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"La Demoiselle d'Ys", de Robert W. Chambers, es un escalofriante relato sobrenatural ambientado en la atmósfera embrujada de Francia. La historia sigue al narrador, quien queda cautivado —y perturbado— por una misteriosa mujer en una antigua mansión. Su belleza esquiva y su extraña conexión con una maldición legendaria lo atraen a una red de suspense e inquietud, explorando temas como la obsesión, el encanto de lo sobrenatural y los vestigios espectrales del pasado.
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Seitenzahl: 28
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“La Demoiselle d’Ys”, de Robert W. Chambers, es un escalofriante relato sobrenatural ambientado en la atmósfera embrujada de Francia. La historia sigue al narrador, quien queda cautivado —y perturbado— por una misteriosa mujer en una antigua mansión. Su belleza esquiva y su extraña conexión con una maldición legendaria lo atraen a una red de suspense e inquietud, explorando temas como la obsesión, el encanto de lo sobrenatural y los vestigios espectrales del pasado.
Obsesión, sobrenatural, maldición.
Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.
Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.
"Mais je croy que je Suis descendu on puiz Ténébreux onquel disoit Heraclytus estre Vereté cachée.""Pero creo que he / Descendido a un pozo / Tenebroso en el cual decía / Heráclito que está escondida la Verdad."
"Hay tres cosas que son demasiado maravillosas para mí, sí, cuatro que no sé: "El camino de un águila en el aire; el camino de una serpiente sobre una roca; el camino de un barco en medio del mar; y el camino de un hombre con una doncella."
La total desolación de la escena empezó a surtir efecto; me senté para afrontar la situación y, si era posible, recordar algún punto de referencia que pudiera ayudarme a salir de mi situación actual. Si tan sólo pudiera encontrar el océano de nuevo, todo estaría claro, pues sabía que se podía ver la isla de Groix desde los acantilados.
Dejé el fusil y, arrodillado detrás de una roca, encendí una pipa. Luego miré el reloj. Eran casi las cuatro. Podía haberme alejado mucho de Kerselec desde el amanecer.
El día anterior, de pie en los acantilados que había bajo Kerselec con Goulven, contemplando los sombríos páramos entre los que ahora había perdido el rumbo, aquellas lomas me habían parecido llanas como un prado, extendiéndose hasta el horizonte, y aunque sabía lo engañosa que es la distancia, no podía darme cuenta de que lo que desde Kerselec parecían meras hondonadas cubiertas de hierba eran grandes valles cubiertos de aulagas y brezos, y lo que parecían peñascos dispersos eran en realidad enormes acantilados de granito.
—Es un mal lugar para un forastero —había dicho el viejo Goulven—. Será mejor que lleves un guía —y yo había respondido:
—No me perderé.
Ahora sabía que me había perdido, sentado allí, fumando, con el viento del mar soplándome en la cara. Por todas partes se extendía el páramo, cubierto de aulagas en flor, brezales y rocas de granito. No había ni un árbol a la vista, y mucho menos una casa. Al cabo de un rato, recogí el arma y, dando la espalda al sol, volví a caminar.