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Este libro presenta un modelo realista, práctico y accesible que permite a los docentes incorporar a su ejercicio profesional lo mejor de las investigaciones más recientes sobre cómo aprende el cerebro, ofreciendo un repertorio rico y variado de ideas y actividades para poner en práctica en sus aulas. La obra, ilustrada con abundantes ejemplos y estudios de casos, tiene un enfoque eminentemente práctico. Las múltiples ideas que aporta pueden adaptarse con facilidad para trabajar con todos los grupos de edades, con diversidad de alumnos y en todo tipo de instituciones educativas.
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Seitenzahl: 210
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Introducción
1. El Aprendizaje
Bases teóricas del aprendizaje. Estudios existentes
Perfil de Tipos Psicológicos de Myers Briggs
Inventario de Estilo de Aprendizaje de Kolb
Modelo Visual-Auditivo-Kinestésico, VAK
Modelo de aprendizaje de Gregorc
Inventario de Estilo de Aprendizaje de Dunn y Dunn
Estilos de aprendizaje: principios fundamentales
Ideas prácticas para trabajar en el aula y Estudios de casos
2. Cognición: inteligencia y pensamiento
La Inteligencia.Teoría de las inteligencias múltiples de Gardner.
El Pensamiento.La taxonomía de Bloom
Ideas prácticas para trabajar en el aula y Estudios de casos
3. Cuestiones de Género
Diferencias neurológicas entre los sexos
Diferencias derivadas de la educación
Ideas prácticas para trabajar en el aula y Estudios de casos
4. Aprendizaje eficaz en las clases
Bases teóricas
Mejorar la calidad en el desarrollo de las clases
Mejorar la cantidad de aprendizaje mediante técnicas de lectura y escritura rápidas
Estrategias de memoria
Ideas prácticas para trabajar en el aula y Estudios de casos
5. El Entorno físico y el ambiente en el aprendizaje
Bases teóricas e investigaciones recientes
Convertir en estimulante el entorno visual de la clase
Beneficios de la música
Ideas prácticas para trabajar en el aula y Estudios de casos
Conclusión
Bibliografía
Todas las cosas deben hacerselo más sencillas posible, pero no más.
ALBERT EINSTEIN
Cuando yo era docente en prácticas, a finales de la década de 1980, nadie hablaba sobre el funcionamiento del cerebro durante el aprendizaje. La razón es que alrededor del 80% de lo que sabemos acerca de cómo funciona el cerebro sólo lo hemos descubierto en los últimos quince o veinte años. De hecho, el Congreso de los Estados Unidos designó el decenio de 1990 como la «Década del Cerebro». En la actualidad, gran parte de los nuevos conocimientos provienen de las investigaciones de las ciencias neurológicas y conductuales. El desarrollo de las técnicas de escáner cerebral, nos enseña cada vez más acerca de cómo procesa el cerebro los conocimientos y cómo y qué funciona cuando aprendemos. Tenemos que acoger el impacto potencial de estos avances en nuestro trabajo en el aula, sobre todo para saber cómo puede ayudar a que los alumnos se motiven y se estimulen más.
Sin embargo, existe tal cantidad de información a disposición de los docentes interesados por el aprendizaje en relación con el cerebro y sus aplicaciones en el aula, que es difícil saber dónde buscar y por dónde empezar. Por ejemplo, una búsqueda en Internet de artículos que tengan que ver con el «aprendizaje relacionado con el cerebro» (‘brain-based learning’) mediante el motor de búsqueda «Google», nos da alrededor de 2.000.000 de resultados. Asimismo, la experiencia de formar docentes en las técnicas de aprendizaje referidas al cerebro ha puesto de manifiesto la necesidad de un libro que aclare estos conocimientos y muestre cómo aplicarlos en una situación típica de clase. El profesorado necesita información clara, realista y que pueda utilizarse directamente en el aula.
