Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
La obra de Antonio Gramsci (un clásico del pensamiento político del siglo XX por mérito propio), a pesar de los años que han pasado desde su redacción, constituye un instrumento imprescindible para entender nuestro presente. Dentro del movimiento comunista, el italiano fue un precursor de la crítica más contundente al estalinismo y al marxismo soviético. Los textos seleccionados aquí pretenden servir al lector como primer acercamiento al pensamiento gramsciano. Sus reflexiones no tuvieron el eco que merecían en su tiempo; sin embargo, sus consideraciones intempestivas resultan más actuales que nunca.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 235
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
HEGEMONÍA DE LOS EXCLUIDOS
MATERIALES PARA UNA VIDA AUTÉNTICA
Diseño de cubierta: Esequiel Cafaro
© Traducción: Álvaro Otero
© Introducción: Álvaro Otero
© Editorial Biblioteca Nueva
© Malpaso Holdings, S. L., 2022
c/ Diputació 327, principal 1.ª
08009 Barcelona
www.malpasoycia.com
ISBN: 978-84-18546-78-5
Primera edición, abril de 2022
Maquetación: Joan Edo Moreno
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., código penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
A Sergio, Emilia, SerxioAdmirado por su trabajo,esfuerzo y compromiso.
Vida y obra de Gramsci
Acontecimientos históricos
Acontecimientos filosóficos
Contexto cultural
1891Nacimiento de Antonio Gramsci
1891Oscar Wilde - El retrato de Dorian Gray
1898Detención del padre de Gramsci
1898Pierre y Marie Curie descubren el radio.
1904Liberación del padre de Gramsci
1904Pío Baroja: La lucha por la vida
1911Huelga turinesa del automóvil
1913Ingreso en el PSI
1913Edmund Husserl: Filosofía fenomenológica.
1913Niels Bohr: Ensayos sobre la construcción del átomo.
1917Revolución Rusa
1917Carl Gustav Jung: Lo inconsciente.
1919Primer número de L’ordine Nuovo
1919Asesinato de Rosa Luxemburgo
1919Max Scheler: La revolución de los valores.
1919W. Gropius, arquitecto alemán y otros fundan en Weimar la Bauhaus
1920Primeras ocupaciones de fábricas en Turín
1920Sigmund Freud: Ensayos de psicoanálisis.Henri Bergson La energía espiritual.
1921L’ordine nuovo como cotidiano
1921Fundación del PCdI
1922Gramsci en es el sanatorio de Serebryany bor.
1922Internacional Comunista
1922Último discurso de Lenin
1923Rainer María Rilke publica Elegías de Duino y Los Sonetos a Orfeo.
1924Caso Matteotti
1924André Breton: Manifiesto del surrealismo
1925Regreso de Gramsci a Italia
1925Benito Mussolini ilegaliza a los partidos de la oposición, lo que deja al Partido Nacional Fascista como único en Italia.
1925Abandono de la legalidad democrática en Italia
1926Detención de Gramsci
1929Pío XI alude a Mussolini llamándolo hombre de la providencia
1929Crack de la bolsa de Nueva York
1930León Trotsky: Mi vida (autobiografía).Sigmund Freud: El malestar de la cultura.
1930Disparos de la policía alemana sobre una manifestación comunista.
1932Muerte de la madre de Gramsci
1932El líder fascista católico Benito Mussolini es recibido con gran pompa por el papa Pío XI, con motivo del décimo aniversario de su ascensión al poder.
1932Aldous Huxley: Un mundo feliz.
1933El gobierno admite el traslado de Gramsci a una clínica bajo vigilancia.
1933en Alemania, el Partido Nazi gana las elecciones con el 43.9 % de los votos.
1934En Alemania acontece la «Noche de los Cuchillos Largos», donde se inicia la purga del partido nazi con la masacre y el desarme de los cuerpos de asalto SA.
1935Italia comunica el embarque de tropas hacia Somalia.
1935Luis Cernuda: Donde habite el olvido.
1936Pacto germano-italiano, futuro Eje Roma-Berlín-Tokio.
1936Erich Fromm: Autoridad y familia.Walter Benjamin: La obra de arte en la era de su reproducibilidad técnica.
