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La irrupción meteórica de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación y en especial de Internet, su más notorio vástago, han transformado en apenas treinta años las sociedades contemporáneas con una radicalidad, efectiva y potencial, que no tiene precedentes en la historia de las relaciones entre las innovaciones tecnológicas y la evolución social. Todos los ámbitos han sido profundamente afectados: la economía productiva y financiera, la política (a un ritmo más lento, pero con unas posibilidades de innovación inmensas), así como el tema que ocupa este libro, la cultura, en sus tres facetas, la producción, el consumo y la distribución, dentro de las cuales la educación ha jugado un papel fundamental. Es probable que la educación siga jugándolo en el futuro pero tras un inevitable proceso de autoreflexión y, también, en gran medida, de reinvención. Los textos que componen este libro, unos escritos ad hoc y otros recopilados de entre la innumerable producción teórica sobre la materia, pretenden ofrecer al lector una visión de conjunto de la revolución que suponen las TIC. Revolución no tanto en el sentido histórico habitual de sustitución de unos poderes socieconómicos o políticos por otros (aunque algo hay, y podrá haber, también de esto), como en el literal de 'revolver' todo lo establecido. Revolución centrada en la producción y enseñanza de la cultura y en cómo se ven afectadas las relaciones sociales que son, conjuntamente, su causa y efecto. Se ofrece una visión general de los cambios técnicos y socioculturales que dan lugar a una nueva sociedad, la denominada Sociedad del Conocimiento, y una descripción sin pretensión de exhaustividad, de la muy variada y novedosa temática técnica y relacional que incorpora.
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Ana SACRISTÁN (Comp.)
Sociedad del Conocimiento,
Tecnología y Educación
Daniel CASSANY, Gabriela FRETES, Michele KNOBEL, Colin LANKSHEAR, Julio MENESES, Josep M. MORINÓ, Dolors REIG, Genís ROCA, Ana SACRISTÁN, Sonia SANTOVEÑA, Carlos SIGALÉS
Ediciones Morata, S. L.
Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920
C/ Mejía Lequerica, 12 - 28004 - MADRID
[email protected] - www.edmorata.es
© Ana SACRISTÁN
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Todas las direcciones de Internet que se dan en este libro son válidas en el momento en que fueron consultadas. Sin embargo, debido a la naturaleza dinámica de la red, algunas direcciones o páginas pueden haber cambiado o no existir. El autor y la editorial sienten los inconvenientes que esto pueda acarrear a los lectores pero, no asumen ninguna responsabilidad por tales cambios.
© EDICIONES MORATA, S. L. (2013)
Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid
Capítulos 7 y 8
© Daniel Cassany, 2012
© Editorial Anagrama, 2012
Derechos reservados
ISBN papel: 978-84-7112-728-0
ISBN e-book (e-pub): 978-84-7112-735-8
ISBN e-book (pdf): 978-84-7112-756-3
Compuesto por: M. C. Casco Simancas
Imagen de la cubierta: Ana Sacristán, reproducida con permiso.
Diseño de la cubierta: Carina Belén Galliano González
Nota de la editorial
En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.
Consideramos fundamental ofrecerle un producto de calidad y que su experiencia de lectura sea agradable así como que el proceso de compra sea sencillo.
Una vez pulse al enlace que acompaña este correo, podrá descargar el libro en todos los dispositivos que desee, imprimirlo y usarlo sin ningún tipo de limitación. Confiamos en que de esta manera disfrutará del contenido tanto como nosotros durante su preparación.
Por eso le pedimos que sea responsable, somos una editorial independiente que lleva desde 1920 en el sector y busca poder continuar su tarea en un futuro. Para ello dependemos de que gente como usted respete nuestros contenidos y haga un buen uso de los mismos.
Bienvenido a nuestro universo digital, ¡ayúdenos a construirlo juntos!
Si quiere hacernos alguna sugerencia o comentario, estaremos encantados de atenderle en [email protected] o por teléfono en el 91 4480926.
Sobre los autores
Daniel CASSANY es profesor e investigador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en Análisis del Discurso. Colaborador habitual de distintos ministerios de educación españoles e iberoamericanos en programas de promoción de la lecto/escritura y especialista en alfabetización digital, ha publicado 12 libros y más de 100 artículos especializados sobre escritura, comunicación y enseñanza de la lengua.
Gabriela Fretes (@psicologos), licenciadada en Psicólogía y Psicopedagogía, es especialista en educación y Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), profesora, redactora en el blog El caparazón que gestiona Dolors Reig, y responsable de formación online en la Academia El caparazón.
Colin LANKSHEAR es profesor en la James Cook University de Australia. También desarrolla su docencia en la McGill University de Canadá y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Por su parte, Michele KNOBEL es profesora en la Montclair State University, New Jersey, y en la Central Queensland University de Australia. Especialistas de renombre mundial en temas de nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) y su aplicación al ámbito de la educación, destaca su colaboración en numerosos libros y artículos conjuntos sobre las nuevas alfabetizaciones digitales desarrolladas en Internet, publicados en varios idiomas.
Dolors REIG es psicóloga social. Reconocida consultora e investigadora en diferentes empresas, instituciones, administraciones públicas, universidades y escuelas de negocio, está especializada en contenidos online, sociología de las redes sociales, tendencias en Internet y e-learning. Escribe y gestiona el espacio y Academia “El caparazón”.
Genís ROCAtiene una amplia experiencia como especialista en creación de proyectos en Internet, estrategia digital, análisis del entorno, dirección de empresas y exploración del potencial de las redes. Fue elegido en 2013 por el periódico El Mundo como uno de los 25 españoles más influyentes en Internet por su capacidad de interpretación de los cambios tecnológicos y socioeconómicos.
Carles SIGALÉS, Josep MOMINÓy Julio MENESES, profesores e investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), con una trayectoria individual plasmada en obras de referencia, centran actualmente sus estudios conjuntos, muy difundidos en revistas y publicaciones de prestigio, en los procesos de incorporación de las TIC, y especialmente de Internet, en la educación escolar.
Ana SACRISTÁN, compiladora de este libro y autora de varios capítulos, es profesora en la UNED. Está especializada en el análisis de los implícitos discursivos de los textos escolares y en el funcionamiento de los curricula ocultos en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Actualmente estudia los cambios que provoca Internet en los alfabetismos y producción cultural digitales de las sociedades contemporáneas
Sonia SANTOVEÑAes profesora e investigadora de la UNED. Su trayectoria investigadora se ha centrado en el análisis de la metodología didáctica desarrollada en entornos virtuales de aprendizaje, con especial incidencia en las buenas prácticas digitales, ampliándola actualmente al campo de las redes sociales y los modelos de relación generados en la Sociedad del Conocimiento.
Contenido
Presentación
Agradecimientos
CAPÍTULO PRIMERO. Sociedad del Conocimiento. Por Ana SACRISTÁN
Sociedad de la Información y Sociedad del Conocimiento
Las TIC en la conformación de las Sociedades del Conocimiento
Primeros pobladores de Internet. Los malos y los buenos
Mundo Internet: lo económico versus lo social
Internet, un arma cargada de futuro
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO II. Alfabetismos antiguos y nuevos. Por Ana SACRISTÁN
Oralidad, escritura y analfabetismo
Analfabetos funcionales
Alfabetismo, texto y personas letradas
El alfabetismo en la tierra de las TIC
¿Nativos/inmigrantes digitales?: Ciudadanos digitales
Textualidad en la Red. Hipertextos
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO III. Ciberespacio, producción común de cultura y redes. Por Ana SACRISTÁN
Espacio y ciberespacio
¿De quién son los textos? Creación y difusión de cultura en la Red
Quién debe a quién. Propiedad intelectual, derechos de autor y de reproducción
La socialización en el mundo Internet. Redes en las sociedades humanas
Redes digitales y la relación virtual-real
Comunidades en la Red, llamadas virtuales (por algunos)
Redes sociales digitales
Identidad y privacidad (1): Identidades propias y ajenas; (auto)construcción de la identidad
Identidad y privacidad (2): Identidades propias y ajenas; (hetero)construcción de la identidad
¿Es posible la privacidad en la Red?
