Bases y Ciudades Subterráneas - Benjamín Amo - E-Book

Bases y Ciudades Subterráneas E-Book

Benjamín Amo

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Beschreibung

En 1985, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU. publicó un informe titulado Estudio sobre Métodos de construcción para su aplicación en instalaciones subterráneas. El informe concluyó que, “Dado que existe, y está disponible, la tecnología adecuada para la construcción de instalaciones subterráneas resistentes bajo prácticamente cualquier condición de terreno, el principal obstáculo en los proyectos de construcción se mantiene la viabilidad económica y no de viabilidad técnica.” En otras palabras, con el suficientemente dinero, las instalaciones subterráneas se pueden construir casi en cualquier lugar.
En este libro queda demostrada la existencia de una serie de bases subterráneas repartidas por todo el mundo, con diferentes usos, desde alojar gobiernos en caso de un estado de emergencia, hasta la preservación del banco de semillas mundial para repoblar la Tierra en caso de devastación… Muchas de esas bases, de uso militar, son de carácter Secreto y sus actividades, como se ve en estas páginas, alimentan todo tipo de teorías de la conspiración…

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Bases y ciudades subterráneas

Primera edición, año 2016

© de la obra: Benjamín Amo

Rebelión Editorial

[email protected]

ISBN: 978-84-945422-3-7

Diseño portada: Sara García

No se permitirá la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de su autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutivo de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

PRÓLOGO

El 25 de noviembre de 1864 el genial escritor Julio Verne, el “profeta de la ciencia”, publicaba su novela “Viaje al centro de la Tierra”. En ella narraba la aventura de un erudito profesor de mineralogía en su expedición a las entrañas del planeta. En aquel momento sorprendió a todos con su imaginativa descripción de enormes espacios ubicados a grandes profundidades, donde todo un microcosmos se había desarrollado. Un universo dentro de nuestro propio mundo. Con su relato muchas generaciones soñaron con explorar ese desconocido y enorme misterio que constituye el interior de la vieja nave esférica con la que viajamos por el espacio, pero cuyas bodegas desconocemos en gran medida.

La fascinación por lo subterráneo está presente en la mente de los seres humanos desde los albores de la humanidad. No es fácil entender como nuestros más remotos antepasados fueron capaces de arriesgar su vida internándose en profundas y oscuras galerías, alumbrados por rudimentarias lucernas de hueso (o de piedra) que alimentaban con grasa animal, tan solo para realizar una pintura en un lugar donde nadie podría admirarla. Resulta complicado para una mente digital de nuestro tiempo adivinar la razón por la que en cuevas como la del Castillo, en Puente Viesgo (Cantabria), hace más de 40.000 años, alguien dejó las huellas de sus manos (como las nuestras) en la fría piedra de las paredes de la gruta, o dibujó extraños trazos esquemáticos cuyo significado posiblemente jamás podamos conocer.

Desde la prehistoria hasta la antigüedad, lo subterráneo ha inspirado la creencia en el inframundo de lo infernal. En el año 24 antes de Cristo, el geógrafo griego Estrabón, afirmó haber estado muy cerca de la “Puerta del Infierno”. Describió este enclave como "un lugar lleno de un vapor tan denso que apenas permite ver el suelo" y en el que cualquier criatura que entraba "encontraba una muerte instantánea". Aquel lugar maldito, donde se hallaba la entrada al reino de los muertos, fue situado por Estrabón en la ciudad de Hierápolis, que acabó destruida por un terremoto en año 17 de nuestra era. Los restos de esta ciudad se encuentran en el suroeste de Turquía.

A principios de 2013 un grupo de arqueólogos italianos que trabajaba en las ruinas de Hierápolis, cuando investigaba el cauce de un manantial termal, encontró la entrada a una gruta de la que manaban vapores sulfurosos. Sin pretenderlo, habían descubierto la mítica puerta al inframundo de la que hablaba Estrabón.

A su lado había una piscina donde los peregrinos que aspiraban aquellos vapores experimentarían, probablemente, visiones y alucinaciones. Del mismo modo, los animales que se acercasen demasiado a la salida de los gases morirían intoxicados; fomentando la creencia en la naturaleza infernal de la cueva. Una vez más, lo que se escondía en el subsuelo cautivaba y aterraba al mismo tiempo al ser humano. Así pues, ¿qué mejor sitio que las entrañas de la Tierra para ocultar y proteger aquello que no debe ser conocido?

