Emociones, política y comunicación en Ecuador - José Manuel Rivera Otero - E-Book

Emociones, política y comunicación en Ecuador E-Book

José Manuel Rivera Otero

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Beschreibung

La obra Emociones, Política y Comunicación en Ecuador es una novedad en el mercado editorial, ya que por primera vez se aborda la realidad política ecuatoriana desde una perspectiva emocional. Para este cometido, el Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela y Estrategas Consultores han realizado en marzo de 2021 una encuesta en el marco de las elecciones presidenciales de ese mismo año. El libro cuenta con catorce capítulos estructurados en cuatro grandes bloques (Las emociones desde la política ecuatoriana; Emociones, liderazgo y comportamiento político; Temas y emociones; Comunicación, campaña y elecciones), con un total de 31 autores procedentes de más de una docena de universidades.

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EMOCIONES, POLÍTICA Y COMUNICACIÓN EN ECUADOR: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN

EL POPULISMO Y LAS EMOCIONES EN EL ECUADOR

ARENAS ELECTORALES EN ECUADOR: EL CASO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DEL PERIODO 2002-2021

COMPONENTES EMOCIONALES DEL VOTO

RAZONES EMOCIONALES DEL VOTO BLANCO Y NULO

LÍDERES POLÍTICOS EN ECUADOR: ATRIBUTOS Y EMOCIONES

EMOCIONES E IDEOLOGÍA EN LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE ECUADOR

GÉNERO Y EMOCIONES

“VOTA BIEN”: INMIGRACIÓN, EMOCIONES NEGATIVAS Y POLÍTICA EN ECUADOR

CORRUPCIÓN Y TRANSPARENCIA EN ECUADOR: DEL DESAFECTO A LA EMOCIÓN

COVID-19 Y EMOCIONES EN ECUADOR: UNA DIALÉCTICA DEL MENOSPRECIO

CAMPAÑAS Y EMOCIONES

MEDIOS DE COMUNICACIÓN DURANTE LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL 2021 EN ECUADOR

EMOCIONES, ENGAGEMENT Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA EN LAS REDES SOCIALES

EMOCIONES, POLÍTICA Y COMUNICACIÓN EN ECUADOR: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN

José Manuel Rivera OteroUniversidade de Santiago de Compostela, EspañaNieves Lagares DíezUniversidade de Santiago de Compostela, EspañaPablo OñateUniversidad de Valencia, EspañaPaulo Carlos López-LópezUniversidade de Santiago de Compostela, España

Ya desde los años 90, el estudio de las emociones ha ido ganando espacio dentro de la Ciencia Política y en el conjunto de las Ciencias Sociales, con la aparición de las primeras investigaciones que incorporaban la teoría de la inteligencia emocional o hallazgos de la neurociencia o de la psicología política al estudio del comportamiento humano. En el fondo, se trata de abordar la dicotomía razón/emoción desde una visión que abandone el hiperracionalismo dominante, con un insuficiente potencial de explicación en las sociedades contemporáneas. Y es que, más allá de factores económicos, demográficos o sociales, las emociones acompañan nuestra toma de decisiones e inciden en todas las esferas asociadas al comportamiento político: en la identificación partidaria, el liderazgo o la decisión de voto, entre otros. El llamado giro afectivo en la investigación engloba todos estos aspectos con la intención de entender el interés de las emociones en la vida pública, al igual que edificar un sólido conocimiento que profundiza, también, en la emocionalidad que reside en ella, ya que las emociones no solamente son individuales, sino que fluyen en la sociedad y se construyen y articulan colectivamente. En línea con esto último, la dimensión social de las emociones, los medios de comunicación y también las redes sociales, proponen una forma de construirlas y hacerlas circular en la que influyen varios aspectos, como puede ser la sociología de la información, la ideología del medio o la inteligencia artificial en los algoritmos. El consumo de uno u otro medio de comunicación afecta de forma directa a las actitudes de la ciudadanía, a la interpretación de la democracia y sus afectos, expresando no solamente un marco cognitivo, sino también emocional.

En el caso de Ecuador, la investigación de las emociones en el ámbito político es en sí una novedad. Este libro aborda la realidad política ecuatoriana desde una perspectiva emocional, introduciendo aspectos como el populismo, el liderazgo en un contexto presidencialista, el comportamiento político, la comunicación o el desarrollo de las campañas. Para este cometido, el Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela ha realizado en marzo de 2021 una encuesta en el marco de las elecciones presidenciales de ese mismo año, que finalmente ganaría en segunda vuelta el conservador Guillermo Lasso. El estudio ha tenido una muestra de 1000 encuestados mayores de 16 años, bajo el supuesto más desfavorable de p=q (50%) con un nivel de confianza del 95,5% y con un error asociado de ± 3,16%. Los resultados se han puesto a disposición de los investigadores e investigadoras firmantes de esta obra para poder completar de la mejor forma su aportación, sin menoscabo de la utilización de otras técnicas complementarias o de revisión que los autores entiendan como relevantes. Por todo ello, la presente obra cuenta con trece capítulos más esta introducción estructurados en cuatro grandes bloques (Las emociones desde la política ecuatoriana; Emociones, liderazgo y comportamiento político; Temas y emociones; Comunicación, campaña y elecciones), con un total de 31 autores procedentes de más de una docena de universidades.

En el primer bloque (Las emociones desde la política ecuatoriana) el prestigioso académico Carlos de la Torre analiza las relaciones entre populismo y emociones en el Ecuador a través del análisis de los tres liderazgos más significativos del populismo ecuatoriano: José María Velasco Ibarra, Abdalá Bucaram y Rafael Correa. El objetivo es observar cómo estos líderes politizaron y movilizaron emociones como la indignación ante las exclusiones, la envidia y las promesas de redención presentándose como los mesías que redimirán a su pueblo sufriente. De igual forma, Ángel Cazorla Martín, Juan Montabes Pereira y Mateo Javier Tristán en sus arenas electorales, describen la articulación del sistema electoral y político, en dónde el comportamiento de la ciudadanía se articula cada vez más a través de elementos emocionales, con una identificación partidista débil, resaltando la desafección y la propensión a que se desarrollen regímenes populistas o caudillistas.

El segundo apartado, bajo el título Emociones, liderazgo y comportamiento político, consta de cuatro capítulos que narran, entre otras cuestiones, las razones del voto. Nieves Lagares Diez, Diego Mo-Groba y Serafín González Quinzán explican cuáles han sido los componentes determinantes en la configuración del voto de la ciudadanía ecuatoriana, en dónde elementos como el correísmo, la crisis económica o la compleja situación sanitaria general causada por la COVID19 salen a la luz. Por su parte, José Manuel Rivera Otero, Paloma Castro Martínez y Alfonso López Rodríguez abordan un aspecto novedoso como es el voto blanco y nulo, modalidades que han sido habitualmente acuñadas como forma de protesta generada por el descontento o desafección ciudadana. Así, se recogen ambos conceptos observándose su estrecha relación con componentes de carácter afectivo. Igualmente, María Pereira López y Edison Hurtado han analizado el liderazgo de los cuatro principales candidatos que concurrieron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en Ecuador el 7 de febrero de 2021: Guillermo Lasso, Andrés Arauz, Yaku Pérez y Xavier Hervas. Para dicho análisis se han trabajado tanto con variables clásicas, así como con variables más novedosas como las emociones que suscitan los líderes políticos entre los votantes (propios y ajenos). Por último, Palmira Chavero e Isabel Ramos exploran las emociones y la ideología, en un capítulo en el que se muestra un aumento del peso emocional en el comportamiento electoral en el colectivo más joven, pero también el fuerte protagonismo de otros factores como los medios de comunicación tradicionales.

