La Formación en Comunicación: Visiones de una Formación Futura. Conceptos y Aproximaciones - Juan Fernando Muñoz Uribe - E-Book

La Formación en Comunicación: Visiones de una Formación Futura. Conceptos y Aproximaciones E-Book

JUAN FERNANDO MUÑOZ URIBE

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Beschreibung

La formación en comunicación: visiones de una formación futura, condensada en dos textos; uno, que quisimos clasificar con la denominación de Conceptos y aproximaciones, y el segundo, Experiencias significativas, que reúne acciones, investigaciones, trabajo de campo y prácticas de importancia y representación en el campo de la formación en comunicación y periodismo.

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PRÓLOGO

(RE)PENSANDO EL CAMPO Y LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN: LA PROPUESTA DE LA COMUNICACIÓN COMO CONCEPTO TRANSDICIPLINAR

COMMUNICATION RESEARCH AND EDUCATION FOR A PRACTICAL DISCIPLINE

EL NUEVO PARADIGMA DE LA COMUNICACIÓN DIGITAL

HABITAR LA RED: INTERROGACIONES ACERCA DE LOS CONSUMOS CULTURALES Y LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA

NARRATIVA TRANSMEDIA COMO CONCEPTO

LA FORMACIÓN DE PERIODISMO DE TECNOLOGÍA: DE USUARIOS A CIUDADANOS

LA INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN: EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS EN LA ERA DIGITAL

INGENIERÍA EN COMUNICACIÓN SOCIAL E INGENIEROS EN COMUNICACIÓN SOCIAL. APUNTES PARA UN PROGRAMA DE FORMACIÓN DE INGENIEROS EN COMUNICACIÓN SOCIAL

LENGUAJES, LA REPRESENTACIÓN E IDENTIFICACIÓN EN EL AUDIOVISUAL - FICCIONAL

LAS INNOVACIONES EN LA INTERACCIÓN ENTRE COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN

FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE MANUEL MARTÍN SERRANO Y ENRIQUE SÁNCHEZ RUIS, APLICACIÓN PARA LA HISTOTIOGRAFÍA DE LA COMUNICACIÓN EN ÁMBITOS MICROSOCIALES

AUTORES

PRÓLOGO

Siempre constituye un anhelo no solo conocer, sino también reconocer el espíritu prospectivo de muchos autores, colegas nuestros y magníficos referentes de la academia y la investigación en América Latina y el mundo entero, sobre lo que pudiesen reflexionar acerca del ser, del hacer y, por supuesto, del haber y del tener con relación a la formación en comunicación y periodismo.

Los nuevos tiempos implican, pero también obligan a definir una lógica funcional y holística de lo esencial, lo básico y lo trascendental que connota el quehacer educativo ante los retos, las tensiones, las dinámicas y las necesidades formativas del ser contemporáneo, inmerso en un mar de intrínsecas posibilidades como de incertidumbres de acuerdo con ese futuro que a todos nos interesa, preocupa y clama.

Con mucho beneplácito recibimos en su momento la muy cordial invitación del coordinador de la serie “Libros de Comunicación” de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), el colega ecuatoriano Marco Vinicio López Paredes —quien se ha constituido en uno de esos compañeros de viaje con el cual uno quisiera transitar siempre—; convocatoria oportuna porque ocurrió precisamente cuando recogíamos las experiencias y allanábamos con esmero exploratorio, y quizá hasta presuntuoso, ambicioso y ensoñador, ese escenario futurista que siempre embarga un tanto de especulación… impulsivo, animoso; que propende por ganarle a la voluntad de encontrar una lógica discursiva a la educación en comunicación. Nos referimos a una idea investigativa que decidimos poner en marcha y asumir bajo una mirada prospectiva de la formación en comunicación en América Latina. Fue así como, en ires y venires, hemos tenido la oportunidad de iniciar caminos exploratorios e investigativos que nos han abierto el panorama para distinguir, observar, constatar, verificar y estimar todo aquello que implica la prospección en el campo de la comunicación. Pues, precisamente y debido a esta invitación editorial, decidimos a su vez, convocar a maravillosos colegas de todo el mundo que tienen mucho qué contar, desde su óptica, la manera como han de estar viendo y dilucidando los escenarios de un futuro formativo de la comunicación, en sus múltiples contextos y posibilidades.

Nos complace reconocer a esas personas que animaron para este esfuerzo: al profesor Ignacio Aguaded, presidente de la Red Interuniversitaria Euroamericana en Competencias Mediáticas para la Ciudadanía (Alfamed), que, a partir del inicio de nuestra tarea investigativa ha sido, con su infatigable y esmerada gestión, coordinación y dirección en el Programa Doctoral Interuniversitario en Comunicación de las Universidades de Huelva, Málaga, Sevilla y Cádiz, un promotor e impulsor para que el proyecto editorial tuviese sentido; a la colega Gisella Dávila Cobo, directora del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal), quien siempre ha mostrado apertura y respaldo a iniciativas como las que hoy podemos presentar y, por supuesto, a todos los colegas, investigadores, docentes y teóricos de la comunicación y el periodismo que decidieron aceptar su participación. A todos ellos, agradecemos la paciencia que les mereció todo el tiempo que significó convocar, compilar, esperar, revisar y acogernos a las circunstancias particulares de un ejercicio editorial en tiempos de pandemia por cuenta del Covid-19; pero hoy, amable lector, tiene usted una fantástica oportunidad para disfrutar de un producto que con tanto amor y dedicación ponemos a su entera disposición.

De ese recorrido investigativo que hicimos sobre la formación en comunicación y periodismo en los países de América Latina, tuvimos la oportunidad de averiguar, advertir, percibir, indagar, experimentar y, por qué no, juzgar versiones, adaptaciones, conceptos, teorías, planteamientos y reflexiones que, incluso, en todos los continentes denotan y connotan la educación de la comunicación, el periodismo y saberes afines. Ello, por supuesto, derivó en el reencuentro y como no, en la retoma de ideas y asuntos que han movido la teorización y la conceptualización de la comunicación en el mundo. Así, pudimos llegar a maravillosos y distinguidos autores; por ejemplo, algunos que, con suma dilección hemos conocido de tiempo atrás gracias a sus obras e invaluables contribuciones al campo de conocimiento.

En esta ocasión, el destino nos pone de frente y en calidad de testigos directos de algo así como una especie de alineación extraordinaria, única, donde la invitación fantásticamente coincidió con la investigación que se adelantaba, ocurriéndosenos la idea de invitar a colegas, teóricos y expertos de la comunicación de 15 países para que nos regalaran una excelsa y perfecta conjunción de saberes, opiniones, percepciones, experiencias, conceptos, teorías, fundamentos y posturas acerca de la comunicación y el periodismo: en su enseñanza, en su aprendizaje, en sus métodos, en sus recursos, en sus posibilidades, en sus limitaciones, en sus provocaciones y empeños.

Respetado lector: este es un gran esfuerzo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y con el respaldo del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL). Usted se encontrará con una obra sin par, intitulada La formación en comunicación: visiones de una formación futura, condensada en dos textos; uno, que quisimos clasificar con la denominación de Conceptos y aproximaciones, y el segundo, Experiencias significativas, que reúne acciones, investigaciones, trabajo de campo y prácticas de importancia y representación en el campo de la formación en comunicación y periodismo. Así, reunimos las aportaciones de expertos de México, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Uruguay, Francia, Chile, España, Cuba, Ecuador, Colombia, El Salvador, Suráfrica y Kazajistán.

