MANUAL DE LECTURA DE LA MENTE - Curso práctico en 12 lecciones (traducido) - Erik Jan Hanussen - E-Book

MANUAL DE LECTURA DE LA MENTE - Curso práctico en 12 lecciones (traducido) E-Book

Erik Jan Hanussen

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Beschreibung

- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Hanussen, integrando su talento natural con una cultura psicológica-científica, expone con claridad métodos, técnicas y trucos que incluyen la telepatía, la hipnosis, la radiestesia y la radiestesia. Revela todos sus conocimientos sobre los movimientos ideomotores y su utilización para captar esas sutiles señales que cada individuo emite inconscientemente; asociados a un profundo conocimiento de la psique, estos movimientos permiten, por así decirlo, "leer" los pensamientos de los demás. El propio Hanussen, siguiendo las indicaciones que aquí se sugieren, realizó un curso práctico con cinco alumnos de diferentes ámbitos profesionales: un abogado, un actor, un industrial, un médico y un obrero.

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Índice de contenidos

 

INTRODUCCIÓN

I LECCIÓN - ¿Qué es la telepatía? Antecedentes de la historia de la lectura de la mente, su evolución y la literatura.

II LECCIÓN - Leer los músculos

III LECCIÓN - Experimentación

IV LECCIÓN - Lógica de las preguntas

V LECCIÓN - Ejercicios preliminares

VI LECCIÓN - El correo telepático

VII LECCIÓN - El experimento del alfiler

VIII LECCIÓN - Experimentos de acción y su solución por contacto manual

IX LECCIÓN - Adivinar números, letras, figuras, tarjetas, dibujos, etc.

X LECCIÓN - Reproducir figuras, letras y dibujos de pensamiento sin ayuda

XI LECCIÓN - Telepatía con contacto por medio de un cable, doble prueba, etc. y lectura de la mente sin contacto físico

XII LECCIÓN - Velada con el público

APÉNDICE

Los falsos telépatas y sus trucos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Erik Jan Hanussen

 

MANUAL DE LECTURA DE LA MENTE

Curso práctico en 12 lecciones

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Traducción al inglés y edición 2021 de Ediciones Ale. Mar.

Todos los derechos reservados

 

INTRODUCCIÓN

Este libro fue terminado en abril de 1919, el primero de cuatro volúmenes, de los cuales los tres restantes (sobre telepatía, hipnosis y radiestesia) se han perdido, lamentablemente.

Por eso, hace cien años, Hermann Steinschneider, alias Erik Jan Hanussen, después de haberse hecho un nombre como telépata, publicó este manual, en el que explica minuciosa y detalladamente en 12 lecciones las técnicas para aprender a leer el pensamiento, porque son técnicas.

No sólo no se ha publicado ningún trabajo similar hasta la fecha, sino que, como señala Hanussen en las primeras páginas de su libro, incluso ahora la gente sigue confundiendo la lectura de la mente con la telepatía, por no hablar de los diversos fenómenos producidos por la sugestión hipnótica.

Erik Jan Hanussen en su corta vida -nació en Viena el 2-6-1889 y murió en Berlín en marzo de 1933 por orden de Hitler- alcanzó un alto grado de virtuosismo como artista escénico, como lo fue y siempre quiso seguir siendo.

Pero además de ser una estrella muy aclamada, Hanussen también poseía extraordinarios dones mediúmnicos surgidos desde su infancia, lo que le convirtió en uno de los mayores clarividentes de nuestro tiempo.

La telepatía y la radiestesia no le eran menos afines que el uso de la sugestión hipnótica con la que solía asombrar a las multitudes, y este libro muestra cómo, a los treinta años, aunque sólo había hecho unos pocos años de escuela primaria, Hanussen fue capaz de integrar sus talentos naturales con una sólida base de erudición histórica y científica. También su lenguaje demuestra una notable inteligencia y versatilidad (Hanussen, de nuevo autodidacta, llegó a dominar siete idiomas).