El tercer bloque, Temas y emociones, consta de cuatro capítulos que narran aspectos concretos en los que las afectos y desafectos juegan un papel fundamental: género, inmigración, corrupción y COVID19. En el primero de ellos, Mónica Ferrín aborda el estudio empírico de las diferencias de género en las emociones en el contexto electoral ecuatoriano. Por un lado, se observa si existen diferencias de género en las emociones provocadas por los cuatro líderes políticos más importantes; por otro lado, se analiza si las emociones asociadas a la política en general difieren para hombres y para mujeres. El capítulo de Jacques Ramírez y Andrea Mila plantea la tesis que, con la llegada de venezolanos, no solo se incrementaron las actitudes antinmigrantes por parte de la ciudadanía, sino que se dio paso a la estigmatización por parte de los actores políticos, llegando a constituirse una xenofobia social y gubernamental. Metodológicamente se hace un análisis etnográfico de eventos emblemáticos ocurridos en el país en los últimos años, en los que se evidencia un rebrote de xenofobia. Por otra parte, Paulo Carlos López-López, Ángel Torres y Andreu Casero-Ripollés describen la percepción de la corrupción en Ecuador, tanto desde el punto de vista de la agenda de problemas (agenda pública), como desde la perspectiva individual (agenda personal); además, determinan la existencia de relaciones entre el grado de corrupción de la clase política ecuatoriana y las emociones hacia los líderes políticos. Finalmente, Werner Vásques, Alessandro Rezende y Marco López Paredes reflexionan las distintas dimensiones y consecuencias que supuso la situación sanitaria derivada de la pandemia de la COVID19 dentro del contexto ecuatoriano. La comprensión de las dimensiones morales y emocionales del coronavirus produce impactos en la ciudadanía que arrojan diferentes lecturas de elementos como la economía y la crisis general que atraviesa el país.

La última sección del libro titulada Comunicación, campaña y elecciones cuanta con tres aportaciones alrededor de aspectos centrales de la comunicación política. Pablo Oñate, Gisel García Hípola y José Manuel Trujillo prestan atención a uno de los elementos que se han confirmado habitualmente como de gran impacto sobre la decisión de voto de la ciudadanía: las campañas electorales y sus efectos. Así, explican que las campañas electorales suponen un proceso comunicativo destinado a persuadir al electorado con la finalidad de obtener un comportamiento específico por parte de este; como hallazgos, el interés en el seguimiento de la campaña electoral se incrementa ante la presencia de una mayor intensidad de emociones positivas. En esta línea, Roberto Sánchez y Narcisa Medranda analizan los medios de comunicación durante la elección presidencial del año 2021 en Ecuador, con resultados que indican la baja credibilidad del sistema mediático ecuatoriano, aunque los seguidores de Guillermo Lasso fueron los que se sintieron más cómodos con la información brindada por los principales canales de televisión y medios impresos. Por último, Erika Jaráiz, Berta García Orosa y Jorge Cruz, exploran la relación entre emociones, engagement y participación política en las redes sociales a través del estudio de los datos relativos a los mensajes emitidos en Twitter y Facebook por los principales líderes de Ecuador. La finalidad es la de mostrar la importancia del factor emocional en la comunicación política online.

Por lo expresado aquí, creemos que la obra Emociones, política y comunicación es un buen punto de partida para la investigación de los afectos y desafectos en el marco latinoamericano, así como una aportación relevante para los estudios de Ciencia Política en la región. Agradecemos a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y a su Centro de Publicaciones la colabo­ración, así como a los responsables de la Biblioteca de Comuni­cación, a la empresa "Estrategas Consultores", a todos los autores y autoras y al conjunto de miembros del Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela.

EL POPULISMO Y LAS EMOCIONES EN EL ECUADOR

Carlos de la TorreUniversity of Florida, USA

RESUMEN:

Este capítulo analiza las relaciones entre populismo y emociones en el Ecuador. Se analizarán los tres liderazgos más significativos del populismo ecuatoriano: José María Velasco Ibarra, Abdalá Bucaram y Rafael Correa. El objetivo es analizar cómo estos líderes politizaron y movilizaron emociones como la indignación ante las exclusiones, la envidia y las promesas de redención presentándose como los mesías que redimirán a su pueblo sufriente. A la vez que incluyeron a quienes aceptaron su liderazgo, no dudaron en transformar a los rivales en enemigos y en abusar autoritariamente las instituciones democráticas.

Palabras clave: Ecuador, Populismo, Emociones, Liderazgo, Elecciones Presidenciales

ABSTRACT:

This chapter studies the relationship between populism and emotions in Ecuador. It studies the three most important Ecuadorean populist leaders, José María Velasco Ibarra, Abdalá Bucaram, and Rafael Correa. The goal is to analyze how these leaders politicized and mobilized emotions such as rage to exclusions, envy, and the promises of redemption presenting themselves as Messiahs that would redeem the suffering people. While including those who accepted their leadership, they did not hesitate to transform political rivals into enemies, and abused democratic institutions.

Keywords: Ecuador, Populism, Emotions, Leadership, Presidential Elections.

RESUMO:

Este capítulo analisa as relações entre populismo e emoções no Equador. Serão analisados os três líderes mais significativos do populismo equatoriano: José María Velasco Ibarra, Abdalá Bucaram e Rafael Correa. O objetivo é analisar como esses líderes politizaram e mobilizaram emoções como indignação pela exclusão, inveja e promessas de redenção, apresentando-se como os messias que redimirão seu povo sofredor. Apesar de incluir aqueles que aceitaram sua liderança, eles não hesitaram em transformar rivais em inimigos e abusar autoritariamente das instituições democráticas.

Palavras-chave: Equador, Populismo, Emoções, Liderança, Eleições Presidenciais.

1. INTRODUCCIÓN

El populismo politiza emociones y pasiones. Los líderes dicen amar al pueblo y odiar a la oligarquía. Halagan al pueblo y humillan a sus enemigos. Los estudiosos del populismo han tenido que tomar en cuenta las emociones. Una primera generación de autores influenciados por las teorías de la modernización y de la sociedad de masas consideró al populismo como una respuesta emocional y por lo tanto irracional. Contrastaron la acción racional que se da en tiempos normales con la anomia producto de cambios estructurales bruscos asociados a los procesos de modernización. Una segunda generación rechazó la visión de los seguidores como irracionales, las aproximaciones weberianas al carisma y el estudio de las emociones. Consideraron que el populismo se basó en la acción racional de los seguidores que intercambiaron votos por servicios apoyando a los candidatos que tenían mayores opciones de ganar. Una tercera generación aceptó las críticas que los seguidores no fueron masas irracionales y buscó explicar y comprender al populismo como movimientos y gobiernos que politizan y movilizan las emociones.

