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La Renovación Pedagógica en España goza de una amplia y dilatada trayectoria: desde finales del siglo XIX hasta nuestros días tenemos un sinfín de experiencias educativas que, remando contracorriente, a veces con gran admiración otras con profunda incomprensión, han intentado construir un arquetipo educativo profundamente distinto al de la escuela convencional y hegemónica. A lo largo de este amplio periodo vislumbramos distintas etapas o, como preferimos llamar nosotros, "impulsos". El primero se inicia a finales del siglo XIX y perdura hasta finales de la II República, el segundo va desde finales del franquismo hasta los primeros años de la mal nombrada transición democrática, y el tercer impulso, el más actual, lo situamos a principios del nuevo milenio hasta nuestros días. Este libro aborda la compleja y rica cuestión de la renovación pedagógica desde una perspectiva interdisciplinar –histórica, filosófica, pedagógica, sociológica, psicológica, arquitectónica y ecológica– con el fin de dar un paso más a lo que se ha dicho sobre ella. Desde una mirada crítica, abierta y plural, situamos la renovación pedagógica en el marco educativo y social actual que, a pesar de las limitaciones que impone, ofrece posibilidades educativas no siempre suficientemente exploradas.
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Jordi Feu, Xavier Besalú, J. M. Palaudàrias (Coords.)
La renovación pedagógica en España. Una mirada crítica y actual
© Jordi Feu, Xavier Besalú, J. M. Palaudàrias (Coords.)
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© EDICIONES MORATA, S. L. (2021)
Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3.º C
28231 Las Rozas (Madrid. España)
Derechos reservados
ISBNpapel: 978-84-18381-30-0
ISBNebook: 978-84-18381-31-7
Depósito legal: M-9.289-2021
Compuesto por: MyP
Printed in Spain — Impreso en España
Imprime: ELECE Industrias Gráficas, S. L. Algete (Madrid)
Diseño de la cubierta: Equipo Táramo
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Introducción
Bibliografía.
CAPÍTULO 1. Renovación pedagógica, innovación y cambio en educación: ¿de qué estamos hablando?, Jordi Feu y Albert Torrent
Introducción.—Aclaraciones terminológicas: renovación, innovación, reforma.—La renovación pedagógica.—Aspectos contextuales.—La renovación pedagógica que defendemos.—Ámbitos nucleares de la renovación: finalidades educativas, metodología/metodologías, estructura/organización/funcionamiento, currículum y roles educativos.—Aspectos consustanciales a la renovación pedagógica.—Aspectos favorecedores de la renovación.—Bibliografía.
CAPÍTULO 2. La Renovación Pedagógica en España desde una perspectiva histórica: de la Institución Libre de Enseñanza hasta la Ley General de Educación, Fco. Javier Pericacho
Introducción.—Primera etapa: de finales del siglo XIX a la II República. Contexto socio-histórico, político, pedagógico y características de centros educativos de referencia.—Segunda etapa: finales del franquismo, 1970. Contexto socio-histórico, político, pedagógico y características de centros educativos de referencia.—Organizaciones docentes emblemáticas.—Principales influencias pedagógicas.—Conclusiones e interrogantes para el debate.—Bibliografía.
CAPÍTULO 3. Los Movimientos de Renovación Pedagógica en España: de la Ley General de Educación hasta nuestros días, Jaume Martínez Bonafé
Escribir poniendo el cuerpos.—Arriesgando una definición.—Breve contextualización histórica.—El marco conceptual. Referentes y nuevas aportaciones.—El actual enfrentamiento con el neoliberalismo educativo.—Cultura, conocimiento y currículum.—El proyecto político de la escuela pública y popular.—Qué queda hoy. La “estela” de los movimientos.—E pur si muove.—Bibliografía.
CAPÍTULO 4. En los márgenes. La educación alternativa como apertura pedagógica, José Contreras y Remei Arnaus
Introducción.—Una historia viviente.—Hilos conductores.—La alternativa pedagógica hoy: “Educar como en casa”.—Moviendo los márgenes: aperturas pedagógicas.—Bibliografía.
CAPÍTULO. 5. Pedagogías del siglo xxi: una cartografía, Xavier Laudo
Un nuevo mapa de pedagogías.—Las pedagogías sólidas: desde conservadoras de la tradición hasta progresistas y transformadoras.—Pedagogía gelificada: excelencia, eficacia, competitividad y emprendeduría.—Pedagogía líquida: vocación y búsqueda personal, sentido y trascendencia global.—La pedagogía gaseosa: libertad tecnofílica e individualismo cooperante o hipercompetitivo.—Conclusiones finales.—Bibliografía.
CAPÍTULO 6. Los niños en el centro del proceso de aprendizaje, Gino Ferri
La centralidad del niño en el proceso de aprendizaje: problemáticas y cuestiones abiertas.—La centralidad del niño en el proceso de aprendizaje en la cultura europea desde una perspectiva histórica.—El descubrimiento y la evolución del concepto de infancia entre los siglos xviii y xx.—Imágenes de infancia de Rousseau a las pedagogías del siglo xxi.—Imágenes de infancia y centralidad del niño: cuestiones abiertas.—Centralidad del niño en el proceso de aprendizaje e innovación educativa en la España del siglo xxi.—Antecedentes históricos.—Pedagogías del siglo xxi.—El nacimiento de nuevas escuelas y la afirmación de la “Educación Viva”.—La centralidad del niño en la Educación Viva: problemáticas y cuestiones abiertas por reflexionar.—Centralidad del niño en el proceso de aprendizaje, pero ¿de qué aprendizaje se habla?.—Aprendizaje, conocimiento y saber: unas definiciones.—¿Por qué idea de aprendizaje debería apostar la escuela contemporánea? Una propuesta.—Conclusiones.—Bibliografía.
CAPÍTULO 7. El rol docente en las escuelas renovadoras: del maestro al acompañante, Albert Torrent
Introducción.—El maestro se hace o como aparece el maestro en la historia.—Maestros y maestros.—Ser acompañante en el contexto actual.—El acompañante: la superación del maestro tradicional como resistencia al embite adoctrinador.—Bibliografía.
CAPÍTULO 8. Organización horizontal y dirección compartida para la nueva escuela: bases para una escuela democrática que cuida de lo común, Jordi Collet
Introducción. Poder y escuela: una incomodidad histórica.—Gobierno horizontal y poder colectivo: bases para una auténtica renovación pedagógica democrática en la escuela.—La naturalización de la “escuela sigilosa”.—No hay renovación pedagógica sin afrontar la pregunta por el poder.—Gobierno horizontal y dimensión colectiva: condiciones de posibilidad de una auténtica renovación pedagógica.—Herramientas para construir de manera colectiva una escuela democrática que cuida de lo común.—Introducción: las 5C.—Herramientas para ir produciendo una escuela y un instituto más colectivo y horizontal.—Conclusiones.—Bibliografía.
CAPÍTULO 9. Diseño de espacios de aprendizaje desde la innovación educativa y la investigación, Guillermo Bautista, Anna Escofet y Marta López
Introducción.—La pedagogía y los espacios de aprendizaje.—María Montessori.—Pedagogía Waldorf.—Reggio Emilia.—Escuelas libres.—Escuela Bosque.—El ambiente y los espacios de aprendizaje.—Principales elementos ambientales que influyen en el aprendizaje.—El diseño del espacio de aprendizaje y el vínculo con el proyecto educativo y la metodología.—La tecnología y los espacios de aprendizaje.—Modelos de integración de las tecnologías.—Claves de la integración de las tecnologías digitales.—Conclusiones.—Bibliografía.—Recursos.
