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Demasiado enredado en la tentación para poder salir… A pesar del revuelo mediático generado por su tempestuosa ruptura, la relación de Ben Sabin y Sophie Messena no había terminado. Por segunda vez, el carismático magnate había abandonado la cama de Sophie tras un entusiasta encuentro. Y, aun sabiendo que no podía estar con ella, no podía dejar de desearla. Creía que tal vez una cita con su hermana gemela anularía ese deseo. Pero Sophie y su hermana se intercambiaron provocando una reacción en cadena de escándalo…
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Seitenzahl: 204
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2020 Jules Bennett
© 2024 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Doble escándalo, n.º 223 - abril 2024
Título original: An Unexpected Scandal
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 9788410627963
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Si te ha gustado este libro…
La lluvia primaveral caía sobre la espalda de Nick Campbell. Sostenía en su mano un sobre sellado que contenía un secreto que no había desvelado… y una parte de él ansiaba destruirlo, para que el misterio se extinguiera junto con su madre.
Nick se encontraba ante el ataúd de Lori Campbell, de un blanco inmaculado, y observaba un ramillete de rosas esparcido. Aquella carta era su legado, y le había indicado que había otras dos destinadas a personas diferentes.
Secretos y mensajes enigmáticos habían marcado las últimas conversaciones en el lecho de muerte de su madre. A decir verdad, nada de eso parecía tener importancia en aquel momento. El dolor de haberla perdido eclipsaba cualquier otra sensación.
Había prometido que leería la carta una vez que ella se marchara. Cinco días habían pasado desde su fallecimiento y el sobre seguía intacto. Durante días lo había portado en el bolsillo, con la intención de examinarlo, pero los preparativos del funeral y la gestión de los asuntos post mortem habían consumido su tiempo y energía.
La expectación y la inquietud le carcomían por dentro y era consciente de que había llegado el momento de cumplir su promesa. No había nada que lo urgiera en aquel instante.
Desvió la mirada del féretro y examinó el sobre arrugado que sostenía. Rompió el sello de lacre con decisión y extrajo la carta. Inspiró profundamente y comenzó a leer.
La conmoción, la ira y la confusión se entremezclaron en su interior, sin encontrar un cauce por donde fluir. Nick repasó la carta una vez más, esta vez con lentitud, albergando la esperanza de haberla interpretado erróneamente la primera vez.
¿Qué demonios estaba leyendo? ¿Cómo podía procesar su muerte y esta revelación al mismo tiempo? Era demasiado.
Cuando su madre le comunicó que le quedaba poco tiempo, apenas unas semanas atrás, se había recluido en su propio mundo, reacio a contemplar una existencia sin ella… y mucho menos a completar la renovación del complejo turístico que habían emprendido juntos.
Ese complejo lo había llevado hasta Silvia.
Una noche, Silvia Lane, la arquitecta del proyecto, había traspasado la línea de lo profesional.
Había sido apasionada y entregada, tan malditamente sexy que él no conseguía apartarla de su mente. Recordaba su cabello deslizándose sobre su piel, la sonrisa pícara que le había ofrecido justo antes de que su vestido cayera al suelo. Y jamás podría olvidar cómo su nombre escapó de sus labios en un grito cuando el placer los envolvió.
Aquel apasionado encuentro había invadido sus pensamientos una y otra vez durante las últimas semanas. Al amanecer, Silvia se había vestido y, de común acuerdo, habían decidido que lo sucedido no tendría continuidad. Ella, recién llegada a la ciudad y centrada en su carrera, no podía permitirse el rumor de haber intimado con un cliente. Y Nick, sumido en su propio caos, no estaba en posición de añadir más complicaciones a su vida.
Sin embargo, Silvia había sido su consuelo en un momento de profundo dolor y, en su interior, Nick anhelaba ese consuelo de nuevo.
Sus ojos seguían las líneas de la carta hasta que las palabras se mezclaban en un borrón. Quería hacer pedazos el papel, como si con ello pudiera borrar la pesadilla que se desplegaba ante él. Si fuera tan sencillo…
Pero Nick era consciente de que su madre era incapaz de mentir. La honestidad era parte de su ADN, y jamás le causaría daño deliberadamente, ni siquiera con la revelación que le había dejado.