Tal vez, quisimos incurrir en el empleo de un recurso un tanto pleonástico cuando propusimos para el nombre de la obra las palabras ‘visión’ y ‘futuro’ por cuanto alguna de las dos podría ser aparentemente innecesaria: hablar de futuro implica, sin lugar a dudas, tener la pretensión de intentar dilucidar lo que está por venir; lo que tendría asidero desde la capacidad de imaginar, crear, recrear y fantasear desde cualquier punto de vista. Pero, indiscutiblemente, nuestra intencionalidad expresiva subyace en el esmero con que nos propusimos seleccionar las visiones de un selecto conjunto de personas que, desde su experticia, juicio y razonamiento pueden movernos y provocarnos para la constitución de escenarios con inmensas posibilidades en situación de prospectiva de formación y, por ello, nos referimos a la formación en comunicación desde una formación futura; es decir, podrán lucirse como ausentarse aspectos que en la tradicional formación en comunicación hoy persisten o, por el contrario, conformarse un interesante entretejido de cosas; de utopías como de distopías; de alienación, de convergencia y divergencia, como de inconmensurables situaciones y circunstancias.

Nuestra gratitud a 33 colegas que quisieron compartirnos su conocimiento en esta obra de gran valía para la Comunicación y el Periodismo. Son ellos: Carlos Vidales Gonzáles, Robert Thomas Craig, Fernando Gutiérrez, Luis Sujatovich, Vicente Gosciola, Guilherme Canela, Natalia Zuazo, Jacques Guyot, Jesús Galindo Cáceres, Valerio Fuenzalida, Joan Ferrés i Prats, Dariel Mena Méndez, Amaia Arribas Urrutia, Marco Tulio Flores Mayorga, Dean Kruckeberg, Carlos Obando Arroyave, Ana Urquilla Alvarado, Octavio Islas, Nicole Leavey, Laura Lindenfeld, Julia Hattaway, Gregory Carbonetti, Peter Felsman, Temis Taylor, Dania Zeidlickis, Hilda Saladrigas, Luis Alain de la Noval Bautista, Beatriz Fonseca Muñoz, Wefwafwa Job Allan, Yamile Sandoval, Iván Ríos, Diana Rivera y Galiya Ibrayeva.

En el primer libro de este proyecto editorial nos acompañan: Carlos Vidales González, de la Universidad de Guadalajara (México); Robert T. Craig, de University of Colorado, Boulder (Estados Unidos); Fernando Gutiérrez, del Tecnológico de Monterrey (México); Luis Sujatovich, de la Universidad Nacional de Quilmes-Universidad del Este (Argentina); Vicente Gosciola (Brasil); Guilherme Canela De Sousa Godoi y Natalia Zuazo, por la Unesco y Salto Agencia Tecnopolítica; Jacques Guyot, de la Universidad París 8 Vincennes (Francia); Jesús Galindo Cáceres (México); Valerio Fuenzalida, de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile); Joan Ferrés i Prats, de la Universidad Pompeu Fabra (España) y Dariel Mena Méndez, de la Universidad del Altiplano (México).

El mexicano Carlos Vidales Gonzáles tiene en su haber importantes obras fruto de su investigación y capacidad de crítica argumentativa como Comunicación, Campo(s), Teorías y Problemas. Una perspectiva internacional, coordinado con Eduardo Vizer, y el libro Comunicación, semiosis y sentido. Vidales sugiere en su participación comprender la comunicación como concepto transdisciplinar, más allá del campo académico y en procura de un nivel meta discursivo, con la conjunción de visiones diferentes sobre la comunicación, y en referenciación de las teorías comunicativas de Robert Craig —también invitado a este esfuerzo editorial— y los conceptos de cibersemiótica de Sørem Brier, profesor en Semiótica de las Ciencias de la Información, la Cognición y la Comunicación de Copenhagen Business School. La inquietud crítica y reflexiva del autor propende por el interés de reconstruir la historia de las teorías de la comunicación y extender los horizontes de la ciencia en el abordaje del fenómeno comunicativo mucho más allá del campo académico tradicional de la comunicación y de las ciencias sociales.

El teórico de la comunicación, Robert T. Craig, de la Universidad de Colorado (Estados Unidos), expresidente y miembro vitalicio de la International Communication Association (ICA), autor de Communication Theory as a Field (Teoría de la Comunicación como campo), participa con su ensayo sobre la investigación y la educación en comunicación. Allí presenta las razones históricas, epistemológicas e institucionales por las cuales considera la importancia de estimar la comunicación como una disciplina práctica asumida desde la investigación deliberativa, el cultivo del conocimiento práctico y social de la comunicación y la relación de la teoría con la práctica por medio del metadiscurso. El autor fundamenta su planteamiento sin ignorar las dimensiones empírico-científicas y técnicas del campo de la comunicación, como tampoco su identidad primaria de relevancia práctica, que no puede reducirse al conocimiento técnico o teórico. Siempre será importante leer y releer a Craig por su invaluable contribución científica.

El investigador Fernando Gutiérrez es director de la División de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey (México), miembro del consejo directivo de Media Ecology Association y coordinador general de “The World Internet Project” para México (WIP MX), además de ser académico de número de la Academia Mexicana de Comunicación y es un experto en asuntos relacionados con las tecnologías de información y comunicación, lo que ha significado su participación en reconocidas publicaciones internacionales. Es coautor, con Octavio Islas y Lance Strate, de la obra La comprensión de los medios en la era digital. Un nuevo análisis de la obra de Marshall McLuhan. En esta oportunidad, Gutiérrez aborda la comunicación digital desde un nuevo paradigma y a partir de la ecología de medios y la teoría constructal, con la pretensión tanto comprensiva como predictiva de los sistemas complejos que trae consigo. Para ello, dilucida acerca del desarrollo del entorno digital, de la evolución mediática, y pone de protagonista de los nuevos tiempos una comunicación digital oportuna, desafiante y retadora que implica identificar su incidencia en nuevos patrones asociativos en el ecosistema y de acuerdo con nuevas formas de conocimiento.

El colega argentino Luis Sujatovich, con experiencia investigativa y docente en la Universidad de Quilmes y la Universidad del Este, es un experto en temas de educación, nuevas tecnologías, gamificación y narrativa transmedia para educación. En su texto convoca a una reflexión sobre la relación de tecnología, sociedad y cultura en lógica de desciframiento y examen del consumo mediático, distinguible de la habitación de la red, y su pertinencia en la constitución de la ciudadanía digital, para sugerir un repensar acerca de las funciones de la comunicación en tanto disciplina. En consecuencia, categoriza la perspectiva comunicacional mediante los aspectos de la velocidad del entendimiento, la empatía, la enunciación polifónica del yo, la constitución de micro comunidades, la diversión y la tecnología digital.

Recurriendo al método del storyworld y advirtiendo sobre aquellas interpretaciones que aluden a la definición, la historia y predicción sobre el concepto que expone, el autor brasilero Vicente Gosciola delimita su aportación al abordaje de la narrativa transmedia, permitiéndose explicarla con una revisión crítica de su condición. Así, el autor realiza una exploración de los múltiples abordajes e interpretaciones de la narrativa transmedia, a partir de su idea básica, lógica y de producción cultural hasta sus diversas concepciones en el videojuego, el cine, la televisión, las ciencias humanas, las prácticas mediáticas, la comunicación, la publicidad, las narrativas y la historia. La mirada crítica de Gosciola corresponde a la de un experimentado investigador en temas de cine, comunicación, nuevas tecnologías, hipermedios, gamificación y medios interactivos. Es autor del libro Mapa de ruta para los nuevos medios: del game a la televisión interactiva y coautor de Periodismo transmedia: miradas múltiples.

