La formación del profesorado y la lucha por la justicia social - Kenneth M. Zeichner - E-Book

La formación del profesorado y la lucha por la justicia social E-Book

Kenneth M. Zeichner

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Beschreibung

En esta selección de ensayos escritos entre 1991 y 2008, Kenneth M. ZEICHNER analiza las relaciones entre diversos aspectos de la formación del profesorado, su desarrollo profesional y su contribución a la consecución educación de gran calidad para todas las chicas y chicos y, por tanto, a una mayor justicia en los procesos escolares y en la sociedad más amplia. El foco de atención dominante se centra en cuestiones referentes a la igualdad y a la justicia social en la formación del profesorado y en el desarrollo profesional del docente. Algo que están poniendo en cuestión el fuerte predominio de las políticas neoliberales, de los nuevos modelos empresariales y de las políticas neoconservadoras. Políticas que tienen en su agenda de urgencia privatizar la educación pública y, simultáneamente, culpabilizar al profesorado y a los centros escolares de los problemas de la sociedad. Un tema importante que aparece de diversas formas a lo largo de los capítulos es el convencimiento de que la misión de los programas de formación del profesorado es la de preparar para educar con éxito a todo tipo de alumnado, cualquiera que sea su procedencia social, étnica o familiar. Advierte contra la aceptación acrítica de conceptos y prácticas estimuladas desde muchos discursos dominantes tanto por parte de la Administración como en las instituciones de formación y actualización docente, como los de justicia social, reflexión, investigación en la acción y escuelas de desarrollo profesional, sin un examen más detenido de los objetivos a los que se dirigen en la práctica y de las consecuencias reales relacionadas con su uso. Un segundo tema es el de la defensa de una formación del profesorado más democrática que utilice el conocimiento y la experiencia que existen en las instituciones que preparan a profesores y profesoras, en los centros educativos y en las comunidades donde éstos se encuentran.

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Kenneth M. ZEICHNER

La formación del profesorado y la lucha por la justicia social

Traducción del inglés de

Roc Filella Escolà

Ediciones Morata, S. L.

Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920

C/ Mejía Lequerica, 12 - 28004 - MADRID

[email protected] - www.edmorata.es

Título original de la obra:

Teacher Education and the Struggle for Social Justice

© 2009 Taylor & Francis

All Rights Reserved. Authorized translation from English language edition

Published by Routledge Inc., part of the Taylor & Francis Group LLC.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2010)

Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid

www.edmorata.es - [email protected]

Derechos reservados

ISBN: 978-847112-703-7

Cuadro de la cubierta: Crowd#17 por Diana Org, reproducido con autorización

A mi nieta, Elena Lee Zeichner

“...claro, preciso y convincente... (ZEICHNER) muestra un compromiso con una idea de la justicia social que exige con pleno derecho lo mejor tanto de la sociedad como de quienes trabajamos en centros docentes, comunidades e instituciones de formación del profesorado... La formación del profesorado y la lucha por la justicia social es el testimonio de la vida y el trabajo de alguien que merece la atención de todos los que compartimos su creencia en una educación digna de tal nombre”.

Michael W. APPLE,del Prólogo.

En esta selección de su obra de 1991 a 2008, Kenneth M. ZEICHNER analiza las relaciones entre diversos aspectos de la educación y el desarrollo del profesor, y la contribución de una y otro a la consecución de una mayor justicia en el proceso escolar y en la sociedad más amplia. El estudio se centra en cuestiones referentes a la igualdad y la justicia social en la formación del profesorado y en el desarrollo profesional del docente.

Un tema importante que aparece de diversas formas a lo largo de este libro es el convencimiento de ZEICHNERde que la misión de los programas de formación del profesor es prepararlo de manera que sepa educar con éxito a los hijos de todos, cualquiera que sea su procedencia social o familiar. Advierte contra la aceptación acrítica de conceptos y prácticas propios de la educación del profesorado, como los de justicia social, reflexión, investigación-acción y escuelas de desarrollo profesional, sin un examen más detenido de los objetivos a los que se dirigen en la práctica y de las consecuencias reales relacionadas con su uso. Un segundo tema es la defensa de una idea de deliberación democrática en la escuela, la formación del profesorado y los estudios educativos, según la cual los miembros de los diferentes grupos componentes del proceso educativo deben hacer su genuina aportación a él.

La formación del profesorado y la lucha por la justicia social va dirigido a los educadores del profesorado y a los responsables políticos que entiendan la formación del profesor como un elemento esencial para el mantenimiento de un robusto sistema de educación pública en una sociedad democrática.

Kenneth M. ZEICHNERes titular de la Cátedra Hoefs-Bascom de Educación del Profesorado y decano adjunto de la Facultad de Educación, de la Universidad de Wisconsin-Madison.

Índice de contenido

Portada

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Prólogo a la edición española por Kenneth M. ZEICHNER

Prólogo a la edición inglesa por Michael W. APPLE

Introducción

Breve apunte sobre el concepto de justicia social

Sobre este libro

CAPÍTULO PRIMERO: Aciertos y errores de tres estrategias actuales para la contratación, preparación y conservación de los mejores profesores para todos los alumnos

El imperativo demográfico

La brecha en la calidad educativa

El plan de profesionalización

El plan de desregulación

El plan de justicia social

Conclusión

CAPÍTULO II: Educar al profesor para la justicia social

El objetivo de la formación del profesor para la justicia social

Las prácticas de la educación del profesorado orientada a la justicia social

Ejemplos de programas de formación del profesorado para la justicia social

CAPÍTULO III: Las escuelas de desarrollo profesional en una cultura de la evidencia y la rendición de cuentas

El modelo tradicional de relaciones entre escuela y universidad en la formación inicial y permanente del profesorado

El movimiento de las escuelas de desarrollo profesional

Los estudios sobre los efectos de las escuelas de desarrollo profesional

CAPÍTULO IV: La investigación-acción como estrategia para preparar a los profesores para trabajar por una mayor justicia social: Un estudio de casos de Estados Unidos

Defensa de la formación reconstruccionista social del profesorado

La investigación-acción como estrategia para la formación reconstruccionista del profesorado

La investigación-acción de Rachel: Las horas de actividad libre

Reflexiones sobre el seminario de investigación-acción

Conclusión

Epílogo sobre la investigación-acción en la formación inicial del profesor

CAPÍTULO V: Investigación-acción: La renovación personal y la reconstrucción social

Introducción

Los logros del movimiento de la investigación-acción

La investigación-acción y el desarrollo profesional individual

La investigación-acción y el cambio de la escuela

La investigación-acción y el control de los conocimientos

La investigación-acción y la lucha por la justicia social

Conclusión

CAPÍTULO VI: La investigación-acción en la educación del profesorado como fuerza para alcanzar una mayor justicia social

El ataque a la formación del profesorado

Todos los programas son programas de justicia social

La investigación-acción en la formación del profesorado

Conclusión

CAPÍTULO VII: Más allá de la división entre investigación del profesor y la investigación académica

Primera historia: ¿Qué pasa con la Facultad de Educación?

Segunda historia: ¿Dónde están los profesores de la Universidad?