1936Léon Blum es agredido por jóvenes de extrema derecha y resulta herido en la cara y el cráneo.
1937Muerte de Gramsci
1937Pablo Picasso pinta el cuadro Guernica
La historia de Gramsci es la historia de una catástrofe
MANUEL SACRISTÁN
Los textos escritos por Antonio Gramsci desde la cárcel, son la huella del esfuerzo de un ser humano excepcional que lucha por no ser abatido por unas circunstancias históricas que tratan de derrotarlo. La desesperanzada lucidez con la que percibe su situación queda reflejada en una carta dirigida a su cuñada Tatiana el 19 marzo de 1927. En ella le comunica que está atormentado por la siguiente idea: «que debería hacer algo für ewig (para la eternidad), según una vieja concepción de Goethe, que recuerdo atormentó mucho a nuestro Pascoli».
La referencia a la que Gramsci alude se encuentra en los Canti di Castelvecchio (1907) de Giovanni Pascoli, en un poema titulado Per sempre en el que uno de los versos expresa «para siempre quiere decir morir». Un intelectual como Gramsci no puede carecer de lectores. Para que su trabajo cobre sentido necesita de espacios públicos y privados como la familia, el partido político o la ciudadanía. Su filosofía no puede ser sino polémica ante la especulación académica autorreferencial o ante la composición intelectual dirigida a hacer carrera. Su obra aspira a ser un instrumento en manos de las clases oprimidas, de los don nadie de la historia, para que tomen conciencia y luchen por su dignidad. Es un pensamiento negativo contra la filosofía institucional y supuestamente objetiva, pues nada puede afirmarse desinteresadamente en un mundo de privilegiados y desposeídos. Como él mismo indica «la filosofía de la praxis no puede no ser concebida de forma polémica, de perpetua lucha» (Cuaderno 11, entrada 13).
La lenta pena de muerta aplicada a Gramsci, tanto la real, impuesta por el gobierno fascista de Mussolini, como la simbólica perpetrada por la grosera interpretación estalinista de la política de partido, será doblemente efectiva para desprestigiarlo. Esta doble condena lo privó de un interlocutor, no subsistieron ni la política, ni el partido, ni su familia. Escribir para la eternidad significa saberse solo y, a pesar de ello, escribir para las próximas generaciones, para tiempos más propicios. A pesar de todo su esfuerzo, de su voluntarioso optimismo, Gramsci no pudo continuar y dejó de escribir dos años antes de su muerte. Si no regresamos a su escritura sería como condenarlo de nuevo, conservar la imagen de Gramsci como un autoritario dogmático, cuando su obra indica lo contrario. En palabras de Walter Benjamin en el párrafo sexto de su tesis de la filosofía de la historia:
«Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer».
Leer a Gramsci es acercarse a un autor que nos proporciona herramientas para entender nuestro presente. Es también sostener, como escribió Horkheimer (2000: 173 y 169): «la esperanza de que la injusticia que atraviesa el mundo no sea lo último, que no tenga la última palabra […] anhelo de que el verdugo no triunfe sobre la víctima inocente».
El 22 de enero de 1891 nace en Ales, Cerdeña, Antonio Gramsci. Durante sus primeros años la familia no pasa apuros económicos. Siete años más tarde detienen a su padre, Francesco Gramsci, lo que supondrá un duro golpe para la familia. El motivo del arresto, hasta donde sabemos, no se ha aclarado hasta la fecha. Se cree que estuvo relacionado con rencillas electorales. Francesco Gramsci no saldrá de prisión hasta 1904. Durante estos seis años la familia vive una apurada situación, que obliga a Antonio y a sus hermanos a trabajar en lo que pueden para colaborar con los gastos familiares. Rememorando estos años, Gramsci escribe en una carta del 3 de octubre de 1932 en la que relata: «10 horas de trabajo diarias, incluida la mañana del domingo […] cargando con registros que pesaban más que yo, y muchas veces me escondía para llorar porque me dolía todo el cuerpo».
