre
Vida cotidiana; reorganización y solidaridad en la Cárcel Modelo de Oviedo
Leyendo los periódicos
El Cuarto Comité socialista
Los informes y la información
La historia de las violaciones
El intento de suicidio de Teodomiro
Quemar libros en Gijón
31. FUSILAMIENTOS, JUICIOS Y SUICIDIOS. ENERO Y FEBRERO DE 1935
Los fusilamientos
El juicio de González Peña
La muerte a la espalda
El movimiento por el indulto
La purga en el Ejército
«Suicidios»
Juicios y más juicios
Las tribulaciones de un abogado
Otras iniciativas
Deserciones
De nuevo en la calle
32. EL LENTO RENACER DE LA ORGANIZACIÓN OBRERA. MARZO-AGOSTO DE 1935
La crisis hullera
El informe del comandante Santiago
El PC por el camino del Socorro Rojo
La CNT
La persistencia de Calpena y Kilo Puño de Hierro
La huelga de la construcción
La batalla por la prensa
El oro del Banco de España
Maniobras y silbidos a Hitler
A hierro muere
La moral de los vencedores
Por qué clausurar el Ateneo
El juicio de Ivanov
33. EL EXILIO, LAS MONTAÑAS, LAS POLÉMICAS
Lugansk-Bruselas-Dieppe
Por los montes
Los juicios de Turón
Los debates
La polémica cenetista
Detenciones, juicios, soldados y cuarteles
Homenajes y adiós
El loco de la máquina de escribir
34. LAS ELECCIONES DE FEBRERO
En Asturias
Se abre el telón
Una campaña electoral en la que la tensión va por dentro
El voto cenetista
La campaña
La jornada electoral
La victoria. El motín en las cárceles
APÉNDICE
El destino de los protagonistas de la rebelión
El destino de los protagonistas de la represión al movimiento
FUENTES INFORMATIVAS
I. Libros referidos directamente a la Revolución de Octubre
II. Biografías, autobiografías
III. Libros sobre la Segunda República, historias del movimiento obrero internacional, guerra civil
IV. Documentos
V. Entrevistas
VI. Folletos
VII. Libros y documentos del clero
VIII. Artículos de prensa
IX. Colecciones de periódicos y revistas
X. Fuentes informativas por capítulos
ÍNDICE ALFABÉTICO
¿Cómo se organiza una revolución? ¿Cuáles son las claves para que tenga éxito y no sea derrotada antes siquiera de empezar? Probablemente, estas preguntas y otras de similar trascendencia han estado muy presentes en las mentes de los revolucionarios y revolucionarias de todo el mundo durante siglos. Al menos, parece sensato pensar que tales incógnitas habitasen los pensamientos de los protagonistas de esta historia. Personas como Aida de La Fuente, José María Martínez, Horacio Argüelles, Berlamino Tomás, Carlos Vega y tantos otros, tantas otras militantes anónimas. Mineros, cigarreras, siderúrgicos, costureras, ferroviarios, carboneras, albañiles, cocineras, pescadores y un sinfín de profesiones más. Hombres y mujeres que dedicaron su vida a la noble y desagradecida causa de la emancipación de la humanidad. Por supuesto, no serían los únicos preocupados por tales cuestiones. Existió otro colectivo, también presente en estas páginas, que podría haberse hecho las mismas preguntas por motivos completamente diferentes. Personajes como el comandante Lisardo Doval, Juan Yagüe o el mismísimo Franco. Figuras mucho más mezquinas y, por supuesto, más serviciales. Quienes, trabajando a la sombra del poder, pretendían adelantarse o contener tales acontecimientos. Un ejército de personas grises que consagraron sus vidas a la singular tarea de vigilar y castigar a las vanguardias obreras con un único objetivo: garantizar la pervivencia de un orden social injusto.
La historia del proletariado del Estado español está jalonada de acontecimientos extraordinarios, de luchas abnegadas y de una más que demostrada capacidad de resistencia. Entre todos estos episodios, resalta con entidad propia la Revolución de Octubre de 1934 en Asturies. Bajo la consigna de «¡UHP!» (Uníos, hermanos proletarios) se organizaría un movimiento revolucionario sin precedentes destinado a cambiar las cosas desde la raíz y tomar el cielo por asalto. Un episodio agridulce, a menudo eclipsado por la guerra civil y el exilio, donde se combinaron la épica revolucionaria con la amargura de la derrota. Pese a tratarse de una experiencia muy breve (solo catorce días, del 5 al 19 de octubre) y de tener un alcance geográfico limitado, la Revolución dejaría un hondo poso en la memoria colectiva del movimiento obrero, ya que, como describía con acierto Ernest Labrousse, cuando las revoluciones son de verdad es muy difícil que desaparezcan del todo. Este relato compartido acompañó a la clase obrera durante sus luchas cotidianas hasta nuestros días. Sin embargo, las clases subalternas no han sido las únicas en recordar la Comuna Asturiana. Igual de presente, o incluso puede que más, este hecho se integró en las narrativas de los voceros de los explotadores como un recordatorio amenazante. La Revolución encarnaba la prueba viviente de todo lo que estaba «mal» en el seno de la clase obrera de los años treinta: su maximalismo, su buena organización y un compromiso inquebrantable con la solidaridad de clase. Al 34 asturiano se le ha hecho centro de todos los males, hasta extremos verdaderamente delirantes como, por ejemplo, responsabilizarlo directamente de la posterior sublevación franquista y la pervivencia durante cuarenta años de la dictadura.
La reedición de la monumental obra de Paco Ignacio Taibo II Asturias. Octubre 1934 nos brinda la oportunidad de volver la mirada a esta Revolución para redescubrir una investigación que se adentra con maestría en los sucesos vividos durante aquellas semanas. Un libro que combina el rigor académico con una literatura de combate y que logra mostrarnos la perspectiva de los revolucionarios atendiendo a una descripción pormenorizada que no pasa por alto ningún detalle. A través de la crónica de Taibo II acompañamos a los revolucionarios en sus pequeñas tareas cotidianas sin perder de vista la perspectiva global. De esta manera, alcanza un resultado que es bien difícil en un ensayo histórico: combinar con holgura lo micro y lo macro. En este sentido, la investigación resalta por ser una obra de historia total que no renuncia a exponer «desde abajo» el día a día de los revolucionarios.