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO IV. Identidades digitales: Límites poco claros. Por Dolors REIG HERNÁNDEZ y Gabriela FRETES TORRUELLA
Concepto de identidad digital
Diferencias entre entornos virtuales anónimos y no anónimos
El proceso de maduración de la identidad digital
Del oscurantismo a una identidad madura, transparente y aumentada
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO V. ¿Qué dice la Red de ti? Redes sociales e identidad digital. Por Genís ROCA
Tu identidad digital se construye sobre la base de lo que la Red dice de ti
El fenómeno de las redes sociales
Sobre la identificación y las múltiples identidades
Sobre cómo gestionarlo
CAPÍTULO VI. Remix:La nueva escritura popular. Por Michele KNOBEL y Colin LANKSHEAR
1. Remix: Concepto y término
2. Elremix como condición necesaria para la cultura
3. El remix digital como la nueva escritura popular
4. Ejemplos típicos de la práctica del remix
5. Aspectos del “arte” del remix
6. Aspectos del “oficio” del remix
Comentarios finales
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO VII. Aprender a leer en la Red: Recursos para leer. Por Daniel CASSANY
La búsqueda
Wikipedia
Diccionarios
Traductores
Programas
Más recursos
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO VIII. Aprender a escribir en la Red: Recursos para escribir. Por Daniel CASSANY
Procesadores
Verificadores
Traductores para escribir
Corpus
Otras herramientas gramaticales
Centros de redacción y otros
Corrección
Recomendaciones
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO IX. Sociedad conectada en la blogosfera. Por Sonia Mª SANTOVEÑA CASAL
1. Del uso de jeroglíficos al ciberespacio
2. De las páginas web a la blogosfera
3. ¿Perro mestizo o sabiduría de masas?
4. Características de los blogs
5. Desarrollo de la identidad en la blogosfera
6. Revolución de las relaciones: Participación social
7. Blogosfera y aprendizaje
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Blogs incluidos en el capítulo
CAPÍTULO X. TIC e innovación en la educación escolar española. Estado y perspectivas. Por Carles SIGALES, Josep M. MOMINÖ y Julio MENESES
Con los mismos esquemas
¿Para qué usar las TIC?
Características y metodología de la investigación
Uso de las TIC fuera del centro escolar
Usos en el centro docente
Aplicación a los procesos de enseñanza y aprendizaje
Discusión de los resultados
Un papel más activo para los alumnos
Interiorizar los cambios
Conclusión
Faltan incentivos para la innovación
Referencias bibliográficas
Presentación
Quienes escribimos sobre temas como los que muestra el título de este libro compartimos, en general, la preocupación por la obsolescencia de nuestros textos. Los acontecimientos en las revoluciones tecnológico/digitales que tienen Internet como centro transcurren con enorme celeridad. Para comprender la velocidad de los cambios y los riegos de caducidad precipitada, Facebook representa un excelente ejemplo. Escribimos estas líneas a principios de 2013. Facebook surgió en 2004 para estudiantes universitarios norteamericanos, y se abrió al público en 2005; en este momento alcanza mil millones de usuarios. Está en la cresta de la ola. Por eso, en lugar de hablar en abstracto en el Capítulo III que trata las redes sociales, hemos tomado Facebook como paradigma y nos referimos explícitamente a él. Con algún resquemor pues no sería en absoluto improbable que dentro de tres años Facebook estuviera anticuado, mientras otra red social, que seguramente sería otro tipo de red social, con rasgos diferenciales relevantes respecto a Facebook, fuera ‘la red social por antonomasia’. Con objeto de paliar este destino efímero hemos tratado de emplear un enfoque sociocultural amplio, que vaya más allá de la volatilidad que conlleva la constante innovación técnica, y recoja tanto los elementos de novedad como aquellos que imprimen continuidad a través de los cambios.
Es indudable que la fugacidad de los acontecimientos de nuestro tiempo —de ‘rabiosa’, pero muy breve, actualidad— dificulta la adquisición de perspectivas de análisis que no se vean arrasadas por la velocidad de las transformaciones y de sus consecuencias para sociedades humanas cada vez más interconectadas a escala global. El conjunto de todas las informaciones que la humanidad ha acumulado a lo largo de su existencia sobre el planeta, actualmente se duplica… ¡cada dos días! No hay vuelta atrás. Pierre Lévy, en una metáfora feliz, llamó “diluvio” de información a lo que sucede con los datos en nuestras sociedades hiperconectadas. Y, sin embargo, algunos de nosotros, nacidos a mediados del siglo XX, alfabetizados sin ordenadores, ni Internet, entre libros que no contenían hiperenlaces, intentamos que los hábitos intelectuales y la asimilación de la experiencias vitales que surgían de una reflexión sosegada propia de un tiempo sin ‘diluvios’ de información, continúen siéndonos útiles para la comprensión de lo que han cambiado nuestras vidas debido al uso de la Red, y serles de utilidad también a quienes llegaron a un mundo en el que Internet existía, sin haber conocido otro. “Nihil novum sub sole”, afirma la Vulgata. Tan cierto como que nunca nos bañamos en el mismo río. Sabiendo que en lo nuevo también está lo viejo, hagamos un esfuerzo para salvar lo que merece ser salvado del pasado e integrarlo en lo que merece ser abrazado del presente.
El cine y la televisión ya fueron tecnologías ‘aceleradas’ que transformaron la subjetividad humana produciendo efectos sociales que revolucionaron vidas, costumbres, mentalidades: desde el mobiliario de los hogares, nuevos procesos de identificación subjetiva y social con imágenes y personajes, cambios en la estructura de deseos y emociones, del sentir la propia identidad, hasta la importancia del instante presente, de la distracción perceptiva y de la gratificación inmediata como procesos psicosociales dominantes.
La llegada de Internet ha creado un mundo interconectado donde las fuentes de información y de conocimiento están desjerarquizadas en buena medida, ya que cualquier persona conectada puede incluir sus propias informaciones en el ciberespacio cuando y como quiera, dando lugar a procesos multiplicadores de enorme potencial comunicativo. Y cada ordenador tiene la capacidad técnica de copiar y modificar datos, con repercusiones hasta ahora desconocidas para las industrias culturales. Etc.
En estas páginas intentamos explicar algunos cambios socioculturales acaecidos, desde posiciones, enfoques, experiencias y estilos personales diferentes, imprescindibles para afrontar la diversidad que nos circunda y la multidisciplinariedad del propio objeto de estudio: las Sociedades de la Información y el Conocimiento contemporáneas. Nuestro objetivo se sitúa en los procesos de alfabetización digital.
Las características que presentan las actuales Sociedades de la Información y del Conocimiento se examinan en el Capítulo primero: Sociedad del Conocimiento, escrito por Ana SACRISTÁN. Las tecnologías propias de cada una, coetáneas en la realidad, han tenido repercusiones socioculturales y económicas diferentes. Sobre todo, la aparición de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), ocasionó profundos cambios en los antiguos roles de emisores y receptores, sustituidos ahora por las posibilidades abiertas de expresión pública, así como por la multidireccionalidad de las relaciones informativas y comunicativas creadoras de conocimiento y relación sociales. Procesos de gran impacto que han dado lugar a lo que se ha denominado “sociedad red” e “inteligencia colectiva”.
El Capítulo II: Alfabetismos antiguos y nuevos, cuya autora es Ana SACRISTÁN, adopta el ‘texto’ como elemento central de análisis de las Sociedades de la Información y el Conocimiento. Se emplea una noción muy amplia de texto, que incluye, por ejemplo, la comunicación audiovisual.