La finalidad de este libro consiste en facilitar a los docentes una panorámica de la teoría y de la investigación que sustentan el desarrollo del aprendizaje con todo el cerebro y, por tanto, el aprendizaje acelerado.
Para ello este libro divide las cuestiones implicadas en el uso del cerebro y las relativas al aprendizaje acelerado para lograr la mejora y calidad del aprendizaje en cinco pasos:
1. El Aprendizaje.
2. La Cognición.
3. Cuestiones de Género.
4. Aprendizaje eficaz en las clases.
5. El Entorno físico y el ambiente en el aprendizaje.
Cada capítulo se corresponde con cada uno de los pasos y empieza presentando una visión general sobre las «Bases Teóricas» relevantes en el contexto de los conocimientos actuales sobre el cerebro. Esta parte está pensada de manera que proporcione un fundamento teórico a las ideas prácticas que se ofrecen en el apartado siguiente: «Ideas prácticas para trabajar en el aula». Esta segunda parte de cada capítulo guía al docente en la forma de aplicar la teoría a la práctica de clase. Abundan en ella los estudios monográficos de Casos así como las Ideas Prácticas. Aunque los ejemplos se extraen de diversas materias, se anima al lector a que vea cómo puede aplicarse cada idea a su propia asignatura. Después, en un tercer momento, para el lector que esté dispuesto a seguir leyendo e investigando más, ofrecemos un nuevo epígrafe titulado «Para saber más» que presenta otras lecturas adecuadas al tema.
La idea central del libro es ofrecer un manual práctico para los docentes que, sin prescindir de la visión general de la investigación, quieran disponer de un repertorio rico y variado de ideas para poner en práctica en sus propias clases.
Con un título como Cómo usar el cerebro en las aulas, parece lógico comenzar con una panorámica de la anatomía del cerebro. Esto ayudará a comprender por qué es tan importante utilizar todo el cerebro, en vez de partes aisladas, en el intento de acelerar el proceso de aprendizaje en clase.
El cerebro es la parte más compleja del cuerpo. Si imaginamos a cada una de las personas del mundo enviando a las demás un mensaje al mismo tiempo, tendremos una idea, aunque en escala menor del número de procesos que el cerebro absorbe en un segundo. Con un peso de unos 1.400 g, y bañado en un fluido protector, el cerebro es la pieza más valiosa del cuerpo humano; es como una comisión de expertos. Todas las partes del cerebro trabajan juntas, pero cada una tiene sus propiedades específicas.
Para facilitar la comprensión, imaginaremos el cerebro dividido en tres secciones: rombencéfalo, mesencéfalo y prosencéfalo.
El rombencéfalo abarca la parte superior de la médula espinal, el tallo cerebral (una zona de unos 7,5 cm de largo que incluye el bulbo raquídeo y el puente troncoencefálico, que aparecen en la figura 1) y el cerebelo. El rombencéfalo controla las funciones vitales del cuerpo, como la respiración y el ritmo cardíaco. El cerebelo coordina el movimiento e interviene en los movimientos memorizados. Cuando tocamos el piano o golpeamos una pelota de tenis, activamos el cerebelo.
La parte superior del tallo cerebral es el mesencéfalo, que controla algunas acciones reflejas y forma parte del circuito implicado en el control de los movimientos oculares y de otros movimientos voluntarios.
El prosencéfalo es la parte más grande y desarrollada del cerebro humano. Está formado por los lóbulos señalados en la figura 2. Esta área suele ser la que más llama la atención cuando vemos ilustraciones del cerebro. Situado en el extremo superior del encéfalo, es el origen de las actividades intelectuales. Conserva los recuerdos, nos permite hacer planes, imaginar y pensar. Nos permite reconocer a los amigos, leer libros y participar en juegos.