Eso no le ayudaba a comprender por qué había guardado silencio durante tanto tiempo, ni por qué había elegido revelar la verdad solo después de su marcha, dejándolo sin posibilidad de obtener respuestas. Y ¿qué significaban las otras dos cartas?
Con la respiración entrecortada y el cuerpo temblando bajo la lluvia fría, Nick se despidió en silencio. Era el momento de seguir adelante con su vida, cumpliendo los deseos de su madre y llevando a cabo sus propios planes.
El crujido de las hojas lo sobresaltó y, al girarse, se encontró con Silvia, la mujer que no había vuelto a ver desde aquella noche efímera pero intensa.
Silvia se había resguardado bajo la protección de un árbol frondoso, observando cómo Nick se hallaba sumido en un momento de profunda intimidad junto a la tumba de su madre. Había extraído un sobre de su bolsillo y lo había contemplado durante un tiempo que a ella se le antojó eterno.
Empuñando su paraguas, decidió que no podía permanecer oculta como si espiara. Necesitaba acercarse a él antes de que el miedo la venciera.
Durante los últimos cinco días, había intentado contactarlo sin éxito. Al enterarse del fallecimiento de su madre, comprendió que la noticia que quería darle no podía llegar en peor momento. Su silencio no era una señal de haber olvidado la promesa de que lo suyo sería un único encuentro.
Nick estaba de duelo, igual que aquella noche en que todo cambió entre ellos. Silvia ansiaba acercarse, ofrecerle un gesto de consuelo, pero las circunstancias habían alterado su relación. En los últimos meses, habían mantenido un trato profesional cordial, pero una noche, en su despacho, él se había quebrado al hablar de su madre, y la cercanía había desembocado en algo más.
Desde el primer día, cuando él la contrató como arquitecta jefa para el proyecto de renovación del complejo turístico de su madre, la atracción había sido palpable. Como profesional, Silvia había reprimido sus fantasías, hasta que una noche cedieron ante la realidad.
Ahora se preguntaba cómo había sucumbido a sus encantos. No era la primera vez que se sentía atraída por alguien, pero quizás la vulnerabilidad de Nick, sumada a su indudable atractivo, habían hecho imposible resistirse.
Tomando el mango del paraguas con firmeza, Silvia deslizó su otra mano en el bolsillo de su chaqueta. La lluvia de primavera y el cielo plomizo reflejaban su ánimo mientras avanzaba con determinación hacia él.
Al girarse, Nick la miró con ojos resplandecientes y, por un instante, ambos retrocedieron a aquella noche en la que su encuentro profesional derivó en un torbellino de pasión sobre el amplio escritorio de cuero de su oficina.
Ella no lo había vuelto a ver desde entonces, pero nunca lo había olvidado.
–¿Qué haces aquí? –preguntó él, con la voz cargada de emoción.
Silvia nunca lo había visto tan arreglado. Acostumbrado a vestir con informalidad, su atuendo habitual de vaqueros y camisa había sido sustituido por un traje negro, con camisa y corbata a juego. Su cabello rubio oscuro estaba impecablemente arreglado, desafiando la humedad del ambiente, y su rostro lucía un afeitado pulcro.
Y esas gafas…
A pesar de la tormenta emocional que él sufría, Silvia se detuvo un momento al recordar cómo le había desabotonado la camisa aquella noche.
Silvia se reprendió internamente. No había ido allí para una reunión casual, y él estaba pasando por un trance doloroso. No podían permitirse profundizar en lo que había sucedido entre ellos, no después de esa noche que había desaparecido dejando un hueco en su corazón. El momento para compartir su pequeño secreto era inoportuno. Nunca había sido de las que mentían, y no iba a empezar ahora, ni siquiera para protegerlo de un impacto mayor.