A pesar del trabajo, los resultados escolares de Gramsci son brillantes y en 1908 decide trasladase a Cagliari para continuar sus estudios en el Liceo de la ciudad, a la que llega en unas condiciones míseras. Durante su etapa en el Liceo se forjará en el joven filósofo «el instinto de la rebelión, que de niño era contra los ricos, porque no podía estudiar, yo, que había obtenido dieces en todas las materias en la escuela primaria, mientras continuaban el hijo del carnicero, del farmacéutico, del vendedor de ropa» escribe en una carta con fecha del 6 de marzo de 1924. El profesorado percibe las dotes intelectuales del joven estudiante y le confían la redacción de artículos que se publicarán en el periódico L’Unione Sarda.
A los veinte años, y a costa de grandes sacrificios, se traslada a Turín, pues en esta ciudad puede optar a la obtención de una beca universitaria para alumnos sin recursos provenientes de Cerdeña. Para ello tendrá que alcanzar un buen resultado en las pruebas de selección. Está en unas condiciones tan deplorables que sufre desvanecimientos por desnutrición y frío.
A pesar de las penurias personales, Gramsci encuentra en Turín una ciudad en plena efervescencia. Durante sus primeros años de vida universitaria compagina la asistencia a los cursos universitarios con la redacción en el semanal Il Grido del Popolo de orientación socialista. La vocación periodística y la comprensión de este trabajo como labor pedagógica le acompañará toda su vida. En el 1916 colabora regularmente con el periódico Avanti! órgano de expresión del Partido Socialista Italiano. En este diario se ocupará de las secciones de cultura y de crítica teatral, siendo uno de los primeros críticos en apoyar la renovación formal del teatro de Luigi Pirandello.
Las noticias que llegan a Italia de la revolución rusa de 1917 abren una nueva dimensión para el movimiento obrero. Turín y su zona de influencia es una región fuertemente industrializada donde se asentan las fábricas más importantes de Italia. Los trabajadores se movilizan para exigir la jornada de ocho horas (objetivo que consiguen en 1919). Estas reivindicaciones apoyadas manifestaciones y acciones de presión tales como la huelga general, son duramente reprimidas por el Estado con el auxilio del ejército. En abril se despliega en la ciudad la brigada «Sassari», compuesta por soldados de origen sardo. Gramsci y sus compañeros del PSI, aprovechando la coincidencia de origen con los soldados, desarrollan una actividad informativa para evitar la actuación de la milicia. El Uno de Mayo se edita el primer número del semanario L’Ordine Nuovo. El 20 de junio Gramsci es arrestado por primera vez.
Los obreros italianos se interesan por la situación rusa y descubren un nuevo sistema de organización fabril, los soviets. En el último trimestre de 1919 se pone en práctica en las fábricas italianas de Turín el modelo laboral ruso que denominan consejos obreros. El consejo de fábrica no es solo un modelo productivo en el que los obreros tienen un control total sobre la producción, sino que además es una escuela formativa. Gramsci, a pesar de la desaprobación del partido socialista, apoya la formación de consejos de fábrica en los que ve una posibilidad real de ruptura con el pensamiento hegemónico capitalista. Esto no quiere decir que se sustituya una hegemonía totalitaria por otra. El objetivo es crear una hegemonía donde tengan cabida las diferencias y los recursos necesarios para expresarlas y respetarlas. El éxito de los consejos llevó al siguiente paso, la ocupación de las fábricas. Los enfrentamientos entre fuerzas del orden y obreros aumentaron el clima de confrontación y violencia, situación que el recién creado partido fascista aprovechó para ampliar su influencia entre los campesinos y pequeños comerciantes. A finales de 1920 se cerró la crisis social del llamado «bienio rojo». Fue, sin embargo, un cierre en falso. Las tensiones no se habían apaciguado, al contrario, a partir de 1921 la violencia fascista no hace sino crecer. Ante este escenario se crea la organización Arditi del Popolo1, fundada por Argo Secondari, para proteger a los antifascistas de los ataques que sufrían2 por parte de los escuadrones paramilitares fascitas. Gramsci publica en L’Ordine Nuovo, que en el mismo año pasó a ser un diario, una entrevista con Arrigo Benedetti, uno de los líderes de Arditi. Gramsci apoyaba las acciones de este organismo, pero al ser autónomos el PCdI3 consideraba que no se debía favorecer la expansión de este grupo4.