Estos lóbulos, señalados en la figura 3, realizan distintas funciones:
Figuras 1 y 2. Anatomía del cerebro
•Lóbulo frontal: conciencia, memoria, atención y concentración, cognición, motivación, juicio, movimiento voluntario, lenguaje expresivo, control emocional, control de impulsos, asociaciones de palabras, seguimiento de instrucciones, decisión, personalidad, asignación de significados a las palabras que escogemos.
•Lóbulo parietal: atención visual, conciencia de las relaciones espaciales, tacto, reconocimiento de rostros, manipulación de objetos, integración de distintos sentidos que permite la comprensión de un concepto.
•Lóbulo occipital: percepción visual, entradas visuales, lectura, movimiento de los ojos.
•Lóbulo temporal: audición, música, lenguaje receptivo, comprensión del lenguaje, adquisición de recuerdos, recuerdo de acontecimientos no verbales, recuperación de información, categorización de objetos, comportamiento.
Figura 3. Los dos hemisferios cerebrales
Los trabajos del premio Nobel Roger Sperry en la década de 1970 aumentaron los conocimientos sobre la configuración del cerebro (véase la figura 3). Él desarrolló la idea de la dominancia hemisférica con respecto a determinadas funciones del mismo.
El cerebro está dividido en dos mitades (hemisferios) por una profunda cisura. A pesar de esta división, los dos hemisferios cerebrales se comunican entre sí mediante un grueso haz de fibras nerviosas que está situado en la base de esta cisura (cuerpo calloso). Aunque parece que cada hemisferio es la imagen especular del otro, son diferentes. La figura 4 presenta una lista de verificación que puede resultar muy útil.
Recubriendo la superficie del cerebro y del cerebelo, hay una delgada e importantísima capa de tejido. Se conoce como neocorteza. La palabra «corteza» procede del latín corticea y es una metáfora para describir la capa más externa. Es también la parte más moderna del cerebro, de ahí el prefijo «neo». En una perspectiva evolutiva, el cerebro desarrolló esta parte en épocas recientes y es la que nos sitúa en la cumbre del «árbol» evolutivo. Se considera que este «cerebro nuevo» es, en general, la parte del cerebro en la que tiene lugar el pensamiento de orden superior. En esencia, es la parte que nos separa de nuestro pariente evolutivo más próximo: el chimpancé.
Figura 4. División del trabajo en el cerebro: funciones cognitivas de los hemisferios izquierdo y derecho
En las profundidades del cerebro, ocultas a nuestra vista, están las estructuras que actúan como controles de paso entre la médula espinal y el cerebro. Estas estructuras controlan nuestro estado emocional y modifican también nuestras percepciones y respuestas que dependen de ese estado. Conocido, en conjunto, como «sistema límbico», incluye áreas como el hipotálamo (el área que hace que nos despertemos por la mañana, que hace que fluya la adrenalina o que nos sintamos entusiasmados, airados o desgraciados). Al lado está el tálamo, un centro de intercambio de información que circula en ambos sentidos entre la médula espinal y el cerebro.
¿Qué partes deben interesarnos? Sabemos que distintas partes del cerebro llevan a cabo diferentes funciones cognitivas. Así, si queremos que nuestros alumnos utilicen todo su cerebro durante el aprendizaje, tenemos que ofrecerles un repertorio de actividades que, entre otras cosas, incluya lógica, números, palabras, lenguaje, colores, música, movimiento e imágenes.
Esto es imprescindible por dos razones. En primer lugar, veremos en el próximo capítulo que cada alumno tiene una forma preferida de aprender. Esto significa que, si los maestros no varían sus actividades de clase, no llegarán a todas las partes del cerebro, lo que pondrá a algunos alumnos en situación de desventaja. De hecho, los alumnos aprenden de modo más eficaz si lo hacen a su modo.