Ya en los principios de nuestra era, colectivos iniciados como los esenios eran conocedores de este secreto. Por ello ocultaron en las cuevas de Qumran casi un millar de manuscritos con los textos mas preciados para su comunidad. Los cristianos perseguidos por la Roma pagana también utilizaron las grutas de las catacumbas para protegerse y ocultar su legado. Los faraones egipcios supieron construir en el Valle de los Reyes un complejo de tumbas excavadas en el subsuelo, donde dar reposo a sus momias para preservar su integridad en la vida futura.

En todo momento de la historia podemos encontrar ejemplos de espacios subterráneos que son utilizados como refugios ante persecuciones; como criptas para albergar y preservar los cuerpos de los muertos, o a modo de “arcas de conocimiento” donde salvaguardar para la posteridad aquello que no debe perderse. Además, aunque parezca increíble, algunas civilizaciones antiguas fueron capaces de construir verdaderas ciudades bajo la superficie terrestre; algunas de ellas a profundidades tales que su diseño, cálculo y ejecución supondría todo un desafío para la más avanzada ingeniería del siglo XXI. El ser humano aprovechaba su inteligencia para copiar a la naturaleza, construyendo grutas artificiales en las que ocultarse, protegerse o preservarse.

Entre la leyenda y la exageración (pero con elementos de realidad), las historias que hablan acerca de bases secretas construidas por los gobiernos de las más grandes potencias del planeta, con intenciones no siempre confesables, jalonan la literatura fantástica, pero también han aparecido en reiteradas ocasiones en medios de comunicación (no siempre ligados a los denominados “cronistas de la conspiración”) a lo largo de los años.

Cuando tuve noticia de que en el término municipal de Manzanares (en la provincia de Ciudad Real) podría existir una de esas instalaciones subterráneas secretas, me sorprendí en gran medida, me resultó altamente interesante porque era algo mucho mas cercano y tangible. Una historia que se alejaba de la imagen caricaturizada de las películas de espías de serie B, y empecé a intentar averiguar qué podía haber de real entre tantos y tantos rumores.

Animado por ese pálpito que a veces nos mueve a los buscadores de historias insólitas, decidí dedicar una serie de espacios dentro del programa “El último peldaño” (que se emite cada viernes en la radio autonómica de la Región de Murcia, Onda Regional, desde hace ya más de 25 años) a la divulgación de las “bases”, “ciudades” e “instalaciones subterráneas y secretas”, de las que se tiene noticia o sospecha.

No dudé, ni una décima de segundo, que la persona idónea para protagonizar aquella búsqueda “subterránea” tenía que ser el periodista y escritor Benjamín Amo. Su entusiasmo, capacidad y pasión por lo insólito le hacían el colaborador ideal para el proyecto. Benjamín aceptó la propuesta y la serie fue un rotundo éxito.

En este libro Benjamín Amo ha dado un paso más. Ha recopilado una ingente cantidad de información con la que nos va a mostrar un universo de túneles, bóvedas, pasadizos, depósitos, instalaciones y almacenes cuyo uso verdadero no siempre está suficientemente claro, pero que han despertado el interés de periodistas, investigadores y ciudadanos. Y lo continúan despertando.

Junto a clásicos del misterio de las bases secretas, como puede ser la celebérrima instalación del Área 51, en Nevada (EEUU) -que tantas veces fue relacionada con el fenómeno OVNI- o la también conocida pero nunca explicada ciudad subterránea de Derinkuyu, en la región turca de Capadocia, hasta las menos famosas, como la ciudad subterránea del Pueblo Lagarto, o la base de Burlington, pasando por los “enclaves patrios” como el búnker de la Moncloa, el de Torrejón de Ardoz, o la ya mencionada instalación de Manzanares en Castilla-La Mancha (conocida como “El Doctor). Todos ellos representan algunos ejemplos de las bases y ciudades secretas (o discretas) que se estudian y se presentan en este libro.

Así pues, prepárense para bajar a los niveles más profundos de un misterio que por raro que nos parezca está mucho mas cercano de lo que podamos imaginar. Muchas veces caminaremos sobre estas instalaciones sin que seamos conscientes de que bajo nuestros pies se puede estar trabajando en la interceptación de comunicaciones entre agencias gubernamentales; se pueden estar desarrollando prototipos militares, armas futuristas o dispositivos energéticos ultrasecretos, o tal vez exista un búnker para protegerse de un apocalipsis nuclear o biológico. ¡Quién sabe!

Las páginas que vienen a continuación representan una búsqueda de la realidad que podemos descubrir cuando somos capaces de limpiar un poco el polvo de la rumorología y nos quedamos con la noticia objetiva. Porque a veces, bajo esas escuetas, frías y aparentemente insignificantes noticias, existe una “Cara B” que nos sorprenderá.