En 1922 Gramsci viaja a Moscú como miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista de Italia. Su estado de agotamiento nervioso le obliga a internarse en el sanatorio de Serebryany Bor a las afueras de Moscú. Aquí conoce a Julia Schucht, su futura pareja y madre de sus dos hijos.
La estancia de Gramsci en la Unión Soviética se prolonga hasta finales de 1923, fecha en la que es enviado a Viena para coordinar a los exiliados del PCdI. Mientras tanto la violencia social en Italia se intensifica. La marcha sobre Roma de Mussolini en octubre de 1922 supuso la ruptura con el estado democrático y el inicio del poder estatal fascista. Las agresiones de los camisas negras se amparan en un nuevo orden legal que les permite todo y los alienta. Los militantes comunistas son arrestados, en el mejor de los casos, y linchados. Se emiten órdenes de arresto contra la cúpula del partido comunista, Gramsci entre ellos.
En el 1924 se convocan elecciones. Gramsci sale elegido como representante parlamentario. La inmunidad que conlleva el cargo le permite volver a Italia con la tranquilidad de no ser detenido. El diputado del PSI Giacomo Matteotti denuncia que ha habido fraude en las elecciones; poco después es asesinado por un escuadrón fascista. Tras meses de acusaciones Mussolini asume la responsabilidad político-moral de este asesinato en el parlamento, sus correligionarios aplauden atronadoramente esta declaración. El gobierno de Mussolini prohíbe las huelgas, los sindicatos no afines con la línea oficial del partido fascista y consigue que se apruebe una ley que le otorga plenos poderes.
Anteo Zamboni, un adolescente de quince años proveniente de una familia anarquista, lo linchan brutalmente hasta morir un grupo de fascistas. A pesar de su poca inteligencia, Zamboni es acusado de atentar contra la vida de Mussolini en Boloña el 31 de octubre de 1926. Este hecho, todavía a día de hoy sin aclarar del todo, pues parece que puede haber sido organizado por el propio partido fascista, fue la excusa perfecta para poner en práctica una serie de leyes para la defensa del Estado, que contemplaban, entre otras medidas, la prohibición de los partidos políticos, la institución de la pena capital y el destierro. A los pocos días Gramsci es arrestado, no volverá a ver ni a su mujer ni a su primer hijo. Su segundo hijo nace en la Unión Soviética tras el encarcelamiento, y solo tendrá contacto con él por vía epistolar.
Se abre un proceso contra los dirigentes comunistas acusados de actividad conspirativa, instigación a la guerra civil, apología del crimen e incitación a la lucha de clase, organización de banda armada, devastación, saqueos y masacres. Durante su encarcelamiento Gramsci recibe una extraña carta de Ruggero Grieco, secretario del PCdI. Este documento está tan lleno de detalles comprometedores que lleva al juez instructor del proceso, Enrico Macis, a decir a Gramsci que sus amigos desean que permanezca largo tiempo en la cárcel5. El fiscal del ministerio público, Michele Isgrò, en su alocución final declara que se debía impedir a este cerebro funcionar durante veinte años. El 4 de junio de 1928, Gramsci es condenado a veinte años, cuatro meses y cinco días de cárcel. El tiempo que le queda de vida son etapas de un paulatino deterioro físico y moral. Las privaciones que sufrió en su infancia y juventud causan que su organismo no pueda enfrentarse a las duras condiciones de reclusión y a los brutales traslados por las diferentes cárceles en las que cumplió condena. Los servicios médicos del presidio apenas paliaron los sufrimientos del pensador sardo. Se sintió abandonado por sus compañeros y familiares, los primeros a causa de sus posturas heterodoxas ante un estalinismo cada vez más banal y fanático, los segundos por las cada vez más espaciadas cartas de Julia y por las escasas noticias de sus hijos Delio y Giuliano. «la otra cárcel […] constituida por la exclusión no solo de la vida social, sino también de la familiar» escribe en una carta del 13 de enero de 1931.