Entendiendo la actividad cultural de Internet como la producción, distribución y consumo de una inmensa cantidad y variedad de objetos textuales, cabe comprender el aprendizaje de uso de la Red como una alfabetización, que, en esencia, no difiere de las prácticas alfabetizadoras habituales en la educación formal. Con esta premisa, el capítulo estudia las particularidades del alfabetismo ‘digital’, propio de una cultura mediada por las TIC, en tanto que buenas prácticas adquiridas para la elaboración y recepción, para la ‘lectoescritura’, de los textos digitales utilizados en Internet.
La producción cultural en las sociedades conectadas se realiza en el espacio propio de Internet, el ciberespacio, cuyas características se explicitan en el Capítulo III: Ciberespacio, producción de cultura y redes, escrito por Ana SACRISTÁN. Los internautas tienen acceso a muchos bienes culturales digitalizados (lectura) y, también, la libertad de elaborar sus propios textos, convirtiéndose en autores (escritura). Una nueva cultura de lo “común” va sedimentándose en Internet, con enormes repercusiones sobre el ‘copyright’ y los procesos de autoría. La vertiente comunicativa y la socialización en el mundo Internet, por su parte, claves para entender cómo es la vida en la ‘sociedad red’, son tratadas a través de las redes sociales, tema al que se concede bastante espacio y donde destaca el tratamiento transversal de lo considerado ‘real’ y ‘virtual’.
De modo general, en estos tres primeros capítulos del libro se introduce una pluralidad de voces remarcadas en cuadros, que remiten a las huellas, impresiones, recuerdos, ecos, resonancias que han dejado otras lecturas en la autora. La escritura es deliberadamente polifónica; esto es, un diálogo abierto que incorpora a pensadores pasados y presentes que conversan entre sí ante los lectores a través de sus textos. Introducir polifonías permite también que esos tres primeros capítulos tengan rupturas, cambios de ritmo, resquicios imprevistos en relación con las líneas argumentales principales.
En el Capítulo IV: Identidades digitales: límites poco claros, Dolors REIG y Gabriela FRETES exponen cómo se representa la identidad digital en Internet; lo que compartimos públicamente sobre nosotros mismos en las redes sociales, dando lugar a una realidad “extendida”. Las autoras defienden que cada vez se comunican imágenes más verdaderas del sí mismo en los perfiles propios creados en Internet, y que las identidades ‘idealizadas’, o falsas, van reduciéndose según avanza el proceso de maduración de los internautas. No olvidan la necesidad de proteger las identidades digitales.
Genís ROCA, en el Capítulo V: ¿Qué dice la Red de ti?, aborda también el tema de la identidad en Internet, de lo que hacemos y declaramos y las consecuencias que de ello se derivan, ya que los datos sobre nosotros mismos que facilitamos de modo libre, en particular en las redes sociales, son de gran interés para quienes desean conocer mejor quiénes somos y qué nos interesa. Como Genís Roca afirma, “ya hay quien valora a las empresas de acuerdo con los datos” que manejan. La identidad digital pública ha adquirido tal relevancia que se hace imprescindible aprender a gestionarla desde la consciencia y la eficacia.
El Capítulo VI: Remix: la nueva escritura popular, se centra en el estudio de las nuevas formas de alfabetización populares utilizadas en Internet, basadas en el “remix”, la remezcla digital. Los autores del capítulo, LANKSHEAR y KNOBEL, han dicho lo siguiente en su propio resúmen de este texto: “Para muchos jóvenes, escribir con textos es sólo una forma de expresar ideas. Poco a poco están descubriendo que escribir con una mezcla de imágenes digitales, sonido y vídeo es mucho más interesante y atractivo. Este tipo de remezcla digital es un proceso que implica tomar artefactos culturales y manipularlos y combinarlos en nuevos tipos de mezclas creativas. Este capítulo describe cómo la remezcla en sí es un elemento clave en cualquier cultura sólida y democrática. También explora el estatus de la remezcla digital como norma nueva para la escritura popular mediante el análisis de una serie de prácticas de remezcla, como el photoshopping, el remix musical, la machinima, la fanfiction, los vídeos de música de anime, y las aplicaciones web híbridas o mashups. Nos centramos sobre todo en el arte y en el oficio de remezclar para poner de relieve la complejidad y la sofisticación de muchas de estas nuevas formas de escritura popular”.
Daniel CASSANY en los Capítulos VII y VIII: Recursos para leer y Recursos para escribir, revisa de manera crítica y práctica las principales aplicaciones, bases de datos y fuentes que usamos los internautas para procesar comprensivamente textos escritos en la red. Ambos capítulos incluyen numerosos ejemplos, propuestas prácticas de tareas y recomendaciones para utilizar estos recursos de manera más eficaz, además de las palabras clave para encontrarlos en la Red.
En Recursos para leer, Capítulo VII, CASSANY explora las posibilidades que ofrecen los motores de búsqueda para buscar y encontrar datos, analiza las características de la enciclopedia digital más popular (Wikipedia), o de los diccionarios y bases de datos léxicas que usamos para encontrar el significado de las palabras desconocidas de un texto. También revisa el uso de los traductores automáticos para comprender escritos en segundas lenguas y ofrece una selección de vínculos útiles para facilitar la enseñanza de la comprensión lectora de manera digital.
En Recursos para escribir, Capítulo VIII, Daniel CASSANY analiza las tecnologías de la lengua más corrientes para producir textos con ordenador y “en línea”, como el procesador de textos, el verificador ortográfico, los traductores automáticos, los enormes corpus de textos para buscar concordancias u otras herramientas gramaticales sofisticadas, ejemplos de los cuales son los conjugadores o los analizadores morfosintácticos. También selecciona y comenta las webs más adecuadas en español para mejorar la redacción, o algunos recursos para practicar la corrección “en línea”, además de hacer algunas recomendaciones para escribir textos más idóneos para la Red.
El Capítulo IX versa sobre la Sociedad conectada en la blogosfera, escrito por Sonia SANTOVEÑA. La blogosfera es considerada una de las manifestaciones fundamentales de la cibercultura, dentro de la Web 2.0 (llamada también “web social”). La autora concibe el universo social, cognitivo y cultural de los blogs como un nuevo alfabetismo donde se mezclan e integran diferentes elementos digitales. En el estudio de la blogosfera aborda conceptos esenciales como los de construcción de la identidad, creación de cultura y participación social en el ámbito del ciberespacio, así como algunos nuevos modos de aprendizaje que están desarrollándose en nuestros días.
En el X y último Capítulo, TIC e innovación en la educación escolar española. Estado y perspectivas, Carles SIGALÉS, Josep MOMINÓ y Julio MENESES revisan las principales características del proceso de introducción de las TIC en la educación primaria y secundaria española, que generó grandes expectativas en el medio escolar. Los responsables políticos pusieron en marcha diversos planes y programas con el objetivo de digitalizar los centros educativos, así como acciones específicas destinadas a la formación del profesorado. ¿Han dado los frutos previstos? ¿Se cumplieron las expectativas? Las respuestas a estas preguntas están fundamentadas en una investigación a gran escala que los autores realizaron a partir de una muestra representativa de escuelas e institutos de España y que llevan a cabo desde 2007.
Ana SACRISTÁN
Facultad de Educación.
UNED.
Agradecimientos
Este libro está construido con textos escritos ad hoc, e incorpora otros ya publicados, por el interés de sus temáticas. Nuestro cálido agradecimiento al trabajo de todos los autores y autoras —cada uno, cada una, es responsable sólo de lo que ha escrito—, así como a las siguientes instituciones y personas:
Javier Nadal, Vicepresidente Ejecutivo de Fundación Telefónica. Con el tiempo que lleva ocupando cargos directivos de relevancia, conserva la bonhomía que ya le caracterizaba cuando le conocí, hace años. Gracias a su amplitud de miras en relación con la sociedad red, contamos con los textos de Genís ROCA y de Carles SIGALÉS, Josep M. MOMINÓ y Julio MENESES, publicados en la revista Telos (Cuadernos de Comunicación e Innovación), editada por Fundación Telefónica. No olvido mencionar aquí el buen hacer de Rosa Mª SAINZ PEÑA.