CAPÍTULO 10. Educar para amar la tierra, Heike Freire
¿Sabemos los educadores?—La gran fractura.—La extinción de la experiencia.—De la conservación a la sostenibilidad.—Reconexión y conciencia ecológica.—Renaturalizar la escuela.
CAPÍTULO 11. Lo aparentemente sin importancia en la escuela: el tacto pedagógico en el marco de la escuela renovadora, Patricia Quiroga
Introducción.—Breve presentación del contenido del capítulo.—Algunos elementos clave del pensamiento de Max van Manen.—El pensamiento de Emmi Pikler para la primera infancia.—La pedagogía Waldorf y la atención educativa en el primer septenio.—Conclusiones.—Bibliografía.—Recursos.
Epílogo
Bibliografía.
Introducción
Desde principios del siglo XXI en distintas partes de España se vive un replanteamiento educativo profundo que cuestiona la vigencia del modelo escolar tradicional en un contexto marcado por la cuarta revolución tecnológica, la crisis ecológica, la imposición del neoliberalismo como ideología dominante y, recientemente, por la pandemia de la COVID-19. Son tiempos de cambio a nivel global y en el campo educativo surgen propuestas e iniciativas que pretenden transformar la gramática escolar convencional (Tyack y Cuban, 1995) desarrollando metodologías y formas organizativas alternativas que, en términos generales, enlazan con lo que históricamente se ha identificado como renovación pedagógica.
A nivel conceptual la renovación apunta a sustituir, a cambiar de fondo, a dar la vuelta a un planteamiento pedagógico determinado para “superar la realidad pedagógica dominante en un momento dado, la renovación es, pues, favorable a la mejora de los procesos educativos y a la institución escolar en general” (Pericacho Gómez, 2015, pág. 65). Sin embargo, al mismo tiempo, es un “concepto omnicomprensivo —una especie de cajón de sastre— que ha servido para designar un estado de ánimo y de opinión” (Soler i Vilanou, 2018, pág. 121). Es por esto que bajo el paraguas de la renovación pedagógica actual podemos encontrar proyectos significativamente distintos y heterogéneos que se desarrollan, por ejemplo, en escuelas públicas o, por el contrario, en instituciones privadas de distinta índole; que apuestan sin paliativos por la tecnología o que la rechazan; que crecen en los márgenes del sistema o que cuentan con el apoyo económico de empresas y fundaciones, etc. Así pues, aunque sus planteamientos pedagógicos, sus estructuras organizativas y su contexto social sean completamente diferentes (o puedan ser hasta antagónicos) todas ellas comparten, a priori, un hecho en común: una crítica radical al modelo escolar tradicional que, a pesar del paso del tiempo, de las reformas educativas (España en esta cuestión es campeona), de la alternancia de partidos políticos en el gobierno, etc., continua siendo hegemónico aunque con matices que con frecuencia lo disfrazan.
En cualquier caso, y en buena parte a eso se debe este libro, nos encontramos inmersos en lo que algunos investigadores convenimos en llamar el Tercer Impulso de Renovación Pedagógica que, a grandes rasgos y de forma sintética, se caracteriza por la pluralidad ideológica y el eclecticismo metodológico. La investigación llevada a cabo en la Universidad de Girona (“Proyecto Oneiron: proyecto al servicio de la mejora de la escuela pública”) pone de manifiesto otras características que, aunque refiriéndose al ámbito geográfico estudiado (Cataluña) es probable que se den en otras zonas de España y que a continuación exponemos: los centros de renovación pedagógica si bien se concentran mayoritariamente en capitales de provincia y grandes ciudades, también los hay en pueblos pequeños que a menudo gozan de un entorno natural proclive, entre cosas, para las salidas escolares y el estudio del medio natural. En la actualidad, la gran mayoría de los centros renovadores son de nueva creación (creados ex profeso a partir del nuevo milenio) aun así, unos pocos (alrededor del 10%), son centros creados con anterioridad y refundados en perspectiva renovadora a partir de año 2000 en adelante, y solamente una minoría muy minoritaria son centros “supervivientes” de los dos procesos renovadores anteriores (principio siglo XX-1939 y 1960-1980). Es evidente, pues, que la renovación pedagógica, aunque responde a una voluntad perenne propia de muchos profesionales de la enseñanza tenaces en construir “otra” escuela, es una tarea laboriosa, difícil y a menudo problemática.
Decíamos que los proyectos educativos renovadores se dan tanto en los centros públicos como en los privados (de élite y alternativos) pero, a la vista de los datos que manejamos, la mayoría (casi tres cuartas partes) son centros públicos. Cabe destacar que los centros privados alternativos, aun teniendo una representatividad relativa, han copado un fuerte protagonismo en los primeros años de tercer impulso, aspecto que los convierte en centros dinamizadores de proyectos y metodologías asumidos posteriormente por otros centros.
Otra característica es que la gran mayoría de los centros investigados forman parte de una organización, asociación o movimiento educativo renovador y algo menos de un tercio van por libre. Pero como novedad cabe decir que ha habido una restructuración de los movimientos renovadores a raíz de la aparición de nuevas estructuras y redes de trabajo, colaboración y apoyo. Como consecuencia de esta realidad, los movimientos históricos han tendido a menguar su capacidad de influencia. Los nuevos actores, que parafraseando a Bourdieu podemos decir que hasta cierto punto se disputan el mismo campo (el de la renovación educativa), han conseguido una importante visibilidad en el espacio público y mediático, ya bien sea por los contenidos que tratan (nuevos o aparentemente nuevos) así como por la forma, dinámica e incluso estética que utilizan en sus encuentros que en muchas ocasiones están a las antípodas de las utilizadas por los movimientos renovadores históricos. En cualquier caso, y esta es una cuestión que queremos subrayar, en la actualidad no hay unas organizaciones renovadoras hegemónicas o dominantes que actúan como espacios de encuentro, o como “faros” para impulsar y guiar procesos de transformación, sino que hay una atomización de los mismos, abriendo así la posibilidad —muy atractiva en el momento en que nos encontramos— de escoger aparentemente de manera libre entre distintas opciones.
Otra constatación es que la mayoría de los centros renovadores en la actualidad se identifican con valores relacionados con la inclusión, el respeto, la convivencia, la tolerancia, la equidad, etc. No solamente se identifican “con” sino que además lo llevan a cabo a través del currículum explícito e implícito, convirtiéndose así en valores que traspasan el umbral de la retórica y de lo políticamente correcto. Más de la mitad de los centros investigados destacan como valor central la democracia y la participación en un sentido amplio, aunque particular: por un lado, se entiende la democracia como una práctica, objetivada fundamentalmente a través de acciones desarrolladas de puertas adentro mientras que por el otro, hay una reticencia bastante generalizada a vincular explícitamente educación y política aún que sea en su vertiente no partidista. Esta característica supone un punto de inflexión importante respecto a lo que sucedía durante el segundo impulso renovador que, por las circunstancias en que se daba (dentro de la modernidad, en un contexto político muy connotado, con un grado de politización importante de un sector de los profesionales de la enseñanza, etc.), la relación entre democracia, política y sociedad eran más clara, más evidente y más explícita.
Ahondando aún más en la cuestión de los valores los centros renovadores en el momento actual no están al margen de valores que —por moda, oportunidad o convicción— forman parte del debate social y político, y del ruido hasta cierto punto abrumador de los medios de comunicación. Así pues, en la mayoría de centros renovadores han entrado con fuerza aspectos asociados con el feminismo, el ecologismo, la biodiversidad, etc. El devenir de los próximos años nos dirá en qué quedan todos estos aspectos y sobre todo el efecto educativo que han generado entre la población escolar.