–Solo quería ver cómo estabas –dijo con sinceridad–. No quise interrumpir durante el funeral. Había tanta gente…, y yo realmente no debería estar aquí, pero necesitaba venir. Intenté dar contigo… –prosiguió mientras la lluvia castigaba su paraguas–. Pensé que este sería el único lugar donde podríamos hablar sin interrupciones.
Las gotas de lluvia se adherían a su cabello.
–¿Hablar? –Nick se quitó las gafas y pasó una mano por su rostro, quitándose las gotas de agua–. El trabajo tendrá que esperar. Sé que he estado insistiendo mucho con el proyecto, pero…
–No he venido por el trabajo.
Sus ojos se ensancharon brevemente antes de que sus labios se tensaran.
–Podemos hablar en el coche.
La culpa la invadía. Él estaba despidiéndose de su madre, y ella estaba allí, con la necesidad imperiosa de hablar. Si lo que tenía que decirle no fuera tan trascendental, no se habría atrevido a interrumpir.
–Puedo esperar en mi coche –propuso, haciendo un gesto discreto hacia el ataúd–. No hay prisa. Tómate el tiempo que necesites.
Se alejó sin permitirle replicar. Había dejado claro que necesitaban hablar y él había aceptado; ahora solo le quedaba esperar, acompañada por sus nervios, hasta que él decidiera unirse a ella.
Una vez en su coche, Silvia cerró los ojos y respiró hondo para tranquilizarse. La ansiedad no alteraría la realidad de las cosas y era esencial mantenerse firme. Perder los estribos no ayudaría en nada y ella se preciaba de su profesionalidad. Ahora que su vida laboral y personal se habían entrelazado, era crucial mantener la serenidad.
Silvia apenas había tenido tiempo para asimilar la situación cuando la puerta del pasajero se abrió y Nick se asomó, visiblemente empapado.
–Estoy calado –anunció–. Sígueme a casa, me cambiaré y podremos hablar.
Con un golpe seco, cerró la puerta antes de que Silvia pudiera replicar. Ella dejó caer la cabeza contra el reposacabezas, reflexionando sobre su decisión de haberlo seguido hasta allí bajo la lluvia. No deseaba ir a su casa, no quería estar en su terreno cuando le diera la noticia, y definitivamente, no quería esperar más.
Y no esperó.
Salió del coche sin paraguas, ajustándose la gabardina con un nudo firme, y se dirigió hacia el imponente todoterreno negro de Nick. A pesar de los nervios y el temor que se acumulaban en su pecho, Silvia tragó sus emociones y se centró en lo que tenía que hacer.
–Necesito hablar ahora –exigió con firmeza, encarándolo.
Él se giró, sorprendido por su desafío a seguirle a casa. Pero Silvia estaba cansada de postergar la conversación y de retener el secreto. Solía enfrentarse a los problemas y estaba lista para abordar los cambios que su noticia traería.
No había un momento perfecto para decirlo, así que lo soltó sin más preámbulos.
–Estoy embarazada.
Nick se volvió lentamente, con la mirada fija en ella. Silvia contuvo el aliento, aguardando alguna palabra o reacción más allá de esa mirada intensa y enigmática.
–¿Nick? –dijo ella tras un silencio que pareció eterno.
–Nos vemos en mi casa –fue todo lo que él dijo antes de girarse, subir a su vehículo y alejarse.
Parecía que, a pesar de las circunstancias, Silvia tendría que seguirlo hasta su casa. No obstante, se prometió que sería la última vez que Nick Campbell pensaría que podía darle órdenes.
Si había algo que Nick no deseaba en aquel momento, era que el día se tornara aún más sombrío.
Había comenzado con el velatorio de su madre, un evento que por sí solo habría sido suficiente para marcar el día como uno de los más tristes de su vida. Luego, la lectura de la carta póstuma de su madre lo había dejado tambaleante, con el corazón conmocionado y la mente en un torbellino.
Pero lo que realmente lo había golpeado como una patada en las entrañas fue la noticia que le había dado Silvia, la arquitecta del lujoso complejo de su madre y la mujer con la que había compartido una noche de pasión. Estaba embarazada.