Cuadernos de Pedagogía (Cuadernos/Wolters Kluwer), a través de su directora, Lourdes Martí Soler, nos concedió el permiso de reproducción del artículo que Dolors REIG y Gabriela FRETES publicaron en sus prestigiosas páginas. Lourdes Martí, una persona convencida del valor del conocimiento en la Sociedad del Conocimiento desde el compromiso con la educación, hizo que todo el proceso estuviera cargado de raciocinio y amabilidad. Dolors REIG brindó su apoyo desde el principio con su capacidad de trabajo, optimismo y eficacia característicos.
Daniel Cassany fue el editor del primer número de la revista ‘Cuadernos Comillas’ y quien propuso a Colin LANKSHEAR y Michele KNOBEL que escribieran un artículo sobre el Remix: la nueva forma de escritura popular. Excelente conocedor de la obra de ambos autores y de los temas que conciernen a las alfabetizaciones digitales contemporáneas, revisó también la traducción, que da gusto leer. Nuestro reconocimiento a su labor y a su gentileza. Inmaculada Martínez, de la Fundación Comillas, nos autorizó muy cordialmente la reproducción del texto.
Anagrama publicó en su Colección Argumentos el libro de Daniel CASSANY, En_línea. Anagrama no puso inconveniente alguno en negociar los derechos de los capítulos reproducidos en estas páginas con Ediciones Morata cuando lo solicitamos, por lo que estamos muy agradecidos a la colaboración de ambas editoriales. Es un proceso muy laborioso que lleva tiempo. La comunicación sostenida con Daniel Cassany, que facilitó esa y otras muchas otras cosas, ha sido siempre estimulante (y divertida). Desde el principio comentó que colaboraría en lo que hiciera falta, sin faltar nunca a su palabra.
Mar del Rey Gomez-Morata y Paulo Cosín, de Ediciones Morata, son una bendición. Nuestro reconocimiento a su constante apoyo editorial e implicación indesmayables, a su calidad humana y profesional.
Y Federico Ruiz. Podría haber firmado también los tres primeros capítulos de este libro, pero no ha querido. En relación con ellos, ha pensado mucho, me ha ayudado a pensar, puesto a mi disposición su erudición y su expertise, y sido una tabla de salvación permanente. Mi agradecimiento sería inexacto porque es mucho más lo que le debo. Del todo aplicable a su labor es la afirmación de Buda: “la nube no desaparece, se convierte en lluvia”.
Ana SACRISTÁN
Facultad de Educación.
UNED.
CAPÍTULO PRIMERO
Sociedad del Conocimiento
Por Ana SACRISTÁN
Hasta tiempos recientes todos los estudios históricos, literarios, artísticos, etc., ya fueran acerca de su propia época o de tiempos antiguos, incurrían en una serie de errores que hoy en día nos parecerían ingenuos, debidos a la aplicación de un sesgo del que eran inconscientes: los autores intentaban explicar elementos culturales de sociedades muy distintas a la suya con valores y categorías propias de ésta. El resultado solía contener anacronismos variados, análisis incomprensibles y una permanente tendencia a juzgar más que a describir o explicar. Fue la Antropología quien descubrió esté fenómeno, llamándolo etnocentrismo (si lo hubieran detectado los historiadores, seguramente lo habrían llamado ‘cronocentrismo’).
“Las personas cuyo horizonte está limitado por sus propias necesidades y deseos, por lo general, no tienen mucha facilidad para el trato con otras personas. Se dice que estos individuos son egocéntricos, y sentiríamos mucho que nuestro psiquiatra fuera una persona así. Una persona que juzga otra cultura partiendo exclusivamente de la suya propia es etnocéntrica (la actitud recibe el nombre de etnocentrismo). Las personas de este tipo no solamente son poco indicadas para llevar a cabo trabajos antropológicos, sino que también tendrán problemas a la hora de reconocer y resolver los problemas sociales en su propia sociedad.
Por ejemplo, un occidental etnocéntrico probablemente pensará que las ceremonias de iniciación de los adolescentes en algunas culturas son una barbaridad. Estas ceremonias muchas veces incluyen hostigamientos, duras pruebas de valor y fortaleza física y circuncisiones dolorosas. El occidental etnocéntrico probablemente no entenderá por qué alguien puede querer soportar estas pruebas simplemente para que se le acepte públicamente como adulto.
Por otra parte, este tipo de pensamiento etnocéntrico, también haría difícil que esta persona se preguntase si el hecho de que en el mundo occidental no existan signos claros de que el adolescente ha alcanzado la edad adulta, hace la adolescencia aún más difícil de lo que es de por sí. De esta forma el etnocentrismo nos impide entender las costumbres de otros pueblos, y al mismo tiempo, nos hace difícil de entender las nuestras propias. Si pensamos que nuestras costumbres son las mejores, difícilmente nos preguntaremos por qué hacemos lo que hacemos, o por qué ‘los otros’ hacen lo que hacen”1.
“Notas del relato de un viajero inglés que estuvo en Buenos Aires entre 1820 y 1825. (…) Este relato es anónimo y su peculiaridad nace, justamente, del choque entre pautas culturales y educativas adquiridas mediante usos y costumbres ajenos a la cultura que se visita. (…) el visitante inglés parece observar con cierto desdén, gobernado por el asombro, las raras aficiones de una especie urbana algo misteriosa cuyos descendientes serían llamados porteños. (MONTELEONE, Jorge. El relato de viaje, Buenos Aires, El Ateneo, 1998. pág. 180).
La carne y los gauchos:
La carne de vaca es buena, pero inferior a la nuestra, y la manera de prepararla le confiere un sabor semejante al carbón y leña, bastante insípido por cierto. (...) El beefsteak es un plato tan inglés que conserva su nombre original en todos los idiomas. Se le puede encargar en los cafés pero, como el biftec francés, no vale gran cosa (…). Estos gauchos son gentes muy raras: llevan el cabello largo y trenzado como los chinos. Entre otras singularidades de su indumentaria está la de atarse pañuelos bajo la barbilla que cuelgan sueltos por detrás. Sentados en el pasto, alrededor de una hoguera, recuerdan a las brujas de Macbeth”2.
Las Ciencias Sociales han perdido ya esa inocencia etnocéntrica, y es un lugar común de cualquier investigador social serio la exigencia de hallar un lugar de observación lo más neutral posible, ya sea de los otras sociedades ya sea de la suya, aun sabiendo que esa neutralidad nunca podrá ser total.
Cuando el objeto de estudio no era la sociedad ajena sino la propia, el problema solía ser el mismo, aunque invertido: la adhesión del autor al ‘sentido común’ de su época y de su tierra, a lo ‘natural’, le dificultaba el cuestionamiento radical de hechos o actitudes característicos del lugar y el tiempo de su vida. De modo que las explicaciones se convertían en justificaciones, a veces contra su pretensión. Se corre otro riesgo en este caso que no es sólo propio de tiempos pasados: la implicación personal del investigador, que puede ir desde intereses materiales a fidelidades políticas. Sin ir más lejos, es frecuente (y sonrojante) encontrar, incluso en medios serios, textos pretendidamente científicos acerca de la Sociedad del Conocimiento, de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) o de Internet que son poco más que anuncios publicitarios, de tanta autocomplacencia como destilan.