Escoja un lugar tranquilo, acomódese, ajuste la intensidad de la luz adecuadamente y dispóngase a entrar en lo más profundo de un ultramundo subterráneo que esconde los secretos mejor guardados...

Joaquín Abenza Moreno

Director del programa “El último peldaño”

BASES E INSTALACIONES SUBTERRÁNEAS

Base El Doctor

 

No está escogido al azar este primer capítulo del libro, tiene su porqué. Con esta base empezó todo. Todavía recuerdo la llamada de Joaquín Abenza en la que me invitaba a iniciar una serie de entregas para su programa, El último peldaño, sobre bases subterráneas. Me pasó una noticia de El País[1] sobre un remoto lugar de La Mancha como El Doctor.

Y es que siempre que hablamos o pensamos en bases subterráneas, o bases secretas, viene a nuestra mente la mítica Área 51 en EE.UU., concretamente en el estado de Nevada. De ella hablaremos en este mismo libro, pero será más adelante. Sin embargo, y para ofrecer una antítesis por lo menos geográficamente, vamos a comenzar por España, por la conocida como base El Doctor, situada en la provincia castellano-manchega de Ciudad Real.

Es interesante comenzar, por aquello de situarnos en la historia, citando un comunicado de prensa de la desaparecida agencia de noticias Cifra, del año 1959:

Ha sido bien visto por los agricultores de esta localidad de Manzanares que un súbdito alemán, Eberhard Kieckebusch, haya pasado a engrosar el censo agricultor de esta villa, al adquirir por la cantidad de 6.500.000 de pesetas una hermosa finca de este término municipal. Esta finca es conocida como El Doctor.Se encuentra ubicadaentre las localidades manchegas deDaimiel, Bolaños y Manzanares.

 

 

Un espía alemán.

El hombre, al que la prensa de la época, y lugareños, identificaban como un alemán metido a agricultor en tierras manchegas, era en realidad uno de los espías nazis más activos en nuestro país. Y es que, pese a ser España un país aparentemente neutral, se prestó para que la Alemania de Hitler ubicara en nuestro país todo su aparataje de espionaje.

De esta manera, y con el tiempo, Eberhard Kieckebusch, llegó a ser conocido por su alias español: Pedro.

Tras la confusión inicial, en la que los lugareños daban al alemán como un nuevo y moderno agricultor, vino el momento de conocer que algo extraño sucedía en la finca: camiones y personal militar, alemanes entrando y saliendo e instalándose en la zona… Los vecinos, acostumbrados a la tranquilidad del ambiente rural, veían que algo extraño se movía en la finca “del alemán”, pronto se dieron cuenta de que algo ajeno a la agricultura convencional que ellos conocían se estaba llevando a cabo allí; sin embargo, y aparentemente, solo un par de pequeños edificios se divisaban en la superficie. El acceso al perímetro fue restringido y protegido celosamente por personal militar.

Y así fue como en 1961, tras la pertinente y secreta adecuación del lugar, comenzó a operar en tierras manchegas el servicio secreto alemán, con el auspicio y beneplácito de las autoridades españolas de la época.

 

¿Qué hacían allí?

Las especulaciones en este sentido son de todo tipo. Todos los habitantes de la zona han oído hablar de la base y, de alguna manera, todos parecen tener constancia de que sea lo que sea lo que allí hay es de sumo secreto, tanto en el pasado como en el presente.

Con el paso de los años se produjo cierto “relajo” en las personas que han conocido la base, sobre todo los hijos de toda esa generación, y se han podido recabar testimonios con la descripción del interior de la base y su hipotético cometido:

Dos niveles subterráneos que recorren gran parte de la finca, unidos por anchos pasillos. Múltiples salas, quirófano, sala de control de comunicaciones, montacargas para vehículos…

Algunos de los trabajadores vivían allí mismo y tenían un área con comedor, dormitorios, cocinas, sala de descanso, etc.

Grandes antenas de comunicación en la superficie.

Las edificaciones exteriores, una por lo menos, eran de vigilancia, sala de espera, guardia de identificación…

El hijo de un alemán que trabajó en la base en el periodo de 1976 a 1981, tiempo en el que fue transferida a los servicios secretos españoles, y al que llamaremos Michael, cuenta que el lugar era utilizado, tras la caída de Hitler, por el servicio secreto de la Alemania Federal (el BND) para escuchar las comunicaciones de Europa a Latinoamérica. Con él tuve la oportunidad de vivir un episodio del más puro estilo de cine negro, casi espionaje.