Con el presente volumen, Hanussen pretende sobre todo introducir un discurso más complejo sobre la telepatía propiamente dicha, la hipnosis y la radiestesia. Lo hace revelando todo lo que sabe sobre los movimientos ideomotores y su utilización con el fin de captar esas sutiles señales que cada individuo emite inconscientemente y que, unidas a un profundo conocimiento de la psique del público, permiten al experimentador leer aparentemente los pensamientos de su médium, sin que por ello tenga que recurrir a trucos o engaños.

Antes de escribir esta obra, el autor realizó un curso práctico con cinco alumnos de cinco ámbitos profesionales diferentes: un industrial, un actor, un abogado, un médico y un obrero.

Todos ellos han completado con éxito el curso y han superado brillantemente la prueba de fuego en una velada especialmente organizada.

Esto demostró de una vez por todas que, con voluntad y perseverancia, cualquiera puede aprender esas cosas que aún hoy suelen estar envueltas en un aura de magia y misterio.

En las siguientes 12 conferencias el lector aprenderá toda la información necesaria y adquirirá la práctica necesaria para sostener una noche entera de experimentos, mientras desarrolla la perspicacia psicológica que es la base de la verdadera sensibilidad telepática.

I LECCIÓN - ¿Qué es la telepatía? Antecedentes de la historia de la lectura de la mente, su evolución y la literatura.

 

Tenemos poco tiempo para charlar, y el camino que tú y yo queremos recorrer juntos es largo y fatigoso; pero precisamente por eso, porque es mucho lo que tenemos que hacer ahora codo con codo, me parece oportuno dirigirte ante todo una invitación: ¡extiende la mano! Extiende tu mano sin dudarlo ni pensarlo dos veces.

Que el apretón de manos que me diste, amigo, cuente como un compromiso y una promesa mutua para lo que sigue:

No se limitará a hojear este volumen, leyendo una página aquí y saltándose un párrafo allá; sino que estudiará el libro lección a lección, aprendiendo gradualmente lo que le enseña.

Empezarás a experimentar en público sólo cuando te lo permita expresamente en estas páginas; de lo contrario, te encontrarás con una decepción innecesaria, te desanimarás y perderás la confianza en ti mismo y en tus capacidades.

De esto cuídate, y déjame preservarte.

A través del estudio de este manual sobre la lectura de la mente se le ofrecerán nuevas posibilidades en la sociedad, en las que nunca habría pensado antes; se le recibirá con los brazos abiertos, se le admirará y se le instará a mostrar su habilidad.

Tenga en cuenta, sin embargo, que este libro no pretende ser un fin en sí mismo, sino que fue concebido como un tratamiento exhaustivo del fenómeno telepático, para que usted se familiarice con el tema, para despertar su interés y enseñarle a distinguir entre la lectura de la mente y la telepatía.

La lectura del pensamiento no es aquí más que un medio para alcanzar un fin, como lo ha sido siempre para mí en mis conferencias, que sin ella nunca habrían despertado interés, entusiasmando a un amplio círculo de amigos con el problema de la telepatía real.

No pases por alto mis palabras, léelas con atención y piensa. Cuando te proponga un experimento, hazlo de inmediato y repítelo con paciencia hasta que lo consigas.

Debe tener éxito.

Recuerde: todo lo que se ha escrito aquí ha sido probado y tiene éxito para cualquiera, a menos que sea un completo imbécil.

Sólo se experimenta con personas que simpatizan con uno.

Prometo no ocultar nada de lo que sé; guiarte por el camino del éxito, y no omitir ni gastar ni una palabra de más, no sea que ponga a prueba tu paciencia innecesariamente.

Acepte mi sugerencia: coja este volumen sólo si y cuando esté en el estado de ánimo adecuado para estudiar.

No lo leas en el tranvía o mientras comes. Prepárate para la lectura como si fueras a la escuela: con la mente fresca y al menos una hora de tiempo por clase.

Empecemos.