Desde que Laclau (2005) publicó La Razón Populista se ha dado un interés teórico sobre la importancia de las emociones y pasiones en la política populista (Mouffe 2018 y Cossarini y Villaspín 2019). Esto autores han rechazado la visión cartesiana que contrapone lo emocional a lo racional y la mente con el cuerpo. La nostalgia, la rabia, el miedo, el resentimiento son pasiones que se movilizan en la política y que generan identidades colectivas. Este capítulo revisa cómo la bibliografía estudió la relación entre populismo y emociones en Ecuador. Se analizan los tres líderes más representativos del populismo ecuatoriano. José María Velasco Ibarra fue presidente en cinco ocasiones (1934-35, 1944-1947, 1952-56, 1960-61, 1968-72) y sólo terminó un periodo pues fue destituido por golpes de estado. Inauguró la política populista movilizando al pueblo en contra de la oligarquía y cuando se enfrentó a enemigos los reprimió y dio autogolpes en 1935, 1946 y 1970. Los debates sobre el velasquismo, que dominó la política por cuarenta años, fueron fundamentales en el desarrollo de las ciencias sociales ecuatorianas. El populismo regresó junto al último retorno de la democracia. Abdalá Bucaram llegó al poder en agosto de 1996 y fue derrocado en febrero de 1997 por una simple de mayoría de votos en el congreso. Su destitución marcó el inicio de un periodo de inestabilidad política (1996-2006) en la que ningún presidente pudo terminar su periodo pues fueron destituidos por el congreso que nombró a sucesores civiles. Rafael Correa (2007-2017) puso fin a la inestabilidad política. Se mantuvo en el poder por diez años utilizando estrategias tecno-populistas de legitimización y gobernó durante un boom petrolero que le permitió expandir el tamaño y la presencia del estado. Sus partidarios le reconocen haber dejado atrás el neoliberalismo. Sus críticos aseguran que remplazó una democracia en crisis por un régimen competitivo autoritario.

2. ANOMIA E IRRACIONALIDAD

En un ensayo publicado en 1962 el historiador Alfredo Pareja Diezcanseco (1989, 92) anotó que Velasco Ibarra fue “como la masa en muchedumbre, inestable”. Señala que su demagogia se asienta en “el resentimiento de la muchedumbre pauperizada” (Ibíd.., 81). A diferencia de lo que debería ser un buen político y conductor racional del pueblo, “Velasco sigue a la masa. No es conductor es conducido” (Ibíd., 93).

Osvaldo Hurtado utilizó las teorías de la modernización y de la sociedad de masas. Combinando la teoría de carisma de Weber y de la anomia de Durkheim, Talcott Parsons interpretó el populismo como una reacción irracional a las dislocaciones producidas por la modernización. “Una generalización bien establecida en las ciencias sociales es que ni los individuos ni las sociedades pueden pasar por momentos de cambios estructurales profundos sin que se produzcan comportamientos irracionales” (Parsons 1955, 127). Estas conductas van desde la ansiedad y agresión hacia lo que se consideró como el causante de los males, hasta el deseo de restablecer una fantasía donde todo vuelva a estar como antes de los cambios profundos. En los años cincuenta Gino Germani (1971) conceptualizó al nacional-populismo como una etapa en el proceso de transición de una sociedad tradicional, agraria y autocrática a una sociedad moderna, urbana, industrial y democrática. Argumentó que procesos de modernización rápidos y abruptos como la urbanización y la industrialización produjeron masas en estado de anomia. Sectores rurales que migraron a las ciudades no tuvieron experiencias sindicales ni la cultura política urbana, más bien trasladaron valores y costumbres rurales a sus nuevos contextos.

Utilizando estas teorías sociológicas Hurtado (1989, 180) anotó,

Siendo la cultura del subproletariado visual y oral es la oratoria la que permite llegar a su corazón y no la razón y el pensamiento escrito. Es natural entonces que el demagogo, antes que por el contenido de sus discursos se interese por su expresión formal –belleza retórica, gesticulaciones, imprecaciones, timbres de voz, etc., ya que lo que interesa es mover los sentimientos y las pasiones.

Las interpretaciones sobre el populismo de las teorías de la modernización tienen una serie de errores empíricos y teóricos. Estos autores ven al populismo como un fenómeno pasajero, transitorio y excepcional ligado a la crisis que provoca la transición a la modernidad. Resuelta la crisis se regresará a la política “normal”, esto es a la política no populista. El populismo es visto como una fase que eventualmente desaparecerá. Sin embargo, el populismo se negó a desaparecer con la modernización y la democratización de la sociedad y en lugar se ser una fase pasajera ha sido una presencia constante en la historia de América Latina. Los críticos de la teoría de la modernización han cuestionado los modelos binarios que dividieron a la política y a la acción colectiva entre lo normal y lo patológico. En estas construcciones el observador prescribe normativamente lo que considera normal y relega lo supuestamente patológico a la condena moral o lo explica como una desviación de un patrón de desarrollo arbitrariamente construido como universal.

Los autores que estudiaron al populismo como una etapa de la modernización de la sociedad dividieron artificialmente la política entre racional y emotiva. Asociaron a los seguidores populistas con las emociones y la sin razón para satanizarlos. Condenar el populismo como una respuesta irracional de los más pobres, menos informado y más incultos no ayuda a comprenderlo. Cómo se ilustrará a continuación la noción de clientelismo político basado en modelos de racionalidad estratégica explican mejor las razones instrumentales por la que los seguidores dieron su voto a cambio de recursos.

Las teorías de la modernización asumen incorrectamente que el populismo es una reacción a cambios estructurales bruscos y profundos como la crisis de las sociedades agrarias, la industrialización y la urbanización. Sin embargo, el populismo y la política en general no se explican como un simple reflejo de fuerzas estructurales, lo que no significa que la política tenga una autonomía absoluta de los procesos económicos y sociales. La política sea populista o no se basa tanto en pasiones como en argumentos racionales, apela a las emociones y usa acciones estratégicas.

3. RACIONALIDAD ESTRATÉGICA

Rafael Quintero anotó que el populismo ecuatoriano es un mito creado por los sociólogos e historiadores que usaron categorías “seudocientíficas” como el carisma. Cuestionó, además la validez teórica del concepto de populismo. Anotó que la base social del velasquismo no fueron los migrantes recientes y el subproletariado pues estaban excluidos del voto y sólo el 3% de la población votó en su primera elección en 1933. Señala que Velasco Ibarra fue el candidato de los terratenientes serranos y que obtuvo el apoyo de la pequeña burguesía rural. Para entender los diferentes triunfos de Velasco Ibarra argumenta que es más fructífero el concepto de empate o equilibrio catastrófico de Gramsci, entendido como los momentos excepcionales en que la burguesía no puede ejercer su hegemonía y en las que el proletariado no tiene la capacidad de remplazarlos (Quintero 1989, 259).

Profundizando la crítica de Quintero, Amparo Menéndez Carrión usó la categoría de clientelismo político entendido como una respuesta pragmática y racional antes que emocional y destaca la importancia de las organizaciones políticas en la conquista del voto (Menéndez-Carrión, 1989). Los partidos populistas se organizan a través de redes informales que distribuyen información, recursos y trabajos. En condiciones de pobreza estas redes dan accesos a recursos vitales para la sobrevivencia. Los partidos populistas ecuatorianos, desde la creación de Concentración de Fuerzas Populares en Guayaquil a finales de los años 40, han construido redes clientelares (Menéndez-Carrión 1989). Estas redes se usaron para reclutar el voto para elecciones municipales en Guayaquil y elecciones nacionales que llevaron a Velasco Ibarra al poder.