Guilherme Canela De Souza Godoi es jefe de la Sección de Libertad de Expresión y Seguridad de Periodistas de la Unesco, donde también se ha desempeñado como Consejero Regional en Comunicación, Coordinador Regional de la Iniciativa de Promoción de la Democracia y la Libertad de Expresión en sistemas judiciales de América Latina y secretario del Comité Regional del Programa Memoria del Mundo en América Latina y el Caribe, entre otras responsabilidades. Él y Natalia Andrea Zuazo, licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, máster en Periodismo de la Universidad Torcuato di Tella, ganadora del Premio ESET América Latina en Seguridad Informática (2016) y autora de los libros Guerras de internet (2015) y Los dueños de internet (2018), nos comparten su reflexión acerca de la importancia en la formación de periodistas de tecnologías, que trascienda su desempeño más allá de historias y reseñas sobre nuevos dispositivos tecnológicos. La combinación de conocimiento desde el desempeño de los periodistas en América Latina e internet otorgan una visión interesante de estos dos autores con respecto a la formación futura de los periodistas.

El investigador francés, Jacques Guyot, del Centre d’etude sur les médias, les technologies et ‘internationalisation y coordinador con Armand Mattelart del proyecto europeo en Francia Emediate sobre “Media and Ethics of a European Public Sphere from the treaty of Rome to the War of Terror”, del Instituto Universitario Europeo de Firenze, estima pertinente y necesario cuestionar la función de las universidades para la promoción y el cultivo de espacios de reflexión crítica que coadyuven al examen de modelos de investigación pública como de experimentación social en lógica formativa de cualificación y para la construcción de una sociedad civil democrática. Siempre será fascinante identificar la postura de Guyot debido a su amplia experiencia en el tratamiento de tópicos asociados a la educación intercultural, la diversidad lingüística, la comunicación, los espacios mediáticos, la globalización, la enseñanza del periodismo y el estatus de las ciencias sociales.

Por su parte, el profesor mexicano Jesús Galindo Cáceres, autor de 35 libros y más de 350 artículos académicos publicados en 14 países de América y Europa, presenta detalles de la experiencia de trabajo de una iniciativa enmarcada hace dos décadas en el proyecto Grupo Hacia una Comunicología Posible (GUCOM) y, durante los años ochenta del siglo anterior, con el proyecto del Grupo Ingeniería en Comunicación Social (GICOM), bajo la concepción, como también premisa, de estimar la Ingeniería en Comunicación Social a modo formador y transformador de la cotidianidad en la vida social, orientada a la composición, la organización y la modificación en procura de competencias fundamentales para la acción y la interacción social. La perspectiva de Galindo da insumos para concebir el futuro del campo de la comunicación con una mirada donde “el principio constructivo de lo social es la operación que une y la operación que separa”, como él lo ha llegado a expresar.

La experticia teórica e investigativa del chileno Valerio Fuenzalida le ha valido reconocimiento no solo en su país, sino también en Iberoamérica, sobre todo cuando alude críticamente a la televisión pública y propositivamente a la televisión educativa para la construcción de una nueva ciudadanía y en promoción de la democracia. La contribución de Fuenzalida se distingue por su orientación analítica, semiótica e histórica del lenguaje audiovisual. En esta oportunidad, el autor se vincula mediante la valoración de lo audiovisual con la revisión y el análisis de la recepción, la representación, la textualidad, la semántica narrativa, la lúdica, el relato ficcional y la audiencia infantil.

Joan Ferrés i Prats, doctor en Ciencias de la Información y profesor en los Estudios de Comunicación Audiovisual de la Universitat Pompeu Fabra, de Barcelona (España), se inclina por hacer una reflexión en torno a las innovaciones resultado de la interacción entre comunicación y educación, más allá del asunto tecnológico, y convoca a la exploración de aportes que al campo de la comunicación podría brindar la neurociencia. Entre muchas de sus sugerencias, anima a trascender en la educación mediática desde una mayor actitud crítica, con la superación de la competencia informacional.

El docente e investigador cubano Dariel Mena Méndez retoma el pensamiento de Manuel Martín Serrano y Enrique Sánchez Ruiz desde el análisis de sus respectivas obras: La Teoría Social de la Comunicación y la Metodología histórico estructural. Concibe la importancia de releer las contribuciones de estos dos expertos en el estudio de la comunicación pública y en dimensión sociohistórica para la retoma de aspectos macro y micro sociológicos en sentido de producción social de la comunicación, comprensión de las dinámicas de los medios de difusión y sus mediaciones e identificación de las prácticas sociales.

Que la contribución de tan distinguidos autores, con visiones disímiles, puestas en ópticas diferentes y con una orientación concurrente como la que nos ha entusiasmado a gestionar esta publicación, sea la incitación para imaginar, deliberar, reflexionar, debatir y dilucidar en torno a la construcción de aquellos escenarios futuros de la formación en comunicación, como de los campos y las disciplinas afines.

Juan Fernando Muñoz Uribe

Coordinador

(RE)PENSANDO EL CAMPO Y LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN: LA PROPUESTA DE LA COMUNICACIÓN COMO CONCEPTO TRANSDICIPLINAR

Carlos Vidales GonzálesUniversidad de Guadalajara, Mé[email protected]

RESUMEN

El presente trabajo propone pasar de la consideración de la comunicación como campo académico a la consideración de la comunicación como concepto transdisciplinar sustentado en la propuesta de Robert T. Craig sobre el campo de las teorías de la comunicación y en el trabajo de Søren Brier sobre la cibersemiótica. La propuesta tiene dos implicaciones importantes. La primera es la posibilidad de reconstruir la historia de las teorías de la comunicación fundamentados en los objetos de conocimiento y no en las tradiciones, fuentes o paradigmas intelectuales tradicionales. La segunda, y más importante implicación, es la posibilidad de expandir los horizontes científicos del estudio del fenómeno comunicativo más allá del campo académico de la comunicación y del ámbito propio de las ciencias sociales. Se toma como ejemplo de propuesta conceptual integrativa a la cibersemiótica para mostrar las posibilidades analíticas de modelos conceptuales integrativos para el estudio de la comunicación como característica de los organismos vivos en general y de las relaciones humanas en particular. Finalmente, se exploran brevemente las posibilidades que propuestas de este tipo pueden tener para re-pensar el campo de la comunicación y las teorías de la comunicación en su conjunto.

INTRODUCCIÓN

El concepto de comunicación está directamente vinculado a la teoría matemática de la comunicación de Claude Shannon publicada en 1948, postulada inicialmente como respuesta a un problema en la ingeniería y extendida posteriormente al ámbito de lo humano por Warren Weaver (1949). El problema es que para el campo académico de la comunicación esa referencia es un mero dato histórico y la fuente de una metáfora recurrente pero poco explorada en la literatura académica. Se recurre una y otra vez a la idea del emisor, el mensaje y el receptor como una fórmula sintética para definir el fenómeno comunicativo, por encima incluso de las varias propuestas que la definen como el proceso social de producción de sentido. Adicionalmente, en la mayoría de las ocasiones en las que se toma el modelo de la transmisión como fundamento gnoseológico de lo comunicativo se ignora el universo conceptual que la acompaña, el contexto científico del surgimiento de esta teoría, así como el hecho de que la propuesta de Shannon fue una entre muchas otras teorías de la información de la época como las de Norbert Wiener, Colin Cherry o Donald MacKay, muchas de las cuales incluso tenían serias discrepancias en la definición misma de la información (Kline, 2015). Tampoco se reconoce la importancia que otras teorías de la época tuvieron en el desarrollo de la teoría de la información o los varios campos científicos que se pusieron en diálogo para darle forma a la ciencia de la época: las matemáticas, la ingeniería eléctrica, la antropología, la neurobiología y la fisiología se encontraban entre ellas (Malapi-Nelson, 2017).

