Muy
gradualmente y de muchas maneras
ha hablado Dios a nuestros padres.
El acontecimiento revelatorio es,
para cada tradición, su núcleo fundante, y ese núcleo que la funda
es considerado revelación, en tanto que es percibido como
radicalmente recibido, como fuente de vida y camino de plenitud. De
él dimana toda la configuración religiosa —relatos, creencias,
normas y ritos— como su epicentro, ya que es por donde la opacidad
de lo Real ha sido perforada y se ha accedido a —o mejor, se han
recibido— fulguraciones de la Ultimidad. En este segundo capítulo
vamos a rastrear el núcleo esencial de las tradiciones más
significativas, agrupándolas en los tres modelos anunciados:
cósmico, personalista y oceánico.
Vamos a sobrevolar el paisaje de las
diferentes religiones respetando el lenguaje propio de cada una de
ellas. Como el águila que desciende en picado para coger una presa,
sacaremos a la luz algunos textos más significativos que nos den a
conocer el sabor y el tono específico de cada tradición. Una vez
presentado este contenido básico, que me ha parecido conveniente
incluir para homologar conocimientos, retomaré todo este material
para revistarlo desde diversos ángulos.
1. Religiones aborígenes y
revelaciones cósmicas
Por razones de orden
cronológico, y también por veneración y respeto a nuestros
ancestros, comenzaremos presentando la experiencia revelatoria de
las religiones llamadas aborígenes o primigenias,
porque están «en los orígenes», en la raíz de todas las demás, en
los albores de la experiencia mística y religiosa de la humanidad,
todavía presentes en muchas culturas del planeta. En ellas, la
experiencia revelatoria está vehiculada por una figura clara y
difusa a la vez: el chamán. Clara porque su rol en la comunidad
está netamente identificado: es el que pone en contacto con otras
dimensiones de la realidad con diversos fines: desde conseguir
remedios curativos hasta trasmitir mensajes que afectan al destino
de la comunidad. Pero también es una figura difusa, porque puede
incluir la del curandero, el sanador, el adivino, el hechicero, el
brujo, el mago, el médium y también el embaucador. Lo que aquí nos
interesa es cómo y en qué medida es un puente con la trascendencia
y un pasaje de revelación. Chamán significa «el que
conoce». [15] Es un término que proviene de los pueblos
manchú y tungú nordasiáticos y que por extensión se aplica a las
demás religiones aborígenes del planeta. El chamán se mueve en el
ámbito del exceso y se le reconoce el valor de héroe porque,
arriesgando su vida y su cordura, se adentra en el supramundo y en
el inframundo y regresa con información valiosa para la comunidad.
Con frecuencia es una persona enferma, que encuentra su lugar en el
grupo gracias a una inversión de las limitaciones de su dolencia.
Como ha dicho Mircea Eliade, «el chamán no es sólo un enfermo, sino
un enfermo que se ha curado, que ha logrado curarse a sí mismo».
[16] El chamán resulta creíble por parte de la
comunidad porque él ha pasado previamente por experiencias límite
en las que no ha sucumbido sino que, por contrario, ha salido
fortalecido. Expresado con los términos propios de su cosmovisión,
entre estas experiencias destacan:
— la presencia de
algún signo o prodigio durante su nacimiento;
— la apertura del
pecho que hace vivir una muerte mística en la que simbólicamente
sus órganos son cambiados durante el sueño o durante un
trance;
— haber descendido a
los infiernos psíquicos, haberse enfrentado a sus monstruos
—personales y colectivos— y haberles perdido el miedo;
— frecuentes dolores
de cabeza que preceden a las visiones o que suceden a ellas;
— calor místico
durante el trance que puede llegar a hacerse visible en forma de
halo de luz;
— ascenso a regiones
celestes donde ha estado en contacto con seres de luz;
— la percepción
frecuente o continua de alguna presencia-guía junto a él.
Expresado en términos
psicológicos, lo común a los caminos iniciáticos es el proceso de
implosión, «explosión hacia dentro», en el que se da un
renacimiento hacia capas más profundas de uno mismo y de la
realidad. Para ello hay que pasar por una parálisis catatónica del
ego, donde el sujeto se encoge, se contrae y se comprime hacia
adentro, para acceder a un nuevo nivel de comprensión y de
conocimiento y convertirse así en chamán. La explosión que sigue
tras el encuentro con la capa de muerte se puede manifestar en
cuatro direcciones: hacia una pena genuina que permite revivir
pérdidas o muertes antiguas no asimiladas; hacia el orgasmo en
personas bloqueadas sexualmente; hacia la ira en los que tienen una
agresividad reprimida; y hacia una alegría plena de vivir.