Este libro es fruto del compromiso de Taibo II con el rigor y el detalle. Un prolífico autor que cuenta a sus espaldas con decenas de obras publicadas y con una larga trayectoria dedicada a mostrar lo que el historiador francés Albert Soboul acuñó como «los rostros de la multitud». El objetivo de esta empresa no fue otro que tratar de esclarecer muchos de los mitos existentes alrededor de los hechos de octubre de 1934 en Asturies. Lo que no impide que su narrativa sea también profundamente literaria. Si por algo destaca este escritor es por su destreza a la hora de describir escenas, captar la atmósfera de los momentos cruciales y por retratar a los protagonistas con nitidez y empatía. Todos estos elementos juntos hacen que la lectura de esta obra sea una experiencia inmersiva capaz de enganchar desde la primera página. Cada capítulo refleja el compromiso del autor con el oficio de historiador, pero también su pasión por contar una historia que le persiguió durante décadas y que es, en última instancia, una historia colectiva.
De partida, el propio proceso de investigación realizado hace ya cinco décadas constituye en sí mismo una pequeña hazaña. El texto es fruto de una ardua labor llevada a cabo durante varios años y que le llevaría a visitar países como España, México, EE. UU., Venezuela o Bélgica. Además, otra novedad es la frescura que le otorga la combinación de multitud de fuentes (bibliográficas, hemerográficas, archivísticas y orales). Trasladado a Asturies desde México en los albores de la Transición, los trabajos de Taibo hijo se iniciaron en el momento justo. En aquel entonces, la conexión directa con la Revolución era todavía posible dado que aún vivían muchos de los supervivientes. Disgregados por varios países, el autor pudo entrevistar a muchos y cartearse con otros tantos. Gracias a un efecto bola de nieve consiguió cada vez más contactos, lo que le ayudaría a plasmar una perspectiva completamente coral. De esta manera logró la cesión de los fondos del archivo privado del abogado Mariano Moreno Mateo, quien se encargó de la defensa legal de decenas de revolucionarios. Entre sus legajos se encuentra una valiosa documentación compuesta por cientos de cartas y documentos donde se recogen las torturas llevadas a cabo por los represores. Asimismo, también se puede apreciar la persecución a la que fue sometido este letrado, hasta el punto de acabar siendo procesado en diciembre de 1935.
Del acceso a estas fuentes primarias saldría un importantísimo corpus de más de ochenta entrevistas realizadas entre 1974 y 1978, con reflexiones y experiencias en primera persona imposibles de recuperar hoy. Desgraciadamente, los sistemas de grabación no estaban tan extendidos en esos días y no conservamos más que algunas notas y transcripciones. Tiempo después estos papeles fueron cedidos al historiador David Ruiz y depositados en el antiguo Archivo del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo. No deja de resultar paradójico que estos fondos se encuentren custodiados entre las paredes de la tercera planta del viejo cuartel Pelayo, que tanta resistencia demostró durante el proceso revolucionario y que fue el singular escenario escogido para llevar a cabo las negociaciones de la rendición entre Berlamino Tomás y el general López Ochoa. Un repaso de los contenidos de sus cajas permite rastrear y reconstruir la labor del historiador en su búsqueda del pasado. En estos fondos es donde se puede observar el celo del joven Taibo puesto en cada etapa, lo que nos sirve para reconstruir paso a paso cada parte del proceso de investigación. En este sentido, destacan sus numerosos esquemas, así como distintas reflexiones e interrogantes con que iba contrastando incansablemente las fuentes: ¿Quiénes eran? ¿Qué los movía a actuar? ¿Cómo lo lograron? ¿Qué hicieron tras la derrota?
Aunque Taibo II es de origen mexicano, su conexión con Asturies ha sido siempre muy profunda. De familiares exiliados, el autor aún recuerda las largas sobremesas de su niñez donde se hablaba de la Revolución del 34 con pasión. Un acontecimiento que les habría dejado más huella incluso que la propia guerra civil. En la misma, participaron de manera directa o indirecta varios miembros de su familia. Cuando estalla la insurrección su abuelo Adolfo Maojo se encontraba en prisión por importar de contrabando pistolas belgas para los anarquistas. Su abuelo Benito Taibo, responsable de la UGT para Oficina y Banca, fue miembro de la dirección socialista asturiana y combatió fusil en mano por la revolución. Su tío abuelo Mauro Menéndez, albañil de profesión, combatió en las barricadas del xixonés barrio de El Llano. Su otro tío abuelo, Ignacio Lavilla, fue redactor jefe del mítico diario Avance, un periódico clave para la difusión del espíritu revolucionario en los meses previos a la insurrección. La conexión con dicha cabecera siempre fue muy especial para el autor, pues, como él siempre se encarga de recordar, la redacción del libro se hizo bajo la atenta mirada de la foto de su director, Javier Bueno, presente en la pared de su despacho.
Los orígenes de esta obra son bastante peculiares, empezando por su concepción. El azar hizo que se cruzase en la investigación de Taibo II el prolífico editor asturiano Silverio Cañada, quien le habría ofrecido colaborar en su último proyecto: lanzar una Historia general de Asturias en doce tomos, pero esta vez, distribuida en 192 pequeños fascículos de veinte páginas que se podrían adquirir fácilmente en los quioscos. De esta manera, el 8 de agosto de 1978 salía publicado el primer coleccionable. Se trataba de la primera parte del tomo 7, que junto al 8 constituían los volúmenes dedicados monográficamente a la Revolución de Octubre de 1934 y que llevaban la firma de Paco Ignacio Taibo II. Gracias a la amplia difusión obtenida, muchas personas contactaron con la editorial para tratar de aportar su granito de arena a dicha empresa con nuevas informaciones y testimonios. El proyecto fue todo un éxito, pues, como recogía El Comercio el 9 de septiembre de dicho año, la editorial había tenido que volver a publicar los primeros fascículos, tras agotar una tirada de diez mil ejemplares.1 Debido a la viabilidad de esta Historia general de Asturias, posteriormente se pusieron a la venta los volúmenes agrupados hasta finalizar la colección.