“La literatura especializada en las TIC se caracteriza por un optimismo prácticamente ausente en cualquier otro ámbito de los estudios sociales salvo, tal vez, la psicología positiva. El horizonte dominante de las ciencias humanas se ha ido configurando en buena medida mediante sucesivas oposiciones teóricas marcadas por la hermenéutica de la sospecha. Y lo cierto es que, después de un par de siglos, es un paisaje de epistemología negativa de lo más frondoso. El corolario es que casi cualquier práctica social imaginable, hasta las aparentemente más inofensivas, cuenta con un amplio abanico de estudios agresivamente críticos dirigidos a mostrar su negatividad. (…)
El caso de las TIC es excepcional. En los últimos veinte años ha aparecido una gigantesca masa de ensayos de toda índole, desde estudios muy técnicos hasta manifiestos políticos pasando por textos de divulgación, que presentan las herramientas de comunicación contemporáneas como un vivero privilegiado del progreso económico, la innovación social, la transformación personal y la democratización políticas (…)”3.
Por todo lo anterior y sin pretender el imposible de saltar sobre la propia sombra, intentaremos explicar una serie de cambios socioculturales que han ido sucediéndose desde finales del siglo XX, con una cierta distancia crítica (o al menos con el propósito de no caer en la autocomplacencia); cambios socioculturales posibilitados e impulsados por las innovaciones científico-técnicas en el campo de la informática y las telecomunicaciones, y que han dado lugar a la llamada Sociedad del Conocimiento.
Sociedad de la Información y Sociedad del Conocimiento
Desde hace años y cada vez con mayor frecuencia, nos llegan desde los “mass media” más sensacionalistas hasta los ensayos sociológicos más serios, expresiones como ‘sociedad del conocimiento’, ‘era de la información’, ‘sociedad postindustrial’, ‘postmodernidad’, etc., para (auto)definir el mundo contemporáneo o, al menos, sus aspectos más relevantes. ¿Qué hay en estas expresiones de determinación de los rasgos sustanciales de nuestras sociedades contemporáneas, distintos a los de otras sociedades, y qué de eslóganes o de clichés autolegitimadores?
Dejando a un lado las caracterizaciones de los prefijos ‘post’, que dicen tan sólo que su referente es posterior a algo, nos centraremos en otras dos expresiones sobre las que parece haber consenso acerca de que son básicas en la conformación de las sociedades actuales: la información y el conocimiento. Respetaremos así la distinción que se hace en la mayoría de los textos entre ‘Sociedad del Conocimiento’ y ‘Sociedad de la Información’, y las examinaremos por separado.
‘Sociedad del conocimiento’ hace (autoreferencia) a las sociedades desarrolladas contemporáneas, destacando el papel crucial que ejerce el conocimiento en la dinámica social, hasta el punto de ser uno de sus rasgos principales distintivos. Pero el conocimiento social siempre ha sido un hecho esencial, siempre ha estado en la base de toda actividad humana: el hombre de Cromagnon sabía fabricar hachas de piedra y ese saber, entre otros muchos, configuraba sus prácticas y sus formas de vida. Al hacer del conocimiento el rasgo distintivo de las sociedades modernas desarrolladas, se afirma tácitamente que el resto de las sociedades que existen y han existido utilizaron menos el conocimiento y, se insinúa, ‘poseen’ menos conocimiento. En este sentido, un mínimo rigor intelectual exige cuestionar la relevancia cualitativa del conocimiento que permite diferenciar ‘nuestras’ actuales Sociedades del Conocimiento de todas las demás. Es un claro etnocentrismo, que juega con la ventaja de que nosotros podemos juzgar a las sociedades del Alto Imperio Romano, mientras que los pensadores del Alto Imperio Romano no pueden juzgar las sociedades globalizadas del siglo XXI. En justa compensación, cabe imaginar que cuando los historiadores del siglo XXV investiguen nuestra época sonreirán indulgentemente ante nuestra autocalificación de “conocedores”.
“Todas las cultura [existentes] son, por definición, exitosas; si no lo fueran, no habrían sobrevivido. Las personas de todas las culturas no sólo sobreviven; los etnógrafos han demostrado las ricas prácticas y tradiciones culturales que forman parte de todo grupo humano, tenga o no escritura. La primera lección en antropología que me impartiera personalmente Jack Goody [eminente antropólogo británico nacido en el siglo XX que estudió las relaciones entre habla, escritura y pensamiento en distintos tipos de sociedades], fue: ‘Ellos son iguales a usted y a mí’”4.
Dando por sentado que el conocimiento es un elemento nuclear en todas las sociedades humanas y que ninguna de ellas presenta más méritos que las demás para ser denominada ‘Sociedad del Conocimiento’, sí es cierto que hay diversos tipos de conocimiento y diversos modos de aplicarlo en las sociedades concretas que existen o que han existido. El estudio de esos tipos y modos es un objetivo de las Ciencias Sociales. Por ello no vamos a fundamentar si la etiqueta ‘Sociedad del Conocimiento’ resulta más o menos ajustada a las sociedades del presente, sino a analizar las particularidades que tiene ese conocimiento.
El examen del uso de los conceptos ‘Sociedad de la Información’5 y ‘Sociedad del Conocimiento’, tanto en el habla coloquial como en publicaciones especializadas —a veces combinado, a veces alternativo—, proporciona una buena luz para abordar estos temas. El término ‘Sociedad de la Información’ como definidor de la sociedad contemporánea empezó a emplearse antes que el de ‘Sociedad del Conocimiento’. La información y el conocimiento están ligados a tecnologías muy asociadas e interrelacionadas, aunque distinguibles, tanto por sus características como por su fecha de aparición. Progresivamente, la expresión ‘Sociedad del Conocimiento’ va sustituyendo a la de ‘Sociedad de la Información’ en toda clase de documentos. A principios de la última década del siglo pasado el empleo de Sociedad de la Información en Internet era cuatro veces mayor que el de Sociedad del Conocimiento; hoy en día, es del orden de una décima parte. La idea subyacente es que nuestras sociedades han evolucionado de tal modo que su componente nuclear es el conocimiento, y ya no la información. Podemos estar de acuerdo, siempre que se agregue que la sustitución de Sociedad de la Información por Sociedad del Conocimiento no ocurre debido a una oposición entre ellas y al descarte de una a favor de la otra, sino por un proceso de incorporación. Así, la Sociedad del Conocimiento es una Sociedad de la Información y más cosas.
Al adjetivar a las sociedades avanzadas (en complejidad técnica) de nuestro tiempo como ‘de la información’ se pretende indicar que el manejo de la información juega un rol en la organización de la sociedad actual más importante, cualitativa y cuantitativamente, que en sociedades anteriores o menos desarrolladas, debido fundamentalmente al desarrollo de las tecnologías electrónicas. Cuantitativamente, porque hoy en día la cantidad de información al alcance de la mayoría de los ciudadanos occidentales es varios órdenes de magnitud superior al de sus abuelos. Cualitativamente porque estas sociedades modernas, en casi todos sus ámbitos —económicos, políticos, etc.— están mucho más organizadas en torno a la información que sus predecesoras. Disponer de más información, y antes, que tus antagonistas en cualquier actividad social siempre ha proporcionado ventajas; pero ahora éstas son decisivas. Tener la información y saber usarla, no solo puede triplicar las ventas de un periódico, también puede hundir un banco o poner en ventaja a un candidato a la presidencia de EE.UU. No cabe duda de la relevancia capital que tiene la información en nuestros días, por lo que el rótulo ‘Sociedad de la Información’ resulta bastante menos problemático de utilizar que el de Sociedad del Conocimiento.
1.“(…) Aquí sí estamos presenciando en cierto modo una revolución, por el crecimiento de la magnitud de información que el ser humano es capaz de generar y almacenar. En 2010 se han generado unos 800 exabytes6 de nueva información. Para poner dicha cifra en perspectiva, desde el inicio de los tiempos hasta 2005 el ser humano había almacenado unos 5 exabytes, cantidad que hoy se genera cada dos días”7.
2.“Los ordenadores se han vuelto millones de veces más potentes, inmensamente más comunes y mejor conectados que cuando yo inicié mi carrera, de lo que no hace tanto tiempo [nacido en 1960]. Es como si te arrodillaras para plantar una semilla de un árbol y este creciera tan deprisa que se tragara todo tu pueblo antes siquiera de que tuvieras tiempo de levantarte”8.