Pese a que visiones de la política basada en nociones de racionalidad instrumental y estratégica corrigen las ideas de las masas desorganizadas e irracionales, no explican cómo la gente común entiende la política y por qué apoyan a líderes populistas. Las estructuras organizativas populistas hacen más que intercambiar votos por bienes o por servicios. Otorgan un sentido de pertenencia al movimiento, una identidad y una cosmovisión de la política basada en la confrontación entre dos campos antagónicos: el pueblo y la oligarquía. Los convocados y partícipes en los movimientos populistas no son grupos que automáticamente responden con su voto cuando les dan recursos. Nada asegura que los pobres voten por quién ofrece recursos a cambio de su voto. Si bien pueden sentirse en la obligación de pagar un favor, pueden tomar los regalos y apoyar a otro político.

La organización de los pobres en redes no es un patrimonio exclusivo de los partidos populistas ecuatorianos. Partidos no populistas como la Izquierda Democrática de orientación social demócrata o la Democracia Popular de ideología democratacristiana se relacionaron con los sectores más pobres de la población con redes clientelares (Burgwal 1995). El clientelismo es una característica común en la forma en la que los partidos políticos trabajan con los sectores populares en América Latina. Estas redes distribuyen recursos, información, y trabajos. Los sectores populares, a su vez, se organizan en redes para negociar con políticos el acceso a recursos y se presentan como el pueblo virtuoso y sufrido que necesita de la atención de los políticos. ¿Si todos los partidos políticos usan redes clientelares cuál es la especificidad de las redes de los partidos populistas? Lo que les hace diferentes es que junto a la organización clientelar han movilizado al pueblo en contra de la oligarquía polarizando la sociedad en dos campos antagónicos.

4. POPULISMO Y EMOCIONES

Agustín Cueva fue pionero en el estudio de las emociones populistas. Analizó los actos de masas de Velasco como ceremonias políticas-religiosas.

Magro y ascético, el caudillo elevaba sus brazos, como queriendo alcanzar igual altura que la de las campanas que lo recibían. Y en el momento culminante de la ceremonia, ya en el éxtasis, su rostro también y sus ojos, su voz misma, apuntaban al cielo. Su tensión corporal tenía algo de crucifixión y todo el rito evocaba una pasión, en la que tanto las palabras como la mise en scene destacaban un sentido dramático, si es que no trágico de la existencia. Comprendimos, entonces, que esas concentraciones populares eran verdaderas ceremonias mágico-religiosas y que el velasquismo, hasta cierto punto, era un fenómeno ideológico que desbordaba el campo estrictamente político (Cueva 1988, 152. Énfasis en el original).

En mi tesis doctoral que fue publicada como La Seducción Velasquista (1993) utilicé la noción de carisma en el sentido weberiano como relación social. Estudié cómo diferentes fuerzas sociales y políticas construyeron la figura de Velasco Ibarra como la encarnación de la redención, y cómo el líder articuló las demandas de sus seguidores creando un nuevo estilo político basado en la política de masas. Para explicar la eficacia del liderazgo de Velasco estudié tres características de su estilo discursivo: la dramatización de sus llegadas del exilio; su estilo electoral; y, sus estrategias discursivas.

Velasco Ibarra dramatizó sus llegadas del exilio como las del Redentor que regresa para salvar al país. Sus retornos se convirtieron en festejos populares. Seguidores adornaron las ciudades con banderas, flores y pancartas. Grandes muchedumbres, curiosos y partidarios, fueron a recibirlo en aeropuertos, estaciones de ferrocarril o en los límites de las ciudades y los pueblos. Estas multitudes, que empezó a atraer desde su primera campaña electoral y gira como presidente electo a mediados de los treinta, le aclamaron en muchos lugares donde ningún político había puesto el pie. Velasco, por su parte, cultivó la imagen del Gran Ausente. No permaneció en el país luego de haber sido derrocado o terminado una de sus presidencias. Sus partidarios mantuvieron viva su memoria, atribuyendo las fallas del político desterrado a sus malos asesores o a gente que se aprovechó de su bondad y sinceridad.

Las dramatizaciones de los regresos de Velasco evocaron sentimientos religiosos. Él, como Cristo, ha sido injuriado, perseguido, incomprendido. Al sufrir en sus exilios la pobreza y la separación de sus familiares y amigos, comprende aún más las angustias del pueblo. Él, como el hombre común, sufre y es pobre. Pero es, a la vez, diferente. En sus exilios ha dado cátedra en universidades, publicado libros y estudiado para comprender las raíces de las frustraciones populares. El político honesto, pobre y exiliado regresa como el Mesías. Dejando de lado sus comodidades personales, rescatará al pueblo de su infortunio, sacrificando su vida, de ser necesario, por tan noble ideal.

Velasco poseía un estilo electoral único. Viajó por casi todo el país por tierra, dando discursos en el mayor número de lugares posible. Este nuevo estilo generó entre sus partidarios la sensación de que los espacios públicos les pertenecían e hicieron uso de ellos organizando fiestas para recibirlo, manifestándose en contra de sus oponentes e insurrecciones cuando advirtieron que las elecciones fueron una farsa. Esta ocupación de los espacios públicos fue, en sí, un acto de auto-reconocimiento y afirmación de los derechos de sectores excluidos de los aparatos de decisión política por un electorado restringido y por la falta de honestidad electoral.

La estrategia discursiva a la que más recurrió Velasco fue a la presentación de la política como la lucha entre dos campos antagónicos: el pueblo contra la oligarquía. La habilidad de Velasco de personalizar los problemas políticos constituyó otra de sus estrategias discursivas. Se presentó como la única esperanza para salvar al país de sus miserias. En lugar de desarrollar un programa concreto de gobierno pidió a su audiencia creer en él, asegurándole que la fe en el líder será suficiente para alcanzar las promesas de redención. Por ejemplo, en su discurso en Guayaquil del 4 de junio de 1944 sostuvo “creed señores, creed en mí. Yo no pertenezco a la escuela de los hombres que hacen de la política un concepto de habilidad. Para mí la política es un capítulo de la moral” (de la Torre 1993, 193). Al considerarse como la encarnación del bien nacional se colocó por encima de los partidos, ideologías políticas y programas de gobierno.

Velasco transformó a la política en redención moral. Si la lucha entre Velasco y sus enemigos es ética, los términos de referencia de quien encarna al mal cambiarán según las circunstancias políticas y los caprichos del líder. La transmutación de la política en ética también explica la actitud ambivalente de Velasco ante las instituciones democráticas. Según escribió en varios libros, el líder está más allá de las malas Constituciones, los políticos corruptos y los ciudadanos ignorantes o engañados cuyas opiniones deben ser silenciadas. En nombre del pueblo que él encarnaba dio golpes de estado y organizó asonadas cuando dijo le habían robado las elecciones.

Cuando estaba trabajando en mi tesis doctoral a finales de los ochenta y principios de los noventa surgió la figura de Abdalá Bucaram quien luego de tres intentos llegó a la presidencia en 1996 y duró en el poder seis meses. En mi trabajo sobre Velasco usé periódicos, publicaciones de la época, y hojas volantes. Mi trabajo sobre Bucaram se asentó en trabajos etnográficos asistiendo y participando en sus concentraciones de masas en varios lugares del país (de la Torre 1996). Presencié sus llegadas dramáticas del exilio en helicóptero y participé en caravanas motorizadas con sus partidarios. En las concentraciones de Bucaram constaté organización. Muchos caciques llevaron a sus clientelas a las plazas, también asistieron sectores organizados como sindicatos, asociaciones de profesionales, diferentes organizaciones de mujeres, militantes de partidos políticos, grupos campesinos y barriales, en pocas palabras se comprobó la presencia de la sociedad organizada. En las concentraciones había una fuerte dosis de escepticismo. Abdalá Bucaram no fue visto como el Mesías y el Redentor que decía ser. Se lo veía como el mal menor.

