Daddy's Girl - Alexandra Södergran - E-Book

Daddy's Girl E-Book

Alexandra Södergran

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

Johnny es un marido y un padrastro ejemplar. Atento y cuidadoso, es además un hombre de aspecto fuerte y viril. La joven Louise no puede evitar sentirse atraída por él, y lo mismo le sucede a Johnny con ella. ¿Lograrán reprimir sus impulsos o pondrán el hogar que comparten patas arriba?-

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Seitenzahl: 52

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Alexandra Södergran

Daddy's Girl

LUST

Daddy's Girl

Original title:

Daddy's Girl: the series

 

Translated by Adrián Vico, Begoña Romero

Copyright © 2019 Alexandra Södergran, 2020 LUST

All rights reserved ISBN 9788726775167

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

LUST

La niña de papa - Segundo capítulo

 

Era una persona natural. Su masculinidad no era forzada. Nunca tuvo que competir o afirmarse. A veces podía parecer un poco infantil, pero eso se debía a su impulsividad, a su falta de constancia y a las emociones fuertes a las que se había enfrentado. La característica más fuerte de Johnny era probablemente su honestidad. Era incapaz de ocultar lo que sentía, por no hablar de su amabilidad. Sus ojos marrones de oso de peluche parecían transmitir a las personas que lo rodeaban que, a pesar de su enorme cuerpo y su gran fuerza muscular, era completamente inofensivo. Nunca sería capaz de lastimar a nadie a no ser que tuviera que hacerlo para defender a las personas que amaba. Al menos esa era la opinión de Louise.

Esa es también la razón por la que sentía curiosidad por probar algunas cosas con él, para averiguar dónde estaba su punto álgido. Ella lo amaba, pero quería averiguarlo. Era físicamente fuerte como un buey, se dio cuenta cuando su madre lo trajo a casa por primera vez y se lo presentó. Cuando se mudaron a la nueva casa, Johnny se llevó su sofá y lo transportó con gran facilidad, casi como si fuera un cojín. Parecía magia. Cuando Louise empacó una gran caja de cartón con libros de tapa dura, se dio cuenta de su error demasiado tarde, ya que no podía mover la caja ni un centímetro. Parecía que estaba pegada al suelo. Sin embargo, Johnny entró en la habitación y la levantó sin esfuerzo alguno delante de ella. Un suave murmullo pasó por sus labios, pero eso fue todo.

Una vez Louise corrió hacia él y le pidió que le mostrara sus músculos. Cuando lo hizo, saltó y se agarró a su brazo con las piernas balanceándose en el aire. Él se quedó de pie, robusto como un roble, y soltó una carcajada ruidosa y cordial.

Cuando follaban a espaldas de su madre, Louise hacía todo lo que podía con él. Se subía encima de él, lo acariciaba, lo abrazaba, lo besaba, mordía sus musculosos brazos y le chupaba el pene. Cada vez que tenían una oportunidad, follaban sin parar. Johnny se la había follado encima de la mesa, encima de la lavadora, en la ducha, contra la pared del salón y en la cocina. A Louise le gustaba variar, le encantaba hacerlo en lugares diferentes, pero no era fácil.

La mayoría de las veces era muy difícil esquivar a Karin, pero cuando lograban quedarse a solas, el sexo era explosivo, ya que la excitación aumentaba a medida que pasaban las horas. A veces, tenían que dejar sus momentos de intimidad apartados durante varios días. Estaban obligados a pasar mucho tiempo juntos en la misma casa sin poder satisfacer sus deseos.

Una noche, todos estaban sentados juntos en el sofá frente al televisor. Louise se había colocado entre su madre y Johnny. Él colocó la mano en su musclo, bastante arriba, y la sensación casi le quemaba la piel. Le obligó a mover su mano más y más arriba hasta llegar adonde ella quería. Incluso consiguió que metiera su mano dentro de sus bragas. Sus dedos se deslizaban suave y silenciosamente, pero cuando su respiración aumentó y comenzó a moverse, Johnny se detuvo. Ella frotó su trasero contra él, pero no consiguió ningún efecto. Se negó con la cabeza y no sucedió nada más.

Noche tras noche, tenía que irse a la cama caliente como el infierno, anhelando a su padrastro. Johnny le había dicho varias veces que su aventura debía parar porque ya no podía soportarlo. Nunca había sido infiel, ni una sola vez. Cada día y cada semana que pasaba se volvía cada vez más demacrado y abatido. Sufría de insomnio y perdió el apetito, trataba desesperadamente de buscar una salida. Pero ese era el problema, no podía encontrar una solución, sentía que estaba atrapado en una telaraña. Johnny no podía resistirse a Louise, no importaba cuántas veces lo intentara. Era adicto a ella y ella lo sabía porque se lo había dicho.

Louise lo veía más atractivo en ese estado de agonía. Le gustaba verlo justo al borde del colapso. No le importaba que su madre se hubiera convertido en el segundo plato. Louise pensaba que era lo que merecía. Johnny tenía que quedarse con ella porque era mil veces mejor que su madre en todos los aspectos. Tampoco le importaba que continuasen con aquella situación. Una tarde se lo propuso.

 —¿Por qué no nos mudamos juntos?

La lluvia caía sobre el techo del coche. El aparcamiento estaba lleno de automóviles rodeándolos en todas las direcciones y había un flujo constante de vehículos que salían. Había apagado el motor mientras esperaban a Karin, que había regresado corriendo a la tienda porque se les había olvidado el queso.

—Johnny, dile que soy la persona que amas. Dile que quieres romper con ella y vivir conmigo —continuó Louise.

Las manos de Johnny apretaron el volante y un tic muscular apareció en su ojo derecho.

—Lo haré —dijo lamiéndose el labio inferior—. Yo me ocupo.

—¿Cuándo?

No le contestó.

—¿Cuándo vuelva? ¿Esta noche? Se lo puedo decir yo, si quieres.

Se dio la vuelta en su asiento, el cinturón de seguridad se tensó y el coche se balanceó ligeramente.

—No, ahora no. Cuando pase el fin de semana se lo diré, ¿de acuerdo? Necesito algo de tiempo. Lo haré después del fin de semana.

Se quedaron sentados allí en silencio, escuchando la lluvia. La gente corría de un lado a otro, algunos con sus paraguas. Louise miró por la ventana con un destello de odio en sus ojos.