Para Jimmy Soni y Rob Goodman (2017), el trabajo de Shannon es tan importante que es a él a quien debemos el origen de nuestra entrada a la llamada era de la información. Pero mientras en la ingeniería, las matemáticas o la neurobiología algunos conceptos como el de información, retroalimentación circular, máquina o entropía son el producto de un debate serio sobre la naturaleza de su significación (Kline, 20015), la extensión de este tipo de conceptos hacia las ciencias sociales ha tenido enormes problemas, lo que ha complicado a su vez la posibilidad de establecer con claridad la diferencia entre cada uno de ellos y, en el caso preciso de la comunicación, ha complicado definir con claridad qué es o qué la define como una entidad conceptual particular cuando del estudio de lo social se trata. Lo anterior no significa que la “idea” de comunicación no existiera antes de la propuesta de Shannon o Wiener en el ámbito académico y social, sino que no había habido una fórmula sintética que definiera su naturaleza ontológica, lo que fue precisamente el gran mérito de Shannon y, en un sentido diferente, de Norbert Wiener (Peters, 1999). El problema es que esas dos referencias se convirtieron de inmediato en un lugar común, en una metáfora para definir un objeto de estudio y un campo académico particular, pero rara vez fueron exploradas a detenimiento. El resultado es que el campo de la comunicación se quedó con el concepto de información y con el concepto de comunicación, despreciando el universo conceptual que venía con ellos y dejándolos como contenedores vacíos a la espera de ser llenados significativamente, de ahí que posteriormente casi todo pudiese ser entendido como información o como comunicación y, en los casos extremos, ambos conceptos se usaron de forma indistinta.

Pero la metáfora del emisor, el mensaje y el receptor no es tan simple como parece, pues le dio nacimiento a tres dominios fundamentales de investigación en el campo: el relativo a los estudios de la emisión, el relativo al estudio de los mensajes (contenido), y el relativo a los estudios de recepción, lo que configuró en un inicio al campo de la investigación de la comunicación en Estados Unidos en los años ochenta como diera cuenta Wilbur Schramm (1982), pues desde su punto de vista, la investigación de la comunicación en esos años se refería a “todas las formas en que se verifica el intercambio de ideas y en las que éstas se comparten” (p. 9). Esto, por supuesto, abría el campo a una infinidad de fenómenos diferentes, pues incluía tanto a la comunicación de masas como a la comunicación interpersonal, “la palabra hablada, el signo, el gesto, la imagen, la exhibición, impresión, radiodifusión, película…” (p. 9). En síntesis, todo cuanto pudiese transmitir un significado y que pudiese tener un valor para los otros. Estas formas de definir la comunicación hicieron de entrada inconmensurable el ámbito de las teorías de la comunicación, dado que casi todo podía ser considerado un fenómeno comunicativo, y en consecuencia, casi toda teoría social se convertía así en una teoría de la comunicación. De este contexto también deviene el mito de los padres fundadores que Schramm formulara (Pooley, 2017), una idea con la cual también acercaría a la comunicación con el campo de la psicología a través de los trabajos de Carl Hovland y Kurt Lewin; con el campo de la ciencia política desde los trabajos de Harold Laswell y con la sociología por medio de los trabajos de Paul Lazarsfeld según su propia visión (Schramm, 1982).

Por su parte, en un artículo de divulgación que Warren Weaver publicara en 1949 para hacer accesible la teoría de Shannon al público lego, el autor sacaba de inmediato la propuesta del ámbito de la ingeniería y las matemáticas para hacerla accesible virtualmente a todos los campos científicos en general y a las ciencias sociales en particular. Al preguntarse cómo los seres humanos se comunicaban entre sí, Weaver (1949) formulaba el siguiente argumento:

La palabra hablada, ya sea directamente, por teléfono o por radio; la palabra escrita o impresa, transmitida a mano, por correo, por telégrafo, o por cualquier otra forma, son obvias y comunes formas de comunicación. Pero hay muchas otras. Un asentamiento o un guiño, un tambor en la jungla, un gesto representado en una pantalla de televisión, el parpadeo de una señal luminosa, un poco de música que recuerda a uno un evento en el pasado, bocanadas de humo en el aire del desierto, los movimientos y posar en un ballet, todos estos son los medios que utilizan los hombres para transmitir ideas.

La palabra comunicación, de hecho, será usada aquí en un sentido muy amplio para incluir todos los procedimientos por los cuales una mente puede afectar a otra. Aunque el lenguaje utilizado a menudo se referirá específicamente a la comunicación del habla, prácticamente todo lo dicho se aplica igualmente a música, imágenes y una variedad de otros métodos de transmisión de información (p. 11).

Como se puede observar, esto abrió el espectro a casi cualquier fenómeno social y natural, por lo que la teoría fue casi de inmediato incorporada a las ciencias naturales y sociales. De ahí en adelante, la idea de “la comunicación es transmisión de información” se desarrolló rápidamente. Incluso Weaver (1949) planteaba tres grandes problemas de comunicación que la teoría proponía abordar: el técnico, el semántico y el relativo a la influencia, esto pese a que el propio Shannon (1949) argumentaba en su texto fundacional que el problema semántico no era considerado para nada en su teoría dado que este aspecto era irrelevante para el problema de la ingeniería. Más aun, esta teoría será conocida más tarde como la teoría de Shannon y Weaver, cuando Weaver lo único que en realidad hizo fue la introducción de un libro que publicaría nuevamente el artículo seminal de Shannon así como el texto de divulgación que ya he referido. La teoría es enteramente de Shannon (Kline, 2015). Así que ese es también el contexto de surgimiento de nuestro campo académico, un campo que se fundó precisamente en este contexto científico, bajo estas premisas conceptuales y sobre estas confusiones históricas y teóricas.

Pero, desde ese entonces es mucho lo que ha sucedido, la reflexión sobre la comunicación y la teoría de la comunicación ha crecido enormemente y se han propuesto una gran cantidad de formas de organizar su espacio conceptual desde varios contextos geográficos y académicos (Craig, 1999; Rodrigo-Alsina, 2001; Scolari, 2008; Galindo, 2008; De Moragas, 2011; Vizer y Vidales, 2013; Cobley y Schulz, 2013 solo por nombrar algunos), sin embargo, es evidente que dado el amplio espectro de lo definido en nombre de la comunicación, ningún trabajo puede dar cuenta del universo conceptual que hoy parece contener el propio campo. Tres ejemplos emblemáticos en este sentido son: i) los doce tomos que integran la International Enciclopedia of Communication coordinada por Wolfang Donsbach y publicada en 2008; ii) los tres tomos de la Enciclopedia of Communication Theory en los que Stephen W. Littlejohn y Karen A. Foss (2009) enlistan y describen 400 teorías y, iii) los cuatro volúmenes que integran la International Encyclopedia of Communication Theory and Philosophy coordinada y publicada por Klaus Bruhn Jensen y Robert T. Craig en 2016. Pero, ¿en realidad podemos hablar de más de 400 teorías en el campo? ¿Qué hacer con este universo que no sólo es inabarcable, sino que crece cada día con el fenómeno de las redes sociales, la tecnología y el universo del internet? ¿Hacia dónde caminan el campo de la comunicación, la investigación de la comunicación, la enseñanza de la comunicación y las teorías de la comunicación? ¿Qué tiene todo esto que ver con el mundo profesional y, sobre todo, con los problemas sociales más apremiantes? ¿Qué implica en la actualidad hablar de teorías de la comunicación y para qué seguir haciéndolo? Quizá hoy la comunicación sirve únicamente para describir una adscripción institucional más que un espacio conceptual, profesional o académico como ya lo comentara en los años ochenta John Durham Peters (1986). Ahora bien, en este escenario de complejidad creciente, por lo menos en lo que al ámbito conceptual se refiere, se han seguido dos principales caminos, el de la organización conceptual y el de la integración conceptual con una clara superioridad del primero sobre el segundo. ¿Por dónde continuar entonces y para qué hacerlo?