Sin duda, la telepatía se presta más que ninguna otra cosa a la introducción de demostraciones escénicas, dando al operador la confianza y la credibilidad necesarias para conseguir cautivar al público.

Durante mis actuaciones no renunciaría por nada del mundo a los sorprendentes, divertidos y fascinantes experimentos sobre telepatía, por lo que es muy importante para mí que mis alumnos conozcan primero este tema.

Pero, ¡espera un momento!

En primer lugar, debemos ser capaces de discernir la lectura de la mente de la telepatía. De hecho, son dos cosas completamente diferentes.

La distinción entre estos dos conceptos requiere un capítulo entero y debe ser considerada cuidadosamente.

El uso actual del término "telepatía" para designar la "lectura de la mente" es inadecuado por la sencilla razón de que la telepatía no significa la lectura de los pensamientos (mindreading), sino la transmisión de sensaciones de un individuo a otro a una distancia indefinida, sin recurrir al habla, a las señales o a otros sistemas naturales de comunicación, mientras que la lectura de la mente, o más bien la "percepción de los pensamientos", implica en su mayor parte la intervención de los sentidos somáticos y sólo puede efectuarse a distancias muy cortas.

Dado que en este volumen pretendo ilustrar y enseñar únicamente el arte de la lectura de la mente, contemplaremos principalmente lo esencial de la práctica, por lo que me abstendré de dar en estas páginas una definición exacta del término "telepatía", así como otras indicaciones detalladas sobre el tema.

No es de extrañar que la historia de la telepatía esté estrechamente relacionada con la de la lectura de la mente, ya que ambos términos se confunden a menudo.

La diferencia entre ellas queda clara en las siguientes definiciones acuñadas por el médico Dr. A. Moll de Berlín sobre la telepatía y por el profesor Wilhelm Preyer (Jena) sobre la lectura de la mente.

El Dr. A. Moli define la palabra telepatía de la siguiente manera:

"Por telepatía se entiende la transmisión de pensamientos, emociones, sensaciones, etc., de un individuo A a un individuo B, sin que, sin embargo, B pueda conocer los pensamientos de A a través de ninguno de los sistemas convencionales de percepción."

En otras palabras, la telepatía es la adquisición de impresiones visuales, acústicas y cinestésicas de individuo a individuo, sin registrarlas a través del ojo, el oído o cualquier otro tipo de percepción sensorial, y más allá de todos los límites espaciales e incluso temporales.

En una postura polémica contra los resultados experimentales del profesor Charles Richet, el profesor Preyer definió en 1886 la lectura de la mente como un conocimiento de las direcciones y movimientos del pensamiento debido a una hábil explotación de los movimientos musculares ideomotores (involuntarios) consecutivos a un pensamiento muy intenso, de los que el operador experto se sirve durante la realización de sus experimentos, adivinando aparentemente los pensamientos de otras personas.

En la línea de estas dos definiciones se basan también todas las demás interpretaciones de los dos fenómenos, como, por ejemplo, las de los profesores Forel, Du Prel, Schrenk-Notzing, Flammarion, Kiesewetter, Pilcz, Wagner-Jauregg, etc.

Sin embargo, ambas definiciones están lejos de ser novedosas. Mucho antes de que Preyer ya Brow-h, Carpenter y Braid hubieran reconocido el principio de los movimientos ideomotores, y si últimamente, a raíz de mi aparición, una serie de profusiones periodísticas hicieron de este hecho una noticia sensacional, no es ciertamente un gran descubrimiento.

El problema de la telepatía es tan antiguo como el tiempo.

Desde Pitágoras hasta Platón, quinientos años antes de Cristo, desde el sanador árabe Avicena hasta el filósofo escolástico Tomás de Aquino en el siglo XIII, y de nuevo desde Teofrasto Paracelso hasta W. Maxwell y el Dr. F.A. Mesmer; desde Mesmer hasta Du Prel, Reichenbach, Flammarion, Richet, Myers, Benedikt y SchrenkNotzing, se escribieron hasta 30.000 volúmenes sobre el tema.