[17]
Maestros del éxtasis, lo que
separa a estos hombres-espíritu de la comunidad es la intensidad de
su propia experiencia religiosa y el estar en relación con
dimensiones que el resto del grupo teme o ignora. El chamán es, al
mismo tiempo, el gran conocedor del alma humana. Sólo él la
ve, así como también ve a los espíritus. Conoce
sus formas y sus destinos. Tiene un especial vínculo con los
elementos de la naturaleza, particularmente con el fuego. También
es el que ayuda a hacer el tránsito hacia el otro mundo en el
momento de la muerte, porque ha estado en el transmundo durante sus
viajes místicos. Su función es la de interpretar los signos y los
mensajes que continuamente asaltan y asedian la cotidianeidad y
cuyo desciframiento es indispensable para la vida de la comunidad.
Asimismo, es el encargado de restablecer el equilibrio interno
entre los diversos miembros así como con el entorno natural. Habla
con el alma de las cosas y éstas le hablan a él. Comprende su
sentir. Percibe cuando están enfermas o heridas, tal como
sabe interpretar las dolencias o angustias de las personas. Por
todo ello, sus visiones son respetadas y obedecidas por el grupo,
ya que le va la vida en ello.
La cosmovisión chamánica
pertenece a culturas de tradición oral en las que no hay
establecida ninguna doctrina formal, aunque el sistema de creencias
está sólidamente establecido mediante relatos míticos y
arquetípicos. Su horizonte se organiza a partir de círculos
concéntricos: la familia, el clan, la tribu, el resto del mundo,
que se suele concebir como un disco que flota sobre la superficie
de un mar universal, cubierto por el firmamento, como si fuera una
tienda que delimitara el fin del mundo. Más allá de este mundo
visible, están el supramundo y el inframundo, lo cual les da una
visión tripartita de la realidad. Los tres planos están
interconectados a través de lugares sagrados: cuevas, agujeros,
simas, cimas, árboles, rocas, cascadas; también a través de ciertos
animales: águilas, chacales, ciervos, zorros, serpientes, grandes
peces, etcétera. A través de esas aberturas se renuevan los poderes
sobrenaturales perdidos a causa del cisma entre el cielo y la
tierra que los mitos narran y que esos lugares y animales sagrados
conservan. Sólo el chamán es capaz de trepar por el Árbol axial que
une los tres mundos. Ni sus raíces más hondas ni sus más altas
ramas son accesibles al resto de la comunidad. Disolviendo su ego
por medio del éxtasis o el trance, se hace savia de ese Árbol y
recorre sus profundidades y sus alturas. Cuando regresa,
chamaniza, respondiendo a las preguntas que se le había
hecho antes de su pérdida de conciencia. El valor de su
conocimiento visionario se autentifica por su capacidad de
regenerar la vida de los miembros del grupo y de su entorno y
hacerlos avanzar. Sus ausencias se justifican porque
volverá con un conocimiento que no es accesible a los demás.
Estos viajes pueden
ser inducidos por medio de sustancias, o por medio de rituales de
música y danza, por meditaciones y ayunos o por estados
catalépticos que le advienen repentinamente, en los que se altera
su estado ordinario de conciencia. Lo propio del chamán respecto
del médium o de otros personajes extáticos es que puede controlar
sus visiones. He aquí un testimonio sobre los ritos de los
samoyedos de Siberia septentrional:
Primero, el
sacerdote empieza a tañer una cosa parecida a un tamiz grande, con
una piel en un extremo como un tambor [...]. Luego, canta como
solemos hacer en Inglaterra para azuzar, huchear o gritar a los
perros de caza, y el resto de la compañía le responde con esta voz:
Igha, Igha, Igha, y a continuación el
sacerdote les responde con sus voces. Y los demás le responden con
las mismas voces tantas veces, que al final se pone como loco y cae
al suelo como muerto [...].
Les pregunté
por qué se echaba de ese modo, y me respondieron: Ahora nuestro
Dios le dice lo que tenemos que hacer y adónde tenemos que ir.
[18]
Otro de los medios es el ayuno
y el aislamiento durante días, semanas o incluso durante meses. Así
narraba un esquimal iglulik en 1929 su experiencia en la iniciación
chamánica, en medio de un deliberado aislamiento:
A veces me
ponía a llorar y me sentía infeliz sin saber por qué. Entonces, sin
ningún motivo, de repente todo cambió, y experimenté una alegría
intensa e inexplicable, una alegría tan intensa que no pude
contener, sino que tuve que romper a cantar una potente canción, en
la que sólo tenía cabida esta única palabra: ¡Alegría!, ¡Alegría! Y
tuve que emplear toda la fuerza de mi voz. Luego, en medio de este
acceso de deleite misterioso e irresistible, me convertí en chamán
sin que yo mismo supiera cómo se había producido. Pero era un
chamán. Veía y oía de un modo totalmente distinto. Había obtenido
mi quamaneq, mi iluminación, mi luz chamánica del cerebro
y del cuerpo, y de un modo tal que no era sólo yo quien veía a
través de la oscuridad de la vida, sino que la misma luz irradiaba
de mí y, si bien era imperceptible para los seres humanos, era
visible para todos los espíritus de la tierra, el cielo y el mar, y
éstos vinieron entonces a mí y se convirtieron en mis espíritus
auxiliares. [19]
El recurso a la soledad para
abrirse al otro conocimiento está presente en todas las culturas y
tradiciones, tanto aborígenes como actuales. Así lo expresa el
mismo testimonio: «Las mejores palabras mágicas son las que le
llegan a uno, de un modo inexplicable, cuando está solo en medio de
las montañas [...]. El poder de la soledad es grande y supera
nuestra comprensión». [20] Entre los quechuas del altiplano boliviano,
los tiempos de soledad se consideran indispensables para «llenarse
de luz», según la expresión que ellos mismos utilizan.