Muy acorde con los tiempos en que vivimos, la democracia, la participación y el intento por construir comunidades plenas y con sentido no está reñido con la promoción de valores más bien individuales. Así pues, una cuarta parte de los centros afirman que los valores relacionados con el individuo —muy presentes sobre todo en centros renovadores de pedagogía libre y centros que tienen como estandarte la pedagogía sistémica— forman parte del ADN del centro y (con)viven con el resto de valores comunitarios de corte más bien moderno.
Para terminar ya con este retrato parcial de los centros renovadores en el momento actual —el intento de esta introducción es generar preguntas más que ofrecer respuestas— no podemos obviar un aspecto que como académicos, pedagogos y maestros nos tendría que interpelar y preocupar: el estudio al que nos referimos concluye que los referentes pedagógicos renovadores clásicos tienden a desaparecer, caen en desuso en tanto que son desconocidos por buena parte de los profesionales de la enseñanza a excepción, claro está, por los maestros y maestras que desarrollan su actividad profesional en centros, como describe Xavier Laudo y se recoge en el epílogo, con una pedagogía “sólida progresista” (centros de corte esencialmente montesoriano, freinetista, decrolyano, reggiano o waldorfiano). En el resto de centros, la gran mayoría de los maestros desconocen por completo estas pedagogías o bien tienen un conocimiento muy superficial y a menudo confuso. Bien es cierto que hay quien se arrima a pedagogos contemporáneos (como Rebecca y Mauricio Wild) pero sin ir más allá. Esta situación la atribuimos, a priori, a tres elementos: a la desgracia en que ha caído para muchos la historia de la educación, a la desvalorización de los clásicos que por ser clásicos se asocian muchas veces a antiguos, pasados de moda, caducados, etc., y en tercer lugar probablemente a la infravaloración del saber y el conocimiento. Esta consideración, atrevida sin duda, es una cuestión que merecerá ser estudiada y quizás ponderada.
Vamos a dejar de lado estas cuestiones para abordar algo que solamente se ha salpicado en las líneas precedentes: el germen, los orígenes y los factores que han motivado la realización de este libro. Así mismo queremos responder con claridad dos preguntas que tal vez el lector, a la vista del título de la obra, ya se ha formulado: ¿Por qué hablar de renovación pedagógica en España cuando es una temática tratada desde principios del siglo XX? ¿La obra que presentamos es una más con la única pretensión de engrosar la extensa bibliografía sobre renovación y transformación educativa en nuestro país?
Si bien es cierto que una parte substantiva del objeto de este libro no es nuevo (la renovación pedagógica), sí que lo es hacerlo desde una mirada actual y crítica. La revisión bibliográfica demuestra que mientras que los dos primeros impulsos han sido investigados, el tercero, a pesar de la existencia de trabajos temáticos parciales (generalmente de índole teórica) y trabajos empíricos circunscritos en territorios muy concretos, es una realidad poco estudiada. En este sentido, pues, este libro quiere contribuir a complementar este vacío bibliográfico desde una mirada singular y crítica esto es, entre otras cuestiones, problematizándola y buscando continuidades y discontinuidades con los dos periodos anteriores.
El proyecto de este libro se ha fraguado, a decir verdad, alrededor de experiencias y situaciones muy distintas, todas ellas significativas y vividas con gran profundidad: desde el recuerdo maravilloso y persistente de la experiencia que tuvimos algunos de nosotros como alumnos de centros renovadores durante nuestra primera infancia, hasta la grata sorpresa que hemos tenido como profesores cada vez que hemos acompañado nuestros alumnos practicantes en centros renovadores, pasando por la visita que hemos realizado en centros renovadores de Europa en lo que podríamos calificar de “viajes pedagógicos”, o la experiencia que algunos tuvimos en la construcción de un proyecto educativo singular pensado para la escuela pública, y incomprensiblemente abortado por una extraña alianza entre el político de turno y algunos sindicatos que no aceptaban que pudiera haber una escuela pública distinta a las de los alrededores.
Ahora bien, el principal detonante de esta obra han sido dos investigaciones centradas específicamente en la renovación pedagógica en la actualidad realizadas en el marco de la universidad y en colaboración estrecha con centros educativos: la primera, ya nombrada, “Como impulsar un proyecto educativo integral de renovación pedagógica en un centro para que cambie de forma radical la ‘gramática’ y la cultura escolares Proyecto Oneiron: proyecto al servicio de la mejora de la escuela pública” (ARMIF, 2016-2019), y la segunda, “La Renovación Pedagógica en España: Un estudio de caso en centros educación infantil y primaria en las CC.AA. de Andalucía, Madrid, Cataluña y Valencia” (PID2019-108138RB-C21) que está prevista que finalice en 2021. Los debates acaecidos en este contexto académico, las escuelas que investigamos a fondo, la escucha atenta de lo que nos explicaban las familias, los problemas que se encontraban los centros, las “perlas” pedagógicas que descubríamos, etc. dieron pie a pensar que algo nuevo se tenía que escribir. Y aquí está el libro.
Se trata de una obra coral escrita por quince personas expertas en distintos campos claves de la renovación pedagógica. Son personas con una mirada plural, que se identifican con distintas tendencias pedagógicas, que tienen posicionamientos políticos heterogéneos y desarrollan su actividad profesional en distintas partes de España. Son personas que pertenecen a generaciones distintas. A todas se les ha pedido que escribieran sus capítulos con una mirada crítica, actual y interdisciplinar. El libro en su conjunto integra la perspectiva pedagógica, sociológica, histórica, filosófica, antropológica, política y algún capítulo también tiene una aproximación psicológica. A juzgar por la aproximación descrita y por el contenido del libro esperamos que el lector concluya por sí mismo si se trata de una obra más o bien de una obra particular.
El libro es, como decíamos, una obra coral que se puede leer de muchas maneras y de formas distintas: empezando por la primera página y terminado por la última. El libro tiene una secuencia temporal con el fin de construir un relato progresivo (sobre todo la primera parte dedicada a aspectos conceptuales e históricos). La otra posibilidad es leerlo por capítulos sueltos, incluso saltándose el orden numérico de los mismos. La segunda parte (Capítulo 6 al 11) consta de capítulos temáticos en los que se abordan aspectos estructurales de la RP en el momento actual como son: la centralidad del niño y la niña en el proceso de aprendizaje; el rol del docente; los imperativos en un centro con una organización y dirección democrática; el diseño de espacios en centros de renovación pedagógica; la relación entre educación, naturaleza y ecología en períodos de urgencia; y el último capítulo se centra en lo que podríamos considerar momentos y gestos a priori sin importancia pero que a la hora de la verdad tienen una gran trascendencia educativa. Y como eclosión del libro, un epílogo en el que presenta una reflexión sobre el momento en que vivimos y su relación con la “pulsión” encaminada a construir proyectos educativos renovadores.
Lejos de buscar una utilidad instrumental inmediata (tan requerida en nuestro tiempo, especialmente en el ámbito educativo) este libro va destinado a quien lo lea, sin más. Aun así, para no desafiar excesivamente las exigencias comerciales, esta obra puede interesar de una manera especial a profesionales de la enseñanza, a estudiantes de magisterio, de pedagogía, de educación social, y a académicos que estudian la educación en general y la renovadora en particular. Nuestro deseo es que quien lo lea, conozca cuando no, afiance el interés, gusto y pasión por transformar la educación y la escuela, a pesar de los que consideran que esto es imposible.
Bibliografía
PERICACHO GÓMEZ, Fr. J. (2015). Actualidad de la renovación pedagógica en la Comunidad de Madrid: un estudio a través de las escuelas emblemáticas. Evolución y experiencias actuales ante los retos socioeducativos de la sociedad del siglo XXI. Tesis doctoral.
