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Parte del ciclo de poemas a la naturaleza de Fernández Shaw, Poesía del mar le ruega al océano y al sol porque apunta a la vida renovada en contacto con ellos. Se abalanza a las aventuras y la calma que le deparen el Atlántico y el Mediterráneo. Busca así sacarse de encima un embotamiento propio de su civilización. Es un viaje que sabe hablar de las barcazas perdidas o encalladas en las costas, junto a las visiones que permiten celebrar reencuentros con ese ámbito primordial, y luego enfocarse en las visitas portuarias de los marineros.-
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Carlos Fernández Shaw
Saga
Poesía del mar
Copyright © 1910, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686456
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
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QUE ES PARA MÍ COMO UN PADRE
Son estos cantos cual ondas varias
del mar inquieto;
bien diferentes en la apariencia,
pero en el fondo con vida igual.
Reunidos todos forman un libro,
como las aguas, ondas tras ondas,
forman un mar...
Solo, triste, ceñudo,
me ves,—oh, mar,—sobre la costa brava.
Te contemplo, te admiro y te saludo.
Desde la costa que al marino aterra,
donde principia el mar y donde acaba
la vida miserable de la tierra.
____
Nuevamente requiero
tu benigno favor. De ti lo espero.
Con vivo afán lo imploro.
Con la esperanza en ti, porque te quiero;
¡con desvelado amor, porque te adoro!
Tú arrullaste mi cuna.
Muy pronto, de tu lado,
me apartó mi fortuna
con gran rigor; el Hado,
conmigo, por mi mal, tan despiadado.
Pero á tus playas, con feliz frecuencia,
y á tus olas volví, por varios mares;
al correr de mi rápida existencia,
que anublan y acongojan los pesares.
____
Hoy, ya lo ves, en estas españolas
tierras amigas, que tu espuma baña,
vuelvo á buscar el canto de tus olas;
en mis tierras de España,
y al abrigo también de la montaña.
De nuevo nos miramos, frente á frente;
si humilde yo, doliente,
grande tú, prepotente.
Pase á mí tu poder. En mí, que lloro,
su noble influjo, bienhechor, ejerza.
Los bienes busco de tu gran tesoro:
salud, contento, decisión y fuerza.
____
Sobre ti luce el Día.
Luce el Sol, que te besa y te corona;
un sol, de ardientes rayos, que pregona
con ellos su alegría.
Sol de vivos destellos, al que arrancas
sus destellos mejores,
porque irisen con trémulos colores
tus densas ondas, tus espumas blancas.
Sol que en los cielos tan gozoso gira,
para ti, para mí; sol que te admira,
pues en tan bella plenitud te mira,
plenitud de vigor, en gozo tanto;
de un vigor que es poder, y amor, y empuje;
gozo, salud y encanto;
bien si tu voz, cuando combates, ruje;
bien si tus aguas, á tu voz sumisas,
requieren los halagos de las brisas...
____
En estas gratas horas,
cuál muestras tu hermosura,
cuál repartes mercedes bienhechoras;
cuál dices tu ventura,
con acentos felices...
Al Sol, al Sol la dices,
que te puede entender. Al Sol, gozoso;
como tú poderoso.
¡Cuán felices los dos, con vuestras suertes!
El te rinde su amor. Tú lo conquistas,
y con tu amor lo encantas y diviertes.
El Sol y tú, por grandes y por fuertes,
sois grandes optimistas.
____
Por eso os busco ya, por eso os amo.
Por eso, con afanes infinitos,
por que me apresten salvación, reclamo
vuestros favores, puros y benditos;
vuestros magnos favores,
que templen los rigores
de mis largos, larguísimos dolores.
____
Tal en los mundos todos,—que el palacio
del misterioso espacio
pueblan y alumbran, con vivir diverso,
bajo Dios, que se impone al Universo;—
tal, en los orbes todos, se concibe,
—¡cual la vuestra!—la Vida;
vida fuerte, cabal; la que se vive
con salud, con amor; no la vivida,
por leyes de la humana decadencia,
bajo el azote del dolor violento;
la que sueña, quizás, con el momento
que mate su dolor con su existencia.
____
Tal la vida me encanta.
La vida generosa, complaciente,
que difunde su fuerza,—¡cuánta y cuánta!;—
la del Sol, que á tu encuentro se adelanta
desde el lejano término de Oriente;
la tuya, ¡oh, mar!
____
Mi Dios, en quien confío:
deja que, al cabo, goce
de sanas fuerzas; sin que el pecho mío
fatigado solloce...
Muera, si no; sin que mis crudos males
más me angustien, perversos, infernales;
sin que conozca la fatal angustia
de la estéril vejez, cansada y mustia;
sin que el duro tormento
de ver mi senectud en mí se ensañe.