Por lo anterior, en este trabajo me interesa plantear un camino distinto al que se ha seguido en el campo de la comunicación al hablar de las teorías de la comunicación, dado que la propuesta no es recuperar nuevamente una historia de las teorías, proponer una nueva forma de organizarlas o analizar las propuestas previas. Por el contrario, lo que me interesa es regresar al punto fundacional del pensamiento comunicacional en el momento del surgimiento de la cibernética y la teoría de la información para proponer desde ahí una mirada distinta al fenómeno comunicacional, una mirada que nos permita movernos más allá de lo humano para considerar a la comunicación como una característica central de cualquier organismo vivo en el planeta. Y esto es así porque precisamente eso es lo que postulaba la propuesta fundacional. Por contradictorio que pudiera parecer, es precisamente la metáfora de la transmisión con la que tanto nos hemos peleado y a la que hemos denostado como inapropiada para describir el fenómeno de la comunicación humana (Winkin, 1984; Craig, 1999), la que contiene una clave para poder caminar en el futuro: la propuesta de la transdisciplina como metalenguaje para pensar, teorizar e investigar desde la comunicación diversos fenómenos sociales, naturales o mecánicos, al tiempo que abre otro camino posible para el diálogo con la ciencia contemporánea en sus diversas áreas. Esta mirada presupone una perspectiva transdisciplinar, lo que implica de manera implícita el paso de la consideración de la comunicación como campo académico a la consideración de la comunicación como concepto transdisciplinar; esto con la finalidad de pensar desde ahí la posibilidad de una teoría integrativa, una idea que ya he planteado también en trabajos anteriores pero que ahora recupero desde la perspectiva informacional (Vidales, 2017b, 2019b). Ese es, entonces, el centro de la propuesta que aquí desarrollo.

Por lo tanto, el presente trabajo se encuentra organizado en tres secciones. En la primera de ellas desarrollo una breve reflexión sobre el universo conceptual de la comunicación, las formas en que ha sido organizado y la posibilidad de utilizar precisamente esas varias formas de organización para pensar desde ahí las posibilidades del pensamiento transdisciplinar. Es en este punto en donde se plantea la necesidad de pensar a la comunicación como un concepto transdisciplinar. Por su parte, en un segundo momento planteo brevemente el problema de la manera en que hemos trabajado con el concepto de información para ejemplificar la necesidad de recuperar los fundamentos conceptuales de la teoría. Finalmente, en la tercera sección describo brevemente los fundamentos conceptuales de la cibersemiótica, una teoría transdisciplinar de la comunicación, la información, la significación y la cognición a manera de ejemplo de lo que supone la integración conceptual desde la idea de los metalenguajes, una propuesta conceptual para la ciencia contemporánea. Partiré así por plantear una breve reflexión sobre el tema de las teorías de la comunicación.

1. DE LOS MAPAS CONCEPTUALES A LA PERSPECTIVA TRANSDISCIPLINAR

En algunos trabajos previos he explorado con detenimiento el asunto del problema de las teorías de la comunicación y a las teorías de la comunicación como problema (Vidales, 2019b, 2015, 2013). En un sentido muy sintético, el resultado del análisis permite identificar una enorme diversidad de formas de nombrar el universo conceptual de la comunicación y sus fuentes conceptuales; sin embargo, muchas de ellas coinciden de una u otra manera con las siete tradiciones intelectuales que planteó en su momento Robert T. Craig (1999) a finales de los años noventa y desde las cuales proponía además una matriz relacional y un posicionamiento ontológico sobre la comunicación. Su propuesta de un metamodelo constitutivo de las teorías de la comunicación se fundamenta en dos principios. El primero de ellos es el modelo constitutivo de la comunicación como metamodelo, lo que supone pensar a la comunicación como un proceso constitutivo que produce y reproduce sentidos compartidos, una posición en contra del modelo de la transmisión o matemático referido en la introducción a este trabajo. Este modelo constitutivo presenta los modelos de la comunicación como formas diferentes de constituir el proceso de la comunicación simbólicamente con propósitos particulares. Por su parte, el segundo principio supone pensar a la teoría de la comunicación como metadiscurso; es decir, toda teoría es un metadiscurso intelectual fundamentado en una práctica discursiva cotidiana. Ambos principios funcionan como fundamento pare reconocer las que considera son las siete tradiciones intelectuales del campo de las teorías de la comunicación. La meta final del metamodelo constitutivo era lograr una coherencia dialógica-dialéctica entre las tradiciones intelectuales: evidenciar y objetivar las complementariedades y tensiones entre teorías, una posición que se contrapone con la idea de la construcción de una teoría unificada de la comunicación. Al final, suponía Craig, aquello serviría para construir una comunidad conversacional. Sin embargo, como él mismo reconocería más de una década después de su propuesta original, esto no sucedió, por el contrario, el metamodelo fue ignorado y lo único que se retomó de su propuesta fueron las siete tradiciones. Eso sí, como él mismo comenta, el texto por lo menos se utilizó para justificar la existencia de un campo académico de la comunicación (Craig, 2015)1.

Tabla 1. Las siete tradiciones intelectuales del campo de las teorías de la comunicación

Tradición Intelectual

Comunicación teorizada como…

Problemas de la comunicación teorizados como…

Vocabulario metadiscursivo utilizado

Retórica

El arte práctico del discurso

La exigencia social requiriendo juicio y deliberación colectiva

Arte, método, comunicador, audiencia, estrategia, lugar común, lógica, emoción

Semiótica

Mediación intersubjetiva por los signos

Malos entendidos o brechas entre puntos de vista subjetivos

Signo, símbolo, ícono, índice, significado (sentido), referente, código, lenguaje, medio, (mal) entendimiento

Fenomenológica

Experiencia del otro, diálogo

La ausencia o falla en mantener auténticas relaciones humanas

Experiencia, ser y otro, diálogo, autenticidad, apoyo, franqueza

Cibernética

Procesamiento de información

Ruido, sobrecarga, subcarga, mal funcionamiento o “virus” en el sistema

Fuente, receptor, señal, información, ruido, retroalimentación, redundancia, red, función

Sociopsicológica

Expresión, interacción, influencia

Situaciones que requieren manipulación de las causas del comportamiento para lograr objetivos específicos.

Comportamiento, variable, efecto, personalidad, emoción, percepción, cognición, actitud, interacción.