Cruzar la línea divisoria

La enseñanza cognitivamente guiada de las matemáticas

Documentar los fondos de conocimientos de la comunidad

La investigación colaborativa

La investigación del profesor y los profesores universitarios

Conclusión

CAPÍTULO VIII: Vincular el auténtico desarrollo del profesor a la lucha por la justicia social

Introducción

Enseñanza reflexiva y la ilusión del desarrollo del profesor

Desarrollo del profesor y justicia social

CAPÍTULO IX: Contradicciones y tensiones de la profesionalización de la enseñanza y la democratización de las escuelas

La “segunda ola” de la reforma educativa de la década de 1980

Los beneficios del empoderamiento del profesor y la democratización social

Los inconvenientes del empoderamiento del profesor y de la reestructuración de la escuela

Los riesgos del empoderamiento de la comunidad

Una visión amplia de la escuela democrática

Los límites de la reforma educativa

CAPÍTULO X: Reflexiones de un educador universitario del profesor sobre el futuro de la formación del profesorado basada en la Universidad

Situación actual en Estados Unidos de la formación del profesor basada en la Universidad

Configurar el futuro de la educación del profesorado a cargo de la Universidad

Conclusión

Bibliografía

Índice de autores y materias

Obras sobre Política educativa y reformas educativas

Kenneth M. ZEICHNER

Prólogo a la edición española

Por Kenneth M. ZEICHNER

La presente obra es una colección de ensayos que escribí entre 1991 y 2008 sobre una gran variedad de temas relacionados con los esfuerzos dedicados para que el papel de la educación del profesorado consiguiera una alta calidad educativa para todos los chicos y chicas y un mundo más justo y humano en el que todos tengan acceso a la posibilidad de llevar una vida digna y gratificante. Algunos de estos ensayos son revisiones de conferencias que impartí en diferentes países y, aunque están enfocados en situaciones experimentadas en los Estados Unidos, todos los temas que aparecen en este libro son relevantes en gran parte del mundo.

La brecha creciente entre “los que tienen” y “los que no tienen”, tanto dentro como fuera del sistema educativo que me animó a escribir esta obra, existe en todas las partes del mundo. La extendida influencia del neoliberalismo, del nuevo sistema empresarial y de las políticas neoconservadoras (APPLE, 2006) que han coincidido en esfuerzos para privatizar la educación pública y en culpabilizar al profesorado y a los centros escolares de los problemas de la sociedad que son consecuencia de las formas comunes del capitalismo, existen allí donde son abanderadas por lo gobiernos de cada país o por organizaciones como el Banco Mundial que les impone sus condiciones para acceder a cualquier apoyo económico (COMPTON y WEINER, 2008; FREEMAN-MOIR y SCOTT, 2007; HYPOLITO, 2004; KLEES, 2002; ZEICHNER, 2010a).

En este libro defiendo una formación del profesorado más democrática que utilice el conocimiento y la experiencia que existen en las instituciones que preparan a profesores y profesoras, en los centros educativos y en las comunidades donde éstos se encuentran. La educación del profesorado para la justicia social en los Estados Unidos y en otras partes del mundo ha llegado a ser vista por muchos grupos de académicos que critican las prácticas habituales desde su posición elitista de privilegio en los colleges y universidades, pero que se encuentran lejos de la lucha diaria a la que los educadores y los miembros de la comunidad se enfrentan para conseguir una educación de calidad para todos los estudiantes. Así pues, presento distintos argumentos a favor de los programas que claman por la necesidad de trabajar por una mayor justicia social, así como por un acercamiento más democrático al conocimiento, a las voces y a la experiencia de los educadores y miembros de la comunidad, que es cada vez más común que trabajen de forma conjunta para perseguir esa justicia social de una forma menos jerárquica.

Bibliografía

APPLE, M. (2006). Educating the “right” way: Markets, standards, God, and inequality. Nueva York: Routledge (2.a ed.). (Trad. cast. 1.a ed. de 2001: Educar “como Dios manda”: mercados, niveles, religión y desigualdad. Barcelona. Paidós, 2002.)

COMPTON, M. y WEINER, L. (Eds.) (2008). The global assault on teaching, teachers and their unions. Nueva York: Palgrave Macmillan.

FREEMAN-MOIR, J. y SCOTT, A. (Eds.) (2007). Shaping the future: Critical essays on teacher education. Rotterdam: Sense Publishers.

GORODETSKY, M. y BARAK, J. (2008). “The educational-cultural edge: A participative learning environment for co-emergence of personal and institutional growth”. Teaching and Teacher Education, 24, págs. 1907-1918.

HYPOLITO, A. M. (2004). “Teachers’ work and professionalization: the promised land or dream denied?” Journal for Critical Education Policy Studies, 2(2). Consultado el 19 de Agosto, 2007 en www.jceps.com.

KLEES, S. (2002). “World Bank education policy: New rhetoric, old ideology”. International Journal of Educational Development, 22, págs. 451-474.

ZEICHNER, K. (2010a). “Competition, economic rationalization, increased surveillance, and attacks of diversity: Neo-liberalism and the transformation of teacher education in the U.S.” Teaching and Teacher Education, 30, págs. 1-9.

— (2010b). “Rethinking the connections between campus courses and field experiences in college and university-based teacher education”. Journal of Teacher Education, 20.

Prólogo a la edición inglesa

Como también hizo Ken ZEICHNER, empecé a trabajar de profesor en los centros de las zonas urbanas donde me había criado. Y también al igual que a él, me apenaban profundamente la falta de recursos, las condiciones de las escuelas, el currículum desfasado y la forma en que se trataba a los profesores y a los miembros de la comunidad. ZEICHNER acierta al decir que muchas de esas cosas no han mejorado. En efecto, es posible que hayan ido muy a peor. Como bien nos recuerda, vivimos en una sociedad donde las crecientes desigualdades se han exacerbado hasta el punto de que sólo se las puede llamar lamentables. La honestidad de ZEICHNER al abordar estas condiciones y al asentar su obra como formador de profesores en movimientos que intentan cambiarlas merece un aplauso.

Hace muy poco, comprendí claramente la importancia de la obra de Ken ZEICHNER y los compromisos y las ideas en que se sustenta. Durante el último encuentro de la American Educational Research Association (Asociación Americana de Investigación Educativa) celebrado en Nueva York, cerca de Times Square había un cartel publicitario de una altura de siete plantas en el que se anunciaba un concurso para encontrar a los “diez peores profesores protegidos por los sindicatos de Estados Unidos”. El concurso contaba con la ayuda de una fundación conservadora que había donado más de un millón de dólares para dicha campaña, para las vallas publicitarias y para los anuncios en los principales periódicos de ámbito nacional. Los profesores que “ganaran” recibirían diez mil dólares si abandonaban la profesión.

De modo que los problemas de la escuela no son la pobreza, la escasez presupuestaria, la falta de respeto, las condiciones de trabajo cada vez más difíciles, la obligación de equilibrar una sociedad carente por completo de escrúpulos en el reparto desigual de fondos, atención sanitaria, nutrición, etc. Nada tienen que ver las políticas económicas que están racializadas y que racializan; como nada tiene que ver la redistribución ascendente de la riqueza del país y del mundo (DAVIS, 2005). Al contrario, la culpa de los problemas la tienen en su mayor parte los profesores. Los niños y las escuelas se salvarán si conseguimos que los docentes se mantengan fieles al espíritu competitivo, si socavamos sus organizaciones y si nos aseguramos de que enseñen lo que se supone que todos sabemos que son los “auténticos conocimientos” que se pueden medir y estandarizar con los correspondientes tests. Parece que atacar a los profesores es hoy algo parecido a un deporte nacional. Estas críticas se han dirigido también de forma sistemáti-ca a las instituciones de formación del profesorado.

