Pan y afectos - Elizabeth Jelin - E-Book

Pan y afectos E-Book

Elizabeth Jelin

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Beschreibung

En Pan y afectos, Elizabeth Jelin indaga las complejidades y diversidades de las familias desde una perspectiva comprometida con la democracia y la igualdad para evidenciar los procesos que facilitan u obstaculizan la democratización social, tanto en el interior de ellas como en su relación con contextos sociopolíticos más amplios. La familia es una institución social, creada y transformada por hombres y mujeres en su accionar cotidiano, individual y colectivo. Su universalidad reside en algunas funciones y tareas que deben ser realizadas en toda sociedad. El cómo y por quién se llevan a cabo, las formas de organización de los agentes sociales, los entornos y las formas de familia son múltiples y variables. Esta variabilidad no es azarosa; hay potentes procesos de cambio social, económico, tecnológico y político de los cuales forman parte las transformaciones de la familia. En esta nueva edición la autora actualizó los datos estadísticos, incluyó un capítulo autónomo acerca del uso de la imagen y la realidad de la familia durante la dictadura militar y el movimiento de derechos humanos, y reelaboró el capítulo sobre políticas públicas. En Pan y afectos no se habla de "crisis de la familia", sino de una creciente multiplicidad de formas de familia y convivencia, una extensión del "derecho a tener derechos". De este modo, la idea de crisis se transforma en germen de innovación y creatividad social.

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ELIZABETH JELIN

PAN Y AFECTOS

La transformación de las familias

En Pan y afectos, Elizabeth Jelin indaga las complejidades y diversidades de las familias desde una perspectiva comprometida con la democracia y la igualdad para evidenciar los procesos que facilitan u obstaculizan la democratización social, tanto en el interior de ellas como en su relación con contextos sociopolíticos más amplios.

La familia es una institución social, creada y transformada por hombres y mujeres en su accionar cotidiano, individual y colectivo. Su universalidad reside en algunas funciones y tareas que deben ser realizadas en toda sociedad. El cómo y por quién se llevan a cabo, las formas de organización de los agentes sociales, los entornos y las formas de familia son múltiples y variables. Esta variabilidad no es azarosa; hay potentes procesos de cambio social, económico, tecnológico y político de los cuales forman parte las transformaciones de la familia.

En esta nueva edición la autora actualizó los datos estadísticos, incluyó un capítulo autónomo acerca del uso de la imagen y la realidad de la familia durante la dictadura militar y el movimiento de derechos humanos, y reelaboró el capítulo sobre políticas públicas. 

En Pan y afectos no se habla de “crisis de la familia”, sino de una creciente multiplicidad de formas de familia y convivencia, una extensión del “derecho a tener derechos”. De este modo, la idea de crisis se transforma en germen de innovación y creatividad social.

Índice

CubiertaPortadaSobre este libroDedicatoriaPrólogo a la nueva ediciónAgradecimientos y algo másPrefacioIntroducciónI. La autoridad patriarcal y los procesos de individuaciónII. La separación entre “casa” y “trabajo”III. El hogar y la familiaIV. Hacia nuevas estructuraciones de las familias y los hogares en los tiempos del divorcio y el envejecimientoV. Lo privado y lo públicoVI. El terrorismo de Estado y la familiaVII. Familia y políticas públicasAlgunos comentarios finalesCréditos

Este libro está dedicado a la memoria

de Juan José Llovet.

PRÓLOGO A LA NUEVA EDICIÓN

LA PRIMERA EDICIÓN DE ESTE LIBRO es de 1998, después de casi dos décadas de llevar adelante investigaciones sobre temas de familia. En ese momento, quería presentar una manera de pensar las familias y sus transformaciones, una manera en que los lectores y las lectoras pudieran acompañar la lectura desde su propia experiencia. Porque todos y todas vivimos en familia y tenemos vínculos familiares, nos guste o no. Y esos vínculos se expresan en responsabilidades y deberes, en afectos, en conflictos.

