Pandémik / Pandèmik -  - E-Book

Pandémik / Pandèmik E-Book

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"Hemos callado durante demasiado tiempo. Hemos aceptado las verdades de los gobiernos y sus medidas políticas; nos creímos las verdades de la ciencia, el sentido común, el sobreesfuerzo de los sanitarios; creímos que cualquier sistema político y sanitario habría reaccionado igual." Diversas voces de Cataluña, España y América Latina se reúnen aquí para pensar la pandemia de la covid-19 desde la historia, la política, la ética o la literatura. "Durant massa temps vam callar. Vam acceptar les veritats dels governs i les seves mesures polítiques, vam creure en les veritats de la ciència, en el sentit comú, en el sobreesforç dels sanitaris; vam creure que qualsevol sistema polític i sanitari hauria reaccionat igual." Diverses veus de Catalunya, Espanya i Amèrica Llatina es reuneixen aquí per pensar la pandèmia de la covid-19 des de la història, la política, l'ètica o la literatura. El libro contiene textos en castellano y catalán.

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© De los autores, 2020

© De la imagen de cubierta: Irie Wata

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Ned ediciones, 2020

Preimpresión: Ned ediciones

eISBN: 978-84-18273-25-4

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Ned Ediciones

www.nedediciones.com

Nota dels editors

Com succeeix davant tot esdeveniment, cadascú l’assumeix, el pensa i el viu com pot. Per això, les autores i els autors d’aquest volum han decidit escriure en la llengua que millor els podia servir per respondre amb urgència a aquest esdeveniment que és la covid-19, per enfrontar-se més personalment a la incertesa que ens envolta i oferir-nos, així, altres vies de pensament i de vida. Hem decidit, a més, respectar els textos originals en català i castellà com un reflex fidel de la circulació de llengües que existeix en el nostre entorn més immediat.

Nota de los editores

Como sucede ante todo acontecimiento, cada uno lo asume, lo piensa y lo vive como mejor puede. Por ello, las autoras y los autores de este volumen han decidido escribir en la lengua que mejor les podía servir para responder con urgencia a ese acontecimiento que es la covid-19, para enfrentarse más personalmente a la incertidumbre que nos rodea y ofrecernos, así, otras vías de pensamiento y de vida. Hemos decidido, además, respetar los textos originales en catalán y en castellano como fiel reflejo de la circulación de lenguas que existe en nuestro entorno más inmediato.

Índice

Presentación: Las sombras de la pandemiaXavier Bassas / Laura Llevadot

Presentació: Les ombres de la pandèmiaXavier Bassas / Laura Llevadot

Paradojas e interrogantes de un acontecimiento víricoEdgar Straehle

«Una bona ocasió?» de Jacques Rancièreseguit de «Cronovirus» Xavier Bassas

¿Aprender de las catástrofes?Un vocabulario del confinamientoGerard Vilar

El virus i la resta de nosaltresÀ. Lorena Fuster

El olor del lodoMartha Palacio Avendaño

Què ha sigut de la vida elegant?Juan Evaristo Valls Boix

El codi de vestimenta al ball de màscares de la bioarztquia:an-arkhé, culpa i control en temps de pestaAndityas Soares de Moura Costa MatosFrancis García Collado

Enemigo invisibleGuerra civil global y potencia de los cuerposRodrigo Karmy Bolton

Cura de solidaritatMònica Guerrero-RossetJordi Riba

El confinamiento como una tecnología de gubernamentalidad ambientalEster Jordana Lluch

¡Presentación: Las sombras de la pandemia

X.B.: ¿Crees, Laura, que hay que escribir sobre la pandemia?

L.LL.: Hemos callado durante demasiado tiempo. Hemos aceptado las verdades de los gobiernos y sus medidas políticas; nos creímos las verdades de la ciencia, el sentido común, el sobreesfuerzo de los sanitarios; creímos que cualquier sistema político y sanitario habría reaccionado igual. Tan solo escribieron algunos filósofos.

X.B.: El primero fue Agamben, después Nancy, Preciado, Butler, Zizek, Rancière, y ahora muchos y muchas más. Filósofas y filósofos que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida, y que nos han ayudado a pensar y vivir.

L.LL.: Sin embargo, la reacción del sentido común fue funesta: «Ya empiezan los filósofos a confirmar sus propias teorías que no sirven para nada». ¡Disculpen, señoras y señores! Lo que no sirve de nada es salir al balcón a cantar himnos casposos y sentirse muy responsables, buenos y buenas ciudadanas, porque de esa manera no cuestionamos nada de lo que está pasando, porque no queremos analizar las modificaciones estructurales que se están gestando en esta pandemia, porque no osamos ni enfrentarnos a nuestro miedo. Creo, al contrario, que no solamente debemos escribir sobre la pandemia, sino que se lo debemos a los primeros que, asumiendo el riesgo de equivocarse, dieron la cara y dijeron aquello que pensaban de este desbarajuste, de este cúmulo de decisiones políticas, económicas y sanitarias que, amparadas en la objetividad de la ciencia, marcarán nuestras vidas durante mucho de tiempo.

X.B.: Aude sapere... y el riesgo de la crítica.

