El mundo pos-COVID - José Ramón Ubieto - E-Book

El mundo pos-COVID E-Book

José Ramón Ubieto

0,0

Beschreibung

¿Cómo están cambiando los lazos sociales, la educación y la salud? Ya nadie duda que esta pandemia ha supuesto cambios radicales en nuestras vidas, y algunos han venido para quedarse. Entre ellos la relevancia (ya anticipada) que ha tomado la imagen (virtual) en todos los ámbitos de nuestras vidas: trabajo, ocio, sexualidad, educación y salud. Estamos transitando hacia una "nueva normalidad" que pone de manifiesto cómo internet y la tecnología ya son una extensión de la propia existencia. Como argumenta José Ramón Ubieto, esta "nueva realidad" se propone como generadora de nuevos lazos sociales, nuevas formas asistenciales (salud) y nuevos vínculos educativos. El mundo pos-COVID estará irreversiblemente a caballo entre la vida presencial y la vida digital. Nos queda, entonces, transitar de manera crítica entre esas dos realidades sin negar ninguna, pero sin idealizarlas, atrapados por la nostalgia o el ensimismamiento. El autor concluye su análisis con algunas propuestas que toman como eje restablecer una conversación que, a partir de la presencia con los otros, incluya la sorpresa, el humor y el sinsentido como garantía de preservar la singularidad de cada uno/a.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 202

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



El mundo pos-COVID

© José Ramón Ubieto, 2020

De la imagen de cubierta: United Nations COVID-19 Response

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Ned ediciones, 2021

Preimpresión: Editor Service, S.L.

www.editorservice.net

eISBN: 978-84-18273-20-9

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Ned Ediciones

www.nedediciones.com

Para Ainhoa, Álvaro, Chema, Cora, Emma, Gael, Irene, Laura, Lola, Luca, Marc, María y Ona, habitantes y protagonistas de ese nuevo mundo al que contribuirán con sus proyectos

Agradecimientos

En primer lugar, quiero agradecer a todas las personas (amigos, colegas, familia, pacientes, periodistas) con los que he tenido la oportunidad de compartir ideas, preocupaciones y reflexiones durante todo este tiempo de pandemia. Sus testimonios me han resultado claves para formular las hipótesis de trabajo y entender algo del mundo en el que vivimos.

Agradecer también a Alfredo Landman, editor, por renovar su confianza en mi propuesta y poner los medios para realizarla.

Finalmente, un agradecimiento muy especial para mis colegas y amigos David Pino, Eva Azaña, Francesc Vilà, Javier Peteiro, Lourdes Aramburu, Lidia Ramírez, Ramon Almirall y Teresa Jiménez, cuyas aportaciones y comentarios de lectura han sido muy importantes para la realización de este libro.

Introducción

«…la caída de Múlciber con su rebelde hueste tuvo lugar mucho tiempo antes. De nada le valió haber construido elevadas torres en el cielo ni se salvó a pesar de todas sus máquinas siendo arrojado de cabeza con su industriosa horda para que construyera en el infierno.

Entretanto los heraldos alados, por orden del soberano poder, con imponente aparato y a son de trompetas, proclaman en todo el ejército la convocación de un consejo solemne que debe reunirse inmediatamente en el “Pandemónium”, capital de Satán y de sus magnates.»

John Milton, El paraíso perdido

En lo que llevamos de siglo, hemos sufrido cuatro epidemias (SARS, 2002; gripe aviar, 2005; gripe porcina, 2009; y MERS, 2012) y se han publicado varios informes. Uno de los más importantes, elaborado por la CIA: «Global Trends 2025: A Transformed World»,1 anticipaba para antes del 2025 «la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global». La COVID-19 parece haber cumplido las profecías del Next Big One (NBO), como lo denominó David Quammer,2 o la Crisis prevista por el biogeográfo y premio Pulitzer Jared Diamond en su trilogía.3

A pesar de todo, la mayoría de países carecían de planes de contingencia e incluso habían hecho grandes recortes en sanidad. Después de la aparición del SARS en 2003, un consorcio de laboratorios de Texas había trabajado en una posible vacuna contra el coronavirus que nadie estuvo dispuesto a financiar. Si se hubiera desarrollado, el sociólogo e historiador Mike Davis afirma que «dada la coincidencia del 80% entre los genomas del SARS-1 y el SARS-2, podría haber sido una base excelente para la producción acelerada de una vacuna contra la COVID-19».4