Incluso, años después, el interés por dicha obra no parecía haberse agotado. En 1984, estos dos tomos se integraron en otro exitoso proyecto de la editorial Júcar, dirigida por Silverio Cañada, titulado Crónica general de España. Con todo, el paso del tiempo convertiría a esta investigación en un objeto de culto para los interesados en el tema, cuya adquisición solo era posible conseguir tras dedicar temporadas de búsqueda en las librerías de viejo. Aprovechando su descatalogación, Taibo II publicó una versión mejorada en 2013. De la mano de la editorial Crítica, el libro se publicó en un nuevo formato, mucho más accesible que el anterior, de carácter enciclopédico. De esta manera, se integraron todos los pequeños cuadros auxiliares en el cuerpo del texto para facilitar su lectura. Además, se revisó la redacción, ampliando algunas secciones, mientras se reducían otras para lograr un mejor equilibrio narrativo.
El libro se estructura, y no por casualidad, en 34 capítulos. El punto de partida comienza con el inicio del año 1934. Un contexto muy difícil para el régimen republicano bajo el Gobierno centroderechista, que perdió la confianza depositada por las bases sociales en el primer bienio y condujo —en el marco de un complejo proceso multicausal— a las organizaciones sociopolíticas de izquierdas a iniciar los preparativos del que sería el último gran levantamiento de la clase obrera europea. A lo largo de los primeros ocho capítulos, el autor recorre con detalle las distintas fases que transitó el movimiento obrero para tejer una inaudita red de Alianzas Obreras que vertebró los distintos pueblos y ciudades del corazón industrial asturiano. Esta experiencia de unidad proletaria unió en un mismo objetivo a CNT, UGT, PSOE, PCE, BOC e IC, sentando las bases del efímero éxito revolucionario en las cuencas mineras y otros territorios del centro de Asturies.
Los siguientes dieciocho capítulos se adentran en la trama principal de la revolución. La conquista de los cuarteles, el avance hacia Uviéu y la praxis cotidiana de la vida en los territorios en manos de los comités revolucionarios. En su relato, Taibo II nos introduce con minuciosidad en cada detalle del curso revolucionario, desde los combates calle a calle a la gestión económica de los comités de abastos. Es en este punto donde destaca un repaso minuto a minuto de la insurrección, atendiendo al desarrollo de una historia-relato que nos introduce en todos y cada uno de los elementos implicados. De esta manera, logra una visión global del fenómeno integrando con soltura aspectos muy diferentes, como los debates existentes entre los revolucionarios o las biografías de un número importante de sus componentes.
Los últimos ocho capítulos constituyen una descripción pormenorizada de la dimensión histórica de la derrota de la Comuna Asturiana. Los niveles de violencia alcanzados por la represión estatal fueron de extrema gravedad. A los asesinatos de las tropas militares, les siguieron las numerosas torturas de revolucionarios y los malos tratos a la población civil. Sin embargo, el libro no termina aquí. Continúa para relatarnos la heroica resistencia del movimiento obrero que resurge durante 1935, así como el duro camino del exilio de muchos de sus participantes. Por último, la cronología alcanza la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Un breve momento de esperanza que trajo la amnistía para los presos de Octubre y que se vería abruptamente interrumpido por la sublevación fascista del 18 de julio.
El libro se acompaña de un pequeño apéndice en el cual se realiza un sucinto recorrido por la historia posterior de sus protagonistas. Comienza con su destacado papel en la guerra civil, para concluir en el carácter poliédrico de sus nuevas vidas tras el exilio. Además, se ocupa de las biografías de los represores. En muchos casos, estos se unirían al bando sublevado, aunque vivirán vidas cortas y convulsas sobre las que aún persisten numerosas incógnitas. Si bien al final del texto se incluye una síntesis de las fuentes consultadas, también se ofrece un apartado donde se muestran los libros, biografías, documentos, entrevistas, folletos y prensa utilizados en la elaboración de este volumen.
Las distintas experiencias del proletariado asturiano durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX (huelgas, protestas, encierros y persecuciones) condujeron a una maduración de las expectativas del movimiento obrero. Los primeros años estuvieron marcados por la presencia de un notable «instinto de clase», de acuerdo con el cual los obreros aspiraban a mejorar su situación inmediata, resistir frente a los despidos y exigir nuevas conquistas económicas. Sin embargo, lo verdaderamente interesante es lo que sucedió poco tiempo después. Debido a los éxitos de su autoorganización y a la experiencia acumulada, el conjunto de las clases populares logró desarrollar una mayor conciencia de su papel dentro del modo de producción capitalista. De esta manera, el aumento y extensión de la «conciencia de clase para sí» entre el proletariado sentó las bases para la futura Revolución. No puede infravalorarse el papel de las ideologías y el «factor consciente» en una revolución tan «organizada» y dirigida por personas politizadas. Este elemento —desgraciadamente, tan ajeno a la política actual— fue la clave de la insurrección. Los revolucionarios no estaban locos, habían pasado de pensar de forma individual a hacerlo de forma colectiva. De sus intereses personales a los de toda la clase. Comprendían el mundo como realmente era y no como se les había hecho creer. Una experiencia que se puede sintetizar en los versos de Bertolt Brecht: «O todos o ninguno. O todo o nada. Uno solo no puede salvarse. O los fusiles o las cadenas».2
La principal enseñanza que nos transmite este ensayo tiene que ver con un elemento central de la identidad obrera: el potencial transformador de la conciencia de clase. Un factor casi olvidado hoy en día —cuando todo el mundo dice ser clase media—, pero que dominó durante décadas en el imaginario de las personas que producían la riqueza del país. Tener que vender tu fuerza de trabajo en maratonianas jornadas para apenas subsistir, verte obligado a migrar, vivir en una precariedad constante, sufrir la inflación, la subida de los alquileres o los desahucios pueden parecer cuestiones muy actuales, pero lo cierto es que era el día a día de nuestros bisabuelos y bisabuelas. Lo que los hacía diferentes de nuestra generación es que ellos y ellas eran conscientes de ese antagonismo que diferenciaba a los explotadores de los explotados. De quién producía la riqueza y quién se llevaba los beneficios. Lamentablemente, en 2024 las utopías de la gran mayoría de la sociedad van por otros derroteros: hacerse rico, el capitalismo verde, la paz social…
La reedición mejorada de esta obra por la editorial Hoja de Lata en 2024 es, sin duda, una muy buena noticia. Permite que esta obra fundamental llegue a un público más amplio y diverso, poniendo a disposición de las nuevas generaciones un libro descatalogado y de difícil acceso. Además, reafirma la importancia de preservar las voces y experiencias de aquellos que nos han precedido y poner en valor uno de los episodios más relevantes de nuestra historia reciente. En un momento en que las luchas sociales continúan siendo más necesarias que nunca, Asturias. Octubre 1934 de Taibo II nos ofrece una importante reflexión sobre nuestro pasado colectivo de la que se pueden extraer valiosas consideraciones para el futuro. Mientras tanto, seguiremos esperando que la clase proletaria del siglo XXI tome consciencia de quién es y cuál es su destino si quiere evitar la extinción de la humanidad. De buen seguro, como decía un eslogan diseñado para el 50 aniversario de la revolución, «Xorrecerán otres manes que garren les vuestres armes».