SOLER, J., y VILANOU, C. (2018). “Giner y la renovación pedagógica en Cataluña. Entre la tradición liberal y la historia conceptual”, en Vilafranca, I., y Vilanou, C. (coord.). Giner i la Institución Libre de Enseñanza, des de Catalunya: Cent anys després de la mort de Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), Barcelona: Edicions Universitat de Barcelona.
TYACK, D., y CUBAN, L. (1995). Thinkering toward utopia. A Century of Public School Reform. Cambridge, Massachussets: Harvard University Press.
Proyecto de Investigación. “Proyecto Oneiron: proyecto al servicio de la mejora de la escuela pública” (Generalitat de Catalunya, 2015 ARMIF 00023; 2016-2019).
— “La Renovación Pedagógica en España: Un estudio de caso en centros educación infantil y primaria en las CC.AA. de Andalucía, Madrid, Cataluña y Valencia” (Ministerio de Ciencia e innovación, Plan Nacional de I+D+I, PID2019-108138RB-C21, 2020-2023).
Renovación pedagógica, innovación y cambio en educación: ¿de qué estamos hablando?
Introducción
Hoy día no es extraño referirse al cambio educativo utilizando palabras similares aunque, si las analizásemos con detenimiento en clave social e histórica, nos transporten a realidades diferentes, incluso muy diferentes. Es fácil observar cómo se habla de reforma, innovación o renovación educativa para referirse, sin más matices, al cambio educativo en general. Ciertamente, el cambio en educación —como en cualquier otro ámbito— supone la modificación de un estado previo, pero ¿en qué dirección?, ¿con qué intensidad?, ¿desde dónde se promueve?, ¿cuáles son sus finalidades?, etc. A partir de estas y otras preguntas, los autores de este capítulo nos hemos esforzado en definir razonablemente cada uno de los términos a los que nos hemos referido y que, como hemos advertido, a menudo se utilizan como sinónimos cuando, según nuestro parecer, no lo son.
Aclarado esto, nos atrevemos a definir qué es lo que entendemos por renovación pedagógica desde una perspectiva social, histórica, política y económica, teniendo muy en cuenta el momento en que vivimos: el postmodernismo, con todo lo que comporta y lo que le caracteriza. Este encuadre nos servirá para abordar algunos de los elementos definitorios de la renovación pedagógica: las finalidades educativas, las metodologías, la estructura/organización y funcionamiento, el currículum y los roles educativos de los docentes, de los discentes y de las familias.
Más allá de cómo se concreten genéricamente cada uno de los elementos enunciados, tenemos también la voluntad de abordar cuestiones de “fondo”, algunas de ellas polémicas incluso entre algunos sectores renovadores. Así pues, en el apartado sobre “aspectos consustanciales a la renovación pedagógica”, nos referiremos a la dimensión política de la educación, a la imposibilidad de encontrar fórmulas perfectas y acabadas (especialmente añoradas en épocas de incertidumbre), a la precariedad y la fragilidad de los centros renovadores (sobre todo los más radicales o los más marginales), o a cómo se sitúa la “diversidad” en este tipo de escuelas.
El capítulo se cierra con un apartado titulado “aspectos que favorecen la renovación”, donde se apuntan algunos elementos probablemente sentidos por todos pero que, precisamente por ser tan sabidos, han acabado diluyéndose hasta incluso olvidarse.
Aclaraciones terminológicas: renovación, innovación, reforma
Examinando la historia de la pedagogía, se observa que hablar de cambios en el ámbito educativo requiere pasar, como mínimo, por tres conceptos que contienen algunos elementos comunes y algunas diferencias. Renovación, innovación y reforma son conceptos que apuntan al cambio en la cultura escolar, poniendo el acento en distintos de sus aspectos, resaltando o minimizando dimensiones concretas del hecho educativo. Si bien la cultura escolar tiene un carácter histórico (Viñao, 2002, pág. 83), con lo que hablar de cambio implica la remisión a un contexto sociocultural y educativo concreto, podemos identificar las connotaciones que estos tres conceptos han dado al cambio educativo a lo largo de la historia. Reseguir, describir y explicar el significado de estas connotaciones debería permitirnos poner las bases para elegir los términos con que identificar el cambio radical de gramática escolar.
“Reforma educativa” es un concepto que remite fundamentalmente a cambios legislativos, administrativos y jurídicos (Costa Rico, 2011, pág. 94), impulsados por gobiernos y administraciones para prescribir modificaciones desde el ámbito político-institucional. Les reformas no implican necesariamente la mejora del sistema educativo, ya que se pueden aplicar aunque sean poco idóneas, poco congruentes, o tengan una insuficiente justificación teórica. El éxito de los cambios propiciados por las reformas depende, en gran medida, de la aceptación por parte de la comunidad educativa de las medidas prescritas y, por supuesto, del contexto en qué se inscriban. A menudo, el consenso en torno a las reformas que mantienen la cultura académica y la política no se da entre los docentes. La diversidad de planteamientos y una velada sospecha sobre la práctica de los profesionales de la educación por parte de académicos y reformadores políticos (Viñao, 2002, pág. 96) dificulta la implementación de la reforma en cuestión. En general, el distanciamiento entre unos y otros, la lejanía entre el saber académico de los expertos y el saber práctico de los maestros, sitúa a los docentes en una posición incómoda, pues se ven obligados a desarrollar unos cambios impulsados desde arriba, quedando relegados a una posición pasiva o secundaria. Esta característica del cambio como reforma determina el tipo de transformación perseguida. Además, el carácter conservador o progresista que pueden tener las reformas supone un debate ideológico que trasciende a la práctica de aula, lo que sitúa la cuestión del cambio educativo en el centro del debate político. Concluiremos, pues, diciendo que el cambio educativo entendido como reforma se impulsa desde el ámbito político, desde una perspectiva burocrática, cuenta con la conformidad, como mínimo, de algunos expertos, y aspira a generalizarse a todo el sistema educativo.
La “renovación” como destaca Pericacho Gómez (2015, pág. 64), apunta a sustituir, a cambiar de modelo y/o a cambiar completamente el planteamiento pedagógico de fondo. La “innovación”, por su parte, supone una alteración parcial que deviene efectiva, a menudo, a través de la introducción de novedades aisladas, de manera sincopada. La “innovación” invitaría únicamente a ajustar el modelo pedagógico vigente para que supere la línea de corte, la prueba1.
Según Costa Rico (2011, pág. 92), la renovación puede conceptualizarse como mínimo desde cinco perspectivas distintas: i) en relación con el conjunto organizado de actividades teóricas y prácticas para el cambio educativo; ii) en relación con el cambio educativo que tiene como horizonte la escuela pública; iii) en relación con un cambio escolar deseable de carácter procesual y condicionado por el contexto; iv) en tanto que revulsivo ante el inmovilismo educativo, en la perspectiva de revisar los fundamentos de la educación; y v) en relación a los cambios reales y positivos en los procesos de enseñanza-aprendizaje, que favorezcan un desarrollo integral e integrador.