El hecho de que los profesores y la educación del profesorado sean hoy objeto de tan fragorosas críticas se debe entender como parte de un proyecto ideológico y político más amplio, al que en Educating the “Right” Way (APPLE, 2006) 1 llamó modernización conservadora. Se nos dice que “lo privado” es necesariamente bueno y “lo público” necesariamente malo. Se nos dice que estandaricemos el currículum según unos principios que ignoran por completo los largos e intensos debates sobre qué conocimientos, y los conocimientos de quién, se deben tener como oficiales (BURAS, 2008). Se nos dice que la mejor forma de asegurar un buen rendimiento es que los profesores enseñen pensando en los exámenes, garantizando así que sólo impartan a los alumnos los contenidos de aquéllos. Existen sólidas pruebas empíricas de que estas políticas no hacen lo que sus defensores dicen que hacen (por ej. VALENZUELA, 2005; LIPMAN, 2004), unas políticas que generan un elevado grado de controversia. Pero no parece que todo esto haya provocado que la unión de neoliberales y neoconservadores mitigue el fervor casi religioso por rehacer la escuela. Todo ello ha producido un previsible impacto en la educación del profesorado, donde la desregulación, mercantilización y mayor centralización y estandarización, todas unidas, se han erigido también en fuerzas vigorosas.

Los efectos de estos ataques sobre los centros públicos, los profesores y la formación del profesorado son cada vez más visibles. Por ejemplo, el rápido aumento de la escolarización en casa refleja la creciente desconfianza en los profesores (APPLE, 2006; APPLE y BURAS, 2006). Los gabinetes estratégicos conservadores se han convertido en fábricas de cáusticos informes en los que se condena a los profesores y a las instituciones que se ocupan de su educación, a menudo sin ninguna prueba empírica de peso que avale sus tesis. Los efectos se manifiestan también cuando uno habla tanto con profesores que trabajan duramente en centros muchas veces faltos de recursos, o con comunidades y formadores del profesorado que pugnan por elaborar y defender programas sensibles a las realidades que estos afrontan. Para muchos de estos comprometidos profesores, la mejor definición de la situación a la que se enfrentan es la de “gestión mediante el estrés”.

Ken ZEICHNER no es un apologista de todas las actuales prácticas de educación del profesorado. Ni mucho menos. Aunque defiende algunas de las que hoy se aplican, quiere transformar otras políticas y prácticas. Pero desea que cambien en direcciones mucho más socialmente críticas y democráticas que las que contemplan los críticos neoliberales y neoconservadores, quienes pretenden tanto librar de cualquier culpa a unas mayores estructuras de desigualdad, como cambiar el propio significado de democracia, para dejar de entenderla como una sensibilidad colectiva y situarla en el individuo posesivo (LISTON y ZEICHNER, 1991; APPLE, 2006).

Sin embargo, los problemas que nos deben preocupar no acaban aquí. Por inteligentes y de fácil discurso que sean, muchas personas que reflexionan sobre la formación del profesorado y sobre la política educativa en Estados Unidos pecan un tanto de arrogantes. Como bien dice ZEICHNER, no piensan con una actitud suficientemente crítica en los tipos de relaciones democráticas que se pueden y se deben crear entre los centros no universitarios y las universidades, y entre los investigadores académicos y los profesores no universitarios. El libro que el lector tiene en las manos explica por qué debemos pensar en lo uno y lo otro con un espíritu más crítico y democrático.

Pero hay otra clase de tácita arrogancia característica de algunos educadores de Estados Unidos. Son muchos, demasiados, los que dan por supuesto que las experiencias de otros países tienen poco que enseñarnos sobre las limitaciones y las posibilidades de las reformas educativas. No es así en todos los casos, claro está, pues muchos sabemos de prácticas y reformas de otros países que nos han influido. La obra del gran educador brasileño Paulo FREIRE puede ser un ejemplo. Y se pueden señalar otros ejemplos de reformas educativas.

Lo que se ha llamado “política prestada” plantea muchos problemas reales, por supuesto. Las reformas se sacan de su contexto de debates y a veces de los graves conflictos sobre su significado y sus resultados diferenciales. Tomemos como primer ejemplo la No Child Left Behind Act (Ley de Ningún Niño Dejado Atrás). En mis conferencias por el mundo, a veces oigo decir cosas muy positivas sobre ella a responsables educativos de países con una historia de fuerte control por parte del Estado. Ocurre muy a menudo que confunden la retórica con la realidad, y no conocen suficientemente toda la polémica que estas políticas levantan, ni quiénes son los que más se benefician de ellas (VALENZUELA, 2005; APPLE, 2006).

Como educador realmente internacional, Ken ZEICHNER está muy al corriente de los dilemas que plantea aprender de otros países. Conoce perfectamente los fallos de las actuales políticas de nuestro país y de otros; y sabe también que tenemos mucho que aprender de programas de educación del profesorado que se elaboran tanto dentro de las fronteras de Estados Unidos como fuera de ellas. He tenido la suerte de escucharle en conferencias que ha impartido en estos otros países sobre los profundos problemas que plantean nuestras políticas y programas educativos, y también sobre lo que podríamos aprender de lo que se está construyendo en otros lugares. Es, en este sentido, un modelo.

Lo que diferencia la obra de ZEICHNER de otras muchas no es sólo su comprensión de las virtudes y los defectos de lo que está ocurriendo en múltiples países (ZEICHNER y DAHLSTROM, 1999), ni su muy evidente base sólida en temas de justicia social, aunque conozco algunos educadores que se toman las cuestiones de justicia social con la misma seriedad. Hay algo más que caracteriza su obra: un compromiso igualmente imperioso de no dejar estos temas en el ámbito de la teoría o la simple discusión. Hablando sinceramente, demasiada parte de la literatura educativa crítica sigue siendo retórica (APPLE, AU y GANDIN, 2009). Una realidad que, como demuestra este libro, no gusta a ZEICHNER. Él quiere con razón llevar todos estos compromisos a la práctica, tanto en la educación del profesor como en esa investigación crítica y democrática que establece una fuerte conexión entre la universidad y las escuelas, los profesores de primaria y secundaria y las comunidades. Como colega suyo durante treinta años, puedo atestiguar que es un ejemplo de ello.

Se nos dice con demasiada frecuencia que la única respuesta adecuada a las políticas dominantes en la educación y en la sociedad más amplia es reconocer que “no hay alternativa” (TINA) 2. Sin embargo, como demuestran los razonados análisis y ejemplos de ZEICHNER, y como tan claramente muestran publicaciones como Rethinking Schools y el libro Democratic Schools (APPLE y BEAN, 2007) 3, existen alternativas viables para quien esté dispuesto a escuchar y aprender. ZEICHNER está comprometido a elaborar programas de formación del profesorado que respondan a esas formas de educación críticamente democráticas.