Podríamos decir lo mismo del cambio climático y sus consecuencias, cada vez más evidentes (incendios, contaminación de los océanos, aumento de la temperatura) y más anunciadas, resultado de «una civilización depredadora que acepta como práctica normal la destrucción de la biodiversidad»5 y cuya conexión con el neoviralismo no parece desdeñable.6 El impulso, desenfrenado y descontrolado, de un discurso capitalista que no tiene más brújula que su propia reproducción sin límites, aboca, muy probablemente, a que la reacción sólo se produzca cuando un acontecimiento traumático, un hecho disruptivo —o simplemente un acelerador de cambios— irrumpa en nuestras vidas como lo ha hecho la COVID-19.

Nunca una época tuvo tanto acceso a la información, tantos recursos tecnológicos y tanta capacidad de conexión y coordinación global. Incluido un algoritmo como BlueDot, que se atribuye la capacidad de predecir, a partir de noticias de actualidad y en tiempo real, la pandemia 10 días antes del primer fallecido en Wuhan.7 La paradoja es que esta infobesidad, el alud de información, no parece hacernos más sabios. Al contrario, este aumento exponencial del ruido incrementa nuestra pasión de la ignorancia, una voluntad de no querer saber, de ignorar aquello que, sin embargo, sabemos, aunque sea de manera inconsciente. Dicho en términos psicoanalíticos: el odio a la imposibilidad —llamada castración por Freud—, al límite propio que nos constituye como seres hablantes y que preferiríamos desconocer. Hará falta todo un trabajo, con coraje y atrevimiento, para que esa represión, una vez vencida, dé lugar a un deseo de saber (Miller, 2007).

Ya nadie duda, a estas alturas, que esta pandemia ha supuesto cambios importantes en nuestras vidas, con pérdidas cuantiosas en vidas humanas, en recursos económicos, con secuelas físicas y psicológicas en muchas personas contagiadas, familiares, amigos y profesionales dedicados a los cuidados. Algunos de estos cambios han venido para quedarse, entre ellos la relevancia (ya anticipada) que ha tomado la imagen (virtual), más allá de la escena vivida y presenciada, en todos los ámbitos de nuestras vidas: trabajo, ocio, sexualidad, educación, salud.

El mundo pos-COVID estará a caballo entre la presencia y lo virtual, entre la vieja normalidad que ya se iba transformando y esta «nueva normalidad» que se propone como generadora de nuevos lazos sociales, de nuevas formas asistenciales (salud) y de nuevos vínculos educativos. Nos queda, entonces, transitar de manera crítica entre esas dos realidades sin negar ninguna, pero sin idealizarlas, atrapados por la nostalgia o el ensimismamiento.

Convivir con la irrupción de la pandemia y el confinamiento nos exigió, al inicio, mantener un cierto control de la situación. Es por ello que todos/as pusimos el mando en stand by y aplazamos algunos proyectos (estudios, viajes, encuentros, celebraciones, negocios...) pensando que más adelante volveríamos a pulsar la tecla y recuperaríamos el control. Lo cierto es que esa pantalla del «pausa» ya pasó y ahora se trata de continuar con otras perspectivas, no de continuidad sino de cierta ruptura con lo anterior. Es eso lo que nos pesa psíquicamente: aceptar que hay ya algo perdido e irrecuperable como tal. Por eso, lo primero es hacernos cargo que esto no era un paréntesis y de aquí que la nostalgia, si alguien confiaba en ella, resulte estéril, al igual que la espera pasiva. Nadie vendrá a salvarnos, ni con su carisma ni con sus invenciones tecnológicas.

Parecen malas noticias, pero quizás no lo son tanto. Nos devuelven el control, la capacidad de hacer nuevos planes, ajustados a las posibilidades, pero más orientados a la resonancia (conectar con nuestro deseo) que a la aceleración (producir y rendir sin obstáculos).