EDUARDO ABAD
Uviéu, 07/06/2024
1 «De nuevo en los kioscos el fascículo primero de la Historia general de Asturias», El Comercio, 9 de septiembre de 1978.
2 Bertolt Brecht, Poemas y canciones, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p. 46.
Durante años, el gran tema de conversación en la sobremesa de mi casa en México era el Octubre asturiano. Curiosamente, el mito familiar no era la guerra civil, era el Octubre, en el que habían tenido un papel destacado mi tío abuelo, Ignacio Lavilla, jefe de redacción de Avance, y mi abuelo, Benito Taibo, secretario del sindicato de la UGT de Oficina y Banca, y luego comisario político de las milicias.
Y ahí había dos mitos no discutibles.
El primero de ellos era que el mejor periodista del planeta era Javier Bueno. Lo afirmaban mi tío abuelo y mi abuelo, y sobre eso no había ninguna duda. Incluso lo decía mi padre, que conoció a Javier Bueno cuando tenía nueve años. Y yo, cuando tenía quince años, decía que de grande quería ser como Javier Bueno.
El segundo mito familiar era la Revolución asturiana.
Mi tío, encerrado en Oviedo al quedar del lado de los militares, metido en un armario de doble vista, desde el que ve de lejos a los rojos en el Naranco. Contando las torturas del grupo Doval en las Adoratrices y la batalla de Oviedo. Mi padre mintiendo sobre que él vio a un negro entrar con los mineros por una de las calles de la ciudad. («Papá, no había negros en Oviedo en el 34. Que sí, que sí, que yo lo vi. No, lo que viste fue un tío tirando dinamita que estaba tiznado hasta el culo de los dinamitazos. No, no, no, era un negro»). ¿De dónde sacas a un negro en la cuenca minera asturiana en los años treinta?
Y de repente yo cumplo la edad suficiente como para preguntarme qué hacer con mi vida. Y entonces me digo: voy a escribir la historia del 34.
Este libro tiene una virtud. Escrito en esos años, entre 1974 y 1978, pude recabar cuatrocientos testimonios que, de haberlo escrito cinco años después, serían cincuenta. Si lo hubiera escrito diez años más tarde, serían quince. Y si lo hubiera escrito hoy, sería ninguno. Se me habrían muerto todos. Pude escuchar a Pura Tomás contándome cómo entraba en las Juventudes Socialistas de Sama con la camisa roja. Pude encontrar a Avelino González Entrialgo. Pude hablar con Onofre García Tirador, perdido en un hotelillo de San Miguel de Allende, México. Y empecé, empecé, empecé.
Un día estoy paseando por Gijón y me atropella un tío en bicicleta. Silverio Cañada. Me pregunta: «¿Qué estás haciendo?». Le contesto que estoy intentando reconstruir la historia del 34. Y me responde: «Ah, espera». Deja tirada la bicicleta —muy de Silverio—, nos sentamos en un café y me dice: «Podríamos hacer algo». Y empieza a pergeñarse la idea de una historia en fascículos. Yo pensé, hostia, qué apasionante esto, porque me permitiría prolongar la investigación en el tiempo, mientras estaba escribiendo, ya que en los propios fascículos solicitábamos información a los lectores, y estos te la daban. A mí me decía Avelino, el de La Felguera: «Tengo una lata de galletas enterrada», y ahí íbamos Avelino y yo a desenterrar la caja metálica de galletas en la que estaba el original del pacto de la Alianza Obrera. Entrevistaba a un antiguo militante de la Juventud Socialista de Oviedo que había ido a recoger al Naranco las armas del Turquesa; pero eso era mentira, porque las armas del Turquesa no llegaron hasta allí. Entonces, ¿qué armas eran esas? Pues unas que habían salido despiezadas de la Fábrica de La Vega y ensambladas en talleres clandestinos de la cuenca minera. Y yo le digo: «Bueno, entonces tú estabas ahí en el Naranco y traías una camisa roja»; y el tío duda y me dice: «Sí, claro, traía una camisa roja; es verdad, no era una camisa azul, era roja»; y de repente levanta la cabeza y dice: «¿Pero tú cómo lo sabes, si no estabas ahí? Tú no podías estar ahí». Y claro, yo no podía haber estado ahí, pero sí había oído la versión de mi abuelo, de cuando estaban repartiendo los cerrojos para los fusiles en el Naranco. De ese modo se lograba esa sensación de cercanía producida por cruzar los testimonios, que es la principal virtud del libro debido a la cantidad de testimonios que logré recabar. Y pasaron historias muy interesantes, como las entrevistas en el asilo del sanatorio español de Ciudad de México. «Yo estuve con la división Leclerc en Francia», me contaban. Y la viuda de no sé quién te informaba de otra cosa. Uno de los testimoniantes, Zapico, era distribuidor de la empresa Iberomex, que vendía chorizos en México a través de los supermercados. Cuando llegaba a mi casa, tocaba el timbre: «Paquín, ¿hoy tienes hambre? Sí, pero no tengo un duro. Pues ahí te va un salchichón». Y me regalaba un salchichón porque había sido de las Juventudes Socialistas en el 34. Se crearon relaciones amistosas entrañables con personas que me relataban sus raras vidas privadas. Mi mujer, Paloma, los llamaba los viejitos de Paco.