Logre morir en horas de contento,
de cara al Sol, besado por el viento,
donde me mire el Sol, y en luz me bañe;
con un bastante aliento
que me anime y alegre todavía,
para que á Dios convierta el pensamiento,
claro, feliz, en tan solemne día;
tal como el roble fuerte
se resigna á la muerte:
bajo la luz del sol, en tibio Mayo,
y herido, de repente, por el rayo.
_____
Mas, ¿quién piensa en morir frente á tus olas,
¡oh magnífico mar!; olas sumisas
que mezclan á los sones de sus risas
el grato són de alegres barcarolas?
¿Quién habla de morir, á los destellos,
tan radiantes y bellos,
de tan alegre Sol? Todo convida
más bien, con gozos tales,
á decir y á cantar los perennales,
infinitos encantos de la Vida.
_____
¡Vuelve, salud, á mí! Mar que me escuchas:
pase á mí tu salud, por que me aliente,
con gran vigor, en mis constantes luchas;
tu vigor pase á mí, con tu optimismo;
con que, alzando la frente,
nada vuelva á temer... ¡Ya me sustente
de esperanzas y amores! ¡Yo! ¡Yo mismo!
Pase á mí tu alegría,
bajo la luz espléndida del día.
Concluyan mis pesares,
mis ansias, mis desvelos;
se templen mis anhelos,
con que torne á mis lares
ganoso de vivir... Digan mis cantos,
no congojas, no penas;
celebren los encantos
de las dichas serenas;
de las dichas soñadas,
al amor del hogar, y al de sus Hadas;
bienes por que suspiro,
¡dichas por que deliro!...
Pregonen la hermosura,
la virtud, la nobleza,
del Bien y del Amor; la insigne y pura
bondad con que perdura
la infinita Belleza.
____
No de sombras me ampare.
Busque la luz que el cielo me depare.
La luz que es bien contra el pesar, ¡consuelo!
¡La luz de Dios, que llega desde el Cielo!
No la vana elegía
me vuelva á seducir. Suene mi cántico,
bajo el cielo y el sol de Andalucía,
como un himno de amor á la Alegría.
Junto al mar, á la orilla del Atlántico,
me abandone por fin, torne á la nada,
la Musa despiadada
del triste y pobre trovador romántico...
_____
¡Salud, oh mar! ¡Que tu salud me anime!
La salud que conforta y que redime.
¡Para el cuerpo, salud, y las ideas!
Con que vivir para el amor consiga.
¡Dios santo, Dios piadoso, Tú lo veas.
mientras yo te bendiga!
¡La alta mar! ¡Qué distantes, cuán distantes, las costas!
¡La alta mar! ¡El Atlántico, frente á frente del cielo!
¡La alta noche! La noche, con un cielo tranquilo,
que, sin luna, destaca, mucho más, sus luceros...
_____
¡Oh, cuán bellas, cuán libres, tales aguas, á solas!
¡Oh, cuán fuerte, cuán libre, tanta mar, á sus anchas;
reflejando las luces de las blancas estrellas,
en las plácidas ondas de sus límpidas aguas!...
_____
¡Oh, los cielos, cuán limpios, en que tiemblan los mundos,
á millones luciendo, y á millones girando;
con temblores de múltiples, misteriosos afanes;
nunca, nunca gozosos; nunca, nunca saciados!
_____
¡Oh, la imagen del cielo, por el mar, en sus ondas;
en las ondas, las blancas, las radiantes estrellas;
como flores de pétalos rutilantes y leves,
como flores de luces que en las aguas nacieran!
_____
Blanda sopla la brisa, con amable ternura.
Sólo un buque recorre tanta mar, á lo lejos...
No se mueven, apenas, las densísimas ondas.
Sobre el mar, y en los aires, se eterniza el silencio.
_____
¡Cuántas ondas, á miles, á millones!... ¡Cuán puras!
¡Qué de estrellas, á miles, á millones!... ¡Cuán blancas!
¡Ah, qué paz en las ondas! ¡Ah, qué paz en los aires!
¡Ah, qué paz en los orbes! ¡Cuán solemne! ¡Cuán larga!
_____
Frente á frente se miran, á través del espacio,
las bellísimas ondas, los hermosos luceros;
mientras copian las aguas, en su límpido fondo,
los rosarios de luces de los mágicos cielos.
_____
¿Qué preguntan los mares, á los cielos, tan altos?
¿Qué preguntan sus ondas, en la noche callada?
No responden los cielos. No responden los mundos.
No transmiten respuestas á las tímidas auras.
_____
¡Oh, silencio infinito de los aires, tan leves!
¡Oh, infinita belleza de los cielos purísimos!
¡Oh, perennes preguntas de la Mar á los Cielos!
¡Oh, perenne grandeza del Misterio infinito!...
_____
¡Y oh, poder, el que todo lo descubre y lo sabe:
cuanto ignoran los mundos, cuanto inquieren los hombres!
¡El de Dios, infinito, que gobierna los mundos,
en la paz de los Cielos, y en la paz de los orbes!...