El chamán utiliza el lenguaje
simbólico y arquetípico del subconsciente y del supraconsciente.
Sus palabras no son abstractas sino narrativas. Mito, en cuanto
relato interpretativo, y realidad son inseparables porque el mundo
es tal como el símbolo lo configura, unificando los fragmentos de
sentido que se hallan dispersos. Si bien los mitos se refieren al
pasado legendario de la tribu, la revelación chamánica tiene que
ver con las necesidades presentes y futuras de la comunidad y de
sus miembros. En diversos pueblos de Asia Central y de Alaska, las
sagas orales no narran los acontecimientos históricos de sus
líderes, sino las experiencias espirituales de carácter chamánico
de sus héroes, celebrando así sus hazañas en el mundo del espíritu.
En este sentido, no hacen ninguna diferencia entre los personajes
de sus mitos y los hombres o mujeres vivos dotados de poderes
espirituales. En ciertos pueblos, los mitos no están cerrados sino
que expresan una potencialidad de la realidad que, como los héroes
de los propios mitos, puede convertirse en algo mayor. Los hombres
de conocimiento pueden alterar estos mitos, no a su antojo, sino
según un grado de inspiración que es reconocido por el grupo.
Entre los chamanes es
frecuente la visión en sueños de un viaje al escenario de la
creación o a una montaña visitada por sus dioses creadores. El
chamán es aquel que es capaz de transmitir informaciones que no
percibe el yo cotidiano y que proceden del reino del espíritu, un
reino trascendente e intangible que se hace inmanente y accesible
por medio de la palabra que, al ser emitida por él, se encarna en
el mundo ordinario. La comunicación del chamán con los espíritus
puede concebirse de dos maneras: o bien su alma viaja en éxtasis a
las regiones del más allá o bien los espíritus entran en él y lo
inspiran. Estos dos modos no son excluyentes.
Los elementos de la
naturaleza forman parte del drama cósmico tanto como los seres
espirituales. No hay discontinuidad entre unos y otros. El chamán
es el que ve sus interconexiones. Entre los xumu del Perú,
el ritual chamánico va acompañado del siguiente canto:
De
nuevo estamos aquí para obtener sabiduría.
Danos tranquilidad y dirección
para comprender los misterios de la selva,
el conocimiento de nuestros antepasados,
para convertir el pasado en futuro [21] .
Hay que establecer una
jerarquización de temas y ámbitos porque no se puede, sin más,
llamar a todo revelación, aunque lo sea en el sentido de
que se desvela un conocimiento que no es accesible en el plano
ordinario. No todo tiene la misma densidad e importancia cognitiva.
No es lo mismo recibir una información sobre un remedio
curativo que tener un conocimiento sobre algo que afecta o va a
afectar al destino de la tribu, o recibir conocimientos sobre el
mundo del Más Allá. Entre los mixes del norte de Oaxaca (México)
una mujer sabia llamada María Sabina, que tenía dones
curativos, desde pequeña se había sentido atraída, como decía ella
misma, «por un lenguaje misterioso que hablaba de los astros, los
animales y de otras cosas que yo ignoraba»; ello la llevaba más
allá de los límites de su propia existencia. Después de comer
hongos, «oía voces procedentes de otro mundo» y, aunque analfabeta,
«leía en un Libro de la Sabiduría, que me enseñaba cómo llamar al
Señor de las Montañas, cómo ver desde el origen y cómo
curar con el Lenguaje y la sabiduría que éste confiere».
Según sus propias palabras, en sus veladas, «me convertía en Dios y
penetraba en el otro mundo, cuya visión da el sentido de éste».
[22] Nótese la fuerza de las expresiones que
utiliza: «ver desde el origen», «curar con el Lenguaje».
La figura primordial del
chamán de las religiones cósmicas y aborígenes se difracta en dos,
según los modelos de religión que siguen. En las revelaciones
teístas, se convierte en el profeta, mientras que en las religiones
oceánicas será el místico, el yogui o el sabio. En ambos casos, su
rol ha quedado más contenido o institucionalizado, pero los
elementos básicos coinciden: seguimos encontrado a seres entregados
y atravesados por el Absoluto.