El objeto de este libro, que continúa un anterior trabajo colectivo sobre esta transición, Del padre al iPad (Ubieto, 2019), se orienta en la tesis de Lacan de ir de la pasión (de ignorancia) al deseo (de saber). Para ello recoge múltiples datos, opiniones y testimonios de pacientes, amigos, familiares, colegas y periodistas con los que he tenido la suerte de compartir estas reflexiones a lo largo de los meses de pandemia. Son, como no podía ser de otra manera, ideas para un debate abierto y crítico, hipótesis que deberán verificarse en la búsqueda de algo que produzca un poco de sosiego y serenidad al sujeto contemporáneo, afectado por la prisa y por sus ficciones. Ofrecemos aquí un análisis parcial, desde nuestra perspectiva orientada por el psicoanálisis, que no ignora otras claves políticas y sociales de las que tenemos ya excelentes análisis realizados por autores expertos.

1. CIA. «Global Trends 2025: A Transformed World». Disponible en Internet.

2. Quammer, David. Spillover: Animal Infections and the Next Human Spillover. Norton & Company, Nueva York, 2012.

3. Diamond, Jared. Crisis. Debate, Madrid, 2019.

4. Davis, Mike (entrevista).«América first significa África en último lugar». Ctxt, 19/07/2020. Disponible en Internet.

5. Jarauta, Francisco. «La rebelión de la Naturaleza». El País, 7/6/2020. Disponible en Internet.

6. Nancy, Jean-Luc. «Du neoliberalisme au neoviralisme». Libération, 10/5/2020. Disponible en Internet.

7. Peco, Ramón. «Una inteligencia artificial detectó antes que nadie la epidemia del virus de Wuhan». La Vanguardia, 29/1/2020. Disponible en Internet.

Primera Parte.Un mundo en cuarentena

«A través de los psicofármacos, de las drogas y de la industria del entretenimiento, llevábamos muchos años viviendo al margen del miedo a la muerte. Habíamos aceptado como un derecho inalienable de nuestra condición de blancos europeos el derecho a la inmortalidad.»

Santiago Alba Rico, Contagio y Comunicación

«Haz lo que te parezca, pero no olvides lo que somos aquí, ciegos, simplemente ciegos, ciegos sin retórica ni conmiseraciones, el mundo caritativo y pintoresco de los cieguitos se ha acabado, ahora es el reino duro, cruel e implacable de los ciegos. Si pudieras ver tú lo que yo estoy obligada a ver, querrías ser ciego. “Lo creo, pero no es preciso, ciego ya estoy”… Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.»

José Saramago, Ensayo sobre la ceguera

En 1373, y tras duras pugnas bélicas, el Papa envió a unos delegados para entregar en mano al Vizconde Bernabò de Reggio y a su hermano Galeazzo, nobles de la Casa Visconti, sus excomuniones, que consistían en un pergamino enrollado en una cuerda de seda con un sello de plomo. Bernabò se enfureció de tal modo al recibirlo, que ordenó encarcelar a los delegados y se negó a liberarles hasta que se comiesen los documentos, con cordel y sello. Ese año Milán sufrió una terrible plaga y un año más tarde, en 1374, Venecia y también Génova cerraron la entrada de sus puertos a los barcos que venían de regiones azotadas por la peste. El famoso edicto contra la peste de Bernabò de Reggio puede ser considerado como el verdadero origen de la cuarentena. Fueron tan sólo 10 días y posteriormente se aplicó el trentino (30 días) en el puerto de Ragusa (la actual Dubrovnik) y casi una década más tarde, en Marsella, se fijaron los definitivos 40 días que dieron nombre a la quarantaine.

El número exacto de 40 respondía a criterios objetivos (era el período de días que duraba la enfermedad, a partir de los cuales se sanaba o se moría) pero, y no es un asunto banal en una sociedad teocrática, esa razón se revestía de un simbolismo religioso que daba fe de su «verdad»: los 40 días que duró el diluvio, la Cuaresma o la travesía del desierto del propio Cristo. En el pecado —desafiar al Papa— ya estaba la penitencia y una primera explicación de esa plaga que irrumpía, desde tierras lejanas, como un verdadero acontecimiento imprevisto y, por ello, muchas veces también traumático, en una Europa floreciente comercialmente.8 Los EPIs (Equipos de Protección Individual) de la época eran algo más básicos, grandes capas con capucha que cubrían el cuerpo y máscaras terminadas en grandes picos de pájaro, hechos en bronce y con especias o aromas en el pico para evitar aspirar los «malos humores».