La segunda razón es que la comprensión de los alumnos se desarrolla, refuerza e incrementa si se enfoca mediante diversos estímulos; por ejemplo, palabras, ilustraciones y acciones. Pensemos en el aprendizaje para conducir un coche. Si nos limitamos a leer el manual, no aprenderemos tan eficazmente como si utilizamos una combinación de acciones (clases de conducir), instrucción (clases teóricas) y lectura del manual.
Gracias a los trabajos realizados en el campo de la psicología, sabemos que los distintos tipos de personalidad que encontramos como docentes requieren tipos diferentes de actividades para llegar al tipo de personalidad predominante. Asimismo, hay cada vez más pruebas de que cada uno de nosotros tiene una modalidad preferida de recibir información a través de nuestros sentidos Visual-Auditivo-Kinestésico (VAK). En consecuencia, debemos dar oportunidades para satisfacer las diversas modalidades de preferencia. También conocemos mejor las condiciones óptimas en las que puede funcionar el cerebro: movimiento, agua, música y entorno visual.
Por otra parte, hay cada vez un mayor número de pruebas que demuestra que todos tenemos una inteligencia predominante. A pesar de que algunos autores sostienen que sería preferible hablar de «competencias», la realidad es que los docentes tenemos que satisfacer en el aula diversas necesidades. Nuestros alumnos y alumnas tendrán una inteligencia predominante que podrá ser lingüística, lógica-matemática, interpersonal, intrapersonal, musical, visual-espacial, corporal-cenestésica, naturalista o, incluso, emocional. En virtud de esto, el maestro tendrá que basarse en un repertorio de actividades que no sólo garantice que todos los alumnos aprendan según su inteligencia predominante, sino también que estimule las otras inteligencias. El nivel de estímulo cognitivo que ofrezcamos a nuestros alumnos también ha de reflejar el tipo de aprendiz al que enseñamos. Es posible establecer una jerarquía de estímulos cognitivos que nos permitirán que estimulemos a nuestros alumnos y que todos también se aprovechen de ello.
Comprendemos mejor también cómo debemos facilitar el aprendizaje a niños y niñas, de manera que se tenga en cuenta las diferencias biológicas y neurológicas. Si reconocemos las indudables diferencias entre niños y niñas, podremos manipular las actividades que realizamos en las clases para apoyar los puntos fuertes de ambos tipos de aprendices, así como para desarrollar también sus puntos débiles.
El creciente conocimiento del ciclo natural de atención del cerebro está demostrando la importancia de centrarse también en «todo el tiempo de la clase». Si se inicia la clase de forma interesante y motivadora se aprovecha el tiempo en el que el cerebro está naturalmente en su momento más receptivo. Si al final, se propone una actividad concreta, nos aseguramos de hacer el uso óptimo de la forma natural de recordar del cerebro. Del mismo modo, lo que sabemos del modo de operar de la memoria nos muestra la necesidad de desarrollar de una forma mucho más completa el uso de la inteligencia visual en el aprendizaje, así como otras estrategias para mejorar la capacidad de recuperar lo aprendido y poder utilizarlo posteriormente.
Los maestros también pueden utilizar de manera mucho más eficaz el entorno de la clase para convertirlo en su «auxiliar» silencioso. Prestando atención a la distribución de los asientos, la luz, la calefacción, la decoración, el color y la música, podemos apoyar nuestros esfuerzos para acelerar el proceso de aprendizaje.
Cómo aprende el cerebro
En la actualidad, sabemos lo que ocurre en el cerebro cuando aprendemos. Cualquier explicación es compleja, por lo que, cuando se intenta hacer que sea más fácil de entender, se corre el riesgo de simplificar en exceso y, en consecuencia, hacerla inexacta. No obstante, en el siguiente párrafo describimos, en esencia, lo que ocurre.
Tenemos, aproximadamente, cien mil millones de células cerebrales llamadas neuronas. Cuando el cerebro participa en una experiencia estimulante, las neuronas se conectan entre sí. Si se mantiene este tipo de experiencia estimuladora, se fortalecen las conexiones entre neuronas. Si podemos ofrecer a nuestros alumnos abundantes estímulos y materiales en las clases, se conectarán más neuronas, esto es, se incrementará el aprendizaje.