No soy el único que siente un gran respeto por Ken ZEICHNER. Como decía antes, su obra ha demostrado su influjo en América Latina, China, Australia, muchos países europeos y otros muchos lugares. La razón de esa influencia se desvela más que suficientemente en los capítulos que siguen. Estamos ante un libro claro, preciso y convincente. Y al igual que su autor, muestra un compromiso con una idea de la justicia social que exige con pleno derecho lo mejor tanto de la sociedad como de quienes trabajamos en centros docentes, comunidades e instituciones de formación del profesorado. En su conjunto, La formación del profesorado y la lucha por la justicia social es el testimonio de la vida y el trabajo de alguien que merece la atención de todos los que compartimos su creencia en una educación digna de tal nombre.

Michael APPLE

Titular de la Cátedra John Bascom de Currículum e Instrucción

y profesor de Estudios de Política Educativa,

Universidad de Wisconsin-Madison.

Bibliografía

APPLE, M. W. (2006). Educating the “Right” Way: Markets, Standards, God, and Inequality, 2.ª edición. Nueva York: Routledge.

— y BURAS, K. E. (Eds.) (2006). The Subaltern Speak: Curriculum, Power, and Educational Struggles. Nueva York: Routledge.

— y BEANE, J. A. (Eds.) (2007). Democratic Schools: Lessons in Powerful Education. Portsmouth, NH: Heinemann.

—, AU, W. y GANDIN, L. A. (Eds.) (2009). Routledge International Handbook of Critical Education. Nueva York: Routledge.

BURAS, K. L. (2008). Rightist Multiculturalism. Nueva York: Routledge.

DAVIS, M. (2005). Planet of Slums. Nueva York: Verso.

LISTON, D. P. y ZEICHNER, K. M. (1991). Teacher Education and the Social Conditions of Schooling. Nueva York: Routledge.

VALENZUELA, A. (Ed.) (2005). Leaving Children Behind. Albany, NY: State University of New York Press.

ZEICHNER, K. M. y DAHLSTROM, L. (Eds.) (1999). Democratic Teacher Education Reform in Africa. Boulder, CO: Westview.

1 Trad. cast.: Educar “como Dios manda”, Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 2002.

2That Is, “there is No Alternative”: “Es decir, no hay alternativa”. (N. del T.)

3 Trad. cast.: Escuelas democráticas, Madrid, Morata, 2005.

Introducción

Es una violación de los principios más elementales de justicia social que un país tan rico como el nuestro niegue a una parte sustancial de sus jóvenes las oportunidades que abre una enseñanza de alta calidad.

(Bold APPROACH, 2008.)

Cuando, en 1969, me matriculé en el programa Urban Teacher Preparation (Preparación del Profesor Urbano) en la Universidad de Siracusa para ser profesor de educación primaria, creía, como creían otros muchos que entraron en la enseñanza en aquella época, que la docencia era una forma de contribuir en términos generales a la construcción de una sociedad más justa, una contribución que se sumaba a las aportaciones que esperábamos hacer a nuestros alumnos a través de nuestra trabajo en clase. Hoy, como entonces, en Estados Unidos se niega el acceso a una enseñanza pública de calidad a una gran cantidad de jóvenes.

Mi decisión de ser profesor fue una forma de servicio a mi país, alternativo al de ir a luchar en lo que yo y muchos otros pensábamos que era una guerra innecesaria e injustificada en Vietnam. Los años sesenta y primeros de los setenta del siglo pasado fueron tiempos de mucho malestar en Estados Unidos. En muchas ciudades importantes estallaba la violencia, y fueron asesinados líderes sociales progresistas como el Dr. Martin Luther King y Bobby Kennedy. Había también una gran frustración por la incapacidad de la sociedad de ofrecer a todos sus ciudadanos el apoyo económico y social necesario para que pudieran gozar de la oportunidad de vivir de forma digna y productiva y así, por ejemplo, tener acceso a una vivienda digna, a una alimentación asequible de calidad, al transporte, a un puesto de trabajo que les diera para vivir, a la atención sanitaria y a una educación de calidad (incluida la educación infantil). Eran tiempos de grandes luchas por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam. Por todo el país se multiplicaban las actividades destinadas a erradicar la pobreza y la desigualdad racial, y muchos de los que en aquella época nos iniciamos en la enseñanza pública nos considerábamos parte de un amplio movimiento en favor de la justicia social. Algo se ha avanzado en hacer realidad las esperanzas tan omnipresentes en aquellos tiempos turbulentos, pero es evidente que queda aún mucho por hacer.

Hoy, la pobreza en Estados Unidos está más extendida que en los pasados años sesenta y primeros setenta, y se ha expandido rápidamente desde 2000. De cada cinco niños que desde ese año han caído en la pobreza, tres lo han hecho en la pobreza más extrema.

(CHILDREN’S DEFENSE FUND,2001, pág. 1.)

En 2006, aproximadamente el 17,4% (13 millones) de los niños de Estados Unidos vivían en familias con ingresos por debajo del umbral de la pobreza; más de nueve millones de esos niños no tenían seguro médico. Desglosando esos 13 millones, el 35,3% de los niños afroamericanos, el 18% de los latinos, y el 10,8% de los blancos no latinos vivían en la pobreza. Esta misma disparidad de etnicidad, raza y clase social se observa también en cualquier otra medición que se haga del bienestar social, por ejemplo del acceso a la atención sanitaria, a unos transportes y unos alimentos asequibles y de calidad, de la ausencia de violencia, de la posibilidad de ser encarcelado, etc. (ANNIE E. CASEY FOUNDATION, 2008; CHILDREN’S DEFENSE FUND, 2007).

Inicié mi carrera de educador de profesores en el Teacher Corps (Cuerpo de Profesores) 1, de financiación federal. Supervisaba a los profesores en prácticas del Teacher Corps de una escuela elemental urbana de Siracusa, en el estado de Nueva York, a la que asistían sobre todo alumnos afroamericanos que vivían en la pobreza. En esa misma escuela yo había dado clases, y era una escuela pública de la comunidad donde los padres participaban en las decisiones sobre la contratación y evaluación de profesores, el currículum y la asignación de recursos. Mis propias experiencias de trabajar en un centro en cuya dirección participaba la comunidad han influido en mis ideas sobre los beneficios de la deliberación democrática en los centros de enseñanza y en las instituciones de formación del profesorado, unas ideas que expongo a lo largo de este libro. En toda mi carrera de docente y de educador de profesores he centrado mis esfuerzos en prepararlos para trabajar en escuelas urbanas como aquella en la que yo enseñé y aquellas a las que asistí de niño en Pensilvania. Con los años, me he familiarizado más con los temas de la pobreza y la desigualdad educativa en zonas rurales, y he estudiado programas ejemplares de formación del profesorado centrados en cuestiones relacionadas con la justicia social, tanto en enclaves urbanos como rurales (por ej. ZEICHNER y MELNICK, 1996; ZEICHNER, 2000).