Aunque esta polisemia dificulta enormemente dar una definición concreta de renovación pedagógica, sí podemos decir que estamos ante una visión crítica del modelo escolar convencional, que apunta a la necesidad de cambios profundos, es decir, que propugna una revisión de los fundamentos de la política y de las orientaciones curriculares y organizativas del sistema educativo. Partiendo de la constatación de que la renovación se puede dar también en los márgenes del sistema educativo (donde no siempre se da la voluntad de incorporarse al sistema público), y de que la contextualización del cambio es consustancial a éste, entendemos que la renovación pedagógica tiene que ver, principalmente, con las dos últimas perspectivas que hemos señalado. Por una parte, cuando hablamos de cambio radical nos referimos al cambio educativo como la posibilidad y la exigencia de revisar las cuestiones fundamentales del hecho educativo, las finalidades que lo orientan. Sin abordar la pregunta por el sentido de la educación, y las consecuencias que de ella se derivan, la reflexión sobre el cambio se autolimita y queda incapacitada para transformar la gramática escolar tradicional, construida sobre el modelo de la escuela graduada (de ello hablaremos más adelante). Por la otra, el hecho de pensar los procesos de enseñanza-aprendizaje de manera que favorezcan un desarrollo integral e integrado o integrador implica ya la revisión de otra cuestión educativa fundamental: el antropos a quien se dirige. Los discursos y las prácticas renovadores ven al individuo —niño o joven— de forma global, pues tienen la mirada puesta en todas las dimensiones del ser humano, en contraposición a la mirada parcial o segmentada que guía las prácticas en la escuela convencional. Se trata de incluir en el modelo educativo la atención a las dimensiones física, psicoafectiva, artística, espiritual, moral y relacional, además de la intelectual, en el quehacer educativo, de manera que el alumno no sea visto como un sujeto fragmentado. Toda la actividad se desarrolla integrando los distintos aspectos que constituyen el ser humano. La escuela es un lugar de vida y para la vida.
Solo así, asumiendo la pregunta por las finalidades y por el antropos a quien se dirige la educación, podremos entender la “renovación” como cambio radical de la gramática escolar. Dicho de otra forma, el cambio subyacente a la renovación pedagógica apunta de manera muy principal a remover aquellos elementos que se asumen como naturales, inamovibles y sólidos del quehacer escolar. Desde la perspectiva renovadora se asume que la escuela, en tanto que institución histórica, necesita ser revisada de arriba abajo, debe ser puesta en cuestión desde su raíz. Porque la gramática escolar es la concreción de la cuestión educativa entendida en su sentido más amplio posible; por tanto, no encarna solamente las distintas posibilidades existentes en el tablero estático que representa la institución escolar. Más bien al contrario, entre lo explícito y lo oculto, la gramática escolar integra toda una cosmovisión y, por ello, la “renovación”, como cambio radical que quiere ser, apunta al sentido de la educación que se expresa a través de la escuela.
Desde este enfoque terminológico es posible descubrir las diferencias entre los planteamientos educativos que reivindican un tipo u otro de cambio, algunos de los cuales nos condenan a la reforma light2. La burocratización o apropiación por parte de los poderes políticos de la gestión y organización escolar; el externalismo o intervención/dirección por parte de expertos de la dinámica del aula; el didactismo o reducción de la cuestión educativa a las metodologías; el deslumbramiento tecnológico o identificación del cambio con la introducción de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en el aula... son ejemplos de esta reforma light, condenada a reproducir el modelo escolar tradicional. Desde nuestro punto de vista, son síntomas de la falta de voluntad o de la incapacidad para cambiar a fondo la gramática escolar. Denunciar la primera y revertir la segunda son objetivos implícitos de nuestro planteamiento.
Vamos, pues, a analizar qué significa el cambio educativo bajo el paraguas de la “renovación”, asumiendo la trayectoria histórica del término y manteniendo la duda momentánea sobre su posible identificación con la “innovación” o la simple introducción de novedades.
La renovación pedagógica
Aspectos contextuales
Como ya hemos advertido, hablar de renovación pedagógica (o de cambio educativo en general) requiere remitirse al contexto social, político y educativo en que se da. Resulta, pues, imprescindible describir mínimamente las características del periodo actual para entender desde qué perspectiva se afronta la cuestión que nos ocupa. La liquidez de este tiempo histórico, descrita por Bauman, y la pregunta por cómo mantener los vínculos entre educación y cultura (Bauman, 2007) son el punto de partida de nuestra reflexión sobre la educación contemporánea.
Hoy, la educación se ha desmarcado de su sentido clásico, donde el maestro esculpía y daba forma a los alumnos siguiendo los ideales de bondad, belleza y justicia, y les transmitía las leyes inmutables que gobernaban la vida de los seres humanos. La memorización —en su acepción tradicional— ya no es ni fundamental, ni necesaria, en un mundo básicamente inestable, y el conocimiento se refiere más al cómo avanzar, cómo singularizarse, cómo llegar a ser únicos, diferentes, seductores... que al saber profundo del mundo. Se promueve una actitud vital basada en estar siempre preparado para cualquier cambio, para evitar los vínculos estables y los compromisos a largo plazo, considerados un lastre, contraproducente, inútil y poco atractivo. La hegemonía del discurso neoliberal afirma al individuo como categoría ontológica básica y debilita el pensamiento crítico al utilizar el imperativo de la libertad personal, evidentemente impotente. Las palabras se resignifican desde la perspectiva de un (bio)poder difuso y omnipotente, capaz de aceptar cualquier opinión, pero implacable con las disidencias reales. También en educación. El discurso pedagógico dominante coopta y manipula herramientas, valores y planteamientos (Llorente, 2003, pág. 79): la calidad educativa es reinterpretada como selección, capacidad para competir —en el ámbito profesional— o domesticación, desinformación y alienación —en el ámbito de los valores; la participación democrática se reduce a mera representatividad; la autonomía de centro, la evaluación, la transversalidad, son entendidas como instrumentos para competir mejor en el libre mercado de la educación; y la formación permanente del profesorado se convierte en un modelo de consulta a expertos que orienten a los docentes y alimenten un sistema tecnocrático.
En este contexto, la apuesta por una educación permanente, en vez de asumir que la educación es un proceso lento y de larga duración, es entendida como un culto a las últimas novedades, de forma que la escuela se ve abocada a seguir las nuevas últimas tendencias sobre didáctica, o a introducir a toda velocidad tecnologías en las aulas. Más allá de la manipulación, esta cooptación de los conceptos actúa como reductora de las posibilidades para pensar otra escuela, puesto que deja fuera del debate las cuestiones fundamentales. Y es que el proceso histórico de instauración del modelo que caracteriza, en general, la educación actual, ha significado también una limitación de la imaginación pedagógica (Contreras, 2010, pág. 554), lo que dificulta la trasformación radical de lo que hoy conocemos como escuela. De alguna forma, la escuela tradicional ha cerrado las puertas a la posibilidad de realizar cambios profundos en la gramática escolar. En consecuencia —siguiendo a Contreras— nos planteamos la cuestión de la renovación pedagógica a la luz de la pregunta ¿qué podría llegar a ser una escuela?, lo que nos obliga a plantear abiertamente, de forma decidida y profunda, el combate que se da en el campo educativo.
Si bien podemos afirmar que el terreno compartido por los planteamientos renovadores pasa necesariamente por una vocación transformadora tanto de lo educativo como de lo político y social, esa voluntad se proyecta y se comprende de formas distintas. A grandes rasgos, la diferencia estaría, por una parte, en el estatuto epistemológico otorgado a la pedagogía desarrollada a la luz del discurso postmoderno y, por otra, a la comprensión de la dinámica de los movimientos sociales como potencial transformador. La consideración de lo que aportan los movimientos sociales y el análisis del significado del discurso pedagógico postmoderno implican orientar la mirada bien hacia el paradigma anterior —el de una modernidad que se resiste a morir—, bien hacia lo que viene —una postmodernidad que se presenta como liberadora.