Cuanto más fuerte sea la conexión entre las neuronas, más eficaz y duradero será el aprendizaje.
El fortalecimiento se produce repasando lo aprendido, reforzándolo y demostrando lo que se sabe. Cuando hay muchas conexiones, se establecen redes y cuando esto ocurre, el aprendizaje se fija materialmente en el cerebro, por lo que se hace muy difícil «desaprender» lo aprendido. Por tanto, el aprendizaje puede definirse como el establecimiento de estas nuevas redes, donde antes no las había. Resumiendo, conviene saber que:
• Cada cerebro es diferente de los demás e inmensamente potente: tiene suficientes neuronas para almacenar mil cederrones, conteniendo cada uno toda una enciclopedia. Por tanto, los alumnos no pueden quejarse de tener lleno el cerebro.
• Sólo utilizamos una fracción de la verdadera capacidad del cerebro (se estima que entre el 2 y el 10%). En consecuencia, disponemos de una capacidad enorme para aprovecharla.
• El cerebro sufre cuando hay un entorno que estimula poco los sentidos; en él, el cerebro se encoge literalmente.
• Todos preferimos aprender a nuestro modo. Para que los alumnos desplieguen todo su potencial, es esencial acercarse a esas experiencias individuales.
• De todos los tipos de inteligencias que existen (originalmente, se identificaron siete), cada uno tiene una inteligencia dominante diferente, que requiere tipos de tareas diferentes.
• La inteligencia no está fijada al nacer, sino que se desarrolla merced a la experiencia y al aprendizaje.
• La experiencia emocional es un ingrediente crucial del aprendizaje. Las emociones actúan literalmente como la «barrera de acceso» al aprendizaje.
• La motivación es una parte crucial del aprendizaje.
• El miedo y el estrés hacen imposible el aprendizaje.
• Los estímulos, los cambios y el aprendizaje a través de los errores son factores clave del desarrollo de la inteligencia.
• La música puede reforzar el estado de aprendizaje.
• En general, los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro procesan tipos de información diferentes de formas también diferentes. La variedad de actividades nos permite utilizar todo el cerebro.
Los docentes deben aprovechar al máximo estos nuevos conocimientos sobre la función cerebral y para ello tienen que situarse en el contexto en el que trabajan. Tenemos que ser prudentes con respecto a los cambios previsibles que hagan los educadores porque tanto ellos como los centros educativos tienen que desenvolverse dentro de unas estructuras que les vienen dadas. El momento del día en el que se pide a los alumnos que aprendan, el entorno en el que tienen que aprender, la estructura del currículo, la metodología prescrita, la cantidad de tiempo de la que dispone el maestro para estar con los alumnos y los materiales a su disposición pueden conspirar en contra de un aprendizaje eficaz.
En consecuencia, cualquier modelo que se proponga debe basarse en esta realidad y ser, además, persuasivo, fácil de entender, muy práctico y asequible. La elección de los cinco capítulos que siguen es deliberada. La mayor parte de la gente sólo puede recordar unos cinco conceptos a la vez. Por eso, basando el modelo en cinco pasos, los maestros dispondrán de una lista de comprobación fácil de recordar.
Enseñar y aprender «con todo el cerebro» significa que hay que utilizar lo que sabemos acerca de dónde y cómo funciona el cerebro durante el aprendizaje y después aplicar estos conocimientos a nuestro trabajo en el aula. Simplemente, con un enfoque distinto de los procesos de aprendizaje, podemos utilizar estos conocimientos en beneficio de nuestros alumnos. El objeto de este libro es presentar un método que cree una experiencia de aprendizaje para los alumnos que les llame la atención, les motive y que, después, construya las redes de neuronas que permitan que se produzca el aprendizaje.
