14,99 €
NosOtros. Manual para disolver el Capitalismo es un Libro lúdico, creativo y afirmativo, un Libro que nos hace bien, porque dice rotundamente ¡Sí, es posible vivir mejor!, incluso "dentro" de este tóxico, y enfermizo Capitalismo hacendal militarizado chapuza. Y esto es así, puesto que vamos "disolviendo" al capitalista que somos cada uno de "nosotros". Y en esto empieza a acontecer el NosOtros que postulamos radicalmente; la única vía posible, y sin atajo, de que construyamos un mundo mejor para todos. Para esto el humano debe volver a ser el tejedor social del presente, el historiador profundo del pasado y el visionario creativo del futuro. Y aquí damos las claves para esta triple transformación. Y en la medida que nos volvemos en tejedores, historiadores y visionarios, el mundo surge en su plenitud y el Otro acontece; y nos asalta constitutivamente a cada uno de "nosotros" desde lo más profundo de lo que somos. Y así nos volvemos en "transvaloradores" de esos valores nihilistas del Capitalismo. Como transvaloradores, así como un Neo volando en The Matrix, nos volvemos artistas-políticos de la ciudad. Entre todos NosOtros vamos "co-diseñando" nuestra pólis y en esta experiencia le damos la mano a los artistas como los verdaderos revolucionarios en la materialidad misma de nuestro cuerpo y de nuestro Planeta. Y así en estas lógicas de la sensación estética se levantan las lógicas de la mediación política; y el "Anillo de Gollum" pasa al "Anillo del NosOtros" y las lógicas de la Revolución del NosOtros se empiezan a realizar desde la sana finitud de nuestra mortalidad, porque es inevitable saber morir para saber vivir. Y Thanos el personaje de Marvel, con una gran "vuelta de tuerca", se nos vuelve en central a lo largo de todo el Libro. Este es nuestro Libro Revolucionario por excelencia, es el Manual que tenía en el inconsciente Lenin, que nos sirve como Maldición contra el Capitalismo; y, en ello, nos desactiva ese yo voraz en que nos hemos convertido todos "nosotros" a lo largo de los años; para, de esta forma, poder liberarnos entre todos y así diseñar una ciudad más democrática y republicana en la "piel del mundo".
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Ricardo ESPINOZA LOLAS
NosOtros
Manual para disolver el Capitalismo
Fundada en 1920
Nuestra Señora del Rosario, 14, bajo
28701 San Sebastián de los Reyes – Madrid - ESPAÑA
[email protected] – www.edmorata.es
© Ricardo ESPINOZA LOLAS
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Todas las direcciones de Internet que se dan en este libro son válidas en el momento en que fueron consultadas. Sin embargo, debido a la naturaleza dinámica de la red, algunas direcciones o páginas pueden haber cambiado o no existir. El autor y la editorial sienten los inconvenientes que esto pueda acarrear a los lectores pero, no asumen ninguna responsabilidad por tales cambios.
© EDICIONES MORATA, S. L. (2019)
Nuestra Sra. del Rosario, 14, bajo
28701 San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Derechos reservados
ISBNebook: 978-84-7112-958-1
Compuesto por: M. C. Casco Simancas
Imagen de la cubierta: NosOtros, por Federica Matta. Reproducida con autorización.
Viñeta: Thanos ha ganado el juego final, por Marco Roblin. Reproducida con autorización.
Nota de la editorial
En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.
Consideramos fundamental ofrecerle un producto de calidad y que su experiencia de lectura sea agradable así como que el proceso de compra sea sencillo.
Por eso le pedimos que sea responsable, somos una editorial independiente que lleva desde 1920 en el sector y busca poder continuar su tarea en un futuro. Para ello dependemos de que gente como usted respete nuestros contenidos y haga un buen uso de los mismos.
Bienvenido a nuestro universo digital, ¡ayúdenos a construirlo juntos!
Si quiere hacernos alguna sugerencia o comentario, estaremos encantados de atenderle en [email protected] o por teléfono en el 91 4480926.
… a Federica Matta y a todos los Amigos artistas
que inspiran este Libro que es un antídoto
contra tanta estupidez del Capitalismo hacendal
militarizado chapuza…
Agradecimientos
Eugenio García, Barbara Stammel, Andeas von Gehr, Mauricio Garrido, Beatriz Cortez, Paulo Cosín Fernández, Félix Angulo, Maite Tumani, Luis Mizón, Rodrigo Rojas, Joseph Eaton, Braulio Rojas, Patricio Landaeta, Xavier Insausti, Xochitl Romo, Pamela Soto, Constanza Espinoza, Pablo Acuña, Gabriel Cabello, Alberto Toscano, Andrés Garcés, Florencio Sanfuentes, Paula Ascorra, José Luis Villacañas, Fernando Montes, Herbert Spencer, Patricio Lombardo, Álvaro Pizarro, Oscar Zenteno, Marco Roblin, Federica Matta, Slavoj Žižek …
ÍNDICE
PRÓLOGO. DE JOSÉ LUIS VILLACAÑAS
PRECUELA
¿POR QUÉ MARVEL ES NUESTRO ENEMIGO?
1. ¡DESACTIVANDO A HULK!
INTRODUCCIÓN. ¿Y NARCISO SE AHOGÓ EN SU EGO?