L.LL.: Callar y no escribir es, por ahora, colaborar con las lógicas que se están imponiendo. No sé si estás de acuerdo. Hace tiempo que trabajamos juntos en diferentes proyectos, grupos, acciones y, si algo nos une, creo que es, además de la amistad, que nos hierve la sangre ante lo que pasa.

X.B.: Y quizá es eso la amistad: hervir la sangre juntos ante lo que nos pasa...

L.LL.: En toda relación, si es relación, hierve la sangre.

X.B.: Sí, y también en la relación con la escritura y la lectura. Pero no querría que fuéramos demasiado rápido, tomémonos el tiempo necesario para la presentación de un libro tan delicado, en una situación tan angustiosa y con una potencia política que, precisamente, hierve la sangre. Estoy de acuerdo con que debemos escribir sobre la pandemia, tenemos que pensar sobre quién está tomando las decisiones y cómo lo están gestionando y utilizando. Pero el pensamiento no es una serie de opiniones y, por eso, no se somete a la simple disyuntiva que planteas: «callar o hablar».

L.LL.: Ya sé donde quieres ir a parar, he leído tu texto...

X.B.: Si el pensamiento se diferencia de las opiniones es, precisamente, porque antes de callar o hablar se pregunta: ¿quién soy yo para hablar? ¿Y quién no podrá hablar? Y sobre todo, si hablamos públicamente, si queremos compartir lo que pensamos sobre la pandemia de la covid-19, debemos preguntarnos: ¿cómo hablar? ¿Qué posición enunciativa adoptar? Encuentro muy acertado que, de manera explícita, algunos textos de este libro empiecen cuestionando la necesidad de tomar la palabra y que rumien desde dónde y cómo es debido hacerlo. Lee lo que dice À. Lorena Fuster, Gerard Vilar o Martha Palacio, por ejemplo. Cuestionar cómo y desde dónde hablamos es, precisamente, abordar con más complejidad la disyunción consensual: «callar o hablar».

L.LL.: «Quiero mirar la incertidumbre en la que nos instala nuestra nueva realidad… puedo hacerlo desde un caminar a tientas… voy a tener que usar mi tacto... confío en que palpar para entrever sea una forma de aproximación para pensar algunas cuestiones que la constelación covid-19 no parece permitir que miremos de soslayo», escribe Martha Palacio en su texto.

X.B.: Y Lorena: «Si ahora me arriesgo a escribir algo sobre la situación, esta vez con la disculpa previa de que esto no es filosofía, sino reflexiones hechas sobre la ola de la emergencia y que queda mucho para comprender..., es porque me enlazo con la urgencia...». Defensa de la legitimidad de una escritura que duda de ella misma y que se busca, se esboza en un cuestionarse filosófico.

L.LL.: ¡Sí, sí! Completamente de acuerdo. Preguntarse por el lugar desde donde se habla es, justamente, el contrario de callar. Esto me recuerda aquellos versos de Paul Celan del poema «Habla también tú»:

Habla también túsé el último en hablar,di tu decir.

Habla-Pero no separes el No del Sí.Y da a tu decir sentido:dale sombra.

X.B.: Hay quien simplificará diciendo que el verso «Pero no separes el No del Sí» es fuente de ambigüedad y que siempre hay que hablar claro (y catalán o castellano). Como si hablar claro, como si «no separar» y tomar la palabra firmemente fuera el modo neutro, natural, objetivo del lenguaje. ¡Maldita pobreza lingüística de las opiniones en tiempos de pandemia! Tenemos que desplazar, ahora, el modo de hablar hegemónico sobre la covid-19: robarle la hegemonía lingüística a la «información», que no quiere decir simplemente ofrecer «contrainformación», sino hablar disensualmente.

L.LL.: ¿Ya lo estamos haciendo con este libro, en este mismo diálogo, no? No separar el no del sí, dar sombra al propio juicio y al propio decir es lo que diferencia la filosofía de la opinión. La complejidad del lugar desde donde se habla impide dar soluciones, normatividad, verdades cerradas, ideología para ciudadanos perezosos. Por eso, justamente, para dar sombra a los juicios de los otros, de los políticos, gestores y decididores profesionales, existe la filosofía. Ante este discurso simplista y totalitario, precisamente, a la filosofía le hierve la sangre: entonces habla y da sentido, es decir, da sombra. Y esto no pasa sin poner en juego la propia sombra, la sombra que llevamos en nosotros y que nos constituye como hablantes.

X.B.: Como la sombra de duda y de cuestionamiento radical que la pandemia está imponiendo también sobre otras cuestiones, por ejemplo, sobre la historia de la salud en Occidente, como señala Edgar Straehle con su relectura de los vacíos de la historia y los «olvidos» de la historiografía: ¿quién se acordaba de la «gripe española» en los libros de historia, una enfermedad que causó más muertos que la Primera y la Segunda Guerra Mundial? En esta dirección, Edgar escribe en su texto: «(...) gracias a esta crisis, hemos redescubierto que había otros pasados en nuestro pasado. Y lo que nos revela esta relectura de la historia es que, con el tiempo, se había olvidado en el primero mundo la vulnerabilidad humana hacia las plagas y epidemias».