Mientras ascendía por el sinuoso camino hacia su refugio privado en la montaña, con vistas al Parque Nacional Great Smoky Mountains, los altos abetos rojos que flanqueaban la ruta le recordaban su compromiso con la naturaleza. Había tenido especial cuidado en preservar la mayor cantidad posible de esos árboles al despejar el terreno para construir su cabaña de tres pisos.
Aquel lugar siempre había sido su santuario, un oasis de calma en medio de su frenética vida de magnate e inversor. Sin embargo, en esta ocasión, ni siquiera la reconfortante visión de su hogar de piedra, construido hacía apenas unos años, conseguía apaciguar su inquietud. La ansiedad, el remordimiento y el dolor se entrelazaban en su pecho.
La idea de formar una familia nunca había sido parte de sus planes.
Durante casi cuatro décadas se había preguntado sobre la identidad de su propio padre, pero su madre siempre había insistido en que era mejor no conocerla. La ironía de que ahora se viera abocado a un rol del que no sabía nada no se le escapaba.
¿Y qué decir de la perspectiva de ser padre con una mujer con la que solo había compartido intimidad en una ocasión?
Antes de aquella noche, había fantaseado mucho con Silvia. Su ingenio y su perspicacia en los negocios lo habían cautivado, sin mencionar la perfecta sintonía que habían alcanzado mientras trabajaban juntos en los diseños del complejo turístico de montaña que abriría en otoño.
Incluso su madre había adorado a Silvia. Juntos habían compartido risas y se habían mostrado de acuerdo en cada detalle del exclusivo y acogedor retiro montañoso. A Nick le había encantado ver a su madre tan contenta en sus últimos días. Sin embargo, permitir que Silvia se adentrara en otra capa de su vida no le parecía prudente. Una aventura efímera era una cosa, pero algo demasiado personal y permanente podría acabar siendo un completo desastre.
Entraban en un terreno minado con la posibilidad de que él fuera el padre del niño de Silvia. No obstante, Nick no albergaba dudas sobre su honestidad. Si no confiara en Silvia, no la habría involucrado en el proyecto ni habría compartido con ella aquella noche.
Al llegar al garaje, su mente era un torbellino de incertidumbre, sin la más mínima idea de qué decir.
Descendió del todoterreno y, en un gesto automático, se quitó la chaqueta y desabrochó los dos primeros botones de la camisa antes de remangarla. La ropa le resultaba asfixiante, inadecuada para un día tan atípico.
El móvil vibró en su bolsillo. Al sacarlo, vio la llamada entrante de la oficina de Rusty Lockwood y optó por ignorarla. El magnate de moonshine o «whisky blanco» y director general de Lockwood Lightning gobernaba los complejos turísticos y bares de esa zona de lujo con puño de hierro. O servías su whisky o no servías nada. Cualquiera que se negara a inclinarse ante él se quedaba sin licencia de alcohol. Y teniendo en cuenta que se la había negado al complejo de su madre, Rusty era también el principal rival de Nick.
Cada cosa a su tiempo, se dijo.
Se giró para enfrentar la situación más inmediata: Silvia, quien había seguido sus pasos hasta el garaje.
–¿Te digo que estoy embarazada y simplemente te vas? –Ella cruzó el umbral del garaje.
–¿Crees que era el lugar más adecuado para discutir algo tan importante? –replicó él, sintiendo cómo el miedo y la incertidumbre lo consumían.
Ella lo miró fijamente, sin decir una palabra. Nick se dio la vuelta y caminó hacia el interior de la casa, dejando la puerta abierta tras de sí para que ella pudiera seguirlo. Escuchó un gruñido poco femenino detrás de él y maldijo en voz baja. Reconoció que estaba actuando como un idiota y que Silvia no merecía ese trato. Con las emociones al límite, tomó una profunda respiración, intentando encontrar la compostura necesaria para manejar la situación.
Fue al entrar en la cocina cuando Nick se percató de que Silvia estaba empapada. Aunque él también estaba mojado, había estado tan ensimismado durante el día que apenas lo había notado.