1. NECESITAMOSTEJEDORES
2. ADVIENEN HISTORIADORES
3. VISIONARIOS DE LO QUE PUEDE ACONTECER
CONCLUSIÓN
2. ¡AMAR AL OTRO AUNQUE DUELA!
INTRODUCCIÓN. ¿DIJO FASCISMO?
1. OTRO EN TANTO QUE OTRO
2. EL DEVENIR MUNDO
3. ¿TRANSVALOREMOS ESTOS VALORES RANCIOS?
CONCLUSIÓN
3. ¡MEDIACIONES BELLAS Y POLÍTICAS!
INTRODUCCIÓN. ¡QUE ACONTEZCA LA BELLEZA!
1. IMÁGENES AUDITIVAS
2. CO-DISEÑOS
3. CIUDADES
CONCLUSIÓN
CONCLUSIÓN GENERAL. NOSOTROS. NUESTRA REVOLUCIÓN
EPÍLOGO-POÉTICO. NOSOTROS. DE LUIS MIZÓN
SECUELA
MALDICIÓN CONTRA EL CAPITALISMO
THANOS HA GANADO EL JUEGO FINAL. POR MARCO ROBLIN
ÍNDICE DE FIGURAS
Prólogo
De José Luis Villacañas1
Todos somos ya anticapitalistas, pero nadie en el fondo sabe cómo hacerlo. El capitalismo hace sufrir y esa es una evidencia que no podemos quitarnos de encima. Sufren los acosados por la pobreza, por la falta de horizonte, por la ruina del tiempo, por la transformación del paisaje en espectro continuo de cenizas y fuego; sufren los que dejan la casa y el hogar, o los que mueren cerca de los campos, por la codicia violenta, la del singular desamparado y ciego de furia tanto como la de la corporación anónima, invisible; pero también sufren los propietarios pendientes de lo incierto de los tiempos, los patronos inquietos de los aranceles, los ricos pendientes de sus dividendos y los más ricos de todos pendientes de sus crímenes. El capitalismo no hace feliz a nadie. Y aquellos que vemos felices a pesar de todo, porque la inmundicia de nuestro mundo ya ha llegado demasiado alta como para que tengan el pudor de esconderse y su descaro les permite que se muestren felices ante nuestros ojos atónitos; a esos que comenzaron a exhibir sus vicios desde Berlusconi, los que llevaron a Trump, sí, es verdad, los vemos con cara de podrida alegría, y por eso escupimos sobre su felicidad. Sabemos que esos rostros postizos están edificados sobre una continua, meticulosa, constante, enfermiza destrucción en sí mismos de todo aquello que hasta las piedras entienden que es decente.
Todos somos anticapitalistas, pero nadie en el fondo sabe cómo acabar con ellos. El libro de Ricardo Espinoza quiere poner fin a esta situación. Él dice saber cómo hacerlo. Ha estudiado a Hegel y a Marx y conoce por qué ellos no lo hicieron. También ha estudiado a Foucault y a Žižek y sabe por qué ellos no lo han logrado. Cuando lees este libro, desde luego, tampoco obtienes una receta. Quizá ahí haya una clave. Marx quiso dar una receta, un proceder, un camino, un instrumento, generar un sujeto político. Nada de esto es suficiente para acabar con el capitalismo. Esta es la diferencia fundamental. El capitalismo ha pasado a ser un símbolo del caos del mundo, de lo insoportable del presente. No es un azar. Sea lo que sea que se esconda tras ese símbolo, no cabe duda de que está interesado en nuestro caos psíquico, en producirlo, aumentarlo, acelerarlo y gobernarlo. Sabe que los psiquismos en la ebullición del caos son más gobernables pues no pueden gobernarse a sí mismos. No sabemos lo que esconde el símbolo al que aludimos con la expresión capitalismo, pero sabemos que gobierna por la producción de caos. Foucault se quedó muy corto en sus apreciaciones. Sí, atisbó lo decisivo: que el neoliberalismo es el heredero del gobierno pastoral, el que ha consumado la teología política, el que ha disuelto todo el régimen de división de poderes, el que ha llevado a extremo el ideal de la Iglesia católica medieval de gobernar las conciencias, el que la ha sustituido por completo. Por eso no es un azar que la Iglesia católica sea un enemigo potencial del capitalismo. Pero lo que no vio Foucault, ni su amigo Deleuze, es que eso que se esconde detrás del capitalismo no gobierna por el control, sino por la producción de caos psíquico. Pues aquel humano preso de su propia ira, de su pulsionalidad desatada, ese es el usuario perfecto de lo que se llama capitalismo, que con la elevación del consumo a praxis absoluta nos lleva a la consumación.