En cuanto a la cuestión pedagógica, destacaremos dos planteamientos. El primero (Ayuste y Trilla, 2005, págs. 231-236) afirma que de la postmodernidad no ha surgido ninguna pedagogía propiamente dicha, sino más bien una reformulación de cuestiones ya planteadas por las pedagogías modernas. Una pedagogía postmoderna sería un discurso pedagógico sin centro ni horizonte, sin fundamentos ni compromiso, una contradicción en sus propios términos. Si bien esta tesis considera que la pedagogía postmoderna es prescriptivamente insuficiente, en realidad también da visibilidad a ciertos ítems arrinconados por la pedagogía moderna. La consecuencia principal de esta argumentación sería que la mirada educativa debería retornar, en gran medida, al pasado de la renovación. El problema es que los referentes a los que alude se inscriben en un contexto sustancialmente distinto del nuestro, lo que altera inevitablemente las reivindicaciones y las aspiraciones del movimiento renovador. Tener en cuenta las diferencias en los contextos sociopolíticos y pedagógicos (Costa Rico, 2011, pág. 93) nos parece esencial para establecer conexiones productivas y análisis cuidadosos.
El segundo planteamiento, en cambio, afirma que sí existe efectivamente una pedagogía postmoderna. Una pedagogía que asumiría el postfundacionalismo —es decir, cierta relatividad, sin pretensiones de universalidad— como guía de la acción educativa, y negaría la necesidad de una dimensión normativa fuerte como condición necesaria para poder hablar de pedagogía. Este enfoque se desmarca del fundamentalismo de las teorías de la educación modernas y defiende la posibilidad de una nueva forma entender la teoría desde un discurso postmoderno abierto a una pluralidad de sentidos (Laudo, 2011, pág. 55).
Es evidente que este debate tiene que ver con el paradigma ontoepistemológico que asumimos y el pensamiento educativo que deriva de él. El estatuto otorgado a la multiplicidad de opciones que abre la postmodernidad debería permitirnos abrir también el campo de posibilidades educativas sin debilitar sus fundamentos. La crítica radical operada por el discurso postmoderno, que pone en cuestión la posibilidad de tener unos fundamentos inamovibles, tiene consecuencias en un ámbito, el pedagógico, que busca seguridades donde no las hay. Tal vez sea justamente en la trayectoria de la renovación pedagógica donde pueda cuajar esta multiplicidad de sentidos y de maneras de hacer. Como veremos más adelante, el pluralismo y el eclecticismo han definido unas corrientes educativas que han evitado el dogmatismo y el pensamiento pedagógico corto de miras. La apertura que ha supuesto la postmodernidad podría dar alas a una mirada pedagógica que no se conformara con fórmulas preestablecidas y que asumiera la complejidad —a todos los niveles— para echar a andar. Pero, ¿hasta qué punto esta apertura puede significar una fragmentación del panorama educativo renovador para caer en la lógica consumista del mercado? Podría suceder que el hecho de que existan múltiples opciones educativas y una gran variedad de escuelas alternativas acabara reproduciendo la lógica liberal en el interior del movimiento de renovación. Potenciar la posición ventajosa de algunos con el argumento de que debería poderse elegir entre múltiples opciones educativas, podría ser contraproducente para un movimiento que quiere tener en cuenta a todos los niños y niñas, y que históricamente ha tenido un compromiso con la escuela popular. La postmodernidad en el ámbito pedagógico no puede caer en el relativismo extremo que olvide la necesidad de tomar partido en relación a determinados valores. Intuimos que las polaridades definidas con claridad por la modernidad y convertidas en grises por la postmodernidad, tienen una traducción a la hora de enfocar, proyectar y concretar el cambio educativo, lo que nos obligaría a abandonar las posiciones maniqueístas propiamente modernas al cartografiar el terreno educativo actual y asumir que pueden existir distintos tipos de renovaciones.
Para salir de este callejón sin salida, vamos a introducir un esquema analítico complementario al que hemos utilizado en el debate terminológico “innovación-renovación”. El objetivo es tratar de captar mejor los matices del cambio educativo siguiendo el hilo de la discusión entre normatividad y postfundacionalismo que hemos expuesto anteriormente y superar así el planteamiento conceptual binario. Esto nos permitirá analizar las distintas propuestas de cambio que se dan en cada uno de los centros comprometidos en la transformación de la gramática escolar. No obstante, en dicho análisis seguiremos teniendo en cuenta la perspectiva social y política de la renovación, no solo en su discurso explícito, sino también en su discurso oculto, pero asumido. Creemos que la dimensión política es una parte consustancial del discurso y de la práctica educativas y, en consecuencia, cabe analizarla tanto en su formulación explícita como implícita, tanto si es visible como si no lo es. Es justamente en dicha invisibilidad donde habrá que estar especialmente atentos y, por ello, será necesario acotar afinadamente en qué ámbitos se da un cambio de modelo educativo y en cuáles no.
Dicho esquema distinguiría entre cuatro modelos de cambio educativo:
i. Aquel que propone cambios en la didáctica: métodos de enseñanza y aprendizaje, materiales y recursos educativos, etc.
ii. Aquel que propone cambios metodológicos amplios que alteren los espacios y tiempos escolares convencionales. Se trataría de un cambio en la estructura interna de la escuela, que se traduciría, por ejemplo, en mezclar alumnos de edades distintas, abrir las puertas del aula, etc. En este caso hablaríamos de “innovación”.
iii. Aquel que introduce cambios que afectan a todo el centro, alterando también la estructura externa de la escuela convencional, lo que alimentaría una revisión constante y profunda del sentido de la educación y de la función de la escuela. Se traduciría, por ejemplo, en la participación real y efectiva de las familias en los órganos de decisión, o en la capacidad decisoria de los alumnos en lo relativo a la dinámica escolar. En este caso hablaríamos de “renovación”, independientemente de que tuviera un proyecto político definido o no.
iv. Aquel que tiene un proyecto y una mirada social y política concreta y la incorpora —con fórmulas variadas— a su práctica educativa diaria. En este cuarto grupo estarían aquellos proyectos educativos que cuestionan desde su raíz el paradigma social, político y antropológico dominante. Hablaríamos, en este caso, de una “renovación crítica”. Los planteamientos pedagógicos de este modelo tendrían en común su oposición al modelo neoliberal hegemónico, que se traduciría en prácticas educativas basadas en modelos sociales y concepciones antropológicas alternativas. Si bien el abanico de propuestas renovadoras críticas puede ser muy variado, entendemos que tienen un sustrato ideológico renovador común: la defensa de un mundo más justo, equitativo e inclusivo. Es decir, las propuestas educativas críticas con el modelo convencional, que apostaran por una escuela más autoritaria, segregadora y clasista, no tendrían cabida en este modelo, sino solo aquellas que tuvieran indiscutiblemente una mirada transformadora y comprometida explícitamente con la igualdad social, dentro de la pluralidad del magma ideológico propio de la renovación.
Si bien esta clasificación no agota todos los modelos posibles de cambio, sí incorpora múltiples opciones críticas con el funcionamiento de una escuela que consideran obsoleta y de aquellos que reivindican una transformación del modelo escolar convencional. Pero antes de seguir adelante, queremos apuntar un par de cuestiones que pueden ayudar a comprender el esquema propuesto.
La primera tiene que ver con la gradación que propone esta clasificación. Cada uno de los modelos incorporaría los cambios que propone el grado anterior, a pesar de que podría haber alguna excepción. Es decir, los cambios en la estructura interna que, por ejemplo, contempla el modelo ii incluyen los cambios en la didáctica (propios del modelo i). O, dar la palabra a los alumnos (elemento perteneciente al modelo iii) implica la redefinición arquitectónica y la adaptación de los tiempos escolares al alumnado (cambios propios del modelo ii). Porque, como argumentaremos con posterioridad, la renovación pedagógica propiamente dicha contempla todos y cada uno de los aspectos y dimensiones del hecho educativo. Desde esta perspectiva, los cambios en uno solo de estos elementos no supondrían un cambio radical y significativo, que es lo que la renovación —entendida como transformación de la gramática escolar— propone. Esta es la explicación de la gradación del esquema propuesto. No obstante, lo dicho no excluye que sea imprescindible analizar hasta qué punto los planteamientos renovadores también innovan o hasta qué punto los que plantean una renovación crítica han sido capaces de modificar sustancialmente la didáctica, entre otras cosas.