Cuando se planteó la posibilidad de actualizar o revisar este libro, se abrieron diversas alternativas: mantener el libro con la menor cantidad de cambios, simplemente corregir algunos errores y actualizar algunos datos; incorporar temas que no habían sido tratados y que cobraron importancia en esta década; incorporar resultados de trabajos e investigaciones que hice durante ese período, además de las realizadas por colegas.

Quería mantener el libro como un texto no demasiado extenso, dirigido a un público amplio, tanto de profesionales y académicos/as, cuyos trabajos cotidianos requieren un conocimiento y una comprensión de los procesos que transitan las familias en la actualidad, como de lectores y lectoras no especializados/as, que –como todos y todas– viven en familia y quieren reflexionar, problematizar y pensar acerca de las condiciones de sus propias vidas, insertándolas en estructuras y procesos sociales que van más allá de sus individualidades y subjetividades.

No quería perder este objetivo y estos públicos diversos y múltiples. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo encarar la tarea? ¿A quiénes pedir ayuda?

Pedí ayuda a varios/as colegas y amigos/as. Les pedí que leyeran el libro como si fuera la primera vez, y que, a partir de esa lectura, me transmitieran sus impresiones y sus sugerencias. Agradezco a Máximo Badaró, Isabella Cosse, Valeria Esquivel, Eleonor Faur, Alba Kaplan y Susana Kaufman por esa lectura afectuosa y cuidadosa, y por todos los comentarios valiosos y acertados. Les agradezco también el entusiasmo que me transmitieron, insistiendo en que valía la pena revisar y reeditar, pero no mucho. Como ocurre en estos casos, no todas sus sugerencias fueron incorporadas al texto, aunque sí a la reflexión que la tarea requería.

 

La revisión llevada a cabo es en gran parte de tono menor, porque las tendencias marcadas hace una década se mantienen hasta ahora, para bien y para no tan bien. Se actualizaron los datos estadísticos y en algunos temas se agregó una perspectiva histórica de más largo plazo. Hubo dos cambios más significativos: primero, transformar en un capítulo autónomo la consideración del uso que de la imagen y de la realidad de la familia en Argentina se hizo durante la dictadura militar y en el movimiento de derechos humanos; segundo, reescribir el capítulo sobre políticas públicas (ahora, el capítulo 7), porque hubo desarrollos importantes e interesantes en la última década, que no podían quedar fuera de nuestra consideración.

Al igual que la edición original, este libro está dedicado a la memoria de Juan José Llovet, como homenaje a Juancho, como intento de mantener vivo su espíritu de responsabilidad y pasión en esa aventura que llamamos investigación.

 

Buenos Aires, abril de 2010.

AGRADECIMIENTOS Y ALGO MÁS

LAS IDEAS Y LOS ARGUMENTOS presentados en este libro son producto de muchos años de trabajo de investigación, muchos diálogos personales –hablados, escritos, mentales– con colegas, amigas/os, expertas/os, parientes y familiares, todas personas importantes o significativas en mi vida personal y profesional. También de muchas conversaciones conmigo misma, algunas a partir de escritos anteriores y de comentarios recibidos acerca de ellos. Las experiencias personales de vivir en familia y las transiciones por las que una ha pasado fueron siempre los anclajes para estas conversaciones y reflexiones. Más que aislar la objetividad del conocimiento científico de la subjetividad de las experiencias personales, la trayectoria fue la contraria: incorporar las inquietudes personales, las angustias y alegrías, los afectos y las pasiones, las ilusiones y las utopías, en el trabajo intelectual.

Por su complicidad en esta aventura personal y política, por las múltiples conversaciones y diálogos, mis amigas/os y colegas, además de los miembros de mi propia familia, son corresponsables del producto. Como no se trata de un libro con una larga bibliografía de referencia, quiero reconocer especialmente las conversaciones con mis colegas (y también amigas/os) Orlandina de Oliveira, Verena Stolcke, Teresa Valdés, Harley Browning y Bryan Roberts. Muchos otros/as quedan en el tintero. Quiero recordar también el comienzo de esta aventura, en los difíciles momentos de la dictadura militar en Argentina, cuando en compañía de un pequeño grupo (María del Carmen Feijoó, Juan José Llovet y Silvina Ramos) nos dedicamos –con toda la curiosidad y el miedo de la época– a iniciar trabajos de campo sobre cómo familias y hogares populares llevaban adelante su vida cotidiana.