Esta síntesis de gobierno y caos psíquico se ha hecho posible porque la canalización de la pulsionalidad, el consumo, el uso de las herramientas del capitalismo hoy pasa por la virtualidad. Ahí, en el espacio de la virtualidad, la pulsionalidad desarreglada encuentra siempre su canalización por las diversas formas de pornografía digital. Por supuesto, eso que simbolizamos con el nombre de capitalismo ha alterado la noción de pornografía. Desde luego no hay duda de que porné invoca a la ramera. El graphein, el pintar, desde el principio sugiere la idea de que la virtualidad es la condición central de la pornografía, la condición de su eternización. El capitalismo, o lo que simbolizamos con este nombre, ha extremado la dimensión virtual como el lugar del gobierno. Por supuesto, lo sucio de pintar a una prostituta tenía que ver con la falta de pudor de representar un acto que concierne a la pulsionalidad, ese instante en el que estamos a solas con lo que está más allá de nosotros mismos. Ahora, todos los actos atravesados por la pulsionalidad se pintan o se inscriben en el espacio virtual. Este espacio no conoce el pudor y bendice cada gesto que nos asalta como si lo que está más allá de nosotros mismos debiera ser conocido por la Humanidad. Es por tanto el virtual el espacio del narcisismo consumado. Christopher Lasch señaló hace décadas que vivíamos en sociedades que habían generalizado el sujeto narcisista. La red, el espacio de la virtualidad, no fue sino la creación de la herramienta para realizar ese narcisismo previamente existente. El capitalismo, o lo que se esconde tras este símbolo, es una máquina productora de narcisismo primario, desde luego, porque es lo más cercano a la satisfacción omnipotente de todo impulso. Para que al mismo tiempo sea una forma de gobierno, ese espacio tiene que ser virtual. En él cabe todo el caos psíquico posible del mundo. Contrarréplica del mundo leibniziano querido por Dios por ser el mejor de los mundos posibles, el espacio de la virtualidad es su inversión gnóstica, su reflejo máximamente corrupto, die verkehrte Welt, el peor de los mundo posibles. Conquista esta condición porque el mundo virtual es el archivo de todos los síntomas. Desde el más insignificante al más trascendente. Eso que se llama postverdad no es sino el mayor archivo de los síntomas verdaderos de la humanidad y no puede evitar albergar la verdad de la enfermedad de lo humano. Sin embargo, alguien, con cierta frialdad diabólica, está ganando mucho dinero con ello, pero sobre todo, está gobernando así.
Este libro quiere acabar con eso, y sorprenderá a muchos no solo esta intención, en la que tan grandes talentos han fracasado, sino su proceder para hacerlo. Cuando comiences a recorrer estas páginas, querido lector, te darás cuenta de que no hay instrumentos, técnicas, recetas, consignas, banderas. Así no se acaba con el capitalismo. Esta lucha es mucho más refinada porque el asunto es más complejo. Ante todo, el capitalismo es una realidad más profunda que el desarrollo de las fuerzas productivas en manos de una clase, y todas las alabanzas que ha recibido este asunto por autores como Negri y Hardt van profundamente descaminadas. Aquello que se esconde tras el símbolo capitalismo no es la materialidad, ni el desarrollo de la riqueza, ni el despliegue de la producción que genera esas multitudes rebeldes contra el corazón virtual del imperio, multitudes que no han comparecido ni comparecerán jamás. Eso que se esconde en el corazón anónimo del imperio (otro símbolo de eso que hay detrás del capitalismo) viene a por nosotros, nuestras mentes, nuestra inquietud, nuestra existencia plena, nuestra libido. Es nuestro enemigo en el sentido no de hostes o enemigo público, reconocible, declarable (que es como se le ha combatido hasta ahora sin éxito), sino en el sentido de nuestro inimicus, un no amigo en clave personal, que nos concierne en lo más íntimo y quiere nuestra alma, razón por la cual los cristianos llamaron así al demonio. Su actividad procede de aquello que Agustín de Hipona llamó libido dominandi y por eso quiere que le entreguemos la nuestra para gobernarla. En suma, el capitalismo no designa hoy una realidad económica.
Hace mucho tiempo que Walter Benjamin vio que designaba realmente una religión. En realidad, ya Max Weber había visto que ese era su origen. Sin embargo, lo que Benjamin entrevió con toda claridad fue que, a pesar de lo que dijera Weber, ese capitalismo no había roto con sus propias premisas religiosas. Estas seguían alentando tras sus símbolos económicos. En suma, Weber se fijó en las realidades automatizadas y autonomizadas del capitalismo industrial, asombrado por las conquistas del fordismo americano. Benjamin vio que eso era el símbolo de algo que se escondía en un estrato más profundo. Dejándose llevar por el gusto gnóstico de las contraposiciones simétricas, Benjamin elaboró el contrasímbolo del enano de la teología que movía los hilos de esa máquina automática del materialismo dialéctico que juega la partida de ajedrez de la historia contra la religión capitalista. Con ello opuso una religión a otra. Mesianismo contra lo que se esconde debajo del mecano automatizado e industrial del capitalismo weberiano. Solo si tenemos en cuenta estos antecedentes y este contexto podemos entender el libro de Ricardo Espinoza Lolas.
Alguien podrá sorprenderse del tono de este libro. No debiera. Su expresividad directa, su nerviosismo, su excitación, su irritación a veces, todo este complejo tejido de alusiones, de referencias, de citas, de asociaciones, brotan de un alma herida. Es como la sangre que se abre paso, abriendo las carnes, lacerando. El capitalismo hace sufrir y el autor no está al margen de ese dolor. Ese tono, esos colores narrativos, ese ritmo casi de frenesí, es también la verdad de un síntoma que el autor no quiere ocultar. Nada se invoca que no sea puro presente, que no pueda ser compartido por el lector. En esto, Espinoza comparte estado de ánimo con el espíritu profético, algo por cierto que también Weber puso de moda en los primeros años del siglo XX, al reivindicar el judaísmo antiguo, frente a Nietzsche, como el mayor avance en racionalización moral de la humanidad. Pero el profeta no deja de padecer los males de su tiempo. Es uno más, solo que los siente de forma más aguda, casi hasta la enfermedad, casi hasta el ataque que desmorona su organismo. Espinoza tampoco oculta los síntomas. Si el capitalismo hace sufrir, él sabe de qué habla. Y sin embargo, en medio de ese mundo común de los síntomas con todo su desorden, nos propone un esfuerzo más. Eso es lo que debemos entender de su libro, porque eso está relacionado con la manera de acabar con el capitalismo o con lo que se esconde detrás de esta palabra, devenida ya el símbolo del desarreglo general del mundo.