La segunda cuestión tiene que ver con la visibilidad o invisibilidad del discurso político. El hecho de que, en algunos de los planteamientos educativos que apuestan por un cambio en la dinámica y en las prácticas escolares, no se mencione o se obvie la dimensión social y política de las prácticas educativas es motivo de consideración y análisis, y evidencia las diferencias que se dan en el panorama del cambio en educación. En un contexto donde supuestamente han desaparecido los antagonismos políticos profundos, podría pensarse que la dimensión política de la educación se identifica inevitablemente con el discurso único posible, el del capitalismo. Por eso, distinguir entre aquellas pedagogías que defienden propuestas que contradicen las verdades hegemónicas de la competitividad, la eficiencia, el beneficio, la individualidad, los resultados, etc., de las que simplemente no hablan o no se oponen a ello, aporta un matiz fundamental para comprender el panorama innovador-renovador actual.
En cualquier caso, el esquema propuesto es solo un punto de partida útil para enfocar la mirada investigadora al analizar los planteamientos pedagógicos que aspiran a un cambio de modelo escolar del periodo actual. Creemos que se hacía necesario hacer notar la multiplicidad de opciones posibles cuando se quiere transformar la escuela como resultado de la discusión pedagógico-filosófica. Solo así podremos comprender el significado de los procesos de cambio que se dan actualmente, al tiempo que hemos definido el sentido de la renovación pedagógica que defendemos.
Ahora es el momento de retomar la segunda cuestión que habíamos anunciado al comenzar este apartado: la configuración y la potencia de los movimientos sociales, junto a una breve reflexión a propósito de la novedad con que se presentan. Según Moscoso (2011, pág. 258), la lucha social en la contemporaneidad se da en el terreno del sentido del vivir y se centra en la defensa y reapropiación de la construcción de la propia identidad (el ámbito de la reproducción social y la socialización) y no en el terreno de la reproducción material. Desde esta óptica, se hace necesario un cambio de orientación a la hora de recuperar la dimensión político-social en el debate educativo. La relación entre los movimientos de renovación pedagógica y los movimientos sociales se ha dado, históricamente, en términos propios del discurso moderno, es decir, en el marco de macrorelatos sólidamente fundamentados. Mantener la coimplicación entre ambos, entendidos como pilares que se retroalimentan y que, unidos, complementan su acción transformadora, es fundamental para evitar el aislamiento y la extemporaneidad del discurso educativo renovador. Por ello se hace necesaria una cierta actualización. La creación de contextos críticos por parte de los espacios educativos y el refuerzo de la dimensión educativa por parte de los movimientos sociales nos parecen elementos clave para resistir los embates del poder en el terreno simbólico y cultural, y para potenciar su fuerza en tanto que actores de la transformación social. No es suficiente la pretensión de que los métodos de la pedagogía activa lleguen a todo el sistema educativo, de fijar como horizonte la escuela pública, laica y democrática, de introducir dinámicas asamblearias en el aula. Prácticas democratizadoras como éstas, que tenía un carácter transformador en los años setenta del siglo pasado, han sido incorporadas —con más o menos profundidad— a un sistema educativo que las ha desvinculado totalmente del discurso político y las ha restringido a las prácticas de aula. En realidad, las ha convertido en impotentes para el cambio social, aunque hiciera bandera de ello. Este proceso de despolitización, operado por la acción del biopoder como forma de control social, dice mucho de la evolución del discurso educativo y de la implantación de la ideología neoliberal.
Desdeñar el vínculo entre cambio educativo y transformación social, en tanto que reapropiación de la identidad (Moscoso, 2011, págs. 259-262), revela, a nuestro entender, las diferencias fundamentales entre la innovación —superficial, limitada y reproductora de la función tradicional de la escuela— y la renovación pedagógica propiamente dicha, que detallaremos a continuación. En consecuencia, la reflexión sobre la continuidad o la ruptura con la tradición renovadora que plantearemos pasará necesariamente por el filtro que configura la tríada saber-identidad-poder.
La renovación pedagógica que defendemos
Llegados a este punto, es el momento de exponer qué significa para nosotros llevar a cabo un cambio radical en la gramática escolar en el sentido de construir una escuela renovadora. Digamos para empezar que ese cambio radical se debe dar como mínimo en el ámbito de las finalidades educativas, en la estructura, organización y funcionamiento del centro, en el currículum y en los roles educativos.
Por otra parte, queremos explicitar que para nosotros la renovación pedagógica va de la mano de una escuela y una educación integral e integrada.
La integralidad es uno de los conceptos más importantes en torno al cual se construye la mirada educativa disidente y permite estructurar una praxis centrada en el desarrollo de los niños y las niñas en tanto que seres humanos. Así lo vemos reflejado en los “Principios de Coordinación escolar” (Codina, 2002, pág. 94), un documento esencial del movimiento renovador de los años sesenta del siglo pasado, donde se explicita —una vez más— la necesidad de transformar la escuela en un espacio realmente educativo. Entendemos la educación integral como el hecho de educar en profundidad y en equilibrio al alumno/a para que desarrolle todas sus capacidades: físicas, intelectuales, emocionales, manuales, morales, espirituales... Se trata de potenciar el desarrollo de todas sus destrezas y saberes, dando la misma importancia a todas ellas, reivindicando los sentimientos y las emociones, revalorizando el cuerpo, potenciando la sensibilidad estética, elevando el estatuto de los oficios manuales y la atención a las “pequeñas” cosas (Van Manen, 1990).
El segundo concepto que define y fundamenta la renovación pedagógica es el de la educación integrada. No tendría demasiado sentido concebir al alumno de forma global para después caer en la fragmentación del objeto de aprendizaje, es decir, del mundo. La necesidad de clasificar, segmentar, etiquetar, el conocimiento conduce a la sustitución del conocimiento en sí por la simple forma de ordenarlo, y a la desvinculación de lo aprendido del que aprende. Dar sentido a los aprendizajes significa mantener una relación directa entre conocimiento y conocedor o, lo que es lo mismo, potenciar el aprendizaje significativo que ayude al alumno a entender el mundo, a hacerlo suyo, apropiándose de los grandes interrogantes de la humanidad (Meirieu, 1998). Solo así, partiendo de la necesidad vital de conocer, lo que se aprende tendrá fuerza y dará sentido al proceso que vive el alumno en la escuela que, ahora sí, será de utilidad para comprender, de forma crítica, el mundo. Que el aprendizaje sirva para la vida y, por tanto, que todas las dimensiones del ser humano entren en juego al llevar a cabo el acto de conocer es el reto de la práctica educativa que imaginamos. Se trata de que este acto sea algo parecido al despertar que produce un gran descubrimiento. Apropiación, placer, sentido, son conceptos que van parejos a la manera de entender el proceso de aprendizaje de la renovación que proponemos. Y es que la apuesta por un aprendizaje integrado significa vincular el aprendizaje a la experiencia, desmontando y recomponiendo la estructura rígida y fragmentada propia del modelo escolar convencional.
Sin embargo, es evidente que conjugar sentido, globalidad y coherencia no es una tarea sencilla. Hace falta que toda la dinámica escolar tenga por horizonte una educación integral e integrada, que enmarque e impregne todos los momentos y todas las relaciones educativas. Se trata de mantener una mirada que no se deje distraer por las prisas del timbre, la desazón por los resultados o por la incomprensión social. Estamos pensando en una organización y una estructura escolares que faciliten el acceso al mundo, y no que le aíslen de él, y que inviten a los educandos a elaborar sus propias respuestas y a cometer sus propios errores para ir trazando así un camino genuino de aprendizaje. Dicho todo esto, es ya el momento de detallar los cinco aspectos que hemos identificado como claves para edificar un centro renovador.