Sus actos de masas fueron espectáculos halagadores. Se buscó entretener, divertir y, sobre todo, hacer sentir bien a los concurrentes. En 1996 Bucaram recorrió el país con el grupo de música pop Los Iracundos. Combinó su espectáculo del “loco” que canta y baila, con la emoción del concierto en que se corean tonadas conocidas. Al igual que otros oradores populistas, personalizó la lucha política. No importaron las ideologías o las propuestas concretas, lo decisivo son las figuras como personificación de diferentes clases sociales, de estilos de vida y formas de ser. Bucaram se presentó a sí mismo como una persona de origen humilde y popular, que es igual al pueblo. Usa su mismo lenguaje, viste como el pueblo con guayaberas y vaqueros, juega al fútbol, tiene el mismo gusto popular para decorar su cuerpo con cadenas y anillos de oro, y, sobre todo, disfruta de la comida popular comiendo con cuchara y no con tenedor y cuchillo. Pese a su pasado plebeyo Bucaram logró superarse, estudiar y convertirse en un abogado, en un político y en un próspero empresario.

Recurrió al estilo de los evangelistas y de los grupos protestantes que, con música, cantos y con la participación del público alaban al Señor. Su figura también se pareció a la de los líderes carismáticos pentecostales que entran en trance y tienen visiones adorando a Dios. Por esto al concluir sus actos de masas, Abdalá saltaba de la tarima y caminaba entre el público que trataba de acariciar al líder, quien al igual que Cristo y los Santos, tocaba al pueblo para curarlo y redimirlo.

Como otros líderes populistas, invirtió los símbolos que las élites utilizan para descalificar a los sectores populares. El expresidente de derecha León Febres Cordero calificó a los que votaron por Bucaram de pillos y prostitutas. Bucaram transformó el significado de estos insultos. “Sí, es verdad que en el Ecuador hay una marihuanera, hay una ratera, una prostituta; pero esa prostituta, ratera, marihuanera son las oligarquías nacionales”. Bucaram siempre habló del amor: ama al pueblo, ama a los pobres, ama al Ecuador. Los únicos a quienes no ama son los oligarcas, que son excluidos del verdadero Ecuador personificado en su persona. El maniqueísmo de su discurso evidencia su autoritarismo. Ya que para Bucaram la oligarquía es “un estado del alma”, este ser inmoral pudo ser todo quien se opuso a sus designios de ser la única vos del pueblo verdadero

Prometió crear una familia en que las diferencias de clase, de regiones y etnias se reconcilien bajo su protección patriarcal. Será el padre de todos los pobres, él los protegerá y los amará. El patriarca conoce los verdaderos intereses de los pobres, que no son vistos como ciudadanos con derechos y obligaciones, sino como niños, criaturas que necesitan de su protección. El líder populista combina las funciones del político moderno con las del patriarca tradicional. Su figura ofrece la protección a sus súbditos que, si no se comportan de acuerdo con la voluntad del líder patriarcal, podrán ser castigados como niños mal portados.

Una vez en el poder, considerándose la encarnación de la voluntad popular y nacional, actuó en contra de quienes mayoritariamente votaron por él. Además, su estilo agresivo y arrogante cortaron las posibilidades de concertación y diálogo con los líderes indígenas y sindicales. Su paquetazo económico neoliberal terminó con su luna de miel con los pobres en un momento en que no tenía aseguradas redes clientelares que lo respalden. Su gobierno fue tachado de corrupto por actores con poder de veto como los empresarios y la Embajada de los Estados Unidos. El congreso le destituyó por incapacidad mental para gobernar con una mayoría simple y sin pruebas médicas.

La destitución de Bucaram inauguró una década de profunda inestabilidad política en la que tres presidentes electos no pudieron completar su mandato.

Rafael Correa dio fin a la inestabilidad política y gobernó durante un ciclo de precios altos del petróleo con políticas que pusieron al estado en el centro del manejo económico (2007-2017). Utilizó dos estrategias de legitimización, la campaña permanente y el tecnopopulismo. Correa gobernó como si estuviese haciendo campaña, puso a expertos en comunicación en posiciones claves, transformó a las elecciones en plebiscito sobre su persona, y al estar en contacto con sus seguidores activó lealtades y visiones de la política como la lucha entre dos campos antagónicos. Su segunda estrategia de legitimización fue presentarse como el técnico con el conocimiento científico para solucionar todos los problemas, con la del político populista que ataca ferozmente a sus enemigos. El tecnopopulismo fue puesto en escena en los enlaces ciudadanos que se transmitieron todos los sábados de mañana por radio y televisión. Estudié las campañas de Correa asistiendo a actos de masas en varias ciudades del país, analicé sus discursos y las grabaciones de ocho enlaces ciudadanos (de la Torre 2013).

Los enlaces permitieron que el presidente Correa se convierta en una figura carismática que simbólicamente fue el centro de la nación que irradia su poder hacia todos sus rincones. El poder se materializó su verbo que insulta y cuestiona la mediocridad de sus rivales. Exige más trabajo y mejores resultados a sus colaboradores. Halaga a su pueblo al que sirve trabajando sin descansar y al que explica didácticamente como el profesor de la nación todas sus acciones y omisiones de la semana. Además, y en términos más pragmáticos, en los enlaces Correa marcó la agenda noticiosa del domingo, día bajo en noticias políticas.

Los enlaces coincidían con los gabinetes itinerantes en que los ministros viajaron con el presidente a una provincia para trabajar con las autoridades locales y tener contacto directo con los moradores que acudieron a los actos culturales en honor al gobierno. El 29 de abril de 2011 en la pequeña ciudad de Colta, por ejemplo, mujeres recibieron a Correa como a una estrella de rock más que como a un político. Luego de dar un discurso el presidente bailó con sus ministros y autoridades locales para el público mayoritariamente indígena que observaba el evento desde los graderíos. Estos actos culturales y los enlaces ayudaron a renovar su lazo carismático pues se dieron en lugares remotos a los que casi nunca llegó un presidente. Al visitar sitios apartados Correa reforzó su carisma pues, al igual que los lobos y los reyes, recorre su territorio buscando convertirse en el centro del orden social.

Durante los enlaces se repitió el mismo ritual. El presidente se sentó en un podio alto desde donde como el profesor de la patria dio cátedra a todos los ecuatorianos. Utilizó presentaciones de PowerPoint para ilustrar con cifras y datos técnicos sus políticas de gobierno. Las cátedras magistrales del presidente fueron interrumpidas por el aplauso de los asistentes, o por las preguntas de Correa al auditorio contestadas con el sí o el no. De esta manera se escenificó claramente el poder: el presidente-catedrático de la nación está por encima de un público que lo aclama pero que no tiene la posibilidad de entablar un diálogo crítico con el primer mandatario.