Para desarrollar más este proceso y acelerar el aprendizaje, hay que prestar atención también a la forma de aprender que prefieren los alumnos, al nivel y tipo de estímulo cognitivo, al género de los estudiantes, a la utilización del tiempo de clase y del entorno en el que se pide a los alumnos que aprendan.
Cuando se tienen en cuenta todos estos aspectos, comenzamos a enseñar en consonancia con el funcionamiento del cerebro y no en su contra.
Como docentes, todos queremos que nuestros alumnos estén en un «lugar» en el que puedan aprender más eficiente y eficazmente mientras estamos con ellos. Por eso, necesitamos un «mapa de carreteras» que muestre la ruta. Los cinco capítulos que siguen exponen los cinco pasos necesarios para ese fin.
Bases teóricas del aprendizaje. Estudios existentes
¿Cuál era su clase favorita en la escuela? ¿Qué asignaturas le parecían verdaderamente interesantes? ¿A cuáles tenía ganas de ir? ¿Le resultaba difícil concentrarse en determinadas clases a pesar de los esfuerzos del maestro?
Todos los alumnos a los que damos clase también experimentan esto en distintos grados y puede que nuestras asignaturas y nuestra forma de enseñarlas les resulten difíciles, estimulantes, interesantes o motivadoras. La razón es que todos nuestros alumnos presentan diferencias en sus «perfiles» psicológicos y de aprendizaje. Dicho de otra manera, todos son diferentes y a cada uno le gusta aprender a su modo. A la luz de todo esto, ¿tiene sentido ofrecer a nuestros alumnos estímulos para aprender «de manera única» sin prestar atención a estas diferencias? La respuesta es: ¡No, por supuesto! Los maestros necesitan saber esto y tener un repertorio de ideas para impartir sus clases que reflejen los perfiles generales psicológicos y de aprendizaje de todos sus alumnos, prestando especial atención a las variables que más se ajusten a su forma preferida de aprender, es decir, a sus estilos de aprendizaje.
Podemos empezar a desarrollar esta forma de entender las cosas analizando los estudios existentes sobre el carácter individual de los aprendices. Señalan un conjunto de características que diferencian a los alumnos y sus preferencias de estilo de aprendizaje. Una vez que comprendamos la amplia gama de preferencias con respecto al aprendizaje, podemos comenzar a utilizarla, al planear los mejores momentos y ocasiones para el aprendizaje que ofrezcamos a nuestros alumnos.
Las principales teorías o tipologías que presentamos a continuación son: el Myers Briggs Type Indicator; el Learning Style Inventory de Kolb; el Modelo VAK (Visual Auditivo Kinestésico); el Modelo de Gregorc; y el Dunn and Dunn Learning Style Inventory.
Perfil de Tipos Psicológicos de Myers Briggs
El Myers Briggs Type Indicator (MBTI) se deriva de los trabajos de Carl Jung en la década de 1920 sobre los tipos psicológicos. Es el sistema de perfiles psicológicos más utilizado en la actualidad en empresas y otros tipos de organismos. Aunque no esté diseñado como detector de estilos de aprendizaje, se emplea a menudo con ese fin porque incluye referencias a las preferencias en el terreno del aprendizaje, así como a otros aspectos de la personalidad del aprendiz.
Si nos hemos hecho una idea de la variedad de perfiles psicológicos de nuestros alumnos, comprenderemos la necesidad de diversificar respecto al qué y al cómo les pedimos que aprendan. El instrumento MBTI produce resultados para identificar cuál de los dieciséis tipos distintos de personalidad describe mejor a un sujeto. Para ello, utiliza cuatro categorías que describen áreas clave que, al combinarse, constituyen la base de la personalidad de la persona. Son:
• El centro de su atención - Extroversión (E) o Introversión (I)
• La manera de percibir la información - Sensación (S) o Intuición (N)
• La manera de tomar decisiones - Pensamiento (T) o Sentimiento (F)
• La manera de tratar con el mundo exterior - Juicio (J) o Percepción (P)
El análisis da puntuaciones numéricas que revelan la medida en que una persona muestra estos rasgos, que pueden ir desde una preferencia extrema a una menor en cada una de las cuatro categorías.