–Voy a buscar unas toallas –dijo, dirigiéndose hacia uno de los baños para huéspedes.
Además, tomó el grueso albornoz blanco que colgaba detrás de la puerta y, al girarse, se encontró con Silvia en el umbral.
–¿Estás evitándome? –preguntó ella, obstruyendo su paso y sosteniendo su mirada.
Le extendió la toalla y el albornoz.
–No estoy huyendo. Estoy intentando que nos sequemos.
También necesitaba mantenerse ocupado para no enfrentar todas las emociones que lo abrumaban.
Silvia aceptó la toalla y el albornoz, sin apartar la vista de él. A pesar de su cabello desordenado, la ropa mojada adherida a su figura y su rostro sin maquillaje, seguía siendo deslumbrante.
Nick siempre había imaginado cómo sería reencontrarse con ella tras aquella noche. A pesar de las circunstancias, su deseo por ella no había disminuido.
–No soy ningún capullo –dijo él, secándose el cabello con la toalla–. Simplemente… no sé qué decir.
–A estas alturas, no sé si hay algo que decir –respondió Silvia, acariciándole la mejilla y ayudándole a secar su cabello–. Traté de contactarte, pero estabas con tu madre. No quería interrumpirte en el cementerio, pero sabía que te encontraría allí. Esperé a que todos se fueran.
Había aguardado bajo la lluvia, y Nick no conocía a nadie con tanta determinación como ella.
–Solo quiero que sepas que no espero nada de ti –prosiguió ella–. Es tu decisión si quieres formar parte de nuestras vidas. No estoy tratando de obligarte ni de…
–Detente.
Nick dejó caer su toalla al suelo y tomó la de ella. Sus ojos azules se mantuvieron fijos en él mientras tomaba la toalla y la ayudaba a secarse. Su cuerpo respondió a su cercanía, pero el conocimiento de su paternidad intensificaba su deseo. Se apartó un paso, abrumado por sus emociones.
–Mi madre me crio sola –comenzó Nick, observando cómo ella pasaba la toalla por su cabello rojizo–. Se desvivía, incluso llegó a compaginar dos empleos, pero nunca faltaba a mis partidos de béisbol y siempre fue mi mayor apoyo. Nunca sentí la ausencia de un padre. Era una mujer extraordinaria.
Hablar de ella en pasado era extraño y doloroso. ¿Cómo habría reaccionado al saber que iba a ser abuela? Nick tragó saliva, intentando contener la emoción, y continuó su relato:
–Cuando crecí, supe valorar su esfuerzo. Por eso hoy tengo tanto éxito.
–¿Estás alardeando? –preguntó Silvia, con una sonrisa esbozada.
–Estoy constatando hechos –aclaró él–. Quiero decir que mi madre era increíble, y creo que tú tienes una determinación y una pasión similares.
Silvia parpadeó, ligeramente desconcertada.
–Umm… ¿eso es un cumplido?
–Escucha, no vas a enfrentar esto sola. –Nick se acercó y la tomó por los hombros–. Sé lo que es crecer sin un padre, pero te aseguro que nuestro hijo no pasará por lo mismo.
Esperaba una respuesta de ella, una objeción o un agradecimiento. Algo. Nada de esto le resultaba familiar, pero nunca había rehuido una responsabilidad, y no iba a empezar a hacerlo ahora, no cuando se trataba del rol más importante de su vida.
Quizás no sabía cómo ser un buen padre, pero estaba decidido a serlo.
Tras aquella noche, en la que ambos habían coincidido en que había sido un error, ninguno había deseado que se conociera lo ocurrido entre ellos. Ahora, mantener ese secreto ya no era una opción. Su presencia al lado de Silvia no pasaría desapercibida.
–Puedes ser protagonista de esta historia tanto como quieras –le dijo ella–. Pero las necesidades y la seguridad de nuestro hijo son mi prioridad. Así que, si piensas estar presente solo por un tiempo y luego esquivar tus responsabilidades paternas, prefiero que te mantengas al margen.
¿Esquivar responsabilidades? Eso no iba con él. Claramente, ella aún no lo conocía bien.