Así pues, el libro se escribía de manera simultánea a la reconstrucción de los hechos.
Yo me había propuesto hacer algo bueno. Ángel de la Calle colaboró con los dibujos, reclutamos a Dios y a su madre para que participara. Y así conseguimos algo muy vivo, dado que salía todas las semanas. Y con gran polémica. Porque Silverio decide iniciar su Historia general de Asturias con el 34, no con Pelayo, que hubiese sido la otra gran oportunidad; con el 34. Total, que el proyecto vio la luz en su idea original, que era la de los fascículos. Y es muy destacable que al ser publicado en varios ciclos la interacción haya sido tremenda. Cuando se presentó la obra en Gijón, en la primera fila había nueve mujeres vestidas de negro que llegaron y me hicieron la oferta más generosa que me han hecho en mi vida: «Sabemos que Paloma y tú estáis trabajando, pues nosotras cuidamos a vuestra niña». La cría tenía cuatro años y este grupo de las mujeres de negro eran todas viudas de cuadros políticos, socialistas o anarquistas, del 34. Fueron ellas las que nos cuidaron a la niña mientras sacábamos adelante la colección.
Para escribir esta obra también viví encerrado en Salamanca durante meses, viendo lo que allí había. En la hemeroteca de Madrid revisé colecciones de periódicos que resultaron muy fructíferas. Y encontré el archivo Vidarte, el archivo de los represaliados, que era riquísimo. Me llamó mucho también la atención el archivo Moreno Mateos, porque es muy muy interesante por ser el abogado clave, el que había recogido los testimonios de la represión de cara a los juicios del 34. Tiene una documentación única, maravillosa, que te cuenta las trabas que les ponían, tiene un poco de novela negra.
Con el paso del tiempo alguien me dijo que a la obra por entregas había que darle forma de libro. Pero ir más a fondo ya no se podía. Porque de los testimoniantes que tuve ya no me quedaba casi ninguno. Se habían ido muriendo en esos años. Uno por uno. Ya no quedaban fuentes directas. Yo ya había usado las que había.
Así pues, cuando me encargaron la reedición, traté de que fuera una lectura no tan coyuntural como la de los coleccionables del 78, sino más universal. Pero mi gran problema era el tono narrativo. Cómo demonios incorporo los recuadros, que fueron parte sustancial en el aparato de la edición del 78, para que la historia fluya mejor en su reedición en formato libro. No quería perder nada, ningún dato, era como una obsesión, no podía dejarme ninguna de esas historias porque dejarlas significaba que se perderían por segunda vez. Al mismo tiempo, dónde metía todo ese material… Desde el punto de vista informativo la historia era muy completa. El capítulo entero sobre Avance es lo mejor que he escrito en mi vida en materia de historia. El capítulo de Avance es el mito de cómo un periódico creó una revolución.
Había que hacer una reescritura. Y la hice. Debo haber dedicado un montón de horas a rehacer el material original. Escribir un libro así es una batalla contra el tiempo porque se te mueren los testigos. Yo adquirí conciencia de que era un libro importante cuando se me murieron los testimoniantes. Casi cincuenta años después de la primera versión de este libro todas las voces que rescaté han desaparecido, pero sus historias se han quedado.
PACO IGNACIO TAIBO II
Gijón, julio del 2024
Quitarás la hoja del calendario y descubrirás que no hay tras ella nada. El año entero ha terminado; y a falta de un nuevo taco de hojas para ser arrancadas, pondrás en el cartoncillo final un enorme UNO y la palabra ENERO bajo él.
Estarás tentado de agregar con letra diminuta aquel pedazo de parte meteorológico que tantos fantasmas despierta en la cabeza dominada aún por las horas sin sueño: «… fuertes agitaciones tormentosas en la zona del Cantábrico, particularmente en la costa asturiana». Fascinado por lo de «tormentosas», fascinado por lo que de augurio tiene, fascinado por lo que a revolución social suena.
Ojos encandilados que salen de la noche y cambian de año.
Y si te llamas José María Martínez, volverás al jergón de la celda en la cárcel de El Coto después de haber madrugado en balde buscando la luz y el olor del mar por la ventana. Permanecerás tendido, con los ojos abiertos, fumando un cigarrillo, dejando que el humo suba lentamente hacia el techo, pensando en las cosas por hacer afuera, en la fuerza enorme que allá afuera (en las manos, en los mejores sueños de los cenetistas gijoneses) espera. Y tú, aquí encerrado. Un buen momento para decir ¡coño! y fruncir el ceño.
Y si te llamas Javier Bueno, dejarás que el sol termine de despertarte, sin la premura de ver el ejemplar del diario, porque hoy Avance no salió, aunque el año se acabó entre las bobinas de papel extrañamente quietas, entre los linotipos inmóviles; terminó en el brindis compartido por tipógrafos, redactores, chóferes, repartidores, impresores, reporteros y administrativos: «Por lo que vendrá». Y duermes el sueño inquieto del director de un periódico que inicia una guerra. Un sueño en el que persisten el olor de la tinta fresca, la textura del papel, el ruido de la rotativa.
Si te llamas Amador Fernández y eres diputado socialista, estarás dando vueltas en la cama, esperando que la luz justifique el ponerse de pie. Habrás llevado a la cama, además de los abrazos de la familia y los amigos, uno de esos problemas que con tanto gusto te quitan el sueño; quizá no un problema claro, como los que te producen ese hormigueo en la palma de la mano, y sí uno de esos retruécanos de la política sindical que dan dolores de cabeza: por ejemplo, el de cómo presionar para impedir las importaciones de carbón inglés que indirectamente provocan el desempleo, o el de cómo frenar el derrumbe de Fábrica de Mieres, que amenaza con enviar al paro a cuatro mil quinientos trabajadores; o el de cómo lograr que Avance llegue a Galicia, o el de…
Si te llamas Belarmino Tomás, te habrás levantado temprano siguiendo el rito, la costumbre de caminar aún en la noche hacia la mina. Habrás rondado inquieto en la cocina, bebiendo agua, fumando un cigarrillo; y habrás terminado por salir antes de hora, caminando despacio, esperando que el sol te alcance rumbo a la alcaldía de Sama.