Han sido dos los procesos históricos que originaron la Sociedad de la Información, en una continua realimentación mutua. Uno de ellos es de naturaleza técnica: la invención y producción industrial de las tecnologías eléctricas y electrónicas de primera generación, que se inicia a finales del siglo XIX y se desarrolla a lo largo del XX: telefonía, radio, cine y televisión. El otro es la formación de la conocida como ‘cultura de masas’.
En sus albores y en la época de la primera Revolución Industrial9, un periodo que abarca desde el el siglo XV-XVII hasta el último tercio del XIX según las regiones, la cultura estaba tan dicotomizada en dos clases aisladas como la capacidad adquisitiva de cada una, sin apenas movilidad entre ellas, y con unas condiciones de vida descomunalmente dispares. Hablamos de la ‘clase burguesa’ y de la ‘clase obrera’ (obviamos la aristocracia del Antiguo régimen, que se fue aburguesando a lo largo de un largo proceso plagado de conflictos). En el ámbito económico es ocioso insistir en las abisales diferencias de capacidad adquisitiva; no hay simplificación ni demagogia alguna en decir que eran sociedades de ricos muy ricos y de pobres en una situación de subsistencia precaria. Por su parte, la producción institucional de cultura era un ámbito exclusivamente burgués: el sistema educativo estaba sólo al alcance de la burguesía, aun a los niveles inferiores. (El analfabetismo entre los trabajadores industriales llegados a las ciudades fue casi general hasta la aparición de escuelas gestionadas por las organizaciones sindicales y, más tarde, de escuelas públicas y gratuitas que marcaron los inicios del Estado social).
Este panorama cambió considerablemente en las primeras décadas del siglo XX. Los trabajadores se organizaron y reclamaron una mayor participación en la riqueza social, no sólo en lo referido a la adquisición de bienes de consumo que mejorasen sus condiciones materiales de vida, sino también en el acceso a la cultura. A su vez, el impresionante desarrollo de la producción favorecido por la Segunda Revolución Industrial situó en primera línea el problema de la demanda. Si lo que se pretende es vender toda la producción, cuya cantidad y diversidad se ha multiplicado, no basta con la demanda de la burguesía y de una pequeña burguesía poco numerosa, ni tampoco con la de la clase obrera, (restringida a ropa y alimentos ínfimos). Tuvo lugar entonces un proceso de ampliación colosal de la demanda mediante el aumento de la capacidad adquisitiva de las masas obreras, y la creación de una oferta intermedia entre los bienes suntuarios y los de subsistencia, que fue la típica de los tiempos pasados. El llamado ‘fordismo’ (por haber sido el industrial americano Henry Ford su pionero) es un paradigma de este cambio estructural del capitalismo que consistió en elevar los salarios reales de los trabajadores y, simultáneamente, incrementar la oferta de bienes asequibles para esa mayor capacidad adquisitiva. La fabricación del automóvil Ford T, un coche por primera vez al alcance de muchas personas que jamás habían podido permitirse uno (entre ellas decenas de miles de trabajadores de la propia fábrica Ford Motors), puede considerarse el hito fundacional del ‘capitalismo para todos’.
El coche Ford T
“Tras solucionar los problemas con sus socios y optar por la compra del 58% de las acciones de los Dodge, Ford lanzó por fin, a principios de 1908, la primera serie de su flamante Ford-T a un precio único y revolucionario en el mercado, 500 dólares, bastante bajo en comparación con los 2.000 dólares que constituían el precio medio de un coche por aquella época. El éxito fue fulminante y las ventas se multiplicaron por cinco. Fue por aquel entonces cuando Ford, exultante y feliz, afirmaba: “Daré a cada americano un automóvil del color que prefiera, con tal de que sea negro”. De repente, una gran cantidad de campesinos y obreros de las ciudades podían disponer de su propio vehículo, lo cual revolucionó incluso los hábitos sociales del país. El modelo Ford-T, que, según decía la propaganda, “podía hacer de todo, incluso lavar platos”, se vendió solo, sin necesidad de una campaña publicitaria de grandes proporciones, como demostraron las apabullantes cifras de ventas: en 1916 se vendieron medio millón de unidades, dos millones en 1923 y, para 1927, fecha de su retirada de producción, se había alcanzado la friolera cantidad de 15 millones de Ford-T (todos ellos negros, por supuesto)10.
Negros porque el proceso de secado del color negro era más rápido. Cuando se desarrollaron algo más tarde las cadenas de ensamblaje, salieron de fábrica otros colores —entre los que estaba también el rojo—. De modo que no todos los Ford-T fueron negros.
En paralelo, la complejidad creciente de los equipamientos industriales y de la organización del trabajo, así como la necesidad de contar con servicios sociales en los procesos de urbanización, fueron generando clases medias urbanas de profesionales cualificados, cuadros intermedios, burocracias estatales, etc. Desde la perspectiva sociocultural, el resultado de todas estas transformaciones consistió en que entre las nuevas demandas de sectores sociales que antes, o no existían o bastante tenían con sobrevivir, estaban los bienes y servicios culturales. Y como reza uno de los eslóganes de las sociedades de mercado —aquel que afirma que “todo aquello que pueda comprarse debe venderse”— también se ofertó cultura; (ahora se diría, con esa expresión tan aparentemente inocua: “la cultura se pone en valor”). Pero ya no se trata de la cultura anterior, la Alta Cultura Burguesa que continuó manteniéndose en su búnker elitista, sino de una cultura nueva, la cultura de masas11 al alcance de (casi) todos. Surge así una industria cultural cuyas mercancías son los ‘hechos culturales’, desde la educación al espectáculo. Desde luego, y como sucede con las demás instancias sociales, insertada en una dinámica enfrentada con el ‘procomún’ (provecho común, utilidad pública), de modo que no se acaba de saber si, por ejemplo, uno tiene derecho a la enseñanza, o tiene derecho a que el mercado le oferte enseñanza ‘a un precio justo’.
No sería erróneo definir la Sociedad de la Información como la combinación de cultura de masas y nuevas tecnologías. El contenido cognitivo principal de la cultura de masas es el continuo y enorme flujo de informaciones, demandadas o no, que les llega a ‘las masas’; un término éste con ciertas connotaciones despectivas que designa a la mayoría de la población, (aproximadamente, todos menos los millonarios). Y esas informaciones fueron recibiéndolas a través de los medios de comunicación de masas —los universalmente llamados ‘mass media’, expresión inglesa que ha quedado reducida en el plural al latín ‘media’—. La mayor parte de ellos se desarrollaron en dispositivos propios ya de las nuevas tecnologías. Los media son el soporte material de la Sociedad de la Información y de la masificación de la cultura, al mismo tiempo. Mencionábamos más arriba la primera oleada de tecnologías eléctrico-electrónicas, en las que incluíamos el teléfono, el cine, la radio y la televisión. De ellas, al menos hasta la aparición de las TIC, radio y televisión fueron tecnologías características, propias de los media. Así, las cadenas de radio y de televisión se consideraron los media por antonomasia; el cine en menor medida, y hay que añadir periódicos y revistas. No incluímos a la telefonía como media porque, aunque posibilitó una transferencia de informaciones mayor y más eficiente ampliando sus límites en el espacio (se pudo hablar sin necesitar de cercanía física) y en el tiempo, se mueve en un ámbito privado, el de las conversaciones entre personas, sin incidir directamente en la producción sociocultural. La Sociedad de la Información siempre necesita un público interconectado en espacios comunes, y la telefonía no se lo dió en sus orígenes.
Para cumplir su función de vehículos de la producción de cultura, los media deben poseer una serie de rasgos específicos, de los que destacaremos tres. Uno es el formato audiovisual de los contenidos informativos, frente al texto escrito de la cultura tradicional. No hay que olvidar que en las primeras fases de su expansión todavía eran altos los índices de analfabetismo total, por lo que para buena parte de la población los media supusieron una extensión de su cultura oral. La erradicación de este tipo de alfabetismo no supuso ninguna merma de la importancia sociocultural de los media, en gran medida porque el analfabetismo estricto fue sustituido por un analfabetismo funcional que huía de la dificultad de la interpretación de libros y periódicos y se refugiaba en la comodidad de los mensajes orales, a ser posible, con muchas imágenes12.