A pesar de las terribles circunstancias jamás quiso seguir los consejos de sus amigos y allegados que le proponían pedir una amnistía al Duce, fundamentada en su terrible estado de salud. Hasta que se lo permitieron sus enfermedades trabajó en sus cuadernos, su última anotación data de finales de 1935. El 27 de abril de 1937 muere de una hemorragia cerebral. En una carta fechada el 24 de agosto de 1931 Gramsci declara:
«Yo no hablo nunca del aspecto negativo de mi vida, primero porque no quiero que lloren por mí; era un combatiente, que no ha tenido fortuna en la lucha inmediata, y los combatientes no pueden y no se les debe llorar, cuando han luchado, no por obligación, sino porque así lo han querido ellos conscientemente».
A las extremas dificultades que experimentó durante su encarcelamiento opuso la fuerza de su voluntad y la firme convicción de estar del lado de la justicia. «El hombre tiene en sí mismo el origen de las fuerzas morales, todo depende de él, de su energía, de su voluntad, de la férrea coherencia de los fines que se propone y de los medios que emplea para alcanzarlos (…) soy pesimista con la inteligencia, pero optimista con la voluntad. Pienso, en cada circunstancia, en las peores hipótesis, para poner en movimiento todas las reservas de la voluntad y ser capaz de abatir el obstáculo». Carta escrita a su hermano Carlo el 19 diciembre de 1929
Gramsci concibe la filosofía como una disciplina crítica enraizada en un tiempo histórico concreto. El marxismo es para él una corriente de pensamiento consciente de su acontecer. En su devenir manifiesta las contradicciones del presente. Interpretada de este modo la reflexión debe ser polémica, destinada a mostrar las inconsistencias de los grandes sistemas filosóficos y al mismo tiempo como estos se reflejan en el sentido común. Si hemos unido estas dos visiones del mundo, las grandes creaciones especulativas y el sentido común, es porque Gramsci considera que el más simple sentido común está saturado de filosofía.
La lectura de Karl Marx que realiza Gramsci está influida por la obra de Antonio Labriola6. Este consideraba el marxismo como un pensamiento autosuficiente y autónomo para entender la estructura de la sociedad y al ser humano dentro de ella. No descubre verdades eternas e inmutables, sino que a medida que interpreta el mundo lo va transformando. Por ello Gramsci habla de una doble intervención del marxismo:
«Por un lado algunos de sus elementos, explícita o implícitamente, han sido absorbidos por algunas corrientes idealistas (Croce, Sorel, Bergson, etc., los pragmatistas, etc.); por otra los marxistas “oficiales”, preocupados por encontrar una “filosofía” que contuviese el marxismo, la han encontrado en las derivaciones modernas del materialismo filosófico vulgar» (Cuaderno 4, entrada 3).
Los dos grandes adversarios filosóficos con los que se enfrenta en los cuadernos son, por una parte, el sistema idealista de Benedetto Croce7, y por otra, la reducción que convierte al marxismo en mero materialismo pasivo hecha por Nikolái Bujarin8.
Benedetto Croce, siguiendo la senda abierta por Giovanni Gentile9, interpreta la filosofía de Marx considerándola un momento del desarrollo del espíritu que tiene que ser superado y reintegrado. El despliegue del espíritu es el despliegue de la libertad, a la que se corresponde en el ámbito político el liberalismo. Gramsci estima que a pesar de que pocos conocen en profundidad el pensamiento de Croce, este se manifiesta, si bien de modo fragmentado e inorgánico, en el espíritu del tiempo; es decir, en las ideas y valoraciones que sustentan el sistema jurídico, cultural, económico de la sociedad italiana. El pensamiento crociano se eleva a sí mismo como verdad, o al menos como reflexión desinteresada al margen del tiempo concreto. Gramsci en una consideración polémica asume que:
«Establecer con exactitud el significado histórico y político del historicismo crociano significa, de hecho, reducirlo a su alcance real, desnudándolo de la gran brillantez que se le atribuye como la manifestación de una ciencia objetiva, de un pensamiento sereno e imparcial que se coloca sobre todas las miserias y contingencias de la lucha cotidiana, en una contemplación desinteresada del eterno devenir de la historia humana» (Cuaderno 8, entrada 39).