Las desigualdades sociales que existían cuando yo empecé a dar clase siguen aún vivas y es posible que hayan aumentado en los últimos cuarenta años. Se mida como se mida, en nuestras escuelas sigue habiendo una crisis de desigualdad, por la que a muchos niños pobres y a muchos de color se les niega una educación de calidad, a pesar del buen trabajo de muchos profesores entregados y de talento. Pese a todos los esfuerzos que se han realizado en los centros docentes, siguen abiertas muchas brechas en los resultados educativos. Son desigualdades en los logros, tal como los miden las pruebas estandarizadas de lectura y matemáticas (ROTHSTEIN y WILDER, 2005); en el índice de graduados en educación secundaria (HECKMAN y LAFONTAINE, 2007); en la mayor segregación de los alumnos por su raza, etnicidad y clase social de procedencia (ORFIELD y LEE, 2005); en la financiación de los centros (CAREY, 2004); en el acceso a unos profesores perfectamente preparados y con experiencia (PESKE y HAYCOK, 2006); en el acceso a cursos avanzados de matemáticas para poder cursar carreras científicas (U.S. DEPARTMENT OF EDUCATION, 2003); y en el acceso a un currículum amplio y rico que eduque a los alumnos en el pensamiento crítico y el desarrollo de las aptitudes estéticas y cívicas (DILLON, 2006; KOZOL, 2005). Se ha documentado también la desproporcionada asignación de niños de color a clases de educación especial (ARTILES, HARRY, RESCHLY y CHINN, 2002).

Aunque lo que se diga en los medios de comunicación dominantes y de financiación corporativa, respecto a que las causas de estas y otras brechas están ante todo en unas escuelas y unas instituciones de formación del profesorado deficientes (por ej. DILLON, 2006; WILL, 2006), existen pruebas sustanciales de que las raíces principales de las desigualdades entre las escuelas se alimentan de la incapacidad de nuestra sociedad para ocuparse de las condiciones sociales y económicas previas para el aprendizaje del alumno (BERLINER, 2006; ROTHSTEIN, 2004). Además, con los esfuerzos dirigidos a eliminar las desventajas sociales y económicas relacionadas con la educación, unidos a una continua reforma de la escuela, se pueden mejorar el rendimiento de los centros educativos y el aprendizaje de los alumnos (ROTHSTEIN, 2004). Es evidente que hay mucho que ha-cer para mejorar tanto la escuela pública como la educación del profesorado, pero para realizar su trabajo estas instituciones necesitan recursos y apoyo.

Los críticos de los centros públicos y de las universidades públicas, en las que aún se preparan la mayoría de los profesores estadounidenses, a menudo se olvidan de hablar de la endémica financiación insuficiente y de los obligados recortes presupuestarios que llevan varios años afrontando los distritos escolares de los centros de preescolar, primaria y secundaria y las instituciones públicas de enseñanza superior. Por ejemplo, según datos recientes reunidos por la National School Boards Association (Asociación Nacional de Consejos Escolares) (2008), el déficit acumulado en la financiación federal por el Título 1, que es la principal fuente de fondos federales para la Elementary and Secondary Education o No Child Left Venid Act (2001) (Ley de Educación Primaria y Secundaria o de Ningún Niño Dejado Atrás), entre 2002 y 2007 fue de 43.000 millones de dólares. Asimismo, cuando en 1975 el Congreso aprobó la ley por la que se daba más apoyo a los alumnos catalogados como necesitados de educación especial (Individuals with Disabilities Education Act, IDEA [Ley de Educación de Personas con Discapacidades]), prometió pagar una cantidad equivalente al 40% del gasto medio por alumno. Según los datos reunidos por la National School Boards Association (2008), el porcentaje de financiación por parte del Gobierno Federal está en torno al 18%, que es menos de la mitad de la cantidad prometida por el Congreso.

Una consecuencia de que el Gobierno Federal no financie suficientemente las obligaciones que impone a las escuelas públicas ha sido la continua disminución del apoyo de los diferentes Estados a las universidades públicas. La razón está en que los Estados deben suplir el déficit entre lo que los mandatos federales imponen a las escuelas y el dinero federal que se da para cumplirlos (LYALL y SELL, 2006). Cuando hablamos de rendir cuentas, tan de moda hoy, además de exigir la parte de las escuelas y los centros de educación del profesorado, debemos hablar también de hasta qué punto nuestro gobierno cumple con su responsabilidad de proporcionar los recursos que las escuelas y las universidades públicas necesitan para hacer bien su trabajo (SIROTNIK, 2004).

Breve apunte sobre el concepto de justicia social

En este libro examino continuamente las relaciones entre diversos aspectos de la formación del profesor y de su desarrollo, y las aportaciones de una y otro a la consecución de una mayor justicia social en el proceso escolar y en el conjunto de la sociedad. En los ámbitos de la filosofía y de la teoría social se ha genera-do una sustancial literatura que analiza el concepto de justicia, y se ha delimitado una serie de posturas distintas sobre el significado de ésta (por ej. GEWIRTZ, 1998; STURMAN, 1997; NORTH, 2006, 2008). Últimamente, estos debates sobre el significado de justicia han empezado a aparecer en la literatura sobre la formación del profesor para la justicia social (por ej. MCDONALD, 2007), aunque la mayoría de los programas de formación del profesorado supuestamente orientados a la justicia social especifican muy poco lo que quieren decir cuando se refieren a ella (MCDONALD y ZEICHNER, 2009). Existen básicamente tres categorías de teorías sobre la idea de justicia: a) teorías distributivas que se centran en el reparto de los bienes y los servicios materiales (por ej. RAWLS, 2001); b) teorías del reconocimiento que se centran en las relaciones sociales entre los individuos y los grupos de las instituciones en las que viven y trabajan (por ej. YOUNG, 1990); y c) teorías que intentan prestar atención tanto a la justicia distributiva como a la relacional (por ej. FRASER, 1997). Mi idea de justicia social que ha guiado mi trabajo en la formación del profesorado se aproxima más a aquellas teorías que intentan abarcar tanto el reconocimiento (unas relaciones sociales de atención y respeto, en las que se trata con dignidad a todas las personas y todos los grupos) como la redistribución (con un reparto más justo de los recursos materiales).

Sobre este libro

Durante los más de treinta años de mi carrera profesional en la Universidad de Wisconsin-Madison, me he mantenido estrechamente vinculado a los programas de formación del profesorado en los centros educativos públicos de Wisconsin, y al importante trabajo de preparar a los alumnos de doctorado para ser educadores de profesores. Este libro incluye una selección de mis escritos a lo largo de estos años que se han ocupado de cuestiones de igualdad y justicia social en la formación del profesorado y en el desarrollo profesional del docente. Los trabajos que componen este libro son artículos que escribí entre 1991 y 2008. Aunque a veces me refiero a la educación del profesor en el ámbito internacional, la mayor parte se centra en la formación del profesorado en Estados Unidos.

Hay en el libro una serie de temas que aparecen de diferentes formas en diversos capítulos. Uno es la convicción de que los programas de formación del profesorado deben preparar al profesor de forma que lo capaciten para educar con éxito a los hijos de todos. Advierto una y otra vez de la necesidad de abstenerse de aceptar los conceptos y las prácticas de la educación del profesor, entre ellos los de justicia social, reflexión, investigación-acción y escuelas de desarrollo profesional, sin un detallado análisis de los objetivos a los que apuntan en la práctica, y de las verdaderas consecuencias asociadas con su uso. Insisto repetidamente en que estas prácticas y conceptos se interpretan y utilizan de ciertas formas que no contribuyen necesariamente a la consecución de una mayor igualdad y justicia en el proceso escolar.