La redacción final y las correcciones al manuscrito original las hice en Gainesville, Florida, en el marco de la tranquilidad que me ofreció el Center of Latin American Studies de la University of Florida, al invitarme a pasar un semestre entre ellos en 1998. Esa calma y el clima de reflexión se vieron afectados por el dolor y la tristeza de la inesperada muerte de Juancho, Juan José Llovet, compañero de trabajo, compañero de acalorados debates, de exploraciones y de afectos durante veinte años.

 

Buenos Aires y Gainesville, Florida,

mayo-junio de 1998.

PREFACIO

LOS DIARIOS Y LA TELEVISIÓN presentan todos los días conmovedoras noticias sobre la familia. Por un lado, las noticias de violencia y maltrato: “Amores que matan” y se traducen en crímenes pasionales y asesinatos de grupos familiares, violencia doméstica de todo tipo, conflictos entre progenitores por “apropiarse” de los hijos, chicos y chicas (también viejos/as) abandonados/as, separaciones y divorcios destructivos y violentos. Por otro lado, las noticias que reflejan, en apariencia al menos, fuerzas ligadas al amor y al cuidado de los/as otros/as, que se tornan noticia porque se dan en contextos o situaciones sociales que superan lo que se define como amor o cuidado “normales”: el uso (¿y abuso? especialmente en el cuerpo de las mujeres) de tecnologías reproductivas para tener un hijo “de la propia sangre”, parejas homosexuales que reclaman su derecho a la mater/paternidad, reencuentros con viejos amores, la emoción de la reconciliación, a menudo magnificada por las cámaras de la televisión.

¿Qué significa todo esto? ¿Qué está ocurriendo en el mundo con aquello –la familia– que se había instalado en la vida cotidiana como “natural” o “normal”; aquello que parecía estar en la base de la convivencia cotidiana, considerada como “célula básica de la sociedad”, que acompaña y envuelve (o atrapa) a los seres humanos desde que nacen hasta que mueren?

No hay una respuesta única a estos interrogantes. Este texto intenta explorar algunas dimensiones, tendencias e hitos que puedan aportar instrumentos de reflexión y de análisis sobre procesos históricos en curso. Como todas/os somos protagonistas de estos procesos sociales, económicos, políticos, culturales y tecnológicos, cada una/o tendrá que encontrar el punto de convergencia entre sus propias concepciones y vivencias personales en familia, por un lado, y los “datos” y las tendencias históricas que marcan el mundo en que nos toca vivir, por el otro. Es en ese punto de convergencia entre la biografía personal y la historia social, entre las inquietudes personales y los grandes problemas sociales –parafraseando a C. W. Mills– donde cada lector/a podrá encontrar su singularidad, y de la que podrá derivar su capacidad de creatividad e innovación (o “imaginación sociológica”, según las palabras del autor).

Anticipemos la tesis central del libro: la familia es una institución social, creada y transformada por hombres y mujeres en su accionar cotidiano, individual y colectivo. Su universalidad reside en algunas funciones y tareas que deben ser realizadas en toda sociedad. El cómo y por quién se llevan a cabo, las formas de organización de los agentes sociales, los entornos y las formas de familia son múltiples y variables. Esta variabilidad no es azarosa o ligada puramente a diferencias culturales: hay potentes procesos de cambio social, económico, tecnológico y político de los cuales forman parte las transformaciones en las familias.

La indagación que sigue no es neutral; no se trata sólo de exponer o reconocer diversidades o complejidades en las familias. Por el contrario, parte de una perspectiva comprometida con la democracia y la igualdad, y apunta a mostrar los procesos y las tendencias que ayudan (u obstruyen) a la democratización social, tanto en el interior de las familias como en la relación entre la variedad de formas de familia y los contextos sociopolíticos más amplios.