De este modo, desentendiéndose de las miserias cotidianas, el pensamiento de Croce deviene ideología, si bien para Gramsci este concepto no tiene connotaciones despectivas como veremos más adelante. Como dice Gramsci:
«La de Croce es una visión “utópica” de la política, ya sea en la esfera teórica como en la práctica, en el sentido que mientras piensa que realiza una historia pura y una filosofía pura, realiza sin embargo un ejercicio de ideología» (Cuaderno 6, entrada 112).
Gramsci asume que la ideología tiene una función determinada y concreta. La ideología de Croce es empleada por los grupos dominantes italianos para legitimar su poder político y económico. Para afianzar esta hegemonía se encarga al filósofo Giovanni Gentile la reforma del sistema educativo italiano para promover una visión del mundo adaptada al fascismo.
Gramsci se opone a la absorción del marxismo por parte de los planteamientos idealistas, pero con igual vehemencia se opone al reduccionismo vulgar de la obra de Marx. Las tesis de Bujarin tuvieron una gran acogida en la tercera internacional (1919) en la que ejerció como secretario y quedaron plasmadas en el ensayo de Bujarin Manual popular de sociología marxista publicado en 1921. La influencia en la tercera internacional y el éxito editorial de su manual, son muestras para Gramsci del peligro de una reducción del marxismo a mera sociología de la historia y de la política, moldeadas sobre las ciencias naturales y el materialismo vulgar. De este modo mientras Croce reducía el «materialismo histórico a un mero canon de metodología histórica» (Cuaderno 4, entrada 56), Bujarin condena al marxismo a ser «una ideología en el sentido deteriorado, es decir en una vedad absoluta y eterna» (Cuaderno 4, entrada 40).
El materialismo de Bujarin se transmuta en morfinismo político en el sentido de que paraliza la voluntad transformadora a la espera de que las leyes objetivas de la historia ejecuten el cambio social. Gramsci había interpretado en la época previa a su encarcelamiento la revolución rusa del 1917 como un acto de voluntad en contra incluso de las teorías de Marx, acentuando la importancia del momento de la voluntad revolucionaria. Para Gramsci, «la materia no hay que considerarla como tal, sino como social e históricamente organizada por la producción» (Cuaderno 11, entrada 30) por lo tanto la materia no es un absoluto, sino que es capacidad transformadora y transformación. Cada contexto histórico tiene que disputar con un sistema de producción particular y en tal circunstancia será la acción transformadora de la voluntad la que lleve a cabo la modificación del sistema productivo y de la distribución de lo producido. El materialismo mecanicista, según Gramsci, no puede explicar el movimiento de la historia. Las leyes económicas necesitan una voluntad política para establecerse y realizarse. Incluso el liberalismo debe ser introducido por ley, por intervención del poder político: es un acto de voluntad, no la expresión espontánea, automática de un hecho económico.
Para poder comprender el despliegue de la historia es necesario agregar el momento de la voluntad; si este no se añade, el reproche a Croce por lo siguiente mantendría su pertinencia, es decir, que el materialismo es contradictorio pues liquida la política entendiéndola como elemento meramente superestructural surgido y condicionado por el momento económico. La voluntad en sentido marxista significa10 conciencia del fin, tener la noción exacta de la propia potencia y de los medios para expresarla en la acción.
El marxismo es más que un desarrollo teórico, una unión de «teoría y acción». La reflexión expresa y organiza una voluntad de transformación, se convierte en praxis. El mismo hecho teórico es praxis. Por ello la importancia de la voluntad se impone porque, citando a Marx, «una persuasión popular tiene a menudo la misma energía que una fuerza material» (Cuaderno 7, entrada 21). Las creencias, las visiones del mundo pueden llegar a ser tan sólidas y férreas como las leyes económicas, se convierten en un poderoso instrumento del cambio o, por el contrario, en una herramienta de inmovilidad social:
«La estructura económica no determina directamente la acción política, sino la interpretación que se da de ella y de las así llamadas leyes que gobiernan su desarrollo».
