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Un paleontólogo de Nueva York juega con un plan para detener la economía global en beneficio del clima y del futuro de todos los humanos, aunque no piensa echarlo a andar. Hay varias cosas que no se previeron, ni por él ni por otras personas en otra parte del mundo que hacen un ejercicio paralelo y sin conexión aparente. De pronto, los engranajes apropiados encajan y el plan, al parecer por sí mismo, entra en operación. Habían olvidado que la realidad es como un hipercubo, una figura geométrica de más de tres dimensiones, de modo que las relaciones más insospechadas existen.
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Seitenzahl: 66
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Romance del hipercubo y la campana armoniosa
Un cuento de hadas sobre la pandemia por coronavirus
Lukas Abrek
© Lucas Abrek, 2021
www.lucasabrek.com
ISBN-13: 978-958-49-2561-9
Corrección: Víctor J. Sanz
Diseño y composición: Mariana Eguaras
Imagen de hipercubo: Watchduck (a.k.a. Tilman Piesk), dominio público. Disponible en https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3073580
Primera edición: junio 2021
Bogotá, Colombia
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
Nota del autor: esta es una novela de ficción, un rompecabezas totalmente imaginario, así que, cuando la lea, no la tome como una crónica periodística o algo así, porque perdería su sentido. Tómela como un cuento de hadas del estilo de La bella durmiente, una propuesta de mito, o un atrevido techno-thriller.
Romance: «Novela o libro de caballerías, en prosa o en verso» (Diccionario de la lengua española, Real Academia Española)
«Hay orden en el caos: el azar tiene una forma geométrica subyacente. El caos impone límites fundamentales a la predicción, pero también sugiere relaciones causales donde nadie las había sospechado».
(Crutchfield, James P. y otros. «Caos», en Temas Investigación y Ciencia. N.º 95, especial «Complejidad y caos: la ciencia de los fenómenos emergentes». Barcelona, 2019, pág. 6).
«La calamidad nace del descuido».
(Uno de los veinte principios del maestro Funakoshi, padre del karate moderno. En: Kogel, Helmut. Las técnicas secretas del karate: Kata Bunkai. Ediciones Tutor, Madrid, 2011, pág. 60).
La mariposa bate las alas en Pekín
El día de la gran preocupación
Los primeros pasos
¿Demencia tetradimensional?
Wuhan
Los occidentales siempre miran a otra parte
Central Park
Sobre el autor
Sucedió en el océano Pacífico, en una zona marítima en disputa entre China y otras naciones. Allí, los chinos habían construido, sin consultar a nadie, bases militares en el mar, algunas encima de valiosos arrecifes, como el de Graven. Un buen día de 2014, un reportero de la BBC estuvo en la zona en barco; más tarde, en 2015, decidió repetir la visita, pero esta vez a bordo de un pequeño avión. Los chinos se enteraron de alguna manera y, desde su embajada en Londres, hicieron advertencias a la BBC sobre posibles riesgos si el reportero intentaba acercarse a los arrecifes, esos sobre los que China no aceptaba discusión alguna en materia de soberanía.
El reportero no desistió. Luego de varios contratiempos, incluyendo convencer al piloto contratado, partió desde la isla de Palawan, en Filipinas.
La comandante china a cargo de la seguridad en la zona ordenó enviar un mensaje al aparato en el aire cuando estaba en las proximidades del arrecife Nanxun. Se refirió a la avioneta como «avión militar», aunque era civil, y le recomendó su retiro de ese espacio aéreo.
El reportero, cuando volaba cerca de la isla Yongshu, hizo finalmente retirarse al equipo, pero allá en la instalación militar china, la comandante se molestó terriblemente por lo que consideró un evidente desprecio de los occidentales. Veía inaudito que irrespetaran el territorio de su país. Si por ella fuera, habría ordenado, al menos, el vuelo cercano de alguna de las muchas naves de combate a su disposición. Como la avioneta se había marchado, las cosas no adquirieron otro cariz.