Un segundo tema presente en este libro es la defensa de la idea de deliberación democrática en la escuela, en la educación del profesor y en los estudios sobre educación, de modo que en el proceso educativo intervengan con sus aportaciones miembros de los diversos grupos implicados en todo ello. En el proceso de escolarización, esta deliberación democrática implicaría que profesores, administradores, padres, miembros de la comunidad y, en algunos casos, alumnos gestionen los asuntos de la escuela (véase el Capítulo IX). En la formación del profesorado, supondría vincular de forma más estrecha tanto con las escuelas y con las comunidades la preparación de los profesores a cargo de las universidades (véanse los Capítulos II y III). En la investigación educativa, obligaría a una más sólida interacción y un intercambio de los conocimientos entre profesionales de la educación en las escuelas, y los conocimientos que produzcan los académicos de las universidades, centros de estudio y organismos asesores y estratégicos (véase el Capítulo VII).

En el Capítulo Primero, hablo de las que en mi opinión representan las tres tendencias principales de la actual reforma de la formación del profesorado: los planes de profesionalización, de desregulación y de justicia social 2. Cuando se examina el proceso de reforma de la educación del profesor en las instituciones concretas que se ocupan de ella, se observa que están presentes aspectos de esas tres tendencias. Sin embargo, los diferentes programas interpretan los planes de distintas maneras y ponen el acento en elementos diferentes. En este capítulo señalo que estas agendas o planes de reforma no son nuevos, sino producto de unas propuestas para la formación del profesorado cuya existencia se remonta a los inicios del siglo XX. Sostengo también que todos estos planes tienen sus virtudes y sus defectos, y ninguno basta por sí mismo para solucionar los problemas de la injusticia educativa que sigue azotando a nuestros centros públicos de enseñanza.

En el Capítulo II, tanto Ryan FLESSNER como yo analizamos con mayor profundidad la tradición reformista de la formación del profesorado para la justicia social. Aunque la mayoría de las instituciones de educación del docente digan hoy que preparan a éste para trabajar por la justicia social, la literatura sobre el tema no siempre deja claro cómo son esos programas ni para qué preparan a los profesores. Igual que ocurría en los pasados años noventa con la idea de práctica reflexiva (ZEICHNER y LISTON, 1996), hoy existe el peligro de que la educación del profesor para la justicia social acabe por describir toda iniciativa de reforma de la formación del profesorado y se quede sin un significado específico propio. En nuestro análisis nos fijamos en la variedad de perspectivas y prácticas que se asocian con la educación del profesorado para la justicia social, entre ellas la admisión en los programas y las prácticas curriculares y de instrucción. A continuación ilustramos estas prácticas con un esbozo de tres programas de Estados Unidos, Canadá y Brasil. En la última parte de este capítulo, nos ocupamos detalladamente de la crítica de la educación del profesorado para la justicia social del Capítulo Primero, y hablamos de cómo pensamos que se puede fortalecer el trabajo orientado a la justicia social en la formación del profesor, centrándonos de forma especial en las universidades de investigación.

En el Capítulo III, expongo mi propia idea de uno de los elementos clave del plan de la justicia social en la educación del profesor: formar asociaciones más estrechas entre las escuelas y las universidades. En este capítulo comento que las escuelas de desarrollo profesional tienen el potencial tanto de representar una ruptura clara con los modelos tradicionales de relación entre escuela y universidad en la educación del profesor, como de vigorizar la preparación de los profesores. También expongo mis preocupaciones por lo que he considerado siempre una exaltación acrítica de las asociaciones en la formación del profesorado, sin una atención suficiente a los valores fundamentales que se relacionan con unas asociaciones de alta calidad.

En el Capítulo IV y hasta el VII, me centro en diversos aspectos de la práctica de la investigación-acción en la educación del profesorado para la justicia social. En el Capítulo IV, reflexiono sobre la evolución de mi uso de la investigación-acción con los alumnos de educación de nuestro programa de formación del profesor de enseñanza primaria de la Universidad de Wisconsin-Madison. En este trabajo, nuestro objetivo es preparar a los profesores para que durante su formación inicial para la enseñanza desarrollen unos hábitos y unas destrezas que les ayuden a seguir aprendiendo de su actividad docente a lo largo de su carrera y así mejorarla.

En los Capítulos V y VI presento versiones revisadas de mis alocuciones introductorias en las reuniones anuales, entre 1992 y 2007, de la Collaborative Action Research Network (Red Colaborativa de Investigación-acción), una red internacional de personas que trabajan en los campos de la educación, la sanidad y los servicios sociales que se ocupa de cuestiones relacionadas con la investigación-acción. En el Capítulo V, estudio los conflictos entre la investigación-acción como generadora del desarrollo personal del profesor, el cambio de la escuela y el cambio social, y expongo las formas en que la investigación-acción puede contribuir al cambio social en las aulas de los profesores. En este estudio, critico tanto una exaltación acrítica de la investigación-acción por los supuestos beneficios personales y sociales que muchas veces se entienden como inevitablemente asociados con ella, como las críticas a los profesores por parte de los académicos por no buscar directamente el cambio de las estructuras del proceso escolar.

En el Capítulo VI, analizo cómo la investigación-acción en la formación inicial del profesor puede servir para fomentar una mayor justicia social a pesar del clima de intentos de privatizar la educación del profesor e imponer unas normas estrictas para la rendición de cuentas que a mi entender traspasan los límites de lo razonable y alejan las energías de los educadores del profesor de la consecución de sus objetivos. Analizo de qué manera la investigación-acción por parte tanto de los futuros profesores como de sus educadores puede servir para promover la justicia social incluso en el entorno hostil en que se encuentra la educación del profesorado.

En el Capítulo VII, hablo de la democratización de la producción de conocimientos sobre educación, una cualidad de las relaciones sociales que según entiendo es coherente con los valores fundamentales de la educación y la formación del profesorado para la justicia social. Aunque en este sentido se haya avanzado algo desde 1994, cuando por primera vez hice estas observaciones en un encuentro de la Australian Association of Research in Education (Asociación Australiana de Investigación sobre Educación), los mundos de la investigación del profesor y de la investigación académica siguen aún separados en muy gran medida. Tampoco se ha prestado mucha atención al uso de las investigaciones que miles de profesores de todo el mundo están realizando en sus aulas y sus centros, ni en los programas de formación del profesorado ni en las decisiones políticas sobre la educación y la reforma de la escuela. En este capítulo, expongo cómo pueden unirse los investigadores de las universidades y quienes trabajan en centros de primaria y secundaria para aprovechar así las virtudes propias de cada tipo de investigación.