El segundo atributo crucial de los media en relación a la Sociedad de la Información es su unidireccionalidad. Hay unos agentes sociales con un rol de emisor de información y otros agentes (en este caso, más bien pacientes) anclados a un rol receptor. Esos agentes emisores son siempre los mismos, de modo que el rol se funde con el estatus; el omnisciente locutor siempre habla y yo siempre escucho. O no. Porque al menos le queda al receptor de los media una cierta capacidad de decisión: dejar de serlo apagando la radio o la televisión, o bien escoger a su agente emisor moviendo el dial, zapeando, o yendo a ver esta película en lugar de aquella; pero nunca se le ofrece la opción de hablar. En cuanto oyente o espectador sólo puede atender a unos emisores que seleccionan las informaciones y, al transmitirlas, les ponen sus propias palabras y las arropan con connotaciones de todo tipo: entonación, música de fondo, imágenes impactantes, etc., controlando tanto los contenidos como las artes emocionales que refuerzan la persuasividad.
Por fin, el tercer rasgo es obvio: la ubicuidad de los media, derivada de su coste asequible para (casi) todos los bolsillos, y de su condición de bien prácticamente imprescindible: quienes no consumían media, quien no escuchaba o veía sus informaciones, sus tertulias, sus concursos, incluso sus anuncios, se volvía un ser excluido de facto de su entorno social, prácticamente aculturado. Y, además, hasta se aburría. Internet ha cambiado este estado de cosas.
No es correcto identificar como sinónimos los términos Sociedad de la Información y Sociedad del Conocimiento o emplearlos indistintamente, algo que sucede con más frecuencia de la debida, ya que designan conceptos distintos. Conceptos que llegan a interpretarse incluso como alternativos por algunos —¿estamos en una sociedad del tipo de Sociedad de la Información, o de el de Sociedad del Conocimiento?— Pero que cada vez con más frecuencia tienden a considerarse descriptores de un transcurso histórico en el cual las Sociedades del Conocimiento habrían surgido de las Sociedades de la Información, anteriores históricamente en el tiempo. De manera que hoy en día, aunque no designan lo mismo, ambas sociedades coexisten a la vez, siendo la Sociedad de la Información el sustrato sobre el que se asienta la Sociedad del Conocimiento.
Esta es la visión del Informe Mundial de la UNESCO publicado en 2005 en el que participaron numerosos expertos de variadas disciplinas de las Ciencias Sociales, y ya se ha convertido en un clásico de la materia. Su capítulo primero lleva por título: “De la Sociedad de la Información a las Sociedades del Conocimiento” y en él se afirma, con ese estilo mitad analítico, mitad normativo típico del mundo textual de la ONU:
“El auge de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha creado nuevas condiciones para la aparición de sociedades del conocimiento. La sociedad mundial de la información en gestación sólo cobrará su verdadero sentido si se convierte en un medio al servicio de un fin más elevado y deseable: la construcción a nivel mundial de sociedades del conocimiento que sean fuentes de desarrollo para todos”13.
Puede apreciarse fácilmente la jerarquía que establece el documento porque define la Sociedad de la Información como “un medio al servicio de un fin más elevado y deseable”: la Sociedad del Conocimiento. Asimismo se asocia el desarrollo de las TIC a la Sociedad de la Información y no, al menos directa y explícitamente, a las Sociedades del Conocimiento. En este marco se establece una relación entre información y conocimiento, de modo que la información es la materia prima del conocimiento y, a la vez, como el conocimiento se propaga convertido en información, el proceso de retralimentación es mutuo y constante.
El cuadro que incluimos a continuación titulado “Diez rasgos de la Sociedad de la Información”14, además de ser un excelente compendio de las propiedades más relevantes de este tipo de sociedades, tiene un interés especial porque delimita implícitamente pero de un modo muy preciso hasta donde llega la Sociedad de la Información.
Diez rasgos de la Sociedad de la Información
1. “Exuberancia. Disponemos de una apabullante y diversa cantidad de datos. Se trata de un volumen de información tan profuso que es por sí mismo parte del escenario en donde nos desenvolvemos todos los días.
2. Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de información, o al menos sus contenidos, los encontramos por doquier, forman parte del escenario público contemporáneo (son en buena medida dicho escenario) y también de nuestra vida privada. Nuestros abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en el que estemos ubicados) fueron contemporáneos del surgimiento de la radio, se asombraron con las primeras transmisiones de acontecimientos internacionales y tenían que esperar varios meses a que les llegara una carta del extranjero; para viajar de Barcelona a Nueva York lo más apropiado era tomar un buque en una travesía de varias semanas. La generación siguiente creció y conformó su imaginario cultural al lado de la televisión, que durante sus primeras décadas era sólo en blanco y negro, se enteró con pasmo y gusto de los primeros viajes espaciales, conformó sus preferencias cinematográficas en la asistencia a la sala de cine delante de una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha transitado no sin asombro de la telefonía alámbrica y convencional a la de carácter celular o móvil. Los jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de señales televisivas por satélite ya era una realidad, saben que se puede cruzar el Atlántico en un vuelo de unas cuantas horas, han visto más cine en televisión y en video que en las salas tradicionales y no se asombran con Internet porque han crecido junto a ella durante la última década: frecuentan espacios de chat, emplean el correo electrónico y manejan programas de navegación en la red de redes con una habilidad literalmente innata. Esa es la Sociedad de la Información. Los medios de comunicación se han convertido en el espacio de interacción social por excelencia, lo cual implica mayores facilidades para el intercambio de preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa supeditación a los consorcios que tienen mayor influencia, particularmente en los medios de difusión abierta (o generalista, como les llaman en algunos sitios).
3. Irradiación. La Sociedad de la Información también se distingue por la distancia hoy prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio de mensajes. Las barreras geográficas se difuminan; las distancias físicas se vuelven relativas al menos en comparación con el pasado reciente. Ya no tenemos que esperar varios meses para que una carta nuestra llegue de un país a otro. Ni siquiera debemos padecer las interrupciones de la telefonía convencional. Hoy en día basta con enviar un correo electrónico, o e-mail, para ponernos en contacto con alguien a quien incluso posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas tal vez tampoco identificamos del todo.
4. Velocidad. La comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea. Ya no es preciso aguardar varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de un mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación simultánea a precios mucho más bajos que los de la telefonía tradicional.
5. Multilateralidad/Centralidad. Las capacidades técnicas de la comunicación contemporánea permiten que recibamos información de todas partes, aunque lo más frecuente es que la mayor parte de la información que circula por el mundo surja de unos cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de televisión y radio y en muchos de ellos, producción cinematográfica. Sin embargo el contenido de las series y los filmes más conocidos en todo el mundo suele ser elaborado en las metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en Internet, en donde las páginas más visitadas son de origen estadounidense y, todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados Unidos.
6. Interactividad / Unilateralidad. A diferencia de la comunicación convencional (como la que ofrecen la televisión y la radio tradicionales) los nuevos instrumentos para propagar información permiten que sus usuarios sean no sólo consumidores, sino además productores de sus propios mensajes. En Internet podemos conocer contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir nosotros mismos a incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes. Sin embargo esa capacidad de Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya existen en Internet.