Hace mucho tiempo Japers ya se dio cuenta de la convergencia del movimiento profético de Israel y el movimiento filosófico de los jonios. No estaban tan distantes, como sabemos. El caso es que la denuncia de las prácticas enfermizas derivadas de sentidos ilusos de la Ley, por parte de Jeremías, resultaba muy cercana de las denuncias que Heráclito lanzó al mundo de apariencias y de ensoñación de sus contemporáneos. Espinoza renueva esos ataques en el mismo tono enojado, directo, existencialmente concernido por aquello que denuncia, como los viejos profetas. Fue Calvino precisamente el que dijo que el mundo se acabaría cuando el espíritu profético desapareciese de la faz de la tierra. Entonces acabaría también el espíritu de resistencia ante lo dado. Sin embargo, lo más genuino de este libro es que desmonta los simulacros con los que la industria de Hollywood nos presenta a los héroes carismáticos en la plenitud idealizada de su virtualidad, los nuevos ídolos del mundo.
El argumento completo dice así: el capitalismo, o lo que quiera que se esconda tras él, produce caos psíquico continuo que solo es gobernando y mantenido en constante producción porque ya no necesita de los cuerpos para expresar su violencia airada, sino porque se le ofrece el espacio de la virtualidad como terreno en el que poder desplegarse libremente sin poner en peligro la autoconservación orgánica. Sin embargo, esta huida hacia delante propia de la expresión ininterrumpida de síntomas no puede satisfacer del todo al psiquismo. Perseguir un objeto de consumo definitivo es una contradicción; acabar con el desasosiego de la ira insultando a los que no conoces de nada es una actividad igualmente intransitiva, que no se calma con un objeto propio; amar a cuerpos docetistas de los que no sientes el calor de sus entrañas mientras sus ojos te miran, no es un objeto transitivo ni aplaca el desasosiego de la intencionalidad viva. Por supuesto, todo eso produce todavía más ataduras a objetos intransitivos, más pulsión, más frenesí, un desconsuelo que busca confundirse y engañarse en su propia expansión. El crescendo de un aparato psíquico disperso en sus síntomas, sin una identificación, aunque sea temporal, resulta inviable. Es una aceleración demasiado rápida de entropía y puede llevar al estallido final que implique al cuerpo orgánico como canal de pulsión, lo que pondría en alerta y en actividad a los dispositivos de seguridad de la policía para reprimir la violencia física, la pena, la cárcel. Todo lo que tiene que ver con el cuerpo es caro y es preciso encontrar un camino para que el caos psíquico no se traduzca en caos orgánico. Lo que se esconde tras ese símbolo que llamamos capitalismo debe producir objetos transicionales, objetos de intencionalidad, que permitan un reposo del psiquismo aunque sea temporal. No se puede desplegar la vida psíquica solo desde el principio de placer sin llevarla al caos disolvente. Es preciso ofrecerle identificaciones con dimensiones superyoicas, capaces de acoplar el psiquismo a su fantasma, de hacerle sentir por un momento esa completud que haría aceptable la muerte.
Ahí entran en función los superhéroes norteamericanos que analiza este libro. Los sistemas psíquicos, exhaustos de perseguir objetos que obedecen al principio de placer, pero que desarticulan internamente al psiquismo por su dimensión docetista, fetichista, inasible, inorgánica, están en condiciones de mantenerse extasiados en una identificación compensatoria, que les rinde una imagen sublime de su existencia desconsolada. Ricardo Espinoza Lolas nos ofrece una idea para acabar con el capitalismo: acabemos con esos elementos de vida virtual que estabilizan el caos psíquico que produce el mismo campo virtual como canal técnico ofrecido por el capitalismo al principio de placer. Puesto que el capitalismo, o lo que haya detrás de él, estabiliza y gobierna el caos psíquico que él produce mediante estas identificaciones superyoicas, si logramos acabar con ellas y anular su función romperemos la pata central de su dispositivo de gobierno. Como un nuevo Bacon, Espinoza propone acabar con los idola del capitalismo, interpretándolos de modo que luchen contra él. Pues si el capitalismo no es capaz de producir los consuelos para la propia enfermedad que él genera, entonces no podrá gestionar nuestros psiquismos, que tendrán que enfrentarse a un tipo de gobierno cuanto menos del tipo que Foucault llamó “cuidado de sí”. Cuanto menos.