La comandante dejó en suspenso su ira hasta que, un tiempo después, supo que la BBC había publicado un artículo del reportero contando su versión de lo ocurrido. No consideró esa intromisión un asunto aislado; así mismo, veía con malos ojos los comentarios mentirosos sobre lo que ocurría en otras partes de China o las injustas críticas al Gobierno. Entonces se dijo que había que hacer algo con los occidentales, aprovechando que nunca estaban pendientes de todos los asuntos importantes, sino solo de aquellos que la manipulación mediática les dictaba, como buenos «analfabetos lobotomizados por los medios de comunicación de masas» según el término usado por Umberto Eco en «Apostillas a El nombre de la rosa». Y China no era la prioridad de las preocupaciones. Consideró que era hora de una gran lección, una que se sintiera y que llevara a occidente a ocuparse de sus asuntos. Había muchos escenarios que podían explotarse, como organismos multilaterales donde se tenía cierta influencia. ¿Qué hacer? Debía organizar un plan y proponerlo.
Empezó a hacer algunos contactos usando canales encriptados y a buscar en internet información sobre crisis mundiales, quizás alguna sirviera de inspiración.
En alguna parte se escuchó un trueno. La comandante no recordaba una previsión climática sobre tormentas.
¿Cómo poner en marcha el estudio del proyecto una vez que dejara por escrito la idea? Es decir, ¿cómo hacerlo saber a sus superiores para echar a andar los engranajes del sistema? La respuesta llegó sola. Semanas después, para acabar de bosquejar un primer borrador del plan, necesitaba hablar con cierto experto, el cual resultó hallarse en unos días libres. Como quería localizarlo cuanto antes, porque había hecho demasiados contactos y tarde o temprano debería dar explicaciones al respecto, decidió localizarlo usando las redes de reconocimiento facial extendidas por toda China y los datos de las redes de monitoreo ciudadano. Encontró pronto a quien estaba buscando y una situación que sabía que llegaría: le pidieron justificar el uso de redes estatales de vigilancia sin acudir antes a los conductos predeterminados. Primero hubo un momento de incomodidad, puesto que la comandante, muy confucionista, no era alguien a quien gustara dar la impresión de no ser obediente a las reglas del sistema; pero luego hubo otro de alegría, porque era la oportunidad que necesitaba. Y expuso su plan, que se empezó a analizar.
El plan se comenzó a estructurar con cuidado quirúrgico, solo que en el mundo existe la complejidad, por la cual, en alguna parte, lo inesperado siempre acecha.
Año 2020. Primeros meses del año.
«Lemmings suicidas…», pensó el sujeto sentado en uno de los trenes de la línea A del metro en Nueva York. Un tipo algo mayor.
Era el disparador de la pandemia mundial del coronavirus, o eso creía a ratos. Aunque si lo había hecho, fue de manera accidental. Ni era genetista ni había usado el SARS-CoV-2 como el chico malo de la película de Terry Gilliam. Se había aprovechado de la ciencia de la estadísticay de algo en lo que todos recaían una y otra vez: los sesgos cognitivos.
«Lemmings suicidas…», se repitió, mirando a las personas en el vagón y a la gente en la calle—. «Tan solo somos como lemmings suicidas…».
Por aquello de los sesgos.
El paleontólogo neoyorquino Zach Volstead estaba recordando un viejo documental televisivo de Disney que, con falsedades, hizo creer a quienes lo vieron que los lemmings, de vez en cuando, se arrojaban por acantilados o se echaban al agua de manera masiva, sin que la ciencia supiera el motivo. Los lemmings, unos simpáticos roedores pequeños, no cometen suicidios colectivos. Pero podía tomarse como metáfora de la historia de la humanidad: marcha al precipicio una y otra vez, siempre por actuar en manadas irresponsables e irreflexivas, como seres irracionales.
En esos días, Estados Unidos aún no había puesto en marcha las restricciones a la circulación que luego se dieron, de manera que su vagón estaba lleno como era usual, nunca tanto como el metro de Tokio, eso sí. En cualquier caso, él usaba mascarilla. Al resultado de los sucesos de octubre de 2019 en Wuhan se lo llamó COVID-19 por cuanto su brote apenas se reportó el último día de 2019, luego de que la cadena de contagio estaba en marcha desde unos meses atrás.