Las quietas aguas del Mar Latino
bellas Trirremes surcan gozosas.
Van al amparo del Buen Destino.
La luz las baña, con tintas rosas...
_____
Lucen las velas tonos del fuego.
Los remos lanzan chispas veloces.
El mar transmite grato sosiego.
De tierra parten alegres voces.
_____
¡Oh, la adorable, feliz mañana!
¡Oh, la admirable tierra cercana
que al mar envía tan grato aroma!
_____
Por el espacio, serenamente,
y á los destellos del Sol ardiente,
cruzan dos águilas... ¡Vienen de Roma!
Marchaban por el mar tres carabelas,
al impulso del genio castellano;
marchaban por el mar, tendido y llano,
con velas fuertes de rugosas telas.
_____
Dejaban por el mar limpias estelas,
y aguardaban, del término lejano,
reinos ignotos; con que al aire vano
por fin rindiesen las cansadas velas.
_____
Meditaba Colón, con sed de gloria.
¿Se engañaba, quizás? ¡Error tremendo!
¿Soñaba, sin error? ¡Sueño fecundo!
_____
“¡Tierra!” gritaron. ¡Grito de victoria!
Y al grito de Colón, “¡Tierra!” diciendo,
se confirmó la redondez del Mundo.
Por las costas malagueñas,
que á pesar de las distancias
miran, con ojos atentos,
á las costas africanas,
muévese largo tumulto,
voces resuenan airadas,
y roncos gritos repiten:
“¡Al arma! ¡Vienen! ¡Al arma!”
_____
¿Quiénes llegan? Sobre el fondo
de un vivo mar de escarlata,
que tal parece, á los rayos
de un rojo sol que lo esmalta,
veinte galeras apuntan,
veinte galeras armadas;
veinte galeras temibles:
por audaces, por corsarias.
_____
El Rey del Mar, indomable,
—según los suyos,—las manda.
El corsario más experto,
y el más valiente pirata,
que el gran estanque latino
mantuvo sobre sus aguas.
Dragut, á quien cuna diera
Natolia, lugar del Asia;
Dragut, que tiene su corte,
con bella ciudad, en Africa;
Dragut, que al cristiano débil
persigue y expolia y mata;
cuyos bizarros alardes,
cuyas ilustres hazañas,
para sus fastos quisieran
Barbarroja y Hacén-Aga.
____________
Frente á las costas que ríen
bajo los montes de Málaga,
—con tan ariscas rompientes,
con tan bellas ensenadas,—
breves momentos, de pronto,
detiene su andar la escuadra;
con que todas sus galeras
más brillantes se destacan;
más temibles, sobre el fondo
del vivo mar de escarlata.
¡Las veinte naves de guerra,
las veinte naves corsarias;
los largos remos al aire,
y al aire las velas blancas;
por unos instantes, quietos;
por breves instantes, lacias...!
_____
Bien dijérase que dudan
y que cavilan, paradas;
quizás por cambiar de rumbo,
sobre las ondas en calma;
tal vez por sumar sus bríos,
con reposo, y á sus anchas;
acaso por dirigirse,
más audaces y alentadas,
contra las costas risueñas,
bajo los montes de Málaga.
_____
Mientras, allá, por las costas,
siguen las voces airadas,
y roncos gritos repiten:
“¡Al arma! ¡Vienen! ¡Al arma!
___________
Dragut cambió de proyectos.
Sus naves se alejan. Marchan
hacia Levante, surcando
la viva mar de escarlata.
Nubes pérfidas parecen,
de rayos muchos preñadas,
que á la merced de los vientos,
en vez de acercarse, pasan...
¿Adónde irán, Dios piadoso?
¿Qué costas, luego, mañana,
padecerán de sus furias
ó sufrirán su amenaza?
¿Las granadinas, tan bellas?
¿Acaso las valencianas?
¿Irán, acaso, los buques,
hacia los golfos de Italia?
_____
Dragut lo sabe... Sus ojos
grandes é inquietos indagan
sin cesar, por si aparecen
sombras de naves contrarias.
En tanto, sobre las suyas,
bogan y bogan con ansia
pobres cautivos; cautivos
que suspiran por sus patrias.
Al són de duras cadenas
y al són de sus remos cantan,
mientras los aires sollozan
en las velas desplegadas;
saludos quizás trayendo,
desde costas bien lejanas...
Y en tanto, por las que ríen,
bajo los montes de Málaga,
cesan los gritos airados;
concluye, por fin, la alarma.
Gentes y campos respiran
libres de sustos y en calma.
Repósanse los alientos,
con que reposan las armas...
_____
Libres, al cabo, del yugo
de las galeras corsarias,
alegres brillan las ondas
del vivo mar de escarlata…
La tormenta se ha alejado.
Por los aires se deshaga.
Dragut por el mar camina.
¡Dios al encuentro le salga!
A José Gärtner
Solo estoy, en el morro del espigón del puerto,