Sociocultural

(Re)producción del orden social

Conflicto, alienación, desalineación, falla de coordinación.

Sociedad, estructura, práctica, ritual, regla, socialización, cultura, identidad, co-construcción.

Crítica

Reflexión discursiva

Ideología hegemónica, situación de habla distorsionada sistemáticamente.

Ideología, dialéctica, opresión, conciencia, levantamiento, resistencia, emancipación.

Fuente: adaptación de Craig, 1999, p. 133.

La propuesta de Craig (1999) sigue siendo hasta la fecha una de las más importantes y que ha organizado el campo de la comunicación en el mundo. El problema es de otra índole, y es que ninguna de esas tradiciones ha logrado posicionarse como un centro conceptual de la comunicación; por el contrario, se sigue pensando en la comunicación desde el enfoque informacional. El pensamiento metafórico sigue dominando la práctica de investigación en el campo de la comunicación. Pese a las varias formas en las que se organiza y nombra el universo conceptual de la comunicación (tradiciones intelectuales, fuentes históricas y científicas, paradigmas, escuelas, etc.), al final parece que hay un cierto acuerdo en cuáles son esas conceptualizaciones que bien sintetiza el texto de Craig referido. Y para muestra, algunos trabajos que de alguna u otra manera, con una nomenclatura u otra, recuperan el mismo espacio conceptual.

Tabla 2. Las propuestas de organizaciónde las teorías de la comunicación

Fuente

Organización propuesta de las teorías de la comunicación

Robert T. Craig (1999)

Tradiciones.

Tradición Retórica, Tradición Semiótica, Tradición Socio-fenomenológica, Tradición Cibernética, Tradición Socio-Psicológica, Tradición Sociocultural, Tradición Crítica.

M. R. Alsina (2001)

Perspectivas

Perspectiva interpretativa (Escuela de Palo Alto, interaccionismo simbólico, construccionismo), Perspectiva funcionalista, Perspectiva crítica (Escuela de Frankfurt, economía política y estudios culturales).

C. Scolari (2008)

Paradigmas

Paradigma informacional (Shannon y Schramm), Paradigma crítico (Escuela de Frankfurt, economía política y psicoanálisis), Paradigma empírico-analítico (Mass Communication Research), Paradigma interpretativo- cultural, Paradigma semiótico-discursivo (Saussure, Perice, Barthes, Eco, Fabbri).

Grupo Hacia una Comunicología Posible (Galindo, 2008)

Fuentes históricas y científicas

Fuente Sociología Funcionalista, Fuente Sociología Crítica, Fuente Sociología Fenomenológica, Fuente Sociología de la Cultura, Fuente Economía Política, Fuente Psicología Social, Fuente Semiótica, Fuente Lingüística, Fuente Cibernética.

O. Boyd-Barret (2006)

Escuelas

Estudios Culturales, Economía Política, Estudios de la Globalización.

Miquel de Moragas (2011)

Teorías

Teorías de base cibernética, de base sociológica (Lasswell, Schramm, Westley/McLean), las teorías de la comunicación de masas (Mass communication research, Escuela de Chicago, Teoría de los efectos limitados), teorías basadas en la tradición de los estudios de la cultura (Escuela de Frankfurt, Estudios Culturales, Semiótica, Luhmann, Habermas), teorías derivadas de la comunicación y la cultura en América Latina (Martín-Barbero, García Canclini) y, teorías fundamentadas en la sociedad de la información y la globalización (Mattelart y Castells).

Fuente: adaptación de Vidales, 2017b, p. 45.

El asunto entonces no es nada sencillo. Tenemos frente a nosotros una vastedad de teorías que de manera implícita o explícita explican el fenómeno de la comunicación (humana), pero tenemos un enorme problema para encontrar un principio organizativo general. De igual forma, ninguna de esas tradiciones ha funcionado como principio generalizado para pensar la comunicación dado que la referencia sigue siendo la idea de los emisores, los mensajes y los receptores; idea que Craig (1999) sitúa en la tradición cibernética pero de la cual decide alejarse para proponer una de corte interpretativo: la comunicación como un proceso constitutivo que produce y reproduce sentidos compartidos. Tenemos entonces lo que Craig (2013) llamó el enfoque Empírico-Científico caracterizado por este paradigma de pensamiento, y el enfoque Crítico-Interpretativo, centrado más en la idea de la comunicación como producción de sentido. Al final, son dos formas diferentes de pensar la comunicación y de construir teoría de la comunicación en el campo. Sin embargo, la cibernética tenía un tratamiento muy diferente de lo que es la comunicación y, en cierto sentido, caminaba en otra dirección (Malapi-Nelson, 2017). Pero si es el enfoque Empírico-Científico el principio organizativo que de cualquier manera se ha impuesto no sólo en la investigación académica sino en el sentido común de las personas, entonces valdría la pena realizar un estudio mucho más pormenorizado de lo que supone conceptual y epistemológicamente para el pensamiento comunicacional. De esta manera, en un breve asomo, nos damos cuenta que una de las características de este enfoque científico es que plantea conceptos transdisciplinares. La International Encyclopedia of Systems and Cybernetics (François, 2004) define a la transdisciplinariedad como “la característica de conceptos cibernéticos y sistémicos que proveen a los especialistas con un metalenguaje para el estudio en común de situaciones complejas en los sistemas” (p. 632). Desde esta mirada conceptual, la transdisciplinariedad no se refiere al diálogo entre disciplinas o la inclusión de muchas de ellas en un trabajo de investigación; por el contrario, se refiere al desarrollo de un metalenguaje capaz de trascender las fronteras disciplinares. Para autores como Basarab Nicolescu (2010), la transdisciplina significa incluso esa mirada entre, a través y “más allá” de las disciplinas, lo que supone evidentemente una nueva forma de entender la construcción de conocimiento en la ciencia contemporánea.

Para autores como Rafael Rodríguez, la transdisciplina es una percepción global de la conexión entre muchas disciplinas: no solamente la ciencia, sino todas las actividades humanas aparecen como un “todo” unitario, parte y parcela del universo en el que la unidad y la diversidad no son conceptos opuestos, sino perspectivas complementarias (Rodríguez en François, 2004). Pero es Peter Checkland quien esgrime el argumento más importante para este trabajo, pues, desde su punto de vista, no necesitamos equipos interdisciplinarios sino, por el contrario, conceptos transdisciplinarios, conceptos que sirvan para unificar el conocimiento al ser aplicables a distintas áreas que trazan las propias fronteras disciplinares (Checkland en François, 2004). ¿Y no es esa precisamente la función que ha tenido la comunicación desde su emergencia como concepto en la ciencia contemporánea? En su texto que forma parte de la Enciclopedia Internacional de la Comunicación referida con anterioridad, Craig (2008) se preguntaba casi una década después de su propuesta del metamodelo constitutivo lo siguiente:

Si la comunicación es el foco que une todas esas teorías, objetos o métodos, entonces cabe preguntarse: ¿Pero cuál es la naturaleza de ese foco común? ¿Es la comunicación sólo un tema nominal que débilmente une una serie de profesiones y disciplinas que de otra forma no estarían relacionadas? ¿Es la comunicación verdaderamente un campo interdisciplinar en el que el progreso del conocimiento es sólo posible a través de la cooperación cercana y sinergia entre las varias y distintas disciplinas que componen el campo? ¿Es la comunicación de hecho (además de su aparente fragmentación), o por lo menos potencialmente, el objeto de una disciplina intelectual distinta en su propio derecho? ¿Puede ser en algún respecto verdadera alguna de estas interpretaciones sobre el campo? (p. 676).