Aquí, Ricardo Espinoza sigue una vieja y notable tradición crítica que puso en circulación la Escuela de Frankfurt con sus análisis de la cultura popular. Pero tengo la impresión de que lo hace más al modo de Walter Benjamin que al modo del frío y aristocrático Adorno. Frente al mesianismo estético de este, de naturaleza potencialmente trágica, que no logra superar las evidencias aristocráticas de Nietzsche sobre la metafísica del artista (algo que evidencia con demasiada claridad en su Dialéctica de la Ilustración), tengo la impresión de que Espinoza prefiere poner de relieve desde el principio la condición común de partida, con la idea de no abandonarla antes de tiempo. Sí, el mismo sufrimiento nos hace a cada uno un No-Otros y un No(s)otros. El capitalismo, o lo que oculte, responde a la máxima republicana: “lo que a todos afecta a todos concierne”. La inteligencia quizá no tenga como tarea principal especializarse en los matices derivados del virtuosismo de la observación, sino centrarse en una fenomenología de lo que compartimos de antemano. Quizá no sea lo más urgente entrar en una carrera por la distinción y el matiz proporcionalmente accesible a su propia sutileza, sino atenerse a lo más básico, a lo más intuitivo, y asumir esa premisa de la fenomenología de que lo más accesible a una intencionalidad atenta es también lo más esencial. A Ricardo Espinoza Lolas le parece lo más urgente destruir el arsenal simbólico que nos propone el capitalismo como forma de erosionar el equilibrio que nos ofrece para suturar la desdicha que él mismo produce en nosotros.
Lo que con ello se aspira a conseguir no es poco. Ante todo, la consecuencia de este proceder es la propia de toda activación del espíritu profético desde la antigüedad: la denuncia de la vía muerta de la individualidad. Acabar con el capitalismo, o con lo que se esconde tras él, tiene que ver ante todo con el abandono de la ilusión de que el individuo puede manejar las contradicciones y los problemas de la vida social. Dejar de estar solos, eso es lo que se juega con la cuestión del no-otros. Aquí es donde apreciamos los límites de la comprensión foucaultiana de las cosas, el punto de cruz de sus malentendidos. Pues Foucault vio con toda claridad la dimensión pastoral del neoliberalismo (otra de las maneras de nombrar aquello que se esconde tras el capitalismo) y comprendió que su premisa consistía en dejar al humano a solas consigo mismo. A ello se le llama capital propio del homo economicus. Foucault luchó denodadamente contra ello, pero no contra su premisa. Su cuidado de sí comparte la premisa liberal de que el sujeto es un sí mismo, por mucho que no sea uno, ni tenga identidad esencial, ni nada de todo ello. Por supuesto, hay un aparato psíquico singular, pero no es un sí mismo y, sobre todo, no puede cuidar de sí solo. Todo cuidado de sí supone un nosotros, por muy difícil que sea formarlo, como Freud descubrió con los problemas de la transferencia. Y por eso lo primero para acabar con el capitalismo, o lo que maldita sea la cosa que tiene tras sí, es generar un nosotros.
Cuando titulé mi libro Teología Política Imperial y Comunidad de Salvación Cristiana me estaba refiriendo a lo que pasó en los primeros siglos de este pequeño lugar del mundo que se conoce como occidente europeo. Sin embargo, por debajo de esa circunstancialidad histórica, había un andamiaje conceptual en el que me afirmo porque trasciende la circunstancia: el neoliberalismo ha culminado el gobierno pastoral y ha reunificado el poder espiritual y el poder mundano, que es precisamente la aspiración ancestral de la teología política. Este tipo de dispositivos no puede encararse ni resistirse desde estructuras de la vida psíquica del singular. Sin embargo, las formas de la comunidad son igualmente peligrosas y disponemos de una amplia historia de huidas hacia delante en comunidades que ignoran sus propios límites. La experiencia histórica más relevante es, como una vez dijo Foucault (lo que aquí me parece especialmente luminoso) aprender a resistir las formas de gobierno propias de la teología política, pero también saber desprenderse de las herramientas que nos sirvieron para vencerlas. En el par “comunidad de salvación”, lo fundamental es la noción de comunidad. Sin ella, lo demás carece de sentido. Pero debemos aprender a manejar libremente también las herramientas que nos sirven para superar el sufrimiento producido por el desajuste general del mundo. Ahí naufragó el comunismo y la dictadura del proletariado. Pues aunque toda posibilidad de resistir y de acabar con el capitalismo dependa de la formación de comunidad, no toda comunidad puede mantener esta eficacia emancipadora. No el Komitern desde luego. Espinoza está pensando en una comunidad que sea a la vez no(s)otros y no-otros, que supere la dimensión meramente inoperante y negativa de la comunidad, pero que no aspire a la forma sustancialista de la misma. Mientras tanto sabemos que no hay comunidad docetista de salvación, ni el espacio virtual puede serlo. Una comunidad de salvación afecta a los cuerpos, a la carne, al respirar mismo de la vida, a la evidencia suprema y originaria de que lo humano surge de tener los pies sobre la tierra, el pisar juntos la solidez que ella comparte y ofrece. No habrá comunidad de salvación sin que esa Tierra se salve con nosotros. Sin ella como anclaje, el mundo de la virtualidad y su gobierno pastoral está consumado.
El lector tiene que estar dispuesto a adentrarse en un libro exigente, exasperado, que a veces es un puro grito. Como dijo Benjamin del barroco, aunque en realidad quería hablar de su propia época, aquí domina la voluntad de estilo, esa característica del expresionismo cuya aspiración es dominar sin éxito la inquietud que el propio artista siente y por eso agita al receptor, le produce incluso un shock, sacude su cuerpo. Eso produce en el lector Espinoza Lolas, que resulta imantado por el libro físico que tiene en sus manos. Es un libro propio de una época que no atisba su final, pero que tampoco lo teme porque sabe que así no se puede continuar. En este sentido, no solo comparte el espíritu profético, sino que solo puede ser leído desde una tradición y una comprensión del presente casi insomne, alerta.