Para el maestro, es importante que las situaciones de aprendizaje permitan que todos estos tipos de aprendices adquieran sus conocimientos de tal modo que se respete su tipo de personalidad. Cada persona puede presentar una combinación de tipos de personalidad; los porcentajes correspondientes a cada tipo no sumarán más de cien.
Introversión. Se considera que, aproximadamente, el 25% de la población es «introvertida». Estas personas prefieren tareas individualizadas y trabajar de forma independiente. Por regla general, valoran la estética, son más autosuficientes, más reflexivas y capaces de más concentración. Las actividades que estimulan el trabajo artístico, la redacción y la resolución individual de problemas se ajustan a este tipo de aprendiz.
Extroversión. Podemos clasificar como «extrovertidos» al 75% de la población. Por regla general, este tipo de aprendiz agradecerá la variedad de tareas de aprendizaje, sobre todo si son activas y si hay que hablar. Las actividades interactivas, de diálogo, el trabajo en grupo y las actividades en equipo son las que mejor se adaptan a ellos.
Sensación. Las personas que podemos considerar sensoriales constituyen el 75% de la población. Este tipo de aprendices dependen de las orientaciones e instrucciones externas más que de su propia intuición. Su estilo de pensamiento está muy marcado por los hechos concretos y prefieren las aplicaciones prácticas. Necesitan orden y aprenden mejor a partir de lo concreto que de lo abstracto. Prefieren actividades que lleven a una respuesta y a una conclusión definitiva y se encuentran más incómodos con tareas que no tengan una respuesta única o que ofrezcan diversos resultados.
Intuición. Alrededor del 25% de la población puede clasificarse como «intuitiva». Estas personas son soñadoras; la teoría les resulta más interesante que las aplicaciones y se centran menos en los detalles. Les gusta pensar con metáforas y fantasía. Es más probable que respondan a procesos inconscientes, como la intuición, los instintos y las corazonadas. Con frecuencia, tienen una imaginación muy vívida. Este tipo de aprendiz disfruta con las instrucciones de carácter abierto que reclaman creatividad.
Pensamiento. Alrededor del 60% de los varones son racionales. Controlan las emociones y tienden a expresarlas en privado. Tienen dificultades para comprender a quienes son manifiestamente emocionales. A menudo, este tipo de persona es muy objetivo e impersonal, con una buena aptitud mecánica y aprende mejor escuchando al maestro, interesándose más por el «qué» y el «cuándo» que por el «porqué».
Sentimiento. Alrededor del 60% de las mujeres son «emocionales». Consideran que los pensadores son fríos y que están emocionalmente muy alejados. Creen que los valores sociales son más importantes que las reglas. Suelen estar mucho más cómodas hablando sobre sus emociones y expresándolas. Este tipo de aprendiz es sensible a las experiencias y emociones de los otros, y trabaja bien en situaciones de aprendizaje que requieren empatía, comprensión y apoyo mutuo.
Juicio. El 50% de la población está constituido por personas que prefieren el juicio y son rigurosas. Por regla general, les gusta trabajar con plazos concretos y se centran mucho en los resultados. Pueden dar la sensación de estar inquietos hasta que se ha tomado una decisión y se haya dado solución satisfactoria a un problema. Este tipo de alumno tiene una forma muy regulada de hacer las cosas y le gusta el control. Tiende a ser más rápido en la toma de decisiones y no le gustan las situaciones que no están planificadas. A este tipo de aprendiz le gusta que haya algún elemento de lógica en la tarea, así como tareas que requieren organización, como ordenar y secuenciar.
Percepción