Figura 1. Disfraz o protección del curioso origen del traje de los médicos durante la peste negra.

Fuente:grabado de Paul Fürst, 1657, Der Doctor Schnabel von Rom (creative commons)

Siete siglos más tarde, la COVID-19 se ha colado en nuestras vidas a nivel mundial, siendo la primera vez en la historia que una crisis nos ha hecho sentir la existencia de un sujeto global y planetario como nunca lo habíamos visto. Hemos conocido campañas, algunas virales, en las que decíamos «Todos somos...» pero ésta nos ha tocado a todos y todas, en cada cuerpo ha resonado el miedo y la incertidumbre. Un Uno mundializado, si bien luego hemos constatado cómo los efectos del virus iban más allá de nuestra condición biológica y las diferencias de clase, de continente y de edad se hacían notar.

A pesar de todas las advertencias sobre su irrupción9 —asociadas a nuestra natural pasión por la catástrofe—, este coronavirus lo ha hecho con su efecto disruptivo, ese carácter de fenómeno que se nos impone repentinamente, alterando de manera notable nuestra rutina, ese hacer lógico y cotidiano lleno de sentido porque todo parece encajar. Tan abrupto que apenas hemos tenido tiempo de subjetivarlo. COVID-19 es, para nosotros ciudadanos del siglo XXI, un nuevo nombre de lo real, eso que de entrada no tiene todo el sentido ya que no sabemos exactamente de qué se trata y aunque tratamos de compararlo con lo anterior (otros coronavirus de la virosfera),10 siempre queda un resto desconocido. Es lo que nos angustia y el resorte del pánico colectivo. De momento, es un significante que campa solo —COVID-19 o coronavirus— al que le falta la segunda parte: el relato completo que lo explicaría, lo localizaría y de esta manera lo pondría «bajo control». Ese relato aún, un año más tarde, lo estamos construyendo, no sin dificultades, ya que en medio de la crisis la narrativa está trufada de fake news, datos parciales, alertas a veces justas, otras desproporcionadas.11 Cuando el relato avance y sepamos quién es de verdad, cómo actúa y cómo lo podemos prevenir, el pánico caerá… hasta el próximo virus desconocido que nos confrontará de nuevo a la fragilidad ante la muerte.

Las consecuencias son, todavía, algo imprevisibles pero algunas ya las podemos avanzar: nuestro mundo está cada vez más en cuarentena, muchos se han puesto de manera voluntaria por prescripción médica y/o por prevención o pánico, o incluso por modus vivendi, al descubrir cierto confort en ello.12 Sartre hizo famosa su frase «El infierno son los otros», asunto al que Freud ya se había referido anteriormente, al señalar que el peor de los tres resortes del malestar en la civilización era el vínculo social, la relación con los otros. Más grave, decía, que las catástrofes naturales o la natural degradación (envejecimiento) del cuerpo. No es de extrañar, pues, que el confinamiento haya sido una medida terapéutica de gran alivio para todos aquéllos que ya antes percibían su entorno como hostil. Luego nos referiremos a ello con más detalle.

El clero, durante las pestes medievales, tenía obligación de examinar a los enfermos y dar cuenta de ellos a las autoridades bajo la amenaza de pena de muerte y confiscación de bienes. Cualquiera que infringiera la prohibición de salir de casa era condenado a muerte. Hoy no ha sido necesario, ya que podemos acceder a la realidad exterior desde nuestro sillón de casa y algunas empresas lo han notado en la subida de su cotización: Zoom, Netflix, Facebook, Amazon o Slack. Todas ellas permiten el teletrabajo o el ocio doméstico. Otras, más dependientes de suministros o mano de obra directa y presencial (salvo las ligadas a la alimentación), se han visto en apuros o directamente obligadas a cerrar. El capitalismo, como siempre, encuentra el beneficio de toda crisis.