Ámbitos nucleares de la renovación: finalidades educativas, metodología/metodologías, estructura/organización/funcionamiento, currículum y roles educativos
a. Finalidades educativas
La reflexión sobre las finalidades no puede desligarse del marco cultural y educativo en qué se inscriba la escuela. Son datos objetivos tanto la existencia de un número ingente de propuestas educativo-culturales, como la impresionante masa de información a la cual tenemos acceso. Una situación históricamente inédita. ¿Qué hacer con esa información? ¿Qué importancia debemos dar a su marco de producción e interpretación? ¿Disponemos del tiempo suficiente para distanciarnos de este bombardeo de datos y opiniones? ¿Dónde y cuándo hacemos una pausa para poder pensar? ¿Qué debe hacer la escuela ante el alud de información que tienen los alumnos? ¿Cuál debe ser el papel de la escuela en relación al conocimiento y a los demás agentes educativos? Responder a estas preguntas tiene que ver con la razón de ser de la escuela y debe ser el punto de partida de la praxis educativa escolar.
Para empezar, consideramos apropiada la conceptualización de la actual situación social realizada por Parcerisa (2001, pág. 1) en términos de trasitoriedad, que encajaría en la realidad líquida descrita por Bauman (2007, pág. 21). La condición efímera, el cambio permanente de nuestro tiempo, generan una aceleración externa (social, objetiva) e interna (personal, subjetiva), que pone en cuestión el mundo que explica de facto la escuela. Como no podría ser de otra manera, la institución escolar es sensible al contexto que la rodea y, en consecuencia, se tambalea ante la lógica del mundo líquido. La estructura estática como de su organización, la linealidad con que plantea los aprendizajes, la preeminencia del maestro sobre la tarima, la visión del alumno como cliente... son ejemplos de una escuela que se aferra a un modelo en crisis. No es porque sí que aparece desbordada en su función reproductora y legitimadora del orden social vigente e incapaz de incorporar las dinámicas sociales que vive la infancia. La escuela funciona con una lógica caduca3. Esta constatación abre una oportunidad para cambiarla. No queremos decir con ello que deba adaptarse a la nueva función del poder, mostrando una cara más amable pero con los mismos objetivos (en realidad, esta es la tarea que cumplen los planteamientos que, bajo la etiqueta de la innovación, refuerzan la escuela convencional), sino que apostamos por transformarla desde su raíz. Y eso supone redefinir sus objetivos.
El contexto sociopolítico actual pone de relieve, en mayor o menor medida, la obsolescencia de la escuela convencional, lo que comporta su replanteamiento tanto desde sectores conservadores como progresistas. La accesibilidad a la información existente por parte de la ciudadanía pone en cuestión la legitimidad de una institución pensada —todavía— para la transmisión y la disciplina, elementos nucleares de la dinámica escolar. Estos han sido los fundamentos de legitimación de la escuela desde su creación en el siglo XIX, fundamentos que siguen defendiendo los sectores más tradicionalistas. Pero hoy día defender una escuela que se defina como una correa de transmisión de la doctrina del poder la hace sospechosa, y construirla en torno a la voluntad de transmitir el canon de las élites culturales carece de sentido. Esa escuela ha tocado fondo y esa es la razón de su estado crítico.
A pesar de que la escuela reniegue de la visión vertical y autoritaria que la ha caracterizado durante tanto tiempo, tal y como le reclama una parte de la sociedad, pervive la necesidad de encontrar referentes éticos y epistemológicos, cuando éstos no abundan. Situarse en el marasmo informativo que a menudo se convierte en sede del desconocimiento (Bauman, 2007, pág. 43) no es fácil y la escuela debería tener algo que decir al respecto. La liquidez de nuestro tiempo refuerza la multiplicidad de relatos y abre las puertas al relativismo, pero al mismo tiempo aumenta el peligro de olvidar el sentido de la lucha contra las verdades absolutas. El mundo descrito por Bauman, en el que han desaparecido los referentes culturales y epistemológicos claros y sólidos —que a menudo han constituido el núcleo de toda clase de autoritarismos—, sigue reclamando, a pesar de todo, señales en el camino. Por otra parte, la crítica postmoderna denuncia acertadamente el abuso de poder propio de las instituciones modernas, la escuela entre ellas. Pero al mismo tiempo esa misma crítica nos deja sin útiles ante la fuerza de la lógica del mercado y de la libre competencia del todos contra todos. Nos convierte en una mercancía más y, en educación, eso significa que la escuela, los docentes y el alumnado, se convierten en algo a lo que sacar el máximo rendimiento. Tenemos que replantear la escuela a la luz de la crítica postmoderna, pero debemos responder a la pregunta por la educación que queremos.
Por eso queremos destacar la importancia de la escuela que defendemos como espacio de resistencia al consumismo como forma de vida alienada (consumo de productos, de experiencias, de relaciones, de cultura) y al inmediatismo como condición temporal. Un espacio que se oponga a la identificación, clasificación y segregación de sujetos al diagnosticarlos y medicalizarlos; un espacio que no renuncie al pensamiento y al compromiso. Desde esta perspectiva, entendemos la escuela como un espacio libre de las necesidades y deseos de un sistema económico que impone su lógica en todos los ámbitos de la vida. Así pues, la escuela renovadora tiene por objetivo educar para la autonomía y la inserción social crítica. Eso implica una priorización de las preguntas y áreas de conocimiento y afirmarse como uno de los referentes en torno a los cuales crear cultura, es decir, cultivar la vida.
Entendemos la autonomía como la capacidad para conocer, desarrollar y satisfacer las propias necesidades, deseos, intereses y aprendizajes. La capacidad para tomar decisiones y asumir las consecuencias de los propios actos. Hablamos de autonomía en términos individuales, pero también como una capacidad colectiva. Es decir, defendemos una escuela que piense globalmente, asumiendo la condición social de los individuos, que trabaje para entretejer redes de apoyo mutuo, de cuidado y cooperación. Una escuela que apueste por la igualdad, la diversidad, la pluralidad y la inclusión. Que forme parte del tejido social y con voluntad de construcción comunitaria, que incluya a todas las personas independientemente de su condición. La diversidad, entendida como diversidad específica de cada alumno a la que debe adaptarse el maestro (Codina, 2002, pág. 99), es la riqueza que alimenta una escuela y se niega a servir al poder. La diversidad de género, de cultura, de capacidades, de deseos, de los cuerpos, de origen... de cada uno de los miembros de la comunidad educativa es la clave de una escuela que no uniformiza a sus alumnos, sino que les acoge y los respeta como miembros de la comunidad política de la que forman parte, sean personas menores o mayores. Hablamos, pues, de una escuela que se apropia de su identidad y de la pregunta por cuál es la vida que queremos, que establece por si misma cuáles son los valores que guiarán, de manera efectiva, su quehacer educativo. Hablamos de una escuela que asume la tesis de que “la educación o es emancipadora o no es educación” (Llorente, 2003, pág. 76), porque pone en el centro del quehacer educativo la construcción de un modelo de ciudadanía crítico con las injusticias y comprometido con los valores de una democracia como apropiación de la vida, que asume directamente responsabilidades sociales (no espera pasivamente que le sean concedidos sus derechos) y que educa en una visión ecológica del mundo y solidaria con los otros. La escuela renovadora afirma la autonomía del quehacer educativo frente a la lógica del poder y se construye en torno a la pregunta por el mundo que queremos para nuestros hijos e hijas, y no por cómo adaptarlos al mundo existente.
Con todo, la autonomía