L.LL.: Sombra también sobre la política, porque una cosa es la vulnerabilidad constitutiva del cuerpo humano y otra muy diferente la precariedad, que es política. Hay que hacer estas distinciones.

X.B.: Sí, la vulnerabilidad del cuerpo, la precaridad y la precariedad políticas (que también hay que distinguir, como señala À. Lorena Fuster) atraviesan varios textos de este volumen, como el de Martha Palacio y el texto a cuatro manos de Mònica Guerrero-Rosset y Jordi Riba.

L.LL.: Pero sobre esta distinción, me ha gustado mucho una cita de Rancière que escribes en tu texto: «En un momento en que el Estado hacía muy poco por nuestra salud, decidió hacer mucho por nuestra vida». Creo que es este concepto de vida lo que el Estado se ha apresurado a defender con medidas como el confinamiento, sobre el cual versan muchos de los textos de este libro: el de Juan Evaristo Valls Boix, que traza un brillante recorrido literario sobre la vida elegante de Balzac...

X.B.: ... o el texto de Francis García Collado y Andityas Soares de Moura Costa Matos, que se abre con una comparación entre el comportamiento anárquico de las personas durante la peste tifoidea en la Atenas del 430 a. C. y la subjetivación enmascarada de nuestra obediencia hoy en día. Es crucial, efectivamente, ver cómo se ha intensificado la relación de la vida con el Estado como consecuencia de todas las medidas de control impuestas.

L.LL.: ... nuestra vida, como apunta Rodrigo Karmy, ha quedado explícitamente sometida a una «guerra civil global» y estamos expuestos a una «mutación de las sociedades de control» sobre la cual también reflexiona Ester Jordana, proponiendo más allá de Foucault el paso de la biopolítica a la ecopolítica.

X.B.: De hecho, tratando aspectos diferentes y complementarios, arraigados a nuestra historia, a nuestra evolución como sociedad o en el momento presente, creo que también es muy importante ver que los textos que componen este volumen no pierden su validez ni su utilidad crítica a pesar de que hayan sido escritos hace meses, en la urgencia del momento. Y creo que pasaría todo lo contrario con textos de opinión y periodísticos, que agotan su valor cuando acaba el día. Hay que alejarse del tratamiento «informativo» de la pandemia, nos jugamos la salud. Imagino, si es que puedo imaginar cómo saldremos de esta pandemia, imagino que en la era post-covid estos textos que editamos aquí seguirán interpelándonos como supervivientes…

L.LL.: La pandemia pasará, como han pasado todas las anteriores. Pero lo que a muchos de nosotros nos interesa pensar es la manera como ha visibilizado la forma en que somos gobernados. Aquello que, en un primer momento, a algunos les pareció un virus mesiánico que había llegado para parar la aceleración suicida del capitalismo ha acabado mostrando el vínculo siniestro entre el Estado autoritario y la reconversión del capitalismo neoliberal. Creo que Ester Jordana no estaría de acuerdo, pero vale la pena pensarlo.

X.B.: Sí, Laura, pero «visibilizar la forma en que somos gobernados» tiene, como mínimo, tres sentidos diferentes que a menudo no se distinguen y crean confusiones, y nos hacen perder potencia crítica. Se puede visibilizar la forma de gobernarnos, primero, como un arma política arrojadiza entre partidos y militantes, los cuales la utilizan para criticarse entre derechas e izquierdas, entre Cataluña y Madrid, entre España y Alemania, etc. (crítica institucional: ningún cambio hacia la igualdad, mero ruido informativo); también se puede visibilizar el ejercicio del gobierno y la gestión buena, mala o pésima de recursos, es decir, desde un sentido ideológico de la visibilización (crítica intra-sistémica: los cambios que mejoran nuestras vidas dependen del grado de violencia de las protestas); pero hay un tercer sentido de esta visibilización que no se concentra en distinguir entre izquierdas o derechas, ni entre buenos y malos, sino que revela la relación de la reconversión del sistema neoliberal con el Estado, como dices, pero también con la democracia y la igualdad social; esta última visibilización es la que puede desplazar la manera como vivimos la vida (crítica radical: el virus como acontecimiento político). Sin perder de vista los dos primeros sentidos, hay que encontrar sobre todo una política de la pandemia que nos ofrezca este último tipo de visibilización que tiene, no sé si estás de acuerdo, posibilidades de transformación de nuestras vidas, de cómo vivimos la pandemia, cómo vemos la sociedad, la policía, la sanidad, de cómo trabajamos y tele-trabajamos, etc.

L.L.L.: Creo que la democracia y la igualdad social de la que hablas es lo que se ha visto más damnificado en esta pandemia, o mejor dicho, en su gestión política y sanitaria.

X.B.: Por razones sistémicas que determinan la gestión política y sanitaria, no a la inversa...

L.L.L.: De acuerdo, Xavi. Por eso, precisamente, si la democracia no es algo que llegará en el futuro, sino una exigencia «aquí y ahora», como dice Derrida, es «aquí y ahora» cuando tenemos que escribir, pensar y hablar. Es así como entiendo el sentido de este libro, como un gesto, quizá minúsculo, pero radicalmente democrático.