En el Capítulo VIII, me ocupo de dos temas que siguen socavando la autenticidad y el valor social de los esfuerzos por promover el desarrollo del profesor. En primer lugar, expongo que, más allá de la retórica de muchos esfuerzos por empoderar a los profesores para que asuman el control de su propio desarrollo profesional, la realidad es que los docentes siguen estando extremadamente limitados en sus posibilidades de influir en el alcance y las condiciones de su trabajo. Afirmo también, poniendo como ejemplo la idea de los profesores como practicantes reflexivos, que incluso cuando los esfuerzos por promover el desarrollo del profesor no son ilusorios, este desarrollo se suele convertir en un fin en sí mismo, desconectado de cuestiones más amplias sobre la educación y la igualdad en una sociedad más amplia. Por último, defiendo los esfuerzos por promover unas genuinas formas de desarrollo del profesor que vayan unidas al fomento de la igualdad y la justicia social.

En el Capítulo IX, analizo varias tensiones y contradicciones asociadas con los esfuerzos por reestructurar las escuelas y otorgar a los profesores un mayor control de su trabajo y su desarrollo profesional, incluidos dos posibles escollos: a) la posibilidad de que se intensifique el trabajo de los profesores hasta el punto de que empiece a interferir en la consecución de los objetivos que se hayan propuesto con los alumnos, y b) la posibilidad de que se agudicen las divisiones entre los centros educativos y las comunidades. Después expongo cómo en mi opinión se puede profesionalizar más la enseñanza al tiempo que se evitan esos obstáculos. Mi tesis se basa en la creencia en una idea amplia de la democracia escolar, que implica que en la deliberación sobre los asuntos de la escuela intervengan profesores, administradores, padres, miembros de la comunidad y, en algunos casos, alumnos. Mi opinión es que este proceso de deliberación democrática es necesario para conseguir una mayor igualdad en los procesos escolares y sus resultados.

En el Capítulo X se tratan muchos de los temas expuestos en los capítulos anteriores, con un análisis retrospectivo y prospectivo basado en mis más de treinta años de educador universitario de profesores en Estados Unidos. En este capítulo hago cuatro recomendaciones para la futura dirección de la educación universitaria del profesorado, unas recomendaciones que considero necesarias para asegurar que los programas de formación del profesorado que se imparten en los centros universitarios contribuyan realmente a preparar unos profesores que ayuden a limar y debilitar el eslabón entre la desventaja económica y el aprendizaje del alumno. Son las recomendaciones siguientes: a) aceptar la necesidad de acceder a la enseñanza por múltiples caminos, y de centrarse en la calidad del programa de educación del profesorado, más que en quien lo imparta; b) trabajar en redefinir las políticas relativas a los objetivos de la escolarización y la educación del profesor, más allá de mejorar las calificaciones que se puedan obtener en las pruebas estandarizadas, para incluir otras metas importantes de la escuela pública; c) vincular más estrechamente los programas de educación del profesor a las escuelas y las comunidades; y d) tomarse en serio la educación de los profesores o, de no hacerlo, dejar de trabajar en ella.

Este libro va dirigido a los educadores del profesorado que participen en programas que oferten tanto universidades como organismos, y a los responsables políticos que entiendan la formación del profesor como un elemento esencial del mantenimiento de un robusto sistema de educación pública en una sociedad democrática.

1 El National Teacher Corps (Cuerpo Nacional de Profesores) fue un importante programa federal de preparación de los profesores para trabajar con alumnos que vivían en la pobreza. Estuvo en marcha de 1965 a 1981 (ROGERS, 2002).

2 Son tendencias similares a los anteriores paradigmas de educación del profesorado y a los movimientos de su reforma de que hablé en obras anteriores (ZEICHNER, 1983, 1993b).

Agradecimientos

Además de a mis alumnos y colegas de la Universidad de Wisconsin-Madison y a los centros educativos locales que me han ayudado en mis reflexiones y a mejorar mi trabajo durante los más de treinta y dos años de profesión en Madison, quiero dar las gracias de manera especial a las siguientes personas que me han facilitado la provechosa retroalimentación y los consejos que se traslucen en los diversos artículos de este libro: Michael APPLE, Marilyn COCHRAN-SMITH, Hilary CONKLIN, Lars DAHLSTROM, Ryan FLESSNER, Linda DARLING-HAMMOND, Jennifer GORE, Carl GRANT, Peter GRIMMETT, Pam GROSSMAN, Gloria LADSON-BILLINGS, David IMIG, Morva MCDONALD, Sue NOFFKE, Connnie NORTH, Julio PEREIRA, Anna RICHERT, Ann SCHULTE, Lee SHULMAN, Bridget SOMEKH, Bob TABACHNICK, Alan TOM, Linda VALLI, Ana Maria VILLEGAS, Lois WEINER, y a mis colegas de la Global South Network.

También deseo agradecer a Yan LIU, Lois OPALEWSKI y Lois TRIEMSTRA su ayuda como expertos en la preparación del original. Por último, deseo dar las gracias a Naomi Silverman, de Routledge, con quien llevo trabajando ya casi veinte años. Naomi procura con buen ánimo crear un mundo más humano y más justo, y sus consejos en su tarea de corrección y edición me han sido de enorme valor en mi trabajo a lo largo de estos años.

CAPÍTULO PRIMERO

Aciertos y errores de tres estrategias actuales para la contratación, preparación y conservación de los mejores profesores para todos los alumnos 1

Este capítulo trata de la investigación sobre la contratación, preparación y conservación de unos buenos profesores para todos los alumnos, en relación con los diferentes planes de reforma que actualmente se implementan en la educación del profesorado en Estados Unidos. Tres son hoy los principales planes de reforma de la formación del profesor que se están aplicando en los correspondientes programas de todo el país: a) el tan publicitado plan de profesionalización, impulsado por el Informe de la National Commission on Teaching and America’s Future, NCTAF (Comisión Nacional de Enseñanza y el Futuro de América), el National Council for Accreditation of Teacher Education, NCATE (Consejo Nacional de Acreditación de la Educación del Profesor), el Teacher Education Accreditation Council, TEAC (Consejo de Acreditación de la Educación del Profesor), el Profesional National Board for Professional Teaching Standards (Consejo Nacional de Estándares Profesionales de la Enseñanza) y otros grupos; b) el plan de desregulación, que respaldan la Fordham Foundation y otras fundaciones y grupos asesores de talante conservador, como la Abell Foundation, el Pacific Research Institute on Public Policy (Instituto del Pacífico de Estudios sobre Política Pública) y el Progressive Policy Institute (Instituto de Política Progresista); y c) el plan de justicia social, que llevan a la práctica en sus clases los profesionales individuales de la educación del profesorado, y que cuenta con el apoyo de grupos como la National Association for Multicultural Education, NAME, de entidades políticas como el Tomas Rivera Center y el Center for the Future of Teaching and Learning, y de organizaciones de base como Rethinking Schools, de Milwaukee. Hay un cuarto plan al que COCHRAN-SMITH (2001) se refiere como el plan de regulación excesiva, al que corresponden los esfuerzos de algunos Estados por microgestionar los programas de formación del profesorado, y la exigencia de rendición de cuentas que impone el Título II del Congreso. No voy a hablar de él aquí, porque el plan es en gran medida un reflejo de aspectos de los planes de profesionalización y de desregulación2.