Este acceso fácil a la otra realidad, la digital, explica por qué, hace ya un tiempo, todos estamos un poco en cuarentena, resguardados en las series y las redes sociales, alejados del contacto con el otro. Es la fobia social de la que Freud hablaba hace ya un siglo, hoy rebautizada como Hafefobia.13 Ni siquiera una necesidad tan básica como el comer requiere que abandonemos el fortín casero, para ello están los riders y sus plataformas en auge.

Una nueva brecha digital parece dibujarse entre aquéllos que pueden resistir al virus, aislados en sus casas, y los que no tienen otra opción que hacerle frente cuerpo a cuerpo. La paradoja es que muchos de esos mismos que pueden protegerse más fácilmente del enemigo hostil sustrayendo el cuerpo, a través de sus avatares digitales, son los que luego —pasado el tiempo de excepción— podrán pagar los cuidados presenciales (maestros/as que les hablen, médicos que los exploren, personas que les cuiden). Para los otros, quedarán los cuidados virtuales (aprendizaje remoto, teleasistencia, diagnósticos por máquinas) más baratos y universalizables. Pronto, el contacto cuerpo a cuerpo, cara a cara, en condiciones saludables, será un lujo al que muchos no podrán acceder. Sobre este futuro pos-COVID hablaremos ampliamente en la segunda parte.

La COVID-19 —y cómo decía un chiste que se hizo viral al inicio de la pandemia vendrá el 20 (y otros)— ha venido a recordarnos nuestra fragilidad, ahora que empezábamos a creernos dueños absolutos de nuestro propio destino, creyentes del poder sin límites de la tecnología.

¿Qué nos queda en común? Básicamente, que somos seres hablantes, parasitados desde el inicio por el lenguaje (somos hablados y deseados mucho antes de nacer y eso deja su huella) y habitamos un cuerpo que se hace eco de esas huellas del decir. Lo que se dice de nosotros, siendo bebés y al margen de nuestra comprensión, se va escribiendo en la superficie corporal. Con eso, gozamos de la vida y construimos nuestras ficciones, nos inventamos historias y novelas de la familia y de nosotros mismos. No importa su exactitud, lo que cuenta es su efectividad para guiarnos en la vida, en nuestras relaciones y en nuestra manera de domesticar ese cuerpo, que no siempre se muestra dócil y complaciente y que, además, ahora, puede infectarse.

Más allá de nuestras creencias políticas, religiosas, culturales y más allá de todos los avances, imparables, en el terreno científico y tecnológico, lo cierto es que todavía habitamos un cuerpo, al que adoramos —lo que no excluye someterlo a cualquier acto de abuso o maltrato— porque nos da una consistencia imaginaria, pero un cuerpo que se ve afectado por todos estos acontecimientos imprevistos. Es un hecho que no existen vivencias colectivas homogéneas como respuesta a una crisis, como la actual de la COVID-19. No hay el «Todos lo vivimos igual». Cada uno/a responde a esa nueva realidad a su manera, con su estilo singular y en consonancia con su estar en el mundo y manejarse con su vida, pero hay hechos colectivos que, por el desamparo en que nos sumen, producen efectos y afectos para cada cual. El primero, al que nos referiremos es el miedo, un virus más peligroso y contagioso que cualquiera de los biológicos.

8. Ruiz-Domènec, José Enrique. El día después de las grandes pandemias. Taurus, Madrid, 2020.

9. Ramonet, Ignacio. «La pandemia y el sistema-mundo». Le Monde diplomatique, 25/4/2020. Disponible en Internet.

10. Se calcula que el número potencial de nuevos coronavirus podría ascender a unos 7.000 y que existen al menos 26 animales distintos que pueden estar en contacto regular con los humanos y que son susceptibles a la infección por SARS-CoV-2. Rivas, Raúl. «Coronavirus, ¿nuevas amenazas o viejos enemigos?». The Conversation, 1/11/2020. Disponible en Internet.

11. Sánchez Duarte, José Manuel y Magallón Rosa, Raúl. «Aprendizajes de pandemia: desinformación y COVID-19». Telos, 27/9/2020. Disponible en Internet.

12. Twenge, Jean M. «Teens Did Surprisingly Well in Quarantine». The Atlantic, 13/10/2020. Disponible en Internet.

13. Ubieto, José R. «La hafefobia y el dilema de tocarnos o no tocarnos». The Conversation, 27/12/2020. Disponible en Internet.