Las posibles respuestas a estas preguntas no pueden ubicarse en el espacio propio del campo, sino que en cierto sentido se explican a partir de la naturaleza transdisciplinar de la comunicación como fenómeno, pero sobre todo, como concepto. Tenemos entonces que movernos al espacio de la metateoría (Vidales, 2019b). Este es precisamente el camino que propongo se puede seguir para clarificar algunas de las problemáticas antes planteadas y para entender el por qué de la situación actual de la enorme dispersión de las teorías de la comunicación en su conjunto. Por lo tanto, a manera de ejemplo abordaré brevemente el concepto de información y sus varias acepciones para mostrar la enorme riqueza que lo envuelve y que se ha ignorado sistemáticamente al darle primacía a una sola mirada que, además, se usa como metáfora y lugar común de referencia desde el nacimiento mismo del campo académico de la comunicación en el mundo.

2. DE REGRESO AL PRINCIPIO: LA INFORMACIÓN COMO CONCEPTO ORGANIZADOR

Para David L. Ritchie (1991), lo cierto es que normalmente usamos el concepto de información en un sentido amplio puesto que normalmente no se requiere una definición conceptual precisa para cargarlo significativamente; sin embargo, el escenario cambia cuando lo que está al centro de la discusión teórica es precisamente la información o la comunicación, lo que implica que los conceptos tienen que ser definidos de manera más precisa. Cuando se trata del uso de conceptos, lo primero que habría que entender es que se trata de abstracciones que tienen ya una distancia con la percepción cotidiana, por lo que en cierto sentido reflejan las teorías implícitas que adoptamos para resaltar aquello que consideramos relevante o importante de la realidad que está siendo estudiada. Un concepto es definido por una teoría o en el contexto de una teoría y lleva inevitablemente consigo los supuestos de esa teoría, por lo que la teoría se convierte en un marco de observación que indica lo que es relevante y lo que no. De esta manera, el concepto científico termina siendo una entidad abstracta que debe expresar algo que la teoría sostiene que es importante y que nos dice cómo detectar e interpretar. Y eso fue precisamente lo que sucedió con ambos conceptos. Al concepto de información se le separó de la teoría matemática de la información y al concepto de comunicación se le separa de la teoría cibernética. Después de eso, cualquier teoría, cualquier axioma e incluso cualquier idea de sentido común sirvió muy bien para llenar esos espacios de vacío conceptual.

En el caso del concepto de información, comenta Ritchie (1991), se trata de un concepto apropiado de la ingeniería electrónica junto con los supuestos y perspectivas de la teoría de la transmisión de señales. Por lo tanto, si se tiene en consideración lo dicho anteriormente sobre los conceptos científicos y las teorías, entonces el concepto de información tendría esa carga teórica. En sus palabras, “usar el concepto de información definido por la teoría de la transmisión de señales, es aceptar la afirmación implícita que, a cierto nivel empírico observable, la comunicación humana «no es otra cosa» que codificación de señales, transmisión y decodificación” (p. 2). Lo anterior significa que tendríamos que asumir con toda claridad una explicación de la comunicación humana en términos mecanicistas. Como es de esperarse, difícilmente los estudiosos de la comunicación estarían dispuestos a aceptar tal definición, por lo que la alternativa fue definir a la información en términos de una visión más “humana”.

De acuerdo con Ritchie (1991), para ser útil en el estudio científico de la comunicación humana, el concepto de información tendría que liberarse de los supuestos irrelevantes o sin soporte que le asignan los científicos en diversos campos de conocimiento, así como de las confusiones y mezclas de significado que se le asigna desde el sentido común o las conversaciones cotidianas. Y lo mismo podría decirse del concepto de comunicación y del resto de conceptos que usamos para explicar el fenómeno particular que supone la comunicación humana. Si bien la historia del concepto de información nos muestra un recorrido histórico diverso (Klein, 1995; Malapi-Nelson, 2017; Soni y Goodman, 2017), en realidad, los relatos históricos y su utilidad en la aplicación real pusieron a la propuesta de la Teoría Matemática de la Comunicación de Claude Shannon (1949) al centro de la discusión científica, teoría que estaba enteramente centrada en el problema de la determinación de la capacidad máxima de un canal como el teléfono o el telégrafo en su tiempo, para transmitir mensajes. Los tres elementos centrales del proceso eran la manera en que los mensajes son codificados, la presencia de ruido y la capacidad de un canal para transmitir dichos mensajes. El significado era completamente irrelevante para el problema en ingeniería, puesto que lo que importaba era la descripción estadística de un mensaje típico producido por un código (Ritchie, 1991). El conjunto de ideas de Shannon le dio nacimiento a la teoría de la información, pero es tras la re-publicación del trabajo de Shannon en 1949 que la teoría es extendida al ámbito de la comunicación humana tras el texto introductorio que hiciera Warren Weaver en el cual vislumbraba las posibilidades que la teoría tenía para explicar fenómenos de la comunicación humana una vez asumiendo e ignorando conscientemente las propias restricciones que Shannon advertía en el artículo original. Eran las bases para una ingeniería social que intentaría emular los logros adquiridos por la ingeniería electrónica.

Lo cierto es que pese a los varios intentos que se hicieron por incluir la teoría en las formas de explicación de la comunicación humana, ninguna en realidad pudo trabajar desde la propia teoría matemática y las investigaciones que lo hicieron reconocieron que la teoría no agregaba nada extra a sus propias investigaciones2, básicamente, porque la transmisión de señales se convirtió en una metáfora más que en un principio conceptual, además de que la transmisión de señales es únicamente una parte del proceso de la comunicación humana. “El uso de la transmisión de señales codificadas y de la decodificación como modelo de toda la comunicación humana obscurece la relación entre parte-todo y probablemente hace más por impedir que avanzar en la ciencia de la comunicación” (Ritchie, 1991, p. 8). Por otro lado, mientras se desarrollaba la propia teoría en la ingeniería, se fueron tomando diversos conceptos de las ciencias sociales como es el caso de los conceptos de ruido, incertidumbre, retroalimentación (feedback), redundancia y claro, los de información y comunicación, entre muchos otros. Así, una vez que los conceptos estuvieron en el campo de la ingeniería, estos fueron cargados significativamente desde el marco de una teoría matemática y la teoría cibernética, lo que se ignoró por completo cuando los conceptos fueron ahora tomados de regreso por las ciencias sociales.

En los años cincuenta, en el marco del periodo de la postguerra y la carrera armamentista, en Estados Unidos se libraba una feroz batalla secreta por el desarrollo de tecnología bélica entre cuyos precursores se encontraba el matemático Norbert Wiener. Fue el tiempo del nacimiento de una idea de «máquina» tan poderosa conceptualmente que se extendería rápidamente para explicar tanto el funcionamiento de la artillería anti-aérea como para explicar el sistema circulatorio central, la mente, el comportamiento humano y claro, la comunicación humana (Malapi-Nelson, 2017). Este fue el escenario perfecto para que, como argumenta Ritchie (1991), se pasara rápidamente de la metáfora “la transmisión de mensajes es comunicación” a “la comunicación es transmisión de mensajes”, metáforas que también empataban con algunas otras que se desarrollaban en ese contexto como “el cerebro es una computadora”. El problema es que precisamente se ignoró el sentido mismo de la metáfora y se tomó como un hecho descriptivo general, resaltando así únicamente un aspecto del proceso mientras se ocultaban algunos otros. En el caso de la metáfora “la comunicación es transmisión de mensajes” se resalta el aspecto mecánico mientras se ocultan los aspectos sociales e interpretativos del propio proceso; es decir, que se toma como totalidad sólo un aspecto del proceso, de ahí que Ritchie (1991) se pregunte: “¿Cómo puede ser entendido el rol de la transmisión de mensajes en la comunicación cuando la comunicación en sí misma es descrita como transmisión de señales?” (p. 8). Por lo tanto, para que el concepto de información sea útil en la teoría de la comunicación humana tendría que ampliar su sentido para incluir lo social y la interpretación más allá del aspecto propiamente mecánico. Si se entiende a la comunicación desde sus rutas etimológicas común, hacer común algo (información) y comunidad, que eso que se esté haciendo común implique una suerte de relación entre alguien que dice algo (con cualquier soporte material) y alguien a quien es dicho, se puede entender entonces a la comunicación como el estudio de los procesos por medio de los cuales la información es dicha al tiempo que una comunidad es mantenida.

