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La colección Salmos está basada en la gran obra de estudio y referencia El Tesoro de David. En ella encontraremos el mensaje de las Escrituras; desde los hechos de la creación narrados en Génesis, pasando por la historia de Israel y los profetas, hasta la encarnación, vida y muerte expiatoria de Jesús el Mesías; su resurrección, ascensión a los cielos y segunda venida.
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La Confianza
confianza triunfante y confianza suplicante
Salmo 27
C.H.Spurgeon
Editor Eliseo Vila
colección salmos
El Tesoro de David
EDITORIAL CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
© 2015 por Eliseo Vila Vila para la presente versión española ampliada.
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© 2015 Editorial CLIE
colección salmos
Salmo 27.La Confianza. Confianza Triunfante y Confianza Suplicante
ISBN: 978-84-1684-555-2
Vida Cristiana
Crecimiento espiritual
Referencia: 224846
Impreso en USA /Printed in USA
1
Título: El título de este salmo no nos dice nada en particular respecto a la época u ocasión para la cual David lo escribió.1 Su encabezamiento “Salmo de David”, es común a muchísimos otros salmos. Sin embargo, a juzgar por el contenido del cántico no es difícil deducir que estaba siendo perseguido por enemigos (27:2,3); que se le había prohibido entrar en la casa del Señor (27:4); que no hacía mucho que había salido del hogar paterno (27:10); y que era objeto de difamación (27:12). ¿Acaso no coincide todo ello con la ocasión cuando Doeg el Edomita lo denunció ante Saúl?2 Es un cántico dulce lleno de esperanza gozosa, muy adecuado para todos aquellos que habiendo atravesando pruebas y dificultades han aprendido a descansar en el brazo del Todopoderoso. Puede leerse provechosamente en tres maneras distintas: como mera expresión de los sentimientos de David; aplicándolo a la Iglesia; y como referente a la persona del Señor Jesús. De ese modo la plenitud de la Escritura se hace mucho más completa y maravillosa.
C. H. Spurgeon
Estructura: El poeta proclama ante todo su confianza total y absoluta en Dios (27:1-3); a la vez que su amor y comunión con él (27:4-6); y acto seguido, se entrega a la oración (27:7-12);3 concluyendo con un reconocimiento del poder sustentador de la fe, probada y demostrada en su propia experiencia (27:13); y una exhortación a otros a que sigan su ejemplo (27:14).4
4C. H. Spurgeon
Versión poética:
Dominus inluminatio mea et salus mea, quem timebo
El Señor es la luz que me ilumina
el apoyo en que firme me sostengo,
él es quien me guía y me dirige,
¿a quién pues en el mundo temer puedo?
El Señor me conserva de la vida
el deleznable curso pasajero,
él es el que me asiste y me protege,
¿de quién pues en el mundo tendré miedo?
Cuando los enemigos se me acercan,
y cuando de mi sangre más sedientos
quisieran como fieras carniceras
comer mis carnes y masacrar mis huesos.
Cuando con más violencia me acometen,
y me atacan con ímpetu más fiero,
más presto entonces caen, y ellos mismos,
triste víctima son de sus esfuerzos.
Si vinieran con huestes numerosas
a rodearme en un círculo pequeño,
no tendría temor, y quedaría
mi corazón pacífico y sereno.
Si vinieran furiosos a embestirme
por todas partes con feroz denuedo,
tampoco los temiera, y por lo mismo
más de Dios esperara mi remedio.
Sólo una cosa del Señor imploro,
pero la buscaré con todo anhelo,
y es habitar en su sagrada casa
todos los días de mi vida enteros.
Gozar de las delicias inefables,
que comunica a sus amantes siervos,
volver a entrar en su mansión divina
y visitarle en su sagrado templo.
Ya otra vez me metió de su santuario
en lo más escondido y más secreto,
y en el día cruel de los malvados
me tuvo oculto en su amoroso seno.
Pero ya me exaltó sobre la piedra,
sobre la piedra que es el fundamento
de la verdad, y en ella asegurado
no tendré inquietudes ni recelos.
Ahora mi cabeza levantada
se verá superior a esos perversos,
y siempre marchará libre y triunfante
de todas sus malicias y proyectos.
Ya me puse a los pies de su altar santo,
ya le sacrifiqué con grato afecto
sacrificios continuos de alabanza,
y siempre cantaré cánticos tiernos.
Escucha, oh Dios, los himnos agradables,
que te dirige el agradecimiento
de un corazón sensible y amoroso,
ten compasión de mí, oye mis ruegos.
A ti te busca mi alma enardecida,
a ti buscan mis ojos con anhelo,
y buscaré, Señor, tu hermoso rostro,
sin descansar hasta que llegue a verlo.
No me escondas, Señor tus dulces ojos,
no separes de mí tu amable aspecto,
y si alcanzar no puedo a complacerte,
no veas con enojo a tu fiel siervo.
Protégeme, mi Dios, no me abandones,
no oigas mis oraciones con desprecio,
porque tú eres el Dios de mi esperanza,
y el que me ha libertado de mis riesgos.
Algún día me viste abandonado,
como huérfano pobre y sin consuelo,
que padres no tenía, y tú piadoso
me recogiste en tu paterno seno.
Enséñame tus leyes soberanas,
guíame por caminos los más rectos,
a causa de mis muchos enemigos,
que me acechan con pérfidos intentos.
No me abandones al furor terrible
de los que sólo anhelan verme muerto,
porque mentira no hay, no hay artificio,
que contra mí no inventen los perversos.