Y si te llamas Bonifacio Martín, dejarás el reloj sobre la mesita de noche después de haber visto la hora por segunda vez, y sin levantarte de la cama tomarás los papeles del acta de constitución del Sindicato de Camareros que no habías terminado de repasar. Moviéndote despacio, para no despertar a la mujer, buscarás una mejor posición en la cama mientras repasas las líneas.
Si te llamas Jesús Ibáñez, la noche habrá terminado prolongándose en el día. Apagarás la luz del cuarto en que trabajas; dejarás a un lado las cuartillas de esa novela que parece que nunca será terminada. Las dejarás reposar mientras ves cómo el amanecer se va abriendo paso poco a poco tras las cortinas blancas. El sol no es cosa de los vampiros, y marcharás hasta la cama que estuvo esperando en vano la noche entera.
Y si te llamas Arturo Vázquez, volverás derecho del calendario a la cama porque ayer te acostaste tarde para ir a la segunda función que dio la compañía de Aparicio Marcet (Esclavos de la tierra) en el teatro salón de la Casa del Pueblo de Mieres.
Y si te llamas Segundo Blanco, oirás cómo, desde el jergón vecino, se levantaba José María Martínez y vigilarás sus pasos hasta el calendario acabado, respetando en el silencio de la celda sus pensamientos. Y pensarás para ti que te gustaría ir al fútbol hoy (aunque mañana dirás que, para ir a ver perder al Sporting frente al Irún por 2 a 1, está mejor la celda), y ver a los compañeros, y tomar una botella de sidra, y gozar otra vez el aire de allá afuera.
Si te llamas Carlos Vega, quitarás el ejemplar de Mundo Obrero sobre cuyas páginas abiertas anoche quedaste dormido, y le darás un par de vueltas en los turbios pensamientos aún salidos del sueño a ese nudo que es el «Frente único por la base».
Y si te llamas Etelvino, Ramón, Aquilino, Anselmo, Manolo, José, Luis, César, Acracio, Arturo, Joaquín, María, Aida, Libertad, Antón… Y eres minero del Fondón, de Rimoria, del María Luisa, de las Marianas; o metalúrgico de la Duro, o de la Fábrica de Moreda; o pescador de Avilés, maestro armero de la Fábrica de La Vega, camarero en Mieres, cartero en Sama, limpiabotas en Oviedo, chófer de autobús en Laviana, picador en Sotrondio, campesino en Grado, albañil en Pola de Siero, costurera o cigarrera en Gijón… Y si te levantas con la costumbre, aunque hoy no se trabaje. Y si vas hasta el taco de hojas del calendario… Y si vas hasta él y quitas la última, solo para ver que no hay nada detrás. Entonces, pensarás: «Un año está empezando». Y escribirás con trazos gruesos un número 1, y bajo él la palabra enero sobre el cartón final del calendario vacío.
Y sí, está empezando 1934. En Asturias, un año para una revolución.
En 1934 los españoles estaban regidos por un Gobierno republicano… O quizá sea mejor decir que en 1934, los españoles…
O se puede apelar a unas cifras que no contarán con precisión la historia. 1934:
24 235 000 habitantes. (¿Cuáles eran sus nombres?).
6 españoles de cada mil se casaron. (¿Cómo fueron las bodas?).
15,97 españoles de cada mil murieron (8,083 de cada mil de muerte violenta), un millar más que el año anterior. (¿Por qué murieron? ¿Quién disfrutó sus muertes? ¿Quién pagó sus entierros?).
26,20 por cada millar nacieron. (¿Cómo fueron bautizados?).
En 1930 la situación no había cambiado notablemente, el 25,91 % de los adultos eran analfabetos. (¿Cómo eran las cruces y las huellas que estampaban cual firma?).
En 1934, 1138 españoles se suicidaron. (¿A quién iba dirigida la última carta?).
El año anterior (1933) habían sucedido en España 179 694 accidentes de trabajo. (¿De quiénes fueron las manos, las heridas?).
Y en diciembre de 1933 había en España 618 947 hombres en paro forzoso. (¿A quién maldecían en las noches?).
Y 843 000 huelguistas en un año, catorce millones de jornadas de trabajo perdidas.
Y 106 000 repatriados desde 1930 a 1936, la enorme mayoría de Hispanoamérica.
Y 81 089 curas y monjas.
Aunque quizá el rumor sea más hábil para desentrañar misterios, ese rumor áspero, ácido, vocinglero y vivaz, pícaro y cruel, que recorre los bares, que recorre los ríos y se deposita plácido en las ropas de las lavanderas. El rumor de la tribu ibérica:
«Los socialistas dicen que ahora sí van a la revolución social», «Gil Robles se casó con una heredera», «Los anarquistas tienen enterradas armas en Zaragoza», «Pastora Imperio está afónica», «Van a amnistiar a Sanjurjo», «Se oyeron tiros en el barrio de Tetuán».
Pero el rumor parece una borrasca que oculta el escenario.
Quizá habría que buscar una clave, un eje. Y si había que buscarlo, podría encontrarse en el desencanto. Esa palabra podría resumir un estado de ánimo, o más bien la transformación de un estado de ánimo.
La República festiva, el cuento de hadas, la inyección de optimismo que se había producido colectivamente en la mayoría de los españoles el 14 de abril de 1931, había dejado en su lugar una turbia nube de desesperanza.
La República de 1934 era la República del desencanto para millares de españoles.
Desencanto para los campesinos, que no habían visto en los dos primeros años de República liberal ni una sombra de reforma agraria.
Desencanto para los trabajadores, que enfrentaban a las fuerzas del «orden» en los mismos términos de siempre.
Desencanto para las clases medias, decepcionadas de su República y un tanto asustadas de la amenaza obrera.
Desencanto para los socialistas, que habían invertido en la República millares de horas y concesiones.