He hablado de la generalización del espacio virtual como el dominio general de la pornografía en sentido amplio. Épocas más desinhibidas respecto del uso de la tradición simbólica habrían hecho uso de la imagen de la Gran Prostituta que domina Babilonia, la heredera de Babel, la que generó el frenesí caótico de las lenguas incomprensibles entre sí. Hemos hablado de mesianismo, que es el punto por el que estas tradiciones han sobrevivido en parte en nuestro tiempo, gracias a los pensadores judíos de inicios del siglo XX. Pero yo prefiero, frente a todos ellos, a aquel autor y aquel libro sobre el que no he podido dejar de pensar mientras leía a Ricardo Espinoza. Fue escrito en una época que producía tanto caos psíquico como la presente y que por eso tuvo que dirigirse hacia gobiernos de teología política; una época en la que jamás se hizo evidente de forma más nítida el inimicus de la especie humana. Su autor fue el ejemplo más inmortal que se conoce de aquel que vivió “in vino veritas”.
Me refiero a Joseph Roth. Liberado por la ebriedad de las restricciones y las normas de la buena sociedad, recordó a todos los que hablaban de mesianismo, y del acontecimiento salvífico, que se estaban olvidando de una parte de la batalla y que no tenían una idea concreta de a qué se enfrentaban ni de lo que decían. Estaban más o menos como nosotros. Y eso a lo que se enfrentaban los defensores del mesianismo, como sabía con ingenuidad hasta el niño más distraído unos siglos antes, era el Anticristo. Los defensores del mesianismo no tenían idea de lo que significaba e implicaba en sus días el Anticristo porque estaban descaminados respecto de su capacidad proteica. En efecto, esperaban que se presentase con ropas gloriosas, bajo la forma mítica de la teología política de la época de la Gestalt, con sus figuras geniales, casi divinas. Pero el Anticristo es lo informe en sí, lo que nunca muestra su esencia en su figura, aquel que puede presentarse de las maneras más sorprendentes y simultáneas en diferentes espacios y tiempos. La época se deslumbró cuando esa forma tradicional del Anticristo reapareció bajo la persona glorificada y divinificada de Hitler y de Stalin. Por supuesto que estas eran apariciones del Anticristo. Pero Roth no se dejó engañar y sabía que no eran las únicas. Su mirada se dirigió hacia la figura inesperada, la que nadie sabía ver por mucho que ya estuviera allí, ante todos.
Ricardo Espinoza Lolas comparte esta atmósfera epocal y este espíritu. Pues Roth identificó la verdadera figura del Anticristo triunfante en la pequeña burguesía que se rendía ante Hollywood y vendía su alma por el gozo de las sombras docetistas del cinematógrafo. Hitler y Stalin fueran los señuelos postizos del propio Anticristo para asegurarse su triunfo definitivo después de la inevitable derrota que aquellos deberían conocer tras sus crímenes infames e inviables —de los que Joseph Roth dejó testimonio en su libro Judíos en la Emigración—. Con ese triunfo se logró el gobierno permanente del verdadero Anticristo que era Hollywood. Este me parece el diagnóstico que ofrece al libro de Espinoza su antecedente más preciso y el que nos permite señalar la afinidad más profunda entre la época que siguió a la destrucción de la República de Weimar y la nuestra. Si es verdad que la modernidad no puede evadir el uso de la megametáfora de la secularización, entonces la actitud ante el capitalismo propia de este libro es una secularización de la actitud de Roth frente al Anticristo. En ambos casos desconocemos la forma final en que se nos presentará este gobierno de los aparatos psíquicos. Pero quizá esta simbología no sea sino un recurso de urgencia, propio de la humanidad más arcaica que todavía anida en nosotros, para identificar aquellas épocas en las que no se divisa cómo es posible la continuidad de la especie humana sobre la tierra. La señal de alarma, en todo caso, de forma secularizada o no, ya está dada. El libro de Espinoza es quizá la primera plenamente nítida.
1 Escritor, novelista, filósofo político, catedrático de universidad e historiador de la filosofía. Es director de las revistas Res Publica de Historia de las ideas políticas y Anales de Historia de la Filosofía, ambas de la Universidad Complutense de Madrid, así como de la Biblioteca Virtual de Pensamiento Político Hispánico Saavedra Fajardo.
Precuela1
(La escena se abre con un apacible día de pesca de Déagol con su primo Sméagol en una barca.)
Déagol: ¡Sméagol! ¡Tengo uno!
¡He pescado uno! ¡Sméagol!
Sméagol: ¡Venga, tira! ¡Tira, tira,
tira del sedal!
(Déagol cae al agua, es arrastrado por el pez y finalmente
el sedal se rompe, Déagol de pronto ve un brillo en el fondo del río, agarra el Anillo y sale a la superficie.
Mientras observa entusiasmado el Anillo en su mano,
aparece Sméagol.)
Sméagol: ¡Déagol!
Sméagol: Danos eso, Déagol, querido.
Déagol: ¿Por qué?