X.B.: ¡Por supuesto! Hay que seguir escribiendo, pensando y gritando y cuidando: actuando. Solo me gustaría añadir, para acabar, una observación bastante inquietante de las primeras páginas de El cuaderno gris de Josep Pla, que se abre con varias reflexiones sobre la pandemia de gripe española a principios del siglo xx. Puede tener muchos sentidos para nosotros, hoy: «14 de marzo (de 1918). – Ahora, finalmente, da gusto vivir en Cataluña. La unanimidad es completa. Todo el mundo está de acuerdo. Todos hemos tenido, tenemos o tendremos, indefectiblemente, la gripe».

L.L.L.: Sí que es inquietante... parece que la historia se repite, pero la manera de pensarla y vivirla no es la misma. Esta igualación y unanimidad por la vía de la enfermedad y la vulnerabilidad esconde, en realidad, todas las desigualdades y, por lo tanto, los reclamos de justicia que, en estos textos, intentamos afrontar.

Presentació: Les ombres de la pandèmia

X.B.: Creus, Laura, que cal escriure sobre la pandèmia?

L.LL.: Durant massa temps vam callar. Vam acceptar les veritats dels governs i les seves mesures polítiques, vam creure en les veritats de la ciència, en el sentit comú, en el sobreesforç dels sanitaris; vam creure que qualsevol sistema polític i sanitari hagués reaccionat igual. Només alguns filòsofs van escriure.

X.B.: El primer va ser Agamben, després Nancy, Preciado, Butler, Zizek, Rancière, i molts i moltes més ara. Filòsofes i filòsofs que ens han acompanyat al llarg de la nostra vida, i que ens han ajudat a pensar i viure.

L.LL.: Però la reacció del sentit comú va ser funesta: «Ja estan aquests filòsofs per a confirmar les seves teories que no serveixen per a res». Disculpin, senyores i senyors! El que no serveix de res és sortir al balcó a cantar himnes casposos i sentir-se molt responsables, bons i bones ciutadanes, perquè no qüestionem res del que està passant, perquè no volem analitzar les modificacions estructurals que s’estan gestant en aquesta pandèmia, perquè no gosem ni enfrontar-nos a la nostra por. Crec, ben al contrari, no només que cal escriure sobre la pandèmia, sinó que els hi devem als primers que, assumint el risc d’equivocar-se, van donar la cara i van dir allò que pensaven d’aquest desori, d’aquest cúmul de decisions polítiques, econòmiques i sanitàries que, emparades en l’objectivitat de la ciència, marcaran les nostres vides durant molt de temps.

X.B.: Aude sapere... i el risc de la crítica.

L.LL.: Callar i no escriure és, ara com ara, col·laborar amb les lògiques que s’estan imposant. No sé si hi estàs d’acord. Fa temps que treballem junts en diferents projectes, grups, accions i, si alguna cosa ens uneix, crec que és, a més de l’amistat, que ens bull la sang davant el que passa.

X.B.: I potser és això l’amistat: bullir la sang plegats davant el que ens passa...

L.LL.: En tota relació, si és relació, hi bull la sang.

X.B.: Sí, i també en la relació amb l’escriptura i la lectura. Però no voldria que anéssim massa ràpid, prenguem-nos el temps necessari per a la presentació d’un llibre tan delicat, en una situació tan angoixant i amb una potència política que, precisament, fa bullir la sang. Estic d’acord que cal escriure sobre la pandèmia, cal que pensem qui està prenent les decisions i com l’estan gestionant i utilitzant. Però el pensament no és un seguit d’opinions i, per això, no es sotmet a la simple disjuntiva que planteges: «callar o parlar».

L.LL.: Ja sé on vols anar a parar, he llegit el teu text...

X.B.: Si el pensament es diferencia de les opinions és, precisament, perquè abans de callar o parlar es pregunta: qui soc jo per parlar-ne? I qui no podrà parlar-ne? I sobretot, si en parlem públicament, si volem compartir el que pensem sobre la pandèmia de la covid-19, cal preguntar-se: com parlar-ne? Quina posició enunciativa adoptar-hi? Trobo molt encertat que, de manera explícita, alguns textos d’aquest llibre comencin qüestionant la necessitat de prendre la paraula i que rumiïn des d’on i com cal fer-ho. Llegeix el que diu l’À. Lorena Fuster, el Gerard Vilar o la Martha Palacio, per exemple. Qüestionar com i des d’on parlem és, precisament, abordar amb més complexitat la disjunció consensual: «callar o parlar».

L.LL: «Quiero mirar la incertidumbre en la que nos instala nuestra nueva realidad… puedo hacerlo desde un caminar a tientas… voy a tener que usar mi tacto... confío en que palpar para entrever sea una forma de aproximación para pensar algunas cuestiones que la constelación covid-19 no parece permitir que miremos de soslayo», escriu la Martha Palacio al seu text.

X.B.: I la Lorena: «Si ara gose a escriure alguna cosa sobre la situació, aquesta vegada amb la disculpa prèvia que açò no és filosofia, sinó reflexions fetes sobre l’ona de l’emergència i que queda molt per comprendre..., és perquè m’enllace amb la urgència...». Defensa de la legitimitat d’una escriptura que dubta d’ella mateixa i que es busca, s’esbossa en un qüestionar-se filosòfic.