Como un buen católico, Correa hizo actos de constricción en que recorrió todo lo que le pasó a él y a la patria cada semana. Estas intervenciones demostraron que él es el estado y la patria a los que sirvió con verdadera fe y dedicación. Para señalar que es igual al pueblo y que viene desde abajo, Rafael Correa, utilizó un lenguaje coloquial, los modismos de las clases populares guayaquileñas y disfrutó la comida local. Pero a su vez el líder fue una figura excepcional y superior a las personas comunes pues con becas estudió en las mejores universidades y consiguió un título de PhD en los Estados Unidos. Descalificó a los economistas que le cuestinaron como “contables” señalando que él fue el verdadero experto.

Para amenizar un programa que duraba dos horas, el presidente cantó canciones de protesta, imitó burlonamente a sus adversarios, gesticuló, río, se enfadó y buscó la participación del público con el que gritó consignas. Correa reclamó en tono enérgico a sus subordinados cuando no habían hecho bien su trabajo. Es así que las fallas fueron responsabilidades de otros y el líder reforzó su superioridad sobre la de los simples mortales que cometen errores. Cuando se refieró a lo que llamó las barbaridades de sus adversarios dejó el tono de voz del catedrático, se enrojeció, subió el tono de voz y los descalificó como “mediocres”.

La sección estelar de su programa se tituló “la libertad de expresión ya es de todos” en clara referencia a las consignas de su gobierno que giraron en torno al eslogan “la Patria ya es de todos”. En esta sección cuestionó la veracidad de los medios que según él son instrumentos de sus dueños para hacer negocios. Manifestó que “la prensa burguesa es el nuevo opio de los pueblos”. Pasó segmentos de la canción de Piero que dice “todos los días y todos los días los diarios publicaban porquerías” y un fragmento de la canción de Víctor Heredia que expresa, “mienten, mienten, que forma de mentir”. Así transformó la política en una disputa sobre la veracidad y credibilidad de su persona frente a las mentiras de los medios.

Correa hizo una nueva constitución y legislación para supervisar a las organizaciones de la sociead civil y a los medios privados. Concentró el poder en su persona y gobernó con estrategias tecnopopulistas que le permitieron ganar elecciones y ser el centro de la nación durante diez años.

5. CONCLUSIONES

No se puede estudiar el populismo sin tomar en cuenta las emociones. Los populistas ecuatorianos constuyero al pueblo y sus enemigos con categorías políticas y socioeconómicas. El pueblo velasquista en los años treinta y cuarenta fue una categoría política entendida como los excluidos del poder político por el fraude. Velasco Ibarra politizó la indignación y la rabia ante las exclusiones políticas por parte de la oligarquía que se perpetuaba en el poder a través del fraude y de la exclusión de las masas de la política. A partir de los años sesenta el pueblo adquirió significados sociales como los más pobres politizando el resentimiento ante las exclusiones socioeconómicas, étnicas y culturales. Los populistas politizaron lo que Nietzsche llamó la moralidad del esclavo, una indignación muy fuerte provocada por la falta de poder, la impotencia y el resentimiento. Estas politizaciones son eficaces en movilizar seguidores y pueden otorgar dignidad a los que son humillados por su pobreza y por su situación de clase o su etnicidad. Sin embargo, debido que la política populista se basa en la confrontación entre dos campos antagónicos, todo quien se oponga al líder puede ser construido como un enemigo que debe ser contenido.

Los líderes populistas aman al pueblo, odian a la oligarquía, sufren junto a los pobres y desprecian a los que oprimen al pueblo. El laberinto de pasiones populista, por un lado, da dignidad y valía a quienes son humillados, pero por el otro, transforma a un caudillo en el Redentor y Mesías que tiene la misión de liberar a sus compatriotas. Ya que el líder no es un ser de carne y hueso, sino que una figura excepcional con una vocación casi divina no está atado a las instituciones y reglas de juego de la democracia liberal. Velasco Ibarra en tres ocasiones se declaró dictador. El gobierno de Correa apenas se posesionó, destituyó a legisladores de la oposición, luego la asamblea constituyente decretó que el congreso recientemente electo estaba en receso y asumió plenos poderes. Sus seguidores que controlaron el poder legislativo reformaron la Constitución redactada durante su presidencia para permitir su reelección indefinida.

Los líderes populistas compartieron un estilo varonil, confrontador y poco favorable para los pactos, los compromisos y se asumieron cómo los padres de la patria. Como lo señala Karen Kampwirth (201, 12) la figura del padre debe ser protectora, fuerte, sabia y responsable. Pero también transforma a los ciudadanos en niños que necesitan de su tutela y que si no obedecen al padre sabio y bondadoso pueden ser reñidos y castigados. Los padres, además, no son figuras temporales, sino de por vida. La misión de los patriarcas populistas nunca termina pues tienen que cuidar y velar por el bienestar de sus hijos. La tentación de considerar que el poder no se ocupa temporalmente, sino que de por vida está presente cuando el político no es visto por sus seguidores como un ser humano común y corriente, sino que como el patriarca que tiene la misión casi divina de redimir a su pueblo.

La apropiación patriarcal de la voluntad popular se dio de diferentes maneras. Abdalá Bucaram fue el macho seductor que utilizó los valores más burdos de la masculinidad para burlarse de la oligarquía. Si bien cuestionó aspectos culturales de la dominación oligárquica cuando descalificó a los oligarcas como afeminados, reafirmó los valores patriarcales basados en la homofobia y la subordinación de la mujer como madre o como objeto. Velasco Ibarra fue el patriarca sabio, austero y enérgico que premió a los suyos y jamás dudó en reprimir, encarcelar, exiliar y hasta asesinar a sus enemigos. Correa irrumpió, con cinturón en mano, en la política prometiendo limpiar la corrupción. Fue el sabio profesor que conoció la ruta a la modernidad pero que no dudó en virilmente descalificar y amedrentar a quienquiera que se le oponga. Si bien no se refirió a la calidad de su semen como Bucaram, compartió la visión de que la masculinidad, en última instancia, se mide con los puños. En varias ocasiones en sus enlaces ciudadanos retó a periodistas a que se midan con él en la calle y más de una vez detuvo su caravana presidencial para enfrentarse a ciudadanos que le hicieron malas señas.

Los populistas utilizaron imágenes, representaciones y discursos religiosos cristianos. Velasco Ibarra, como analizó Agustín Cueva, fue el Cristo Redentor. Abdalá Bucaram siguió los rituales pentecostales de tocar para sanar y santificar al pueblo. Correa fue el profesor sabio y el católico convencido que no permitió la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y se opuso a la ideología de género. Los populistas gobernaron repitiendo rituales políticos como los enlaces ciudadanos de Correa, y llevando a cabo actos de masas durante elecciones y una vez en el poder.

El precepto populista que el pueblo ejerce directamente su soberanía sin mediaciones de partidos e instituciones promovió la movilización popular. Las elecciones de los líderes populistas fueron momentos en que los seguidores del paladín del popular se enfrentaron con sus enemigos. Sectores populares no se limitaron a participar en elecciones periódicas de acuerdo con los dispositivos de la democracia liberal. Cuando se indignaron se rebelaron en contra del fraude electoral, de políticas excluyentes neoliberales y de la corrupción de los políticos.