Mas como todos son falsos testigos,
sus mentiras se vuelven contra ellos,
que de la iniquidad es atributo
engañarse, y ser vista con desprecio.
¡Oh Señor! a pesar de mis peligros,
mi corazón me dice de secreto,
que iré a verte en la tierra de los vivos,
en la mansión dichosa de los buenos.
Valor pues, alma mía, ten paciencia,
aguarda a tu Señor, haz un esfuerzo,
y recuerda que tu Dios a veces tarda,
pero que nunca niega sus consuelos.
Del “Salterio Poético Español”, Siglo xviii
1 Hay quienes piensan que David redactó este salmo antes de subir al trono, y hay versiones que añaden “antes de ser ungido”. Pero David fue ungido tres veces (1ª Samuel 16:13; 2ª Samuel 2:4; 5:3). Los judíos sostienen que lo escribió cuando ya era viejo, con ocasión del gran servicio que le prestó Abisay al socorrerlo contra el ataque del gigante (2 Samuel 21:16,17). Nada se sabe de cierto. Agustín de Hipona [353-429] apoyándose en la Vulgata y otras versiones que añaden el “antes de ser ungido” dice al respecto: «Salmo de David antes de ser ungido, o sea, antes de recibir la unción. David fue ungido como rey de Israel (1ª Samuel 16:13), y en aquella época sólo se ungía al rey y al sacerdote, como tipos del futuro único rey y sacerdote, el Cristo que sería revestido de ambas dignidades. Por eso la palabra Cristo significa “Ungido”, y tiene que ver con crisma, “unción”. Pero no es únicamente Cristo, nuestra cabeza, sino que en él la recibimos también todos nosotros, que somos su cuerpo. Cristo es rey porque nos gobierna y nos guía; y es sacerdote porque intercede por nosotros (Romanos 8:34). Y además él fue el único sacerdote que a la vez fue también víctima, pues el sacrificio que ofreció a Dios fue el sacrificio de sí mismo; ya que fuera de él no había otra víctima racional tan pura, cual cordero sin mancha, que pudiera redimirnos con su sangre y hacernos parte de sí mismo, para que también nosotros pudiéramos ser ungidos en él y juntamente con él. Por tanto, esa unción que en la época del Antiguo Testamento estaba reservada exclusivamente a dos personas, reyes y sacerdotes, en la época actual corresponde a todos los cristianos (Apocalipsis 1:6). Está claro que todos nosotros somos Cuerpo de Cristo, ya que todos recibimos la unción; y en este Cuerpo todos somos de Cristo y todos somos Cristo, porque el cuerpo entero de Cristo está formado por la Cabeza y el cuerpo. Y esta unción de la que somos partícipes en Cristo nos perfeccionará espiritualmente para aquella vida que se nos promete, por la que suspiramos en la gracia de Dios, y que tendrá su realización en nosotros en el día final. De ahí el título del salmo: Antes de ser ungido». Por su parte, Casiodoro [485-583] se expresa en los siguientes términos: «El origen del título de este salmo “Antes de ser ungido”, lo encontramos con detalle en el libro de los Reyes. Sabemos que cuando Saúl pecó ante los ojos de Dios, David fue ungido por el profeta Samuel en presencia de su padre Isaí. Pero el título de este salmo no hace referencia a esta primera unción de David, sino a su segunda unción, cuando después de haber sido perseguido por Saúl fue elevado al trono por aclamación del pueblo (2ª Samuel 5:1-5), pues resulta evidente que escribió este salmo en conmemoración de este importante suceso».
21ª Samuel 22:6-22.
3 En los versículos del nueve al doce (27:7-12) el salmista plantea diez ruegos o peticiones a Dios, cinco en sentido positivo: Oye, ten misericordia, respóndeme, enséñame,guíame; y cinco en sentido negativo: No escondas, no apartes, no me dejes, no me desampares, no me entregues. Por ello Franz Julius Delitzsch [1813-1890] en su “Biblical commentary on the Psalms”, 1859, titula este salmo como el salmo de la Confianza Triunfante y Confianza Suplicante.
4 Como bien señala Schökel: «en una primera lectura, este salmo desconcierta», puesto que la afirmación casi desafiante de seguridad y confianza absoluta en el Señor con la que comienza “El Señor es mi luz y mi salvación ¿de quién temeré?”, deja paso a partir del versículo siete (27:7) a una súplica apremiante para no ser entregado a la saña de sus adversarios. En este sentido Kraus señala que: «La principal cuestión que se nos plantea al efectuar el análisis de la forma del Salmo 27 consiste en la curiosa ruptura que se observa entre el versículo seis y el siete. Mientras que los versículos del 1 al 6 están imbuidos de confianza y certidumbre, escuchamos en los versículos del 7 al 14 el sonido de la lamentación y la oración. La definición de “géneros” efectuada hasta ahora por la crítica de las formas ha llegado a la conclusión de que los v.1-6 contienen un cántico individual de confianza, mientras que los v. 7-14 nos revelan en toda su contextura los elementos de la lamentación de un individuo (…) y en muchos comentarios, las dos partes del Salmo 27 con su diversidad de género literario conducen a la conclusión de que se trata de dos cánticos completamente diferentes que no tienen nada en común, y que por tanto deben interpretarse separadamente». Contra esta idea de separación crítica, otros eruditos como Hans Schmidt [1877-1953] opinan que: «Los dos salmos se esclarecen el uno al otro. Los dos proceden de la misma mano y hablan de la misma situación». Y Schökel no duda en afirmar que «hay razones para tomar el salmo como una unidad original».