L.LL: Sí, sí! Completament d’acord. Preguntar-se pel lloc des d’on es parla és, justament, el contrari de callar. Això em recorda aquells versos de Paul Celan del poema «Parla tu també»:

«Parla tu també,

parla el darrer,

digues el teu judici. Parla —

Però no decantis el no del sí.

Dona també sentit al teu judici:

dona-li l’ombra.»

X.B.: Hi ha qui dirà, ximplement, que això de «no decantis el no del sí» és una font d’ambigüitat i que sempre cal parlar clar (i català o castellà). Com si parlar clar, com si «no decantar» i prendre la paraula fermament fos el mode neutre, natural, objectiu del llenguatge. Maleïda pobresa lingüística de les opinions en temps de pandèmia! Hem de desplaçar, ara, el mode de parlar hegemònic sobre la covid-19: robar-li l’hegemonia lingüística a la «informació», que no vol dir simplement oferir «contra-informació», sinó parlar disensualment.

L.LL.: Ja ho fem amb aquest llibre, en aquest mateix diàleg, oi? No decantar el no del sí, donar ombra al propi judici i al propi dir és el que diferencia la filosofia de la opinió. La complexitat del lloc des d’on es parla impedeix donar solucions, normativitat, veritats tancades, ideologia per a ciutadans mandrosos. És justament per donar ombra als judicis dels altres, dels polítics, gestors i decididors professionals, que la filosofia existeix. És davant aquest discurs simplista i totalitari que a la filosofia li bull la sang: aleshores parla i dona sentit, és a dir, dona ombra. I això no passa sense posar en joc la pròpia ombra, l’ombra que portem en nosaltres i que ens constitueix com a parlants.

X.B.: Com l’ombra de dubte i de qüestionament radical que la pandèmia està imposant també sobre d’altres qüestions, per exemple sobre la història de la salut a Occident, com assenyala l’Edgar Straehle amb la seva relectura dels buits de la història i els «oblits» de la historiografia: ¿qui se’n recordava de la «grip espanyola» als llibres d’història, una malaltia que va causar més morts que la Primera i la Segona Guerra Mundial? En aquesta direcció, l’Edgar escriu al seu text: «(...) gracias a esta crisis, hemos redescubierto que había otros pasados en nuestro pasado. Y lo que nos revela esta relectura de la historia es que, con el tiempo, se había olvidado en el primer mundo la vulnerabilidad humana hacia las plagas y epidemias».

L.LL.: Ombra també sobre la política, perquè una cosa és la vulnerabilitat constitutiva del cos humà i una altra molt diferent la precarietat, que és política. Cal fer aquestes distincions.

X.B.: Sí, la vulnerabilitat del cos, la precaritat i la precarietat polítiques (que també cal distingir, com assenyala la À. Lorena Fuster) travessen diversos textos d’aquest volum, com el de la Martha Palacio i el text a quatre mans de la Mònica Guerrero-Rosset i el Jordi Riba.

L.LL.: Però sobre aquesta distinció, m’ha agradat molt una cita de Rancière que escrius al teu text: «En un moment en què l’Estat feia molt poc per la nostra salut, va decidir fer-hi molt per la nostra vida». Crec que és aquest concepte de vida que l’Estat s’ha afanyat a defensar amb mesures com el confinament, sobre el qual versen molts dels textos d’aquest llibre: el del Juan Evaristo Valls Boix, que traça un brillant recorregut literari sobre la vida elegant de Balzac...

X.B.: ... o el text del Francis García Collado y Andityas Soares de Moura Costa Matos, que s’obre amb una comparació entre el comportament anàrquic de les persones durant la pesta tifoidea a l’Atenes del 430 a. C. i la subjectivació emmascarada de la nostra obediència avui en dia. És cabdal, efectivament, veure com s’ha intensificat la relació de la vida amb l’Estat com a conseqüència de totes les mesures de control imposades.

L.LL.: ... la nostra vida, com apunta el Rodrigo Karmy, ha quedat explícitament sotmesa a una «guerra civil global» i estem exposats a una «mutación de las sociedades de control» sobre la qual també reflexiona l’Ester Jordana, proposant més enllà de Foucault el pas de la biopolítica a l’ecopolítica.

X.B.: De fet, tractant aspectes diferents i complementaris, arrelats a la nostra història, a la nostra evolució com a societat o al moment present, crec que també és molt important veure que els textos que composen aquest volum no perden la seva validesa ni la seva utilitat crítica tot i que han estat escrits fa mesos, en la urgència del moment. I crec que passaria tot el contrari amb textos d’opinió i periodístics, que esgoten el seu valor quan acaba el dia. Cal allunyar-se del tractament «informatiu» de la pandèmia, ens hi juguem la salut. Imagino, si és que puc imaginar com sortirem d’aquesta pandèmia, imagino que en l’era post-covid aquests textos que editem aquí seguiran interpel·lant-nos com a supervivents...