Los populistas ecuatorianos no organizaron partidos políticos fuertes y duraderos, como el Partido Justicialista de Juan Perón o el APRA en Perú. Velasco fue electo con coaliciones de caciques que promovían el voto y millonarios que invertían en la campaña para luego sacar réditos.No organizó un partido político y no pudo mantener unidos a quienes le apoyaron en sus diferentes elecciones, alienó a sus colaboradores cercanos y casi todas sus presidencias terminaron en golpe de Estado (Norris 2004). Bucaram y Correa formaron partidos personalistas y clientelares. Debido a que Bucaram estuvo en el poder por corto tiempo no logró consolidar redes de apoyo y muchos de sus caciques migraron a otros movimientos y partidos. Rafael Correa luego de estar diez años en el poder en el poder no consolidó un partido político. Si bien mantiene el apoyo de alrededor del 20 por ciento del electorado, Correa es quien manda e impone decisiones.

Parte de la explicación de por qué los populistas no han creado partidos sólidos, se encuentra en su visón de la política y en su lucha en contra de los partidos políticos. Velasco Ibarra y Correa emergieron en la política como críticos y enemigos de los partidos. En 1960 Velasco Ibarra manifestó a la prensa “lo que yo creo señor es que en el Ecuador no hay partidos políticos, señor. No son sino denominaciones que ocultan la misma ambición, la misma inmoralidad política” (de la Torre 2015, 61). Correa artículo el rechazo de muchos ciudadanos a los políticos tradicionales de la “partidocracia”. En el 2015 muchos ciudadanos se manifestaron con la consigna ¡que se vayan todos!

Este desdén organizativo de los populistas ecuatorianos no sólo se comprende por sus visiones de la política. Me parece que sobre todo se explica porque no han tenido que enfrentar a una oposición fuerte, organizada y con capacidades de movilizarse en la calle por largo tiempo. Kenneth Roberts (2006) demuestra que los populistas que se han enfrentado a las élites y han provocado su reacción en las calles no han tenido más remedio que organizar a sus seguidores en estructuras partidistas. La movilización populista sostenida explica la necesidad organizativa. En Ecuador los populistas no han sido percibidos como peligros para el dominio de las élites. Los militares dieron golpes para remover a Velasco en cuatro ocasiones. Bucaram que fue visto como una afrenta moral pues gobernó con el nepotismo y la corrupción, fue destituido rápidamente del poder por el congreso. En Ecuador no se dieron episodios de confrontación largos y sostenidos que incentiven y permitan que se organicen estructuras partidistas populistas para enfrentar a los rivales. El gobierno de Correa, que se declaró de izquierda manejó una bonanza económica sin precedentes y no fue percibido por las elites económicas como un peligro para sus intereses. Su gobierno benefició a las clases altas y medias con la expansión del estado, del mercado y del consumo interno. Con una oposición desunida y desmovilizada no hizo falta organizar un partido político más allá de las elecciones.

El estudio de las emociones populistas es un campo que debe explorarse mejor. Se debe seguir estudiando cómo las construcciones de pueblo y oligarquía movilizan diferentes pasiones que van del resentimiento al odio y el miedo. Se resiente al oligarca y se teme al inmigrante que tiene otra religión o cultura. Hay que profundizar el estudio de cómo los populistas usan la religión para construir a un político en un líder mesiánico que redimirá al pueblo sufriente. Otro tema que debe examinarse es cómo los populistas usan categorías de género. El pueblo es viril, la oligarquía afeminada, el líder debe tener los pantalones bien puestos y el rol de las mujeres es producir y criar ciudadanos morales. La etnicidad y la raza son politizadas por los populistas. De Velasco a Correa el pueblo fue visto como mestizo y el mestizaje fue entendido como un proyecto de formación nacional. Pese a que Correa dijo que estaba construyendo una nación plurinacional, no aceptó las propuestas de los movimientos indígenas cuando cuestionaron el extractivismo o buscaron su autonomía en políticas educativas. Durante conflictos con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) descalificó a sus líderes como “ponchos dorados” y “la peluconería indígena”. Por último, hay que analizar el humor. Los populistas halagan al pueblo mofándose de la oligarquía. Sin embargo, el humor de sus críticos desazonó a los populistas en el poder. Velasco Ibarra hizo que se golpee a periodistas que usaron el humor político (Norris 2004) y el gobierno de Rafael Correa usó el sistema legal en contra de periodistas y caricaturistas.

6. REFERENCIAS

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ARENAS ELECTORALES EN ECUADOR: EL CASO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DEL PERIODO 2002-2021

Ángel Cazorla Martín Universidad de Granada, EspañaJuan Montabes Pereira Universidad de Granada, EspañaMateo Javier Hernández TristánUniversidad de Granada, España

RESUMEN:

El contexto en el que se desenvuelve la Constitución en Ecuador ha propiciado que en ella se establezcan elementos que derivan en la articulación de su sistema electoral, siendo uno de los pocos países que así lo recogen. Hechos como este han derivado en una suerte de sistema electoral y político en donde el comportamiento político de la ciudadanía se articula cada vez más a través de elementos emocionales, donde la identificación partidista resulta débil, resaltando la desafección y la propensión a que se desarrollen regímenes populistas y/o caudillistas.

Así, este capítulo recoge los principales rasgos del sistema electoral ecuatoriano, haciendo hincapié en sus modificaciones, desarrollos, etc.; y analizando las principales dimensiones del propio sistema de partidos a través del análisis de indicadores electorales habituales: concentración, competitividad, fragmentación, numero efectivo de partidos o volatilidad electoral.

Palabras clave: Ecuador, Sistema electoral, Emociones, Sistema de partidos, Elecciones Presidenciales

Abstract:

The context in which the Constitution unfolds in Ecuador has led to the establishment of elements that derive in the articulation of its electoral system, being one of the few countries that collects it in this way. Events like this have led to a sort of electoral and political system in which the political behavior of citizens is increasingly articulated through emotional elements, where partisan identification is weak, highlighting disaffection and the propensity for political regimes to develop. populists and/or caudillistas.

Thus, this chapter collects the main features of the Ecuadorian electoral system, emphasizing its modifications, developments, etc.; and analyzing the main dimensions of the party system itself through the analysis of usual electoral indicators: concentration, competitiveness, fragmentation, effective number of parties or electoral volatility.

Keywords: Ecuador, Electoral system, Emotions, Party system, Presidential Elections

RESUMO:

O contexto em que a Constituição se desenrola no Equador levou ao estabelecimento de elementos que derivam na articulação de seu sistema eleitoral, sendo um dos poucos países que a coleta dessa maneira. Acontecimentos como este conduziram a uma espécie de sistema eleitoral e político em que o comportamento político dos cidadãos é cada vez mais articulado através de elementos emocionais, onde a identificação partidária é fraca, destacando o descontentamento e a propensão para o desenvolvimento de regimes políticos populistas e/ou caudilhistas.

Assim, este capítulo recolhe as principais características do sistema eleitoral equatoriano, enfatizando suas modificações, desenvolvimentos, etc.; e analisar as principais dimensões do próprio sistema partidário por meio da análise de indicadores eleitorais usuais: concentração, competitividade, fragmentação, número efetivo de partidos ou volatilidade eleitoral.

Palavras-chave: Equador, Sistema eleitoral, Emoções, Sistema partidário, Eleições presidenciais

1. INTRODUCCIÓN

Una de las áreas que tradicionalmente han cobrado especial interés en el ámbito de la ciencia política ha sido la del estudio de los sistemas electorales, así como sus efectos sobre la configuración de los sistemas de partidos (Duverger, 1951; Rae, 1971; Lijphart, 1994, Cox, 1997 o Montabes 1998). Es por ello que la relación entre elementos que lo constituyen, la voluntad de representación y los medios empleados para en un contexto se antojan esenciales para acercarnos a conceptos como los de calidad democrática, representación y pluralismo político.