7. Desigualdad. La Sociedad de la Información ofrece tal abundancia de contenidos y tantas posibilidades para la educación y el intercambio entre la gente de todo el mundo, que casi siempre es vista como remedio a las muchas carencias que padece la humanidad. Numerosos autores, especialmente los más conocidos promotores de Internet, suelen tener visiones fundamentalmente optimistas acerca de las capacidades igualitarias y liberadoras de la red de redes (por ejemplo GATES, 1995 y 1999 y NEGROPONTE, 1995). Sin embargo Internet, igual que cualquier otro instrumento para la propagación yel intercambio de información, no resuelve por sí sola los problemas del mundo. De hecho, ha sido casi inevitable que reproduzca algunas de las desigualdades más notables que hay en nuestros países. Mientras las naciones más industrializadas extienden el acceso a la red de redes entre porcentajes cada vez más altos de sus ciudadanos, Internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en los países más pobres o incluso en zonas o entre segmentos de la población marginados aun en los países más desarrollados.
8. Heterogeneidad.En los medios contemporáneos y particularmente en Internet se duplican —y multiplican— actitudes, opiniones, pensamientos y circunstancias que están presentes en nuestras sociedades. Si en estas sociedades hay creatividad, inteligencia y arte, sin duda algo de eso se reflejará en los nuevos espacios de la Sociedad de la Información. Pero de la misma manera, puesto que en nuestras sociedades también tenemos prejuicios, abusos, insolencias y crímenes, también esas actitudes y posiciones estarán expresadas en estos medios. Particularmente, Internet se ha convertido en foro para manifestaciones de toda índole aunque con frecuencia otros medios exageran la existencia de contenidos de carácter agresivo o incómodo, según el punto de vista de quien los aprecie.
9. Desorientación.La enorme y creciente cantidad de información a la que podemos tener acceso no sólo es oportunidad de desarrollo social y personal. También y antes que nada, se ha convertido en desafío cotidiano y en motivo de agobio para quienes recibimos o podemos encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones, imágenes e incitaciones de casi cualquier índole a través de los medios y especialmente en la red de redes. Esa plétora de datos no es necesariamente fuente de enriquecimiento cultural, sino a veces de aturdimiento personal y colectivo. El empleo de los nuevos medios requiere destrezas que van más allá de la habilidad para abrir un programa o poner en marcha un equipo de cómputo. Se necesitan aprendizajes específicos para elegir entre aquello que nos resulta útil, y lo mucho de lo que podemos prescindir.
10. Ciudadanía pasiva.La dispersión y abundancia de mensajes, la preponderancia de los contenidos de carácter comercial y particularmente propagados por grandes consorcios mediáticos y la ausencia de capacitación y reflexión suficientes sobre estos temas, suelen aunarse para que en la Sociedad de la Información el consumo prevalezca sobre la creatividad y el intercambio mercantil sea más frecuente que el intercambio de conocimientos. No pretendemos que no haya intereses comerciales en los nuevos medios —al contrario, ellos suelen ser el motor principal para la expansión de la tecnología y de los contenidos—. Pero sí es pertinente señalar esa tendencia, que se ha sobrepuesto a los proyectos más altruistas que han pretendido que la Sociedad de la Información sea un nuevo estadio en el desarrollo cultural y en la humanización misma de nuestras sociedades”.
Ya apuntábamos que si el término Sociedad de la Información podía aceptarse sin objeciones de calado como un vocablo que especifica las características de las sociedades modernas (puesto que es indudable la mayor cantidad y difusión de informaciones respecto a otras sociedades anteriores), no era el caso del término ‘Sociedad del Conocimiento’. Porque entraña de modo tácito la presunción de que nuestra sociedad posee más conocimiento que el resto de sociedades, pasadas o presentes; el sofisma según el cual de la mucha mayor información germina el mucho conocer, la presunción general a priori de que somos ‘conocedores’ destila engreimiento y carencia de capacidad crítica.
“(...) Es riesgosa la generalización del concepto de Sociedad del Conocimiento a la totalidad del planeta, incluyendo a centenares de etnias y naciones. Como otras designaciones de procesos contemporáneos —”sociedad de consumo”, “globalización”—, requiere especificar con cuidado su ámbito de aplicabilidad para no homogeneizar a movimientos heterogéneos o grupos sociales excluídos de las modalidades hegemónicas del conocimiento.
(…) Los debates sobre la sociedad de la información y del conocimiento se ven en la necesidad de reconocer las muchas formas de “diversidad cultural”. Algunas, como las que se deben a lenguas, religiones y modos de organización social, son antiguas. Otras están asociadas a la modernidad: diferencias entre clases sociales llegadas a la industrialización, entre países desarrollados y subdesarrollados, entre modos dispares de acceso a la información y el entretenimiento según edades y nivel escolar.
(...) Los campos del conocimiento fueron organizados en occidente bajo los modelos de las ciencias modernas. En África, Asia y América Latina articulan los saberes tradicionales con el conocimiento científico. La situación global es mucho más compleja que la imaginada por las teleologías “progresistas” de la historia. La creciente modernización de países orientales ha acercado sus instituciones y combinación de saberes al esquema occidental sin prescindir de su herencia histórica. En tanto, en países latinoamericanos con amplia población indígena, la medicina tradicional, las prácticas artesanales y las formas nativas de organización del conocimiento coexisten con las ciencias. Pese al reconocimiento desigual que reciben los saberes científicos y los tradicionales, y a las tendencias evolucionistas que tienden a descalificar a las culturas indígenas, los saberes autóctonos siguen siendo utilizados por vastos sectores como recursos para la salud, para el trabajo campesino y la educación cotidiana.
(…) [A todo ello] deben sumarse la vasta difusión de saberes tradicionales y no occidentales (gastronomías, medicinas no alopáticas, técnicas de cultivo y procesamiento de energía) en Europa y Estados Unidos, así como en zonas de Asia y América latina desarrolladas con orientación moderna. Desde una concepción evolucionista podría verse como paradójico que instrumentos como la televisión e Internet contribuyan a la expansión de medicinas tradicionales. O que grupos indígenas utilicen programas de computación para registrar y dar continuidad a sus mitos y cosmovisiones. En realidad, ambos procesos muestra la compleja interacción, a veces cooperativa a veces conflictiva, que encontramos hoy entre formas antiguas y modernas, tradicionales y científicas, de conocimiento”15.
Dejando a un lado la idoneidad del término, es innegable que en lo que se llama Sociedad del Conocimiento las TIC son determinantes en la creación de conocimiento social. La producción de cultura nunca antes estuvo tan mediatizada por técnicas de una complejidad semejante a las TIC, como está ocurriendo en las sociedades contemporáneas. Nuestro objetivo es escrutar esta clase de conocimiento que surge de la interacción de los saberes anteriores y de las nuevas tecnologías, no pronunciarnos sobre su cantidad o su ‘calidad’.
Los cambios culturales más relevantes de los últimos años han sido una consecuencia de los procesos de construcción de la Sociedad del Conocimiento a partir de la Sociedad de la Información, en buena medida. La idea básica es: los habitantes de la Sociedad de la Información reciben informaciones y, manejándolas en redes interconectadas, adquieren y crean nuevo conocimiento. Además lo transmiten como conocimiento a otros pobladores de la Sociedad de la Información que ahora por la repetición incesante de este proceso, ya se convierte en Sociedad del Conocimiento. La Sociedad de la Información es para la Sociedad del Conocimiento una condición necesaria pero no suficiente, puesto que recibir continuamente mensajes informativos no implica per se adquirir un mayor conocimiento. Incluso podría suceder lo contrario: que una avalancha de informaciones que se suceden sin parar, gran parte de ellas contradictorias entre sí —es decir, gran parte de ellas falsas— alterasen la capacidad de discernimiento de las personas que, abrumadas por tantos datos y signos, acabarían no sabiendo lo que saben y creyendo saber lo que no saben.
La clave para que la información pase a ser conocimiento radica en cómo se manejan los datos que se reciben, de modo que se organicen en informaciones que puedan ser comprendidas y utilizadas. Datos e informaciones son transmitidos a través de tecnologías interoperativas. Los tipos de conocimiento propios de la Sociedad del Conocimiento se construyen sobre una enorme cantidad de informaciones almacenadas