L.LL.: La pandèmia passarà, com han passat totes les anteriors. Però el que a molts de nosaltres ens interessa de pensar és la manera com ha visibilitzat la forma en què som governats. Allò que en un primer moment va semblar, a alguns, un virus messiànic que havia arribat per aturar l’acceleració suïcida del capitalisme ha acabat per mostrar el vincle sinistre entre l’estat autoritari i la reconversió del capitalisme neoliberal. Crec que l’Ester Jordana no hi estaria d’acord, però paga la pena pensar-hi.

X.B.:Sí, Laura, però «visibilitzar la forma en què som governats» té, com a mínim, tres sentits diferents que sovint no es distingeixen i creen confusions, i ens fan perdre potència crítica. Es pot visibilitzar la forma de governar-nos, primer, com una arma política llancívola entre partits i militants, els quals l’utilitzen per criticar-se entre dretes i esquerres, entre Catalunya i Madrid, entre Espanya i Alemanya, etc. (crítica institucional: cap canvi envers la igualtat, mer soroll informatiu); també es pot visibilitzar l’exercici del govern i la gestió bona, dolenta o pèssima de recursos, és a dir, des d’un sentit ideològic de la visibilització (crítica intra-sistèmica: els canvis que millorin les nostres vides depenen del grau de violència de les protestes); però hi ha un tercer sentit d’aquesta visibilització que no es concentra en distingir entre esquerres o dretes, ni entre bons i dolents, sinó que revela la relació de la reconversió del sistema neoliberal amb l’Estat, com dius, però també amb la democràcia i la igualtat social; aquesta darrera visiblització és la que pot desplaçar la manera com vivim la vida (crítica radical: el virus com esdeveniment polític). Sense perdre de vista els dos primers sentits, cal trobar sobretot una política de la pandèmia que ens ofereixi aquest darrer tipus de visibilització que té, no sé si hi estàs d’acord, possibilitats de transformació de les nostres vides, de com vivim la pandèmia, com veiem la societat, la policia, la sanitat, de com treballem i tele-treballem, etc.

L.LL.:Crec que la democràcia i la igualtat social de la que parles és el que s’ha vist més damnificat en aquesta pandèmia, o millor dit, en la seva gestió política i sanitària.

X.B.: Per raons sistèmiques que determinen la gestió política i sanitària, no al revés...

L.LL.: D’acord, Xavi. Per això, precisament, si la democràcia no és quelcom que arribarà en el futur, sinó una exigència «aquí i ara», com diu Derrida, és «aquí i ara» que hem d’escriure, pensar i parlar. És així com entenc el sentit d’aquest llibre, com un gest, potser minúscul, però radicalment democràtic.

X.B.: I tant! Cal seguir escrivint, pensant i cridant i cuidant: actuant. Però només m’agradaria afegir, per acabar, una observació força inquietant de les primeres pàgines de El quadern gris de Josep Pla, que s’obre amb vàries reflexions sobre la pandèmia de la grip espanyola a principis del segle xx. Pot tenir molts sentits per a nosaltres, avui: «14 de març (de 1918). – Ara, finalment, dona gust de viure a Catalunya. La unanimitat és completa. Tothom està d’acord. Tots hem tingut, tenim o tindrem, indefectiblement, la grip».

L.LL.: Sí que és inquietant... sembla que la història es repeteix, però la manera de pensar-la i viure-la no és la mateixa. Aquesta igualació i unanimitat pel biaix de la malaltia i la vulnerabilitat amaga en realitat totes les desigualtats i, per tant, els reclams de justícia que, en aquests textos, mirem d’afrontar.

Paradojas e interrogantes de un acontecimiento vírico

Edgar Straehle1

La gripe española infectó a una de cada tres personas del planeta, a 500 millones de seres humanos. Entre el primer caso registrado el 4 de marzo de 1918 y el último, en algún momento de marzo de 1920, mató a entre 50 y 100 millones de personas, o a entre el 2,5 y el 5 por ciento de la población mundial, una variación que refleja la incertidumbre que aún la rodea. Si se compara con sucesos únicos que hayan causado una enorme pérdida de vidas humanas, superó a la Primera guerra Mundial (17 millones de muertos), a la Segunda Guerra Mundial (60 millones de muertos) y posiblemente a ambas juntas. Fue la mayor oleada de muerte desde la peste negra, tal vez de toda la historia de la humanidad.

Sin embargo, ¿qué vemos cuando desenrollamos el pergamino del siglo xx? Dos guerras mundiales, el auge y la caída del comunismo y quizá algunos de los episodios más espectaculares de descolonización. No vemos el acontecimiento más dramático de todos, aunque lo tenemos delante de nuestros ojos. Cuando se pregunta cuál fue el mayor desastre del siglo xx, prácticamente nadie responde que la gripe española. La gente se sorprende al conocer las cifras relacionadas con ella. Algunos se paran a pensar y, tras una pausa, se acuerdan de un tío abuelo que murió a causa de ella, de primos huérfanos a los que perdieron de vista, de una rama de la familia que dejó de existir en 1918. Hay muy pocos cementerios en el mundo que, suponiendo que tengan más de un siglo, no alberguen un grupo de tumbas desde el otoño de 1918, cuando se declaró la segunda oleada de la pandemia, la peor, y los recuerdos de las personas así lo reflejan. Pero no hay ningún cenotafio, ningún monumento en Londres, Moscú o Washington DC. La gripe española se recuerda de un modo personal, no colectivo; no como un desastre histórico, sino como millones de tragedias discretas, privadas.