Las tres vías que pretenden llevar a la reforma de la formación del profesorado y de los que aquí me ocupo reconocen la brecha que existe entre la retórica de proporcionar a todos los alumnos unos profesores bien cualificados y eficientes, y la realidad de que sólo algunos alumnos tienen acceso a estos profesores. Aunque los defensores de estos tres planes de reforma convienen en ciertas cosas, por ejemplo en la importancia capital de que el profesor posea unos buenos conocimientos de la materia que imparta, y la de ofrecer una educación de alta calidad a todos los alumnos en una sociedad que se declara democrática, las soluciones que proponen para reducir las diferencias de calidad educativa y de logros de los centros públicos de Estados Unidos son muy distintas. Mi tesis fundamental es que ninguno de estos planes de reforma es adecuado por sí mismo para alcanzar el objetivo de proporcionar a todos los niños una educación de alta calidad. Todos tienen ciertas virtudes, pero también sus defectos y limitaciones. Además, hay importantes aspectos de la reforma que son necesarios y que ninguno de esos planes contempla.

En este capítulo me ocupo de los aciertos y los fallos de cada uno de estos planes de reforma y señalo la necesidad de converger en la búsqueda de algún espacio común en estas posturas tan a menudo enfrentadas. Es una cohesión necesaria para formar con mayor eficiencia a los profesores para que impartan una educación de calidad a los hijos de todos de nuestros centros públicos, y para establecer las condiciones sociales previas necesarias para conseguir esta calidad en la educación.

Empiezo con una breve reseña de lo que ha venido en llamarse el imperativo demográfico de la enseñanza y de la formación del profesorado, y de la brecha que sigue abierta en la calidad de la educación al alcance de los diferentes grupos. A continuación, esbozo los elementos esenciales de cada uno de los tres planes de reforma, y explico que todos a la vez contribuyen y no consiguen contribuir a igualar la calidad del proceso escolar para los distintos grupos. Ninguno de los tres planes de reforma es nuevo. Todos están vinculados a antiguas tradiciones de reforma de la educación del profesor en Estados Unidos, unas tradiciones que han batallado entre sí durante los últimos cien años (LISTON y ZEICHNER, 1991). Al hablar de cada una de las formas de entender la reforma de la formación del profesor, señalo su relación con una larga tradición de reforma.

El imperativo demográfico

En los últimos tiempos, hablar del imperativo demográfico de la enseñanza y de la formación del profesorado se ha convertido en algo habitual en la literatura especializada, e incluso en la prensa popular. Actualmente, en Estados Unidos unos 47 millones de alumnos asisten a centros públicos de enseñanza primaria y secundaria. Los atienden unos 3,3 millones de profesores, y cuentan con la ayuda de miles de paraprofesionales y personal administrativo. Ante una serie de factores, como el envejecimiento del profesorado, los programas de reducción del número de alumnos por clase, el desgaste del profesor, etc., se prevé que para 2010 se necesitarán como mínimo dos millones de profesores nuevos (U.S. DEPARTMENT OF EDUCATION, 2001). Durante los próximos cuatro años, Illinois tendrá que contratar unos 55.000 profesores, más de un tercio de los que hoy trabajan en sus centros públicos (Keller, 2002). Las circunstancias son similares en otros muchos Estados. Algunos aspectos destacados de esta situación nacional son la gran cantidad de personas que no cumplen con los requisitos mínimos para obtener la acreditación necesaria para poder impartir clases y que, pese a ello, trabajan como profesores en centros públicos, sin supervisión alguna y con todas las responsabilidades propias del oficio y, entre los profesores acreditados, hay una gran cantidad que enseña en ámbitos distintos de los de esa acreditación. La situación está más generalizada en determinados campos, por ejemplo los de la educación especial, la enseñanza del inglés como segunda lengua, la enseñanza bilingüe, las ciencias y las matemáticas, y también en determinadas zonas geográficas, como los distritos urbanos y los rurales más alejados.

En algunos Estados, como el de California, la situación actual se encuentra en un punto en que están desapareciendo los incentivos para completar un programa de formación del profesorado antes de comenzar a asumir la responsabilidad de un aula, y cada vez son más los alumnos de estos programas de educación del profesor que ya son profesores de hecho y a jornada completa. Según una encuesta realizada, por el Center for the Future of Teaching and Learning de Santa Cruz, a profesores de California, con menos de cinco años de experiencia, más de la mitad de los encuestados hacían las prácticas en su propia aula trabajando como profesores. Cuando se realizó la encuesta, en California había 42.000 aulas a cargo de profesores que no cumplían los requisitos mínimos para obtener la acreditación de profesor, una cantidad equivalente más o menos al 14% del profesorado del Estado. Esto supone un aumento del 23% de los profesores no cualificados desde 1997-1998 (CENTER FOR THE FUTURE OF TEACHING AND LEARNING, 2001).

En el ámbito nacional, la situación varía mucho de unos Estados a otros; Wisconsin, por ejemplo, exporta profesores de zonas no deficitarias a otras partes del país. La situación de otros Estados importadores se va asemejando a la de California. Sin embargo, incluso en los Estados exportadores, los grandes distritos urbanos y los rurales más remotos suelen tener la misma escasez de profesores que la más generalizada de los Estados que importan profesores. Por ejemplo, en el Estado exportador de Wisconsin, 320 profesores y alrededor del 20% de los nuevos contratados de la ciudad de Milwaukee, estaban ejerciendo de profesores con autorizaciones de urgencia el año pasado (MILWAUKEE PUBLIC SCHOOLS, 2002).

Otro aspecto crucial del actual imperativo demográfico de la enseñanza y la formación de profesorado es la creciente disparidad entre los alumnos de los centros públicos de Estados Unidos y sus profesores. En la actualidad, en torno al 38% de los alumnos de centros públicos proceden de grupos étnicos/raciales minoritarios, no así casi el 90% de sus profesores (U.S. DEPARTMENT OF EDUCATION,2001). En los grandes distritos urbanos, el porcentaje de alumnos de color es de más del 70%; en total, uno de cada cinco alumnos de menos de 18 años vive en la pobreza; y más de uno de cada siete de entre 5 y 17 años hablan en casa una lengua que no es la inglesa (pero a más de un tercio de estos alumnos se les considera como de limitada competencia en inglés) (VILLEGAS y LUCAS, 2001).

Esta divergencia cultural entre los profesores y sus alumnos se complica más aún por la ausencia en la mayoría de los programas de educación del profesor de una atención permanente a la preparación de profesores para que en su trabajo sepan cruzar las líneas divisorias de la etnicidad/raza, la lengua y la clase social. La respuesta habitual de los programas de formación del profesorado ante la creciente diversidad del alumnado, desde preescolar a la enseñanza secundaria postobligatoria, ha sido añadir al currículum uno o dos cursos sobre educación multicultural, enseñanza bilingüe, enseñanza del inglés como segunda lengua o educación urbana, dejando el resto del currículum prácticamente intacto (LADSON-BILLINGS, 1999a; VILLEGAS y LUCAS, 2001; ZEICHNER y HOEFT, 1996). Los profesores y demás personal de la formación del profesorado, blancos, monolingües y anglohablantes, responsables de la educación del profesor en la diversidad, a menudo carecen ellos mismos de experiencia como docentes en centros de primaria y secundaria culturalmente diversos. La falta de diversidad entre los profesores, el personal administrativo y los alumnos de muchos programas de educación del profesor desbarata los esfuerzos por preparar a unos profesores interculturalmente competentes.

La brecha en la calidad educativa