Desencanto (¿hubo alguna vez encanto?) para los trabajadores anarcosindicalistas, que en dos años habían desencadenado tres insurrecciones a la busca del soñado comunismo libertario.
Desencanto, en fin, para los partidos republicanos liberales, que se habían quedado sin República, secuestrada por los partidos de derecha.
Porque en noviembre de 1933, y tras dos años de desgaste en el manejo de un pueblo y un país inmanejable, la coalición republicano-socialista se había desarmado cayendo en pedazos del Gobierno para, tras unas elecciones teñidas de desencanto, ceder el lugar a una coalición de partidos de centro derecha apoyados por los diputados de la derecha clerical más reaccionaria, la CEDA.
A partir de su victoria electoral en las elecciones de noviembre de 1933 la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) inicia un lento pero firme camino hacia la toma del poder.
Tras el caos que significó para los aparatos reaccionarios españoles la caída de la monarquía, y que se mostró en todo su esplendor en las elecciones de las Cortes Constituyentes en 1931, la renovación fundamental de las estructuras conservadoras se originó a partir de un núcleo madrileño de propagandistas católicos agrupados en torno a la ANCP (Asociación Nacional Católica de Propagandistas), el diario El Debate y su ideólogo Ángel Herrera. Acuden al llamado de la prensa católica, estimulados por las jerarquías religiosas y, sobre todo, por el vacío tremendo que ha dejado la monarquía en la representación social de la burguesía.
El Debate del 28 de abril de 1931 expresaba sus posiciones: «Todos hemos de defender a España, y a nosotros mismos, y a nuestros bienes materiales y espirituales: convicciones, sentimientos familiares, porvenir de los hijos, conservación de la propiedad, jerarquía en la sociedad y el trabajo…».
Este lenguaje tan claro ya nunca volverá a conservar su frescura original. La derecha trazará sobre él las mil y una filigranas de una ideología de apariencias destinada a convencer a las grandes masas de la clase media de que su proyecto de nación también es el de ellas.
Acción Nacional, convertida más tarde en Acción Popular, sobrevive al primer bienio republicano combinando una política organizativa con la participación en las Cortes dentro del bloque parlamentario de los agrarios, desarrollando sus campañas fundamentales en torno a la defensa de los fueros de las compañías religiosas y la obstaculización en la medida de lo posible de la reforma agraria.
La sorprendente organización de partidos políticos que se produjo al colapso más sorprendente aún de la monarquía, dejando a la gran burguesía con una muy limitada injerencia en la toma de decisiones de los aparatos estatales, va encontrando crisis y solución en la descomposición de los grupos menos sólidos (el bloque de republicanos de derecha de Miguel Maura-Alcalá Zamora, los supervivientes monárquicos) y la vertebración del partido del gran capital.
En agosto de 1932, Acción Popular se ve implicada periféricamente en la sublevación de Sanjurjo, y en octubre una Conferencia Nacional trata de definir al partido como una organización legalista, que establece el carácter accidental de las formas de gobierno (república o monarquía) ante la permanencia del ideal reaccionario y conservador.
Un observador interesado diría que «tuvieron que tragar con la República».
Los esfuerzos y el dinero de la derecha española impulsan al fin el congreso fundacional de la CEDA. En marzo de 1933, quinientos delegados de cuarenta y dos partidos de derecha, mayoritariamente vinculados a Acción Popular, que representan nada menos que a 735 058 afiliados (según El Debate), constituyen la organización más fuerte de la reacción española.
Nos hallamos ante un partido de masas, que hábilmente se ha desligado del cadáver político de la monarquía, que ha prescindido de los nexos con los pequeños funcionarios trapicheros, con los burócratas menores ligados a los caciques pueblerinos, sobre los que melquiadistas y radicales levantan su poder. Está vinculado al latifundismo agrario, pero básicamente a aquel que incursiona en el comercio y la industria rural. Ligado, pero no determinado, por sus nexos con este.
Es el partido que se encuentra más sólidamente atado al capitalismo español. Es el partido del poder económico, de los industriales, los banqueros, los empleados de confianza. Es el partido que se expresa a través de los abogados de las grandes compañías. Y, evidentemente, cuando hablamos de grandes compañías, no podemos dejar de hablar de la Compañía de Jesús.
El encuentro de la reacción española con la Iglesia no es novedoso, pero sí lo es la formulación en pleno siglo XX de una ideología como la de la CEDA: «La verdadera fuerza, el impulso potente que mueve a las derechas españolas, es la religión».
Montero Gibert la define con notable perspicacia:
«Nada se halla vedado a su influencia: es el mejor freno a las pasiones revolucionarias; convierte en derecho natural la propiedad privada, sacralizándola en cuanto instituida por Dios; predica la caridad en el trato socioeconómico, la resignación al oprimido y justicia social al opresor; el Estado ha de regirse por los eternos principios cristianos, con el poder procedente de Dios, con la finalidad de procurar, de consuno con la Iglesia, la salvación de las almas, y con el mantenimiento de las naturales jerarquías entre los hombres producto de insalvables desigualdades naturales, etcétera».
Y este partido construido «bajo la gracia divina» será el partido de los capitalistas grandes y pequeños, de los ingenieros y los técnicos, de las damas burguesas que derrochan maternal caridad, de los bufones, los arribistas de la clase media, los lacayos, los esclavos a los que la permanencia del yugo ha creado el hábito. Será el partido de los sindicatos amarillos, de los jóvenes fascistas «pero no tanto» de las JAP (Juventudes de Acción Popular). Será el partido de los banqueros… y de los curas de pueblo y de catedral. Será el partido del orden, la tradición y las buenas costumbres.
Seis meses más tarde la coalición gubernamental se desmorona, y en septiembre y octubre de 1933, la CEDA se lanza a una virulenta campaña electoral. Constituye un «Frente Antimarxista» en unión con los monárquicos alfonsinos de Renovación Española, los tradicionalistas, los agrarios y el Partido Liberal Demócrata de los caciques agrarios asturianos capitaneado por Melquíades Álvarez.