Existe una abundante bibliografía para cada uno de los temas y debates que presentamos. No podemos hacer justicia a todo lo que existe y a todas/os las/os autoras/es que inspiraron nuestro pensamiento sobre el tema, porque el texto se convertiría en un tratado. Por lo tanto, sólo incluimos las referencias bibliográficas cuando se trata de una cita textual o de una fuente de datos.

INTRODUCCIÓN

EL CONCEPTO CLÁSICO DE FAMILIA parte de un sustrato biológico ligado a la sexualidad y a la procreación. La familia es la institución social que regula, canaliza y confiere significado social y cultural a estas dos necesidades. Incluye también la convivencia cotidiana, expresada en la idea del hogar y del techo: una economía compartida, una domesticidad colectiva, el sustento cotidiano, unidos a la sexualidad legítima y a la procreación.

Distintas sociedades, con organizaciones sociopolíticas y estructuras productivas diversas, han ido conformando organizaciones familiares y de parentesco muy variadas. La literatura antropológica clásica se ha dedicado extensa e intensamente a la heterogeneidad de las estructuras de parentesco, desarrollando una compleja taxonomía: matri y patrilinealidad, matri y patrilocalidad, linajes y clanes, reglas de exogamia y endogamia, monogamia y poligamias/poligenias de diversas formas, etc. Sin embargo, toda esta heterogeneidad cultural tiene algo en común: se trata siempre de cómo se organizan la convivencia, la sexualidad y la procreación.

En la realidad social contemporánea, no encontramos tanta diversidad organizativa. Por el contrario, vivimos en un mundo donde se ha ido imponiendo un modelo de familia “ideal” o idealizado: la familia nuclear y neolocal (es decir, caracterizada por la convivencia de una pareja heterosexual monogámica y sus descendientes), donde la sexualidad, la procreación y la convivencia coinciden en el espacio privado de un hogar conformado en el momento de la unión matrimonial. Este modelo es parte de una imagen que se ha ido construyendo en la historia social de Occidente, especialmente durante los últimos dos siglos. En esta imagen, la familia nuclear es sinónimo de la familia, y se la concibe como si estuviera anclada en la “naturaleza humana” inmutable, lo cual conlleva una concepción particular de la moralidad (cristiana) y la normalidad.

El predominio de esta imagen de la familia, su naturalización (proceso por el cual se la identifica con lo “natural”, o sea, guidada por principios biológicos) y su peso, como definición de lo “normal” (frente a otras formas definidas como desviaciones, patologías o perversiones), obstruyeron y ocultaron dos fenómenos muy significativos, tanto cuantitativa como cualitativamente: en primer lugar, el hecho de que siempre existieron formas alternativas de organización de los vínculos familiares, otras formas de convivencia, otras sexualidades y otras maneras de llevar adelante las tareas de procreación y reproducción. Las investigaciones históricas sobre estos temas proliferan: la homosexualidad en la historia, la circulación social –comercio, entrega, robo, adopción legal e informal– de niños y niñas, las formas de convivencia –elegidas o impuestas– que no estaban basadas en lazos de parentesco son algunos de los temas de la nueva historiografía de la vida cotidiana, que sacan a la luz aspectos hasta hace poco invisibles o silenciados.

En segundo lugar, la familia nuclear arquetípica está muy lejos de cualquier ideal democrático: se trata de una organización social patriarcal, donde el “jefe de familia” concentra el poder, y tanto los hijos y las hijas como la esposa-madre desempeñan papeles anclados en la subordinación al jefe. Estos rasgos son constitutivos de esta forma de familia aunque no siempre se manifiestan con la misma intensidad. La conceptualización de la familia con una perspectiva de género y el análisis crítico de la distinción entre el mundo privado y el ámbito público han generado una nueva camada de investigaciones que ponen en cuestión la imagen idealizada de la familia nuclear. Ambos desarrollos, no sólo convergentes sino a menudo integrados, permiten avanzar en el planteo y en el análisis de las tensiones y dilemas que la institución familiar o, mejor dicho, la multiplicidad de modalidades de organización familiar enfrentan en la actualidad.