Sméagol: Porque... es mi cumpleaños, y
lo queremos.
(Comienzan a luchar por el Anillo, y finalmente Sméagol mata a su primo Déagol.)
Anillo: (despacio, susurrante)... batul. Ash nazg gimbatul...
Sméagol: Mi tesssoro.
(Se pone el Anillo. Se va deteriorando hacia Gollum. La escena pasa a Gollum gimiendo en una cueva, sufriendo
su agonía.)
Sméagol: (v.o) Nos maldijeron. Asesino, así
nos llamaron. Nos maldijeron y nos desterraron.
Gollum: Gollum, Gollum, Gollum.
Sméagol: (v.o.) Nosotros lloramos, tesoro. Lloramos
por vernos tan solos2.
¿Por qué Marvel es nuestro enemigo?
¡Marvel!... ¡Ciudad Marvel! ¡Planeta Marvel! ¡Inconsciente Marvel!... ¡Marvel acontece!... ¡Vivimos y respiramos Marvel! Nuestra verdad, camino y vida en y por Marvel (parafraseando el Nuevo Evangelio)3. En todas partes del Planeta está Marvel “Marvel-ficando” la realidad de cada uno de NosOtros en un mero “nosotros” capitalista; o sea, su trabajo es de una fuerza brutal, descomunal y muy importante para el Capitalismo en su expansión territorial global y total (es el nuevo Totalitarismo); ver a Marvel desde las salas de cine de Chile a China pasando por Rusia tiene más poder que todo lo que hace la CIA para infiltrarse en los dominios “enemigos”; y mucho mejor y eficaz que todas las guerras que sostiene EE. UU. en distintos lugares con sus Fuerzas Militares, con gastos exorbitantes de miles de millones de dólares y con miles de muertos y con daños colaterales que duran décadas (y sin contar el odio que genera contra el propio EE. UU.). Y, además, Marvel como buena industria capitalista deja, dentro de sus arcas, millones de dólares por ver esos films4. Este fenómeno de Marvel y su expansión a todos los territorios ha sido visto por ciertos pensadores. Nietzschedecía en lo fundamental de su Zaratustra, en su Libro Tercero, que “El centro está en todas partes” (Die Mitte ist überall)5, para expresar eso que es el acontecer del eterno retorno, la sensación afirmativa, en la cotidianidad dolorosa de la vida; y Nietzsche toma esta profunda idea desde la más radical mística cristiana de Eckhart, que expresa, a su vez, que Dios está en medio de NosOtros, en todas partes. Bueno eso es Marvel hoy; la irrupción del Capitalismo por medio del Medio por excelencia, la Entretención y el Inconsciente; lo que yo llamo “Lógicas del mundo y del Estado”: ¡Marvel está por todas partes!
Marvel se infiltra en todas partes y, además, ganando mucho dinero. Marvel se comporta como el “Espíritu del mundo” actual. Es como Hegel describe este fenómeno a su amigo Niethammer en 1816: “Estoy seguro de que el Espíritu del mundo ha dado a la época la orden de mando de avanzar; esta orden de mando está cumpliéndose; este ente avanza como una falange acorazada y en apretadas filas, de un modo incontenible y con tan imperceptible movimiento como un Sol, atravesando lo grueso y lo delgado; innumerables tropas ligeras cubren los flancos a favor y en contra de ello, la mayoría de ellas no saben ni remotamente de qué se trata; solo sienten que les caen los golpes sobre la cabeza, como si lloviera del cielo. El partido más seguro es, indudablemente, el de no perder de vista a este gigante que avanza”6.
Ese Gigante es el Capitalismo y se expresa en Marvel. Y Marvel lo hacen de “buen modo”; sin asesinar a nadie, ni intervenir teléfonos, ni ordenadores, ni usan espías, mi mandan misiles, ni hacen boicot, no arman a la oposición, ni interfieren en las políticas de los países, no los endeudan, ni los cercan, ni apoyan Golpes de Estado, etc. Nosotros devenimos capitalistas “felices” por medio de Marvel (y comiendo en las salas de cine muchas palomitas de maíz y bebiendo litros de Coca Cola): chinos, rusos, venezolanos, franceses, españoles, brasileños, chilenos, etc. El Capitalismo hacendal militarizado chapuza se muestra en y por Marvel. Allí gozamos (mandato ¡Goza!, Lacan-Žižek dixit de los 60 y 70), allí emprendemos (mandato ¡Emprende!, Foucault-Chul-Han dixit de los 80 y 90)7, allí nos aseguramos (mandato ¡Teme!, Espinoza dixit de los tiempos actuales)8. Son nuestros tres mandatos capitalistas que nos rigen desde Mayo del 68 en adelante… ¡Allí somos! Es nuestra, regla, “relación de medida” de este nueva teología chapuza capitalista. Marvel es nuestra religión: la religión capitalista9. Marvel en sí mismo, en todo caso, expresa de forma brillante y muy inteligente lo mejor de Grecia: sus dioses (sus héroes) y su pólis, con lo mejor del Cristianismo: su dolor (su muerte) y su redención. Y así NosOtros no subjetivamos hoy en el mundo; por eso el mundo es actualmente mero Planeta y el NosOtros mero “nosotros”.