–No me iré –le aseguró con firmeza.
Ella podía tener sus dudas, pero él se encargaría de disiparlas con acciones, no palabras. Ese niño nunca se cuestionaría la presencia de su padre. Nick estaría siempre a su lado, incondicionalmente. Antes, nunca había considerado anteponer algo o a alguien a su carrera, pero ahora su hijo sería su prioridad.
–¿Cómo te sientes? –preguntó él, con genuino interés por conocer su estado.
Silvia pareció sorprendida por la pregunta, como si la hubiera pillado desprevenida.
–Bien, creo. Estoy algo cansada, lo cual es de esperar, según he leído. Afortunadamente, no sufro de náuseas matutinas, espero seguir así.
Ella lucía radiante. Sin rastro de fatiga en su rostro ni palidez alguna. Silvia Lane era la encarnación de la elegancia y la belleza, incluso en medio de una tormenta y con un embarazo no planificado.
Y si no fuera por esa noche de vulnerabilidad y unos cuantos gin-tonics con un toque extra de lima, esa atractiva arquitecta no habría prestado atención a un hombre sencillo del campo como él. A pesar de su fortuna, más de la que jamás sabría qué hacer con ella, sus humildes orígenes y una infancia en la montaña con una madre soltera y luchadora seguían siendo parte de su esencia.
Silvia, en cambio, con su apariencia impecable y su educación en universidades de la Ivy League, parecía venir de un mundo de bailes de gala y cenas formales, en contraste con sus propias noches de cenas congeladas frente al televisor.
–¿Qué era esa carta que tenías antes en la mano? –preguntó ella, tratando cambiar de tema.
Él se sobresaltó ligeramente.
–¿Qué carta?
–En el cementerio te vi leyendo una carta y parecías…, no sé, molesto o dolido. Quizás ambas cosas.
¿Dolido? Sí, por no haber conocido la verdad hasta después de la muerte de su madre.
Había leído la carta dos veces y ya la sabía de memoria. Las últimas palabras de su madre, su confesión final, eran imposibles de olvidar. Palabras que, sin duda, cambiarían su vida para siempre.
Nick:
Lamento no haber tenido el valor de compartir esto contigo en vida. Quizás fui cobarde, pero mi intención era protegerte del dolor que la verdad podría causarte. Ahora, sin embargo, es importante que conozcas todos los hechos para que puedas seguir adelante. Eres la persona más inteligente y valiente que he conocido, y tengo plena confianza en que continuarás obrando con rectitud.
Durante años, me interrogaste acerca de tu padre y yo evité revelarte la realidad. Ahora que ya no estoy, tienes derecho a conocer la verdad, por más inesperada o difícil que esta sea. Espero que puedas perdonarme y que no guardes resentimiento hacia mí.
Rusty Lockwood es tu padre biológico.
Nick sentía un profundo desprecio hacia ese hombre. Había pasado un año lidiando con ese arrogante insufrible. En Tennessee, todos conocían a Rusty Lockwood y su reputación en el mundo de los negocios. Su destilería de moonshine era un imán para miles de turistas, pero Rusty siempre se encontraba en el punto de mira, esquivando constantemente rumores sobre prácticas ilegales.
Nick estaba dispuesto a apostar su jet privado a que Rusty no contaba con un solo amigo genuinamente leal. Su falta de honestidad era notoria. Sus millones habían empezado a fluir gracias a la distribución de whisky ilegal mucho antes de que el moonshine se legalizara. Su imperio solo había sobrevivido gracias a su habilidad para tener a políticos y al propio ayuntamiento en su bolsillo.
Y ahora, ese hombre era la fuerza que se ocultaba detrás de todo este asunto. Nick estaba decidido a no permitir que su influencia se extendiera más de lo necesario. Rusty debía ser frenado.
¿Cómo era posible que su madre se hubiera involucrado con alguien como Rusty Lockwood? ¿Había sido ella simplemente otro de sus desechos? ¿Había existido realmente algún tipo de relación entre ellos?
Nick recordó la parte final de la carta.
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