El hecho central es que vivimos en un mundo donde las tres dimensiones que conforman la definición clásica de familia (la sexualidad, la procreación y la convivencia) han sufrido enormes transformaciones y han evolucionado en direcciones divergentes. El matrimonio heterosexual monogámico ha perdido –si alguna vez lo tuvo– el monopolio de la sexualidad legítima. La procreación y el cuidado de los hijos y las hijas no siempre ocurren “bajo el mismo techo” con convivencia cotidiana.

Surgen entonces dudas acerca de qué es –o qué sigue siendo– la familia. La imagen, convertida ya en un lugar común, es que la familia está en crisis. Pero, ¿qué familia es la que está en crisis? Si se habla del modelo “ideal” de un papá que trabaja fuera del hogar, una mamá que limpia y atiende a su marido y a sus hijos/as, no hay dudas de que hay una situación de crisis. Esa familia “normal” está atravesada por mamás que trabajan fuera del hogar, por divorcios y por la formación de nuevas parejas con hijos convivientes y no convivientes (“los míos, los tuyos, los nuestros”), por transformaciones ligadas al proceso de envejecimiento y a la viudez. A esto se agregan otras formas de familia más alejadas del ideal de la familia nuclear completa: madres solteras y madres con hijos/as sin presencia masculina paterna, padres varones que se hacen cargo de sus hijos/as después del divorcio, personas que eligen vivir solas aunque estén inmersas en densas redes familiares no convivientes, parejas homosexuales con y sin hijos/as. Todas estas personas tienen familias y viven en redes de responsabilidades y solidaridades familiares.

Así pues, lo que presenciamos es una creciente multiplicidad de formas de familia y de convivencia. Esta multiplicidad, lamentada por algunos, puede también ser vista como parte de los procesos de democratización de la vida cotidiana y de la extensión del “derecho a tener derechos” a todos los miembros de una sociedad. Desde esta perspectiva, la idea de crisis se transforma en germen de innovación y creatividad social.

La diversidad de formas de familia está ligada a transformaciones sociales, económicas y culturales. Esto es así porque la familia no puede ser vista como una institución aislada, sino como parte de un entramado de instituciones y prácticas sociales, donde el Estado y la legislación, las creencias y prácticas religiosas, los comportamientos económicos y otras formaciones sociales actúan simultáneamente para configurarla.

Hasta ahora, no hablamos del amor, de los afectos, de la intimidad –aspectos implícitos en la noción de familia en el sentido común–. La tarea a desarrollar en este libro es analítica, es decir, una tarea de deconstruir, desarmar y contextualizar el lugar de los afectos, los amores y las pasiones en el ámbito familiar, para poder re-construir la multiplicidad de sentidos y espacios para la expresión de sentimientos y afectos, así como el espacio para la intimidad.

Adelantemos algo en esa dirección. Aunque en la vida cotidiana la familia es percibida como el ámbito del amor, en realidad hay sólo un vínculo que idealmente se basa en el amor (aunque no desde hace mucho tiempo ni para todos o todas): la elección de pareja. Todos los demás vínculos familiares son adscriptos: padres y madres, hermanos/as y abuelos/as están definidos independientemente de los sentimientos o de la voluntad de cada persona. Y si bien se puede elegir el momento y la oportunidad de tener hijos/as, no hay elección de las características del hijo/a que va a nacer –aunque la tecnología de la reproducción y los avances de la clonación permiten imaginar un futuro diferente… e intimidador–.