Según Gramsci todos los seres humanos son filósofos, aunque no se percaten de que lo son, «en su actividad práctica (en las líneas directivas de su conducta) está contenida una concepción del mundo, una filosofía» (Cuaderno 10, entrada 17). Esto significa que toda acción es la manifestación de una concepción del mundo que cristaliza en el sentido común y en el lenguaje. Toda elaboración teórica es histórica y lo mismo sucede con el sentido común que no es más que el conjunto contradictorio de valores tradicionales, ideología dominante, vulgarizaciones filosóficas, folklore, etc. Esta, llamémosla ideología, está implícita en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva. En ella se fundan tanto los objetivos de las instituciones como las metas de la vida privada. La ideología como sistema, incluso contradictorio, no es inmediatamente política, es mucho más amplia, es una visión y concepción del mundo a partir de la cual se articula la política.
El marxismo muestra las incoherencias que existen entre lo que una sociedad piensa de sí misma y como realmente se comporta. Siguiendo la estela de Maquiavelo que en el capítulo XV de su libro El príncipe afirma que:
«Hablaré de las cosas como son en la realidad, y no como el vulgo se las pinta».
Gramsci también se propone exponer como funciona en realidad una ideología centrándose en la actividad de los individuos y no en lo que estos dicen de sí mismos. Con este objetivo en mente, Gramsci elabora una filosofía de la praxis11.
«Una filosofía de la praxis no puede presentarse inicialmente sino como postura polémica, como superación del modo de pensar preexistente y por lo tanto como crítica del “sentido común”» (Cuaderno 8, entrada 220).
La filosofía de la praxis es polémica porque se genera desde las clases oprimidas, el marxismo «es la expresión de las clases subalternas» (Cuaderno 4, entrada 41), muestra las desigualdades sociales entre los seres humanos e indica como suprimirlas. La superación de las desigualdades sociales consiste en primer lugar en la mejora de las condiciones materiales; y en segundo lugar en abrir los cauces para la expresión de la diferencia. El marxismo no es una interpretación dogmática de los textos marxistas, sino que consiste en un actuar y en un pensar autogestionado, en continua reelaboración por parte de los individuos. Los consejos de fábrica tienen que extenderse a todas las instituciones, en el que el individuo tiene el derecho y la obligación de elaborar su propio pensar. El hecho mismo de que exista la filosofía marxista es un síntoma de la posibilidad de justicia social material que tiene que luchar contra las fuerzas que se le oponen.
«1) Ninguna formación social desaparece hasta que las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella encuentran todavía lugar para un posterior movimiento progresivo;
2) […] la sociedad no se pone objetivos para cuya solución no hayan sido creadas las condiciones necesarias» (Cuaderno 15, entrada 17).
El motivo por el cual no se ha alcanzado una sociedad igualitaria es debido a que un grupo particular ha conseguido difundir una visión del mundo vinculada con sus intereses, y esta visión se ha aceptado ampliamente y asumido por el resto de la población. El sentido común, a pesar de sus discordancias implícitas, consiste en una visión del mundo histórica condicionada por intereses particulares que se muestran desinteresados y universales. Estas ideologías son «contradictorias, porque [están] dirigidas a conciliar intereses opuestos y contradictorios». (Cuaderno 10, entrada 2) Al ser esta ideología contradictoria contiene en sí los elementos para su superación.12 Gracias a ella un sujeto colectivo puede ser consciente de sí mismo, pues la ideología es el lugar de constitución de la subjetividad colectiva, y por tanto contraponerse a la hegemonía adversaria. Debemos recordar que esta nueva hegemonía consiste fundamentalmente en dar cabida a todas las clases subalternas. Es más, la hegemonía no va a constituir un conjunto de ideas comunes que el individuo debe asumir pasivamente, al contrario, es construir las condiciones y estructuras que permitan el desarrollo activo e individual de la propia existencia.
El espíritu del tiempo, por así decir, es el cuadro teórico general en el cual actúan todos los conceptos. Podemos llamar a este cuadro teórico general bloque histórico, no olvidemos que la ideología va a fomentar una praxis por medio de la coerción o el consenso. Las diferentes ideologías luchan hasta que una de ellas o un conjunto de ellas es compartida por la mayor parte de la población y se convierte en una ideología hegemónica
«Las ideologías germinadas están en contacto y se contrastan hasta que solo una de ellas, o al menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a difundirse sobre toda el área, determinando además de la unidad económica y política también la unidad intelectual y moral, sobre un plano no corporativo, sino universal, de hegemonía» (Cuaderno 4, entrada 38).