La oratoria fogosa de José María Gil Robles, caudillo indiscutido de la CEDA, recién desempacado de un viaje a Núremberg donde participó como observador en el Congreso Nacionalsocialista, visitó los campos de trabajo y de concentración y estudió la estructura de los «camisas pardas», se deja sentir y fija posiciones en la apertura de campaña:
«La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo. Llegado el momento, el Parlamento se somete o lo hacemos desaparecer».
«… una España próspera y fuerte, en el seno de la cual queden implacablemente ahogados todos los gérmenes de división y anarquía por una doctrina de justicia social impuesta con férrea mano a los de arriba y a los de abajo».
«… porque si vamos a labrar un mundo nuevo no es mucho pedir que se desangre esta sociedad, si es que de ella ha de salir la salvación de la generación futura».
Y precisaría señalando al fin contra quién se combate:
«Es necesario en el momento presente derrotar implacablemente al socialismo».
Para cualquier español de izquierda, el discurso deja claro que la guerra contra el parlamentarismo como institución está abierta por la derecha, que la amenaza de la guerra civil está latente (al menos verbalmente) y que la burguesía habla de su dictadura.
Tras las palabras de Gil Robles, la CEDA arroja sus millares de propagandistas y sus millones de pesetas. Las damas de la burguesía se lanzan a los barrios populares a colaborar con el cura, armadas de colchones, comestibles y «ropita vieja pero en buen uso para los niños» de la clase trabajadora masacrada por el paro. Los caciques de pueblo adoctrinan a los campesinos, los patrones a los oficinistas. Cada voto vale al menos un buen chorizo, un empleo, un préstamo. Un niño gratis en escuela religiosa.
Así como en 1931 la victoria electoral de las izquierdas republicanas aliadas a los socialistas había sido absoluta, la contienda electoral de 1933 pone a la CEDA aliada con monárquicos y otros grupos menores a la cabeza del Parlamento. Sus 115 diputados, más los 36 de los agrarios, los 36 de Renovación Española y los tradicionalistas, los 9 de los liberal demócratas y los 24 de la Lliga constituyen un bloque reaccionario determinante.
Ha llegado el momento de adaptar la táctica. Hay que precisar el camino del acceso al poder absoluto.
Evidentemente, el planteamiento de la CEDA atribuye un papel fundamental al juego político con el otro gran triunfador de las elecciones del 33, el Partido Radical de Alejandro Lerroux (102 diputados). Son ellos los sujetos activos de un período de transición que tiene que cumplir dos funciones: desmembrar a la izquierda obrera, desarticularla a través de la represión, y desbaratar la legislatura anticlerical, laboral, agraria y educativa del primer bienio. Al mismo tiempo, los radicales, aliados circunstanciales a los que se les permitirá el acceso al poder sin aparentes condiciones, ganarán a cambio el derecho a desgastarse en el cumplimiento de esta tarea.
Gil Robles no ha engañado a nadie. Ha dicho: «Las derechas debemos constituir la reserva para el porvenir, cuando hayan fracasado los partidos de centro».
El plan comprenderá tres etapas. La primera, permitir que los radicales gobiernen con el apoyo de la CEDA desde fuera del poder.
La segunda, introducir en el Gobierno, en ciertos ministerios clave, a miembros de la CEDA, previo desgaste de la beligerancia socialista y anarcosindicalista, y previo agotamiento político de los propios radicales.
La tercera, tomar el poder y acabar con ese «exceso de democracia» (en palabras textuales de Gil Robles) tan perjudicial para España. Si dentro de las instituciones republicanas, y en particular utilizando el aparato del Estado heredado de la pequeña burguesía, podía realizarse, así se haría. Por ahora, el camino de la conspiración estaba cerrado. La CEDA se convertía en celosa guardiana de la «legalidad».
En febrero, la primera parte del plan estaba operando. Gil Robles diría el día 7:
«Se ha conseguido poco con arreglo a nuestros deseos; pero bastante para lo que podía esperarse. Estamos en vísperas de la derogación de la ley de términos y de la revisión de la reforma agraria; va a comenzar una reparación inicial al clero, que nosotros procuraremos que no se quede a la mitad, y lo más fundamental es que el 1 de enero no se efectuó la sustitución de la enseñanza religiosa».
La entrada en el Ministerio de la Gobernación de Rafael Salazar Alonso, un radical a la medida de la CEDA, al que se le perdonó de inmediato su pasado anticlerical en función de su presente rabiosamente antisocialista, afinaría los elementos del plan.
El 20 de abril, el I Congreso de la CEDA desarrollaría posiciones filofascistas, de un tremendismo nacionalista espeluznante:
«España es una afirmación en el pasado y una ruta hacia el futuro. Solo quien viva esa afirmación y camine por esa ruta puede llamarse español. Todo lo demás (judíos, heresiarcas, protestantes, comuneros, moriscos, enciclopedistas, afrancesados, masones, krausistas, liberales, marxistas) fue y es una minoría discrepante al margen de la nacionalidad y por fuera frente a la Patria: es la antipatria».
Al día siguiente, en El Escorial, se celebraba una concentración de masas de la CEDA, presidida por su caudillo Gil Robles. Allí, en medio de un país que había decretado la huelga general como respuesta, Gil Robles declararía:
«Que la revolución se eche a la calle. Nosotros nos echaremos también». Las Juventudes de AP aclamaban en el más sólido estilo fascista: «¡Jefe! ¡Jefe! ¡Jefe!».
Los teóricos de la izquierda española, visiblemente inquietos ante el ascenso europeo del fascismo, trataron de desentrañar el enigma político que representaban Gil Robles y su partido. Todo esto, bajo la acuciante presión de una situación política planificada por la dirección de la CEDA que no tenía nada de enigmática: un avance represivo contra las organizaciones obreras, un cerco en torno a sus aparatos.
La conclusión del PSOE fue sencilla: había que cerrarle el acceso al poder a la CEDA. La entrada en el Gobierno de Gil Robles y compañía era la antesala del fascismo. Gil Robles se encargaba de pronosticarle al socialismo cuál sería su destino si llegaban al poder sus huestes.
Era evidente que la CEDA no era un partido fascista, pero «cuando los socialistas describían a la CEDA como un partido totalitario de corte fascista-clerical-vaticanista,