No obstante, pese a este interés, son pocos los países que han incorporado la articulación de sus sistemas electorales en los textos constitucionales. El caso de Ecuador es especialmente interesante, ya que representa unos de los ejemplos de sistemas derivados de transiciones políticas entre sistemas autoritarios y democráticos que han entendido la cardinal importancia de establecer en su Carta Magna los elementos y reglas de juego que garanticen la contienda electoral. Además, en el caso de Ecuador, este interés resulta especialmente oportuno, en tanto que a lo largo de los últimos cuarenta años, en el proceso de reinstauración democrática ha necesitado de continuos ajustes, derivados de un contexto marcado por una evidente falta de sintonía entre los objetivos de su sistema electoral, las expectativas de los ciudadanos y los resultados finales del proceso de representación.

Podríamos afirmar que las consecuencias derivadas han venido a afectar el comportamiento de los ciudadanos a nivel emocional, todo ello que una de las características definitorias de la cultura política de los ecuatorianos en este periodo democrático ha sido la débil identificación con los partidos políticos, la desafección y apatía política, así como cierta propensión al caudillismo y el populismo (Mejia, 2002).

En el presente trabajo nos proponemos dibujar los principales rasgos determinantes del sistema electoral de Ecuador, trazando sus desarrollos y modificaciones normativas y explicando los efectos derivados de estos cambios, fundamentalmente sobre el sistema de partidos. En segundo lugar, desarrollamos un análisis de las principales dimensiones de este sistema de partidos, centrándonos en la ruptura de las características clásicas de éste en los últimos quince años, fruto de la llegada al poder de los denominados movimientos políticos, en especial el movimiento Alianza PAIS de Rafael Correa, el subsiguiente desplazamiento de los partidos políticos tradicionales y el arrastre a la concentración en nuevos movimientos en el bloque de la derecha. Para ello nos centraremos en el análisis de los principales indicadores electorales: concentración, competitividad, fragmentación, número efectivo de partidos y volatilidad electoral.

2. SISTEMA POLÍTICO Y CONTEXTO DEMOCRÁTICO EN ECUADOR

El presente epígrafe tiene como objetivo el de analizar los principales elementos que configuran el sistema político ecuatoriano, en especial en las dimensiones del poder ejecutivo y legislativo, al igual que el sistema político y electoral, entendido como el conjunto de reglas mediante el que los ciudadanos manifiestan con su voto sus preferencias electorales y su traslación al acceso a los cargos de representación (Ortiz, 2012), de igual modo, como defiende Nohlen (2004), la configuración del sistema electoral tendrá importantes consecuencias en la conformación del sistema de partidos, distribución del poder, así como en la configuración y permanencia de los gobiernos.

Realizar una descripción del sistema político y electoral de Ecuador nos lleva necesariamente, aunque sea de forma muy breve, a un recorrido por su reciente historia política. Un camino en el que tomaremos como punto de partida la transición del gobierno militar a la democracia que en Ecuador finaliza con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el año 1979, la asunción de la presidencia del Gobierno por la figura de Jaime Roldós Aguilera1 y la entrada en vigor de una nueva Constitución aprobada un año antes. Con el nuevo texto constitucional y con tres nuevas leyes fundamentales aprobadas en el mismo año de 1979 (Ley de Referéndum, de Elecciones y de Partidos) se introdujeron los fundamentos de la incipiente democracia, al igual que las bases de su sistema político y electoral. Entre otros importantes aspectos, estas normas fijan que el voto sea “universal, igual, directo y secreto”, obligatorio para todos aquellos que sepan leer y escribir y opcional para los analfabetos. Adoptan el presidencialismo como forma de gobierno, sistema en el cual la figura presidencial va a disponer de importantes atribuciones frente al resto de poderes (Verdesoto 1992) y cuya elección se realizará mediante un sistema de doble vuelta. Además, suprime la posibilidad de reelección presidencial, se establece la posibilidad de destitución del presidente por el legislativo (impeachment o destitución por incapacidad mental), establece la elección directa del vicepresidente del ejecutivo (que concurrirá en la misma papeleta que el presidente), el mandato de cinco años para el presidente y para los miembros de la Cámara Nacional, único órgano que asumirá la función legislativa y cuyos integrantes serán elegidos por un sistema proporcional y de circunscripciones plurinacionales (Freidenberg y Pachano, 2016).

Si bien se intentó un sistema de partidos fuertes y estables en los años de la transición, la deriva política y la inestablidad serán las señas identitarias de un sistema marcado por una alta fragmentación, polarización y volatilidad electoral, a lo que se unirá la ausencia de mayorías parlamentarias claras que apoyasen al ejecutivo motivadas por “alianzas fantasmas” y “mayorías móviles” (Mejía 2002; Pachano 2007) que dificultarán en exceso la gobernabilidad del país y la estabilidad del ejecutivo. Tal fue la fragmentación que este periodo puede calificarse como un multipartidismo extremo debido a la importante relevancia de hasta seis partidos políticos efectivos, materializado en clave presidencial en el hecho de que en ese periodo 1979-2002 hubo hasta 10 presidentes. Máximo ejemplo de esta inestabilidad es la destitución de Abdalá Bucaram en 1997 y la denominado “noche de los tres presidentes2” en la que el destituido, la vicepresidenta del ejecutivo, Rosalía Arteaga, y Fabián Alarcón, elegido por la asamblea en sustitución de Abdalá Bucarám, reclamarán para sí mismos la presidencia del ejecutivo en una deriva de la cultura política ecuatoriana tendente al caudillismo y el populismo.

Un año después, en 1998, se aprobará una nueva constitución, en parte motivada por los sucesos acontecidos en el año 1997, con la destitución por incapacidad mental del presidente Abdalá Bucaram y el beneplácito del ejército. En este escenario, se configura una Asamblea Constituyente cuyo objetivo será solventar los problemas estructurales que sufre el sistema político ecuatoriano, en especial combatir la inestabilidad política característica de los años anteriores y lograr la inclusión de varios sectores de la población, en especial del movimiento indígena.

Los cambios introducidos favorecieron el fortalecimiento del ejecutivo, limitando las capacidades del legislativo (Jaramillo, 2017), por ejemplo, suprimiendo la facultad de destituir los ministros del gabinete mediante el juicio político, a la vez que no se realizaron importantes reformas para impedir la politización de la justicia. También se introdujeron otras reformas de calado electoral, tales como la supresión de los diputados elegidos por la circunscripción nacional.

A partir de la cita electoral del año 2002 y la sorprendente victoria del coronel Lucio Gutiérrez3 (Flores, 2002; Hidalgo, 2002) se inicia un periodo de modificación constante del sistema de partidos que se agudiza en los comicios de 2009, tras el otro gran hito político en la historia democrática de Ecuador: la llegada a la presidencia de Rafael Correa en el año 2006. Correa fundamentará su proyecto político en su intención de refundar el sistema político de Ecuador mediante un proceso popular, hecho que deparará una nueva constitución en el año 2008 con vocación de ser una de las más avanzadas de América Latina.

La cristalización del correismo derivará hacia una estabilización y reducción del número de actores políticos relevantes, a la vez que favorecerá la disminución de la competitividad electoral4