Desde los practicantes de las ciencias ocultas de la antigüedad, los sabios, los adivinos, los magos y los sumos sacerdotes, pasando por los alquimistas, los caballeros rosacruces y los iniciados, hasta los miembros de la "Society for Psychical Research" de Londres y Boston, con un centenar de volúmenes en su haber, y los de la "Telepathische Gesellschaft", han existido numerosas asociaciones que han incluido la investigación de la transmisión mental en su programa o la han convertido en su principal objetivo.

A sugerencia de W. F. H. Myers, psicólogo e inspector de educación en Cambridge, que en el año 1900 era presidente de la Soc. de Psych. Res. en 1900, toda la gama de fenómenos de transmisión mental estaba marcada por la palabra "telepatía". En lugar de esta expresión, se sugirió repetidamente el término "teleestesia". La persona que transmite el pensamiento a otra se llama "agente"; la persona que recibe el mensaje es el "perceptor" o "médium". El proceso causado por el agente se llama "acción", el proceso que tiene lugar en la mente del receptor se llama "percepción".

La conexión entre el agente y el receptor se denomina "relación" o comunicación telepática.

El término francés "sugestión mental" sólo puede adoptarse cuando la sugestión hipnótica se transmite telepáticamente.

La palabra "lectura muscular" aparece por primera vez en el citado artículo polémico de Preyer; en su lugar, así como en sustitución del inexacto término "lectura del pensamiento", suelo utilizar las expresiones que he acuñado "percepción del pensamiento" o "sensación del pensamiento", que ilustran más concretamente el tema que aquí se trata por el simple hecho de que las soluciones de los experimentos difíciles, sobre todo si no hay contacto directo con el medio, nunca se consiguen exclusivamente mediante movimientos musculares, sino que deben percibirse o sentirse mediante un determinado impulso.

Como por el momento sólo pretendo explicar e introducir el fenómeno de la percepción del pensamiento, puedo limitarme a las exposiciones anteriores relativas a la telepatía, sobre todo porque me reservo el derecho de hacer una descripción completa de ella en la segunda parte2 de mi obra.

Debe bastarnos con lo dicho para demostrar que la diferencia entre la telepatía, la sugestión mental, la clarividencia y el arte de la percepción del pensamiento es demasiado clara, como para que nos encontremos en situación de confundir la una con la otra, como ha ocurrido últimamente con evidente frecuencia.

Por muy remotos que sean los orígenes de la telepatía, la historia de la percepción del pensamiento comienza con el debut del espiritista estadounidense John R. Brown en el año 1876, y culmina con Stuart Cumberland y su apasionado seguidor Karl Du Prel.

Un día apareció Chicago cubierto de enormes carteles en los que un tal John Brown afirmaba ser capaz de adivinar los pensamientos de cualquier persona, sólo con tocarla. Durante sus actuaciones posteriores en Chicago, lo demostró realmente. Encontró objetos ocultos, realizó acciones ideadas por otros y causó un gran revuelo en toda América por una apuesta que hizo con un periódico de Chicago.

En los últimos tiempos, los telépatas profesionales han intentado imitar tan a menudo esta apuesta, que creo que merece la pena describirla tal y como tuvo lugar realmente en su origen.

John Brown se hizo encerrar en un saco completamente impenetrable y se colocó, así embalado, en un coche. A través del saco se puso en contacto con el médium encargado de la transmisión del pensamiento, que se sentó detrás de él en el lado de la cabeza. Sin tocar a Brown, éste le dio sus órdenes con el pensamiento. Aunque era una tarea difícil, Brown la resolvió perfectamente en media hora. La tarea era la siguiente: el telépata debía conducir el coche por una ruta detallada, a través de calles totalmente desconocidas para él, y detenerse frente a una determinada casa. En el ático de esta casa había un libro escondido bajo un montón de trastos. En este libro, Brown tenía que localizar una palabra en una página determinada y subrayarla con un lápiz. Por ello, fue necesario que Brown pidiera primero una tijera y que le cortaran el saco a la altura de la mano derecha para poder realizar la citada acción.