El afecto dentro de la familia se construye socialmente, sobre la base de la cercanía en la convivencia, de las tareas de cuidado y protección, de la intimidad compartida, de las responsabilidades familiares que las demás instituciones sociales (la escuela, la Iglesia, el Estado) controlan y sancionan. Hay, entonces, una tensión irreductible entre el amor y la pasión en la elección de la pareja –que pueden acallarse o desaparecer con el tiempo– y la responsabilidad social de los vínculos de parentesco, que se extienden a lo largo de la vida. En suma, hay vínculos de afecto (amores, que como dice el dicho popular, a veces “matan”) y hay responsabilidades sociales de protección material, simbólica y afectiva ligadas a estos vínculos. Esto vale para todas las formas de familia y no solamente para la familia nuclear. De ahí el título de este libro –pan y afectos– y la tensión implícita en el mismo.

Podemos anticipar algunas reacciones que puede provocar la lectura de este libro. ¿Es un libro sobre mujeres? Ésta puede ser una primera reacción. Es que los temas de la familia y el hogar –las tareas domésticas, la gestación y cuidado de los/as niños/as, el afecto y la devoción de la figura de la madre– han sido y siguen siendo “asuntos de mujeres”. Aun en el mundo público de las políticas sociales, éstos son temas identificados con la labor de mujeres, sea de funcionarias, “primeras damas” o de alguna otra figura maternal. Se trata, entonces, de hacer visible y demandar el reconocimiento de que en la familia también hay hombres, y no solamente como proveedores económicos. Hombres y mujeres tienen distintos lugares y roles diferenciados, que están en proceso de transformación. Mujeres que salen a trabajar fuera de sus hogares o que son “jefas de familia” u hombres que reclaman su derecho a una paternidad en igualdad de condiciones constituyen desarrollos recientes con efectos de largo plazo muy significativos. Sólo tomando sistemáticamente las relaciones de género como eje del análisis es posible llegar a dilucidar estas transformaciones.

Una segunda pregunta posible: ¿es un libro feminista? Ya hemos respondido a esto al plantear la perspectiva de la democratización en la familia. Esta democratización implica, como horizonte, un entorno de intimidad y convivencia planteado desde el respeto y el reconocimiento de todos sus miembros como sujetos de derecho, sin estar subordinados a un poder arbitrario, a menudo basado en la violencia. Ésta es la perspectiva “feminista” desde la cual el libro está escrito.

I. LA AUTORIDAD PATRIARCAL Y LOS PROCESOS DE INDIVIDUACIÓN

A LO LARGO DE LOS ÚLTIMOS TRES SIGLOS, las transformaciones sociales ligadas a la expansión de la modernidad incluyeron el largo proceso de emergencia de sujetos individuales autónomos. Los lugares sociales y las opciones abiertas a las personas –incluso las mismas definiciones de persona e individuo– cambiaron profundamente. Esto se manifiesta con claridad en las normas sociales que gobiernan las transiciones en el curso de vida de hombres y mujeres: las normas que definen qué es la infancia y la juventud, cuál es el campo donde cada uno va a trabajar, dónde y cómo va a vivir, con quién y cuándo se va a casar, etc. El cambio central, como las teorías de la modernización nos enseñaron, reside en el espacio que la elección personal, la voluntad, la libertad y la responsabilidad de cada persona han ido ganando en la definición de su propio destino. Obviamente, esta individuación no abolió las determinaciones sociales o culturales de las opciones individuales, sino que trajo como consecuencia que la libertad y la autonomía individual se incorporaran al acervo de determinaciones de la vida social.

El proceso se inició en ciertos lugares de Europa occidental y se fue extendiendo gradualmente al resto del mundo, sin abarcarlo en su totalidad, cuando ya nuevos procesos están en curso. La libertad y la elección individual, el reconocimiento del deseo sexual y el placer como guías para la acción, reflejados en la lenta y gradual aceptación social de comportamientos que responden a impulsos individualizados, condicionaron transformaciones significativas en los patrones sociales que gobiernan el matrimonio y la familia. La introducción de la norma social que prescribe el matrimonio y la unión basados en la elección personal guiada por el amor fue, seguramente, la transformación más significativa en este plano.

 

El cambio más importante en relación con el noviazgo durante los siglos XIX y XX