Laura Spinney, El jinete pálido.

De la gripe española a la covid-19 (1918-2020)

A la luz de este pasaje escrito por Laura Spinney, podríamos preguntarnos qué significó la pandemia mundial de la mal llamada gripe española en su momento. Para la mayoría de la gente, mucho. Sin embargo, su espacio en los libros de historia sigue siendo muy reducido. Sin ir más lejos, un historiador como Eric Hobsbawm ni tan siquiera la mencionó en su celebérrima Historia del siglo xx, y algo semejante sucede con muchos otros escritos de historia contemporánea. No debe sorprender que Alfred Crosby (2003), uno de los padres de la historia ecológica, se haya referido en su monografía sobre el tema a esa «gripe española» como «la pandemia olvidada».

Se debe añadir que un ninguneo parecido se ha producido, asimismo, con muchas otras epidemias e incluso pandemias del pasado (salvo excepciones como la Peste Negra de 1348 o las propagadas por los españoles en el transcurso de la Conquista de América). Y este olvido, en el primer mundo, de la gran importancia que tuvieron estas plagas en el pasado ha contribuido no poco a que hayamos estado peor preparados para confrontarnos con la crisis de la covid-19. En parte, porque abundaba la sensación de que, o bien eran cosas más propias de un lejano pasado, o bien su daño se concentraría en otras partes del orbe menos desarrolladas, no en un orgulloso «primer mundo» que, por cierto, en muchos casos ha acometido importantes recortes en sanidad en los últimos tiempos. Y con ello se olvidaba que las epidemias han golpeado duramente y sin cesar nuestra historia pasada, y que solo en las últimas décadas, y pese a la conocida difusión del sida, se generó una sensación que el historiador J. N. Hays (2010) ha llamado «el aparente final de las epidemias», algo así como una nueva e inadvertida versión del fin de la historia.

Así pues, podríamos llegar a considerar que la gripe española fue una especie de acontecimiento oculto, uno invisible o invisibilizado y uno que arroja tanto interrogantes como acusaciones, dado que fueron las propias sociedades las que, pese a la ingente cantidad de muertos, encubrieron, despreciaron o falsearon lo que estaba ocurriendo; dado que, a pesar de la indudable importancia de lo sucedido, ese episodio no devino realmente el origen reivindicado de un cambio o movimiento nuevo significativo; dado que en su momento faltó una recepción que lo convirtiera en un acontecimiento en el sentido más pleno de la palabra, uno dotado de un carácter rupturista e incluso fundante para el advenimiento de algo nuevo.

Por supuesto, la gripe española no fue infecunda a nivel histórico y devino el origen de no pocas consecuencias importantes, tanto en el campo de la medicina como en el de la política. Incluso se la considera a veces como un factor que acabó por decidir el transcurso de la Primera Guerra Mundial. No obstante, su memoria no fue cultivada a nivel político y esas conexiones no se resaltaron. De hecho, y solo a modo de ejemplo, el historiador Borja de Riquer (2020) ha recordado recientemente que los dirigentes españoles de primera línea en aquel momento, entre los cuales Francesc Cambó, Santiago Alba, Juan de la Cierva y el conde de Romanones, ni siquiera la mencionaron en las respectivas memorias personales que escribieron, algo que por supuesto también ocurrió fuera de España. Otros hechos sin duda de primer orden, tanto la Gran Guerra como la Revolución Rusa de 1917, arrojaron una alargada sombra (y una de corte netamente político) sobre la pandemia, coadyuvaron en su orfandad historiográfica y coparon las portadas de los diarios de entonces y las páginas de los libros de historia hasta el presente. De ahí que esa pandemia pasase a ser conocida como «gripe española», cuyo gentilicio se adoptó porque, pese a que probablemente se hubiese originado en los Estados Unidos, fue en España donde se pudo comenzar a hablar de ella por el hecho de no estar enfrascada en la Primera Guerra Mundial. Si en algo coincidieron los dos bandos en liza, tanto las potencias centrales como las aliadas, fue en que ambos prefirieron silenciar esta cuestión para evitar que se pudiera hablar de ella y que la gente se diera cuenta de la magnitud del problema sobrevenido. Y ese silenciamiento se ha extendido en no poca medida hasta nuestros días.

Con la crisis del coronavirus o covid-19 nos topamos ante una situación bien distinta a la de hace un siglo. Ahora mismo no estamos en disposición de vaticinar todavía cuáles serán las consecuencias positivas o negativas de esta pandemia, pero sí de afirmar de entrada que, a diferencia de la gripe española, nos hallamos ante un acontecimiento en el sentido más pleno de la palabra, uno visibilizado por doquier y uno que será considerado como tal; uno ya provisto, para bien o para mal, de un carácter interruptor o disruptivo. Y es que, a pesar de que las muertes oficiales causadas por la actual pandemia sean por el momento muy inferiores a las provocadas por la gripe española (a principios de junio de 2020 se han contabilizado casi unas 400.000 víctimas oficiales que, seguramente, son muchas más en realidad y no dejarán de aumentar por el momento), la visibilidad que ha adquirido y las consecuencias políticas o económicas que ha generado son abismalmente mayores.