El éxito del experimento fue aclamado en las portadas de todos los periódicos.

Es muy interesante la forma en que Brown había descubierto sus facultades, y con ello la percepción del pensamiento. Brown se interesó por el espiritismo, entonces muy en boga en América, y trató de remontarlo a sus causas naturales.

Fueron especialmente las mesas giratorias las que despertaron su interés. Tras una serie de experimentos, se convenció de que los movimientos y los latidos no eran causados por la intervención de seres astrales, sino por la voluntad de las personas que colocaban sus manos sobre el tablero de la mesa. El estado de tensa expectación de los participantes en la sesión de espiritismo y su fuerte deseo de ver el fenómeno de la mesa danzante provocó reflejos musculares involuntarios e inconscientes en sus manos, que fueron capaces de producir los movimientos y latidos de la mesa ligera de tres patas.

Brown identificó estos reflejos ideomotores y dedujo, con razón, que también debían producirse en otras ocasiones, por ejemplo, cuando alguien piensa intensamente en una determinada dirección, etc. Comenzó sus experimentos buscando objetos ocultos y pronto ganó tanto dinero que pudo permitirse retirarse a una casa de campo y escribir un libro sobre su descubrimiento. Comenzó sus experimentos buscando objetos ocultos y pronto ganó tanto dinero que pudo permitirse retirarse a una residencia en el campo y escribir un libro sobre su descubrimiento.

A Brown le siguieron Irving Bishop y Charles Stuart Cumberland, que hicieron demostraciones de telepatía y, como representante del sexo débil, Lucy de Gentry.

Sobre todo, fue Stuart Cumberland, un comerciante de profesión cuyo verdadero nombre era Garner, quien aprovechó la situación favorable a la telepatía en aquella época y se hizo famoso.

Como un triunfador, fue recibido en las capitales europeas, donde mostró sus habilidades con gran éxito en numerosas cortes y asociaciones de eruditos.

Stuart Cumberland era entonces decididamente el más exaltado representante del arte de la lectura de la mente. Se destacó por dar la debida importancia a sus experimentos introduciendo nuevas variaciones, y fue el primero en realizar en adivinar acciones, letras del alfabeto y números. Gracias a su extraordinaria inteligencia, se convirtió en un eminente artista escénico y conferenciante de primer orden. En Karl Du Prel, al que pertenecía el movimiento espiritista en Alemania, Cumberland encontró un entusiasta seguidor y partidario.

Desgraciadamente, Du Prel exageró con su idealismo, cometiendo el mismo error del que la mayoría de los opositores a la telepatía extraen sus argumentos contra ella: identificó la lectura muscular de Cumberland con la telepatía. Sin duda, Cumberland, por razones que explicaré más adelante, también era telépata, como de hecho todo experimento en el tiempo se lleva a cabo más o menos por igual mediante la telepatía y la lectura muscular. Pero el propio Cumberland probablemente ni siquiera se dio cuenta de que también era telépata, ya que había desarrollado esta facultad de forma automática e imperceptible en el curso de innumerables experimentos de lectura del pensamiento; de modo que, aunque creía que sólo estaba demostrando la lectura del pensamiento, sin embargo realizó gran parte de sus experimentos con la ayuda de la telepatía.

Por desgracia, Cumberland no desdeñó recurrir a algunos trucos (véase el último capítulo) durante sus conferencias, lo que perjudicó mucho su fama.

En 1884 Cumberland llegó a Viena, donde realizó el famoso experimento con el ministro Pino y la condesa Taaffe.

Cumberland había invitado a Pino a pensar en cierta persona de entre los presentes en la abarrotada sala. Así que se vendó los ojos, cogió a Pino de la mano y, junto con él, caminó muy rápidamente por la sala, deteniéndose tras un breve registro frente a la condesa Taaffe. Este sencillo experimento sorprendió a toda Viena.