En verdad lo mejor de Marvel, su única posibilidad de “redención” en pleno Capitalismo, debe ser el Titán Thanos, por lo menos en la versión de Avengers: Infinity War10(hermanos Russo, 2018 y con Josh Brolin en estado excepcional de actuación), también en parte en Avengers: Endgame (2019) y en especial en el cómic The Thanos Quest (1990)11; fueron dos números que son la precuela de TheInfinity Guantlet (1991; fueron 6 números). Thanos es el filósofo de Marvel, el más profundo de todos (más que Stan Lee, que es el historiador)12; es el reflexivo y crítico, el que tiene densidad existencial, el que tiene un propósito, el que se sienta como una estatua de Rodin a pensar y a reflexionar lo que acontece; y el que se pregunta por el sentido de todo esto: su destino. Thanos dialoga con sus enemigos en pleno campo de batalla (con el Intermediador, el Campeón, el Jardinero, el Corredor, el Coleccionista, el Gran Maestro, Iron Man, Capitán América, Thor, etc.); mientras todos los demás héroes son planos, mera challa, cultura pop a lo Hamilton, Fábrica de Warhol, superficie en tanto superficie, así como una hormiga; la esencia de los héroes es ser mero Ant-Man; no hay formalmente “re-flexión” al interior del héroe, sino mera exterioridad, mera naturaleza, nada más que cáscara.
Thanos, nombre que expresa, en una contracción, a Thánatos, el dios de la muerte de los míticos griegos o esa pulsión de muerte de ese viejo psicoanalista vienés llamado Sigmund Freud, es un héroe incomprendido, no un villano, ni un anti-héroe; es un romántico enamorado de su Muerte. Él busca las gemas del infinito, él las nombra de esa forma (se llamaban del “alma”), él sabe lo que significan, su poder, de dónde vienen y a dónde van; incluso en combates tremendos en los que puede morir sigue con su propósito y todo lo hace, como un romántico Werther (así como la novela Las penas del joven Werther de Goethe de 1774), por estar con su amada Muerte, para estar con ella de igual a igual, pues el poder de las gemas le permitirá ser un “par” con la Muerte y no su esclavo o súbdito (solamente se aman en una relación de igual a igual, sin dominación y sometimiento, el sueño de Lacan y su clínica, con su discurso del analista). Incluso me atrevo a señalar que Thanos es más Héroe que esos otros héroes “reunidos” llamados Avengers (Vengadores); y, por lo tanto, radicalmente incomprendido; rasgo fundamental de todo tipo de héroe: desde Aquiles con su ira a Deadpool con sus chistes groseros, pasando por los múltiples “Che Guevara” revolucionarios que acontecen en todas partes y en múltiples épocas, así como los “Robin Hood” y su clásico robo a los ricos para dar bienestar a los pobres, etc. Thanos sabe como cualquier dios semita (la esencia de todo dios monoteísta y, por ende, la esencia del Cristianismo y de musulmanes y judíos) que para afirmar la vida se debe estar dispuesto al sacrificio. No se puede ser pleno, vivir en plenitud (para no usar la palabra capitalista de moda: Felicidad, que huele a Festival y a Coca Cola y a “resiliencia”), sino mediado por el dolor, por el paso abismal de la muerte.
Desde la muerte y su negatividad acontece la afirmación de la vida, fundamental en la lógica dialéctica afirmativa de Hegel (Wissenschaft der Logik, y sus tres libros publicados en 1812, 1813, 1816 y re-edición póstuma del primer libro en 1832), y en la lógica creativa del retorno de Nietzsche (Also sprach Zaratustra, y sus cuatros libros publicados entre 1883, 1884 y 1885)13. Tanto el “anillo lógico” de Hegel14, como el “anillo de retorno” de Nietzsche expresan esta idea de lo negativo como motor afirmativo. Esta sabiduría tan propia de la humanidad, no se encuentra solamente en el pasado de un dios semita determinado (Elohim, Yahveh, etc.), sino que también se puede rastrear tal sabiduría en otros textos que no están en el canon construido del Viejo Testamento para subjetivar a ese pueblo preciso como un pueblo especial, elegido para un destino Único15; por ejemplo, también se encuentra, y esto es interesante, en el enemigo del dios hebreo como lo fue el célebre dios Baal de Asia Menor16, dios adorado desde babilonios a fenicios pasando por caldeos, allí, esta idea de la afirmación por medio del dolor es fundamental y nos permite entender lo que acontecía en esos tiempos y en esos lugares.
Sin embargo, lo más interesante “para nosotros” (für uns) es que esa Idea vive y se aferra fuertemente en el presente inmediato y por múltiples partes por medio del Cristianismo (“el Centro está en todas partes”); y que luego se asume (es asumido; aufgehobene) posteriormente por el Capitalismo y su expansión se hace global (a todos los territorios: empíricos, virtuales, financieros, inconscientes), más allá de dioses semitas o no (pues este dios-capitalista todo lo atraviesa, como dije, hasta a los chinos en la actualidad y orientales en general). Por eso China devino el imperio capitalista por excelencia; ellos encarnan esa Idea; ellos hoy son la totalidad que está en todas partes afirmando la producción y distribución de capital; millones de capitalistas comunistas no demócratas, consumistas y que sufren como locos para cumplir con sus metas productivas; su expresión capitalista deviene en todas partes; ellos buscan ser la Mediación de toda “regla capitalista”17. Los humanos devenimos zombis, esto es, “chinos”.