A diferencia de una gripe española que pudo ser ocultada o desplazada de los noticiarios durante largo tiempo, la covid-19 ha sido prácticamente el monotema de la prensa y de la sociedad a lo largo de varios meses, casi ha paralizado la mayoría de países del primer mundo, ha transformado o trastornado millones de vidas humanas en un confinamiento hasta ahora inédito por las dimensiones que ha adquirido (se afirma ya que ha afectado a más de un tercio de la población mundial) y ha generado consecuencias económicas o laborales impensables pocos meses atrás. Solo a modo de ejemplo, ha provocado una devaluación momentánea del precio del petróleo que ha llevado a que, en muchos casos, salga más a cuenta regalarlo; el valor de la plataforma de videollamadas Zoom se ha multiplicado hasta valer más, en bolsa, que las siete principales aerolíneas juntas; o también, a causa del teletrabajo en teoría coyuntural que ha fomentado, ha replanteado el uso de las tecnologías en nuestros empleos o en las instituciones educativas. Y, lógicamente, se sospecha que no habrá en muchos casos una auténtica marcha atrás para algunos de los cambios que se están implementando.

Así pues, y por un periodo de tiempo, el mundo ha quedado suspendido en una situación inimaginable pocos meses atrás e incluso el paradigma economocéntrico de la sociedad capitalista actual ha colisionado y ha sido postergado, durante unas semanas al menos, frente al criterio sanitario. Cuando ya se pensaba que no había nada que pudiera refrenar a un capitalismo salvaje e inhumano, ha sido un fenómeno no propiamente humano como una pandemia el que, de golpe, de manera impensable y desde luego no sin conflictos relevantes (como han evidenciado las posturas y las palabras de políticos como Donald Trump, Boris Johnson y Jair Bolsonaro), ha generado una suerte de exterior incontrolable que, repito que provisionalmente y no sin problemas, ha hecho que prevaleciera una lógica alternativa. Y una lectura pesimista que se puede extraer de todo ello es que el virus ha logrado algo, cuando menos de manera temporal, que no habían logrado hacer los movimientos anticapitalistas en los últimos cien años: lo más cercano a una parada del mundo.

Por todo ello, y a diferencia de la gripe española, es más que probable que los libros de historia del futuro, y no solo los especializados en el tema, sí que se detengan a analizar y recordar lo que en estos extraños meses está sucediendo. Y por eso mismo es bastante probable que esta crisis también conduzca a cierta renovación de la disciplina histórica y contribuya a observar nuestro pasado desde ángulos que, hasta hace bien poco, habían sido generalmente descuidados. Por ello mismo, también es probable que, a diferencia de la gripe española, se cultive con profusión una memoria colectiva sobre esta crisis. Incluso, como ha sucedido en otros temas en los últimos decenios, no se puede descartar que se caiga en un exceso, en una saturación o en una banalización.

Además, este giro retrospectivo puede retornar al presente y lanzarse las siguientes preguntas: ¿por qué hemos reaccionado a esta crisis del modo en que lo hemos hecho? ¿Un virus semejante habría generado una respuesta parecida en otras épocas del pasado? ¿Por qué la reacción a la covid-19 es tan diferente de la que hubo con la gripe española? ¿Acaso los cambios que, entretanto, se han producido en nuestras sociedades han influido en ello? Por ejemplo, hay que tener en cuenta que, a diferencia de hace un siglo, en los tiempos actuales -pensemos, sin ir más lejos, en el notable aumento de la conciencia ecologista en las últimas décadas y cómo eso nos ha ayudado a ensanchar los límites de lo reconocido como político- es más fácil leer en clave política un acontecimiento que, en otras épocas, hubiera podido ser interpretado como una fatalidad inevitable o incluso como un castigo divino. Dicho en otros términos, un acontecimiento como el actual puede ser una ruptura para el presente, pero no deja de estar condicionado por él. Puede desencadenar un cambio importante en su marco de pensamiento, pero al mismo tiempo lo hace desde ese mismo marco.

Un indicio que certifica este posible cambio de atención lo proporciona la misma filosofía que hace un siglo tampoco se interesó por la pandemia y que en estas semanas, en cambio, no ha dejado de manifestarse, no pocas veces de manera controvertida. En especial el por doquier criticado Giorgio Agamben (2020), quien inicialmente se refirió al coronavirus como una «gripe normal», llegó a emplear como título una expresión como «la invención de una epidemia» y no captó que la irrupción de este acontecimiento había hecho que las reglas del juego cambiaran momentáneamente. De ahí que solo pudiera interpretar medidas como el confinamiento desde una clave estrictamente política o biopolítica que se acomodaba a las lecturas filosóficas que había realizado de otros episodios históricos anteriores. Por decirlo de otro modo, lo que no comprendió fue la excepcionalidad del estado de excepción actual.