Un elemento central es, por tanto, la producción de mensajes que puedan ser percibidos e interpretados, por lo que la transmisión es un proceso indispensable de la comunicación, pero en definitiva no es el único, puesto que además de la percepción y la interpretación se requiere cierta competencia de los sujetos que les permita discernir entre lo que es un mensaje y lo que no. Así, la comunicación también significa la creación de relaciones entre lo que es percibido y conocido por una persona y lo que es conocido y percibido por otra, por lo que también descansa sobre la base de relaciones pre-existentes (Ritchie, 1991). El caso particular que mejor ejemplifica esto son las palabras. In-formar implica que la forma es introducida dentro de algo; es decir, un acto comunicativo se realiza mediante la in-formación de un medio físico con algún patrón: el entendimiento del mundo de una persona, así como sus relaciones sociales son in-formadas en el acto mismo de la interpretación de un mensaje. “La comunicación humana debe incluir el proceso cognitivo por el cual un mensaje es interpretado y el entendimiento de una persona es informado, así como el proceso social mediante el cual los actos comunicativos poseen significado” (Ritchie, 1991, p. 11). El significado, el contexto social, el proceso de reconocimiento de la in-formación del mundo físico, el proceso cognitivo de percepción e interpretación así como la transmisión de señales son elementos que mejor describen el proceso de la comunicación humana, una condición que escapa de inmediato a la metáfora mecanicista y reduccionista inicial, centrada únicamente en el proceso de crear, preservar, transmitir y reproducir una señal de un punto a otro, lo que es el dominio particular de la teoría matemática de la comunicación.

Ahora bien, estos problemas de definición conceptual del fenómeno comunicativo desde la visión de la información, no ha impedido en ningún sentido que la información se expanda como principio explicativo en las matemáticas, la física, las ciencias de la computación, la biología, las ciencias de la comunicación, la lingüística, las ciencias de sistemas, entre otras, cada una de las cuales parece tener su propio concepto. Cuando se observan los varios conceptos de información que cada una ha producido, descubrimos que normalmente tienen fundamentos teóricos casi inconmensurables, puesto que algunas conceptualizaciones se encuentran fundamentadas en las ciencias exactas, otras en las ciencias de la vida y algunas otras en las ciencias sociales y las humanidades. En The Concise Encyclopedia of Communication, Klaus Krippendorff llama la atención sobre un problema central en el uso metafórico generalizado del concepto de información, dado que se entiende a la información como el contenido de un mensaje o como inherente a los datos; es decir, se le entiende como una “cosa”, como si hubiera una entidad que pudiera ser llevada de un lugar a otro, comprada o poseída. Desde su punto de vista, Gregory Bateson ya había caracterizado a la comunicación como la circulación de diferencias en la sociedad; sin embargo, reconociendo que las diferencias no residen en la naturaleza, sino que resultan del acto de establecer distinciones, es posible entonces definir a la información como “la diferencia que el establecimiento de distinciones en un dominio empírico hace en otro. Las teorías de la información cuantifican estas diferencias en términos de «bits», una abreviación de «binary digits», o "el número de distinciones binarias necesarias para ganar certidumbre entre y a través de esos dominios" (Krippendorff en Donsbach, 2015, p. 254). Esto marca entonces una clara diferencia entre la teoría lógica de la información, la teoría estadística de la información y la teoría algorítmica de la información.

Adicionalmente, de acuerdo con Søren Brier (2014), podemos reconocer al menos ocho perspectivas en torno a la conceptualización de la información. La primera de ellas se encuentra fundamentada en el trabajo de Claude Shannon y puede ser considerada una teoría sintáctica probabilística de la información; es decir, se trata de una teoría que calcula la información de acuerdo con la probabilidad de la ocurrencia de signos en sus respectivos contextos. La teoría ve a la información como entropía. En la lectura que Warren Weaver (1949) hiciera de la propuesta de Shannon, la información es la medida de la libertad que uno tiene en la selección de un mensaje, por lo que entre más grande sea la libertad de elección, mayor será la incertidumbre de que el mensaje que en realidad está siendo seleccionado sea uno en particular, por lo que la información también es mayor. Entre mayor es la libertad de elección mayor es la incertidumbre y mayor es también la información. Sin embargo, la información no debe ser confundida con el significado, lo que claramente es una limitante cuando se trata de explicar el fenómeno de la comunicación humana como ya he apuntado con anterioridad. Desde esta propuesta se aborda únicamente el problema técnico de la comunicación, pero la comunicación humana en realidad se da a través de signos significativos entre mentes corporeizadas, por lo que es complicado observar la emergencia del significado desde esta perspectiva: “La información tiene que ser conectada al lenguaje corporeizado y significativo en una cultura o al mundo físico de objetividad material” (Brier, 2014, p. 25).

Un segundo acercamiento es el que Brier (2014) describe como un tipo de teoría de la información termodinámica-cibernética y la cual se asocia fundamentalmente al trabajo de Norbert Wiener (1961) y Erwin Schrödinger (1967), para quienes la información se encuentra asociada a la negentropía. Wiener (1961) centró su atención en el rol de la información en sistemas mecánicos y biológicos, y desde esta lógica modificó la definición de información entendida como entropía a la información entendida como negentropía: del desorden a la organización. Sin embargo, entre Wiener y Shannon hay una clara diferencia: para Wiener la información es entropía negativa o neguentropía; es decir, la información provee organización a la realidad que tiende inherentemente al caos, pero para Shannon el asunto es exactamente lo contrario pues la información es entropía en sí misma, puesto que la información se encuentra asociada con la cantidad de libertad de elección que tenemos al construir mensajes. “Si el mensaje transmitido lleva al receptor lo que este ya tiene, entonces poca información ha sido transmitida. Si, por el contrario, hay un alto grado de incertidumbre sobre la posibilidad de reconstruir el mensaje en el receptor final, entonces uno puede hablar de una mayor cantidad de información en juego” (Malapi-Nelson, 2017, p. 127). Para Wiener, el concepto de información se vincula tanto a los sistemas creados por el ser humano como a los sistemas vivos como los órganos del cuerpo o el propio cerebro, debido a que que ambos pueden ser vistos como sistemas que usan señales de tal manera que la teoría cibernética los explica a través de una teoría del control. De la llamada cibernética de primer orden derivaría más adelante la cibernética de segundo orden, la cual podríamos considerar como el paso de los sistemas observados a los sistemas observadores. Aquí la inclusión del observador en los sistemas de conocimiento será fundamental.